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Prueba de Metamorfomagia.


Amara Majlis
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Escuchaba la voz de la Arcana en su mente, mientras seguía a Eddie Thawne por el amplio pasillo que conducía a las cortes. Era casi un deja vu, pues parecía que nada había cambiado en los ocho años que transcurrieron desde su última visita.

Mi historia es un tanto ambigua, Arcana Amara, le confesó mentalmente, aprovechando el vínculo que compartían gracias al anillo de la habilidad. Si bien he requerido de emplear otra identidad para colarme, debo limpiar mi nombre. No será la única apariencia que adopte.

En cuanto a si requería usar su varita, le dio una respuesta negativa. Sólo requeriría de su ingenio, y quizá de algo de suerte. Así pues, mientras su hermanastro ingresaba a la pequeña corte, que recordaba al diseño de las que había en el Ministerio de Magia inglés, el castaño-rubio se enfocó en su siguiente transformación.

Le habían prestado una elegante túnica que solían lucir los congresistas en sesiones ordinarias y extraordinarias. El característico azul cielo que evocaba el orgullo nacional. El encaje en las mangas le causó ansiedad, estando a poco de arrancar los acabados. Pero en vez de eso, se serenó. Recordó cómo lucía aquel sujeto. Tenía una foto suya con el resto de la familia Thawne, y si bien le repugnó convertirse en el hombre que lo había vendido por conservar su puesto, no quería entrar a la sala como Eobard. No en ese momento.

Su cabello, de por sí desaliñado, se replegó un par de centímetros hacia su cráneo, además de adoptar una tonalidad paja, similar al forraje que comían los bovinos. La nariz se le ensanchó un poco, causándole cosquillas gracias al bigote de manillar que le había salido, de tono azabache. Ganó más peso y redujo su estatura unos siete centímetros, en un afán de dar la impresión de que su padre biológico se había tomado el retiro muy en serio, y en consecuencia, su apariencia física se había deteriorado un poco.

Irónicamente, compartían gran parte de sus rasgos faciales, por lo que no tenía mucho sentido modificar su rostro. Si acaso, modificó el color de su piel, para que luciera bronceado, como si hubiese estado en la playa.

Así, como un mago bonachón forzado a interrumpir sus vacaciones por un asunto trivial, ingresó al tribunal, con el andar de pavo real que había visto hacer a Hivolt.

Honorables miembros del Mágico Congreso Único de la Sociedad Americana... comenzó, extendiendo ambos brazos para saludar a los aludidos que se amontonaban en las sillas frente a él. Black Lestrange hizo lo propio, para dejar reposando sus manos sobre el estómago bien alimentado. Recordando viejas épocas, me vino a la mente cuando presidí cierta sesión que acusaba a un miembro de una familia... Mi familia, de haber quebrantado el Estatuto Internacional del Secreto.

Desde luego, ex congresista Thawne. Todos aquí recordamos cómo enjuició a su otro hijo por violentar la paz en la comunidad mágica norteamericana. Y peor aún, dictaminó su exilio. respondió quién presidía la sesión. Algunos presentes rieron.

Eobard torció el gesto, esbozando la sonrisa tétrica que solía hacer Hivolt cuando algo le causaba gracia. Encogió los amplios hombros, con más carne que los propios, y continuó enunciando su punto.

Un exilio, que ha sido monitoreado constantemente, ¿no es así, congresista Pierce? Y ya que todos sabemos que se trató de un fiasco, ¿qué caso tiene seguir con la farsa? Digo, hace años que ni siquiera pisa suelo norteamericano. No lo llamaría un héroe, pero lo que hizo en Nueva Orleans, fue evitar un que el reloj que tenemos ahí afuera, no estallara ante una revelación monumental de nuestro mundo.

Hablaba con tranquilidad, pero a la vez, con el tono autoritario que el patriarca Thawne emitía cuando daba sus discursos. No todo habían sido artes oscuras y experimentos extraños, también había aprendido a memorizar ciertos gestos que hacían las personas. Los presentes pusieron los ojos como platos; nadie creería que un ex congresista se quisiera retractar. Pierce le pidió que prosiguiera.

Lo que propongo es...Dado que no hay evidencia que pruebe que Eobard Thawne fue el autor intelectual del desastre en el club nocturno "El Caballero Negro", se le retiren los cargos. se levantó de la silla, como queriendo reafirmar su punto. Sus orbes lapislázuli recorrieron a cada uno de los congresistas. El responsable, fue el vampiro Henry Ducard, el cual trabajaba bajo mis órdenes.

Mantenía una tregua con el rubio, y quería mantenerla así, por lo que justificó las acciones de Ducard como una petición propia de Hivolt. El congreso anunció que comenzaría a delibrar, pidiendo expresamente que Hivolt abandonara la sala. El muchacho decidió acatar la indicación, accediendo a la cámara contigua, dónde pronto recibiría un veredicto respecto a su petición.

Es una locura lo que propone, Thawne. Si bien, la gente está de acuerdo, ¿qué hay de su imagen? En el MACUSA lo recuerdan como un líder firme, sin escrúpulos. Decidido a hacer lo correcto, aunque eso conlleve ir en contra de su propia familia.

Ya vio cómo me funcionó eso. respondió Eobard, aún con la apariencia de Hivolt, con la mirada fija en la pared. A su espalda, Pierce parecía consternado. Estoy de acuerdo en que hay...ciertas cosas que deben hacerse. Pero, él fue daño colateral.

Requerimos de un segundo testigo, de todas formas.

Sonrió ante la traba puesta por el congresista Pierce. Levantó la cabeza, concentrándose en su siguiente transformación. No cerró los ojos esta vez: De cierta forma, se estaba habituando a cambiar de apariencia con mayor facilidad. El cabello se le iluminó casi como si estuviera hecho de masa solar. Su complexión se volvió más fornida, incluso llegando a rasgar los hombros de la túnica que llevaba puesta. Los colmillos se notaban gracias al pálido aspecto de su tez y labios. Parecía un muerto viviente, lo cual era, en cierta forma. Ahora con la apariencia de Henry Ducard, se volvió para encarar a su interlocutor.

¿Así, o prefiere que salga como la ex esposa de Hivolt? sonrió de lado, cruzado de brazos, mientras el otro perdía los estribos. No había pasado un segundo de su revelación, y ya le apuntaba con su varita. También podría traer a la pareja de Eobard, aunque dudo que Nora quiera hablar de eso.

¿Hivolt, qué demonios está haciendo? No, no... ¡Eres tú! Sabía que algo no cuadraba. Él nunca se arrepentía de sus decisiones, sin importar lo que fueran.

Bien jugado, congresista Pierce. puntualizó el Black Lestrange. Retomó su enlace mental con la Arcana para pedirle que le enviase su varita. Ésta se materializó en su mano derecha justo a tiempo, pero no la empleó para atacar al otro. Lo ha sabido todo este tiempo. Al igual que él, no me arrepiento de lo hecho, pero las cosas continúan con su curso. Podemos darle fin a esto, aquí y ahora; no me gusta la idea de tener que colarme de forma ilegal en una institución así, bastante de eso he hecho antes. Eventualmente, se me agotarán las ideas.

Señaló con la varita el expediente que Eddie le había mostrado momentos antes, y que Pierce ahora sujetaba bajo el brazo que no le apuntaba con el fragmento de abedul. Pierce bajó la varita, lentamente, como comenzando a juntar las piezas del rompecabezas. Depositó el manojo de documentos sobre la mesita, y se dirigió al Black Lestrange.

Lo que sea que hayas querido probar con esto, te ha funcionado, Thawne. Pero, yo que tú, me iría de aquí. Van a querer explicaciones, pero de eso me encargo yo. Siéntete libre de volver a suelo norteamericano con tu apariencia habitual... Cualquiera que esa sea.

Puede que regrese pronto... Quien sabe, quizá podría comenzar a colaborar con ustedes. Nunca fui de seguir reglas, pero aquí estamos.

No alcanzó a decir más, pues en ese momento, algo extraño le ocurrió. Fue como mirar en retrospectiva; volvió la sensación que había experimentado al cruzar el portal de la prueba. Era mucho menos brusco que cuando conjuraba el Fulgura Nox, se sentía en calma consigo mismo. Dejando más confundido a Pierce, el Black Lestrange fue absorbido por el portal que había sido conjurado por la Arcana, bastante similar al que lo había traído ahí.

Le tomó recuperar los sentidos, para darse cuenta que aún conservaba la forma de Ducard. Se puso de pie, percatándose de que era el último en regresar. ¿Cuánto tiempo se habría tardado resolviendo el asunto? De menos, su guía en esa travesía lo había esperado hasta que completara su propósito.

Oh, Arcana Amara...Perdone usted mi pésimo concepto del tiempo. Me ha jugado una mala pasada. Sin embargo, he cumplido mi cometido.

Volvió a la apariencia que había lucido antes de darse cuenta de que era capaz de modificarla a voluntad. La túnica le quedó un poco holgada, gracias a la expansión que había sufrido cuando se convirtió en el vampiro, pero seguía de una pieza. El cabello regresó a su estado quebradizo y con un tono más discreto que el rubio. Y en sus ojos grises, sólo había un atisbo de curiosidad.

¿Cómo me ha ido en la prueba? Es decir... ¿He logrado vincularme con la habilidad?

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