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Prueba de Oclumancia #15


Aailyah Sauda
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Una vez más, la arcana esperaba junto al lago mirando fijamente la isla central en la que se hallaba la pirámide que protegía el Portal de las Siete Puertas cuando aún el sol no había terminado de salir. Había quedado a primera hora con sus alumnos, pero ella siempre disfrutaba del amanecer en aquel lugar en los momentos previos a que estos pasaran la gran prueba. Porque siempre la pasaban, claro.

 

Miró la superficie del lago con cierta nostalgia, consciente de que posiblemente fuera la última prueba que hicieran allí. O la penúltima, si alcanzaba a enseñar a Mía todo lo necesario antes de tener que abandonar definitivamente aquel país. No le disgustaba el cambio, pero sí los motivos. Aunque ese no era asunto sobre el que pensar en aquel momento.

 

Como siempre, había ideado ciertos retos al camino para que Aries y Kaori tuvieran que esforzarse un poco antes de presentarse ante el portal. En primer lugar, deberían cruzar el lago en una barca de remos que no podía manipularse con magia. Así que les tocaría remar, a ambos, si quería cruzar. De lo contrario, una vez subieran a la barca no podrían desembarcar en la orilla opuesta porque un campo mágico invisible se lo impediría.

 

Una vez llegaran allí, tendrían que adentrarse en el bosque para alcanzar la pirámide, y cuando cruzaran uno de los senderos indicados con señales de madera, respirarían en el aire un polén que les embotaría la mente y cuya única defensa sería protegerse mediante la oclumancia. Estaba segura de que ninguno de los dos tendría problema para pasar.

 

Un poco más adelante, en un claro, encontrarían a un par de espectros que intentarían manipularles mediante legilimancia, y deberían volver a demostrar sus dotes oclumánticas contra ellos para avanzar en el camino. Una vez los superaran, cuando cruzaran el claro, hallarían el acceso a la pirámide y, junto a la puerta, un cesto de mimbre con indicaciones escritas en la parte superior: debían dejar todos sus objetos mágicos allí, debían entrar al portal sin ningún amuleto o protección que no fueran sus propias mentes. Aquella sería la cuarta y última dificultad antes de ingresar al interior de la pirámide, donde les esperaría la arcana.

 

Sauda asintió, complacida, y desapareció de la orilla para aparecerse de nuevo en el interior de la pirámide, junto a una puerta que daba paso a la sala de los portales. Allí entrecruzó las manos en su vara de cristal, y esperó.

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Aries fue el primero en ingresar a la barca que los llevaría al otro lado del lago, se mantuvo de pie para ayudar a Kaori a que al ingresar no le ocurriese nada malo, el estado actual de la pelinegra lo había vuelto un hombre mas precavido y cuidadoso con ella. No quería que nada malo le ocurriese a ella ni al bebé. Pues, aunque le costaba trabajo creer que era de él, la amaba con todo su existir y si ella estaba tan emocionada de tenerlo, él también cuidaría de ambos.

Pisa con cuidado, no te vayas alocar en esta prueba, no quiero que nada malo te suceda. —le dijo mientras la ayudaba a sentarse para él después sentarse frente a ella y empezar a remar. Llevaban unos minutos remando y Kaori no había dicho ninguna palabra, imaginaba estaba enfadada con Black Lestrange por desaparecerse por un día entero, casi 2 y aparecer en ese lugar sólo por que la clase así lo requería.

Sabes, esta escena me recuerda a la Sirenita, ella callada todo el tiempo. Y en eso los peces cantando una canción sugestiva para que él príncipe y la sirena se dieran un beso… ¿te la puedo cantar?

Espero a que le respondiera, pero algo en el rostro de la mujer frente a él le hizo pensar que una canción no iba a hacer que ella le volviera a hablar y la entendía, había sido un completo cobarde, se había ido del Dark Room casi enseguida de haber visto la imagen de la ecografía del bebé y aunque sentía una gran felicidad, también sentía muchas dudas con respecto a la paternidad de aquella criatura en el vientre de su esposa. Quitó aquella imagen de su cabeza y volvió a mirar a la pelinegra con una gran sonrisa.

Ella está ahí sentada frente a ti, no te ha dicho nada aun, pero algo te atrae… —comenzó a cantar, mientras seguía remando, fue entonces que llegó a la mitad del lago que se dio cuenta que no avanzaban, por lo que decidió estando ahí girando en círculos, como la escena de la película muggle que acababa de ver, seguir cantando.

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Kaori M.

Algo le decía que no sería una velada muy bonita, el departamento se le hacía enorme y aunque su prima Dennis había insistido en que se quedara a dormir en la mansión de los Delacour, la pelinegra declinó la oferta y regresó a su hogar al llegar la noche, tenía la esperanza de que su esposo ya estuviera ahí, pero se equivocó. Al parecer seguiría sin saber de él hasta la mañana siguiente, pues estaba segura de que se presentaría a dar la prueba de la habilidad.

Cuando los primeros rayos de sol iluminaron la habitación, la pelinegra ya se encontraba bañada y terminando de vestirse. La Arcana había sido clara al decirles que le esperaría a primera hora de la mañana y no quería hacerla esperar, después de todo deseaba terminar con la prueba lo antes posible. Vestida con ropa cómoda, zapatos bajos, unos pantalones de mezclilla, blusa carmesí, acompañados de una túnica negra, la pelinegra desapareció del Shadowhunters. No se molestó en llevar sus amuletos, tan solo su varita le acompañaría.

Al llegar al lugar indicado no se sorprendió al ver que Black Lestrange ya se encontraba ahí. Observó la barca sobre el lago que al parecer tendrían que cruzar juntos. Deseaba decirle tantas cosas a su esposo y unas no tan bonitas, pero se contuvo, no era el lugar para hacerlo. Además, tenían que estar enfocados en pasar con éxito todas las pruebas que les pusieran y sobre todo la del portal.

A regañadientes y prácticamente mordiéndose la lengua para no preguntarle de forma irónica si de verdad le importaba lo que les sucediera, aceptó la ayuda que le ofrecía el mago para subir a la barca. Se sentó frente a él en silenció mientras él empezaba a remar. Así habrían continuado de no ser porque Aries se estaba empeñando en que rompiera el silencio, mencionó algo sobre una sirenita, unos peses cantando y un príncipe queriendo besar a la sirena.

No tenía idea de lo que estaba hablando, por lo dicho quizá se trataba de un cuento para niños, pues los peses no hablaban y las sirenas eran unos seres horribles. Cuando al fin lo regresó a ver, él sonreía y le empezó a cantar, una melodía que jamás había escuchado, pero que describía su situación actual, quizá por esa razón se le vino a la mente. No pudo evitar que su corazón latiera con fuerza y que a sus labios se asomara una leve sonrisa, más cuando recordó lo que había hecho y la forma en que se había alejado de ella, volvió a ponerse sería.

—Para... —pidió pues se estaba empezando a marear —Hay que remar juntos si queremos llegar a la otra orilla—comentó tomando los remos con sus manos para así ayudarle —mientras más pronto lleguemos al otro lado, más pronto podré marcharme…podremos marcharnos—se corrigió.

Les estaba resultando extremadamente difícil estar cerca de él en ese momento y no decirle todo lo que deseaba, aunque en realidad no era mucho. Él había dejado clara su postura al haberse marchado de la forma en que lo hizo, sin importarle el dolor que le pidiese ocasionar.

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La canción se fue apagando poco a poco en su cabeza, después de conseguir las primeras palabras de ella, un simple para, cosa que llevo al mago a hacerse varias preguntas mientras remaba con ella para llegar a la orilla del lago. Para de verme así, para de cantar, para de remar en círculos. Para, para, para… No podía preguntarle a qué se refería con para, pero hizo todo para parar todo lo que pudiese incomodarle. Kaori volvió a hablarle, esta vez para decirle que debían remar más rápido, ya que deseaba irse de ahí, el mago estaba seguro que la mujer se refería solo a ella y a su bebé cuando utilizó la palabra marcharnos, así que, aunque conocía la respuesta por adelantado, se atrevió a cuestionarle por aquello.

¿Cuándo dices marcharnos de aquí, eso me incluye o solo te refieres a tú —se detuvo un breve momento y se corrigió antes de meter la pata de nuevo —al bebé?

Sabía que no tenía derecho a hacer esas preguntas, mucho menos cuando la noche que se enteró del bebé solo había tinado a irse, a alejarse de ella, de ellos. Para su mala suerte, no pudo escuchar la respuesta de ella porque habían encallado al otro lado del lago y la Delacour había aprovechado eso para salir corriendo del bote, y tomar distancia de su marido. La dejó marcharse, lo mejor era no molestar a una mujer en su estado y él empezar a concentrarse en la prueba que le tenía preparada la arcana para poder encontrarse frente a ella, de esa forma poder hacer la prueba final y vincularse con el anillo que tenía puesto en su mano derecha justo aun lado de su anillo de matrimonio ubicado en el dedo del corazón.

Pasaron los minutos y se bajó de la barca para que así de esa forma adentrarse al interior del bosque y con ayuda de varios letreros de madera, llegó hasta lo que era un pequeño sendero lleno de muchas flores que soltaban polen mientras él iba cruzando aquel estrecho camino. El polen de las flores le estaba provocando varios flashes que le hizo pensar que alguien quería entrar a su mente, por un momento creyó que era la pelinegra, por lo que de manera inconsciente comenzó a bloquear el avance de aquella persona. No le dejaría saber cómo se encontraba sentimentalmente en ese momento, ya que podría aprovecharse de aquello por lo que empezó a crear diferentes imágenes y fue controlando su estado de ánimo.

Una de aquellas imágenes que había creado para que la persona que estuviese hondeando dejara de buscar era una conversación con una persona, una mujer pelirroja que había visto la tarde anterior, con la que se había ido a comer y llego a tener la oportunidad de hablar de su matrimonio.

Aries y la Macnair estaban en un restaurant de comida italiana, lugar en la que él la citó para conversar de la vida. Se saludaron con un beso en la mejilla y un fuerte abrazo, ninguno de los dos podía negar que ahí aún quedaban vestigios de él amor que se habían tenido por muchos años, rápidamente la imagen fue avanzando y cambiada por otras imágenes coma la de la pasta que había comido aquella tarde o el de la botella de vino que se fue vaciando poco a poco. La última imagen antes de salir de aquel sendero por el que iba caminando, fue la de él mostrándole la ecografía a Arya.

Aquello que acababa de pasar, parecía una prueba bien lograda, ahora le tocaba seguir su camino, un camino que se le estaba haciendo largo, a comparación de otras pruebas que ya había hecho para vincularse con el anillo. Tardo unas horas en llegar al claro, donde vio a un par de espectros, buscó con la mirada a su esposa, esperaba que esos espectros no le hubiesen hecho daño, pero al no verla, decidió cruzar el claro, ya que a lo lejos se veía la pirámide que guardaba las 7 puertas, reconocía muy bien la pirámide ya que había estado ahí ya cinco veces.

Al estar a la mitad del claro se percató de que los espectros hacían uso de la legeremancia para leer su mente, pero se veían un tanto frustrados ya que Aries se había mantenido sereno todo el tiempo, ninguno de los espectros había podido traspasar su mente ya que el mago había logrado hacer uso de la oclumancia bloqueando todo aquel tipo de cosas que intentaban meter a su cabeza. Terminó por cruzar el claro para toparse por sexta vez con la entrada de la pirámide, esta vez, una cesta de mimbre tejida se encontraba a sus pies, a lado derecho de la puerta, no había nada al interior, lo que quería decir que Kaori aún no llegaba a ese lugar.

Dejó su varita y los anillos de las otras habilidades al interior del cesto de mimbre, no había llevado nada más que eso para la prueba, sabía que en algún momento de aquel viaje le pedirían que se separará de todos aquellos artilugios que prefirió dejarlos todos en casa. Lo único que no se quitó de la mano fue su anillo de matrimonio y por obvias razones el anillo con el que estaba tratando de vincularse.

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Sauda aguardaba, serena, a que sus alumnos llegaran hasta el interior de la pirámide. Estuvo tentada de hacer uso de su magia, como solía hacer con los anteriores pupilos, para ver en qué punto del camino se encontraban y cómo iban sorteando cada pequeña dificultad que ella les había preparado previamente para probar su determinación. Pero se guardó de hacerlo, sabiendo que a ninguno de los dos alumnos que la acompañaban aquel día les gustaba aquel método de trabajo.

 

Así que simplemente esperó, apoyada en su vara de cristal, con los ojos cerrados. Escuchando. Sintiendo. Imaginando.

 

La prueba de vinculación con los anillos de habilidad era el momento más esperado por los alumnos que decidían sumergirse en los misterios de aquella magia que ellos enseñaban y lo cierto era que, si bien era una prueba complicada y peligrosa, casi todos la afrontaban con la absoluta seguridad de que saldrían victoriosos. Y por norma general, siempre era así. Estaba segura de que en esta ocasión sucedería exactamente lo mismo.

 

Escuchó que alguien se acercaba, y levantó la mirada para comprobar que se trataba de Aries. Imaginaba que Kaori lo seguiría de cerca, aunque no la vio llegar.

 

Bienvenido, Aries, espero que el camino hasta aquí no haya estado muy complicado —lo saludó—. Como no es la primera vez que te enfrentas al Portal, creo que no debo explayarme con explicaciones. Pero es mi deber recordarte que, una vez inicies la prueba, ya no habrá marcha atrás. Si consigues vincularte con el anillo no habrá problema pero, si no lo consigues, perderás la oportunidad de volver a intentarlo. Así que debo saber, ¿estás dispuesto a enfrentarte al Portal? De ser así... mucha suerte, y protege bien tu mente.

 

Se hizo a un lado, mostrándole el lugar por el que debía acceder y luego aguardó en silencio. Ahora no sabía cuánto tiempo debería esperar hasta que consiguiera salir.

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Kaori M.

El malestar que sentía se hacía cada vez peor, se sentía mareada y el movimiento de la barca no ayudaba. Hizo su mejor esfuerzo para aguantar las náuseas que sentía y no vomitar, respiró aliviada cuando finalmente llegaron a la orilla. Estaba terminando de bajar del bote cuando escuchó la pregunta que su esposo le hacía, ahí estaba nuevamente la razón por la que estaba tan dolida. Había dicho tú en lugar de nuestro bebé y aunque intentó corregirse ya era tarde.

No le respondió, tan solo lo regresó a ver y en su rostro seguramente se vio reflejado el daño que le estaba ocasionando al dudar de ella de la manera en que lo estaba haciendo. Sin decir palabra alguna se alejó en dirección al bosque que tenía que atravesar si quería llegar al portal, después de todo estaba ahí para dar una complicada prueba y tenía que concentrarse si quería pasarla con éxito.

No tenía idea si Black Lestrange la seguía o si tal como ella deseaba, le daría su espacio. Cuando la curiosidad por fin la superó miró hacia atrás, pero no había nadie cerca. Dio un suspiró un tanto aliviada pues no quería seguir empeorando las cosas con él, continuó caminando sin tener una idea clara de hacia dónde iba hasta que reparo en una señal de madera cuyas flechas le indicaban la ruta que debía seguir.

Conforme avanzaba empezó a sentirse un poco extraña, confundida por así decirlo y por un momento estuvo tentada a dar media vuelta y desistir de la prueba > murmuró. Había olvidado por un momento que aquello no era un paseo en el bosque para respirar aire limpio. Seguramente la Arcana había ideado la forma de afectar su mente, de probar si podría sortear diferentes obstáculos.
Dejó de caminar y se sentó sobre el suelo húmedo debido al rocío matutino, adoptando la flor de loto, cerró los ojos para concentrarse en levantar y hacer fuertes las barreas de su mente. Si alguien o algo intentase hurgar entre sus pensamientos no lo conseguiría, tan solo conseguiría adentrarse un laberinto del que probablemente no lograría encontrar la salida.

Respiró profundo y lo siguiente que hizo, tal como le habían enseñado en su entrenamiento en el simposio, fue anular sus emociones, las suprimió por completo a pesar de que esto le costó un poco. Finalmente abrió los ojos, sus pensamientos eran claros, estaba confiada en que sus barreras podrían soportar cualquier tipo de ataque del que pudiera ser victima en su caminó hacia el portal.

> susurró cuando sintió que intentaban acceder a su mente, eran dos presencias que no se sentían para nada familiares y mucho menos amigables. Sonrió de medio lado mientras les permitia entrar, una a la vez. Tal como deseaba se verían perdidas en un laberinto del que jamás lograrían salir, al menos no si ella no se los permitía, si no les enseñaba la salida.

Tenía la sensación de que estaba cada vez mas cerca así que apresuró el paso. Casi al llegar se encontró de frente con dos espectros, estaban inmóviles y sus ojos miraban hacia nada. Kaori estaba segura de que eran ellos quienes habían intentado acceder a su mente. Pasó junto a ellos sin problema alguno.

Terminó de cruzar el claro y al hacerlo se topó con la entrada a la pirámide, cerca de esta había una cesta de mimbre en donde tendría que dejar todas sus pertenencias, amuletos y todo lo que pudiera interferir en la prueba final. En realidad, no era mucho lo que había llevado, tan solo su varita, así que se acercó para dejarla, en el interior estaban varios anillos y la varita de Aries, quien había atravesado el portan justo cuando ella llegaba al lugar.

Colocó la varita en la cesta, conservando únicamente el anillo de la habilidad a la cual estaba deseosa de vincularse y obviamente su anillo de matrimonio. Antes de que la Arcana, que los había estado esperando, se dirigiera a ella, la pelinegra cerró los ojos por un momento y respiró profundamente, sabía que la prueba a la que se enfrentaría era complicada así que debía estar preparada para lo que sea que el portal tuviera preparado para ella.

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Black Lestrange conocía perfectamente las reglas de aquel lugar, sabía que la gente que no lograba vincularse con la habilidad después de entrar al portal, no podría volver a hacer la prueba para vincularse, pero también sabía que muchas veces la decisión de los Arcanos podría apelarse, al final el único sabio era el portal mismo, aquel portal que lo esperaba para que de esa manera logrará vincularse con el anillo en su mano derecha.

Al cruzar el portal la imagen que se le mostraba no era del todo clara, él se encontraba acomodándose un saco blanco con las solapas en color negro que tenían una flor bordada con hilos blancos y verdes, haciendo que ese detalle pareciera que le daba un poco más de clase de lo que de verdad tenia aquel saco. En el momento que se dio cuenta del lugar en el que estaba vio el anillo de casado y decidió quitárselo, ya que ninguna de las personas que se iba a encontrar sabía que ya estaba casado, de hecho, esperaban que se casará con la Nigromante Arya Macnair, pero aquel día había sido justo al día siguiente al que se había presentado en la Delacour para conocer a Kaori.

Aquella experiencia había sido la más satisfactoria que podía tener, y estaba todo extasiado, la pelinegra tarde o temprano iba a ser su novia, lo sabía desde la primera vez que se habían encontrado y aunque él conocía el final de aquella historia que ahí iniciaba, no quiso dejar de sentir aquella emoción, aquel sentimiento cálido que sólo había logrado sentir con la Delacour. Estaba listo para volverse a encontrar con la mujer de ascendencia nipona, cuando Jessie, su tía en la Black Lestrange, entró a su habitación y con una voz dulce pero alarmada se dirigió a él.

Las Lideres lo saben. —dijo la pelirroja mientras lo tomaba de los hombros.

¿Saben qué? —preguntó sin entender qué era lo que las líderes de ese entonces sabían.

Tu traición. —sentenció la pelirroja mientras le miraba con un gesto de desaprobación.

Black Lestrange no entendía a qué se refería con que sabían de su traición, pero lo mejor era no preguntar. Siempre en aquellos momentos lo mejor era quedarse callado y averiguar el sentido de aquellas palabras. Jessie estaba más alarmada que él, Pero parecía ser que la hija de Mia Black Lestrange era la única que se daba cuenta de aquella grave acusación. Por lo que mirándole a los ojos volvió a advertirle sobre lo que ya conocían las líderes entonces.

Cierra tu mente. No dejes que nada logre penetrarla, quieren usar legeremancia contigo. De esa manera saber de tus propios recuerdos si habías engañado al bando o la información que les llegó fue una mentira.

He entregado lo mejor de mi para el bando, ¿es enserio que creen que los he traicionado?

Te vieron salir de la Mansión Delacour con una sonrisa en el rostro, no ibas con tu máscara. —empezó a decir con una voz pasiva, pero entre más llegaba al punto que le quería hacer notar al rubio se fue alterando, así que sus últimas palabras salieron como un grito. —Así que ese día no ibas como mortifago.

Aries suspiró. Era un suspiro de decepción, pero aún así no pudo quitar aquella sonrisa de su rostro de la gran noche que había pasado a lado de Kaori. Con esa felicidad salió de la habitación en la que se encontraba. No había pasado ni diez minutos fuera de su habitación, cuando uno de sus compañeros de bando le avisó que las líderes deseaban verlo y que lo mejor era no hacerles esperar. Así que no podía seguir alargando ese encuentro, por lo que avanzó por delante del mago que había fungido como mensajero para su encuentro con las líderes.

¿Me mandaron llamar? —preguntó al estar frente a la fémina de cabellos blancos.

Si, adelante pasa, queremos que nos dejes indagar en tu mente.

¿en mi mente? Mi palabra ya no es suficiente… —preguntó.

Tu palabra siempre es suficiente, pero queremos ver lo que tu has visto y está en tu mente.

De acuerdo.

Cuando la mujer de cabellos azules empleo la Legeremancia en él buscando los detalles de la noche anterior, se topo con imágenes que eran mentira.

Aries sentado a la mesa de los Delacour, brindando por el compromiso que recién acababa de adquirir. Alrededor de la mesa también sentados compartiendo el momento se encontraba Dennis Delacour, Luca el primo de Kaori y esposo de Mei Black Delacour, la actual líder de la Orden del Fénix, dos mujeres que el mago en ese momento no sabía sus nombres, una de ellas rubia acompañada por varios pequeños algo inquietos. La persona de pie a mitad de la mesa era Lisa Weasley Delacour, con una copa en la mano.

Brindemos por la felicidad de estos jóvenes magos, que han decidido unirse en matrimonio. —dijo y a los segundos todos levantaron su copa brindando con total alegría por aquella unión.

El Black Lestrange, minutos antes le había entregado un anillo de oro blanco con piedra de jade para sellar un compromiso que en ese entonces no existía. El anillo se podía ver en la mano de Kaori, el cual mostraba a sus primas que estaban gritando felices todos los planes que tenían que hacer para que la boda fuera de ensueño, pero Aries las había mutado en su cabeza.

La líder Mortifago siguió hondeando un poco más al presente.

En ese recuerdo pudo ver a un Aries sonriendo mientras tomaba de la mano a Kaori y llevaba aquella mano derecha a sus labios haciéndole la promesa de que siempre estarían juntos a pesar de todo, que ahora su prioridad era ella. Una pequeña mentira que se podía ver por que no había hecho contacto con los ojos de la pelinegra, si podía ser importante para él, pero no era su única prioridad, para ese momento también tenía como prioridad velar por la Marca Tenebrosa.

Cuando la líder salió de su cabeza se le quedó mirando de forma reprobatoria, y sin poder disimular su enojo con el joven mago se dirigió a él.

He podido ver que no has traicionado al bando, pero si a tu actual prometida. Que decepcionada estoy de ti, espero que hables con Macnair antes de que la noticia de tu compromiso llegue a sus oídos. Puedes irte.

Aries salió de la habitación en la torre negra en la que se había encontrado con las líderes mortifagas pero al cruzar el umbral se encontró cara a cara con Sauda al parecer el portal había estado conforme con la utilización de la Oclumancia.

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Kaori no tardó en aparecer, justo cuando ella terminaba las explicaciones con Aries. Tras indicarle a él que podía pasar, la miró a ella.

 

Un segundo menos y habrías entrado a la vez que él. Aunque claro, el Portal no realiza pruebas duales... así que, para el caso, es lo mismo —le dijo, a modo de saludo—. Como ya conoces el funcionamiento del Portal, poco más puedo indicarte. Solo debo saber, una vez más, ¿estás preparada para hacer la Prueba? Es mi deber recordarte que, si no consigues vincularte con el anillo de habilidad, no tendrás oportunidad de volver a realizar esta prueba, ¿de acuerdo? Así que piénsalo bien y, si estás decidida, no dudes en ningún momento de que puedes hacerlo. Suerte, Kaori, y protege tu mente.

 

Le indicó con la cabeza que era el momento de entrar y ella, simplemente, aguardó.

 

Se sobresaltó cuando Aries salió de repente del Portal, pues no hacía mucho que había entrado. Le miró, y sonrió.

 

Bienvenido de vuelta, Aries, veo que has conseguido lo que ibas buscando. Te doy mi enhorabuena. Cuando quieras puedes abandonar este lugar, pues la vinculación está completa. Si no, puedes esperar a Kaori, que acaba de entrar. Tú decides.

 

 

Y así era. Ella, sin embargo, debía esperar para ver cómo le iban las cosas a la mujer. Aunque estaba segura de que también se vincularía pronto a la habilidad y terminaría rápido con aquella última etapa.

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Kaori M.

Ya en otras oportunidades había cruzado el portal así que conocía las reglas, sabía a la perfección que si no lograba superar la prueba perdería la oportunidad de vincularse a la habilidad. Conociendo las consecuencias, Kaori aceptó de buena gana y con confianza de que podría hacerlo, el ofrecimiento de la Arcana.

 

—Sí, estoy segura de tomar la prueba que me presente el portal —Respondió con firmeza.

Acto seguido respiró profundamente y atravesó el portal sin saber a qué lugar la llevaría, las pruebas que solía poner en algunas ocasiones eran muy duras y ponían al límite a los magos y brujas que querían obtener un poco más de conocimiento, de poder. Con eso en mente la pelinegra se concentró una vez más en hacer fuertes las defensas de su mente, más no estaba preparada para los caprichos que le tenía preparada esa prueba.

Años atrás.

—Si, ya he conseguido el permiso...—respondió Kaori. —Saliendo de las clases vamos, lo prometo —añadió mirando a su mejor amiga Mitzuki.

Era la primera vez que la pelinegra lograba que su maestro le diera permiso y le sorprendió que se lo aceptara con tanta facilidad, sobre todo porque había fallado en las últimas prácticas que había realizado. Sintió desconfianza y por un momento se había planteado no ir, pero al ver la sonrisa y la emoción de su amiga, no se pudo resistir.

El fin de semana llegó, con promesas de risas, diversión, de secretos, tal y como el par de adolescentes habían planeado, todo estaba listo para la pijamada. Había varias compañeras más y los padres de Mitzuki habían puesto como única regla, no bajar al sótano de la casa. Kaori sintió curiosidad obviamente y luego de tanto insistir logró que su amiga le enseñara el misterioso lugar.

—Shhh silenció...—decía entre pequeñas risas —Kao, si nos descubren nos meteremos en problemas...— añadió la joven. El pasillo estaba oscuro, las escaleras aún más pero no podrían encender sus varitas hasta que no llegaran al sótano y no cerraran la puerta tras de sí. —¿tienes las llaves? —preguntó Mitsuki, por tercera vez.

—Sí, aquí están —se las indicó. La pelinegra tenía sus mañas y no había sido complicado conseguirlas. Entonces sintió una presencia detrás de ella, algo no iba bien, pero, ¿que era? ¿Qué era esa sombra que había visto? Y esa sensación tan extraña que de pronto la invadió.

Estuvo tentada a detenerse, pero ya Mitzuki le había quitado las llaves, abierto la puerta y entrado al oscuro sótano. ¿En qué momento pasó? Se cuestionó. No, eso no iba bien. Entró con la firmen decisión de llevarse a su amiga a un lugar seguro, aquello se estaba empezando a sentir como un recuerdo. ¿Ella ya había estado ahí? ¿Cuándo? ¿Por qué tenía esa sensación?

—La perdemos...se resiste —Escuchó la voz de un hombre, es débil y muy lejana, pero está segura de haberla escuchado.

—¿Dijiste algo? —le preguntó a Mitzuki, pero la joven la mira visiblemente confundida.

Volvió a mirar a todos lados alumbrando con la varita, pero estaban solo las dos. Una sensación de miedo le invadió todo el cuerpo y su instinto le pedía a gritos que saliera de ahí, entonces ve una pizarra, con la parte de una fórmula, apuntes que no entendía.

—¿Qué es? —pregunta a su amiga con curiosidad —un proyecto en el que trabaja mi padre —responde sin darle mucha importancia.

Entonces todo se desdibuja a su alrededor —Lo tenemos… con eso es suficiente —es la misma voz de hace un momento atrás. Kaori se siente confundida y cuando al fin logra aclarar su mente se da cuenta de que estaba siendo víctima de un conocido miembro del simposio, especialista en extracción de información y que ella había fallado miserablemente en proteger su mente.

—Hay lecciones que se aprenden a la mala, señorita Matsudaira. Esperamos que a partir de ahora ponga de su parte en sus clases de Oclumancia. Procure no hacer preguntas de su amiga Mitzuki y tampoco de su familia. No volverá a saber de ellos — le informaron.

A partir de ese día, la pelinegra puso todo su empeño en aprender a fortalecer las defensas de su mente y procuró no entablar amistades como la que había hecho con Mitzuki, de quien años después, se enteró que gracias a la información que ella no había sido capaz de proteger, habían muerto j
unto a toda su familia.


Años después.

Un fuerte golpe le quemó su mejilla, a pesar de que sentía los párpados pesados abrió los ojos. No sabía cómo había llegado hasta ese lugar, solo sabía que era malo, sus manos y pies estaban atados y le dolían varias partes de su cuerpo. ¿En donde estaba?

—Podemos estar aquí todo el tiempo del mundo... dinos en donde esta —dijo la voz de una mujer mientras le propinaba una nueva cachetada. No tenía ni idea de que era lo que la mujer deseaba saber, pero si ella se encontraba en esa situación la respuesta seguramente estaba en su mente.

Revisó sus defensas, estaban intactas y tan fuertes como siempre. No podrían obtener lo que buscaban de ella, pero quizá la pelinegra si podría obtener un rehén al cual usar para poder salir de ahí o al menos intentarlo. No, mejor no correr riesgos.

Sintió un nuevo ataque a su mente, era fuerte. Pero su dominio de la Oclumancia lo era en la misma medida. Un laberinto seria lo único que podrían obtener de ella, con una sonrisa en el rostro la bruja miró al mortifago que intentaba atravesar su mente, hurgar en sus recuerdos, apropiarse de ellos.

—Vamos...cruza y te aseguro que jamás saldrás de ahí — se burló riendo. —Lo mejor será que me maten de una vez... jamás traicionaré a los míos. Pierden el tiempo —añadió.

Si debía morir ahí lo haría, pero sobre su conciencia no volvería a pesar la muerte de alguien más por no poder proteger su mente y con ella todos los secretos que a lo largo de los años le habían sido confiados, no habría una nueva Mitzuki en su conciencia.

—Hemos estado aquí días...hemos perdido a dos y no hemos logrado burlar sus defensas. Ya mátala de una vez —dijo la voz de un hombre —ya encontraremos a alguien más de donde sacar esa información —añadió.

Cerró los ojos lista para morir, lo único que lamentaba y que le dolía era no poder despedirse de su esposo y de su hijo. Un rayo verde se dirige hacia ella, pero no le impacta, cuando abre los ojos se encuentra frente a la Arcana, al parecer había superado la prueba que el portal le había puesto. A partir de ese día, tendría la seguridad de que nadie podría acceder a su mente sin que ella lo permitiera.

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