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Libro del Equilibrio


Khufu
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Uagadou. La imponente estructura de una escuela más exótica que tradicional, se encontraba rodeada de densas nubes que daban la ilusión de mantenerla flotando. La montaña de la Luna resultaba ser un sitio propicio para las prácticas mágicas que allí tenían, pues no cualquier persona no mágica podría aventurarse a su cima sin correr riesgo de encontrarse con la muerte. Era inalcanzable para quienes no pertenecían a la escuela, aquellos que no poseían magia, al menos.

 

El Uzza había elegido concienzudamente el lugar en el que recibiría a sus 'invitados', quería convencerse de que esa era la palabra adecuada para quienes asistirían a escucharlo impartir sus conocimientos, quienes estarían dispuestos a escucharlo y someterse a sus exigencias. Era cierto que el pacto con los ingleses se había quebrantado, dada la renuncia de los Malfoy como cabezas del Ministerio de Magia; mas la situación que tenían, tanto él como sus compañeros guerreros, lo arrastraban a intentar mantenerse con lo que se les ofrecía por clase. Khufu, al menos, estaba interesado.

 

Había armado un pequeño campo de entrenamiento, rodeado de un bosque de tupidos árboles que ocultaban la arena de las vistas curiosas de los alumnos de aquella magnífica escuela, y que estaba acompañado de un río. Estatuas de madera se encontraban repartidas en todo el campo, cuya arena rojiza iba marcando cada paso que daba el guerrero. Detrás de él, una gran cascada se alzaba, como confirmando el poderío que sentía Khufu. Dentro de ella yacía una cálida -a pesar de sus aguas frías- caverna en la que le gustaba pasar el tiempo cuando se encontraba solo.

 

El clima, en ese espacio verde de la escuela, era un tanto cambiante. Solía tener días calurosos en los que debía mantenerse dentro del agua para poder soportarlo, además de que se entrenaba a sí mismo pues la pesadez de ésta lo ayudaba a fortalecerse. En otras ocasiones los días eran fríos, casi helados y, quizás esa parte, era la más normal si se tenía en cuenta la altura en la que se encontraban y la niebla que los cubrían.

 

Y allí se encontraba él. A la espera de quien ingresase por el sendero que lo llevaría hasta la tierra roja, el agua y la cascada.

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Matt no estaba seguro de cuál había sido su error en la anterior ocasión, o si había fallado, estaba casi seguro de que no todo había terminado. Ese día, sin embargo, no irían a un desierto. El porqué los había citado tan tarde seguía siendo un misterio pero Matthew no se cuestiono demasiado. Se coloco ropa muggle, jeans, borceguíes y una chaqueta de las que había en la sala.

 

Siguió al pie de la letra las instrucciones de Khufu, sus amuletos estaban en su lugar y el libro lo guardo dentro de su chaqueta, con un hechizo expansor permitiendo que ingresara en uno de sus bolsillos internos. Esperaba realmente no tener que usar todos, algunos le daban mucha curiosidad y esperaba poder preguntar y saciar su sed de conocimiento.

 

Finalmente había arribado a Uagadou, sobre la montaña, rodeada de nubes que daban una impresión como si la escuela estuviera encantada y flotase. La infraestructura de ella, era asombrosa, no más que no era algo que sorprendiera al gitano. Se adentro más por los sinuosos caminos de roca hasta dar con el guerrero, ahí, un pequeño lugar que parecía ser un campo de practicas, rodeado de arboles, y la arena roja que parecía suavizar los pasos de quienes la caminaran.

 

De repente, el viento dio paso a lo que temía; un calor infernal. Por fortuna, el hechizo lo protegía pero eso no impedía que al rededor todo comenzara a tornarse tedioso y la temperatura aumentase drásticamente. En su interior, deseaba un clima helado, o al menos frío... Las estatuas de madera, parecieran ser totems de la civilización africana, volvió la vista al camino y ahí estaba el Uzza, frente a una cascada de inmensas proporciones, en la cual tuvo el leve deseo de hundirse en sus aguas.
Levanto su mano, intentando saludarlo, sin emitir sonido y escucho unos pasos detrás de él.

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El gesto de preocupación del guerrero era evidente a varios metros. Su rostro anciano mostraba lo que no decía, lo que no dijo al resto de guerreros al salir de Inglaterra para regresar a África. Agradecía los caminos que lo hacían retornar a las colinas que conocía tan bien, a las selvas, a las criaturas y al hogar que lo vio nacer hace demasiado tiempo atrás. El pueblo Uzza se había visto obligado a regresar en el momento en que los egipcios volvían a tomar las armas en contra de ellos. Nuevamente se avecinaban tiempos cruentos de los que había esperado escapar al aceptar la oferta de la ex viceministra de magia. Pero los vaivenes de la política destruyeron ese sueño.

 

Uagadou los había recibido para que pudieran cumplir la promesa hecha a Merlín, recibiendo un pago por eso que lo ayudaría a defender a su gente. Tal vez no podían enseñar en Europa, pero sí podían seguir cumpliendo con la promesa de entregar el conocimiento a cualquiera que lo pidiera y tuviera las aptitudes. Lo que realmente le preocupaba era la persecución de su pueblo a este lado del mundo; una vida haciendo la guerra para otros y ahora debía hacer la guerra por su propia supervivencia.

 

La cascada hacía lo suyo para calmar el remolino de pensamientos que hace tiempo acechaban sus días y sus noches. Su tercer ojo le mostró la inminente llegada de su primer alumno. Había combatido anteriormente con él, habían practicado algunos hechizos -poco para su gusto- y tenía en mente sus fortalezas y debilidades.

 

Se giró cuando Matthew estuvo cerca, vio como lo saludaba con una mano. El ruido de pisadas y hojas cayendo llegó como una advertencia tardía.

 

- Cuidado -le dijo levantando el mentón.

 

Un leopardo africano saltó a la espalda de Matthew desde los árboles que rodeaban el campo de entrenamiento. El uzza, cruzado de brazos, estaba preparado para ayudar a su alumno, pero sabía, después del duelo, que algo podía hacer para evitar el ataque -o al menos sanarse después-.

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Jeremy apenas estaba entusiasmado cuando lo invitaron a reunirse con el guerrero Uzza. No tenía idea que harían esa vez, pero los conocimientos que el maestro le daba, lo ayudaba a adquirir conocimientos mágicos. Esta vez tomó el libro y desapareció del castillo Gaunt, dejando una nota para su mujer que decía “voy por cigarrillos”, en clara referencia a que podría no llegar a volver a casa.

 

Apareció en las montañas donde era el encuentro. El vampiro estaba preocupado como para apreciar la belleza que producía el enorme colegio junto al cielo nuboso. La temperatura era un poco más caliente de lo habitual, pero soportable hasta cierto punto. Observó que su hermano ya había llegado al lugar y estaba justamente en medio de la arena rojiza con un animal “jugando”.

 

No le hizo caso, quedándose de pie, cerca del Triviani a una pequeña distancia de tres metros. Por si necesitara ayuda. Ahí espero lo que vendría. El Guerrero estaba marcando presencia para enseñar lo que faltara. Jeremy inclinó la cabeza en forma de saludo. Esta vez, no iba prácticamente desnudo. Llevaba una camiseta de mangas largas, un jeans holgados y las zapatillas deportivas blancas. En su cuello y manos, portaba amuletos y anillos de los libros anteriores.

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El guerrero se había girado, Matthew pensó que lo recibiría y compartiría con él algo más que una simple advertencia.

 

A su mente acudió rápidamente uno de los hechizos que aún no había utilizado. La magia con la que los Uzza habían dotado aquel libro era poderosa, pues no sólo conocía el hechizo y sus efectos, sino también la forma en que debía tocar la varita, con una fuerza sutil, dejando que la energía de su interior penetrara en él, pensó en un Orbis Bestiarum, al rededor de su cuello -del leopardo africano- un anillo dorado se formo, quedando a la merced del gitano y previniendo aquel ataque, con lo que le ordeno que desapareciera del lugar...

 

 

Parecer ser que esta lleno de sorpresas musitó, observando al patriarca de los Triviani aparecer a unos cuantos metros -tres- de él.

 

¿Todo bien? inquirió, mirando a su hermano, intento cerciorarse que estuviera bien.

 

Cerro por un segundo los ojos, inhalando la brisa que provenía de la cascada, mimetizando su sonido con ella, era algo que podría sosegar el humor del gitano, generalmente era una persona malhumorada y con ataques psicóticos. Y, no había tomado su medicación.

 

¿Esperamos a alguien más? me gustaría hacer unas preguntas en cuanto al libro soltó, dirigiéndose al Uzza.

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Al mortífago no le terminaba de gustar las costumbres que rodeaban los poderes mágicos en los Libros de Hechizos. Era magia muy potente, no iba a negarlo, pero tenían muy poco de lo que agradaba al Cardenal de la Muerte.

 

Empezó a internarse en la espesa jungla que se alzaba portentosa aledaña al Colegio, de clima sahariano y muy irreverente. Pudo notarlo ya que la sequía que se sentía cortaba sobre la piel, y era bastante árida hasta el momento pues el sudor que le brotaba, lo hacia sentirse pegajoso y pulverulento. Por ser el continente africano había decidido ir con ropa cómoda, y se arrepintió cuando la temperatura descendió lo suficiente como para robarle algunos escalofríos de su cuerpo.

 

La camiseta sin mangas era gris claro, y caía hasta su cintura donde un pantalón negro bajaba hasta un par de calzados especiales para caminar sobre terrenos selváticos. Por todo su cuerpo llevaba indumentarias y accesorios mágicos, cada uno de ellos activaba algún poder de los Libros de hechizos incluyendo el libro del equilibrio. Mientras pensaba en todos y cada uno de los conjuros, cruzó el bosque hasta un claro comprendido por arena roja y estatuas de madera.

 

Había llegado a ella gracias al Anillo de la escucha, que le había revelado voces provenientes del lugar al que había sido citado y se dirigía. Pudo entender el poder de esa magia, pues en el lugar una enorme cascada servía de fondo y caía libremente creando una ruidosa musicalidad que se extendía por todo el lugar y acompañaba a los sujetos mientras ocupaban la faena. Seguía dudando de algunos, como por ejemplo del Anillo detector de Enemigos pues hasta el momento no había mostrado ningún tipo de señal, aún cuando dos Crups salvajes lo atacaron dentro del bosque y a los que tuvo que congelar lanzándoles tres semillas de hielo para evitar que lo hirieran.

 

Toda una odisea no poder usar su verdadera magia para lograr conseguir lo que quería, pues iba descubierto y sus tatuajes estaban desilusionados por un encantamiento evanescente. Por lo que no podía verse involucrado en magia mortífaga.

 

Al salir de la jungla, Patrick Colt fue visible y los presentes advirtieron su llegada. Pronto podría reclamar su certificación para el uso de los poderes del Libro del Equilibrio.

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Unas veinte antorchas rodeaban la arena de entrenamiento, las cuales se encendieron con la llegada del primer alumno. Un aroma dulce comenzó a impregnar el aire, de a poco y de forma imperceptible; olor a las flores de la selva que los rodeaba. El segundo alumno se presentó pocos segundos después y en seguida llegó el tercero. El cuarto y último se les uniría en breve, eso esperaba, no le gustaba tener que repetir las indicaciones y contestar las mismas preguntas por retrasos. Frente a el guerrero estaban tres alumnos con los que había combatido los días anteriores: Matthew, Jeremy y Patrick.

 

- Vamos a comenzar. Pueden hacer todas las preguntas que quieran -les dijo con los brazos cruzados sobre su pecho.

 

Khufu frente a los alumnos aparentaba ser un simple anciano. Había vivido desde los tiempos más antiguos hasta el presente, siempre en guerra, siempre en batallas, siempre luchando. Había dedicado varias vidas humanas a los poderes más destructivos, mientras que ellos llevaban tan solo media vida; lo equivalente a un suspiro para el uzza. Patrick parecía el mago más experimentado, pero también era el que parecía tener menos tiempo para escuchar y aprender nuevas lecciones. Esperaba que su juicio, anticipado, estuviera equivocado.

 

El uzza caminó hacia el centro de la arena, llevaba consigo los anillos de los libros hasta el libro del Equilibrio, ninguno más para estar en igualdad de condiciones. El amuleto de la resurrección lo tenía en un bolsillo por si necesitaba revivir a alguien, ya que en Uagadou tampoco estaba bien visto que los alumnos perdieran la vida durante las clases. No podía aplicar las mismas reglas y normas de su pueblo a ellos, solo podía intentar enseñarles un poder de la guerra limitado a hechizos.

 

El agradable olor dulzón se hacía cada vez más fuerte. De momento sus alumnos sentirían mayor agudeza mental, una placentera sensación de control de los músculos y de todo aquello que los rodeaba. La cascada, los pájaros, los animales en la selva y más allá. Era extasiante al límite de volverse una necesidad en pocos segundos.

 

- Vamos a analizar los duelos, quiero que me digan cuáles fueron los errores que cometieron y los errores que cometí.

 

Sí, quería escuchar sus propios errores porque eran errores comunes con los poderes de los libros uzzas, comunes en todos los duelos mágicos. La guerra había curtido su carácter, pero la edad le había quitado la arrogancia. Esos hombres debían demostrar sus capacidades, su valía como guerreros, sin importar su procedencia ni sus aspiraciones. Salir de Inglaterra había calmado aquella ira que había arrojado con vehemencia sobre sus antiguos alumnos.

 

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-Todo bien -Respondió con una sonrisa al gitano - Buena forma de deshacerte de ese animal. ¿Sabías que si te mataba, tendríamos que ir a buscar tu cadáver a un árbol de nueve metros de altura?

 

Jeremy tenía un montón de datos irrelevantes, que no le importaban a nadie en su mente. Tal vez el lugar bonito, el olor a tierra, a flores, a agua...a vida. Le dieran ganas de relajarse un poco. Estaba mal y lo sabía. No había ido a otra cosa más que a aprender lo que debía sobre el libro mágico, pero una parte de él, se negaba a no disfrutar del proceso.

 

Siguió al profesor a la arena, caminando al costado de Matthew, sin cruzar mirada con el otro hombre de pelo claro. Un solo vistazo cuando él se unió al grupo, le había bastado para saber que no lo conocía de ningún lado. Se dio cuenta que el aspecto que traía era más acorde al lugar donde estaban, que el que se había puesto el mismo.

 

Khufu los invito a evaluar sus propios duelos personales. Jeremy se concentró en ver los mil errores que había tenido. Duelear no era su mayor fuerte, aunque estaba tratando de solucionarlo, pero aun así los errores eran muchos.

 

-Casi todo mi duelo estuvo mal. No me puse a pensar el poder que tenía usted, y eso me trajo consecuencias. El cinaede mezclado con el Morphos me dejó casi sin posibilidades. Use una curación para quitar el veneno de una avispa marina y desperdicie ese hechizo, porque no sirve para venenos - Respondió en voz alta. Antes de interrumpir el silencio de nuevo-Tengo una pregunta… Las semillas de hielo solo se utilizan para criaturas ¿No es así? ¿Un demonio, o vampiro no entran en esa categoría de criaturas?

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Las antorchas alrededor de la arena eran álgidas, se erguían como si grandes proezas hincharan sus pechos con orgullo. Bailaban al compás de las ventiscas suaves que provenían por el fragor con el que la cascada se batía al llegar al río para perderse entre las aguas que bajaban hasta las entrañas de la selva. Era casi eterno aquel ciclo que producía una sensación de estancia pacífica.

 

Frunció el ceño. Prontamente, el anillo que vestía en su anular derecho empezó a quemar su piel. Aguzó la mirada y alertó los alrededores mientras arqueaba sus pupilas en toda dirección. Sonreía, sin nerviosismo, pero hilando los pensamientos que hasta ese momento comprendían la nula animación del Anillo detector de Enemigos que parecía haber despertado. Bajó la mirada hasta su mano derecha y lo distinguió al rojo vivo.

 

Dio dos pasos hacia atrás, mientras el Guerrero Uzza de bastante edad, se dirigía a los que habían llegado, entre ellos Patrick Colt. Sin embargo él se permitió expropiarse de la escena, dando un paso más hacia atrás para preceder el presentimiento.

 

>>¡Flores!<< finalmente analizó y lo comprendió. Habían estado atravesando una selva llena de especies exóticas y manglares. Inclusive algunos que otros pantanales que se alejaban de cualquier oasis capaz de regalar sensaciones placenteras. Y, por ningún lado en un cuadro ambiental como ese, había visualizado ningún tipo flores.

 

Devolvió su mirada al campo - ¡claro! - pensó - hay muchas antorchas y su fuego alienta el efecto.

 

Su mente procesaba rápidamente, al tiempo en que se permitió apuntar a su zapato derecho con la varita y encantarlo con un: Morphos. Se hincó para alcanzar el Bezoar resultante, una piedra viscosa y negruzca, que ingirió inmediatamente para prevenir la emboscada del Guerrero Uzza, a quien sin pensarlo apunto al tiempo en que se incorporaba.

 

- Basta de entretenerme con preguntas tontas - lo amenazó, la punta de la varita del mortífago se iluminaba intermitentemente en dirección al rostro de Khufu - ya te maté una vez en un duelo limpio y sin errores, y me puedo encargar esta vez no solo de matarte, sino de desaparecer tu cuerpo para evitar que en Uagadou te resuciten. ¿Por qué me atrajiste a una trampa con Pétalos del Pensamiento? ¡¿por venganza?!

 

Tenía que hacerse el digno, dar señales de su vida mortífaga no era una opción en víspera de una guerra.

 

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Off: Edito para arreglar el exceso de puntuaciones que había puesto desde un principio. En medio del rol sonó la alarma de incendios del banco y nos pidieron desalojar xD

Editado por Patrick Colt

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La ultima frase del Guerrero Uzza aun le daba vueltas. En realidad ese no era mucho su estilo, dar algo por sentado solo porque la persona ya lo vivió en un momento de su vida. No, se tendrían que esforzar desde el principio, o solo demostrar con mas creces que estaban en un buen punto con todo lo que el libro conlleva. Así se valoraría más el momento en que se vinculara con los hechizos y con esa magia tan particular y puede dar rienda suelta a su utilización.

Todavía tenia sus dudas, pero decidió darle una oportunidad a los demás presentes, de demostrar sus incógnitas, quizás alguna de sus preguntas pudiera responder las del gitano. Porque en realidad, tenia la impresión de que no logro captar lo que intentaba demostrarle. Estaba preocupado por su estado mental, la medicación ayudaba a sosegar sus impulsos, un punto a su favor, era la cascada natural en la que Khufu, estaba parado. Volvió su mirada al frente y escucho como su hermano le respondió, solamente movió levemente su cabeza para dar por aceptada sus palabras y escucho las preguntas que él tenia para hacer.

Pero se vio interrumpido por un comentario insípido. Enarco la ceja derecha y miro al desconocido, caso omiso a su actitud y materializo a Frida en su mano, haciéndole una pregunta directamente al Uzza, antes de que respondiera para los demás.

¿Cuales son las limitaciones de los hechizos que el Libro dispone? realizo la primer pregunta ¿Se puede evitar o subsanar un Cinaede con el anillo anti veneno que ofrece? añadió.

La misiva del Uzza fue clara, una pequeña interpretación del duelo que había tenido lugar unos instantes atrás.

Su primer error fue utilizar el conjuro Maldición del Libro de la Sangre, para evitar que lo atacara, siendo que el Libro del Equilibrio ofrece otro tipo de herramientas para acabar con su vida, de una forma... Más sutil. comentó, tras las palabras de Jeremy.

Analizo por un instante los errores que él -Matthew- haya tenido en el duelo, quizás el dejar que el sectusempra de Khufu le impactara, fue una pequeña ventana a tener una ventaja, la cual el guerrero no supo aprovechar... Aun que, no tenia claro, si su deber era matar al pupilo, o enseñarle. Después de todo, podría haberlo revivido con ayuda del amuleto.

 

Creo que mi error fue bajar la guardia, dejando que su sectusempra impactara en mi, para tener ventaja, y sin saber que podrías haberla aprovechado mejor que yo dijo, con dudas No soy un experto, pero a mi pensar, esos dos factores son uno de los que puedo rescatar.

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