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En el nombre del Padre. Antiguo sistema.


Zoella Triviani
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Era casi media noche, llevaba todo el día persiguiendo al mayor de los hijos de Candela, mi hermano y padre de mis hijos, Jeremy. Quien, según rumores había reconocido a la hija de Anne y estaba haciéndose cargo de ella. Cuando me enteré de aquello, mi furia hirvió, no podía creer el grado de desfachatez de sus actos, como para no reconocer a los suyos propios, que a leguas se nota el gran parecido de ellos con su padre.

 

A estas horas, no lograba entender el porque se dirigía con paso despreocupado hacia el refugio Askar, el que estaba ya bastante abandonado desde la partida de Rachel. Como la extrañaba, sin embargo, hoy pretendía que él reconociera a sus hijos, me cueste lo que me cueste.

 

Entré por la puerta, minutos después de él, y me encontré con los desgastados adornos del refugio, todo lleno de un pequeño halo de polvo, decoraciones árabes y uno que otro objeto lanzado en el suelo.

 

Me detuve a unos 4 metros, y reparé en mi vestimenta. Una blusa sencilla negra junto a unas mayas deportivas y tennis negros, sin ningún accesorio que pudiera hacer ruido al moverme, y sin peluca, ya últimamente me estaba acostumbrando a andar sin ellas.

 

El antiguo Askar estaba parado dándome la espalda, fumándose su cigarrillo.

 

Embrujo Punzante pensé, lanzandole el rayo con mi varita. Rayo que al impactarle desconfiguraría su rostro, y no le permitiría hablar. No deseaba lastimarle, bueno, lastimarle de gravedad. Pero necesitaba hacerlo entrar en razón.

 

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-¿Ahora que quiere? -Preguntó en voz alta Jeremy leyendo la nota de Zoella, donde lo citaba en El Refugio Askar.

 

Realmente a pesar de compartir muchísimas cosas, el vampiro solía huir de su hermana. Bueno… no tanto, sino las horas necesarias para que ella lo extrañara y le perdonara todo. Aunque se justificaba pensando que lo presionaba mucho. Ahora quería hacerle cargo de todos los niños que tuvo cuando eran jóvenes. ¿Porque? Si ya los críos eran personas formadas. No tenía tiempo de ser padre con ellos.

 

Se fue del Castillo Gaunt, apenas terminó de vestirse. Tenía una sencilla camiseta blanca de mangas largas, un jeans holgados y unas zapatillas deportivas. Nada formal. No le gustaba vestirse de etiqueta. Junto a los anillos de calaveras, y partes obscenas de mujeres, tenía los anillos que había ganado al cursar los libros mágicos. También los amuletos en forma de collares. Aunque no solía usarlos, siempre era mejor tenerlos que olvidarlos.

 

El Refugios Askar estaba decaído. A pesar de la constante limpieza de los elfos beduinos, el polvo parecía ganarle terreno. ¿Sería su forma de expresar el abandono por parte de su familia? ¿El polvo sería las lágrimas del tiempo cubriéndolo todo a su paso? Una punzada de dolor tocó al vampiro, donde más dolía. En la memoria.

 

Sus pasos no tardaron en hacer eso, por el piso adoquinado. La belleza árabe se podía apreciar en cada detalle del comedor. La mesa de madera larga rodeados de sillas, donde los banquetes fueron pocos, seguía cubierto de un mantel de hilo hecho a mano por artesanos egipcios. Una estatua de Nibiru en la esquina, cubierta de oro, del tamaño de un hombre promedio, resplandecía con el juego de luces que entraban por una de las ventanas.

 

No había dado dos pasos más, ni tenido tiempo de saludar a la calva, que ella toda resentida le estaba lanzando un hechizo.

 

-¡Sectusempra! -Dijo al instante, soportando el dolor del Embrujo Punzante en su rostro, mientras que su propio rayo verdoso impactaba en el pecho de Zoella, abriendo heridas profundas y sangrantes, que debería curar de urgencias. No se detuvo ahí, el vampiro también era rencoroso y a pesar de no poder ver, sabía dónde estaba parada la italiana - ¡Morphos! -La blusa negra de la Triviani se convirtió en una avispa marina, que con sus tentáculos inyectó su veneno letal en su sistema circulatorio.

 

-¿Qué c*** te pasa? -Pregunto Jeremy muerto de dolor por su rostro desfigurado - ¿Que hice?

 

 

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Su acción me tomó por sorpresa, sabía que el rubio era despiadado, pero no esperaba que fuera tan duro conmigo. El conocía mi poca experiencia con duelos, sabía mi punto débil y se había aprovechado de eso. Una queja salió de mis labios al sentir las heridas abrirse en mi pecho varias heridas profundas que inmediatamente comenzaron a sangrar. Miré mi pecho y pasé mis dedos por una herida, quejándome y palpando la sangre entre mis dedos subí la mirada, observando como el rostro del Jeremy cada vez estaba más desfigurado.

 

Si no fuera por el gran dolor que me están causando las heridas me reiría fuertemente de él, como normalmente lo hago. Sin embargo, las heridas en mi pecho no eran tan dolorosas como las de mi corazón, me sentía traicionada de alguna forma, dolida de sus actitudes y de que ya a estas alturas siguiera sin creer en mi verdad.

 

La sangre corría por mis ropas, mientras yo tomaba fuertemente mi varita a esperas de su próximo hechizo, hechizo que no tardó en intentaren pronunciar. Una sonrisa ladina apareció en mi rostro, y tan rápido como él hizo intento de lanzar el efecto, señalé con mi varita en su dirección.

 

- Silencius! - pronuncié lo suficientemente fuerte, callando todo intento de hablar o lanzar cualquier hechizo verbal, limitando sus posibilidades a una cantidad minúscula de hechizos. El principio de lo que parecía un Morphos desapareció en el aire, mientras yo caía en el suelo sentada.

 

Cerré mis ojos y pensé en un Episkey que detuvo el sagrado y cerró cada herida que estaba en mi pecho. Lo miré con mis ojos impregnados de furia mientas me levantaba del suelo y proseguí a hablar.

 

- Vengo a pelear el derecho de mis hijos, que es suyo antes de que si quiera le hayas podido dar reconocimiento alguno a la niña esa de Anne - escupí fúrica, sintiendo la vena de mi frente palpitar de la conmoción - No creas que no lo sabía, siempre me entero de las cosas, y vengo a hacerte entender y aceptar lo que sabes que es verdad, así me cueste la vida en ello - finalicé, pateando una silla tirada a un costado.

 

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  • 2 semanas más tarde...

Jeremy al fin pudo abrir los ojos y notar que de su boca no salía ningún hechizo. El Morphos le había fallado… ¿O había fallado él? Que complicado era todo con Zoella. La miró con furia, mientras trataba de no querer beber su sangre, la cual empapaba el suelo y la propia ropa de la calva. “Buena idea, Askar” pensó para sí mismo tratando de concentrarse. Con ella delante siempre era una odisea hacerlo.

 

-¡No puedo hacerme cargo de ellos! -Le gritó a todo pulmón, sin importarle nada. Ya Lo había sacado de quicio que siempre le reprochara cosas -¿No ves que arruinaría todo mi matrimonio? ¡Tus los abandonaste y ahora los quieres contigo! ¿Qué clase de comportamiento psicópata tienes?

 

Si, cuando Jeremy se enojaba se iba un poco de tema, pero no es que le importara mucho en esos momentos. Pensaba que Zoella lo llamaba por alguna cosa importante y resultaba que eran todos cuentos sobre niños...bueno, sus niños, pero daba igual.

 

-¡Vitae! -La mesa se convirtió en un gorila con mandíbula de con dientes de león, brazos terminaban en garras como los de águilas. Tenían la orden de atacar a Zoella, morderle la mano de la varita hasta que la soltara, mientras que con sus garras rajaran su vientre para que pidiera clemencia. La siguiente orden era que protegieran a Jeremy de cualquier ataque de la bruja.

 

Ella aun estaría débil por el sectusempra impactado, y él estaba implacable ese día. No estaba para tonterías.

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La furia reinaba sobre cualquier otro sentimiento. Aunque la tristeza competía por encabezar la lista, gracias a las palabras hirientes del rubio. No recordaba cuanto lograba afectarme todo lo que dijera al respecto, y jamás pensé que esa fuera su perspectiva sobre mi. Mis ojos se cristalizaron pero no permití que de ellos brotara siquiera una lagrima. Ni siquiera cuanto el gorila rompió mi muñeca y arañó mi abdomen. Mientras la mesa engorilada de alejaba levanté mi varita con la otra mano y le apunté mientras gritaba - ¡¡Sectusempra!! - lanzandolé un rayo que impactó en su pecho, rayo que lo debilitaría un poco y me ayudaría a deshacerme de el más rápido.

 

Con mi muñeca rota no me preocupé, total en mi ultimo viaje había aprendido a lanzar hechizos con ambas manos. Cerré mis ojos y pensé en un Episkey que curó las heridas de mi abdomen, permitiéndome erguirme nuevamente. Me alejé unos 3 metros de Jeremy para apoyarme en una mesa decorativa de la sala - ¿Arruinar tu matrimonio? Ah, pero no pensaste en eso antes cuando me lo propusiste, y claro ahora soy yo la mala de la película. Fui cobarde lo sé, pero tenía miedo, tu viajabas a la guerra mientras yo me quedé sola durante ambos embarazos. ¡Eras lo único que tenía! - susurré lo ultimo, comenzando a sentir esas ganas de llorar en mi interior.

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