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Libro de La Fortaleza


Bakari
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Bakari observaba el imponente edificio que se alzaba en medio de la cordillera y envuelto entre la niebla, todo el que lo veía llegaba a la misma conclusión que aquel colegio parecía flotar sobre nubes en aquellas montañas del territorio africano. Si, nuevamente se encontraba en aquella tierra que en algún momento había tenido que abandonar para ir a cumplir un pacto entre el gobierno ingles y su pueblo. Pero ahora de regreso en aquel lugar de donde sabían emergían grandes y hábiles magos no podía evitar sentir cierta satisfacción ya que no cualquiera podía llegar allí. Así que sabía que a quienes fuera a instruir de ahora en adelante era porque tenían que estar un poco más allá del simple conocimiento para poder estar en ese sitio que conforme se acercaba mostraba más su grandeza.

 

Caminaba por aquel sinuoso camino buscando el rumbo que lo llevaría al lugar donde ahora los conocimientos del Libro de la Fortaleza serían inculcados. Su pueblo había guardado por muchos siglos el poder que contenía y tuvo que enseñarlo a extranjeros para cumplir aquel tratado. Ahora con el regreso de los guerreros a aquellas tierras se generaba un cambio. Si bien era cierto que aún enseñarían a algunos extranjeros también lo era el hecho de que debían ser hábiles para lograr la vinculación a los poderes del mismo.

 

Bakari siempre había estado más interesado en doblegar a sus pupilos que en darles una simple guía de lo que tenían que hacer, el porque de eso?, simplemente porque para ser grandes magos y guerreros se necesita pasar por pruebas, sacrificios y sufrimientos de lo contrario no se lograra obtener la fuerza y coraje necesarios para manejar la poderosa magia que impartían los Uzza. Quien no da todo de si no puede alcanzar la gloria y eso era lo que el Uzza siempre trataba de encontrar en sus estudiantes, el esfuerzo necesario para ser grandes.

 

Ahora aquellos conocimientos los impartiría en aquel lugar, detrás del colegio entre las montañas, en una zona un poco más austera que el resto del paisaje. Lo único que se veían eran altas montañas de roca, de terreno desigual rodeado por la niebla, aquel lugar que parecía desolador sería el que brindara el escenario perfecto para que sus pupilos llegaran a su limite. A lo lejos se veían algunos arboles cuyas hojas estaban algo marchitas, y mucho más allá el colegio se alzaba en medio de su grandeza. En medio de la roca varias cuevas que podrían tener peligros escondidos los rodeaban, esa era una de las cosas que hacían del lugar algo ideal, no sabías que estaba escondido a tu alrededor pero si eras lo suficientemente fuerte lo averiguarías y vivirías para contarlo.

 

Ahora el Uzza solo escuchaba el sonido del viento en medio de aquel lugar, el tiempo transcurría lento a la espera de aquellos que se consideraran capaces de afrontar lo que el destino y el libro les pusieran en su camino, todo con el fin de que solo quienes fueran capaces de manejar su magia llegaran al final de todo para obtener su recompensa.

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En requiem

 

Después de unos largos días de pruebas de duelo contra su maestro, al fin la última parte del ritual daba comienzo. Estaba ansiosa por poder conocer los nuevos poderes que adquiriría del libro de la fortaleza. Materia que era más de su predilección que los mismos duelos en si.

La batalla rciente que había tenido con su maestro la había dejado un poco inestable físicamente, pero no permitiría que eso la llevara a flaquear en la siguiente etapa del libro. Dió un último vistazo a su oficina antes de prepararse para lo que se avecinaba. Sabía que cada prueba iría incrementando su dificultad y eso era lo que le agradaba a la japonesa sin mayor duda. Saber y demostrarse a si misma que era capaz de revasar cualquier límite que se le pusiera delante y con ello la realización de su sueño de ser cada día más fuerte al igual que lo hicieron todas aquellas figuras a las que apreciaba ferbilmente. Sin pensarlo más y con actitud decidida se recogió su cabellera en una larga trenza culla punta le llegaba por debajo de la cintura, asi tendría más libertad de movimiento en cualquier caso de que necesitara de esa práctica corpórea. Tranquilamente cerró los ojos para en acto seguido, desvanecer su cuerpo de su oficina para transportarlo al lugar del encuentro.

 

******

Al abrir sus ojos rasgados, se encontró con un escenario particular, la niebla era densa y las montañas rocosas no le permitían tener una mejor perspectiva del lugar. Pronto una sensación un tanto peculiar le había permitido darse cuenta de la presencia que la esperaba en aquel lugar para dar inicio a la segunda parte de la prueba. Sin pensarlo y sin un atisbo de dudas caminó hacia su maestro que seguramente la obsrvaba, no sabía si era con detenimiento o con algún ápice de tranquilidad.

 

— Espero no haberlo hecho esperar demasiado — Fué lo único que se le ocurrió decir para romper el hielo y la tensión que se lograba percibir en el ambiente. No sabía si ella era la única pupila a la que el guerrero estaría esperando o si haría alguien más capacitado para presentar aquella etapa de la prueba. Si había alguno más, esperaba que eso no entorpeciera su experiencia para esta parte. Sería mucho mejor si podía ser mucho más llevadero el momento.

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Bakari no tuvo que esperar mucho antes de que su joven pupila apareciera en aquel apartado lugar desde donde se apreciaba el colegio Uagadou. La bruja se veía decidida a enfrentar lo que fuera necesario, el Uzza podría hasta asegurar que su mirada tenía un brillo desafiante, algo que hizo que el guerrero torciera sus labios ligeramente en señal de un atisbo de sonrisa. Muchos podían llamarlo loco o peores cosas pero si había algo que el sabia muy bien es que cada bruja o mago solo encontraba la fuerza suficiente dentro de ellos cuando eran llevados al limite por eso a veces sus procedimientos eran algo toscos, pero los resultados sin lugar a dudas valían la pena.

 

— Se espera lo que merece ser esperado, y si estas aquí es porque has logrado llegar a este punto. El esfuerzo que has realizado hasta ahora ha sido para encaminarte a tu objetivo del cual cada vez estas más cerca — hablaba mientras caminaba alrededor de la bruja. — Debes conocer todo lo que el libro te aporta para que puedas usarlo cuando la ocasión lo amerite, solo así podrás hacerlo tuyo — hablaba con tono serio manteniendo la mirada fija en la joven.

 

— Como sabes el libro trae consigo tres anillos y un amuleto que siendo usados con habilidad te pueden salvar de peligros, pero debo saber si esta todo claro con respecto a ellos o si alguna duda surca tu mente. Estamos en un punto en que lo que haya que aclarar debe hacerse antes de proseguir — dijo comenzando a caminar rumbo a la montaña más cercana donde se veía una entrada en la roca, haciéndole un gesto con la mano a la bruja le indico que lo siguiera. Si tenía alguna pregunta este era el momento ya que luego no habría tiempo para nada más que no fuera poner en practica lo aprendido.

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— Si algo tengo claro, es el significado de la palabra esfuerzo — Soltó ante las palabras de su maestro. Esperaba que no lo tomara como una ofensiva si no como un agradecimiento ante su cumplido. No había sido fácil llegar hasta donde se enontraba parada. Firme y segura de cada movimiento que ejecutaba sin sentir resentimiento o culpa por cada una de las decisiones y acciones que tomaba.

 

— Tengo entendido que los poderes del libro ed la fortaleza abarca como bien lo ha mencionado, el anillo de salvaguarda contra oídos indiscretos, el anillo escucha que me permitiría escuchar conversaciones poco protegidas, el anillo detector de enemigos y el último pero no menos importante el anillo de la curación, no poseo conocimientos de sanación pero estoy segura de que podré dominarlo con el tiempo de práctica y esfuerzo. Y después de los anillos, se encuentran los poderes de salvaguarda mágica y el de curación que bien ya los hemos ejecutado durante el duelo que se ha practicado anteriormente a esta prueba — Hizo una pausa para seguirle el paso al guerrero uzza.

 

— ¿Estoy en lo correcto o me equivoco en algo — Dijo esperando la respuesta de su maestro. Esta vez no quería cometer errores como en la prueba anterior. Estaba decidida a dar lo mejor de si, sin demasiadas erratas.

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— Los anillos serán valiosos en su momento, en cuanto a los hechizos del libro si los has puesto en uso. No debes olvidar que en un duelo el de curación solo podrás usarlo una vez así que debes ser sabia para saber en que momento gastarlo. Aparte de eso creo que dominas la información necesaria para ponerlo en practica — El uzza hablaba conforme se iban adentrando en aquella cueva dentro de la montaña. Le agradaba que la bruja se sintiera con más confianza después de que había estado en aquel enfrentamiento.

 

— Ahora deberás encontrar la forma de llegar al colegio Uagadou, estas cuevas tienen pasajes que se conectan hasta llegar a ella pero también tienen sus respectivas protecciones. Yo solo seré una sombra a tu lado, tu tomaras las decisiones ahora — dijo haciéndose a un lado para que la joven avanzara frente a el.

 

Bakari se quedo unos pasos atrás para ver que actitud tomaría aquella joven, justo en ese momento varias rocas del techo de la cueva se desprendieron sobre la cabeza de la bruja, esperaba que ahora su resolución y confianza le ayudara a enfrentar aquellos obstáculos. Si lograba esquivar ese primer impase más adelante se encontraría con un par de criaturas parecidas a leones pero que escupían fuego ademas de que sus garras podrían despedazar a cualquiera. El estaba solo para observar, esperaba no tener que interceder en ningún momento ya que eso significaría que su alumna estaría próxima a morir ya que en otra circunstancia no lo haría.

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  • 4 semanas más tarde...

Ambos alumnos habían superado los duelos que se les habían impuesto y Asenath, aunque no gustosa con la actitud de uno de ellos, los había convocado a la cima de una montaña que había cerca de la escuela Uagadou. La misma se encontraba cubierta de nieve en su cima, tapada por las nubes que habían descendido. Allí, ella les daría las últimas indicaciones para que superaran la prueba final y recibieran un insulso diploma reconocimiento su desenvolvimiento en la clase. Puras mentiras burocráticas, diplomáticas. Ella no había recibido ningún tonto papel firmado cuando superase su prueba, sino unos lindos cortes de hechizos durante el duelo y una mirada severa por no haber abatido a su contrincante antes. Ni siquiera una palmada en su espalda por ser la más joven en realizar aquella prueba.

 

La mirada de la Uzza se concentró en las nubes que circundaban el área, impidiendo ver debajo, más allá, a los valles que se habrían camino entre los demás picos, entre los cuales la escuela se encontraba escondida envuelta en niebla tan densa que a veces parecía que flotaba. Aquella imagen le gustaba, tan diferente a los desiertos interminables que había en otros lugares. África era un continente muy rico, tanto en cultura como en flora y fauna, sus paisajes eran hermosos y su gente era muy diversa. Aquello, aunque no siempre lo admitía, la hacía suspirar en su interior. Un lado blando de la fiera guerrera.

 

Aquella sería la última parte de la clase con sus alumnos. Ellos podrían hacerle preguntas referentes a los poderes del libro, a sus amuletos, a los anillos y toda la información que aquel tomo contenía. Por supuesto, ella sabía más cosas que las que allí estaban indicadas pero no era algo que fuera a contarles a menos que siguieran avanzando en sus clases. Quizá los vería más adelante, cuando hicieran el Libro de Merlín, si es que alguno poseía la fortaleza suficiente para sortear el resto de los libros de magia. Asenath sabía muy bien que no era tarea fácil. Quizá los primeros eran más sencillos, hasta el Libro del Druida incluso, pero el del Caos generaba muchas dudas en los alumnos, lo había visto con sus compañeros Uzza. No era magia sencilla, por eso se requería mayor nivel de conocimientos por parte del mago. Y aún nadie había llegado al Libro de Merlín, aunque lo deseaba con ansias para poder desplegar todos sus conocimientos.

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Las hebras blancas se unían unas con otras al son del suave movimiento de su varita. Su elegante blusa, que había sufrido los estragos de su duelo contra una guerrera Uzza, levitaba en medio de su habitación con ambas mangas extendidas a los lados; también lo hacía el resto de su equipo de equitación, atravesado por incontables cortes y manchones de sangre. El enfrentamiento con Asenath había quitado el óxido que cargaba luego de años de inactividad en el área y pese a su abrupto final, dado que era una clase, Lucrezia se sentía profundamente revitalizada. Su entrenamiento vinculado al libro de la Fortaleza sería una herramienta más que útil para afianzar su reciente ingreso a La Marca Tenebrosa.

 

Una vez los arreglos a su vestimenta finalizaron, Lucrezia dejó su varita sobre la superficie de la mesa de noche y se desprendió de la toalla violeta que cubría su delgada anatomía luego de un relajante y muy necesario baño, dada la atmósfera polvorienta a la que se había expuesto en Egipto. Se calzó rápidamente la holgada blusa cuyos botones desprendió por encima de su busto, los ajustados pantalones negros que remarcaban la musculatura de sus piernas y las botas de escamas de dragón que utilizaba para montar sus aethonans. Sin embargo, la aristócrata no expondría a sus alados caballos a un viaje tan largo y extenuante; simplemente se aparecería en el lugar acordado con toda la grandeza de su presencia.

 

La Médici volvió a tomar su blanca varita con su zurda y con la mano derecha tomó su monedero de piel de moke. Ató esta última, mediante sus cuerdas rojizas, a una de las tiras de su pantalón y se dispuso a abandonar su habitación. Sin embargo cuando comenzó a avanzar hacia el umbral de la puerta notó que le faltaba algo. Algo dentro suyo la hacía sentir desprotegida, ajena de la elegante y magnánima impronta que delataba su alta alcurnia. Fue entonces que hizo aparecer en su diestra un paraguas elaborado con una fina tela beige y varillas de madera, que pese a carecer de impermeabilidad serviría para protegerse del sol que había dejado su piel afectada. Fue entonces que se desvaneció de la mansión Di Médici, sintiéndose lista para volver a encontrarse con Cleopatra.

 

-

 

Una negra voluta de humo, densa y viva, se materializó en el cielo de aquel lugar. El oscuro espectro atravesó fugazmente el tramo que la separaba de la cima de aquella montaña, cayendo en línea recta con visible fuerza. Al golpear contra el blanco suelo, al contrario del brusco impacto que se intuía que podía provocar, la nieve permaneció estática; simplemente se ajustó a las botas de Lucrezia, cuya figura se dejó ver al difuminarse el humo en la fría atmósfera que la rodeaba. En su rostro era visible una sonrisa de clara satisfacción.

 

Antes de dirigirse hacia Asenath, cuya silueta divisó apenas unos metros, la aristócrata se tomó unos momentos para admirar el paisaje que se levantaba gloriosamente a su alrededor. Sus azules ojos, como dos brillantes zafiros donde se proyectaban los rayos de luz que la bañaban, se clavaron con instinto en lo que más destacaba entre el mar de nubes que la rodeaba: la escuela Uagadou. La Médici nunca había asistido a una institución semejante dado que su educación había sido desarrollada enteramente en Villa Médici. Todos los conocimientos que había adquirido a lo largo de su vida habían sido transmitidos por los más sabios y expertos tutores que Italia podía ofrecer y el dinero de su familia comprar. Una duda que siempre la aquejaba era cómo hubiera sido su juventud dentro de una escuela mágica. Suspiró, dejando escapar una bocanada de aire.

 

- Hola, Asenath.- dijo, dejando que su acento fluyera con naturalidad ya que exagerarlo supondría una ofensa contra la guerrera Uzza- He traído todos los elementos relacionados al libro pero…son de un gusto estético discutible y no van con lo que llevo puesto. Los llevo guardados en mi monedero.

 

La italiana se colocó junto a la mujer manteniendo el mentón ligeramente en alto, en un claro gesto elegante que remarcaba sus facciones refinadas. Había decidido apostar por la mesura en aquel tramo de clase y disminuir la intensidad de sus pullas a la particular tutora. Durante el vértigo del duelo en que ambas personalidades habían chocado a la par de los hechizos había sobrepasado su nivel de impertinencia. Le daría un respiro a Asenath, lo merecía. Sin embargo, no existía en el mundo algo que pudiese apaciguar su porte petulante. Acomodó los dorados rizos que caían sobre sus hombres y esperó, perdiéndose con la mirada en el horizonte.

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Y justo cuando empezaba a volverse interesante una fuerza invisible me succiono. Algo disgustado como un animal de presa al que se le quita una de enfrente deje que las cosas siguieran su curso. Odiaba esos medios duelos y la verdad es que para el tiempo que habia pasado despues de graduarme habia tenido demasiados. Siempre a la espera. Suponia que ya se habia acabado el tiempo, asi que dije adios a mis deseos de algo que no iba a ser. Claro el reaparecer en la cima de una alta montaña me hizo repensar que a lo mejor aun no acababa todo. Si hubiese querido mandarnos a Londres de regreso era seguro que lo hubiera hecho.

 

Ademas de lo hermoso del paisaje lo otro que pude ver era una figura rubia y muy bien vestida a mi lado. Al parecer no era el unico aspirante al libro pero al ver las condiciones en las que llegaba, pues sabia que habia al menos tenido mejor suerte a la hora de casi morder el polvo. Eso si nada mas abrio la boca y no pude evitar reir, si, las cosas antiguas a veces no iban con la estetica..incluso para aquellas chicas que intentaban usar trajes antiguos y querer darse de tener el glamour de la aristocrasia.

 

-Hola...-dije a Lucrezia siguiendo las palabras con una inclinacion de mi cabeza. Ahora mismo daria los galeones que no tenia por el sobretodo....en mala hora Asenath me habia privado de el dejandome una avispa marina en cambio. Sin mas me gire a la guerrero Uzza. -Supongo que aun faltan piezas de entrenamiento, cosas por hacer no???

 

@Asenath

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