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Libro de la Sangre


Gahíji
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La escuela mágica estaba en lo alto de las Montañas de la Luna, entre espesas nubes que hacían que pareciera flotar en el cielo. La cordillera de aspecto fantasmal había sido fuente de diversas historias y leyendas que permeaban el ideario colectivo tanto de muggles como magos. Era un sitio en el que la magia había perdurado durante cientos de años y muchos sostenían que era la cuna de la vida, y por lo tanto, hasta de la magia. Más allá de los mitos, la montaña sobre la que estaba asentada la escuela era de gran importancia para todos aquellos que supieran percibir y valorar lugares de poder. Gahíji era uno de ellos, un viejo guerrero que había conocido muy bien los caminos que llevaban hasta la cúspide y los profundos senderos que descendían por sus cuevas. Enseñar ahí le parecía la mejor decisión para su pueblo y así se lo había manifestado de manera vehemente al resto de guerreros uzzas.

 

Se sentó cansado y de pies cruzados sobre verde hierba y tierra rojiza, bajo la sombra de un milenario baobab. La magia de Uagadou lo había mantenido con vida durante muchos cientos de años, protegido de las guerras y la sequía que estaban acabando con el resto de su especie. El árbol, mucho más viejo que él, se erguía varios metros hacia el cielo, extendiendo sus ramas floridas como si fueran raíces en busca de agua, mientras que en su gran tronco palpitaba la magia más vieja de todas, la misma magia que se percibía en lugares sagrados para su pueblo, una magia ancestral que emanaba de las profundidades del tiempo. Los magos de la escuela mágica decían que las raíces de ese árbol recorrían varias leguas y se alimentaban de todos los cursos de agua de África y que también se había alimentado de toda la muerte y destrucción que asolaban a esas tierras.

 

Una ligera lluvia caía a esa hora de la mañana, era refrescante y poco habitual, por lo mismo, era recibida como una bendición de los dioses, incluso por el anciano de carácter agrio y rostro adusto. Salió temprano para recorrer los terrenos y buscar una zona para enseñar los poderes del Libro de la Sangre, caminó como le gustaba hacer desde antes que saliera el sol hasta que el amanecer trajo consigo la lluvia. Encontró el árbol sobre una zona donde la pendiente era más suave, entre otros baobabs más jóvenes y, sin duda, menos poderosos. En cuanto sintió la tierra bajo sus pies supo que ese era el lugar indicado, allí confluían vida y muerte, raíces regadas con todas las guerras desatadas por los hombres. Cerró los ojos y relajó las manos sobre las piernas cruzadas. Nkuku hizo lo mismo a su lado, su sirviente lo había acompañado desde la aldea Uzza hasta Uagadou.

 

Durante su estadía en la Universidad Mágica había estado en constante conflicto entre sus creencias y personalidad y la cultura de un país completamente opuesto a su pueblo. Ahora, en esa tierra, al otro lado del hemisferio, se sentía en casa otra vez. Por el momento sentía paz en su interior y la calma había regresado a su mente, gracias a el vínculo compartido con su sirviente. Las duras batallas y la sed de poder habían hecho mella en su carácter, ya de por sí rígido y fuerte. Se había convertido en un anciano de figura enjuta y piel grisácea que disfrutaba del éxtasis de la contienda, que ansiaba el control y el poder de manipular fuerzas tan terribles y destructivas que le hacían capaz de asolar pueblos enteros. Conocía, por lo mismo, las artes más oscuras, lo que le hacía un experto en los poderes de la sangre fruto de un contrato con vampiros, tiempo atrás.

 

A pesar de que Uagadou le proporcionaba un mejor entorno para transmitir sus enseñanzas, seguiría siendo un maestro muy exigente y duro con aquellos que se adentraran en los terrenos y demandaran sus conocimientos. El contrato seguía vigente y él lo respetaría con honor, revelaría los poderes ancestrales a todo aquel que fuera digno de convertirse en un guerrero, tal y como lo hizo Merlín por ellos alguna vez. Gahíji no olvidaría ese juramento, lo llevaba en la sangre.

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Felicity apareció en los terrenos de Uagadou maleta en mano. Nunca antes había estado en África y le hacía especial ilusión poder visitar aquel continente por fin, el único que le faltaba. Dejó caer la pesada maleta marrón sobre el suelo levantando polvo gris con aquel gesto e intentó visualizar bien los terrenos de aquella institución entre la fina cortina de agua que caía del cielo, no sin antes cubrir la cabellera ceniza con la holgada capucha de la larga capa color marfil que cubría su figura. Recorrió la vista de derecha a izquierda y aprobó el lugar. Era natural, salvaje y emanaba una tranquilidad sin igual, aquella que tanta falta hacía en la fría ciudad de Londres, donde todo era gris, oscuro, carente de luz y caos, mucho caos en tiempos de guerra entre instituciones mágicas.


La oscuro sacudió sus ropas y se ajustó el cinturón de cuero marrón de la túnica del mismo color que la capa t ambas de lino.


- Wingardium Leviosa - pronunció lentamente apuntando a la maleta. Esta se alzó a medio metro del suelo y la siguió cuando la Malfoy emprendió la marcha. Tenía que encontrar al guerrero Uzza de nombre Gahíji según le habían indicado en una carta que llevaba doblada y algo arrugada en el bolsillo derecho.


Dudaba que el uzza estuviera dentro de la fortaleza, puesto que los grandes magos solían querer dar lecciones al aire libre en contacto con la naturaleza. Aunque nunca se sabía, podía haber de todo. Lo cierto era que la bruja debería de haber obtenido los poderes del libro de la sangre años atrás, pero tuvo que salir de Londres de la noche a la mañana por causas que solo los antiguos líderes de la marca tenebrosa sabían y abandonado así todo cuanto tenía por delante por aprender. Esperaba ponerse al día, aunque le costase tiempo, algo que ella nunca había dejado de valorar, de ahí su puntualidad tan británica.


Las sandalias de cuerdas levantaban polvo a cada paso que daba y con la niebla que había a tantos metros sobre el nivel del mar apenas podía ver más allá a un metro de su nariz. Por suerte, pronto se encontró con un campo menos frecuentado de árboles , donde la niebla parecía disiparse (quizá fruto de un conjuro) y un hombre mayor descansando bajo un baobab de grueso y retorcido tronco. Por suerte, apenas caían ya gotas de lluvia.


- ¿Es usted Gahíji? - preguntó la bruja, con cautela y educación, sacando la arrugada carta del bolsillo y mostrándola. Con aquella maleta parecía que la bruja fuera a estar tiempo fuera de casa pero lo que había dentro no era ropa, sino utensilios, pociones y otros bártulos que había decidido que le acompañaran en aquel viaje con tal de exprimirlo al máximo tras el aprendizaje con el uzza.


Apenas había desayunado y su estómago empezaba a quejarse por el hambre.

Mortífaga retirada
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  • 3 semanas más tarde...

Del portal que brillaban intensamente bajo los rayos del sol en el desierto africano emergió el anciano guerrero, seguido por Nkuku. Lo hizo con el pelo revuelto y las ropas manchadas: había estado combatiendo con sus alumnos hasta un rato antes y, tras eso, solo había ido a tomar un brebaje que guardaba en su hogar para restablecer las fuerzas. Habían quedado en aquel punto un rato después, para que ellos también tuvieran tiempo de sanarse y asearse, si lo deseaban.

 

No, no he sido demasiado duro. No seas pesado, Nkuku.

 

El sirviente, que no había abierto la boca, sonrió ante aquellas palabras. Había intentado influir en el anciano para que se apiadara un poco de los jóvenes y fuera, al menos, un poco más amable con ellos. Pero era complicado engañarle.

 

Gahíji comenzó a caminar alrededor del portal con los ojos entornados. Había dejado accesos en cada uno de los escenarios para que los muchachos pudieran acceder y, mientras les esperaba, se llevó la mano al cuello para tocar sus amuletos. Ahora les tocaba aprender un poco de aquellos poderes de la Sangre pero un poco más... teórico.

 

Cuando les vio llegar, detuvo su caminar sin percatarse de que Nkuku se había quedado en la parte más alejada de aquel círculo que había marcado en su caminar.

 

¿Estáis cansados después de nuestro entrenamiento? He de decir que lo habéis hecho muy bien, aunque siempre es mejorable —añadió, con maldad. Jamás reconocería en voz alta si sentía que alguno de sus alumnos podía destacar—. Bien, quiero que todos invoquéis vuestra daga del sacrificio. Vamos, hacedlo. Y ahora quiero que la utilicéis para proteger a uno de los presentes, y que me demostréis que lo habéis hecho. Venga, a ver cuánto habéis aprendido.

 

 

 

 

@ @León Crowley @@Sherlyn Stark

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—Hey... hey, maestro, ¿A donde va? —espetó el maltrecho holandés al ver como el anciano invocaba nuevamente un portal y salía del apacible lugar—. ¿Ya acabamos? ¿Hola?


El duelo ya había terminado y León parecía no haberse dado cuenta ya que aún mantenía la varita firme y erguida en dirección al ancestral guerrero. Pese a que creía haber evitado el corte de la daga, la incisión en el costado lateral de su abdomen y el dolor causante del mismo, reflejaba que no podía estar mas equivocado. Se curó en silencio, cabizbajo, algo decepcionado consigo mismo por no haber logrado un mejor resultado. Creía tener al anciano contra las cuerdas cuando la realidad era otra. El guerrero había abandonado el lugar con una sonrisa a medio dibujar en su rostro triunfante. Como si ya no le generar interés seguir enseñando al maltratado Crowley


—Puede curar sus heridas y asearse un poco si lo desea —apuntó Nkuku, la enjuta criatura que fungía como ayudante de Gahíji—, el maestro lo estará esperando del otro lado cuando este listo.


Antes de que León pudiera agradecer, el fiel compañero ya había cruzado al otro lado de portal y su mente no pudo quedar más confusa delo que ya estaba. ¿Lo había hecho bien? ¿Había sido digno? ¿Cómo sabía Nkuku que Gahíji lo estaba esperando? ¿Y si llegaba y el guerrero lo devolvía? <<¿Nkuku, qué has hecho? ese no pasó la prueba, devuélvelo>> Como era frecuente, mil y un escenarios se pasaron por la mente del mortífago en el corto lapso en que se desplazaba hasta el maletín que yacía aún en el suelo. Sacó del interior una vieja botella de plata y dio un largo sorbo que le devolvió la fortaleza más no la tranquilidad. Unos rápidos movimientos de la varita y su apariencia volvía a ser intacta.


Cruzó le portal que según calculaba por la sensación térmica y la arena bajo sus pies descalzos, no lo había sacado aún de tierras africanas. Al menos no había sido devuelto a Inglaterra. Las palabras de Gahíji no lo sorprendieron tanto como lo hizo el hecho de que hablara en plural. Al mirar a su alrededor había otros cuantos portales de los que parecía estuviera esperando a alguien. ¿Más asistente, quizá? ¿Un desfile de sirvientas con comidas y bebidas? esperaba que si. Contrario a los deseos oscuros o al efecto del implacable sol africano, de dos de los portales aparecieron lo que parecían ser estudiantes tan maltrechas y confundidas como él. Una de ellas, bien conocida. Ahora tenía una idea más clara de donde podría venir la ráfaga de fuego misteriosa. Se quedó no muy lejos de ella, no más de tres metros.


Por supuesto maestro —contestó a la solicitud del anciano y con disimulo apuntó la varita hacia Felicity— Incendio!


Unas cuantas lineas de fuego salieron disparadas de la varita del holandés por unos segundos y golpearon el costado derecho de la bruja. Tan rápido como la Malfoy empezó a quejarse, León invocó la Daga del Sacrificio en su mano y se hizo una pequeña incisión en la palma izquierda.


—Inmolo ad Protegendum a Felicity Malfoy —soltó rápidamente haciendo que el dolor causado en la mujer de cabellos plateados se pasara a su propio cuerpo, en el mismo lugar donde la ráfaga había golpeado anteriormente. Sus piernas flaquearon a causa del dolor al punto que su rodilla izquierda cedió dejándolo casi doblegado en el suelo. La calma volvió luego un "Episkey" visualizado en su mente le quitara por completo el rastro de dolor. Se incorporó de nuevo, con la mirada fija en el guerrero.


—¿Así está bien o vamos un poco más lejos?

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La mortífaga estaba bastante enfadada. No solo había quedado bastante magullada del duelo con el anciano sino que, además, se había quedado sin ropa con la que cubrirse. Por suerte había traído aquella pesada maleta de cuero y volvió a ataviarse en las ropas de lino color marfil del inicio, las que había usado para viajar hasta aquel lugar. Se cubrió con ellas y utilizó el mismo portal que el uzza para volver al lugar que había pisado nada más llegar. Intentó no mirar al uzza ni una sola vez y saludó a su compañero de bando, León Crowley.

 

- Qué bueno vernos de nuevo, Crowley - saludó con voz baja al mago sin poder disimular una sonrisita tonta que salió de sus labios casi sin querer. Tiempo atrás, León y ella mantuvieron una relación que acabó rápido para el gusto de la mago oscuro pero después de aquello ambos habían quedado bien, como amigos sin siquiera necesidad de más.

 

La otra persona que también estaba de alumna ignoraba quien era, no la había visto nunca pero desde luego una mortífaga no. Tenía aspecto de buena niña, demasiado para la Malfoy.

 

El uzza habló y no tuvo más remedio que mirarlo, bastante a disgusto. No le caía nada bien, como había dejado claro casi al final del duelo provocando algunas carcajadas en el sirviente que lo acompañaba a todas partes. Desafió a los tres aprendices a usar la daga nuevamente , esta vez para protegerse entre ellos y no hacer daño. De pronto, su túnica empezó a arder por uno de los costados

 

- ¡¿Qué diablos?! - exclamó y dirigió a León una mirada asesina, a quien tenía solo a tres metros de distancia - no era necesario, era lino importado directamente de bélgica - se quejó, ya había perdido dos túnicas buenas en lo que iba de día. Apenas empezó a sentir dolor este cedió y se dio cuenta de que Crowley la había protegido sufriendo él las consecuencias de aquel "incendio". Al menos se había evitado tener que volver a curarse nuevamente de una quemadura, ya había sufrido suficientes en el duelo contra el anciano parecía relamerse cada vez que los veía sufrir.

 

Miró a la otra bruja, Sherlyn,y antes de que esta pudiera reaccionar la apuntó y pensó "conjuntivitis". Antes de que rayo impactara en el objetivo, invocó la daga del sacrificio en la mano que tenía libre de varita y exclamó en voz alta y clara - Immolo ad protegendum a @@Sherlyn Stark - los efectos del rayo, a pesar de impactar en el pecho de la Stark, le hicieron efecto a ella, perdiendo la visión, lo que significaba que había empleado bien el hechizo. pero en seguida se apuntó a si misma y pronunció - Finite incantatem - volviendo a recuperar la vista.

 

- Para Gahíji nunca será suficiente, Crowley, y por cierto, me debes una túnica nueva, ya sabes donde vivo.

Mortífaga retirada
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Sacudió la arena de sus pies, principalmente aquella que había quedado entre sus dedos. Por una parte, no podía creer que el duelo había finalizado sin dejar una resolución, y eso le generaba muchas dudas con respecto a su actitud y rendimiento, si había formulado los hechizos de la manera correcta o si Gahíji se había molestado con ella. Miró con atención el portal, le causaba ansiedad saber qué encontraría detrás y, por esa razón, se apresuró a limpiar los restos de cenizas y arena que había quedado en su vestido.


Una vez que se encontró lo más preparada posible, cruzó el portal. Lo único que no podía deshacer era el mal sabor en la boca que le habían dejado las cenizas. Tosió levemente mientras se aproximaba hacía donde estaban sus compañeros y el anciano. Le daba curiosidad saber cómo habían llevado sus respectivos enfrentamientos, no lo podía determinar. Quizás les preguntaría en otro momento.


Escuchó con atención las indicaciones de Gahiji y a partir de ahí el tiempo pareció acelerar su ritmo. El primero en mostrar sus habilidades fue León, con un cálculo, quizás, errado al meterse con una túnica que podía ser importante para Felicity. Sin embargo, parte de la empatía que comenzaba a sentir por su compañera se esfumó tras el ataque contra ella; sin embargo, tras la demostración de cómo se utilizaba la Daga de Sacrificio.


― Bien...


Observó a ambos, con atención, analizando a quién podía analizar para mostrar sus conocimientos. Optó por Crowley, por la simple razón que éste había sido desconsiderado con su compañera. Miró atentamente al mago apuntando su varita hacia él, y dijo:


Sectusemprael hechizo causaría enormes grietas sobre el cuerpo, las cuales le produciría hemorragias y hasta podía dejarlo inconsciente, Aunque suponía que el mago podía protegerse correctamente del rayo, pensó: «Daga del Sacrificio» y en segundos sentió, en su mano, el peso de la daga invocada.


Immolo ad protegendumdijo y los efectos del sectusempra se impactaron en ella. «Episkey» pensó, sanando sus heridas por el rayo.


Por los comentarios de sus compañeros podía determinar que tampoco tenían una buena imagen del anciano.

 

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Los tres jóvenes parecieron dudar en un primer momento pero, al final el Leoncillo se animó y fue el primer en probar lo que Gahíji les había pedido un segundo antes. Incendió la capa de la chica que había quedado sin ropa durante su duelo, aunque había aparecido ahora vestida. ¿Siempre llevaría ropa de repuesto cuando salía de casa? Aquella idea escandalizó a Gahíji hasta el punto de que Nkuku tuvo que utilizar su influencia para calmar al anciano, cuyo equilibrio mental era cada vez más débil.

 

Soltó una carcajada al escuchar las quejas de la Malfoy, y luego miró al Crowley, quien defendió a la joven y recibió el impacto del fuego. Asintió, el movimiento había sido correcto.

 

Cállese, señorita Felicity de 31 años, ¿quiere quedarse de nuevo sin ropa? Mira que dejar que un anciano te manipule de esa forma... —se burló, en respuesta a lo que ella había dicho a León un segundo antes—. Así está bien, Crowley.

 

Luego miró cómo Felicity había hecho lo mismo con Sherlyn, lanzándole un hechizo que perjudicaba a la vista y recibiéndolo ella misma, defendiéndola. Y la muchacha cuyo nombre no sabía atacó al Crowley, recibiendo varios cortes. Los tres se sanaron tras recibir los golpes que ellos mismos habían lanzado.

 

Bien, interesante utilización. Como podréis imaginar, es un hechizo muy útil para batallas multitudinarias en las que algún compañero está a punto de sufrir una herida de muerte. Nosotros podemos ayudarle recibiendo ese impacto, de forma que le descargaremos a él o ella. Una estrategia como cualquier otra. Aunque si combatiéseis a mi lado, os garantizo que este uso de la daga sería el último que viérais de mi parte —añadió, con gesto altivo—. Ahora me interesa saber, ¿tenéis alguna duda sobre cualquier hechizo o poder del Libro de la Sangre? ¿Algo que necesitéis saber? Si es que sí, es el momento de formularlo. Si es que no, quiero que realicéis una marca de sangre en cualquiera de ls presentes... eso no lo hemos practicado.

 

 

 

 

@León Crowley @ @@Sherlyn Stark

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Definitivamente, el guerrero uzza y la Malfoy no se iban a llevar bien en la vida. A Felicity el anciano le sacaba de quicio pero no se lo iba a decir, aunque el (seguramente) ya lo sabía. En realidad, le recordaba a un personaje de unos dibujos animados muggles que de pequeña alguna vez vio en cafeterias perdidas al otro lado del callejón diagón: un hombre mayor, guerrero, de larga trenza y tejido enrollado alrededor de la cabeza, que siempre flotaba a dos metros del aire (y que por cierto, era bastante pervertido). La Malfoy sonrió, notando que la clase llegaba a su fin. Los tres magos habían invocado bien la daga y realizado a la perfección la protección entre ellos. ¿Qué más les podía quedar?

 

Respiró profundamente, llenando de aquel aire tan limpio los pulmones. El uzza les dio alguna información más del hechizo del juramento y seguidamente les pidió hacer una marca de sangre. Aquello era interesante puesto que en el duelo no tuvo ocasión de usarlo.

 

“Marca de sangre…” pensó la mortífaga, visualizando el libro de gruesas tapas en su cabeza. Sus ojos azules se iluminaron y se acercó a León (no les separaba más de tres metros) posando una mano sobre su hombro – ¡Obedire! – exclamó para sorpresa de todos, sujetando la varita con firmeza con la otra mano , no le hacía falta apuntar, solo haber pronunciado aquellas palabras de manera alta y clara. Entendía que ahora podía pedir cualquier cosa a León, incluso que la besara, pero no iba a ser tan mala, después de todo León actualmente estaba prometido y la mago oscuro no quería problemas con nadie y menos dentro de la marca tenebrosa...

 

- "León, ataca al uzza con el hechizo más terrible que puedas" - la voz había sonado solo en la cabeza de León, el resto no tenía idea de cual había sido la orden pero en breve lo sabrían. Hasta donde tenía entendido , la conexión de aquella marca de sangre permitía dar ordenes sin necesidad de decirlas en voz alta.

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Eso te pasa por traer tus trapos finos a una clase de duelo —respondió a la Malfoy mirando como quedaban en su camisa las manchas de la sangre ocasionadas por el interrumpido sectusempra de la Stark.

 

Tal vez le haya reñido por el reclamo de la chamuscada ropa, pero la bruja de cabello blanco tenía razón en lo que se refería al guerrero. El viejo, pese a que el duelo ya había terminado, seguía empeñado en mantener su carácter recio y frío frente a los estudiantes. La forma en que Felicity y Gahíji se trataban demostraba la poca afinidad que habían tenido en el duelo y que, seguramente derivado de ello, lo había hecho más interesante. La otra chica, por el contrario, parecía una inalterable esfige. Sus palabras habían sido apenas las necesarias. ¿Sería acaso un espejismo? No, el dolor del hechizo era bastante real. Se acercó un poco a la mujer para verificar que estuviera respirando.

 

El anciano seguía hablando y cuando León se disponía a preguntarle algo, sintió que perdía la voluntad de cada uno de sus músculos. Sus brazos se descolgaron como cuerdas inertes la proa de un barco de vela. Una voz en su cabeza, aparte de la habitual de Baphomet le susurraba pensamientos incompletos, ideas inconexas. Al fin una orden concreta. ¿Tanto odiaba Felicity al guerrero? No importaba la respuesta, poco o nada podía hacer. Una parte no quería hacerlo, pero la otra si. Por primera vez en lo que conocía al demonio que lo poseía, este estaba riendo. Una risa lúgubre y oscura desde lo más profundo de su ser, comparable solo con la del famoso payaso villano de los comics muggle.

 

Avada Kedavra —espetó el Crowley con la varita dirigida al anciano y de la punta de esta, un hermoso rayo esmeralda salió disparado en dirección a Gahíji.

 

El hábil guerrero, conocedor de magia antigua y poderosa no tuvo problema en repeler el ataque con un escudo que desvió la maldición hacia el cielo. Ojalá no estuviera pasando algúna alfombra voladora. La sonrisa macabra en el rostro de la Malfoy era solo comparada con la mueca de desagrado del instructor que de seguro tendría su revancha en algún momento.

—Maestro yo... —no pudo terminar la frase. No sabía que decir. ¿Confesar que una parte de él estaba a gusto con el comando? ni de chiste—. Por favor, permítame compensarle un poco.

 

La mano de León se estiro la corta distancia que lo separaba de Sherlyn y se posó prudente sobre dorso de su mano derecha. Los ojos miel de la Stark se giraron sorprendida a los pares oscuros del holandés que sin mucha tardanza tomó control sobre ella.

 

Obedire —espetó sin perder el contacto con la piel de @@Sherlyn Stark y apuntándola con la varita—. ¿Podrías darle unos cuantos besitos al maestro Gahíji, por favor?

 

Las palabras salían dulces y amables de la boca reseca del patriarca Crowley, pero en la mente de la joven Stark la instrucción era tosca. No le estaba pidiendo el favor, le estaba ordenando ir y darle todos los besos posibles al anciano al cual aún no le cambiaba la expresión de enojo del rostro.

Editado por León Crowley
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Concentró su atención en Felicity. Le llamaba la atención cómo ella miraba a Crowley. ¿estaría enamorada o, simplemente, seguía las instrucciones del anciano? No podía determinar a esa distancia lo que realmente sucedía porque, además, una de las características de la Marca de Sangre era que las obligaciones no fueran verbales. Sin dudas, se trataba de una estrategia curiosa y, por una parte, divertida.


Al menos de esa manera le había resultado hasta que su compañero lanzó un hechizo que podía tener efectos fatales. Sostuvo su varita con fuerza y lo único que sentía en ese momento era ganas de proteger, no al anciano sino a ella. Observó atentamente la escena por unos segundos, analizando cuáles serían las acciones que sus compañeros realizarían.


Sin embargo, comenzó a sentir ansiedad. Debía haberse anticipado ante la mirada fija de León. Aquella sensación le había hecho dirigirse lentamente hacía el anciano. Quizás era la primera vez que se encontraba tan cerca de un Guerrero Uzza pero le causaba impresión ver como no temblaba ante la situación. Cuando se encontró a una distancia considerable, le obsequió un suave beso en la mejilla al maestro Gahíji, tal como Crowley le había pedido tan amablemente.


― Disculpe.


Se separó varios centímetros del anciano hasta llegar a León y sin dejar de observarlo atentamente, lo tocó con su varita. Claro, ella pensaba que había llegado la hora que él pagara las consecuencias. «Marca de Sangre» Pensó y, al mismo tiempo, se le ocurría una gran variedad de ideas.


Obediredijo, sin dejar de tocar a Crowley―. Creo que es tu turno de besar.


Miró a Felicity―. ¿Por qué no le regalas un beso? ―y en su mente las órdenes era esa, besar a Malfoy.

 

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