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Prueba de Legilimancia #10


Rosália Pereira
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Rosália tiene 3 retos perfectos para sus alumnas que las dejarían perplejas si no sabían cómo manejarlos adecuadamente. La arcana había pensado muy bien en qué las pondría a hacer para poder llegar hasta la Pirámide. Se encargó de dejar muy bien ubicados los 3 obstáculos que junto con el laberinto constituían los retos que debían superar antes de llegar hasta el lugar en el que presentarían la prueba de la Legilimancia, un lugar que ya conocían bastante bien las dos.

 

- Amor - El primer reto consistía en entender la historia de amor. En el camino antes de poder empezar a cruzar el lago había una estatua a la cual tendrían que leerle su mente y entender cuál era su historia de amor y el pasado que guardaba. Una vez pudieran conectar con su historia y comprender lo que le ocurría podrían avanzar y la magia del lugar les permitiría empezar a cruzar el lago y comenzar en su camino en busca del portal.

 

- Dinero - La llegar hasta el otro lado comenzarían a caminar hasta encontrar otra estatua justo en la entrada del laberinto y que no podrían empezar a cruzar hasta no encontrar una historia de dinero en la mente de la estatua. La mente de dicha persona tenía una historia asociada al dinero que contarles y tendrían que escucharla para poder entrar al laberinto, el cual no sería su último obstáculo y esperaba no cayeran en la trampa.

 

Al finalizar el laberinto había una puerta que solo se abriría si obtenían la historia de la última estatua - Salud - Algo muy apreciado por los muggles, aunque también por los magos. La última estatua guardaba un secreto relacionado con la salud y su tarea era identificar quiénes eran los implicados y de qué era la historia. ¿Salud humana, animal, pública? No se sabía pero ellas tendrían que identificarlo para poder continuar y acceder a la Pirámide.

 

Rosália se encontraría al finalizar todo el camino dispuesta a entregarles sus anillos de las aspirantes y hacerles de nuevo la pregunta para confirmar que efectivamente estaban seguras de realizar la prueba y que conocían los riesgos asociados a presentar una prueba de habilidad.

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Al amanecer del día indicado para la Prueba de Legilimancia, Mackenzie se presentó en el lugar convenido. No llevaba nada con ella, ningún objeto mágico, ninguna joya, ninguna pertenencia. Sabía los condicionantes de la prueba y conocía el poder de la Pirámide, que sólo aceptaba la esencia. Vestía una túnica fina de lino blanco y sin adornos de ninguna clase. Y había decidido ir descalza. A menudo percibimos el mundo a través de nuestros zapatos y la Malfoy sabía que, para aquella prueba, era necesaria una entrega total y absoluta a lo que uno mismo es, siente y piensa, sin aditivos de ninguna clase.

 

Escuchó las indicaciones de la Arcana que, por supuesto, sabía que serían breves. Cada prueba tiene más que ver con uno mismo, que con cualquier cosa que el Arcano haya podido planificar. Hasta ahora, había estado bajo la instrucción y guía de la Arcana, pero a partir del momento en que diera el primer paso en el camino hacia la Pirámide, estaría sola, todo dependería de ella misma.

 

Sabía que Mia tendría que recorrer un camino similar, pero dudaba que su camino y el Mia se cruzaran en algún momento. Cada prueba era única para cada aspirante y pocas veces los aspirantes coincidían en algún punto del camino que llevaba hacia la Pirámide, mucho menos en su interior. De alguna forma, Mackenzie sospechaba que, cuando cada aspirante iniciaba su propio camino para conseguir vincularse al Anillo de la Habilidad, el tiempo y el espacio dejaban de ser únicos y pasaban a adaptarse y plegarse conforme a la esencia de cada uno de los aspirantes.

 

Fue por ello que no le hizo a Mia ninguna seña para partir juntas y, cuando la Arcana terminó su breve explicación, Mackenzie avanzó hacia lo desconocido con determinación.

 

El camino hacia el lago era una mullida alfombra de hierba, salpicada de flores de infinitas tonalidades. Mackenzie se preguntó si siempre había sido así y, al instante, se dio cuenta de que no lo recordaba. Con cada paso que daba en aquel colorido manto natural, olvidaba más y más, el pasado que había precedido al instante en que se inició la Prueba. No le preocupó, sabía que era parte de la propia Prueba, por lo que se dejó llevar en aquella dulce placidez que le provocaba la hierba fresca cubierta de rocío bajo sus pies y la suave caricia de las flores a su paso. Se embriagó de su perfume, envuelto en la brisa de la mañana, y abrió su mente a cuanto le rodeaba. Percibió, en toda su plenitud, la bienvenida de la mañana, los saludos cantarines de los pájaros, la danza de la fresca brisa en las hojas de los árboles, la maravillosa melodía de las flores al abrir sus pétalos a la luz de un nuevo día. Sentía la naturaleza como parte de ella y podía percibir sus anhelos y necesidades.

 

Cuando llegó junto al lago, supo de inmediato, sin preguntarse siquiera porqué lo sabía, que no tenía permiso para cruzarlo. El propio lago le hablaba con el lenguaje de las aguas remansadas y en calma. Fue entonces cuando divisó la estatua.

 

Era la estatua de un ruiseñor posado sobre un hermoso rosal. Toda ella labrada en una piedra tan blanca que resplandecía con el sol naciente de la mañana. Se acercó al pequeño ruiseñor, movida por una necesidad que no supo explicar. Era tan bello, que no pudo reprimir extender la mano para acariciar la blanca piedra en la que estaba forjado.

 

Y, en ese momento, sintió la impronta del ruiseñor. Era como si la mente del pajarillo hubiera quedado grabada en la piedra. Un sentimiento de puro amor se apoderó de Mackenzie. Tan hermoso e inocente como triste y trágico.

 

- ¿Qué te pasó pajarillo? ¿Cómo puede ser un amor tan puro, a la vez, tan triste? ¿Me contarías tu historia?

 

Con la mano posada en la bella figura del ruiseñor de piedra, la mente de Mackenzie se llenó de imágenes y palabras, en respuesta a su petición.

 

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Mackenzie se sentía muy triste y connovida por la historia del Ruiseñor. ¿Había pensado alguna vez que las estatuas pudieran guardar una impronta mental de aquello que recrean? No podría decirlo, apenas recordaba nada que no fuera su nombre y lo que había ocurrido desde que inició la Prueba.

 

Aquel ruiseñor había amado hasta el punto de sacrificar su vida, su dolor y su corazón. Era bello y puro, pero a la vez tan triste y trágico, que la bruja no pudo evitar que dos lágrimas rodaran indefensas por sus mejillas y, como dos goterones, cayeran al lago.

 

> Sintió repetirse en su mente las palabras e imágenes que la impronta del ruiseñor le había mostrado antes. Y, en ese momento, el lago se abrió ante ella. Las aguas se convirtieron en paredes cristalinas y un camino alfombrado de rosas rojas y espinas se presentó ante ella. Tan hermoso, como doloroso.

 

Lo cruzó, avanzando con sus pies descalzos por el manto de rosas y espinas. Las primeras se apartaban a su paso y acariciaban sus tobillos, llenando su cuerpo, su mente y su alma del embriagador perfume del amor. Las segundas se clavaban en las plantas de sus pies, recordándole que el verdadero amor, aquel que da la felicidad, siempre es doloroso y exige sacrificios. No podemos entregarnos, fundirnos con otra alma, sin abandonar y dejar que muera una parte de lo que somos, por más que esa parte sea el egoismo, la auto protección y la salvaguarda de lo que tenemos y somos.

 

Un arroyo refrescante la esperaba al otro lado del lago. Lavó sus malheridos pies y calmó el dolor de sus palmas. Vivificada, siguió su camino, sintiéndose en paz y feliz.

 

Un poco más adelante divisó el laberinto que, sin saber porqué, sabía que estaría allí. Y en sus puertas, aguardaba la estatua de una hermosa muchacha, sus pies pisoteando una maltrecha rosa roja. Era una estatua de sal, salvo la maltrecha rosa, con sus pétalos rotos y diseminados por el suelo y su tallo partido por la mitad, que era de puro oro, reluciente y límpido.

 

Movida por una necesidad que, al igual que antes, no supo explicar, Mackenzie extendió su mano hacia la estatua de sal de la muchacha y la impronta de ésta se fijó en su mente, llenándola de imágenes y palabras, tan espantosas, que la bruja hubiera preferido no entender. Pero su mente estaba abierta, para bien o para mal y captó todos los detalles de aquella historia.

 

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Mackenzie se apartó de la estatua de sal de la muchacha asqueada. Sentía rabia ante la historia que se acababa de desarrollar en su mente. La historia dejada por la impronta de aquella egoista muchacha. Comprendió que la rosa pisoteada en el suelo era la rosa roja que había creado el ruiseñor al entregar su vida, su sangre y su corazón. Comprendió que el sacrificio del pajarillo no había servido para nada, pues la depositaria de aquel regalo lo había rechazado y pisoteado.

 

A pesar de todo, recordaba las últimas palabras en su mente. El laberinto se abría con oro. Tomó uno de los pétalos de oro de la maltrecha rosa y lo colocó en la ranura de la puerta. Ésta se abrió al instante.

 

Ante ella apareció un laberinto cuyos márgenes cambiaban de forma con cada paso. A veces, las paredes estaban formadas por altos setos y el camino era un suave manto de hierba. Al recodo siguiente, el camino se tornaba de fina arena y las paredes eran como las dunas de un desierto. Y girando un poco más allá, un pavimento de mármol apareció bajo sus pies descalzos y elevados muros de oro le cortaban el paso. Cada pasillo era diferente del anterior.

 

¿Las cosas son según las interpretamos o simplemente son? Fue la pregunta que se instaló en su mente, a la vez que la necesidad la empujaba a encontrar la respuesta. Las cosas son -se dijo. El amor del ruiseñor no deja de ser amor, por el hecho de que la muchacha lo despreciara. Y el sacrificio de alguien que ama vale más que el oro de quien lo desprecia.

 

Las cosas son. Y tienen fuerza por aquello que son.

 

Al adquirir fuerza en su mente aquel pensamiento, el laberinto se transformó en un bello jardín, con parterres a los lados y hermosos arcos de metal formando bóvedas cubiertas de flores. Se había hecho de noche y los capullos brillaban a la luz de la luna. De pronto, la bruja sintió una presencia. No era humana, tan sólo un sutil aleteo, algo tan inconstante y veleidoso como una sombra o un rayo de luz.

 

La vio más adelante. Parecía la figura de un apuesto joven y Mackenzie lo siguió embelesada. Atravesó aquel laberinto convertido en jardín, siguiendo la línea de los veladores, en pos de aquella figura. La necesidad guiaba a Mackenzie en pos del apuesto joven, a la vez que un sentimiento de pura devoción hacia la belleza de aquella figura se instalaba en ella. Tenía que encontrarlo, tocarlo, admirarlo, comprobar que era real. Sentía que si lo lograba, alcanzaría la felicidad. La dicha en estado puro. Y movida por un profundo sentimiento, siguió a la figura hasta que ésta la condujo hacia el final del laberinto. ¿Pero dónde estaba el joven? Tenía que encontrarlo.

 

Vio la puerta que quedaba al final del laberinto y la estuatua que había junto a ella, cuando un rayo de luz blanca se posó sobre ella. Y, en ese momento, supo que había estado siguiendo a un rayo de luna.

 

Un rayo de luna que en sí mismo contenía la impronta del muchacho que representaba la estatua, toda ella tejida en rayos de luz, en hilos de luna.

 

Se quedó admirándola un buen rato, sin atreverse a tocarla, por miedo a deshacer aquella belleza. Finalmente, extendió la punta de su dedo hacia uno de los hilos lunares. Lo tocó.

 

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Comprendiendo la trágica y hermosa verdad en las palabras del muchacho, Mackenzie dejó que un rayo de luna se prendiera en sus dedos y lo apuntó hacía la puerta que, sin saber porqué, sabía era el final del camino y el comienzo de la entrada a la Pirámide.

 

Cruzó el umbral y todos sus recuerdos volvieron a ella.

 

 

 

 

 

Dedicado a Oscar Wilde que escribió el cuento de amor más bello y triste de cuantos conozco El Ruiseñor y la Rosa. Y a Gustavo Adolfo Becquer, que con su leyenda El Rayo de Luna, me enseño que las cosas importantes de la vida son tan sutiles como un rayo de luna.

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- Espero eso no haya sido demasiado para ti - Rosália sabía que la bruja conocía bastante bien a lo que tendría que enfrentarse a continuación y consideraba estaba preparada para ello. Mackenzie había logrado llegar hasta ella con algunos rasguños y heridas producto de lo que había tenido que experimentar con las estatuas del camino pero al menos estaba viva y eso era algo bueno para la arcana. Ahora venía la parte más importante de todo el proceso de aprendizaje.

 

- Si efectivamente deseas realizar la prueba vas a recibir esto - La arcana había tomado previamente un anillo del aprendiz de la estrella de cinco puntas. Era el anillo que indicaba su capacidad para poder realizar la prueba y que tenía mucho poder dentro de él - Con este te podrás comunicar conmigo durante la prueba del portal. Si sientes que no puedes continuar solo debes tocarlo y podrás salir, pero jamás podrás entrar de nuevo - Los riesgos eran altos pero debían tomarlos para poder adquirir el verdadero poder del anillo.

 

- Al finalizar la prueba tu anillo va a tomar una forma única así como el de todos y quedará inmediatamente conectado con el mío - Los anillos de todos los magos que habían pasado por la clase de Legilimancia quedaban conectados al suyo y esta vez no sería diferente - Como te dije si lo deseas es tuyo - Rosália le acercó la mano para dejarle tomarlo si consideraba que era apropiado y deseaba realizar la prueba de Legilimancia.

 

- Ya sabes que el portal te pondrá pruebas únicas y que te harán revivir momentos de tu vida o incluso hacerte ver el futuro - La Legilimancia era mucho más complicado y seguramente le haría ver las cosas como eran con base en su propia vida - Solo no te dejes engañar porque es muy común, protege tu mente y usa la Legilimancia sabiamente durante la misma - No quería alumnos confundidos o que terminaran al borde de la locura así que era mejor advertirles.

 

- Espero verte pronto - La arcana movió su Vara de Cristal para activar la magia del portal que junto con el anillo le permitirían poder cumplir con lo que le faltaba para terminar con su proceso de aprendizaje. La decisión de entrar o no dependía completamente de ella y esperaba que pudiera acceder si eso era lo que en verdad deseaba.

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Cuando todos sus recuerdos volvieron a ella, como si un indómita corriente de vivencias, experiencias, pensamientos es historia penetrara de golpe en ella, sintió que su cuerpo colapsaba por el impacto, que sus ojos se abrían de golpe a otra realidad, que sus venas fluían de nuevo con la savia del tiempo, aquel inexorable fluir de pasado, presente y futuro.

 

Le costó acostumbrarse a esa corriente de vida, pero en cuanto lo hizo, no le sorprendió ver a la Arcana frente a ella. Sabía lo que venía a continuación. Más le sorprendía, si acabe, lo que acaba de ocurrir. No era frecuente olvidar el pasado durante el camino hacia la Pirámide, eso era algo que podía esperarse una vez dentro del portal, pero no durante su trayecto hacia allí. ¿Había sido una de las pruebas de la Arcana? ¿O tenía más que ver con la habilidad de legilimancia? Sabía que cada habilidad se interiorizaba de una forma diferente en cada mago y, sin llegar a comprenderlo del todo ni tener tiempo en aquellos precisos instantes de pararse a pensar en ello, sospechaba que, de alguna manera, esa era la causa de su extraña experiencia.

 

- Ha sido una experiencia increíble, Rosália. Gracias por ello. Nunca lo olvidaré. -Mackenzie agradeció a la Arcana su labor y poniéndose el Anillo que ésta le ofrecía, añadió -sí, estoy segura de querer realizar la prueba del portal. Sé los riesgos que implica y espero estar preparada para afrontarlos.

 

Nada más decir estas palabras, que implicaban su plena aceptación de lo que estaba por venir, el portal se activó en medio de un silbido sinuoso y un resplandor balco azulado. La puerta representada con el símbolo de la legilimancia estaba frente a ella. Entró.

 

- ¿Quién eres? - Una voz sonó en alguna parte. Mackenzie no habría podido adivinar si se trataba de la voz de un hombre o una mujer. Tenía un timbre armónico, perfecto, diáfano, sin aditivos. Graves y agudos balanceados, todos los sonidos ecualizados, perfectos y sin sombras.

 

- Mackenzie Malfoy. -Respondió.

 

- ¿Quién eres? - La voz repitió la pregunta.

 

- Una vez me llamaron Mackenzie Yellbridge. Y en alguna ocasión fui Vega Peverell.

 

- ¿Quién eres? - Repitió la voz, esta vez enérgica e impaciente, aunque sin perder sus tonos de perfección.

 

El portal vibraba a los pies de Mackenzie. La luz que parecía emanar del círculo de paredes que la rodeaba se arremolinaba sobre ella y sobre la plataforma en la que se encontraba, un círculo con símbolos extraños, que la Malfoy no había visto jamás, parecidos a las runas, pero con formas más cuneiformes y espigadas, casi parecían estar grabados en tres dimensiones y ninguna de las formas que se representaban en ellos tenía significado para Mackenzie.

 

Sabía... sentía más bien, que algo estaba mal. No sabía si era su respuesta o tenía algo que ver con el portal.

 

- Soy Malfoy, hija de Crazy y Mistify. Arqueomaga de profesión. Ex Viceministra del Ministerio de Magia. Tengo...

 

- Acceso no autorizado. Expulsión. 3...2... - Era una voz diferente. Igual de perfecta y andrógina que la anterior.

 

- ¡ESPERA! - Gritó Mackenzie antes de que la cuenta llegara a cero. No sabía qué significaba, pero no pintaba nada bien, eso de expulsión.

 

El portal vibraba. El suelo giraba frenético a su alrededor, por más que ella permaneciera como fijada al mismísimo punto central sobre el que giraba la plataforma. Los símbolos alrededor del círculo se encendían, alternándose en una danza que a Mackenzie le pareció ominosa. De las paredes circulares de aquella cámara se desprendía un resplandor que empezaba a adquirir una tonalidad rojiza... y la bruja percibió que peligrosa.

 

¿Qué estaba pasando? No era como las otras veces. ¿Dónde estaba? Si no supiera en qué consistía el portal, hubiera jurado que seguía allí, en la misma cámara. Que no había realidades paralelas, tan sólo una realidad, la del aquí y el ahora. Si no supiera que debería estar sintiendo vivencias pasadas o futuras o paralelas, Mackenzie hubiera jurado que, en realidad, seguía allí, sin haber sido trasladada a ninguna otra dimensión de realidad, que lo que vivía era, real y simplemente, lo que estaba ocurriendo en su propia realidad en aquellos precisos momentos. Estaba en el portal y no había sido transportada a ninguna parte. ¿Era eso posible? ¿O simplemente es que el portal no estaba funcionando?

 

Sus pensamientos pasaron fugaces y raudos mientras, al mismo tiempo, percibía la necesidad de calmar su mente y espíritu, de concentrarse, de abrir su mente y... simplemente, dejarse fluir. Desprenderse de ella misma. Tocar, sentir, apreciar con la fuerza de su pensamiento.

 

- Soy quien desea comprender. -Sus palabras fluyeron de ella como si fueran una respiración, sin forzarlas, sin pensarlas. Simplemente, como algo natural y a la vez necesario.

 

El portal dejó de vibrar y la plataforma disminuyó su giro vertiginoso, a la vez que las paredes circulares de la cámara volvían a adquirir el tranquilo resplandor blanco azulado. La cuenta atrás cesó, en el mismo instante en que Mackenzie respondió.

 

- ¿Crees entonces que nos definen nuestras motivaciones? -La voz que no era humana volvió a dejarse oir.

 

- Tal vez sí. Al fin y al cabo, son nuestras acciones las que nos definen y son las motivaciones las que definen, a su vez, las acciones que tomamos. -Respondió Mackenzie.

 

- Entonces... -la voz hizo una pausa, meditabunda- ¿Dirías que el tiempo existe? ¿Que el pasado define nuestro futuro?

 

Una sutil percepción de peligro inundó la calma en la que reposaba la mente de Mackenzie. Sabía, en el fondo de su mente, que aquella pregunta era una trampa. No se apresuró a contestar, penetrando más en aquella calma que la invadía. Abrió su mente aún más si cabe a sí misma y a todo cuanto la rodeaba. Y, de pronto, dejó de sentir su cuerpo como parte de ella y el portal como algo externo a ella. De alguna manera, se sintió una misma cosa con el portal. Su mente se abrió hasta alcanzar las estrellas y, en un fugaz instante, tuvo un atisbo del propio infinito.

 

- El tiempo es un círculo infinito. -Ya no hablaba en voz alta. Ni siquiera necesitaba pronunciar las palabras en su mente. Simplemente los conceptos estaban ahí, dentro de ella. Y sabía que su interlocutor, fuera quien fuese, percibía lo mismo. - No es el pasado lo que define al futuro o, al menos, no puede afirmarse esto sin afirmar también que el futuro puede definir el presente y, por tanto, el pasado. Las motivaciones nos definen. Ya sean estas motivaciones consecuencia de experiencias pasadas o de proyecciones o deseos de futuro. El tiempo es un Ouroboros en donde presente, pasado y futuro fluyen a un tiempo. Son una misma corriente. Es la mente humana la que necesita ver los tres caminos del tiempo, pero la senda es única y su círculo infinito.

 

Sintió aprobación en la mente de quien fuera su invisible interlocutor. Y, aprovechando aquel contacto mental, penetró en esa mente que, al igual que la suya, estaba abierta para ella. Notó que se le abría más... y más... mucho más.... Era tan vasta, tan inmensa, tan sabia, tan ancestral...

 

- ¿Quién eres? - Ahora era Mackenzie la que formulaba en su mente la misma pregunta que su interlocutor le había hecho antes a ella.

 

Mientras esperaba una respuesta que sabía llegaría sin prisas, Mackenzie extendió sus brazos hacia las paredes circulares de la cámara, que seguían resplandeciendo con aquella luz blanco azulada. Su mente penetró en las paredes al hacerlo. ¡Improntas! Aquella luz que formaba las paredes que la rodeaban estaba toda ella repleta de improntas. Reflejos mentales de otros aspirantes que, como ella, habían atravesado el portal, tratando de merecer la habilidad de legilimancia. Comprendió en ese momento que sus suposiciones anteriores habían sido ciertas. No había atravesado el portal. No se encontraba en ninguna dimensión paralela ni en otro momento del tiempo o lugar. Estaba allí, en el portal.

 

Cuando su mente pulsaba en algún lugar de aquellas paredes de luz, se llenaba de imágenes de otras mentes. Todas las que habían atravesado el portal, estaban allí, aportando luz y sabiduría. Comprendió la magia que permitía vincularse a los anillos de la habilidad. Comprendió porqué el Anillo de los Arcanos de cada habilidad estaba vinculado al resto de anillos de los que dominaban la habilidad. Tuvo acceso durante aquellos momentos robados a la eternidad a la sabiduría de millones de mentes. Sus deseos de comprensión se veían, por fin, saciados. Y, sin embargo, cuanto más comprendía, más preguntas surgían, como un hambre voraz de conocimiento infinito.

 

Sí, era el propio portal lo que su mente percibía, pero había algo más, una vasta presencia, algo más que una mera impronta, como las que el portal guardaba de las otra mentes que lo habían visitado. Una mente por encima de las otras, y tan sabia, que adentrarse en ella provocaba vértigo y nausea.

 

- Yo soy la legilimancia. - Respondió en su mente la voz de aquella mente extraordinaria, aunque cuando ya tal respuesta no era necesaria, pues Mackenzie lo había al fin comprendido.

 

Al salir del portal, el Anillo de la habilidad resplandecía en su dedo. Un simple aro de oro blanco con un Ouroboros sobre el que estaban grabados aquellos símbolos extraños que había visto alrededor de la plataforma del interior del portal. Y un poema se repetía en su mente.

 

Y vinieron con los vientos que trajeron las dunas del desierto.
Eran siete, como siete fueron las puertas del Ouroboros
que conducían al Uno y daban luz a la Gran Obra.
Y del Uno nacieron los Veinticuatro
y de los Veinticuatro los Cuarenta y dos
y a ellos se entregaron los Siete.
Siete versos en siete esencias,
siete palabras en siete cadencias.
Siete magias arcanas,
Siete sabios.
Siete.

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Los últimos atisbos de la luz de la luna se perdían detrás de las nubes blancas del horizonte, dejando pasó a un cielo de color azulado con uno que otro tono naranja allá por donde el sol amenazaba con extenderse en la totalidad del cielo. Era la hora precisa en que Rosália les había indicado para presentarse en el bosquecillo que rodeaba la Pirámide de las Siete Puertas, sitio que conocía muy bien debido a sus anteriores visitas para vincularse con alguna de las habilidades certificadas que poseía desde hacía algunos años o incluso décadas, así que regalándole una mirada más al cielo suspiró profundamente.

 

Se había desprendido por completo de todos los anillos, amuletos y de su varita mágica, porque tenía claro que durante su trayecto hasta la puerta de la habilidad de Legilimancia no podría usar magia y una vez dentro tampoco. Tendría que valerse por sus propias capacidades y las habilidades que tenía que no requerían del uso de algún aditamento mágico, así que ataviada con una sencilla túnica, botas y una capa de viaje negra emprendió el camino hasta el lugar elegido, con la mente totalmente en blanco y lista para recibir las indicaciones que le darían en breve.

 

En cuanto llegó hasta donde se encontraba la Arcana y Mackenzie, la primera no tardó en comenzar a darles indicaciones acerca de los tres obstáculos que tendrían que vencer para lograr llegar hasta la cima de la pirámide. No le sorprendió, porque en otras ocasiones había tenido que cruzarlos y enfrentarse a diversas situaciones que la habían puesto en jaque, por lo que en cuanto la Malfoy comenzó a tomar la delantera, simplemente se quedó parada unos segundos, dándole espacio y tiempo para moverse. Si bien, en algún momento había compartido aquel camino con sus compañeros de habilidad, en esa ocasión no sería así y estaba conforme con eso.

 

Tres historias debía de obtener, y la temática que trataban dejaban bastante a la imaginación así que sin querer olvidarlo en su mente se grabaron las palabra <amor, dinero y salud>. Esperando que en ese orden pudiese obtenerlas, así que una vez que se encontró lista le regaló una sonrisa a la legilimante y emprendió el camino por el interior del bosque. No supo cuanto tiempo fue que caminó, pero cuando comenzaba a desesperarse un poco se encontró con una estatua en forma de cruz que se erigía delante de ella, parecía bastante antigua.

 

Comprendiendo que había encontrado la primera de las tres, esbozó una media sonrisa y se quedó de pie, observando con atención cada uno de los detalles que se mostraban en aquella escultura. Era singular, parecía una cruz sí pero también una pequeña edificación de un monumento a alguien, ¿sería el autor el que quería trasmitir sus sentimientos? ¿habría sido mandada a construir por alguien más? No estaba segura, pero tenía conocimiento de que cada escultor colocaba en sus obras parte de sus sentimientos, así que eso podría ser parte fundamental para entender la historia que le trasmitiría o intentaría que lo hiciese.

 

Acercándose lentamente, tomó un respiró y colocó su diestra sobre la piedra desgastada que se encontraba delante de ella. No fue sencillo en cuanto en su mente comenzaron a mezclarse diversas imágenes referentes a muchísimas personas admirándola, mostrando su respetó e ilusión de poderla tener cerca. Era algo que le llamó la atención, porque era obvio que muchos la habían admirado y eso le dejó en claro que el amor estaba presente en ella. Así que concentrándose más, consiguió eliminar todos aquellos ruidos y sensaciones que amenazaban con llevarla a un colapso mental, pero que poco a poco fueron remitiendo, dejando saber que tenía el control de su mente y emociones nuevamente, y que podía proseguir con el utilizar su habilidad para llegar hasta el centro de la historia.

 

<Cuéntame> pidió a la escultura, abriendo por completo su sensibilidad, queriendo conectar con la historia.

 

<Amor> fue lo primero que pudo vislumbrar claramente, para después sentir como imágenes de un tiempo pasado comenzaban a formarse en su mente.

 

Las Cruces de Leonor, fue lo primero que apareció. Era el nombre del grupo al que pertenecía el monumento, era un bonito memorial del Rey Eduardo I de Inglaterra para recordar a su esposa muerta Leonor de Castilla, quienes habían tenido que casarse con medio de una orden, con la finalidad de concluir con los conflictos que existían entre ambos reinos. Una medida desesperada, pero contrario a lo que muchos podrían haber llegado a pensar no había sido un sacrificio para los dos jóvenes, sino que todo lo contrario habían logrado compenetrarse de tal manera, que viajaron juntos a las cruzadas a Tierra Santa.

 

Donde tras la muerte del padre del joven, había heredado el trono, convirtiéndose en reyes. Continuando con las imágenes que le rememoraba, esperó unos segundos… puesto que había muchos niños corriendo y eso le dio a entender que habían tenido muchos hijos y demostrar que su matrimonio había sido todo un éxito. Sin embargo, con el paso del tiempo Leonor enfermó y murió, dejando a Eduardo con un sentimiento un poco extraño, así que decidió crear doce monumentos de camino a Londres hasta donde se enterró, con la intención de que fuese recordada y demostrará el amor que le tenía. Cosa, que muchos dudaban, pero que con ese pequeño gran detalle había quedado en total claridad para más de un incrédulo.

 

El amor que había existido entre los monarcas pudo sentirlo por medio de todas las sensaciones que la edificación le había mostrado. Era un bonito sabiendo eso, dijo un sencillo pero honesto <gracias>, para después continuar con su camino, debía encontrar la siguiente escultura, la cual no tardo encontrar cerca del lago que se extendía a un costado del bosque por el había descubierto recientemente había caminado al menos una tercera parte, así que con tranquilidad en la mirada y pasado anteriormente por la sensación de tener en su mente todas aquellas sensaciones que le produjo tocar la anterior escultura.

 

La figura de una mujer de rasgos rusos le hizo comprender que era la siguiente parada que debía realizar. Así que con una sonrisa en los labios, la miró y supo que tendría que acercarse un poco más para poder concentrarse totalmente en los pensamientos que comenzaban a llegar a su mente, tentada a tocarla, decidió que esa ocasión no era necesario porque la frecuencia de emociones e imágenes se incrementaron en cuanto dio un paso hacía delante. De modo que sintiéndose un poco más seguro, le regaló una sonrisa y simplemente cerró los ojos, como único medio de concentración.

 

<El Dinero no siempre trae el amor>, fue lo primero que tuvo totalmente claro, así que intentando descifrar a que se refería, prestó más atención y comenzó a hurgar más en la memoria e interior de la escultura. Era un pequeño busto, de una mujer llamada Angelina Beloff.

 

Una vez que logró descifrar el nombre, en su mente comenzó a aparecer la imagen de una mujer que había nacido y vivido en Rusia durante gran parte de su vida, en donde estudió en diversas academias referidas a la pintura y escultura. En donde comenzó a obtener cierta presencia, motivo por el cual viajó a Francia, en donde conoció a Diego Rivera, muralista mexicano de gran renombre, con quien se casó y disfruto de algunos años de poca solvencia económica, tal y como estaban viviendo cuando después del termino de la Revolución Mexicana, un conocido político mexicano llamado José Vasconcelos le pidió volver a su país natal.

 

Al no tener una buena solvencia económica, él tuvo que viajar solo. Dejándola en París, sitio en el que tiempo después le llegó la demanda de divorcio, algo que la sorprendió, pero que aceptó, confiando en que lograría superar al mexicano. Sin embargo, eso no fue posible porque años después, un mexicano la invitó al país debido a su obra, así que aceptando, viajó al nuevo continente y se estableció en la Ciudad de México, en donde rápidamente su obra comenzó a tener representación y a ser valorada. Era una escultora famosa, el dinero comenzaba a mostrarse cada vez más presente, algo de lo que no había tenido mucho hasta entonces. Sin embargo, eso no fue sencillo, porque en cuanto se supo que fue esposa del muralista mexicano, todo se volvió un poco caótico y fue comparada con Frida Kahlo.

 

<Dinero>, claro que entendía el trasfondo de la historia. Había tenido dinero Angelina, pero no era todo en la vida y lograba entenderlo. Porque le había faltado el amor, aunque eso pasó a segundo plano, cuando tuvo a su hijo, con quien gracias al dinero que ganaba en el país mexicano, comenzó y consiguió darle lo mejor. Algo que en esa época en la que vivió no era posible para todas las mujeres, así que por ese motivo se sentía totalmente orgullosa y más, por el valor en el proceso del desarrollo humano que tenía aquel pedazo de papel o metal, según se tratase.

 

Meditando aquellas palabras, continuó con su camino hasta encontrarse casi al final del bosque. Solo le quedaba una escultura, así que mirando todo a su alrededor la encontró. Era una pequeña en forma de zorro, así que eso le llamó la atención, porque tenía relación con el animal que representaba su familia y eso solamente podía significar que algo importante estaría por descubrir, además de por conocer de aquellos que siempre la habían cuidado y protegido en todo momento sin descuidarla en ningún momento, además de apoyándola a conseguir todo lo que se propusiera así que con decisión la observó.

 

<Salud> la palabra se formó en su mente sin siquiera esforzarse. El vinculo que conseguía mantener con aquellas estatuas estaba siendo cada vez más sencillo de lograr y eso le alegró, así que prestó total atención y se dejó envolver por completo por las imágenes que estaban relatando la historia de Penelope Black Lestrange, una bruja que durante años había sido la esposa de su padre y que había sido parte fundamental para la familia en más de un momento.

 

Sabía que la rubia había muerto, pero ¿el por qué? Era todo un misterio, así que enterarse por ese medio de como había sido era algo fuerte, pero comprendía que era necesario así que relajando por completo su cuerpo permitió que todo fluyera.

 

Penélope era una mujer fuerte y llena de vida, que era una mortífaga totalmente leal al bando mortífago, motivo por el cual en cuanto comenzó a sentirse mal, no le prestó la atención suficiente, porque eso la hacía parecer vulnerable frente a los demás. Dejando que el trabajo y la lealtad a sus ideales marcaran por completó su vida, se olvidó completamente de sí misma y se enfocó en sus misiones, dejando entrever que poco le importó saber como su cuerpo daba señales cada vez más claras de que algo no estaba funcionando correctamente y que al no prestarle la atención adecuada, las consecuencias habían sido bastante catastróficas, había muerto, dejando a la familia con un gran vacío, en especial a su padre.

 

Con eso en su mente, comprendió el mensaje que tenía para ella la escultura. Tenía que prestarse atención a sí misma, la salud era algo fundamental y eso le hizo sentirse por un segundo indefensa y expuesta, pero eso solo se notó en su mirada porque segundos después, su rostro estaba totalmente sereno y listo para continuar con su camino, porque había llegado hasta el final del bosquecillo que rodeaba la entrada de la pirámide. Los obstáculos habían sido vencidos exitosamente, así que con eso en mente ingresó hasta el centro superior de la edificación.

 

Había conseguido llegar hasta donde Rosália se encontraba, así que mirándola esperó la siguiente indicación, porque estaba lista para ingresar al portal que le mostraría su prueba final y con ello conseguiría vincularse ministerialmente con la habilidad.

 

—Arcana. —fue la única palabra que salió de sus labios, así que con una sonrisa en los labios respiró profundamente y esperó unos segundos a la respuesta de la bruja.

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Mackenzie había salido del portal y Rosália seguía esperando evitando no aburrirse. No era demasiado paciente así que tampoco tenía pensado quedarse mucho tiempo en dicho lugar. De repente escuchó la voz de la segunda alumna y suspiró aliviada porque sabía que el tiempo de espera había terminado y ahora solo tendría que darle las últimas indicaciones para poder realizar la prueba de la Legilimancia.

 

- Entiendo que si llegaste hasta acá es porque deseas realizar la prueba. Este anillo lo debes reconocer así que no tengo que explicarte mucho su uso para comunicarte conmigo desde el portal - Era uno de los anillos del aspirante que se encontraban en la estrella de cinco puntos. El anillo que le permitiría comunicarse con la arcana en caso de ser necesario y el que le indicaría a Rosália si quería abandonar o no. Jamás había tenido un abandono y esperaba que no fuera el primero.

 

- Puedes entrar al portal cuando gustes - Rosália no tuvo que mover su Vara de Cristal de nuevo porque el portal ya estaba activo y listo para recibir una alumna más. En poco tiempo podrían anunciarle al mundo que había una nueva bruja capaz de dominar la Legilimancia o al menos eso esperaba para poder irse pronto a tomar un bien merecido descanso si es que los estudiantes le permitían tomarlo porque tenía muchas visitas en los últimos meses.

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La voz de la arcana se hizo presente en sus oídos, así que sin siquiera dudarlo tomó entre sus manos el anillo de aprendiz que le permitiría pedir ayuda durante su prueba en caso de necesitarla, sin embargo, esperaba que eso no fuese necesario una vez dentro de la pirámide. Así que una vez que se lo puso en su dedo anular, se acercó hasta la puerta que rezaba con la leyenda “legilimancia”, la sexta que tendría el placer de traspasar para vincularse con esa habilidad finalmente, respirando profundamente dio el paso final para que la puerta la llevará a su interior.

 

No tardó mucho en que una luz luminosa la transportará por completo hasta un escenario alterno, ¿dónde es que se encontraba? Le costó un par de segundos comprender, que se encontraba en las calles del Callejón Diagon. Sin comprender porqué se encontraba allí, comenzó a recorrerlas como casi cada día para dirigirse hasta el Banco Mágico de Gringotts, sito en el que trabajaba y que conseguía absorber al menos la mitad de su día a día. Solo un minuto le tomó llegar hasta el lugar, y una vez que ingresó por las imponentes puertas de la edificación financiera, se encontró con algunos duendes.

 

—Buenos días señorita Black Lestrange. —la saludaron.

 

Con una cabezada, respondió al saludo y emprendió el camino hasta su despacho. Una vez que estuvo delante de él, se detuvo en cuanto notó la presencia de un par de diplomáticos italianos y a uno de sus duendes atendiéndolos, ¿no era que estaban en guerra? ¿o en una inminente guerra? Se preguntó internamente, así que con la ligera sospecha de que algo no estaba funcionando correctamente, le pidió a Aracnín que ingresará con ella a su espacio de trabajo, para darle algunas indicaciones y solicitarle el informe del turno nocturno.

 

—Aracnín, ¿cómo estuvo el turno? —mientras realizó esa pregunta, se concentró por completó en intentar ingresar a la mente de la criatura.

 

Para su sorpresa, no le costó trabajo alguno. Las ideas y memorias de su empleado, se encontraban como en una pequeña pecera o un librero organizado, era interesante ver como es que funcionaba la mente de cada una de las especies, era diferente eso sin duda alguna pero también todo un misterio como comenzar a buscar lo que necesitaba sin levantar sospechas. Así que aprovechando el seguir el hilo conductor de sus ideas, comenzó a analizar cada una de las horas que componían sus turnos.

 

De manera borrosa y casi imperceptible, notó una reunión sostenida con los miembros de la comunidad búlgara, ¿estaba confabulando en contra del gobierno inglés? No lo tenía del todo claro, porque fue muy rápido aquel recuerdo que logró visualizar, como si quiera ocultarlo y no pensar realmente en él, pero había conseguido verlo, algo que para mala suerte del duende, le generó un poco de duda y de preocupación, porque en esos momentos la presencia de los diplomáticos italianos le generaba una duda e inquietud más intensa que en el primer momento de su llegada.

 

—Gracias por el informe, por favor.. haz pasar a los italianos. —ordenó con tranquilidad.

 

-Pero, ya los atendí y no requieren de su atención señorita. -respondió con tranquilidad.

 

—Hazlos pasar de todos modos, diles que quiero verlos.

 

Tras sus palabras y los titubeos por parte de Aracnín, comprobó que algo no andaba bien. Por lo que respirando profundamente, se sentó detrás de su escritorio y preparó su varita mágica por cualquier contratiempo que tuviese. Esperaba que todo saliese bien y que todo se tratara de un mal entendido por parte de la mente de su empleado, pero no podía estar del todo tranquila porque la situación de Inglaterra no era sencilla y menos si una de sus instituciones principales comenzaba a flaquear, era algo que no se podía permitir y menos porque esta estaba bajo su protección y dirección, aunque sabía que no todo dependía de ella, pero era mejor estar totalmente alerta e investigar esa pequeña duda que le había surgido tras haber usado la legilimancia con su nervioso duende.

 

En cuanto ingresaron los miembros de la embajada italiana, los invitó a sentarse y con una sonrisa en los labios se puso de pie.

 

—Bienvenidos, es un placer tenerlos en Gringotts. Pocas veces, tengo la oportunidad de convivir con personas de la patria de mi madre —la información que había revelado tenía como intención romper el hielo—, ¿puedo ofrecerles algo de beber?

 

Con sus palabras fueron tomadas de buena manera, algo que le relajó.

 

— ¿Es mitad italiana señorita Black Lestrange? Eso es toda una sorpresa y si, por favor un café para los dos. —pidió uno de los hombres.

 

El de apariencia regordeta y sonrisa amable, al parecer era quién llevaba la voz cantante en la reunión, así que con tranquilidad, indicó a uno de sus duendes de su total confianza, que trajera el pedido del señor. Mientras que su mente comenzaba a penetrar en la del mago, consiguiendo, llegar a él de manera ligera e imperceptible, como si todo se tratará de una obra de arte que él mismo estuviese creando. Rememorando las imágenes que habían tenido lugar tras la reunión con los búlgaros. ¿Era cierto? Estaba viendo la reunión que habían tenido hacía un par de semanas con miembros de aquella comunidad, a la cual le habían ofrecido su total respaldo, si bien no habían sido ellos si los miembros de su gobierno y se los habían comunicado.

 

— Si, mi madre es una Triviani. —reveló con tranquilidad— Pero díganme, ¿Puedo ayudarles en algo? ¿los han atendido bien? —preguntó, mientras continuaba escaneando la mente de su invitado.

 

La misión que tenían era infiltrarse dentro de la institución mágica, conseguir tener el control total y la lealtad de los duendes, ofreciéndoles el que una duende volviese a tomar la cabeza del banco, no sé porque no le sorprendió saber que Hera sería la nueva directora del banco en cuando la hicieran caer a ella, y el sentimiento de pena que embriago al diplomático le hizo saber, que eso no le gustaba del todo y menos después de saber que una mitad italiana ya llevaba las riendas de tan importante institución bancaría.

 

—Si, nos han atentado bien, solo queríamos venir a resguardar parte de las finanzas del presupuesto del gobierno italiano para la embajada, los tiempos que corren no son sencillos. —respondió con una sonrisa.

 

Claro era la tapadera que se habían inventado. Pero conocía ahora sus verdaderas intenciones, así que sin querer levantar sospechas le regaló una sonrisa conciliadora y le dio a entender a que se refería.

 

—Entiendo, me alegra que nuestros duendes les hayan atendido de la mejor manera. —mirando al segundo italiano se atrevió a preguntar— ¿Lo conozco de algún sitio? —aunque sabía que la respuesta era negativa, el mirarlo le facilitaría el acceso a su mente.

 

Confirmando lo que había visto en la mente de su compañero, estaban allí para ver el avance de la infiltración y el cómo estaba hasta el momento el apoyo de los duendes. Estaban divididos, algunos no querían ver caer a la Black Lestrange y menos a la institución inglesa en manos del enemigo, pero otros si porque decían que el banco era para los duendes, no para que una bruja estuviese al frente, haciendo y deshaciendo según sus ideas y ocurrencias. Eso era de lo que habían logrado hablar con Aracnín antes de su llegada, vaya todo era parte de una conspiración en su contra.

 

—No señorita, es la primera vez que la veo. Ahora, nos retiramos tenemos mucho trabajo que realizar. —después de sus palabras, ambos hombres de levantaron y se despidieron para abandonar su oficina.

 

Una vez que estuvo sola, se dedicó a trazar la nueva estrategia que seguiría porque tenía que tener a su gente de confianza bordeando la seguridad e intereses del Banco Mágico y a los demás, tendría que mandarlos a algún lugar con misiones o misivas falsas. No podría confiar en todos o se vería debilitado toda la estructura que durante tres años había trabajado para crear.

 

—Aracnín, Oxciem y Hera, que vengan a mi despacho. —pidió con tranquilidad, utilizando los medios de comunicación internos.

 

Cuando los tuvo delante de ella, los saludó con tranquilidad y les pidió que tomarán asiento, porque debían tratar temas delicados. Notando el entusiasmo en la mente de las criaturas, por saber que tendrían quizás información nueva y más actualizada sobre el gobierno inglés que les ayudará en su cruzada prestaron total atención.

 

—Necesito de sus capacidades para una misión, una es en el Banco de Norteamérica, tenemos que llevar esta carta a su director así que Hera serás la encargada, mientras que tu Oxciem irás a Noruega por las nuevas indicaciones y alimento de los dragones, es delicado el tema porque no puedo confiar en los contratistas en estos momentos, pero si en ti y tu Aracnín, serás el encargado de viajar a España con el préstamo que solicitó el Presidente Mágico, porque es una fuerte suma y con los tiempos que vivimos es vital que se cuide en todo momento.

 

La mente de los tres duendes se volvió un tanto turbia y pudo notar su molestia, porque las misiones duraban al menos un par de semanas para cada uno y eso les impediría continuar con su labor de rebelión e infiltración. Pero eso no le importó a ella, estaba manteniendo seguro al Banco y era lo único importante. Así que en cuanto cada uno partió con los magos asignados para dicha misión, se volvió a encerrar en su despacho y respiró profundamente. Había sido un día largo y pesado, como todos últimamente.

 

En cuanto notó un portal blanco aparecer cerca de la chimenea, supo que había conseguido superar la prueba, era momento de volver a la pirámide de las siete puertas y así lo hizo. En cuanto salió del portal y la puerta de la legilimancia, se encontró con la arcana quien la esperaba y mirándola con una sonrisa en los labios la saludó nuevamente.

 

—Lo conseguí. —dijo emocionada.

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