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Estudios Muggles


Matt Blackner
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Se encontró con la llegada de alguien a quien conocía, Maida. Automáticamente frunció el ceño, si es que podía hacerlo con más intensidad que antes. ¿Era necesario que toda la sociedad mágica, sobre todos los mortífagos, la vieran vestida de aquella forma? Sus ojos, que al natural eran grises, lucían negros como el carbón y parecían lanzar chispas.

 

No, no sé qué hacemos aquí y si no fuera porque no quiero desperdiciar mi dinero, ya estaría matando gente.

 

Las palabras fueron prácticamente una sentencia, aunque era evidente que no tenía pensamiento de matar a nadie por allí. Al menos de momento. Se tironeó de la ropa un poco y resopló, como un felino enfadado. Y entonces vio a Goshi. Puso los ojos en blanco, tendría que aprender a convivir con la idea de que se lo contarían a todos.

 

Entonces el tal McKennan la guió hacia alguna parte aunque no prestó atención al camino que tomaban, y se detuvieron junto a un mostrador con un montón de utensilios cuya función desconocida. Y palomitas de maíz, que eran lo único interesante del lugar. Le dio un identificador, que miró con recelo, y luego observó a la tal Connie. Le cayó mal a primera vista. Y ni qué decir en cuanto abrió la boca.

 

No, ¿cómo voy a trabajar yo en un sitio así? —preguntó, frunciendo el ceño. Anne siguió con la mirada el gesto de Connie, que alzó una parte de aquel mostrador para invitarla a pasar. Ella, sin embargo, apoyó ambas manos en la superficie y saltó por encima sin rozarlo más que en el punto de apoyo haciendo gala de la agilidad que la caracterizaba. ¿En serio pensaba aquella muggle que ella necesitaba alzar aquella puerta secreta para pasar? Le faltó un pelo para reírse en su cara, pero se contuvo recordando que era una especie de clase. Se suponía.

 

Intentó escucharla mientras le explicaba cosas, señalando a uno y otro lado. Le costaba seguir el hilo. Pero de repente, la miró sin comprender.

 

¿Por qué no se les vende alcohol? Qué tontería.

 

Miró la siguiente parte, la de los snacks. Y luego la parte de las palomitas. Aquella le gustaba, pero para comer, no para vender. Y luego aquella cosa con botones y números. Parpadeó, sin entender.

 

Ehm... sí, muéstramelo. ¿Tecleas ahí y te dice lo que les debes cobrar? ¿No os sabéis los precios de memoria y los calculáis? Qué vagos sois los muggles, en serio.

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