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Cuando la sangre llama.


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Ministerio de la Magia - Italia

9:23 PM.

 

Sus puntiagudas uñas, cubiertas por un brillante esmalte negro, golpeaban nerviosamente la mesa. Había colocado sus brazos a ambos lados de la extendida carpetilla negra que Piero les había entregado minutos atrás. Sobre la primera página había colocado la fotografía tomada al fragmento del libro de Thot, en la exhibición egipcia de un museo florentino, que en esos momentos se resguardaba bajo decenas de encantamientos y medidas de seguridad en su casi inaccesible bóveda de Gringotts. Piero le había encomendado la tarea de ocultarla y había asignado para aquella tarea dos de sus más expertos custodios. Lucrezia sonrió satisfecha al recordar la cuantiosa suma de dinero que el Ministro le había prometido y apartó la imagen hacia un lado.

 

Su única intervención en aquella reunión había sido una leve inclinación de cabeza dirigida a Matthew, el único que había tenido el gesto de saludarla verbalmente, y otra para Jeremy. Sin duda que en otras circunstancias no se hubiese comportado de manera cordial con el segundo dado su historial de intercambios belicosos pero el contexto de seriedad que teñía aquella reunión hacía imperar la mesura. Su azul mirada se había centrado casi en todo momento en Piero, con una expresión entre anonadada y extasiada por el poder y la impronta que el Ministro había aprendido a manejas. La aristócrata sabía al dedillo la historia política de aquel imponente hombre y su lucha para hacerse con el puesto desde el escalafón más bajo que uno pudiese imaginar.

 

Di Médici había observado con disimulada desconfianza como los Triviani se levantaban de sus respectivos asientos, todos ellos en un espacio predominante de la mesa, y utilizaban magia Uzza para ocultar sus palabras. Le había sorprendido lo directo del discurso de Piero hacía ellos, sin suavizar sus ideas y sin tapujos. El Ministro siempre se había movido dentro del círculo político, incluso en los sectores más corruptos, con una diplomacia única que delataba su formación y su experiencia en la Defensoría del Pueblo. Amplio en sus acuerdos y medido en la toma de decisiones personales, Piero Azzinari era representante de una Italia que florecía.

 

Rápido fue su instinto cuando notó en la expresión de aquel hombre la intención de interrumpir aquella reunión familiar que se había desprendido sin pedir permiso de la que incluía a todos. Lucrezia llamó su atención elevando su mano izquierda y haciendo un ligero ademán en señal de que detuviera a sus custodios, quienes ya habían recortado cierta distancia con los Triviani. La aristócrata aclaró sonoramente su garganta y, moviendo con su diestra los documentos dentro de la carpetilla, alzó su voz por primera vez en aquel recinto.

 

- Déjalos. No puedes llevar a cabo lo que quieres hacer sin un mínimo vínculo de confianza y créeme- dijo, haciendo hincapié en su tono en la última palabra- que es difícil ganarse la confianza de un Triviani, lo sé por experiencia propia. Tienes el poder de todo un Ministerio, no te detengas en inmundicias. No le has pedido nada simple tampoco.

 

Su intervención había sido lógica y convincente, como era costumbre en ella, y lo notó en la expresión de Piero, que volvió a acariciar su bigote de adentro hacia afuera con gesto pensativo. El Ministro indicó con una seña a los funcionarios de seguridad que volvieran a sus puestos, pegados en una de las grises paredes laterales de la sala, y retornó a su ubicación centra en una de las puntas de la mesa. Observando primero al resto de los representantes de las diferentes familias italianas y luego recostando su mirada sobre Lucrezia, Azzinari volvió a hablar:

 

- No le deseo el mal a Aaron Black Lestrange, teniendo en cuenta el desastre que heredó de los Malfoy. Si no era la guerra, el tiempo lo iba a obligar a dimitir. Así es la política y pese a que no lo conozco personalmente, no le veo la pasta para resistir todo lo que acarrea un puesto semejante.- sentenció Piero a sabiendas que los Triviani, aún metidos de lleno en su debate, no lo oían.

 

- No te culpo por creer eso. No hay mayor prueba de debilidad que tomar medidas radicales apenas se asume en el poder. Instaurar leyes xenofóbicas siempre te asegura un núcleo reaccionario de apoyo pero ¿Es suficiente para mantener el poder?- la italiana dejó que la pregunta flotara en el aire mientras desviaba su mirada de Piero, pues no quería desear a viva voz la caída de su compañero de La Marca Tenebrosa.

 

Aquel intercambio de razonamientos políticos se vio interrumpido repentinamente por la entrada de la secretaria personal del Ministro, la mujer de mediana edad y notables anteojos de marco circular con la que Lucrezia había diagramado el financiamiento a la compra de criaturas peligrosas mediante el Banco Médici. La funcionaria ministerial se paró junto a Azzinari y, ocultando el movimiento de sus labios entre ambas manos, le susurró algo al oído. Fueron solo unos segundos en que la expresión en el rostro de Piero pasaron de la carencia de emociones delatoras a un gesto de sorpresa. Se llevó el dedo índice a la parte inferior de su ojo y le indicó a los custodios que mantuvieran la atención en los Triviani.

 

- Me disculpo, tengo un asunto de un minuto que debo atender. Nos ha llegado una información sobre MACUSA que debo corroborar.- aclaró con tranquilidad el Ministro, preso de la circunstancia, y salió caminando junto a su secretaria del interior de la sala. La metálica puerta se cerró con un chirriante sonido tras de él.

 

Lucrezia siguió su figura hasta que éste desapareció ¿MACUSA? La aristócrata, aunque acostumbrada a rodearse de diplomáticos, no entendía ni podía intuir la incumbencia de lo que allí se trataba con el congreso mágico de Estados Unidos. Sin embargo, sea lo que fuere, la expresión preocupada en el deteriorado rostro de Piero no había dejado espacio a ninguna duda: un hecho acontecido al otro lado del Atlántico había impactado a la Comunidad Mágica. Fue en ese improvisado ínterin que por fin la aristócrata se decidió a intervenir y, apoyando ambas manos sobre la mesa, se levantó de su cómoda silla. Caminó elegante, pasando cuidadosamente por detrás de otros invitados a la reunión, y llegó en un santiamén al lugar apartado donde se encontraban Zoella, Jeremy y Matthew.

 

- Los he salvado de que los repriman por el uso de magia aquí dentro.- les advirtió con actitud autosuficiente, sabiendo que entre los Di Médici y los Triviani existía un mínimo de fidelidad- En nada activarán la protección contra la magia en esta sala ¿O son tal ilusos que no se dan cuenta que ésto es un búnker? Sea cual fuere su decisión no les conviene ir en contra de Piero pero basta de secretismos.

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-Tu nacionalidad no debería importar cuando estamos hablando de sangre -Le recrimino el vampiro a su hermana, mirándola con dureza, un poco exasperado porque lo contradiga - Yo también creo que no podemos entregar a Aaron. Debemos protegerlo, pero…

 

Se encogió de hombros demostrando que poco le importaba que ocurriera. Aún estaba receloso por ser reconocido poco tiempo después que asumiera su cargo. Todo para que no hubiera ningún tipo de escándalo que le estallara en pleno periodo como un jefe de estado mágico. Aaron era inteligente, había apagado el fuego y arreglado con los bomberos para que no pasara a mayores.

 

-Tenemos que ser cautos, yo tampoco soy Italiano, Matthew -Se dirigió a su hermano, mirándolo de perfil - Todavía tengo contacto con Rusia mediante un informante -Echó una mirada a la mesa y los vio entretenidos hablando - Debemos tomar una decisión rápido. Aceptaré todo lo que proponga el hombre, y veremos que reciben los Triviani a cambio de su ayuda. Mínimo uno de nosotros debemos ser viceministro de Italia -Sentenció.

 

No tardó mucho en tensar el cuerpo, al notar que los dos patovicas estaban en camino pero se detuvieron. Estaban al borde de ser atacados, y la tensión empezaba a crecer. Ya se notaba las caras sombrías por la espera. Usar magia tampoco les había beneficiado mucho.

 

-Sonrían, ahí se acerca la Di Medici -Dijo a sus hermanos, sonriendo como si no pasara nada - ¡Lucrezia! Es un gusto volver a coincidir contigo, habíamos notado que es un bunker, pero aun así, la protección mágica siempre tiene un mínimo de desgaste, que puede aprovecharse-Continuó mirando de reojo a Zoella que estaba con mala cara, por su parte él no tardó en fruncir el ceño a las últimas palabras de la rubia - ¿Conveniencia? Creía que para eso estábamos aquí. Porque a todos nos conviene en algún punto que Italia entre con fuerza a la guerra. Volvamos a la mesa…-Les dijo señalando la mesa y dando por terminada la pequeña reunión. En el camino a la mesa, en cuestión y usando a sus hermanos de escudo, Jeremy se subió la manga del saco y la camisa, para apoyar la varita en la Marca Tenebrosa. Candela Triviani sentiría el llamado de su primogénito.

 

 

 

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Editado por Jeremy Askar Triviani

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09:24 PM

Se desplomo sobre la pared empapelada de aquella sala, dejando salir un leve y casi inaudible suspiro.

Sus azabaches orbes se movían mirando a ambos, era verdad, poco le importaba lo que pudiera pasarle a su padre en este momento, luego de haber presenciado aquel discurso xenófobo. Pero por otro lado, el gitano era una persona fiel a su sangre, no traicionaría jamas a alguien que la tenga, aquellos que traicionan sus ideales son peor que la escoria. Estaba decidido, no entregaría a Aaron, pero si, participaría de la guerra, masacraría y arrasaría con todo Ottery de ser necesario... Existían muchos métodos para derrocarlo de su poder, y librarlo del estatus que se le había otorgado, poco tiempo atrás.

Toco la mejilla izquierda de la menor, luego de reincorporarse y le sonrió. Nunca dejaríamos que te hicieran daño, Zoella acoto, escuetamente.

¿Sentimentalismo en medio de un caos? no, solo se estaba cerciorando de que no los traicionara. Y quizá, si, la apreciaba. El plan para debilitar a Gran Bretaña era mucho más grande que simplemente atacar el Ministerio o al Ministro. Después de todo, abiertamente confeso ser un mortífago, y estaba seguro que no seria tarea fácil pasar de ellos, más de los Británicos. Arrugo su boca en forma de desagrado por aquellos.

Tú lo haz dicho, hermano soltó Acepto participar de la guerra contra Inglaterra, pero no entregare a mi padre en una bandeja... Cambien dudo que Amá nos lo permita, o ella misma arriesgue tan poder adquisitivo por algo tan burdo como este juego de títeres argumento observando con el rabillo del ojo que la blonda se acercaba hacia ellos.

Volvió su mirada a Jeremy, quien se los advirtió; la magia gitana siempre tenia un precio, y en este caso a veces era efectiva contra pequeños encantamientos toscos, no eran más que contratiempos para los hermanos, cuando se encontraban juntos, su confianza aumentaba. Levanto la ceja izquierda al escuchar el comentario de Di Médeci. ¿Reprendernos por el uso de magia? quien osaría hacer tal cosa. Estaba seguro de que aquellos custodios no conocían de lo que la familia Triviani era capaz, y lo cuan desequilibrados mentalmente estaban.

No iremos en su contra, pero tampoco estaremos a favor de sus propias convicciones, no de todas hizo énfasis en eso ultimo.

 

Se dirigió a la mesa sin despegar su mirada de la aristócrata. Lucrezia tenia un ápice de confianza por parte del gitano, después de todo, Matthew no era una persona fácil y mucho menos relajada cuando su familia era amenazada por alguien que su vida no tenia valor -haciendo referencia a Piero- para él. Observo discretamente lo que el Patriarca de la familia hacia, y media sonrisa se figuro en la comisura de sus pequeños labios.

 

Tomo asiento nuevamente en donde se había ubicado de forma inicial, apoyando sus codos sobre la mesa, entrelazando sus dedos.

 

 

@@Candela Triviani

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@@Lucrezia Di Medici Di Médeci

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Callejón Knockturn. Borgin & Burke

09:10 pm.

 

Mantenía cierta distancia de la de la mujer que la acompañaba. Primero, porque la cercanía con una persona le suponía una alteración física. Algo así como una alergia. Sí, era consciente de que se trataba de algo psicológico; mas ya resignada a ese defecto mental, lo único que le quedaba era hacerle caso a las señales que le enviaba su cerebro y no contradecirlo. Aunque sospechaba que había algo más en ese rechazo tan profundo que le dedicaba a la gente. De hecho, ni siquiera era una sospecha, era una certeza que se había prometido solucionar una vez que visitase a Rosália y Sauda. Segundo, no confiaba en ella.

 

Acababan de llegar del puerto de Blackpool, a donde había tenido que ir a buscarla porque la muy idi*** se había equivocado en el hechizo traslador. Candela puso los ojos en blanco al recordar el incidente y se dijo que, de no ser porque le interesaba cerrar de una buena vez ese trato, habría dejado a la amante de un banquero infeliz podrirse con el olor a sal y pescado del muelle en donde la encontró. Claro, le habría hecho un favor a la ilustre esposa y salvado de la humillación... Demasiado fácil, pensó. En su lugar, decidió llevarla al lugar en donde le entregaría la mercancía y recibir la bolsa de galeones que le habían prometido.

 

- Por aquí. -se introdujeron ambas figuras en un pasaje muy pequeño, que dio lugar a la entrada trasera del Borgin & Burke. Candela entró primera y cerró la puerta, en silencio sepulcral, una vez hubo ingresado su acompañante.

 

La mujer se quitó la capa de viaje y descubrió la melena oscura, con algunas canas adornando la cabeza, debajo de la capucha, el vistoso vestido hizo entender a la Triviani el por qué de que estuvieran siguiéndola un grupo de maleantes en el puerto. ¿Nadie le había dicho que debía ir con perfil bajo, sin llamar la atención? De repente, a Candela se le ocurrió que era quizás lo que el mago que la contactó esperaba. ¿Quería a su amante muerta? No entendía por qué, entonces, la llamaría a ella. No importaba, de todos modos, siempre y cuando recibiese su paga. Le señaló a la mujer el perchero en la puerta, donde colgaría la capa, y la guió hasta su oficina.

 

- Siento, de veras, haberla importunado de esta manera. -se disculpó por enésima vez doña Ederra, el nombre con el que se había presentado, con un marcado acento español. Cruzó ambas manos a la altura del vientre, en un inequívoco gesto de humildad, que hizo a Candela preguntarse para qué querría un adinerado y joven hombre, además, a una mujer que bien podría ser...

 

- Merlín... -murmuró mientras sonreía y sacaba unos canastos del mueble que estaba pegado a la puerta. Alcanzó a escuchar un "¿Disculpe?" de la mujer, mas hizo un gesto con la mano, desestimando sus propias ideas. Se reía de sí misma y de lo que había concebido en su cabeza desde un principio, pues doña Ederra podría no ser la amante sino la madre del hombre con el que había contactado. Al fin y al cabo, sólo podía imaginarse la vida que tendrían sus clientes pues nunca hacia preguntas al respecto, ni le interesaba.- Aquí están. -dijo por fin y los ojos de las mujeres se iluminaron al ver dos huevos de dragón en la canasta, enormes y brillantes. Los colores hipnóticos para ambas.

 

- Creo que esto es suyo. -le extendió a la Triviani el zurrón con el oro.- Esto es... -se sorprendió al descubrir sobre el escritorio un pergamino amarillento con tres cintas de colores verde, rojo y blanco al costado.- Debe ser difícil... -empezó a hablar cuando vio que la Triviani tomaba el pergamino y lo tiraba al tacho de basura en el rincón de la habitación.

 

- Me temo que hemos terminado. -sentenció con un tono que indicaba no aceptar ningún tipo de intento de entablar amistad. Si había salvado su vida se debía a que era la gallina de los huevos de oro, nada más.

 

Además, no quería ni pensar en la misiva que le había llegado por parte del Ministerio de Magia de Italia. Nada más recibirla, descartó la posibilidad de asistir y le había dado de cenar a Green, su basilisco, el animal que llegó con el pergamino citándola. Quizás, pensaba, el traslador que había sido enviado antes de la misiva, estuviese aguardando en el castillo hasta último momento. Ederra, impertérrita, asintió en silencio y caminó detrás de la anfitriona hasta un estante lleno de frasquitos. Vio cuando, de entre ellos, sacó una cuchara y la hizo brillar.

 

- Buena fortuna, señora Triviani. Mi señor estará encantado con la nueva adquisición. -se despidió la mujer, abrazada a la canasta que contenía los huevos de dragón, y tomó el traslador.

 

Ni siquiera termino de volver a su oficina, cuando sintió el escozor en el brazo y la salamandra en su cuello tembló. Llevaba días sintiendo interferencias físicas y mentales con... Escupió. Detestaba pensar en ella. Se animó al percibir, una vez más, la molestia en el antebrazo. No se trataba de ella, sino de que la estaban llamando.

 

- Fulgura Nox.

 

 

 

MM - Italia. 09:30 pm

 

Sus ojos tardaron en acostumbrarse a la luz que ofrecía aquel lugar, mientras desaparecía el portal que había cruzado desde su negocio en el Callejón Knockturn. La magia Uzza era superior, sin duda, y prefería más los portales a usar trasladores, cuyo efecto en su estómago había aborrecido toda la vida Parpadeó un par de veces para ajustar la vista y poder apreciar lo que sea que la había convocado. Varita en mano, claro, pues aunque el llamado hubiese venido de parte de alguien del bando, ni siquiera en ellos confiaba como para presentarse con la guardia baja. Sin contar que, si había sido llamada por la Marca Tenebrosa, no sería algo bueno. Echó una rápida ojeada a los presentes.

 

Comenzó a arrastrar los pies desnudos en cuanto se topó los rostros de Jeremy, Zoella y Matthew, alrededor de una mesa negra, y al darse cuenta de en dónde se encontraba. Fulminó con la mirada mercurio a los tres y se detuvo, con cierta sorpresa, en los zafiros de Lucrezia. Tendría que haber imaginado que estaría allí, una Di Médici. Alguien que se movía en los círculos más altos de la sociedad y que manejaba una chequera más jugosa que la del mismísimo Ministro Italiano, seguramente no podría perderse de una junta de tal magnitud. Aún así, agradecía de encontrarla entre los presentes; de otro modo, habría cometido una masacre con los engendros que tenía por hijos.

 

- Tal parece que me necesitaban. -se mofó, adoptando una actitud más relajada, mientras llegaba hasta la mesa y apoyaba ambas manos en la superficie oscura.- Piero... - saludó cuando reconoció al Ministro Italiano.

 

No pasó desapercibida la ausencia de Alyssa, se extrañó de no encontrarla allí puesto que había partido con la idea de presentarse ante el gobierno de su país natal para presentar sus respetos. ¿Qué había pasado, entonces, que se requería de la presencia de la Zingara en una reunión a la que le tenía la misma alergia que al contacto con la gente? No quiso preguntar en ese momento por su tía para no dar muestras de debilidad, pero encontraría el momento oportuno para sacarle esa información al hombre que, según él y la gente que lo aclamaba, tenía el poder en esa diminuta sala.

 

Candela, muy al contrario de su madre y de su tía, no regalaba su lealtad por muy poderosa que fuese la figura. Era de la creencia de que, si Piero estaba donde estaba, era gracias al pueblo que seguía ciegamente sus palabras y, mayormente, a las gestiones que se cocían tras bambalinas; de las que, principalmente, la familia Triviani había sido partícipe. Había sido así con todos los altos mandatarios, la mafia se encargaba del trabajo sucio, mientras ellos disfrutaban de sus cómodos sillones. Piero no era excepción, por supuesto. Hacia la vista gorda a todo lo que hacía la familia de la gitana, en parte porque le convenía al bolsillo, en parte porque -quería creer la matriarca- le convenía a su vida.

 

- Diría que me apena haber llegado tan tarde, pero la verdad es que no tenía pensado asistir. - tomó uno de los vasos que contenía agua y lo vació en la jarra que había en el centro. -¿Cómo estás, Lucrezia?

 

Con vaso en mano, se acercó a Matthew y rebuscó entre sus ropas la petaca que siempre llevaba consigo. Se sirvió el líquido ambarino, con inconfundible olor a alcohol, y le dio un sorbo. Se relajó un poco más. Se daba cuenta de que tenía los hombros tensos.

 

- Y bien, ¿para qué soy buena?

 

 

 

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@@Lucrezia Di Medici Di Médici

 

Me salió cortado ;o;

Edit 2: malditos caracteres ;o;

Editado por Candela Triviani

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Ministerio de la Magia - 9:26 PM

 

Si bien fue Jeremy quien primero se dirigió a ella, su mirada zafiro permanecía clavada en Matthew; al momento de conocer a los Triviani, la aristócrata había elaborado en su cabeza una lista del miembro menos odiable al más odiable de aquella familia donde primaba el desquicio y aquel hombre de ojos azabache era quien la encabezaba. Percibía en él un gusto similar por los negocios y la existencia de intereses en común muy entrelazados además de, claro, una actitud mucho más cordial que la de sus denostables hermanos.

 

- Es un gusto también, Jeremy- respondió Lucrezia con una cordialidad adrede exagerada- A todos nos conviene estar aquí y ahora pero más nos conviene no contradecir mucho al Ministro.

 

La advertencia fría que se advertía en el curso de sus palabras no cesó en su intensidad. Necesitaba que los Triviani, presos de su propio orgullo ciego y sus poco estudiadas enfermedades mentales, entendieran la seriedad en la que se sumía la situación; al fin y al cabo, eran una familia aliada en los negocios de los Médici y no quería perderlos bajo un ataque del implacable ejército de los funcionarios de seguridad, comparables a los aurores ingleses, que no escatimarían recursos para perseguirlos allí donde fuesen. De hecho, aunque se negara a aceptarlo en su consciente, empezaba a apreciarlos. La carencia de una descendencia propia en Gran Bretaña, incluso de otras ramas de su árbol genealógico, le despertaba un sentimiento ¿Maternal?

 

- Porque no quiero que nada malo le pase a Aaron es que los exhorto a seguir lo que dice Piero. Lo último que quiero es sangre mortífaga en sus manos.- sentenció en los últimos segundos antes de que la magia Uzza perdiese su efecto sobre los oídos de los demás presentes.

 

Lucrezia dio medio giro sobre sí misma y acompañó a los hermanos Triviani de vuelta a la ovalada mesa de reuniones, siguiendo de cerca a Matthew con quien estableció un notable contacto visual. Frunció levemente el ceño, tratando de transmitir en sus bellos ojos azules su pedido de mesura y tranquilidad. Los pormenores y los detalles de aquel trato que estaba a punto de llevarse a cabo podrían tratarse después, pero mientras el grupo permaneciese en el interior de aquella oculta sala sus vidas y -más importante- sus negocios estaban en indudable peligro. Di Médici no traicionaría a Piero y mucho menos los intereses de su país natal, de su amada nación, de su sangre y de la sede principal de su banco ¿Pero perdería a los únicos ‘amigos’ que tenía en Ottery y dentro de La Marca Tenebrosa?

 

Fue en el justo instante en que retomó su lugar en la mesa, sentándose cómodamente y colocando una pierna arriba de la otra bajo la amplia falda de su vestido, que el chillido de la acorazada puerta metálica volvió a elevarse en el recinto y la presencia imponente de Piero Azzinari cruzó el umbral. Lucrezia clavó su mirada en él sin un atisbo de disimulo. Las facciones relajadas de su tosco rostro denotaban mayor tranquilidad que al abandonar la sala y podía interpretar algo más de confianza, posiblemente ganada gracias al papel que portaba en su mano. Éste retomó su posición predominante en la punta de la mesa, acompañado a un lado por su secretaria, y volvió a alzar la voz.

 

- Posiblemente se enteren por otros medios, pero no veo inconveniente en informarles qué requirió mi presencia momentos atrás.- la voz de Piero sonaba afable, más cerca del joven de puesto medio en el Ministerio que del Ministro.- El Presidente de MACUSA ha declarado abiertamente su apoyo a la Orden del Fénix y los organismos de inteligencia ya hablan de un posible atentado.

 

Lucrezia no tuvo tiempo de reaccionar a tal hecho, posiblemente con sorpresa, pues advirtió un hecho disonante desarrollándose en la sala: una esfera de luz oscura se había materializado contra una de las paredes de la sala y rápidamente se desplegó, formando un ovalado portal que fue atravesado por una figura conocida. Candela Triviani se había hecho presente, dejando del otro lado alguna especie de negocio tétrico, en la reunión. Una sonrisa cargada de ironía se dibujó en sus carnosos labios; para su satisfacción, Jeremy se había equivocado. Sin saber muy bien el motivo de aquel gesto, le guiñó el ojo a la recién llegada.

 

- ¡Suficiente!- interrumpió súbitamente la grave voz de Piero.

 

Piero Azzinari.

Ministerio de Magia de Italia – 9:30 PM

 

- ¡Suficiente!

 

Piero elevó su negra varita en el aire y, al llegar al punto más alto que su brazo permitía, ésta emitió una transparente onda mágica que se extendió por toda la sala a solo unos centímetros del techo. Los papeles de las carpetillas se agitaron con aquel ligero movimiento. La consecuencia de aquel hechizo fue inmediata: cualquier tipo de magia, incluida la Uzza, no surtiría efecto entre aquellas cuatro paredes grises, excepto las provenientes de funcionarios ministeriales autorizados. Azzinari detestaba limitar la magia, lo veía como una censura a la naturaleza maravillosa de los magos y brujas, pero la insolencia con la que se manejaban los Triviani lo obligaba a ir por unos momentos contra sus principios.

 

- Apenas abandonen esta reunión podrá usar tanta magia como quiera, señorita Triviani.- aclaró con cuidada serenidad, pues sabía los sentimientos que podría arrancar la imposibilidad de valerse de su varita.- De hecho, podrá utilizar más de la que le permite la ley mágica.

 

El Ministro dejó el papel que llevaba en sus gruesas manos sobre la superficie negra de aquella mesa y lo impulsó hacia Candela, quien lo había saludado previamente. Aquel documento estaba titulado bajo el escudo del Ministerio Italiano - una blanca estrella sobre un engranaje gris, ladeado por dos verdes laureles - y era escueto en palabras, haciendo más que obvio su carácter de confidencial pero poco oficial. Cualquier ojo experimentado en magia podía percibir la magia que cubría aquel papel. Lo imprevisible de las circunstancias bélicas había obligado a Piero a correrse de la línea de transparencia pública que lo había caracterizado ante los ojos de su gente. El fin justifica los medios, esa frase tan supinamente cliché cuya veracidad siempre había puesto en duda, hoy era su más arraigado mantra.

 

- Increíble lo que avanza el estudio de la magia ¿Verdad?- se mofó, perdiendo por unos momentos la severidad en sus palabras- Lo de tomarse las manos quedó en el pasado y ahora se pueden realizar juramentos inquebrantables como contratos. Un alivio para la señorita Médici y sus guantes, sin duda.

 

El Ministro elevó su diestra a la altura de su hombro y chaqueó sus dedos, produciendo con aquel acto la aparición de una pluma mágica frente a Candela, capaz de reconocer la identidad de su portador. Por primera vez en aquella reunión Piero decidió prescindir de su postura de anfitrión de la reunión y tomó asiento, repartiendo la atención de sus oscuros ojos en cada asistente por igual, deteniéndose nuevamente en la Matriarca Triviani. Piero no obviaba que aquel sería el hueso duro de roer de la jornada pero se había enfrentado a tantos en su carrera, incluso su antecesor, que no cedería con facilidad.

 

- Supongo que ya sabe de qué trata todo esto. Me disculpo si se mal interpretó el sentido de mis palabras y mi tono, puedo haber pecado de muy amenazante pero nada está más lejos de mi verdadera intención.- anunció, dedicándole al resto de los Triviani una inclinación de cabeza muy sutil.- Quiero una salida digna para Aaron y que no se lo trague la historia, mucho menos la fuerza bruta de Rumania y todos los que quieren acabar con su poder. En principio, necesito de ustedes su influencia para que dimita. A cambio…

 

La secretaria personal de Piero, que aún permanecía de pie esforzándose por mantener su semblante carente de sentimientos, le entregó una copia de aquel contrato inquebrantable. El Ministro lo tomó entre sus manos, lo colocó sobre la negra superficie de la mesa y extendió su silencio unos segundos más para beber un sorbo de agua de uno de los vasos dispuestos para los presentes. Aclaró silenciosamente su garganta y bajó su mirada, para intercalarla entre el documento y los fulminantes ojos de la Zingara a medida que hablaba. Sus expectativas eran altas y la expresión en el rostro de Candela podría guiarlo en su discurso.

 

- Permitiré que lleven a cabo sus negocios con total libertad por el lapso de dos años. Me ocuparé personalmente de indultar cada crimen de los que se acuse a los Triviani, incluido el uso de maleficios imperdonables. Luego, la relación seguirá como hasta ahora. En adición- su mirada descendió al segundo párrafo - pondré a disposición todo mi aparato político para que un Triviani asuma el poder apenas se vuelva a conformar el gobierno británico, una vez la guerra termine. Por último, me comprometo a mediar con la comunidad internacional para mantener el status de libertad y seguridad de Aaron y todos aquellos a los que aprecie. Todo a cambio de su lealtad a Italia en el desarrollo de la guerra, el uso de los recursos que podamos obtener de sus contactos en el bajo mundo y de la influencia que tiene con el Ministro ¿Qué opina? O más bien ¿Qué opinan?- repreguntó con ánimo, dirigiéndose al resto de los miembros de la mafiosa familia.- Algunos detalles del trato se pueden discutir, claro.

 

 

--

 

Off: Jeremy no rompas la tradición del horario o.ó

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MINISTERIO DE MAGIA ITALIANO. 9:23PM HORA ITALIA.

Y ahí, en medio de la confrontación de miradas entre Jeremy y yo habló Matthew, medio apoyando a los dos. Giré mi rostro hasta él y le devolví la media sonrisa, bastante tensa a decir verdad. Giré otra vez al rubio cuando empezó a hablar, mantuve mi cara sin expresión alguna hasta que comentó lo de ser viseministro y me dispuse a refutar - ¿alguno de ustedes? Si ni italianos son - me reí - En tal caso, mamá o yo tomaríamos el puesto - sentencié, sentí la caricia de Matthew pero sin embargo, mi molestia no mermó. Durante nuestra charla miré de soslayo como el ministro se iba y a los pocos segundos Lucrezia caminó hasta nosotros.

Por su parte, el rubio sacó una sonrisa falsa mientras que a mi me fue casi imposible gesticular ante mi molestia. Sin querer mantener por más tiempo la conversación tomé la iniciativa de irme a sentar no sin antes dejar una ultima frase - Por primera vez, concuerdo con Lucrezia - y me encaminé a la mesa, manteniendo distancia de todos y volviendo a observar los papeles, papeles que presentaban uno de los fragmentos del libro de Thot, ¿tendrán uno escondido en el ministerio o es el que se mantiene bajo el poder de Gringotts?

MINISTERIO DE MAGIA ITALIANO. 9:32PM HORA ITALIA.

Llevé mi mano a mi frente en cuanto La Zingara apareció, con varita en mano dispuesta a atacar. Jeremy seguro la había llamado a través de su marca y ella, como siempre había venido dispuesta a matar si debía. Se mofó de nosotros o más bien, de Jeremy que no podía con su puesto de supuesto patriarca (xD). Ella, con un aire muy propio le habló a Piero, quien hacia unos minutos llegó anunciando algo que a todos nos tomó por sorpresa. ¿La Orden del Fenix con el MACUSA? Debía de informarle del hecho cuando antes a Anne, ahora como lugarteniente cada movimiento de nuestro enemigo era un atentado a nuestro equilibrio.

El ministro, notablemente molesto levantó su varita y lanzó un hechizo que hizo volar todo pergamino y papel sobre la mesa, para anunciar que prohibía el uso de magia en el bunker. Reviré mis ojos, como siempre los Triviani causando estragos. El italiano comenzó a hablar, mientras una pluma que había invocado comenzaba a escribir sus palabras, en una especie de contrato, contrato que la gitana debería de firmar. contrato que prometía más allá de lo pensado.

Giré mi rostro a la bruja, y le lancé una mirada de advertencia que esperaba entendiera. Piero no me parecía un hombre de fiar, y conocía un poco sobre ciertos pensares que tenía. A mi parecer, Candela debía media más esos acuerdo, y estaba segura de que la mujer escogería la salida más sensata para todos. Por mi parte, me crucé de brazos a la espera del siguiente movimiento, prefería guardar un perfil bajo porque dentro de la sala, la que más tenía las de perder era yo.



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  • 2 semanas más tarde...

Ministerio de Magia Italiano - 9.35 Hora Italiana.

 

 

El vampiro fulmino con la mirada a la Di Medici, mientras iban hacia la mesa. Sabía que Matthew tenía razón en lo que le había dicho sobre seguirles el juego de títeres al Ministro Italiano, mientras armaban un propio plan secreto que cuidaría los intereses propios de la familia. No confiaba en Lucrezia aunque su madre por lo visto había caído en los encantos de la rubia, o eso les hacía creer a todos. Ignoro la molestia de su hermana, pero corrió su silla para que se sentara, antes de hacerlo a su lado. Mientras Matthew tomaba el otro lado de Zoella, ambos sin hablar, sabían que la protegerían con su vida.

 

Candela no tardó en aparecer en la sala, para mirarlos con fastidio. Jeremy apenas pudo mirarla a los ojos, estaba tan enojado con ella que mientras menos se cruzaran, era mucho mejor. Se concentró en mirar el rostro de Piero para detectar el cambio ante aquella aparición inesperada que hacía tan solo unos momentos atrás habían dado por descartada. La voz del Ministro no tardó en subir de tono para hablarles a todos y presentarle a la matriarca Triviani un contrato irrompible con muchos beneficios para la familia.

 

-Dos años me parece poco tiempo, señor Azzinari, siete estarían mejor -Dijo para ganar un poco de tiempo - Habría que llegar a un punto medio, y Aaron junto a los que aprecian su compañía, deberían de tener un salvoconducto hacia un lugar seguro que solo sepamos unos pocos, los Triviani para ser más exactos. Usaremos el Obliviate con él, para protegerlo en su anonimato - Miró por fin a Candela buscando alguna señal, antes de volver la vista a Piero. Espero su respuesta.

 

 

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Cerró con fuerza los dedos alrededor del vaso que sostenía y se contuvo de empezar una guerra en el instante mismo en el que Piero se dirigía a ella, como si se tratase de una adolescente difícil de llevar. La pesadez que sintió en el aire, y que se le alojó en la boca del estómago, bastó para darse cuenta de que, en lo que a magia se refería, estaba en desventaja.

 

La salamandra en su nuca se rebulló hasta hacerse un ovillo tan doloroso, que Candela tuvo que obligarse a bajar la mirada para ocultarlo; un gesto que podría interpretarse como sumiso de su parte. Rascó su cuello de forma inquieta y atrajo su cabello hacia adelante, de modo que escondiese lo que estaba pasando detrás de su oreja. Detestaba su lado demoníaco, creía que sólo servía para hacerla vulnerable; por eso se ocupaba de mantenerlo a raya con magia, pero esa limitación... >, bisbiseó una voz en su cabeza.

 

- Me priva de la magia y pretende que le venda mi libertad. Me parece muy descarado de su parte, señor Ministro. -siseó al tiempo que elevaba una mirada desafiante.- Y todo por, cuánto, ¿Dos años? -quiso reírse, una propuesta ridícula, eso era.- Nos pide la cabeza de Black y, con ella, un país, y nos ofrece migajas. Más fácil sería matarlo antes de que dimita, y nos estaríamos echando encima a toda Gran Bretaña. -le tenía sin cuidado. Quería decir que se estarían echando encima a una multitud de magos tenebrosos, pero sólo miró fugazmente a Lucrezia.

 

Había escuchado la oferta para el Ministro de Magia inglés con una mueca indescriptible. ¿Qué le importaba a ella lo que le pasara a Aaron? ¿Lo que pasara con su círculo? Pensaba que bien podría estar muerto y le daría exactamente lo mismo, pero entonces ¿Dónde quedaba ella y qué obtendría de él?. Ladeó la cabeza para contemplar a Matthew y largó un suspiro mientras escuchaba a Jeremy romper con el silencio que provocaba la falta de respuesta de la matriarca. Estaba furiosa.

 

De los hijos que tenía con el Yaxley, Matthew era el único que podría interesarse por el poder político. ¡Cuánta diferencia con la Zingara! De tal palo, tal astilla. En ese aspecto, era digno hijo de su padre. A Candela no le interesa un puesto en la jerarquía política, sospechaba que a Jeremy y a Zoella tampoco. Oriánthi hablaba con sus actos, ni siquiera se había presentado, y Matthew... Pues él era arena de otro costal. Hasta le recordaba a su tía Alyssa.

 

Tomó la pluma, pero no estaba pensando con claridad. La gitana entre sus dedos mientras leía sin prestar mucha atención el papel que le habían puesto enfrente. >. Sonrió de forma mecánica, en respuesta a la provocativa voz en su cabeza. > El siseo de palabras arrastradas hizo que se rascara el cuello una vez más. >

 

- ¿Qué si nos negamos, si me niego? -preguntó mientras le daba un nuevo sorbo a la ginebra.- No es que vea muchas opciones para hacerlo. De hecho, hay un par de buenas razones por las que debería firmar esto. -miró a los que aguardaban en la entrada. >.- No. -respondió, automática, y se apresuró a hablar nuevamente:- Juramento inquebrantable a modo de contrato... A lo que ha llegado el estudio de la magia en su afán por mezclarse con métodos tan muggles. -si se tratara de un hombre, hubiese escupido al suelo, pero al menos le quedaba un poco de costumbres de dama. Su madre estaría orgullosa.

 

 

 

 

***

No etiqueto. Perdón la demora ;o;

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Piero Azzinari.

Ministerio de Magia de Italia - 9:35 PM

 

El intercambio de miradas entre los presentes no pasó inadvertido para Piero, a pesar que la suya permanecía clavada en el semblante serio de Candela. No escapaba tampoco a su conocimiento que Lucrezia y los Triviani se conocían previamente y que entre ellos primaba una confianza tambaleante, basada en intereses comunes. La Médici no le había ocultado su reciente incorporación a las filas de la alicaída Marca Tenebrosa y dejó transcender, aunque dejando siempre un prudencial dejo de duda, que ellos también pertenecían a tal organización purista. El entramado entre gobiernos y agrupaciones clandestinas entraba de lleno en las prioridades de Azzinari, que no desatendía nunca el fuerte lazo que unían lo legal de lo ilegal, lo abiertamente institucional de lo que hallaba su razón de ser en la sombra.

 

Mientras que Zoella Triviani parecía mucho más tranquila y consciente de las posibles consecuencias del encuentro, Jeremy enarbolaba su bandera de orgulloso patriarca con cierta impertinencia que el Ministro sabía característica de aquel linaje. La mafiosa familia había tenido una fructífera relación con sus antecesores en el uso del poder y la generación actual era por mucho la más cuerda de todas, lo que era en si un avance. Sus asesores habían sido sumamente cautos y directos en sus cuestionamientos a la alianza con un grupo de personas afamadas más por su rumoreado incesto y sus notorias alteraciones neurológicas que por su reputada posición en La Mafia. Sin embargo, Piero había priorizado escuchar la experiencia de Di Médici y hacer oídos sordos a las advertencias de sus funcionarios más cercanos. Tales momentos hacían a Azzinari dudar de su sabiduría.

 

- Señor Triviani, respeto su postura de llevar más privilegio a su familia, pero el lapso de dos años fue especialmente medido en relación a los beneficios que obtendrá nuestro país por su ayuda con mi par inglés.- se explicó con elocuencia y tranquilidad, intentando traer mesura a una reunión que se había tensado abruptamente.

 

La reacción de Candela no lo tomó por sorpresa ni afectó en lo más mínimo su semblante que se debatía entre severo y confiable. En los planes diagramados cuidadosamente en su cabeza ya había visualizado, como era obvio de tal mujer, una primera negativa a modo de precaución. Lo típico en cualquier negociación, pensó. Tanto Piero como la matriarca Triviani sabían que de ese trato, que a todas luces parecía surgir de una falsa improvisación, se podía rascar algo más. Los huecos de aquel trato era un espacio suficientemente amplio para que cada uno llevase agua para su molino, para beneficiar a los suyos, como era natural en dos personas ya avezadas en el poder. A diferencia de los instantes previos, la tensión no era fácilmente palpable sino algo solo legible entre líneas; entre el sostenido cruce de miradas.

 

- Interpreté que entendería el límite de la magia como algo protocolar y normal en un ámbito tan cerrado, no queremos problemas. No queremos un país, se lo estamos ofreciendo a ustedes ¿Manejar el mercado clandestino y manejar el poder político?- la pregunta retórica cumplió a la perfección con su función, remarcando el tono convincente que impostaba- Los dos años quedan como un simple presente al lado de impulsar la asunción de un Triviani.

 

Piero interrumpió abruptamente, aunque sin demostrarlo, su cavilada exposición de los puntos fuertes de aquel trato. Había algo de Candela que no había escapado a su ojo clínico, siempre abierto a los más mínimos detalles. La insistencia con la que acomodaba su cabella y rascaba su nuca era tan llamativa como ineludible preguntarse el motivo. El Ministro había contemplado innumerables actitudes similares durante su experiencia en el área judicial del ministerio. Voces que hablan, que elucubran y buscan tu complicidad torturándote; palabras que quieren encerrarte sin salida en una esquina de du cabeza y controlar sin pavor tu voluntad ¿Acaso alguien estaba intentando invadir su consciente?¿Habría algún legilimante en la sala? No, lo último era imposible dado el bloqueo a la magia de terceros.

 

Decidió por fin levantarse de su asiento ante los cuestionamientos que se elevaron ante la firma del contrato. Sus custodios atinaron a escoltarlo haciendo gala de su impronta amenazante pero el ministro los detuvo con un ademán de su mano. Rodeó lentamente la negra mesa, deteniendo marcadamente su paso al caminar por detrás de Jeremy, y tomó entre sus gruesas manos el respaldo de una de las sillas vacías. La arrastró hasta posicionarla junto a la consternada mujer y tomó asiento junto a ella, guardando una distancia prudencial para no parecer invasivo ni que se interpretara como un acto de presión. Apoyó uno de sus codos sobre la tabla y dejó sobre ella descansar la mano, en la que portaba su varita.

 

- Señorita Triviani…Candela, si me permite.- se disculpó, inclinándose un poco más hacia el impoluto pergamino donde figuraba el contrato- Su negación a firmar el trato significará la pérdida inconcebible de una posibilidad única de negocios para su familia, además de poner en juego la supervivencia de Aaron Yaxley al finalizar este conflicto bélico.

 

<< Sé que a usted no le quita el sueño pero no creo lo mismo de sus hijos.- comentó, apartando por fin su mirada de la matriarca para mirar al resto de los presentes.- Además perdería sus derechos en territorio italiano y no nos quedará más opción que perseguir sus operaciones aquí, que hasta ahora cuidamos ambas partes. >>

 

Piero volvió a observar a Lucrezia, que le respondió con un cruce de miradas confiable e íntimo; Di Médici era la única presente en la que podía confiar cien por ciento y era la espalda financiera de todas sus elucubraciones para la guerra que amenazaba con recrudecerse al anunciarse el día siguiente la posición italiana. Azzinari nunca dudaría de la fidelidad de la aristócrata, de quién conocía un carácter fuerte y decidido general pero increíblemente incorruptible cuando se trataba de negocios que pudiesen aumentar las arcas de su banco. De la mujer, su apéndice diplomático en la reunión, recibió en respuesta un marcado gesto de afirmación que lo animó a retomar el uso de su varita. Efectuó una ligera floritura y el traslucido holograma del globo terráqueo que se alzaba sobre la negra tabla de madera se giró, perfilando el continente europeo y parte del americano hacia los presentes. En él se destacaban varios puntos rojos sobre los distintos territorios.

 

- Un atentado en nuestro propio territorio, en nuestro principal museo de Florencia, en busca de un antiquísimo artefacto. El ataque al Ministerio inglés, del que ya saben. La amenaza de un posible ataque a MACUSA.- un nuevo punto apareció en New York, dado lo reciente de la información.- Una epidemia en Hogwarts, de origen desconocido, presumiblemente relacionado a la guerra y afectando a la población más delicada...este y otros hechos están sucediendo como antesala a un estallido aun mayor del caos ¿De que lado van a pararse?- finalizó Piero, dejando un espacio vacío en la silla y volviendo a encabezar la reunión.

 

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Disculpas no aceptadas. refuto.
Primero osa amenazarnos, y ahora nos quiere comprar con migajas. suspiro e intento calmar su volátil carácter.
¿Acaso tenemos cara de est****os? como cree usted que esta familia ha crecido? pregunto.
¡Exacto! añadió antes de que respondiera Sin vender nuestra libertad y extinguiendo a quien se oponga a ello.

Miró de reojo cuando Candela hacia de las suyas hurgando entre los tapujos de Matthew buscando y con éxito, sacando su pequeña petaca que contenía ginebra. Levanto el mentón de sus manos entrelazadas y arqueo una ceja para clavar sus azabaches ojos en la gitana. Aun sin emitir ningún sonido, se limito a observar los movimientos de Piero y las palabras que su boca soltaba, notaba la seguridad de sus palabras, como si pensara que doblegar a los Triviani fuera una tarea demasiado sencilla, y aun peor.

Claramente, Matthew tenia sus propios planes y convicciones, si bien, podría ser que la familia estaba sobre sus ideales y siempre los protegería, no quería decir que vendería su libertad por un burdo pacto. ¿Desde cuando los negocios familiares eran legales? exactamente, jamas lo fueron, ni lo serán, bajo el ojo de quien sea el ministro. Sonrió al escuchar las palabras de Candela, sus brazos se relajaron y dejo caer su espalda sobre el respaldar de la silla en la cual estaba sentado, desde sus ojos parecía estar alejado de todos, con un panorama amplio, cuando en realidad estaban a escasos centímetros uno de los otros.

No entiendo por qué siguen creyendo que el Black seria un blanco fácil. miro al Patriarca.
¿La asunción de un Triviani? tenemos a Black controlado, con él, todo Inglaterra y algún que otro mago tenebroso rebelde. hizo aparecer sus caninos y gruño al ver que este se acercaba a su madre.

 

Podría no tener poder sobre la magia dentro de aquellas cuatro paredes, pero si podía arrancar su yugular o cumplir los deseos de sacarle cada vena del cuerpo, una por una, como deseaba la Zingara.

Sin lugar a dudas, Candela era la negociadora y quien llevaría la ultima palabra de este asunto. Sus bastardos seguirían sus ordenes, más allá de que no compartan los mismos intereses, pero a decir verdad, todos y cada uno de los Triviani tenían diferentes enfoques y cada uno deseaba algo que obviamente, los beneficiaria.

 

¿Cual seria el beneficio de matar al actual ministro Italiano? ¿Control absoluto sobre el flujo de dinero?

 

Frunció el ceño, arañando la mesa dejando una notoria marca de las cinco garras.

 

-------

 

Jelou, aparecí. Lamento tardar tanto ♥ me voy a comer a Piero :perv:

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