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Atentado en MACUSA


Juliens
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Wilhelm O’Brien López, Presidente del MACUSA

 

Varias horas después de proclamados los resultados de las elecciones.

 

 

 

En el momento en que los resultados de las elecciones para Ministro de Magia de Inglaterra se hacen públicos Wilhelm se encuentra trabajando. ¿Qué más puede hacerse cuando el estatuto para el secreto está en peligro? De alguna forma la estrategia de mostrar el ataque como una grabación y usar un metamorfomago para mostrarse ante la gente ha calmado un poco la agitación no solo de la comunidad Internacional, sino también de los congresistas del MACUSA.

Sabe que el Jefe Supremo no es una persona que dejará las cosas pasar tan fácilmente, pero ya no le importa. Tiene programada una reunión con los congresistas, una reunión en dónde la mayoría lo apoyan no solo a él, sino también a Hobbamock. Tenían ya un plan por si lo peor pasaba, todo estaba listo para simplemente votar y ejecutar en caso de que alguien que se declara abiertamente a favor de los ideales de Grindelwald se tomara el poder de una de las mayores potencias mágicas del mundo.

 

Concluida la reunión es momento de hacer el anuncio. Convoca a una rueda de prensa. Los primeros en llegar son los reporteros de The New York Ghost y los siguen conforme pasan los minutos los editores de diferentes medios independientes que informan a magos y brujas de todo el mundo. Incluso puede ver a un corresponsal de el Profeta.

 

El primero en hablar es delegado para las comunicaciones del MACUSA.

 

—El presidente del MACUSA informará la decisión del pleno del MACUSA sobre la guerra mágica en Europa.

 

Wilhelm se pone de pie en ese momento, con paso firme pero lento camina hacia el micrófono en dónde antes estaba su delegado de prensa. Abre la carpeta que está sobre el atril y comienza a leer.

 

—Durante los últimos días un rumor se ha vuelto bastante fuerte, incluso lo han publicado en algunos diarios. Ese rumor afirmaba que fuentes fidedignas del MACUSA habían revelado que nuestro gobierno tomaría partido de la guerra a favor de Inglaterra. Han sido engañados.

 

Deja de hablar porque es interrumpido por los murmullos. Los periodistas lanzan preguntas al aire que Wil no tiene pensado responder, al menos no aún. Ya habrá una ronda de preguntas, no es el momento. Levanta la mano pidiendo silencio, continúa hablando.

 

»Les responderé al final. Han sido engañados por personas que nos muestra solamente la mitad del problema. Aquí no hay solamente una guerra entre dos gobiernos, hay mucho más. Aaron Black ha ganado las elecciones declarando que tiene los mismos ideales que el difunto Grindelwald. ¿Tengo que recordarles a todos el daño que ese hombre le hizo a Estados Unidos y al mundo? No, no podemos apoyar a un Ministro de Magia que tiene esos ideales. Pero tampoco podemos apoyar a los Búlgaros, no formaremos parte de esa guerra. Hay otra guerra mucho más importante y es la de liberar al pueblo inglés. Creemos en los rumores que afirma que Aaron Black está relacionado con el grupo terrorista conocido como los Mortífagos y en consecuencia hemos decidido apoyar en lo que podamos a la Orden del Fénix y a cualquier persona que luche contra los gobiernos como los de Aaron Black.

 

Y entonces queda en silencio, indicando que comienza la ronda de preguntas.

 

—Señor presidente, corresponsal de El Profeta ¿Qué tipo de apoyo ofrece a la Orden del Fénix? ¿Debemos preocuparnos por las represalias de los Mortífagos o de la Comunidad Mágica Internacional?

 

—No intervendremos directamente, como MACUSA, en territorio extranjero. Sin embargo brindaremos asilo a todos quienes lo necesiten. Si sus vidas corren peligro en Inglaterra los recibiremos. Exhortamos a los ciudadanos Americanos que abandones Gran Bretaña puesto que podrían estar en peligro.

 

Antes de dejar de hablar varios aurores aparecen delante de él para protegerlo, algo está yendo mal. Pasa poco tiempo y más aurores aparecen para protegerlo. Su Jefe de Seguridad, con la varita en alto ordena la evacuación a gritos. No pone resistencia, confía plenamente en la gente con quién trabaja.

 

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Egipto

Ut Ak Wui, regente del Ministerio Egipcio de Magia y Hechicería.

 

-Hipócritas son los americanos.- Sentencie y caminaba frente a los seis archimagos restantes.-Y justo que dictaminemos las consecuencias de esta traición, fue el presidente quien pensó la idea de como hacer que el bloqueo económico golpee a la nación muggle de ese país, en fin espero que nuestras fuerzas doblegue el poder italiano.- Tomaba una copa y bebía un sorbo. En ese instante uno de mis consejeros toma la palabra.-Ya llego los reporteros. - En ese momento me marchó y voy al salón de Horus.

 

Al llegar varios flash me impacta y llamo a la calma. -Queridos hermanos y representantes de cada noble caza, hoy recordamos a nuestro héroe Darius Licaón, quien ante la conspiración e insurpacion del actual ministro británico es sin duda un acto debemos tener presentes, algunos pensará que éste mago ganó justamente.- Hice pausa dramática y mire a todos, atrás de mi persona se proyectan el rostro de @ y el de @Denis Delacour, pariente de la criminal MeI. -Es de mi conocimiento y de toda la comunidad como la Warlock o quien ocupó ese cargo, tenía orden de captura a ese brujo y además es fiel adepto a Grindelwald ¿Acaso no es una alarma para el mundo? Y respecto a las elecciones son fraudulenta y este gobierno no reconoce su autoridad. - Un reportero comenzó a cuestionar.

 

-¿Acaso desea anunciar la posición en contra de gran Bretaña? - A lo cual respondo tajante. -El gobierno británico ante las palabras del tirano y grupo bélico realizó promoción a un mensaje xenfobico y eso solo nos deja decir que haremos todo lo posible para la libertar en su pueblo , por ello nos unimos a las fuerzas de los Búlgaros y la unión de países para la libertad,igualdad y fraternidad en un nuevo orden de las comunidades mágicas internacional. - En ello otro reportero me interrumpió.

 

-Se habla del comunicado del presidente del MACUSA en apoyar a ese grupo criminal de la Orden del Fénix. - Y en ello bajo la mirada, buscando información sobre ese grupo. -¿Qué piensa ante ese punto de alejamiento y esa apertura de apoyar aquel grupo clandestino?- Tomaba mi tiempo y respondo. -El MACUSA siempre actúa de esa forma de ser doble cara, con aquel acto rebela su ataque directo contra la tiranía y se hace responsable de los crímenes de aquel grupo.- En el lugar donde se encontraba los rostros de los magos ahora se observa los crímenes de ese grupo, ataques a negocioS, casa de familias y secuestros. -Hoy pido juicio internacional por los actos que pudieran ser ocasionados por este grupo terrorista y pido a la poblacion América del Norte, Centro y el Sur si esta medida no afectará su bienestar.- Eleve a la mirada. -Hoy llamó a reunión a todos los países del África, es hora de sumar fuerza para que exista un verdadero ente imparcial. Llamó a los Arcanos a recapacitar sus lealtades y los Guerreros Uzza.

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Una esfera lumínica se había materializado en un punto azaroso del hall de MACUSA, levitando estática en el aire. Era una presencia que servía de antesala a lo que sucedería instantes más tardes: la femenina imagen de Lucrezia Di Médici apareció en ese mismo punto, con su blanca varita en mano. La rubia observo la llamativa escena a su alrededor: los magos y brujas, entre funcionarios y visitantes, se movían con paso apresurado hacia varios destinos; Wilhelm, un hombre de piel trigueña y actitud severa recientemente electo Presidente, la observaba desde la cartelería ubicada sobre las escaleras; las agujas del imponente reloj mágico central, un artefacto que media el nivel de peligro de la exposición de la magia a la luz pública, se posicionaba al ras del Nivel 4. La italiana se preguntó como aquel complejo mecanismo funcionaba y si la información que anunciaba era fidedigna ¿Cómo medir algo de esas características? Sin embargo, decidió no darle muchas vueltas y prefirió apreciar unos segundos más el lustroso oro que recubría el marco.

 

Había algo en la imagineria norteamericana que siempre había molestado a Lucrezia: la repetición de figuras de águilas talladas en las más diversas superficies, la insistencia de impregnar con los colores de su bandera cada espacio imaginable y el sello de MACUSA dibujado artefacto regulado por sus leyes eran cuestiones que a la Médici le parecían excesivas. Había algo de culpa allí también, puesto que el escudo familiar era una obligación en cada habitación de su mansión, pero en manos de Estados Unidos aquella decisión era de indiscutible mal gusto. La joven siempre se había sentido mejor con la solemne idiosincrasia europea frente a una norteamericana que le sabía a poco. Debía admitir, sin embargo, que la aptitud salvajemente capitalista del empresariado tanto muggle como mágico de aquel país era una mina de oro para sus negocios. Literalmente.

 

La blonda bruja se unió con disimulo a un contingente de apresurados periodistas y fotógrafos de los más variopintos medios que se dirigían a la conferencia del Ministro, tal como lo anunciaba de forma monótona una voz proveniente de algún punto del techo. Había materializado entre los dedos de su zurda la cámara mágica que había comprado en algún momento en el Callejón Diagon. El murmullo entre los colegas que la rodeaban se volvía inentendible cuando las distintas charlas se encontraban, pero de entre todas ellas logró formular un acotado hilo conductor: el Presidente iba a hacer público el posicionamiento de MACUSA sobre el recientemente electo ministro británico, su apoyo a la ya carcomida figura de Grindelwald y sus políticas xenofóbicas. Lucrezia no pudo evitar que las comisuras de sus labios formaran una placentera sonrisa. Estaba en el lugar correcto, en el momento justo.

 

En los caminos de aquel edificio predominaban, con cierto tino, los colores dorados y las tonalidades oscuras que se extendían por las paredes y el suelo. Lucrezia admiraba a su paso la deformidad de su reflejo en las capas de oro que recubrían las barandas de las numerosas escaleras, las vistosas placas que relataban los eventos históricos más relevantes de MACUSA y los rostros consternados de una suma considerable de funcionarios. El gobierno estadounidense no era ajeno a la tensa atmósfera bélica que se vivía en las calles europeas pese a no haber tomado una posición activa. La guerra aún no había hecho sentir toda su furia pero los ribetes de su cercanía eran imposibles de obviar para todos los actores sociales. Las reuniones donde no se hablaran de las noticias llegadas de Europa habían quedado en el pasado.

 

La heredera de la fortuna Médici percibió, en el fondo del pasillo, los ecos de un bullicio que se hacía cada vez más audible. Dada su altura, extendida gracias al uso de sus lujosos zapatos de taco alto, logró divisar sobre la cabeza de los periodistas a los funcionarios llamados a la rueda de prensa. Su azul mirada se clavó casi por instinto en quien, gracias a las ojeadas furtivas de sus subordinados, sobresalía del resto: Wilhelm O’Brien López, Presidente de MACUSA. Lo observó con detenimiento, en un intento de detectar el significado detrás de sus palabras ¿Cuál sería el siguiente movimiento del poderoso gobierno estadounidense?

 

< Orden del Fénix > fueron las palabras que retuvo en cabeza quien al momento pertenecía a la Marca Tenebrosa. La escena que presenciaba, no por poco importante para sus intensiones, le resultaba a la mortífaga hasta pintoresca: el Presidente de MACUSA, rodeado por un enjambre de periodistas, declaraba formalmente su apoyo a una organización clandestina que operaba al otro lado del Atlántico, en un país que era un tradicional aliado político, económico y cultural de Estados Unidos. El ajedrez de la diplomacia mundial movía sus piezas de las formas menos previsibles en el contexto de una guerra mágica. Lucrezia, proveniente de una familia ávida en el direccionamiento de éstas relaciones, sabía como reaccionar sabiamente con la certeza del beneficio propio. Una mente estratega se adaptaba, por naturaleza, a cualquier situación.

 

- Señor Presidente...- elevó su femenina voz, con la intención de pasar por una periodista, pero la súbita aparición de aurores la interrumpió.

 

Cuando el primer ignoto fotógrafo chocó bruscamente su hombro con en de la aristócrata ésta supo que era momento de apartarse. Las autoridades de seguridad del Presidente habían anunciado la inminente evacuación del lugar ¿Corría peligro, acaso, la vida de la cabeza del gobierno?¿Sería aquello una puesta en escena, una situación ficticia elaborada para meter a la fuerza el fantasma del miedo a la gente? Como bien sabía, con el respaldo del conocimiento histórico, el miedo infundido en la población la transformaba en una masa cuyo apoyo era más fácil de manipular. La opinión pública aceptaría cualquier medida gubernamental para obtener el codiciado bien social perdido: la tranquilidad. Los ciudadanos le darían un cheque en blanco a Wilhelm O'Brian para que escriba en él lo que quisiera ¿Cuál sería su réplica al atentado? Autoinfligido o no, aquello podría tener un devenir sumamente interesante.

 

Lucrezia apresuró su paso hacia una de las columnas que se erguían a los costados de la sala y se ocultó cuidadosamente tras ella. Elevó sus manos, donde aun descansaba la cámara fotográfica, e inmortalizó el momento en una instantánea. Piero Azzinari, Ministro italiano, estaría sin dudas contento con su trabajo allí.

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Claire Barnes

 

El bullicio casi la hizo retroceder. Habían pasado meses desde Rusia, Spellman, Londres y el caos, pero sus pesadillas no parecían aceptarlo. Pese a que su reputación estaba en la cúspide, y no solo en el ámbito de las comunicaciones, a Claire no le agradaba el hecho de que la identificaran como una activista. Ella estaba hecha para exparsir la verdad, las opiniones auténticas y, con suerte, contribuir con los cambios desde la distancia. No había nacido para ser una figura pública. Sin embargo, Estados Unidos y su afán por crear celebridades no tenía intenciones de dejarla escabullirse. Sabía que cada vez que pisara su tierra natal de nuevo, sería ella la entrevistada.

 

Aun así, para la ocasión se esforzó en pasar por debajo de la mesa. Se rebajó aún más el cabello, dejándolo plegado a sus orejas. Usó la varita para teñir un solo mechón de marrón, haciendo un feo contraste con el amarillo del resto. Se pintó un lunar falso en la mejilla derecha y, pese a estar dentro de un conjunto cerrado, llevaba unos gigantescos lentes de sol negros. Incluso llevaba la varita de su madre.

 

Pero al parecer no fue suficiente…

 

- ¡Claire! ¡Qué sorpresa!

 

- Ni me lo digas.

 

Jessica Johnson, caracterizada por su voz particularmente llamativa, apartó a no menos de seis personas para llegar a ella. Era una mujer alta, de melena larga, negra y lisa, cuyo punto de atención más notable consistía en un insoportable flequillo que siempre le cubría las pestañas sin importar cuántas veces lo apartara. Si a Claire no le fallaba la memoria (cosa que jamás ocurría), la única razón por la que permaneció como corresponsal del New York Ghost fue su insistencia en entrar por las noches a la oficina del Director del diario. Banres tuvo que forzar la sonrisa.

 

- ¿Qué se siente escribir para los británicos? – preguntó Jessica mientras tomaba, sin permiso, su identifcaciòn que colgaba de su cuello -. Me imagino que has de tener un diccionario al lado todo el tiempo.

 

- Son más informales de lo que parecen, en realidad -respondió Claire, distante, tomando su carnet de vuelta -. Tengo que ir a mi asiento, amiga. Nos vemos luego.

 

- Eres toda una celebridad por aquí, Barnes. El asunto de Spelleman y Snegovik… Sin duda un ejemplo a seguir – se fue alejando -. Lástima que las cosas no salieran tan bien.

 

A Claire le hubiese encantado sacarle en cara lo mucho que prefería ser recordada por movimientos polìticos y no por los que hacía en su cama, pero el Presidente cortó la fantasía. Respiró hondo, sacó la libreta del bolso y tomó asiento en la primera fila. El clima, por suerte, empezó a tornarse más tenso a medida que López avanzaba en su predicamento. Se notaba a leguas lo mucho que su equipo de comunicaciones se habìa esmerado en crear la primera lìnea del discurso. Estaba claro que no solo se trataría de una declaración; tenían pensando armar un momento clave y memorable.

 

Al finalizar, Claire se relamió los labios y alzó la mano de inmediato. Cuando el Presidente la seleccionó, chasqueó los dedos para que las gafas se desvanecieran.

 

- Señor presidente, corresponsal de El Profeta ¿Qué tipo de apoyo ofrece a la Orden del Fénix? ¿Debemos preocuparnos por las represalias de los Mortífagos o de la Comunidad Mágica Internacional?

La respuesta no la decepcionó. Sentía un nudo en la garganta al que no le adjuficaba una emoción específica. ¿Preocupación? ¿Diversión? ¿Miedo? Quiso continuar leyendo las preguntas que había fabricado en cuestión de segundos, pero los aurores se encargaron de interrumpir el proceso mediante un acto que distaba mucho de parecer improvisado. Claire fue arrastrada por la marea de reporteros que eran redireccionados por los miembros de seguridad, haciendo que le resultara imposible deducir el paradero de López. Pudo percibir un flash a la distancia, aunque dudaba mucho que se tratara de sus ineficientes ex-colegas. Lo único que le quedaba era su memoria y un oportuno pensadero para certificar su testimonio.

 

Una vez fuera del recinto, Claire invocó una manta escarlata con la que subrió su cabecera y empezó a caminar a pasos alargados, separada de las especulaciones y exageraciones de los presentes. Nuevamente debía saltarse el paso del reportero convencional. Algo estaba mal.

 

<< Aaron, tengo que hablar con Aaron >>

Editado por Jank Dayne

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Matthew Ironwood.

 

Matt fue el primero en materializarse en las afueras del Woolworth Building, el imponente edificio blanco sede del gobierno mágico americano en pleno corazón de Manhattan. Las luces del atardecer jugaban con la apariencia exterior del edificio tiñendo su sobria y prístina apariencia de tonalidades rojizas y amarillentas, pero lo que llamó la atención del mago no fue espectacular juego de iluminación natural que les regalaba el sol sobre el edificio sino encontrar la calle Brodway prácticamente vacía.

 

A unos metros de la entrada se encontraban compañeros del FBI a los cuales llamó su atención mientras enfilaba sus pasos hacia ellos. -¿Matt, no estabas en Inglaterra? – preguntó Cedric apartando la vista del mapa que flotaba enfrente de su rostro.

 

-Bien dicho, estaba – se apresuró a contestar antes de ir directamente al grano -¿Qué esta pasando? – observó alternamente a los rostros de los tres magos que tenia cerca, los conocía y ellos a él, compañeros o tutores en la Academia.

 

-Alerta de atentando en el MACUSA, contra el presidente creemos, hoy daría un discurso a la Comunidad Mágica Internacional – tomó la palabra Manalang, un auror ya curtido en años con colores plateado dominando su cabello pero mantenían la figura y rectitud de un hombre mucho más joven, fue profesor suyo mientras se formaba en el FBI.

 

-El mensaje era anónimo – la agente especial María Reyes se apresuró a persuadir la duda que se debió formular involuntariamente en el rostro de Matt.

 

-¿Decía de que se trata? – formuló el castaño mientras sustraía su varita y se apuntaba a si mismo e inmediatamente su ropa se convertía en el uniforme de trabajo, que emulaba casi en exactitud el traje que las fuerzas especiales nomajs utilizaban. El propósito era doble, primero un uniforme como aquel llamaría poco la atención de la población no mágica si se tenía que actuar rápidamente en una zona concurrida por los mismo y por otro lado era algo practico, las capas y demás ropas holgadas que los magos solían utilizar eran más que una complicación cuando se tenía que ser rápido y ágil. Aunque se lucía igual que su homologo nomajs tenía sus diferencias, como por ejemplo que los guantes y el chaleco estaban hechos con cuero de dragón resistente a los hechizos y en su hombro izquierdo aparecía bordado el escudo del MACUSA y en el derecho la bandera estadounidense.

 

-No especificaba, solo decía que abría un ataque, el lugar y la hora, llegó recientemente no contamos con el tiempo para investigar si se trata de una treta – contestó el viejo Manalang mientras enrollaba el mapa –Activamos todas las medidas de evacuación necesarias, en un radio de dos cuadras ningún nomajs se acercara, y ya hay grupos encargándose de la evacuación de los civiles tanto los empleados del congreso como los cientos de periodistas extranjeros que vinieron por el discurso presidencial –

 

-Parte de la población será evacuada por el sistema de la red flú y otra será conducida hasta aquí donde podrán desaparecerse –

 

El Ironwood asintió – ¿El presidente? –

 

-Tenía su escolta, de seguro ya fue conducido a aun lugar seguro – complemento el mago canoso.

 

-¿Quienes son ellos? – preguntó Cedric señalando hacia sus espaldas. Matt se giró y se encontró con sus recientes compañeros de la Orden del Fénix –Vienen conmigo… son…. Aurores británicos – se apresuró a mentir.

Editado por Syrius McGonagall

 

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Juliette M. Rosier.

Agente secreto MACUSA.

⸺⸺⸺⸺⸺⸺⸺

 

La tensión se sentía hace ya varias semanas, la bruja a penas había tenido respiro en el continente Europeo y su ineficiente trabajo, había atraído las sospechas de su gente, llamada a declarar y a pisar nuevamente su nación, había decidido dejar todo el comienzo de su vida junto a los suyos, para correr al llamado del SSIM. No es que creyera plenamente en los ideales que proclamaban con tanto orgullo, pero muchas cosas habían cambiado para ella y de alguna forma, eran ellos los que la vieron crecer, tomar riesgos y formarse como una bruja hecha y derecha. Nacida cómo inglesa, pero criada bajo la doctrina americana.

 

Tenían una sola misión en ese día, proteger a toda costa al presidente del MACUSA, vigilar desde el piso de arriba cada pequeño movimiento que cualquier mago o bruja osaran a hacer en contra del mago, una sola acción en su contra, y correría sangre mágica por los pisos. Juliette mantuvo su perfil completamente sereno, con las manos en su espalda mientras caminaba de un lado a otro, a simple vista, sólo era una joven muchacha que al igual que muchos en ese lugar, oía atentamente las palabras de su presidente, pero había mucho más en juego y debía ser completamente cautelosa.

 

Se apoyó contra la baranda, jugando con un mechón castaño de su cabello y entrecerró la esmeraldina mirada en cuanto oyó hacia donde se dirigía la conversación, ¿de verdad estaban perdiendo la cabeza? ¿el gobierno norteamericano apoyaría a la orden del fénix, así cómo si nada? Negó sutilmente con su mentón, veía frente a sus ojos cómo todo en lo que creía desde niña se desvanecía frente a sus ojos y le dolía. Si. Su nación se aliaba con gente que nunca tuvo que ver con ellos, que no comprendían por todo lo que se había luchado para llegar a ser lo que eran hoy en día. Y no, la bruja estaba consciente de que tampoco lo harían con la Marca Tenebrosa, sería un escándalo. Esos eran sus juegos, decían estar contra las doctrinas de uno de los magos más respetables ⸺"Así era, Grindelwald siempre lo fue para la historia".⸺, pero hacían vista gorda cuando salían a la luz las prácticas poco ortodoxas que aplicaban a sus "enemigos". Vaya ironía.

 

Suspiró.

 

⸺"Ya es hora". ⸺murmuró un mago que aparecía a sus espaldas.

 

Hay impostores, es posible que la Órden meta sus narices en este lugar, carecen de sentido común si creen que Estados Unidos estará a favor de llevarlos al poder. ⸺dijo con seriedad, sin despejar su mirada del bullicio.

 

⸺"Cualquiera que crea que estaremos a favor de auto mandarnos a un escalafón más abajo, querida. ⸺le dio un pequeño apretón en el brazo a su compañera, y asintió rápidamente en cuanto vio cómo se movían ciertos magos para llegar al presidente, podían ser simples periodistas, o personas en contra de todo, ¿anarquistas? ¡Quién sabe! ⸺ Acaba con cualquiera que intente dañar al presidente. Suerte, cuervo".

 

Juliette guiñó un ojo y tan rápido cómo su compañero se desvaneció, la bruja alzó la varita de ébano para dar un rápido movimiento ondulatorio alrededor de su anatomía, transformando su figura envuelta en finas telas de oficina, por un traje oscuro que además de permitirle movimiento, también ocultaba su verdadera identidad.

 

Apareció cerca del bullicio de la gente y los aurores, le hizo una pequeña ceña a algunos y en cuanto la dejaron pasar, ella se depositó bastante cerca del presidente con la varita en mano y la mirada de águila bien fija en cada rincón; arriba, hacia los lados, en frente de ella e inclusive a sus espaldas. Cada perímetro debía ser controlado, muriese quien muriese, todo iría a ser por el bien mayor.

 

Presidente Wilhelm, lo mantendremos a salvo, siempre y cuando coopere con nosotros. ⸺ murmuró de golpe.⸺ ¡Hay que ir a otro lugar, no podemos dejar escapar a estas personas sin saber que dem.oni.os pasó!

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Me encontraba con los Aurores Británicos y trabaja como un vil vende ideales, ésto era un trabajo y nada más, cuando el presidente del MACUSA expresará su apoyo a la Orden del Fénix me gire en camino a donde se pudiera encontrar este (@ ) camine lentamente con varita en mano dispuesto a servirle o matarle, aún no lo tenía claro.

 

Aunque con cada paso los americanos sólo me observan por mi inusual vestimenta, era un traje único del cual poseía cubierto por completo el rostro, sólo se me observa la parte inferior de la nariz hasta mi cuello, este se encontraba acompañado por unas hebras de mi cabellera, a ello le sume una capa oscura con el símbolo de mi Orden de Nox. Está hacia constante con lo blanco de mi vestimenta.

 

En ello me topo con @@Syrius McGonagall y me detengo, ante el efecto de mi líder de organización mi vos se encontraba distorsionada. - No todos somos Aurores. - Sonríe maliciosamente. - Ellos viene con mi persona. - De la punta de mi varita salieron chispas de varios colores. Aunque al detenerme se dejó ver mi Daga de Sacrificio resguarda en su estuche y que cuelga en mi cinturón negro.

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El bullicio en el recinto aún no se apagaba completamente y Lucrezia sabía que debía aprovecharlo, pues el número de aurores que conformaban la custodia del Presidente aumentaba minuto a minuto. Tomó rápidamente entre sus manos el monedero de piel de moke que colgaba de su cintura, deslazó las cuerdas que lo sellaban y dejó caer en su interior la instantánea que había tomado segundos atrás. No tardó más de medio minuto en volver a cerrar aquella pieza de cuero y dejar su improvisado escondite.

 

Comenzó a caminar a paso presuroso contra la alborotada marea de funcionarios ministeriales y periodistas que- pensó en ese momento la aristócrata- estaban incumpliendo con escandalosa negligencia su labor de informar a la población sobre los sucesos de mayor interés en la Comunidad Mágica ¿Acaso preferían escapar del “atentado”, cumpliendo a raja tabla con las ordenes ministeriales, antes que inmortalizar esa despampanante escena en sus editoriales del día siguiente? Lucrezia negó con la cabeza experimentando algún tipo de decepción, mientras contorneaba su cuerpo para evitar que los cobardes periodistas la llevasen por delante.

 

Su objetivo allí se había visto amenazado de una manera tan súbita que Lucrezia se adentraba a cada paso en un círculo vicioso de improvisación. Aquel escándalo de voces y alaridos no le permitían enhebrar con claridad sus ideas. Como toda marea en algún momento baja, cada vez quedaba menos gente en el salón entre la cual escabullirse. Sin tener en claro como proceder correctamente por primera vez en mucho tiempo y sin un plan contingente elaborado pero a sabiendas de que podría sacarle jugo al atentado, la blonda mortífaga ingresó con eficiente disimulo en uno de los pasillos laterales del recinto de prensa que llevaba hacia otras dependencias de MACUSA. En oposición a la sala que había dejado atrás aquello estaba vacío, culpa tal vez de un protocolo de evacuación diagramado con escasa sabiduría. Sus azules ojos se clavaron un una figura que le daba la espalda unos pasos más adelante, completamente solo. Lo detectó fácilmente por su forma de llevar el negro uniforme que los identificaba: era un auror.

 

- ¡Incárcerus!- vociferó con ímpetu, dirigiendo su varita en línea recta hacia el desprevenido hombre.

 

Tres gruesas cuerdas, de un material similar al cáñamo, salieron expulsadas con desmesurada potencia de la punta de su arma mágica. Ambas tres atravesaron el tramo que las separaba de su objetivo compactadas unas con otras, hasta que un metro antes se separaron repentinamente. Cada una se dirigió a un apartado distinto de la anatomía del auror: La primera unió sus pies con tal fuerza que el impacto, además de la imposibilidad cierta de moverlos, provocó que cayera de bruces al suelo; la segunda dio dos vueltas completas a la altura de su cadera, juntando sus brazos con el torso y desprendiéndolo de la capacidad de tomar su varita; la tercera se enrolló alrededor de su boca y mandíbula, prohibiéndole el uso de la palabra.

 

Regocijándose por ser plenamente consciente de su habilidad como duelista, Lucrezia corrió rápidamente a la posición del ahora reducido funcionario. Se colocó delicadamente en cuclillas y movió con desmedida brusquedad el cuerpo del auror, para poder ver su rostro. Enarcó una ceja mientras la comisura de sus labios se curvaban en una burlona sonrisa producto de aquella escena: la expresión de quién debía proteger a movimiento de varita la seguridad del Ministerio era una perfecta mezcla de sorpresa y miedo, de esas cuando los ojos se vuelven cristalinos y la piel se tensa. Mientras percibía como la cuerda ahogaba sus intentos de hablar, la mirada de la italiana rastreó la identificación del auror adherida por una aguja a la solapa de su túnica. “Chad Michaels” se repitió varias veces en su fuero interno.

 

- Piensa que podría haberte matado.-le susurró en plan amenazante, torciendo su columna lo suficiente para que el auror pudiese escucharla y tomando un delgado mechón de su cabello- Pero solo necesitaba algo de ti…Oblivate.

 

El haz de luz apenas tuvo espacio que cruzar, pues la mortífaga ya había posicionado su varita a unos centímetros de la sien de su prisionero, el cual entró instantáneamente en un estado de confusión. Su mirada se puso en blanco y desistió de forcejear contra la fuerza de las cuerdas que lo apresaban. Quedó reposando en el suelo, con su cuerpo estirado y las facciones de su rostro relajadas. El proceso del borrado de recuerdos solía ser de una lentitud a veces insoportable para personas que manejasen la ansiedad de Lucrezia, acostumbrada a tener todo al momento de requerirlo. Admirando la expresión inquietantemente vacía del auror se preguntó por primera vez en sus 29 años que se sentiría ser desmemorizado.

 

La Médici se incorporó nuevamente y comenzó a caminar por el pasillo de negras cerámicas pues escuchó, aún a los lejos, el débil rumor de unas voces que parecían intercambiar directivas sobre la evacuación; al alzar la vista, divisó un par de metros más adelante otro camino que lo cruzaba perpendicularmente. Apresuró su paso evitando con ahínco que el eco de sus tacos delatara su presencia mientras volvía a hacer uso de su monedero de piel de moke. Lo abrió sobre la palma de su zurda de par en par, haciendo equilibrio con la varita que aun portaba, y hundió su mano dentro. Al sentir con la tema de sus dedos la gélida superficie del vidrio tomó lo que resultó ser frasco y lo extrajo de allí. Cualquier mago promedio podría reconocer su burbujeante contenido: una cantidad suficiente de poción multijugo para aguantar varias horas.

 

Giró holgadamente en el pasillo que había marcado previamente con su mirada y quitó la pequeña tapa de metal del frasco, dejando en el acto que caiga de lleno al suelo. Al momento que el cabello del auror entró en contacto con la poción, está adoptó una consistencia y tonalidad completamente distinta; perdió su marcada espesura y adquirió gradualmente un color cercano al azul. Quizás frustrada por el devenir de su visita al ministerio o tal vez molesta por tener que transformar su figura por la de ¡un hombre! Lucrezia bebió de un único sorbo el contenido del frasco. La poción atravesó fugaz su garganta. En la soledad de aquel pasillo sus facciones comenzaron a mutar.

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«Creo que podemos decir que es un día bastante productivo». No sólo la Orden del Fénix, repentinamente, es apoyada por un importante gobierno mágico, sino que además entre sus filas hay americanos que pertenecen al Magicongreso. Madeleine se pregunta qué tanto de aquello es gracias a la nueva cabecilla del bando, el mago norteamericano Graves. Todavía no sabe si debe desconfiar de él o no, si sus acciones son genuinamente benevolentes... O si tiene otras intenciones. De cualquier forma, no le corresponde a ella juzgarlo; después de todo, ya no tiene voz ni voto en la Orden del Fénix. Ella misma lo decidió de esa forma. No quiere involucrarse a un nivel demasiado personal, no de nuevo; prefiere tratarlo como un trabajo.

 

Ellie desvía la mirada, esperando que Madeleine, distraída con sus pensamientos, no se haya dado cuenta. Con la mirada clavada en los tenis, se dice a sí misma: yo también. Por supuesto, confía en Hobb. También confía en ciertos miembos de la Orden, con quiénes tiene una relación cercana a la amistad. Confiaba en los de antes, antes de que aquella versión de la organización se disolviera. Si bien ella no se guía por ideales ni creencias, tiene deseos para la comunidad mágica y evitar que personas como los mortifagos la controlen los llevaría a su perdición; a pesar de que no todos tengan los mismos ideales, ni siquiera los mismos deseos, tienen en común evitar que los mortífagos dominen el mundo mágico... Y no sólo la comunidad de Gran Bretaña. Sin embargo, no es tan apasionada como muchos de sus compañeros y prefiere mantenerlo así. Como un trabajo, como buenamente lo dijo —lo pensó— Madeleine.

 

Le resulta mas fácil mirarla, sin todas esas cicatrices. Sin la mirada penetrante y severa, sin las cejas que parecen estar siempre fruncidas. Le resulta más fácil mirarla en un rostro que no es el suyo. Incluso sin hacer uso de la legeremancia, le parece que puede leerla más fácilmente. Está preocupada, pero no por la misión.

 

—Recuerda tomarla cada varias horas —murmura Ellie, clavando la mirada en sus tenis. No está acostumbrada a esos zapatos de adolescente, a los tejanos y la sudadera. Aunque no le disgusta la ropa muggle, en lo personal prefiere las túnicas, especialmente las túnicas negras que se parecen más a ella que ese ridículo atuendo—. Quizás sea demasiado, pero...

 

—Yo también sé de pociones, ¿sabes? —hasta su voz parece diferente. Sacude la cabeza, exasperada, pero se palpa el bolsillo de los pantalones para asegurarse de tener consigo la botellita. Al igual que Ellie, viste a la usanza muggle, solo que un tanto más formal. Usa su viejo uniforme de Auror: pantalones negros de pinzas, una camisa blanca de mangas largas y un sobretodo gris. En los bolsillos, la placa de "María López". La amiga Auror de Matt no tuvo problema en que Madeleine la reemplazara ese día. Bendita sea la popularidad de Harry Potter y la Orden del Fénix entre los descendientes de los Aurores originales del MACUSA.

 

Ellie no podía ser una Auror. De hecho, quería quedarse en Londres, pero Madeleine no podía permitirlo. Sus habilidades son de vital importancia.

 

—Es aquí —dice Madeleine. El conductor, con su expresión de suma tranquilidad y placidez, detiene la marcha—. Gracias —no sabe cuanto dinero le entrega exactamente, pero debe ser más de lo que marca el taxímetro. No tanto por las molestias que le habrán causado, sino para aplacar la culpa por haberlo maldecido... Y por tener que proceder a obliviarlo, sólo para asegurarse.

 

—¿Estás segura de que sabes lo que haces?

 

—Tengo experiencia en esto de la modificación de memoria —replica Madeleine—. Deberías aprovechar de...

 

—Sí, claro.

 

Unos momentos después, el muggle parece haberse recuperado y se despide de Madeleine con un gesto cordial, tras guardar el inusualmente gordo fajo de billetes en la guantera. La mujer de piel morena y cabello negro, espeso y rizado, sale del carro. Un ave blanca sale volando fugazmente, bien podría tomarse como una de las palomas que salen volando cuando la supuesta María López se dirige hacia el lugar de los sucesos.

 

No demora en localizar a los suyos, ni tampoco se le dificulta infiltrarse bajo aquella apariencia. Algunos colegas de María la saludan y, como ella se lo indicó, los saluda con cordialidad. Sabe que está demorada, aunque espera que no demasiado. Reconoce a Matt, aunque no al desconocido que, frente a él, agita una varita mágica. Por intercia busca su varita de ébano, mas se resiste de sacarla, cuando observa que lo único que sale del arma del desconocido son unas inofensivas y llamativas chispas de colores. Sin embargo, observa con agudeza y reconoce el arma en su cinturón, contrastando contra su ropa blanca.

 

«Esa daga... Magia Uzza».

 

—Parece que tenemos al primer detenido del día —musita Madeleine, con acento norteamericano. Agita la varita mágica hacia aquel mago, que viste una capa con un extraño símbolo. ¿Se trataría de algún grupo radical, una organización terrorista? ¿Algo relacionado con los mortífagos? Tres cuerdas salen volando hacia él, buscando inmovilizar sus brazos contra su cuerpo y atar sus tobillos y muñecas.

 

No se atreve a hacer nada más, pues siente que es Matt el que está a cargo.

Editado por Eileen Moody

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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Era algo curioso los amuletos de los Uzza y use algunos de ellos, inclusive su conocimiento, por reojo note que tres cuerdas iban en mi contra y solo me volvía intangible. Aunque, no regrese el ataque, no era parte de nuestra orden ingresar a este conflicto bélico a no ser que exista una buena ganancia en ello, aunque esa falta en otras circunstancia pudiera fácilmente iniciar un conflicto bélico, pero estaba seguro que no era el momento.

 

-Curioso. - Musite y me vuelvo corpóreo, las cuerdas se encontraban en el suelo. - ¿Acaso alguien desea desafiar a la Orden de Nox? - Y haciendo pausa me despido del mago. - Al parecer debo atender algo. Y tenga cuidado sr, al parecer los nervios están de punta. - En ello me voy ante quien suponía era la persona que me había lanzado un ataque, a no ser que estuviera desorientado por la conmoción y pudiera errar en mi juicio.

 

Al girar tome dirección a @ y dando espalda o quizás tome hacia a la izquierda de aquel primer mago, era difícil orientarse entre tanto caos. - ¿Acaso intentaste detenerme? - En ello mi voz hacia eco y corta la distancia que nos separa. - ¿Estás segura que desea enfrentar a un fulguramago sin razón aparente? ¿Es ésto algo sano para él país que representas? - Indague y cada vez me acerco a ella, quizás pudiera estar acompañado por alguien y esto no me importo, algo estaba claro y era que el Líder no deseaba manchar el nombre de la organización que representaba.

 

Y aún así en cada movimiento mi capa ondulada, el símbolo de mi orden era notorio y no evocaba quien nos había pedido estar, pero al parecer era raro que alguien nos desafie a sí de la nada ¿Acaso quebrante una ley para ello o era ella parte del grupo criminal? Y por eso solo apunte mi varita.

 

-¿Eres enemiga o aliada?

 

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Off si no era contra mi pj, pido disculpa por mal interpretar tu rol.

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