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Primeros Auxlios


Evedhiel
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Evedhiel llevaba exactamente dos meses molestando a cierto elfo doméstico para que arreglase la puerta del aula PA2019. Aún así, y a pesar de las varias lechuzas, tirones de orejas y alguna que otra amenaza, la bruja tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para abrir aquella portezuela por la que tenía que agacharse para entra al aula en cuestión.

 

Aquello sin duda no podía ser buena señal, y el hecho de que iba cargada con material para usar en su clase tampoco facilitaba su entrada, por lo que suspiró tres veces exasperada antes de pronunciar el nombre del elfo doméstico mordiéndose la lengua. Para su fortuna no tardó más de 3 segundos en aparecer frente a ella.

 

 

-Vaya.. vaya… gracias por dignarte a aparecer cuando te llamo.. pensé que ibas a hacerme el mismo caso que cuando te he mencionado unas mil veces que arregles los goznes de este anticuario… no Podemos tener alumnos entrando y saliendo constantemente de esta clase usando parte de su energía en hacer que esto abra…- dijo mientras le pasaba algunos pergaminos al elfo y avanzaba al fin a través de la puerta abierta.

 

Eoin había sido asignado a la chica no hacía mucho y el hecho de que llevase poco trabajando para el castillo lo hacía incluso más nervioso que el resto de los de su clase, por ello no fue extraño que la criatura escondiese su rostro detrás de sus manos antes de hablar.

 

 

-Lo se señorita Yaxley… Eoin ha hecho lo que ha pedido varias veces, señorita Yaxley pero esta puerta… Bueno.. a esta puerta no le gusta que la molesten temprano en la mañana señorita Yaxley. Me dijo que si fuese posible empezar después de las 8... y dejarle los fines de semana libres ella se lo..-

 

Evedhiel paró su paso ajetreado dándose la Vuelta contemplando con incredulidad a ambos, el elfo de orejas largas y mirada compungida y la puerta, que poco a poco había vuelto a cerrarse.

 

-Puedes decirle a tu amiga puerta que mis clases empezaran cuando el claustro lo crea conveniente y a la hora que creamos apropiado. Pero que si tanto le molesta, siempre puedo cambiarla por un arco de medio punto-dijo mientras se acercaba a la puerta, volvía a abrirla y daba un golpe de varita atando la misma a la pared con un chirrido que más parecía un quejido.-Ahora, Eion, si quieres serme de ayuda, reparte esto entre mis alumnos. Aún les queda 1 hora antes de que deban estar aquí y seguro que están sorprendido de que los cite con tan poco tiempo para prepararse… pero el conocimiento no espera.

 

 

La bruja le dio al elfo varios pergaminos cerrados con un sello de cera color violáceo donde podían leerse las letras EY con una caligrafía perfecta atado con un lazo morado oscuro de la punta.

 

 

 

Estimado/a/e alumno/a/e:

 

Me pongo en contacto para invitarlo/a/e oficialmente a la clase de primeros auxilios para la que ha solicitado tutelaje. La primera clase se llevará a cabo en el día de hoy en el aula PA2019 a las 8 en punto. Ni un minuto más ni uno menos. Se ruega encarecidamente que traigan consigo sus varitas y no se molesten en atender si van a llegar tarde.

 

Un cordial saludo:

 

Evedhiel Yaxley.

 

 

 

 

El elfo se desapareció de la sala con un silenciado: ZAS

 

Evedhiel movía los pupitres de un lado a otro de la sala, deshaciéndose de ellos con su varita…

 

-Usar cosas de muggles para enseñar magia…- se le podía oir decir como un susurro molesta.

 

 

----------------------------------------

 

El aula estaba sumida en un silencio expectante. Los muros parecían crujir nerviosos ante la ausencia de palabras y poco acostumbrados al vacío en el que se habían sumido desde la llegada de la Yaxley.Quedaban exactamente 15 minutos para que el reloj de pared de la clase PA2019 inundase la sala con su ya conocido sonido de cascabeles.

 

Evedhiel esperaba paciente reclinada sobre la única mesa a un lado de la sala. Jugueteaba con uno de los bordes de su sobre camisa de seda larga violeta, como exasperada porque aún no eran las 8.Agarraba con una mano a su varita, Nïnde, y posaba su gélida mirada en el suelo de la sala recorriéndolo de un sitio a otro. De cuando en cuando alzaba su vista, confundida creyendo haber oido pasos frente a ella, pero tardaba poco en enfocarse de nuevo en el suelo.

 

 

Había dispuesto el criterio de calificaciones de la clase en varios pizarrones alrededor de los muros, con una letra casi tan pulcra como la del pergamino que había mandado a sus alumnos.

 

 

 

 

Esperaba que sus alumnos fuesen lo suficientemente aventajados como para fijarse en el mapa del mundo enorme que había trazado en el suelo y que iba ser lo primero que iban a usar para ayudarlos en aquella primera lección en la que visitarían parte de la historia de la medicina y primeros auxilios alrededor del mundo.

 

 

Si no lo eran, quizás no merecían ocupar un cupo en su clase.

 

 

off:

 

Edité para quitar lo referente a las calificaciones.

Editado por Niko Uzumaki
Edición moderativa

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La mañana era fría, el sol comenzaba a salir dando un tono entre fiusha y naranja, el estar contemplando aquel paisaje lleno de árboles y la luz del cielo reflejada en el lago que había en la propiedad era sumamente agradable.

 

La pequeña rubia de cabello corto y ojos verde brillante estaba sentada en lo alto del tejado de dos aguas, contemplando el cambio de color en el cielo y esperando que su madre se acordara de ella y que por supuesto se encontrara bien. No tardó mucho en bajar de lo alto de la casa cuando un elfo de orejas grandes y puntiagudaa apareció en la puerta de la casona, con un pergamino enredado con un listón color violeta oscuro y diciendo que era la respuesta de la clase de primeros auxilios, la cual ella esperaba con ansias.

 

La rubia agradeció antes de que el elfo desapareciera y posteriormente desenrolló el pergamino, la caligrafía era muy pulcra y estilizada y decía que la clase se llevaría acabo aquel día en menos de una hora.

 

Afortunadamente ella ya se había arreglado antes de subir al tejado con unos jeans, botas de montaña y una blusa blanca de manga larga con escote en la espalda, así que sólo entró por su capa de viaje y desapareció.

 

Ya en el colegio, con diez minutos de antelación, buscó el aula PA2019, no le costó trabajo encontrarla, aunque era extraño ver la puerta amarrada y escuchar unos ruiditos similares a quejidos, como si algo lastimara a alguien. Al entrar, con cinco minutos antes de las ocho, lo primero que observó fue una especie de mapamundi dibujado en el piso, era interesante saber si ya lo habían usado o sería la profesora Yaxley quien lo había marcado. También había pizarrones con los criterios de evaluar para aquella clase, por lo que se veía sería interesante poder cumplir con todo.

 

La rubia ladeó la cabeza y sonrió, la maestra se encontraba recargada en el escritorio, así que salió - Buen día profesora Yaxley

 

La rubia pasó y sus aspecto parecía distraído, se dirigió a uno de los pizarrones cercanos y comenzó a leer por tercera vez los criterios de evaluación esperando que sus compañeros de clase llegarán pronto.

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Esperaba la nota de la Universidad para ir a la clase de Primeros Auxilios por lo que la llegada de aquel pergamino me causó gran alegría. No sabía quien era el profesor y las letras "EY" en aquel sello de cera de color violáceo me pareció muy interesante. Reseguí con los dedos aquellas dos letras, intentando crear el nombre del autor antes de abrirlo. Después, lo rompí con gran cuidado y leí con detenimiento aquella caligrafía que me invitaba oficialmente a la clase PA2019. Avisaba que empezaba a las 8 en punto; sonreí. Yo nunca llegaba tarde.

 

Vestida con una sencillo vestido negro que llegaba hasta mis rodillas y una chaquetita de lanilla por si hacía frío a esa hora de la mañana, partí hacia el recinto académico. Mis zapatos tenían suela de lona con lo que se agarraban bien al camino desde la entrada de la universidad hacia el edificio, sin hacer nada de ruido. En las manos, un par de libros que me había prestado mi tía Sagitas y un pergamino bien largo en el que tomar notas. Así cargada, me adentré en la búsqueda del aula indicada.

 

Me costó dar con ella. Era la única abierta y atada para que no se cerrara. Contemplé, inquieta, aquella puerta inmovilizada y pensé si aquello no sería un mal presagio sobre la clase. Me di un susto cuando alguien susurró:

 

- ¡Llegas tarde!

 

- No llego tarde. Aún no son las 8.

 

- Entra. Está de mal humor.

 

Asomé la cabeza, esperando encontrarme con el profesor EY. Era profesora y parecía agitada. ¿O sería enfadada? ¿O tendría un humor de hipogrifos cabreados? Siendo sacerdotisa, tuve una sensación algo negativa. Era mejor entrar cuanto antes. Di un paso hacia el interior y la misma voz me susurró:

 

- ¡Ten cuidado donde pisas!

 

Salté sobre mis pies al ver un mapa del mundo que ocupaba toda la clase. ¿Podría pisarlo? ¿Tendría que levitar? ¿Sólo algunos países? Mi geografía no era muy buena y el mapa mundial había cambiado algunos nombres desde que había estado en la escuela primaria.

 

Saludé con cortesía a la profesora y a una de las alumnas. En aquel momento, un ruidito agradable de cascabeles anunciaba las ocho de la mañana. Había llegado a tiempo.

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Crazy se encontraba en su despacho de la mansión Malfoy, sentado cómodamente en un enorme butacón de cuero, acariciando distraídamente la cría de basilisco que se acurrucaba en su regazo. Una nota recién abierta yacía ante él sobre el escritorio de roble, y el patriarca le dirigía nerviosas miradas de soslayo.

 

- ¿Cómo que si llego tarde ya no me moleste en asistir? - entrecerró los ojos, reflexionando - ¿Tú qué crees que estará insinuando Vulcano?

 

El pequeño basilisco siseó muy suavemente algo que en el lenguaje de los ofidio sonaba muy similar a un "déjame en paz"

 

- Sí, tienes razón, creo me está sugiriendo que no me retrase... ¡Pero yo siempre me retraso! Es como una seña de identidad, estoy muy viejo para andar innovando

 

El reloj de pared situado junto a la puerta profirió un solitario tañido. Observó sus agujas, que además de la situación de los diversos familiares también indicaban la hora. Las siete treinta. Se acercaban las ocho, así que decidió ponerse en marcha y no soliviantar a su próximo profesor tan pronto. Depositó a Vulcano sobre el escritorio, que se alejó reptando mientras mascullaba protestas que Crazy fingió no escuchar. Tejió entonces un portal nox con zarcillos de tinieblas y lo atravesó.

 

Para aparecer en una transitada calle repleta de muggles en lo que, creyó, se trataba de Norteamérica. Profirió una exclamación y tejió un nuevo portal que lo transportó a una paradisíaca playa del pacífico. No era un mal lugar, pero no era ese el destino que había querido alcanzar. ¿Qué diablos estaba pasando? Sus portales nunca fallaban, era el fulguramago en activo más habilidoso. Súbitamente las piezas encajaron.

 

- ¡Kan! Sal a dar la cara

 

A pocos pasos de él se materializó una forma gaseosa que tomó la forma de un genio de la lámpara de enorme torso de color negro oscuro, que terminaba a la altura de la cintura en una enorme nube que giraba sobre si misma y de vez en cuando emitía un pequeño destello, como si fuera el relámpago de una nube tormentosa. El genio estaba prácticamente calvo, aunque una pequeña coleta de pelo igual de oscuro que su torso le caía sobre la espalda. Lo observó con los brazos cruzados un una expresión divertida.

 

- Te quedan dos deseos - dijo simplemente -

 

- Y a ti te quedan tres minutos de vida si no me dejas en paz, ¡No quiero tus cochinos deseos!

 

Crazy maldijo el momento en que había aceptado el contrato de los arqueomagos para hacerse con aquella vieja reliquia. Tras activar la lámpara por accidente, había pedido un deseo y sufrido las consecuencias, que fueron en extremo desagradables.

 

- No puedes matarme, magos más poderosos que tú lo han intentado

 

- Pero quizás no con tanta imaginación - respondió el Malfoy con una sonrisa torcida -

 

Dándose cuenta de que quizás ya estuviera llegando tarde, decidió dejar aquella discusión para más adelante y tejió un nuevo portal. Esta vez lo depositó en las aulas de la Academia, frente a la que se suponía que acogería su clase. Entró tras empujar la chirriante puerta con cierta dificultad, y se detuvo al notar que el suelo de la estancia estaba cubierto por un gran mapa.

 

- Ya estoy aquí, confío en no llegar tarde

 

Dijo mientras avanzaba con cuidado de no pisar el mural. Se quedó bastante extrañado por la ausencia de pupitres en el aula, pero eso le transmitió la ausencia de etapa teórica, lo cual le agradó sobremanera. Ya se había sentado en suficientes pupitres para toda una vida durante sus estudios en Hogwarts.

 

¿Qué significaría aquel extraño mapamundi? Sin duda tendría alguna utilidad a lo largo de la clase. ¿Quizás viajar por el mundo aprendiendo distintos tipos de curación? Diversas guerras se libraban en el actual mundo mágico, así que sujetos de experimentación no les iban a faltar. Quizás debería preguntarle a Kan que lo observaba desde la puerta con una expresión maliciosa dibujada en sus facciones gaseosas, seguro que ese maldito genio tenía bien listados los lugares en los que se estaba matando a... Un momento, ¡¿Kan?!

 

Se levantó sin saber muy bien qué decir y el genio oscuro se despidió con un ademán justo antes de estallar en una voluta de humo.

 

- Esto... - comenzó Crazy, preguntándose qué diablos tramaba Kan - ¿Alguien ha visitado alguna vez la media luna fértil, pero hace unos mil años?

 

No le dio tiempo a escuchar las respuestas, porque escuchó un fuerte estruendo y el mundo se puso a girar sobre sí mismo. Salió despedido por los aires y se detuvo abruptamente al darse contra un muro, mientras su campo de visión se llenaba de polvo y cascotes. ¿Una bomba? Allí dónde había estado la puerta del aula creyó divisar un gran boquete e incluso parte del techo parecía tambaleante. Se llevó una mano al costado y la sintió húmeda, ¿Estaba sangrando?

 

- Cuando vaya a Florencia me van a escuchar - dijo antes de desmayarse -

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¡Las ocho de la mañana! Empezaba la clase y sólo éramos dos alumnas. Seguro que iba a ser una asignatura interesante.La puerta de entrada chirrió de forma molesta, como si no estuviera de acuerdo con la entrada de un nuevo alumno. Ante nosotros, la figura del antiguo ministro de magia, anunciado su llegada y caminando de una forma extraña. Hasta que no me di cuenta que intentaba pisar con cuidado el suelo de la clase, pensé que venía aletargado tal vez por un exceso de bebida. Sonreí ante mi idea insólita, pues no tenía ningún fundamento para haber pensado en ello.

 

- No llega apenas tarde. Hace unos segundos que sonaron las ocho.

 

 

Lo dije en un tono demasiado atrevido. Era curioso el cambio que estaba efectuando mi carácter, que me proporcionaba una seguridad en mí misma que no había sentido en mucho tiempo. Tal vez entrar en el bando mortífago estaba consiguiendo que, por fin, valorara más la propia versión de una mujercita independiente de la familia y con capacidad para sobrevivir sin estar a la sombra de los grandes miembros, mami, primos y las tías. Sonreí un poco y alcé la cabeza en un gesto con el que pretendí demostrar lo superior que era de la antigua Xell. ¡Como si los presentes me conocieran de antes!

 

La siguiente frase del ex-Ministro hizo que bajara la cabeza y le mirara, desconcertada por su significado. ¿Estaría dándonos alguna pista de algún suceso? ¿Sería importante la mención de la media luna fértil... milenios atrás? ¿O sólo deliraba? Se lo preguntaría en otro momento. Aquel no era el más indicado. Algo o alguien había hecho estallar algo gordo.

 

- ¡Cuerno de erumpent! - grité muy alto, dando aviso de lo que ocurría.

 

¿Por qué dije eso y no otra cosa? Había pociones que estallaban, gente que usaba hechizos... Tal vez sólo fue una exclamación o, ¡quién sabe!, el olor a chamusquina me recordó a uno de los animales más extraños que tenía en mi negocio del Circo. Aunque no era totalmente mío pues me lo había cedido la tía, me pasaba mucho tiempo acicalando animalitos.

 

Todo atisbo de soberbia desapareció cuando escupí un cascote y noté el sabor del polvo de ladrillo. Mi ropa, tan elegante unos cinco minutos antes, ahora lucía estropeada por el derrumbe de la puerta, ante la que me había encontrado demasiado cerca. ¡Qué pena, era una puerta amable, a mí me había dado una bonita acogida al entrar en la clase!

 

- ¡Primer Ministro! ¡Señor Crazy! - olvidé por completo que ya no lo era.

 

No podía correr hacia él porque mi pierna me fallaba, como si me hubiera dislocado algo, la rodilla, la cadera, el ánimo, no sé... Llegué hacia él y me senté en el suelo, a su lado. Dijo algo de Florencia antes de desmayarse. Creo que le gusta el Arte Renacentista aunque... ¡vaya momento de acordarse de visitar museos!

 

- ¡Lo lamento mucho! ¡Es culpa mía! Los Accidentes me acompañan. Es una maldición de Familia.

 

Lo toqueteé un poco hasta que descubrí la sangre en un costado.

 

- ¡Ay, no se muera! ¡Profesora, haga algo! Enséñenos Primeros Auxilios por la vía rápida porque este hombre se nos va...

 

Mientras la maestra nos decía qué hacer, me saqué la chaquetilla de lana que estaba toda sucia y la sacudí, para quitarle el polvo. Después la apreté contra el costado del Sr. Malfoy y rogué a la Diosa Tierra que me diera fuerzas para no vomitarle encima.

 

- No me atrevo a hacerle un Episkey sin limpiar la herida antes...

 

¡Claro, tonta! Tomé la varita con una mano temblorosa e invoqué un Aguamenti que mojó todo a nuestro alrededor pero limpió la herida. Puse cara de asco cuando vi la sangre, toda roja, borbotando de la herida. Ante el silencio de la profesora, a quien no veía ahora, tal vez estuviera herida, decidí arriesgarme y usar un Curación, un hechizo sanador que me había enseñado mi amiga Dennis cuando fue mi profesora en el Libro de la Sangre.

 

- !Sr. Ministro, Sr. Ministro! ¿Sigue muerto! ¡Ay, tonta de mí, quería decir vivo!

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Crazy flotó en la oscuridad durante lo que le parecieron años. Tampoco se estaba tan mal, se le había ido la resaca como por arte de magia, se sentía cálido y arropado, nadie le había puesto deberes ni le reclamaba por alguna de las miles de cosas que había hecho mal, o dejado de hacer, o que no había hecho como alguien esperaba, o que había hecho demasiado bien, o... o... ¿Y aquella luz? No, aquel resplandor no le gustaba, nunca se había fiado de los magos que parloteaban acerca de la claridad y la bondad, le recordaban a esos mercachifles que visitaban la mansión cuando era un niño vendiendo amuletos y tónicos milagrosos que nunca funcionaban.

 

- ¡Sr. Ministro, Sr. Ministro! ¿Sigue muerto! ¡Ay, tonta de mí, quería decir vivo!

 

Escuchó una voz trémula, casi un susurro apagado, que lo alejó de aquella luminiscencia demoníaca, se dejó llevar como si despertara de un sueño. Un momento... ¿Cómo que Ministro? Ni hablar, había dimitido, los había mandado a hacer puñetas con sus guerras y sus profecías. A él no le iba a pasar como a ese cabeza de huevo de Ryddle que se obsesionó con una y terminó atacando bebés. Se esforzó por nadar hacia la luz y alejarse de la voz, pero en aquel vacío no había forma de propulsarse y el resplandor se alejaba cada vez más.

 

Se despertó en medio de un charco de sangre sintiéndose muy débil, una bella joven de cabello rubio se inclinaba sobre él con expresión preocupada.

 

- ¿Estoy en el cielo? - dijo - Entonces alguien debe de haber cometido un error...

 

Pestañeó mientras su visión se aclaraba y vio que estaba rodeado de escombros y muros derruidos.

 

- No me lo imaginaba así, sobran piedras y faltan nubes - tosió - ¿Habéis pensado en contratar un bedel?

 

Se llevó una mano a la cabeza, sintiéndose repentinamente mareado. Quiso hablar pero no encontró las palabras correctas de forma que dijo:

 

- Ala... Algar... - hizo una pausa - Maeri

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— La muerte no es tan sencilla de perpetrar o invocar —aquella voz se dejo sentir dentro del aula. Destellando en su cuello una piedra amarilla, instrumento que era usado para curar o subsanar algún tipo de daño. Claro si el mismo era infringido con el poder de la magia y no por un simple accidente muggle, escuchaba un ligero chirrido en el suelo, arañazos suplicantes que demandaban su atención. La misiva enviada por la dirección de Castelobruxo, le informaba que debía suplir a la profesora de Primeros Auxilios, para su buena suerte contaba con el tiempo disponible para cumplir con su deber catedrático.


— Un placer, Juv Black Lestrange, seré su profesora en esta ocasión—se presentaba con un ligero movimiento de su surda. Mirando con expectación el suceso que protagonizaba su padre, curiosa la forma en que las cosas iban a desarrollarse dentro de esa aula— El cielo y el infierno, no son sitios sencillos de conocer y cuando se llega a ellos, posiblemente se experimenten vivencias del pasado o del futuro que no pudimos concretar—caminaba con calma hacia donde estaba tumbado el cuerpo del hombre.


Los signos vitales en este eran demasiado débiles, pero no lo suficiente como para arrastrarlo hacia los brazos de la parca. El par de féminas se limitaron a mirar a la recién llegada, plagada de amuletos y anillos que le brindaban el poder de emplear las habilidades y conocimientos que los libros le habían otorgado— Se debe tomar el pulso y detectar los signos vitales, aunque sean pausados o débiles, todavía se le puede salvar la vida—extendiendo su mano apareció sobre su palma un amuleto de color negro. La magia negra era su fiel compañera, amiga inseparable en momentos tan especiales como esos.


— Determinaremos que le causo estar en ese estado, posiblemente un ataque cardíaco o algo mucho más delicado—empleando sus conocimientos médicos, no tardó en revisar los latidos del corazón y el pulso de Crazy. No descartaba que estuviera experimentando una breve ensoñación, viviendo un desprendimiento de su cuerpo. El alma era algo complicado de entender o tratar, pero ella estaba ahí para enseñarlos a regresar a un espíritu al cuerpo que lo contenía y sanar toda clase de heridas o daños. Deslizando sus manos por el pecho del Primer Ministro, invocaba la magia que la piedra escondía en su ser, destellante brillo que envolvió por completo el cuerpo del sujeto.


—Presten atención a cada uno de los conjuros, no solo es magia al azar— cerraba sus ojos rezando un conjuro en una lengua extraña. Ya tendría tiempo de explicarles con lujo de detalles, el significado de su poder y el beneficio que este causaba en quién era empleado. Continuaba con su ritual sacando de su capa de viaje un libro de tapa rojiza, aquel que le encantaba leer por largas horas, aprendiendo que la sangre es capaz de dar o quitar vida sin lugar a dudas.



Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Estaba asustada. Poco conocía a Mr. Crazy Malfoy pero los rumores le daban un carácter agrio. Aquel hombre, sin embargo, me quedó mirando y preguntó si estaba en el cielo. Sé que me ruboricé por el calor que subió a mis mejillas. ¿Ese no era un truco feo que usaban para ligar a damiselas? ¡Yo no era una chiquilla! Ahora tenía un plan, una finalidad... ¿O a qué se refería cuando hablaba del cielo?

 

Miré a los lados, intentando buscar una simiilitud con la imagen que yo, como sacerdotisa, tenía del cielo. Aquellos muros de piedra derruidos no guardaban semejanza con lo que yo creía era el Cielo, el lugar donde se reúnen las ánimas de los muertos, donde disfrutan de una paz eterna.

 

- ¡Sobran piedras y falta mucha paz, Señor Crazy! ¿Está desvariando? ¿Qué significa Algar Maeri? Suena rúnico.

 

O tal vez latín. Era un idioma que se me resistía, no sabía mucho aunque lo guardé en mi memoria por si podía preguntarlo en otro momento. Una voz femenina flotó en el aire y dijo ser la profesora.

 

- ¿Dónde está la anterior? ¿Murió en el derrumbe? - me sentía muy tensa. ¡Una profesora muerta era una mala noticia! ¡Todos podríamos haber muerto! - El Sr. Crazy está mal...

 

Mi voz bajó un poquito, con miedo a que se confirmaran mis peores temores. La Maestra Juv se puso a nuestro lado y empezó su clase de forma práctica. Me sentí como una estudiante inepta por no apuntar sus datos en la libreta así que presté mucha atención para no perder detalle.

 

- Tomar el pulso... Detectar los signos vitales... ¿Un ataque cardíaco? No es tan mayor... Creo...

 

Tenía la errónea idea de la edad como factor influyente en los ataques cardíacos.

 

- Aunque entró algo divagando, como si estuviera... - No, no iba a confesar que me pareció algo borracho.

 

¿Quién era yo para juzgar a nadie por lo que bebiera y por la cantidad que bebiera? Además, de confirmar que era un ataque, podría estar difamando su figura cuando era el síntoma de una enfermedad. Me daba cuenta que no era buena en Primeros Auxilios, debiera fijarme más y no dar explicaciones tan a la ligera.

 

-¿Qué hechizos usa? - hablaba en una lengua tan extraña como la que había usado antes Crazy con su Algar Maeri. -¿Los puede repetir?

 

Sacó un libro rojo que parecía el Uzza de la Sangre. ¿Se trataría del libro de texto de la clase? Debería recordar el título para comprarlo, si fuera necesario para el examen.

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—Morir es una palabra fuerte, digamos que paso a un plano más grato, al que habitamos actualmente —sonrió desviando su vista hacia el cumulo de rocas apiladas, tal y como solían agrupar a los cadáveres en las épocas de guerra. Su cuerpo se tensó al imaginarse como sería la perdida de su padre para el mundo mágico, quizás varios miembros de la élite se cuestionaría dicho suceso. Lanzando interrogantes sobre la poca precaución que se tomo para impartir dicha materia, primeros auxilios perdió al ministro de magia por un tecnicismo que rayaba en lo absurdo.


—La sangre es capaz de dar vida, pero también puede quitarla—la sobriedad de sus gestos petrifico por un breve instante a su alumna. Crazy y Hannity, solamente figuraban como un par de espectadores, perdidos en el limbo o posiblemente absorbidos por el temor de salir de ahí con los pies por delante. La naturaleza solía ser bastante caprichosa, altanera y prepotente. Especialista en causar destrozos a diestra y siniestra, justo eso era lo que los tenía sumergidos en tremendo berenjenal.


Abriendo con parsimonia aquel texto, deslizaba su indice por cada una de las lineas plasmadas en el papel—Hechizos diversos que aprenderás, pero igual empleo el poder de la Nigromancia. El arte de devolver la vida a las personas que la han perdido de forma abrupta o accidental —parafraseó con astucia. La joven estaba atenta a las explicaciones de la fémina, Crazy no estaba muerto, pero tampoco estaba a salvo de verse seducido por la coqueta y juguetona tentación de rendirse a los pies de la huesuda.


—Si la gema destella encegueciendo por completo tus ojos, quiere decir que sigue dentro de nuestro plano. En caso contrario, ya ha trascendido y el proceso de resucitación será mucho más complicado. Suele ser tedioso la primera vez, pero si le tomas el gusto al asunto, resulta demasiado entretenido zambullirse en el mar oscuro que habita dentro del mundo de los muertos, cientos y cientos de almas pululan a diestra y siniestra, deseosas de hacerse con una victima que agregar a su colección —le señaló la gema de color amarillo, invitándola a cerciorarse con sus propios ojos y acciones, si el Malfoy aún pertenecía al mundo de los vivos.



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Crazy observó atentamente a la profesora, que se inclinaba recitando extraños encantamientos que no supo reconocer. Tardó unos instantes en reconocer a su hija, lo cual lo dejó todavía más confuso de lo que ya estaba. Había visto la profesora al entrar, y no era una Malfoy, ¿Dónde estaba? Deseó que no se hubiera muerto, porque iba a necesitar una montaña de papeleo para explicarlo. Se sentía muy cansado, así que cerró los ojos un instante y perdió el conocimiento.

 

Al abrirlos de nuevo, Juv y Xell lo estaban observando con rostros teñidos de preocupación y una extraña piedra suspendida sobre él. Aquello estaba resultando muy extraño, pero ya no se sentía tan mareado, el dolor de cabeza comenzaba a remitir y su visión se aclaraba.

 

- Estoy... bien, creo - intentó incorporarse sin éxito - Ya me parecía a mí raro haber ido al cielo

 

Recordó vagamente haber hablado en una lengua extraña, ¿Cuál había sido? ¿Sumerio? Reconocía los síntomas de una conmoción cerebral, pero tenía que reconocer a la dirección de Castelobruxo la rapidez en enviar a alguien para hacerse cargo de la situación y curarlo. En cuanto estuviera recuperado, pensaba encontrar a Kan y explicarle algunas cosas.

 

Finalmente pudo incorporarse y reparó en que no solo faltaba su profesora, sino también una alumna. ¿Nadie había reparado en ello? Estudió el aula desolada y susurró un Homenum Revelio. La vaga noción de una persona a su derecha lo invadió, y caminó con dificultad hasta encontrar a la otra alumna enterrada bajo una nube de polvo.

 

Agitó la varita haciendo que los guijarros y cascotes flotaran en el aire, dejando al descubierto su cuerpo. Respiraba entrecortadamente, así que no le hizo falta tomarle el pulso. Estaba sangrando por varios lugares y no tenía buen color. Pasó la varita sobre ella conjurando una curación mientras con la mano libre rebuscaba en su cartera de piel de moke. Extrajo tres pequeños frascos de poción.

 

- Niña, esto va a doler

 

Primero aplicó la esencia de díctamo sobre sus heridas, sorprendiéndose como de costumbre de lo rápido que sanaban, casi a la misma velocidad que era capaz de colocarle el ungüento. Después le dio un par de sorbos de la poción reponedora de sangre, puesto que no parecía haber perdido demasiada. La tercera era una herbovitalizante que, con un poco de suerte, la reanimaría. Cuando había terminado, descubrió que parecía haberse roto la pierna, de forma que dijo:

 

- Ferula - invocando una tablilla y vendas que rodearon la extremidad dañada - Ya está fuera de peligro, aunque recomiendo trasladarla a San Mungo inmediatamente

 

Se giró hacia la profesora, que parecía muy sorprendida de haber pasado por alto un herido de tal gravedad. Crazy no se lo reprochó, cualquiera podía equivocarse, aunque se alegró de haber conservado todos aquellos años el viejo hábito adquirido en las guerras mágicas de llevar consigo pociones curativas. De lo contrario quizás hubiera sido demasiado tarde.

 

 

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