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Voodoo Dolls (MM B: 113092)


Tauro M.
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Muñecos Vudú, santería, amuletos y más...



En medio de una de las zonas más comerciales del Callejón Diagon y entre dos hoteles 3 estrellas, existe un pequeño local que alberga, quizás, la colección más grande de muñecos Vudú que se puedan imaginar.

Por años, los propietarios de los diferentes negocios y en especial de los hoteles, intentaron sacar a los dueños de aquel local, primero empezaron con generosos sobornos que con el tiempo se convirtieron en amenazas que no llevaron a ningún lado. Temían que la temática pudiera arruinarles sus ganancias, que sus clientes se sintieran amenazados y perturbados, pero por más que lo intentaron no consiguieron nada. Cuando ya se vieron sin opciones, resignados propusieron un nuevo trato acompañado de otra buena suma de dinero para que ambas partes tuvieran las de ganar. Dicho trato consiste en lo siguiente:

Por fuera el negocio parece una simple tienda de souvenires, así a la vista de todo mago y bruja que merodee por allí. Solo quiénes tienen toda la intención de encontrar el lugar, ya sea por recomendación o motivado por los deseos y necesidades de su corazón, pueden ver como el discreto cartel cambia de nombre, dándoles la bienvenida a un sin fin de opciones que buscan mejorar sus vidas significativamente. Claro está, con un precio.

En el interior del local de dos pisos se puede apreciar enormes estantes que llegan hasta el techo. En ellos encuentran diferentes esculturas, talismanes, tótems, figuras de santos, todo articulo que es o ha sido significativo para las distintas religiones a través de los siglos. Todos ellos tienen un lugar especial escogido específicamente para ellos. Jamás se mezclan. Pero sin duda, los más populares son los muñecos de Vudú, religión originaria de África Occidental y que alcanzó gran popularidad. Vale aclarar que esos son solo de exhibición, los dueños aseguran que no representan a nadie en la actualidad, pero quiénes los conocen de verdad tienen sus reservas.

De frente a la puerta hay dos sofás con una mesita en el medio, allí es donde normalmente se llevan a cabo las charlas previas a comprar alguno de los productos. Los dueños también ofrecen un tour por toda la tienda y cuando alguien les pregunta sobre algo en específico, suelen compartir datos interesantes que conocen o incluso inventan, más que todo para medir lo lejos que puede llegar la curiosidad de la gente. Más adelante, hay un amplio mostrador con piedras de diferentes colores y tamaños, la mayoría suelen ser de adorno y muy pocas tienen algo especial. Estas están diseñadas para los más observadores, quién se deje llevar por el brillo o apariencia corre el riesgo de perder su dinero. Solo una vieja elfa llamada Señora "Nesbitt" que se toma su tiempo para todo y arrastra sus palabras cuando habla es la que ayuda con la limpieza y acomodación. Siempre lleva un sombrero adornado con una flor y de vez en cuando ofrece té a sus invitados. Justo en la pared de atrás, hay un cartel que dice lo siguiente:

''La popular creencia demoniza a los muñecos vudú como figuras usadas en rituales magia negra, se dicen que son una especie de pequeños fetiches (que pretenden ser representaciones de personas o situaciones) con forma humanoide fabricados con diversos materiales, los cuales se cree que están vinculados al espíritu de una determinada persona. Lo que se les haga a esos muñecos, le sucede a quien el muñeco representa. Pero esto va más allá de clavar agujas al muñeco en algún lugar del cuerpo o aplicar algún tipo de martirio, para que así la persona vinculada sufra de algún mal o una maldición. Es magia al fin y al cabo. El muñeco es solo un medio y como tal no se le debe temer.''

Debido a la estigmatización existente alrededor de estos muñecos, los dueños decidieron experimentar con un tipo de magia más ''blanca'' para abarcar más mercado. No niegan los mitos, los rituales o prácticas mencionadas en el cartel, pero ofrecen a sus clientes la posibilidad de usar los muñecos para otras cosas productivas como proteger una casa de los malos espíritus o asegurar la prosperidad en los negocios. Hay algunos que prefieren usarlo para enterarse de si a su ser querido le pasa algo malo, lo que los hace muy populares entre las parejas.

No todos pueden obtener uno, la entrevista con los dueños es estrictamente necesaria, de lo contrario solo te podrás llevar un pequeño recuerdo de la tienda por el que por supuesto, tendrás que pagar.


Elfos:
Señora "Nesbitt"

Registro: Aquí
Bóveda: Aquí Editado por Taurogirl Lavigne

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Camine con la vestimenta de la Orden del Nox, una mítica y secreta organización de fulguramago que pertenecía, la cual era en mi particular un traje único de una sola pieza, con capucha y esta de no me deja ver el rostro, en en el pecho se veía una runa antigua y se vincula a los Uzza. En sí parecía una larga túnica, con la diferencia que cambia de color según mi estado de ánimo, en la cintura un cinturón oscuro sujeta en su empuñadura en forma de serpiente mi daga de Sacrificio. Entre las cualidades de portar este atuendo era que mi voz cambiaba a la de un inglés o al país que ingresará, bajaba la tonalidad y pareciera que apenas era un adolescente.

 

-Curioso.

 

Mencionó al pasar por la calle y ver a la lejanía una tienda, a la lejanía y mi iniciación como arqueomago pude observar gran fuerza en la magia de luz y oscuridad, supuse que era una tienda antigua y su poder me atrajo, opto a caminar por ese lugar y ver que consigo. Solo me detuve en la entrada, concentre mi energía natural e ingreso al local.

 

-¿Hola?

 

Indague dudoso de lo que podía suceder y estaba alerta a todo. En caso de ser necesario sacaría la varita y usuaria cada objeto y poder que había aprendido, esperaba que ello no fuera necesario.

Editado por Demian Luxure

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Pocos eran los visitantes y la Señora ''Nesbitt'' se las apañaba bastante bien. Cualquiera podía dar un recorrido por el lugar, cuya entrada estaba protegida por si alguno quería pasarse de listo y llevar alguna cosa sin pagar. Pese a los temores de los propietarios de hoteles, los clientes no habían disminuido, sino que todo lo contrario, e incluso ellos mismos se habían convertido en clientes regulares. Los procedimientos que requirieran de una magia más avanzada y negra se llevaban a cabo en otro lado de la tienda o incluso en otro lugar al cual accedían a través de portales.

 

La puerta se abrió y una luz en el mostrador se iluminó, anunciando la llegada de un posible cliente o simplemente visitante, cualquiera que fuera el caso siempre volvían. La elfina fue la que salió a su encuentro.

 

—Adelante caballero, ¿qué está buscando? —arrastró cada una de sus palabras, hablando con parsimonia. Los dueños se encontraban en el cuarto preparando un ritual de limpieza para mala suerte y habían pedido que de momento no fueran molestados.

 

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Jeremy estaba usando un mortero para moler unas hojas secas, que usarían en el proceso de purificación de energías malignas para unos clientes. Estaba seguro que aquello no sanaría los problemas sexuales que tenía esa pareja, pero ellos insistían que eso funcionaria y los cuantiosos galeones que pagaron por el servicio, les hizo darles la razón con una sonrisa.

 

Las hojas secas que usaba eran más que nada para quemar y que salieran humo. Más humo oscuro produciría, más creerían que se estaban limpiando el alma de problemas. Era gracioso cómo funcionaba la mente de algunas personas. Creía intuir que eran magos, aunque no lo parecían. ¿Qué mago pediría ese tipo de servicio? ¿Cuánta desesperación valía algo así? Quiso reír al pensar en decirle a Anne alguna locura así. La bruja no dudaría en lanzarle un maleficio.

 

Detectó presencia con la señora Nesbitt, así que se disculpó con sus clientes, por un segundo, y salió camino al salón principal. Observó al hombre moreno que tenía enfrente y lo recordó de una visita a la Gaunt, cuando él estaba aún cortejando a su prometida.

 

-Buenos días, señor Luxure -Dijo antes de girarse a la elfina -Nesbitt tenemos invitados en la otra sala ¿Puedes llevarles un zumo de calabaza para que se pongan cómodos? Gracias -Ordenó, antes de volver a mirar a Demian - ¿En qué puedo ayudarle?

 

 

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Editado por Jeremy Askar Triviani

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El cielo amenazaba lluvia.

 

Matt recorría las empedradas calles del Callejón Diagon aquella gris mañana de Setiembre, el otoño aunque no oficial, aquel día parecía querer dejar en claro que su presencia se encontraba a la vuelta de la esquina. Un viento frío del norte agitaba las hojas todavía verdes de los pequeños árboles que acompañaban en algunas zonas el callejón principal, el Ironwood se prendió un botón más de la chaqueta negra que llevaba por encima de la camisa al sentir el viento arreciar.

 

Esperaba que al menos no lloviera, no mientras estuviera aun en las calles ¿faltaría mucho para llegar al local? Aquella mañana no tenía que ir al curso con los aurores, las clases serían por la noche por lo que el resto del día estaba liberado de responsabilidades.

 

Su pequeño apartamento en Penzance era cómodo pero no le hacia sentir como en casa, Matt sabía que aquello también era cuestión de tiempo, hacia tan solo dos semanas que se mudó a Inglaterra y todo le resultaba nuevo y ajeno. Pero estaba seguro que lo que estaba por comprar le haría sentir más “cerca” de las islas.

 

El pequeño negocio se encontraba entre dos imponentes hoteles que prácticamente parecían consumir al local en el medio, pero Matt podía ver claramente el negocio y su verdadera naturaleza que solo se presentaba a los que realmente tenían interés en encontrarlo.

 

“Voodoo Dolls” rezaba en la entrada. Los pocos casos en los que tuvo que ir a Louisiana fueron todos relacionados con el vudú, aquella rama de la magia tenía un mal estigma en la mayoría de la población mágica y no mágica de los Estados Unidos, pero era extensamente practicada en el sur y muchos de lo que expresaban su “disgusto” por la misma en secreto eran los primeros en acudir al vudú por soluciones.

 

Matt no era practicante del vudú, pero tampoco la despreciaba, simplemente la respetaba como cualquier otra de las tantas ramas que la magia a la largo del mundo existían. Pero en aquella ocasión el Ironwood no estaba por el vudú, buscaba otra cosa y esperaba poder encontrarla.

 

Abrió con cuidado la puerta del local y se encontró con grandes estanterías repletas de distintos objetos de los cuales en su mayoría desconocía, ya dos magos y una pequeña elfina se encontraban en unos pequeños sofás en el centro del cuarto.

 

-Buenos días – saludó desde la entrada -¿Espero? – preguntó al ver al pequeño grupo.

 

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La señora Nesbitt asintió con parsimonia, dejando a uno de los dueños en compañía del caballero. Llegar hasta la otra sala le tomaría alrededor de media hora, eso si a mitad de camino no se olvidaba de lo que tenía que hacer, o de repente alguna mota de mugre le llamara la atención pidiendo ser limpiada cuando antes; ella era un poco obsesiva con esas cosas. Por suerte para los invitados, en el camino no hubo estragos. La Señora Nesbitt caminaba cargando una bandeja lo más deprisa que sus patitas de elfina y la edad le permitían, sobre ella llevaba al menos seis vasos con zumo de naranja.

 

—¡Nesbitt! —exclamó una bruja peli-azul, quién evitó que la bandeja cayera al suelo con un rápido movimiento de su varita —Entrega a cada una de esas personas la bebida, pero ten cuidado al caminar —suplicó. En eso la puerta volvió a sonar. Al parecer ese sería un día muy agitad —Yo me encargo —dijo, antes de que la elfina decidiera ofrecerse, ya tenía mucho con lo que lidiar.

 

— Muy buenas tardes caballero —lo recibió muy cordial. En el negocio era normal tratar a los visitantes de aquella manera, más que todo para ganarse su confianza y de este modo podían separar a los potenciales clientes de las víctimas de sus inventos —. No hay necesidad de esperar, ¿cómo le puedo ayudar?

 

@@Syrius McGonagall

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-Buenas – saludó a la bruja de un llamativo cabello color azul que se acercó hasta el para recibirlo –Muchas gracias, Matt Ironwood – dijo mientras se adentraba un poco más en la tienda luego de explicarle que no había necesidad de esperar –Estaba buscando algo para mi apartamento y me dijeron que este negocio era el mejor lugar para encontrarlo en todo Londres – manifestó Matt mientras pasaba junto a un altísimo estante con distintas figuras de lo que parecía ser arcilla con rostros que parecían no quitarle los ojos de encima mientras se movía.

 

-¿Qué tanto trabajan aquí con la magia del Pacífico? – preguntó a la mujer que caminaba a su lado justo mientras pasaban junto a una enorme exposición de relicarios que brillaban decorados con grandes gemas y metales de todos los colores pero que bajo ninguna circunstancia el Ironwood tocaría a mano desnuda.

 

-Quería saber si ustedes tienen en su colección unas estatuas Tiki, cuatro en particular – explicó Matt mientras se detenía frente a un mostrador cubierto por diferentes y muy llamativas piedras preciosas que lo cubrían en toda su extensión. En su hogar en “Big Island” sus padres tenían unas cuantas figuras Tiki en el jardín, algunas eran tan altas como seres humanos pero también había pequeñas que su madre tenía en el gran mueble de madera de la sala.

 

El castaño aguardó en silencio por la respuesta de la mujer, mientras pensaba en que hasta aquel momento estando tan lejos de su hogar, nunca sintió que aquellas figuras talladas en madera le hicieran tanta falta.

 

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— Taurogirl Lavigne —respondió presentándose —Me alegra saber que nos hacemos famosos entre nuestros clientes y con suerte, usted sea parte de uno de ellos —añadió entusiasmada —Pero cuénteme, dígame exactamente lo que anda buscando. En caso de no tenerlo, ofrecemos el servicio de buscarlo y llevar el producto a la puerta de su hogar, si lo desea, con apenas un costo extra.

 

La bruja escuchó atenta la explicación de Matt. Al parecer lo que buscaba era algo bastante peculiar, aparentemente para decoración, pero durante la caminata Tauro pudo deducir que era un mago observador y e inteligente. En la tienda habían muchos objetos llamativos que parecían valer muchos galeones, pero en realidad era basura muy peligrosa que podría darles mala suerte si se atrevían a robarla.

 

— ¡Por supuesto! Venga por acá —la bruja lo condujo por un estrecho pasillo entre estantes que parecía apretujarse conforme avanzaban, pero eso era solo una ilusión óptica. Una vez cruzaron dieron con uno mucho más amplio, solo que en lugar de estantes habían vitrinas de exposición con estatuas de diferentes culturas, colores y tamaños. En la vitrina más alta habían tres estatuas, que recibían el nombre de Kane, Lono y Kanaloa. Cada una tenía su significado dentro de la Mitología Tiki y debido a su importancia se encontraban allí en lo alto, destacando de las otras.

 

— Verá, estas son especiales, ya que tienen cristales de colores en donde van los ojos. Pero claro, si lo desea también tenemos versiones de madera más comunes y discretas. Se percató de que le faltaba una: Ku —Es interesante que pregunte por ellas. Antes me preguntó si trabajábamos con magia del pacífico y la respuesta es que si. Solemos asistir al Festival Makahiki y ayudar con los rituales de fertilidad —explicó —Pero no sé por qué falta una de ellas, a menos que... —pensó en la elfina, seguramente quiso sacar más brillos a las piedras y aun no la regresaba a su lugar.

 

—¿Le gustan esas o prefiere otro modelo? —preguntó, al tiempo que señalaba la vitrina de al lado.

@@Syrius McGonagall

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En el hotel se estaba bien. Tranquilo, demasiada paz. Oliver disfrutaba de la vista que tenía desde su ventana a la calle. No se acostumbrara al cambio de ritmo ni a las personas habitués del callejón. Eran tan distintas a lo que estaba acostumbrado. Él era aventurero, un explorador nato, dispuesto a la aventura salvaje en cualquier rincón del planeta. Extrañaba eso mucho más de lo que extrañaba el chocolate y es que era un goloso sin remedio. Se apartó de la ventana dispuesto a dar un paseo. El aburrimiento lo estaba poniendo nervioso.

 

Como cualquier turista se puso una gorra negra que cubría su cabello castaño y salió a estirar las piernas. No hizo falta que diera muchos pasos para que algo llamara su atención. Un pequeño local de muñecos, parecía no encajar del todo en esa zona del Diagón, ofrecía una amplia variedad de objetos curiosos. Sin prisa, Oliver se fue acercando a paso lento hasta cruzar la puerta de entrada para encontrarse rodeado de estatuas de altura considerable pero en armonía con la mesa y los sofás del medio del salón.

 

Oliver extrajo del bolsillo de saco un monedero con galeones. Se le antojaba comprarse algo similar al amuleto de poder que llevaba en el pecho, debajo de sus ropas, cerca del corazón. Se acercó a la colección de amuletos egipcios, alguno de ellos tenían forma de cruces, otro de ojos del dios Horus, escarabajos bañados en oro y gatitos negros pintados a mano. Una colección envidiable para cualquier coleccionista.

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Grata fue su sorpresa cuando la mujer llamada Taurogirl afirmó entusiasmada a la duda del castaño, al parecer Matt no se había equivocado al escoger aquel lugar para encontrar los que posiblemente fueran los únicos Tiki en toda Inglaterra. Siguió en silenció a la bruja por estrechos pasillos junto a altísimos estantes que parecían casi tocarse en sus cimas debido a la inclinación que tenían.

 

La sensación que le provocaban al castaño era de que en cualquier momento podían ceder bajo su propio peso y enterrarlos bajo madera y objetos posiblemente malditos, por eso agradeció internamente cuando salieron de aquel entramado de cerrados callejones a una amplia zona abierta donde en la pared de enfrente una enorme vitrina de vidrio relucía a ojos vistas.

 

Fue inevitable para Matt dar unos pasos hacia la misma mientras observaba los distintos objetos que en ella se exponían. La mayoría le resultaban vagamente familiares, no solo encontró figuras hawaianas, sino también de Tonga, Kiribati, Samoa, Rapa Nui, entre otras, las historias y leyendas detrás de algunas de ellas le resultaban tan conocidas como su historia propia mientras que otras (las menos) no le sonaban de nada.

 

Sus ojos inmediatamente ascendieron hasta un metro por encima de su cabeza donde tres figuras resaltaban por su exquisito tallado y sus brillantes ojos enjoyados. Lono, Kane y Kanaloa, tres de las cuatro deidades principales de las creencias hawaianas. Conocía sus rostros, sus grandes hazañas, sus mitos y los cultos detrás de cada uno de ellos, casi pudo volver a sentir el sonido del batir de las olas sobre la costa, el trinar de las cientos de especies de aves de las selvas, el aroma de la brisa marina en su nariz y el vibrar profundo de la tierra misma capaz de opacar todo lo demás cuando un volcán entraba en erupción. Todo aquello le recordaba a casa.

 

Pero pese a esa abrumadora impresión fue incapaz de ignorar que allí faltaba Ku, estaba por preguntar por aquello cuando la bruja volvió a retomar la palabra y el Ironwood se giró para observarla –Woow, es una sorpresa que conozca y halla participado en el Festival Makahiti – se asombró Matt a escuchar lo que Taurogirl le contaba –No muchas personas de este lado del mundo conocen nuestras tradiciones –

 

-Son hermosos Tikis – se volvió una vez mas hacia la vitrina – Veo a Kane, Lono y Kanaloa pero ¿No tienen a Ku? – Observó de perfil a la bruja –Quisiera comprar a las cuatro si es posible -

 

 

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