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The Hipster Coffee (MM B: 113133)


Eobard Thawne
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Por azares del destino, y de la procrastinación, terminó en ese lugar. Un local, que recordaba haber ayudado a florecer en conjunto con su madre y su sobrino, y que había dejado descuidado por un buen tiempo. Echó una ojeada al letrero del pequeño negocio en el que había pasado la última media hora parado frente a la puerta, debatiéndose si debía acceder o no.

 

Hipster Coffee.

 

Le sorprendió la tranquilidad del local, aún considerando el espacio. Ni siquiera el tintineo de la campana, o el crujido del suelo de caoba, lo distrajeron de sus pasos. Por un momento, esperó a que algún empleado le atendiera, pero luego recordó que habían acordado que la administración de la cafetería, quedaría entre miembros de la familia. Así que se saltó la barra, dejando la mochila sobre ésta, y se dispuso a prepararse una bebida proveniente de los elegantes armatostes metálicos, recargados sobre la pared según la variedad.

 

A ver, ¿qué tenemos cómo sugerencia para hoy? preguntó al aire, extrayendo una taza debajo de la barra, para después colocarla sobre la boquilla de la máquina. Un marrakesh, parece buena elección.

 

En cuanto la humeante bebida hubo llenado el recipiente, se volvió para recargarse en el mostrador, donde aún yacía la mochila que había dejado, como si estuviera en su habitación. Ante la ausencia de clientes, supuso que no tendría inconveniente en tomar su té ahí mismo. Colocó la varita a un costado, y acto seguido, realizó un llamado a su elfo doméstico personal.

 

¡Horace! Por favor, busca a Mía y a Aries... Diles que Eobard, por fin ha dignado a regresar al país.

 

Tragó saliva tras su orden, esperando cual reacción por parte de sus familiares, desde una calurosa bienvenida, hasta una posible ausencia. Y no podía culparles, pues había pasado más de medio año desde su partida a Hawaii, en dónde aprendió los poderes del Libro de los Druidas de mano de Badru.

 

 

 

@Mia. @Aries Avery.

Como no estaba seguro de la línea temporal que seguían, me he inventado otra, ya saben que soy experto en eso (?)

 

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La Black Lestrange llevaba algunos días metida en su habitación, estaba un poco aburrida así que en el momento en que una de sus elfinas personales le indicó que su hijo Eobard, había vuelto a Londres hacía unas cuantas horas y se encontraba en el local que compartían con uno de sus nietos. Negó lentamente, ¿después de tanto tiempo? ¿era como el hijo pródigo? Parecía que sí, así que aún sin querer abandonar la comodidad de su espacio personal,

 

― ¿Dónde quiere que lo vea? ―preguntó una vez que salió de la ducha.

 

Vestida con un sencillo vestido de color blanco a juego con sandalias, y con un cabello suelto, dio un medio giro para partir al lugar dicho anteriormente por la criatura. Una vez que apareció en las calles del Callejón Diagón, comenzó a caminar por las calles apedradas y visualizó el banco y negó lentamente, sin duda alguna estaba mucho más relajada sin la carga de trabajo y tiempo que había significado para su vida aquel sitio. Si bien, lo había disfrutado, ahora agradecía tener más tiempo libre y poder descansar aún más.

 

Así que en cuanto ingresó al local y sus fosas nasales llegó el aroma a café, apareció una sonrisa en sus labios y se encaminó hasta la mesa en donde se encontraba sentado el Black Lestrange. Queriéndolo sorprender un poco, se colocó detrás de él y posó su diestra sobre su hombro y le dio un pequeño apretón y se abstuvo de taparle los ojos, porque no era una chiquilla.

 

―Bienvenido, ¿qué te trajo de vuelta? ―se atrevió a preguntarle sin rodeos.

 

Después de saludarlo con un fuerte abrazo y un beso en la mejilla, se dejó caer sentada delante de él en la silla.

 

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Se había quedado tan absorto en la bebida, que casi reacciona por instinto ante el apretón de su hombro. Separó los labios para decir algo, pero pronto recibió un abrazo en el que su rostro quedó cubierto por la cabellera rubia que le era familiar. Una vez que la matriarca de los Black Lestrange concluyó su saludo y se aventuró a preguntarle qué le traía por ahí, pregunta que el castaño esperaba, por fin emitió su voz.

 

Curioso que lo menciones. Se supone que debería estar en Hawaii, con un bronceado perfecto. repuso, sonriendo de lado antes de dar un sorbo a su té. Volví por el local. Y porque, bueno, han pasado meses desde que di señales de vida.

 

Tamborileó su barbilla con los dedos de la zurda, intentando recordar cuándo se había visto con alguno de sus familiares por última vez, antes de emprender su cruzada idealista. No era como que su madre se preocupara, años antes le había acostumbrado a que se desaparecía por varias semanas, sin que esto le alarmará. Empujó la varita de Hivolt con el dorso, hasta que quedó en el centro de la mesa.

 

Viajé al Oasis Uzza a mediados de año, con la intención de aprender los poderes del Druida. Lo logré, claro. A Badru le pareció gracioso tomar tu apariencia, casi me la creo. Y luego está...esto.

 

Arrugó la nariz, como si la esencia del marrakesh le disgustará. Su cabello, desaliñado y que debido al volumen se había enchinado, adoptó una forma lacia, y se llenó de canas, como si combinara el rubio con el castaño. Recordaba haber hablado de sus sospechas de ser metamorfomago con Mía, pero hasta ese momento, eran meras conjeturas. Ahora, una realidad.

 

¡Sorpresa! Soy metamorfomago, como tú, y como Aries. rió, negando la cabeza, como si aquello hubiese sido obvio. Me sirvió para colarme de vuelta a Estados Unidos. La MACUSA me exoneró, a cambio de trabajar para ellos. Y logré recuperar la varita de Hivolt, ya que la de nogal negro, últimamente no me funciona muy bien.

 

Como resumen del último medio año, había intentado ser lo más conciso posible.

 

¿Me perdí de algo?

 

@Mia.

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  • 1 mes más tarde...

―¿Badru tomó mi apariencia? ―preguntó un poco sorprendida ― Esos Uzzas, no conocen los límites deberían echarlos del Reino Unido, total poco o nada hacemos con ellos. ¿No crees? ―estirando su mano tomó una taza de café que recientemente había traído uno de los empleados del lugar.

 

Disfrutando de la bebida caliente desfilando por su esófago, escuchó atentamente el resumen que el Black Lestrange le estaba proporcionando. Era sin duda, un a grandes rasgos de todo lo que le había ocurrido a él durante seis meses de ausencia, Sabía que no le estaba contando todo, pues también poseía la habilidad de Legilimancia, pero no quería usarla contra su hijo, al menos no en ese momento en que se encontraban en un reencuentro amistoso, como el que solían tener.

 

―Lo sabía, era obvio que el talento para la magia lo sacaste de los Black Lestrange, cuéntame ¿cómo le hiciste para entrar al MACUSA? Quiero detalles, no un sencillo “trabaje para ellos” ­ ―cuestionó haciendo unas comillas al aire en la frase que más curiosidad le había causado.

 

Pensando mientras en la respuesta que le daría a su hijo sobre qué se había perdido, inhaló profundamente y se llevó ahora un pedazo de dona a los labios, disfrutando del sabor a chocolate, mientras encontraba las palabras adecuadas, porque dudaba que fuese sencillo expresarlas de manera clara y que no causan un poco de revuelo, porque a ciencia cierta muchas cosas habían pasado en su vida y como tal, las revelaría.

 

―Primero, ya no soy directora del banco ahora soy una vaga más del mundo mágico ―contó con la sonrisa en los labios ― Seugndo, Aries y Kaori debieron tener al bebé para estas fechas y lo tercero es que al parecer en algún momento me casaré. ―tras terminar, volvió a dar un mordisco a su dona, como si no hubiese confesado dados relevantes en las últimas frases dichas.

 

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  • 5 meses más tarde...

Bel Evans Ollivander

 

No había sido un mensaje largo, al contrario, apenas un puñado de palabras era todo lo que había conseguido para Hannity, invitándola a vernos a la puerta de un local que me había producido curiosidad desde que volviera a poner los pies en lnglaterra.

 

Vivíamos tiempos diferentes. Y aquella mezcla de sofisticación muggle con magia era la prueba de ello. Deslizando la mano por la superficie de la mesa de roble donde me había sentado, había una vista privilegiada del mapamundi que señalaba toda la oferta de bebidas posible.

 

Era gigantesca.

 

Pero también era extraño. Como en ese local, el mundo no conocía de fronteras ni mundos, y cualquier mago o bruja con los galeones para pagarlo, podía servirse un café de un lugar que quizá jamás conocería. Y sin embargo, incluso con la caída del estatuto de la magia, nuevos muros se habían levantado, más gruesos y más fuertes que antes, en busca de aquel poder para someter, demasiado arraigado en el espíritu humano.

 

Y yo misma ¿cuántas barreras había levantado en torno a mí? Incluso para con mi hija, desde el fortuito encuentro en la clase de Metereología, las comunicaciones habían sido más bien pocas. No había vuelto a la heredad, y me había instalado en el castillo Evans McGonagall. Había sido divertida toda aquella comunicación por e chat grupal creado para las compras del Magic Mall, pero la iniciativa había quedado allí, porque en el fondo,más allá de las bromas, y los sentimientos cálidos que sin duda teníamos, había mucho dolor y respuestas, que quizá, había llegado la hora de resolver.

 

Sea cual fuere el costo.

 

"Es mucha melaconlía para ser julio, mujer" me reprendí mentalmente, y decidí consultar una vez más la hora.

 

No estaba segura, por todo el sol que se colaba a través de los ventanales, pero la figura que en ese momento estaba a punto de entrar al local, parecía ella.

 

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Después de aquella clase de meteorología en la que la familia Ollivander se había reencontrado y tras develarse muchos de los secretos que se escondían entorno a ellos tres. La última vez que había tenido comunicación con ella había sido por medio de un grupo de chat en donde se habían organizado para la compra de artículos de la venta especial de sortilegios Weasley, había sido un gran día de diversión, pero después de ese día no supo más de ella, tantas cosas que a Hannity le hubiera gustado saber o simplemente estar con ella en silencio, pero juntas...

 

No sé había dado aquella oportunidad.

 

La rubia había estado todos los días de los últimos meses esperando verla por la heredad o tal vez recibir una nota de ella en respuesta a las que la rubia había enviado, pero eso no había sucedido, así que perdió esperanza alguna de volver a encontrarse con ella y ahora solo estaba con su padre y su hermana cuando este no se iba al colegio a dar clases. Pero esa mañana había sido diferente... había recibido una nota con poco contenido, solo indicaba en donde se verían, sabía que la había escrito de forma apresurada ¿Tendría nervios a la hora de escribir?

 

Dejó la manzana que pelaba por medio de magia y releyó la nota varias veces tratando de encontrar algún otro significado, pero solo había premura.

 

A la hora acordada apareció fuera de la cafetería en donde la había citado, vió que ella estaba ya adentro, era muy difícil no reconocerla, se quedó observándola por un tiempo prolongado, era tal y como la recordaba de la última vez en el muelle donde se habían despedido. Sin siquiera pensarlo, su mano izquierda tocó la palma de su mano derecha, aquella que había sufrido serias quemaduras por la marca de beleño, al tratar de encontrar a su padre y donde ella, o su recuerdo los había salvado.

 

No debía prolongar su entrada, pero se sentía extraña, pudo haber dado la vuelta y desaparecer al instante y sin que ella la notara, pero sus ganas de hablar con ella y abrazarle después de tanto tiempo eran más fuertes.

 

El lugar era algo fuera de lo común, lo cual lo hacía más especial, lejos de ser solo un lugar de encuentros y reencuentros entre las personas, había más que magia en el lugar, se sentía que no había límites y que al igual que en el mundo mágico libre del estatuto del secreto, ya no existía fronteras ni impedimentos, lo imposible estaba al alcance de todos...

 

-Hola, disculpa el retraso

 

En aquel bote había sido demasiado simple llamarle mamá, ahora veía ese tiempo muy lejano, tomó fuertemente la cadena de su pequeño bolso negro que contrastaba con lo rosado de su vestido, con lo que hacía más daño a esa herida (aunque ya cicatrizada) de su mano. Se quedó de pie, mirándola como aquella última vez que se habían dejado de ver al regresar de su viaje en Egipto sabiendo la verdad.

 

@@Rory Despard

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  • 1 año más tarde...

Tenía muchísimo tiempo, que Mia no aparecía por aquella franquicia que en sus buenos tiempos de intento de inversionista abrió en el Callejón Diagón a lado de su hijo y uno de sus nietos y la cual había caído en los años en el olvido. ¿Seguiría siendo un sitio rentable o se encontraría totalmente llena de telarañas y arañas? No lo sabía pero el momento de descubrirlo había llegado, motivo por el cual caminó por entre las calles del sitio más famoso para la recreación mágica en Londres hasta adentrarse a una de las calles principales. 

Allí, justo como recordaba se encontraba la isla que rezaba con el hombre de "The Hipster Coffe", la cual lamentablemente o afortunadamente según se pudiese ver estaba totalmente vacía y abandonada, salvo por uno de sus fieles empleados que buscaban conservar un poco de la grandeza con la cual abrió en su momento. Así que un poco molesta consigo misma por haber permitido que eso pasara, esbozó una media sonrisa y soltó un suspiro. Era momento de intentar darle un poco de vida a ese sitio, así que empezaría por beber un café y después quizás invitar a más personas a rodearla. 

―Necesito un café expreso, y que sea rápido. ―ordenó al empleado dejándose caer sobre uno de los pequeños sofás y respirando profundamente durante algunos segundos, intentando relajar la tensión de su cuerpo. 

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  • 7 meses más tarde...

El polvo y el óxido parecían haberse vuelto parte de la decoración; y no era para menos, después de tres años en idas y venidas de sus dueños. Un patrón perfectamente entendible entre los Black Lestrange, quienes solían mantenerse fuera del radar durante un par de meses, o siglos. 

Resopló como un dejo de ironía ante el deplorable estado en el que se encontraba el negocio. Por fortuna, la cristalería aún se mantenía en pie como para alejar miradas curiosas, lo cual era un alivio considerando los amplios ventanales que permitían apreciar el interior desde el sendero adoquinado del Callejón Diagon. 

⎯⎯Infusión de frambuesa, lo más ácida posible ⎯pronunció, sin dirigirse a alguien en particular, mientras se aproximaba a una de las mesitas de roble. 

Las máquinas chirriaron, consecuencia del abandono, y comenzaron a elaborar el concentrado, elevando ligeramente la temperatura del local. Era como si nunca hubieran dejado de funcionar. ¡Bendita magia!, pensó el castaño. Aprovechó el momento para disociarse, colocando dos dedos sobre el cuello para percibir su pulso. Desde que había desbloqueado la capacidad de convertirse en un camaleón, continuamente su corazón se aceleraba más de lo habitual. 

Como hizo en cuanto el artefacto que preparaba su bebida, emitió una especie de pitido. Era como las alarmas de robo que llegaron a escucharse en Gringotts el tiempo que trabajó allí, y si eso no era suficiente, el líquido parecía brotar con bastante fuerza de la mezcladora, pero no había ensuciado el piso. Era como si la gravedad ahí no existiera, ya que el flujo de agua se desplazaba a sus anchas por toda la tienda. 

⎯⎯¡Horace! Manifiéstate, requiero de tu apoyo. 

El chasquido a sus espaldas no se hizo esperar, y apenas se volvió para realizar su solicitud, el elfo doméstico con escasos mechones rubios concluía su reverencia. Aquello, si bien podía resolverlo con algún hechizo, prefería tener una segunda opinión.

⎯⎯Busca a mi sobrino Aries, o a quién sea que haya tenido experiencia con hechizos domésticos que terminaron en situaciones extrañas ⎯echó un vistazo a los otros dispositivos, aún en desuso. Lo único que faltaba era que siguieran el ejemplo del generador de infusiones. 

 

@ Ky.  Ya no sé si tu personaje sigue vigente, así que queda abierto para que llegues con el que quieras 

@ noe_snape  Lo prometido es deuda, y la trama queda al aire de forma que puedas unirte, si gustas (?)

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Justo a dos calle del Hipster Coffee, cafetería que había puesto con su tío y su abuela, se encontraba el Shadowhunter, su pequeño Bar en el cual había hecho un poco más grande en el último año y medio gracias a que había preferido vivir en aquel lugar con su esposa y su pequeño hijo. Aquella tarde en su bar, Aries se dispuso a limpiar cada superficie del lugar ayudándose con un poco de magia.

Estaba por limpiar la barra del lugar, cuando el elfo de Eobard apareció frente a él, provocando a su vez refunfuños de fabiano, al cual no le agradaba ver a otro elfo doméstico en sus terrenos. Aries miró al recién llegado, que un elfo familiar lo viniera a buscar, podría indicar ya sean problemas en la familia o que se había mantenido alejado de todo por más tiempo de lo imaginado.

—¿Qué haces acá? ¿Por qué me buscas? —le preguntó mientras le entregaba el trapo a Fabiano y le pedía que dejara el lugar deslumbrando de limpio. Horace, como se había presentado aquel elfo, le dijo que su tío Eobard necesitaba de su ayuda, así que luego de pensarlo mucho, salió del local y camino hasta donde se ubicaba aquella cafetería que había puesto con su familia.

—Eobard, Tío, que alegría es volver a encontrarme contigo.

El menor de los Black Lestrange no pudo evitar ver lo descuidado que habían dejado aquel lugar, era un milagro que nadie del ministerio se hubiese dedicado a presentarse en el local para clausurarles por lo insalubre que se miraba.

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Caminaba por las empedradas calles sin marcarse un rumbo fijo, los ojos centrados en el texto que sostenía en las manos y con mucha suerte había evitado tropezarse los últimos metros. Desde el momento que había dado con el libro le había sido imposible soltarlo. Rufus Scrimgeour había escrito, en su momento, una pieza invaluable aunque ha vistas de actualidad habría un par de cositas que se podían sugerir para mejorar la lectura, cosa que en absoluto le quitaba mérito.

Desplazando un poco la vista del texto alcanzó a percibir la palabra café en un letrero y sin prestarle atención alguna ingresó al lugar. Le bastó un segundo para arrepentirse de esta última decisión. ¿En qué clase de antro había entrado en esa ocasión? Además a quién se le ocurriría buscar algo de beber ahí cuando en la Mansión tenía infinidad elfos que asistirían sus caprichos y definitivamente el lugar era más elegante. ¡Elfos! Cierto, ese era el detalle. Había ido ahí buscando que le sirviera humanos y no aquellas criaturas que tanto detestaba.

Cerca de la barra tras la cual estaban las máquinas de café había un par de magos dialogando, se acercó a ellos en espera de que fueran empleados o propietarios del local. Un café en semejante estado no la mataría, tal vez si le agregaba algo de alcohol mataría cualquier cosa que pudiera atentar con su salud.

–Buen día– saludó a ambos interrumpiendo la conversación. –¿Si está en funcionamiento?– preguntó sin darse cuenta que podía resultar ofensivo, pero de inmediato se explico, –quería decir, si está abierto al público. La puerta no tenía ninguna señal.

Draco&Draco
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