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Gahíji vs. Felicity Malfoy


Gahíji
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A simple vista, Gahíji podía incluso a dar lástima. Era un hombre muy anciano, hasta el punto de que su oscuro cabello ahora era completamente blanco, pero siempre trenzado tal y como mandaba la tradición uzza. Caminaba encorvado, a veces arrastrando los pies. De lejos, parecía un hombre de cartón. Su piel, siempre oscura, ahora tenía un tono grisáceo aparentemente frágil. Pero luego estaban sus ojos... y estos brillaban peligrosamente durante la mayor parte del tiempo.

 

El anciano guerrero había pasado los años en Londres descansando, sabiendo que nadie allí, en aquellas tierras, estaba preparado suficientemente como para adquirir los poderes que él dominaba y, en teoría, debía enseñar. Fueron años de calma y paz para él. Aunque posiblemente si le preguntaban a su fiel Nkuku, a quien estaba vinculado desde hacía décadas y mantenía sus constantes cambios de humor a raya, esa calma y paz se volvían bastante relativas.

 

Cuando les había tocado volver a su tierra natal. Gahíji no habían tenido que guardar muchos efectos personales. Parecía que había vivido siempre dispuesto para aquel regreso. Y una vez pisó su tierra, sus actividades se habían intensificado en la medida en que su avanzada edad se lo permitía. Y ahora estaba aquella noticia... debía enseñar la magia uzza a alumnos aspirantes a conocer un poco del poder de su pueblo. Al principio se había mostrado reacio pero Nkuku apaciguó cada pensamiento negativo hasta que Gahíji se sintió convencido de que era una buena idea.

 

Había dejado muy claro que esperaría a sus alumnos en un lugar alejado de multitudes y miradas indiscretas. Si querían aprender, lo harían en su terreno y bajo sus condiciones. Por eso se había trasladado hasta una zona rocosa, en la cima de una pequeña colina. El clima era cálido, cosa que no importaba al anciano guerrero que, a pesar de que su piel se veía desmejorada por el paso de los años, seguía siendo musculoso y de movimientos elegantes y medidos. Como un felino, atento y cuidadoso con cada paso que daba.

 

Un portal daba acceso al lugar, imaginaba que avisarían a los alumnos para que lo utilizaran. El anciano se había presentado un rato antes para inspeccionar el terreno y prepararse para la clase. Ya sentía cómo la sangre le hervía en las venas solo de pensarlo.

 

¡Nkuku! Colócate allí, lejos de todo. No te vayas a meter en medio bajo ningún concepto —le gritó a su sirviente, aunque con la mirada clavada en el lado opuesto al que señalaba. Dejaría que su sirviente quedara a su espalda, a salvo de la lección pero lo suficientemente cerca como para no perder el contacto con él. Al dar un par de pasos para colocarse en el punto que ocuparía él, el amuleto que llevaba al cuello se removió y él se llevó la mano en la que no tenía la varita para detener el golpeteo sobre su pecho. El simple roce lo llenó de paz.

 

Entendido, maestro guerrero. No me grite, estaba aquí a su lado —respondió el aludido, haciendo una inclinación hacia Gahíji y siguiendo sus instrucciones sin esperar respuesta. Estaba seguro de que no la habría. Llevaba la espada del anciano, como siempre, así como una bolsa con otros objetos de diversa índole.

 

El espacio donde estaban era una extensión rocosa que conformaba la entrada a una cueva tenuemente iluminada con una antorcha, a pocos metros de la entrada. Nkuku se sentó en el suelo, ya dentro de la cueva, mientras que el anciano guerrero uzza tomaba posición a unos metros de él mirando hacia afuera, que sería el lugar que ocuparía la alumna que acudiría a aquella cita. No sabía su nombre, su procedencia ni su habilidad. Ni tampoco necesitaba saberlo.

 

Había algunas ramas no mayores que el brazo de un niño que estaban allí, esparcidas por el suelo y se ganaron un par de miradas del anciano. Quizás alguien había acampado allí hacía poco y había hecho un fuego. Pero no encontró restos de ninguna hoguera en el barrido ocular que hizo a su alrededor. También había algunas rocas, la más grande del tamaño de un tigre adulto, aunque quedaban a varios metros de donde se encontraba. Se retiró la túnica que vestía y quedó con sus ropajes de guerrero, que dejaban a la vista un poco más de su piel oscura.

 

Del portal emergió una mujer y los ojos oscuros del anciano brillaron con intensidad. La clase estaban por comenzar. Se encontraban a una decena de metros el uno del otro.

 

Vamos, no tenemos todo el día. Respeta la distancia de seguridad y muéstrame lo que sabes hacer, niña. No dudes, no vaciles. Demuéstrame que mereces adquirir los conocimientos uzza por los que has venido hasta aquí —le soltó, con tono tenaz y colocándose en posición de combate. El anciano era puro espectácul0: fuerte, orgulloso, erguido. Valiente y aguerrido. En cada milímetro de su piel se le notaban los años de batalla y entrenamiento—. Seré tu maestro, Gahíji. Déjame conocer tu nombre para poder hablarte directamente, niña. ¿Qué sabes de los poderes del libro de la Sangre? ¿Alguna duda sobre la que necesites preguntar? Mi tarea es que salgas de aquí sabiendo utilizar esos poderes como la que más. Vamos, debemos comenzar.

 

«Daga del Sacrificio», invocó el anciano entonces, para sí mismo. Al instante, en su mano libre apareció una sencilla daga que dirigió directa hasta su pecho.

 

Immolo oppugnare —exclamó entonces y, sin previo aviso, descargó un potente tajo en su piel que le cruzó el pecho de lado a lado. Ni siquiera varió su gesto facial: por el contrario, sonrió casi con placer mientras la sangre brotaba de la herida. Lo que más le satisfacía era pensar que en el cuerpo de su joven alumna había aparecido una herida idéntica y que, por lo tanto, ambos debían sanarla para evitar daños mayores a posteriori—. Dime, joven pupila, ¿qué acabo de invocar y cómo acabo de herirte?

 

 

Off:

 

@ Bienvenida, querida alumna. Te dejo aquí algunas indicaciones:

  • No existen los límites de tiempo entre respuesta y respuesta. Por tanto, la regla de hechizos impactados desaparece.
  • En el tercer turno, el alumno será atacado por una ráfaga de fuego que les causará una herida importante que deberán sanar de emergencia en caso de que no se protejan debidamente de ella.
  • Duración del duelo: Del 05 de septiempre (inclusive) al 22 de septiembre, constando de, al menos, seis rondas.
  • Nos guiaremos por las reglas de duelos existentes.
  • Hechizos: Neutrales, Graduados, y los Libros de Hechizos hasta Sangre. (Con especial hincapié en este último).
  • Están prohibidos los Off. Consultas, dudas o sugerencias, al topic correspondiente.
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La mortífaga apareció sobre la cima de la colina indicada: una cima bastante rocosa y desolada, de aspecto gris. Observó todo lo que pudo de cuanto la rodeaba tan solo pisar tierra con las cobrizas y anchas botas de piel de dragón y, rápido, se llevó la mano izquierda al holgado bolsillo delantero de la túnica, tomando con firmeza la varita mágica de madera de fresno por la empuñadura sin llegar a sacarla. Rocas no más grandes que una pantera, ramas rotas de los árboles que rodeaban aquel irregular y silencioso espacio, arenilla que sentía bajo la suela del calzado, una túnica polvorienta sobre el suelo…el guerrero uzza, supuso a juzgar por la blanca y larga cabellera trenzada, y…

 

-Vamos, no tenemos todo el día. Respeta la distancia de seguridad y muéstrame lo que sabes hacer, niña. No dudes, no vaciles. Demuéstrame que mereces adquirir los conocimientos uzza por los que has venido hasta aquí.

 

“¿Niña?" rió Felicity para sus adentros y ladeó la cabeza, entrecerrando los ojos. El clima era bueno, ni frío ni calor, pero la reverberación de la luz del sol molestaba a la vista sobre las grises nubes que cubrían el cielo.

 

- Seré tu maestro, Gahíji – continuó el guerrero - Déjame conocer tu nombre para poder hablarte directamente, niña.- "¿Otra vez?" repitió para sus adentros la bruja. Aquello ya no era un error, Felicity se deshizo de la capucha de la suave túnica color antracita y la dejó caer pesadamente sobre sus hombros, descubriendo una larga cola de caballo color ceniza sobre un rostro pálido y pecoso que para nada era el de una niña. - ¿Qué sabes de los poderes del libro de la Sangre? ¿Alguna duda sobre la que necesites preguntar? Mi tarea es que salgas de aquí sabiendo utilizar esos poderes como la que más. Vamos, debemos comenzar.

 

-Felicity Malfoy, mujer de 31 años, lista para empezar. No sé más que lo que he leído – sonrió ampliamente, mostrando tranquilidad.

 

Seguidamente miró más atrás del guerrero, directamente a la cueva donde se encontraba otro hombre, un mago quizás, sentado bajo la sombra y ligeramente iluminado por una vieja antorcha de la que apenas le llegaba un pequeño haz de luz amarilla, iluminando la cocorota. Al lado de este mago, una bolsa y una espada. ¿Qué haría allí? ¿Serían dos contra uno? ¿o quizá sería un juez de aquel encuentro? La bruja recordaba haber escuchado nunca que practicar aquel tipo de magia requiriera de la presencia de una tercera persona. Sin esperar más se arremangó y el tatuaje de la marca tenebrosa tatuado en el antebrazo izquierdo brilló bajo el resol del día.

 

Una daga apareció en la mano libre de varita del uzza. El anciano la condujo al pecho y se rajó, causando no solo heridas en sí mismo sino también en la bruja a doce metros de distancia que aulló agudamente de dolor por la sorpresa del ataque, llevando la mano libre a la zona de la herida, La mano se le empapó de sangre y goteó lentamente sobre la arena.

 

-Episkey – pensó rápidamente la Malfoy para que la herida se empezara a cerrar y sanara en cuestión de segundos ¿sanaría también, a su vez, la herida sobre el pecho del uzza? No lo dejó de mirar, expectante, borrando la expresión de dolor de su rostro poco a poco - has invocado un hechizo que repite sus efectos en mí, pero dañándote a ti pero ¿ha valido la pena? - “Maldición”, pensó la bruja concentrando todas sus fuerzas. En su rostro ya no había ninguna sonrisa.

 

Si en un pasado fue capaz de lanzar hechizos de altos rangos tanto de la orden del fénix como de la marca tenebrosa, debía de conseguir invocar este efecto aunque fuera su primera vez, provocando que el uzza pronunciara mal su siguiente hechizo.

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El anciano soltó una carcajada que sonó más bien como un graznido cuando la muchacha se presentó y dijo su edad, como si le molestara que se refiriese a ella como "niña". Pero es que para él lo era, claro.

 

Torció el gesto, intentando no perder la paciencia demasiado pronto. Y sonrió con gesto burlesco cuando la muchacha gritó ante su ataque. Hizo una especie de reverencia en su dirección sin perderla de vista.

 

Correcto, pero a medias. No he invocado un hechizo. Mira, niña —alzó la daga para que la pudiera observar—. Esto es una daga. Una cuyo poder podrás usar con normalidad en cuanto domines el libro de la sangre. Y sí, claro que ha valido la pena —se miró el pecho de reojo, mostrándole una sonrisa torcida—. La ha merecido solo por oírte gritar así. ¡Morphos!

 

La túnica de Felicity mutó de repente y se transformó en una avispa marina que la envenenó inmediatamente. Gahíji rió entre dientes, complacido con el resultado. Ahora la muchacha debería detener el avance del veneno si no quería tener un serio problema de salud en pocos minutos. Por su parte, y viendo que no existía un ataque visible hacia su persona, decidió sanarse.

 

«Episkey», pensó. La herida de su pecho se sanó inmediatamente y el anciano sintió inmediatamente cómo sus fuerzas regresaban. Ya no estaba para perder sangre tan alegremente como antes.

 

Bueno, muchacha, cuéntame. ¿Conoces algún otro uso de la daga del sacrificio, a parte de para poder dañar a nuestro objetivo?

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El uzza le explicó que no había invocado ningún hechizo. "Pero una daga si" pensó la mortífaga, aun con gesto hosco. Negó con la cabeza varias veces, sorprendida. El anciano parecía disfrutar de aquel duelo como un niño o quizá no fuera más que un incontrolable énfasis en enseñar los poderes de aquel codiciado libro a otros magos y brujas. Seguramente fuera esto último y que amaba su trabajo, imaginó.

 

Seguidamente la túnica color antracita de la mago oscuro se convirtió en una avispa marina que la envenenó solo rozar su piel, pues no llevaba ropa interior más que la necesaria. La mujer quedó en braguitas y sujetador, luciendo un conjunto negro sin encajes ni adornos, y puso los ojos en blanco. Aquella moda de las avispas marinas parecía no tener fin. Dio un enorme manotazo al bicho con un gesto de asco, y lo lanzó a cuatro metros de distancia, quedando entre el anciano y ella. Sin perder tiempo apuntó a la bota que cubría su pie derecho.

 

- Moprhos - esta se convirtió en un bezoar que se llevó directamente a la boda y la alivió de los terribles efectos del veneno de la avispa marina. Casi no le quedaban prendas puestas.

 

La maldición que había lanzado anteriormente no había hecho efecto pues el uzza había aprovechado para curarse y para ello no requería pronunciar absolutamente nada, bastaba pensar en la sanación de la herida en cuestión.

 

"Daga del sacrificio" invocó ahora la Malfoy pronunciando para sus adentros esas palabras, apareciendo una daga plateada y muy afilada en la mano libre de varita.

 

Immolo oppugnare! - pronunció con decisión, con ganas de probar el hechizo. Podría clavarla en cualquier sitio pero aquello también le repercutiría a ella, por lo que tomó aire y se rajó el costado izquierdo del abdomen.

 

Los ojos del mismo color del zafiro de la bruja brillaron bajo el cielo gris, viendo como las ropas del uzza se tenían de rojo oscuro, brotando sangre sin cesar de la herida, lo mismo que ella.

 

- Conozco un uso más de invocar esta mágica daga - respondió a la pregunta del uzza con los dientes apretados del dolor del corte - el de proteger, pero no me gustaría recibir todo lo que fuera a ti, además de lo tuyo.

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Gahíji sonrió, aunque rápidamente varió el gesto por si la muchacha pensaba que se reía por verla ligera de ropa. Él ni siquiera se fijaba en esas cosas, sus intereses siempre habían sido otros por encima de los placeres carnales. Pero esstaba seguro de que Nkuku estaría perdiendo la vista desde su refugio con lo que acababa de suceder. Observó a la chica mientras se sanaba del veneno con gran acierto, y asintió con la cabeza en su dirección, muy satisfecho. Se la veía muy segura de sí misma, justo lo que él buscaba en sus alumnos.

 

La vio prepararse para continuar con el duelo y él mantuvo su varita en alto, apuntándola directamente. ¿Con qué le saldría ahora? «Crece-uñas», pensó. El rayo voló de inmediato hacia la muchacha, quien acababa de invocar la daga para... ¡dañarle! Por supuesto, para qué iba a ser si no.

 

Gahíji se preparó para sentir el corte en su cuerpo a la vez que el rayo se aproximaba a Felicity y, finalmente, impactaba en ella. Su efecto no era de los más dañinos, pero sí muy molesto. Ahora sus uñas crecerían descontroladamente y, al principio, le causarían problemas para apuntar. Posteriormente, si no lo detenía, no podría sostener la varita. El anciano le sonrió de forma torcida mientras se llevaba la mano con la que sostenía la daga hacia el costado donde había aparecido una herida, idéntica a la que se había producido la mujer.

 

Bien.

 

Sus palabras fueron un susurro, mientras rozaba la sangre que escurría por su pétrea piel y se lamía la yema del dedo después, sonriendo burlonamente a la chica mientras ésta respondía a su pregunta.

 

Efectivamente, muchacha, ese es el otro uso. Qué mala persona, ¿no quieres nada de mí? —añadió, con tono socarrón. Se concentró mientras tanto en la herida de su costado y ésta, de repente, comenzó a cerrarse hasta que la herida desapareció de la piel. La curación era uno de los efectos favoritos de cualquier duelista, claro estaba. Enarboló entonces de nuevo su daga, llevándosela al muslo derecho.

 

Immolo opugnare, joven Felicity de 31 años —se mofó mientras realizaba un corte que le cruzaba de lado a lado de la pierna. Había sido un detalle precioso, el pensar que esa edad la hacía mayor. ¡Ay, divina juventud! Enseguida vio aparecer la misma herida en la piel de la muchacha—. ¿Qué sabes de la maldición? Hablo del hechizo llamado así que trabajamos en el libro de la Sangre.

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Casi al mismo tiempo que la mortífaga invocó la daga del sacrificio, un rayo impactó en sus manos, provocando que las uñas le empezaran a crecer de manera descontrolada. Sin embargo, la bruja rió para sus adentros. Hacía años que no usaba aquel hechizo contra nadie ni que veía a nadie usarlo y le transmitió cierta nostalgia de su época como novicia en sus inicios en la Orden del Fénix. Era un hechizo sencillo pero si no se ponía remedio rápido, podían hacerte perder cualquier duelo. Podría aprovechar aquel aparentemente inofensivo rayo para lanzar dos ataques seguidos, puesto que tener las uñas largas solo le afectaba a la puntería más no a los efectos que pudiera provocar sobre su contrincante. Pero no tenía aquella oportunidad puesto que tenía una grave herida en el abdomen que había provocado ella misma.

 

- Episkey - pronunció de manera alta y clara, aunque no era necesario.

 

Una mueca de asco barrió el pecoso semblante de la bruja cuando vio como el uzza se lamía la sangre de la yema de los dedos de la herida que había causado en su costado. Detestaba los seres que les gustaba la sangre, en especial a los vampiros, aunque contradictoriamente su mejor amigo era uno de ellos.

 

En ese justo momento, una ráfaga de viento fue a su encuentro. No podía haber ido en contra del uzza, no, tenía que ir contra ella, directamente a su posición. Herida como estaba en el costado no podría ir muy lejos por lo que la mago oscuro alzó las manos lo justo para taparse la cara con especial cuidado de no arañarse la cara con aquellas largas uñas que parecían que nunca dejarían de crecer. "Maldita Sea" gruño entre dientes, magullada, sintiendo como la piel le ardía sobremanera. Tenía que curarse si o si o no podría seguir con aquel duelo. Cerró mucho los ojos y concentró todas sus energías en curar las heridas, tanto las del abdomen como las del fuego. En pocos segundos fue recuperándose y sintiendo alivio. Añadamos además que por pura suerte aquella mañana la bruja se atavió en ropas íntimas resistentes al fuego, un tejido parecido a la piel de dragón por ejemplo (por favor xD) y no quedó desnuda del todo. Ya se sabe que con el fuego la tela prende rápido.

 

La bruja estaba tan concentrada en el duelo que no reparó ni un instante en que el aprendiz del uzza que la miraba con excesivo interés. Resopló, empezando a estar un poco cansada y es que a cada raja que sufría, perdía más las fuerzas.

 

- Me caes mal – gruñó por lo bajo la mortífaga, mirando desafiante al anciano cuando este volvió a dañarse a sí mismo con la daga que aun conservaba con la mano libre de varita, esta vez en la pierna, provocando lo mismo contra ella. Volvió a aullar de dolor. “Episkey” – pensó la bruja nuevamente sin perder ni un solo segundo, curando la raja al momento – dicen que la maldición – empezó a responder, jadeante por momentos, empezando a tener cierto frío - provoca que tu contrincante no pueda pronunciar bien su próximo hechizo, si es verbal claro. Antes te lo he lanzado pero has usado un episkey y no ha hecho nada. Irá bien cuando se trate de intercalaciones imagino.

 

Bajo los pies de la bruja de cenizas cabellos la tierra estaba teñida de rojo y las uñas de la bruja estaban tan largas que a duras penas podía sostener la varita. Necesitaba poner fin a aquel hechizo y volverlas a su tamaño original.

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Gahíji vio cómo la muchacha comenzaba a sanar sus heridas de forma silenciosa, probablemente para que él no pudiera interrumpir sus acciones. Al menos no de forma legal, pues conocía hechizos de sobra para hacerlo pero... no, no podía faltar a las reglas de la clase. Debía recordárselo a sí mismo cada pocos minutos.

 

La ráfaga de fuego la había dañado, pero se curó bien de ella. El anciano la observó un segundo antes de sonreirle, con gesto burlón mientras veía lo largas que tenía las uñas. Ya casi no podía sostener la varita. Su sonrisa se amplió. «Episkey», pensó. El corte de la pierna sanó, ahora estaba restablecido. Aunque más flojo que al inicio. La sangre que había en su ropa, en su piel y en el suelo a su alrededor eran las muestras de cómo su fortaleza había sido minada poco a poco después de tantos cortes y heridas.

 

Un segundo después, Felicity sanó aquella herida gemela que había aparecido en su pierna a la vez que la del anciano. La joven estaba tan agotada como él, estaba seguro. Pero aún así seguía mostrándose decidida en todo momento. Masculló algo y Gahíji frunció el ceño.

 

¿Qué dices? ¡Eh! ¡Dilo más alto que no te he oído, eh! —le gritó, aunque a juzgar por el sentimiento de diversión que le transmitía Nkuku había sido algo despectivo hacia él. Sentía la sangre arder en sus venas, pero la calma de su sirviente apaciguó aquellas ansias de destrucción que amenazaban con dominarlo—. Correcta la respuesta. Va bien cuando alguien es lo suficientemente torpe como para caer en la trampa, claro —añadió, con altanería—. Ahora atenta, niña, que te voy a mostrar otro poder del libro de la Sangre. Yo juro, veamos... Yo juro no lanzar hechizos no verbales.

 

No era nada visible pero el Uzza sabía que ahora la mujer y él estaban ligados por un juramento de sangre durante unos minutos. Y ninguno de los dos podrían lanzar magia no verbal.

 

Cuéntame, ¿sabes en qué consiste el juramento de sangre? ¿Y cómo se realiza? Estás ligada a uno, por si no te has dado cuenta.

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Felicity a duras penas podía sostener la varita con las manos. Tenía unas uñas larguísimas, tanto que empezaban a pesarle. La mortífaga pensó en sostener la varita con la boca antes de que esta se le cayera al suelo y quedara desarmada de aquel duelo perdiéndolo. Por un momento se le ocurrió que quizá sostener el arma con la boca fuera lo mejor, tal y como se encontraba (sin ropas y bastante magullada), pero rendirse no era una opción para la Malfoy. Tenía que intentar contrarrestar aquel hechizo fuera como fuera. La daga invocada turnos atrás ya se le había caído al suelo pues necesitaba las dos manos para sostener la varita.

 

Tomó aire exageradamente durante varios segundos, observando al anciano que también se había curado de la herida de la pierna. Por un momento la mortífaga pensó que se le pasaría por alto pero no tuvo esa suerte. El uzza le retó a que repitiera lo que había gruñido por lo bajo pero la mortífaga simplemente sonrió de manera forzada, aferrándose a su varita mágica con todas sus fuerzas para evitar que se cayera.

 

Aprovechando que el anciano le enseñaba un nuevo hechizo, un juramento que los ligaba a ambos a no lanzar hechizos no verbales, la Malfoy pronunció el hechizo que tanto había deseado en los últimos minutos. Por suerte, era verbal.

 

- "Finite Incantatem" - por fiiiin. Sintió una sensación de jubilo recorrer su cuerpo. Las uñas en cuestión de segundos volvieron a su tamaño original y la bruja respiró aliviada cuando sintió el arma sostenerse fácilmente entre sus dedos de la mano izquierda.

 

Seguidamente (apenas tenía tiempo ni de respirar) el uzza la tentó a decir lo que sabía sobre el hechizo juramento - mmm - a la bruja le estaba costando concentrarse a aquellas alturas - juramento... ah, ya, creo recordar que solo se puede usar con alguien que se haya cortado con la daga con anterioridad, ¿verdad? entonces ambos magos quedan unidos por el hechizo del juramento y no pueden hacer lo que phohíba el que lo ha invocado. Tu ahora has prohibido usar hechizos no verbales, y ni tu ni yo podremos usarlos - entonces tuvo una idea - ante lo que yo juro... si, juro no atacar más.

 

A menos que el anciano lo evitara no podrían atacarse durante tres turnos pudiendo descansar unos minutos.

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