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Gahíji vs. Sherlyn Stark


Gahíji
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¡Vamos, Nkuku, te quedas atrás!

 

El sirviente puso los ojos en blanco pero ni siquiera se molestó en hacerle ver al anciano que realmente estaba casi a su lado. Llevaban caminando un rato y, finalmente, el guerrero uzza se detuvo y Nkuku hizo lo mismo a su espalda, sumiso y obediente. Llevaban vinculados varias décadas, la presencia del uno resultaba como un calmante para el otro. Sobre todo para Gahíji que, sin el otro, no era más que un viejo loco con unos poderes inmensos que le hacían capaz de destruir medio munto sin sentir ningún tipo de remordimiento.

 

Colócate allí y no te interpongas cuando comience la clase.

 

Nkuku asintió y obedeció. Cruzó la estancia en la que se encontraban y dejó que Gahíji siguiera disponiendo de aquel espacio a su gusto, preparándolo todo para lo que vendría a continuación. Se colocó frente al portal por el que llegaría la alumna a la que habían citado allí y, mientras la esperaba, se despojó de la túnica que cubría sus ropajes de guerrero uzza y se la lanzó al sirviente, que no tardó más de dos segundos en tomarla y doblarla en sus brazos.

 

El cuerpo del anciano, a pesar de estar deteriorado por el tiempo, seguía mostrando una fortaleza más que evidente. Era musculoso, de piel oscura y con un níveo cabello trenzado que le señalaba como guerrero, pero también como el anciano que era. Sus ojos oscuros, rodeados de arrugas, mostraban en ciertas ocasiones la locura de la que Nkuku intentaba salvarle cada día y, cuando se encontraba relajado, reflejaban la sabiduría de un hombre que había visto de todo a lo largo de los años.

 

Respiró hondo, con los ojos cerrados. Sin necesidad de mirar, sabía que había una estantería a su derecha, pegada a una pared, y varias sillas al otro lado, que era donde estaba Nkuku para observar la acción desde una distancia segura. Él quedaba a unos diez metros de donde se situaría la alumna. También había por el suelo algunas libretas y carpetas, posiblemente caídas después de que los chicos que habían tenido clases aquella mañana allí hubiera salido corriendo al escuchar el timbre que anunciaba el fin de la jornada escolar. Gahíji no entendía tanto desorden pero, por otra parte, no era responsabilidad suya.

 

Una figura femenina emergió del portal y él alzó la mano libre a modo de saludo.

 

Bienvenida, joven pupila. Soy el guerrero uzza que te acompañará durante esta clase. Gahíji es mi nombre —le dijo—. ¿Qué sabes de los poderes del libro de la Sangre? Cualquier duda que tengas, plantéamela para que pueda ayudarte. Y mientras tanto... iremos comenzando, ¿te parece?

 

«Daga del sacrificio», invocó entonces, en silencio. En la mano que tenía alzada apareció una daga sencilla que se llevó lentamente al abdomen, mientras mantenía los oscuros ojos clavados en la mujer.

 

Immolo oppugnare —pronunció con claridad. Y, sin pensárselo dos veces, deslizó la hoja cortante de la saga por su abdomen, por debajo de la armadura, haciendo un profundo corte que enseguida comenzó a sangrar. Él sonrió, sabiendo que en el abdomen de Sherlyn aparecería un corte idéntico. Ahora, ambos necesitaban sanarse si querían continuar el duelo en plenas condiciones.

 

 

 

Off:

 

@@Sherlyn Stark Bienvenida, querida alumna. Te dejo aquí algunas indicaciones:

  • No existen los límites de tiempo entre respuesta y respuesta. Por tanto, la regla de hechizos impactados desaparece.
  • En el tercer turno, el alumno será atacado por una ráfaga de fuego que les causará una herida importante que deberán sanar de emergencia en caso de que no se protejan debidamente de ella.
  • Duración del duelo: Del 05 de septiempre (inclusive) al 22 de septiembre, constando de, al menos, seis rondas.
  • Nos guiaremos por las reglas de duelos existentes.
  • Hechizos: Neutrales, Graduados, y los Libros de Hechizos hasta Sangre. (Con especial hincapié en este último).
  • Están prohibidos los Off. Consultas, dudas o sugerencias, al topic correspondiente.
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Sonrió nerviosa tras pensar en la jornada que tenía por delante. Si bien, tenía algunas expectativas sobre cómo sería la clase, suponía que podría ser similar a la anterior o completamente diferente; lo más probable es que fuera esto último, considerando que pasaron meses desde la última vez que ella asistió a una. Tampoco recordaba con exactitud qué obstáculos había tenido que cruzar para ser capaz de manejar los poderes del Libro de la Fortaleza. De todas maneras, le restó importancia, lo que más valía en ese momento era saber lo que podía hacer con él y, por supuesto, estaba preparada.


Repasaba para sí misma cada uno de los hechizos y objetos que podía utilizar, y en qué circunstancias utilizarlos. Claro, su preparación fue la adecuada pero tenía la sensación de que le faltaba algo. Quizás no había practicado lo suficiente y eso podría jugarle en contra. Aún así, trató de no pensar demasiado en eso para mantenerse tranquila.


Sin pensarlo demasiado, tomó su varita y se dirigió al punto de encuentro. Si bien, no se había preocupado mucho en su imagen, llevaba un vestido de seda de color blanco que finalizaba pocos centímetros antes de su rodilla, mantenía su cabello suelto y había optado por no llevar calzado. No utilizar artículos de más era, más bien, una estrategia; según tenía entendido, la clase sería a modo de duelo. A pesar de estar familiarizada con ese tipo de cosas, enfrentarse con un Guerrero Uzza era lo que más le preocupaba.


― Estoy lista ―dijo a sí misma y se dispuso a cruzar el portal.


Al ingresar se encontró con un escenario tal como lo había imaginado, Gahíji se encontraba en posición, tal parecía, esperándola. Sherlyn hizo una reverencia como forma de saludo y escuchó con atención las instrucciones del anciano. Resultaba extraño que el lugar le hiciera sentir tranquila, como si estuviese preparado para tener ese efecto.


De repente, la situación cambió. Sentía un dolor punzante que provenía de su abdomen, a la vez, un sabor amargo en su boca y dificultad para flexionar sus articulaciones. No tardó en darse cuenta de lo que estaba sucediendo y debía actuar rápido para que los daños no fueran permanentes. «Curación» pensó, concentrándose en la herida que le había provocado el anciano con la daga. Por consecuencia, la herida sanó y ella recuperó su movilidad.


Sectusempra ―dijo, apuntando su varita hacía Gahiji. El hechizo causaría enormes grietas sobre el cuerpo del anciano, las cuales se abrirían y le produciría hemorragias. Suponía que el anciano poseía conocimientos inimaginables y era capaz de sobrevivir a un simple rayo. Seguía manteniendo su mirada fija en él.


«Maldición» pensó, siguió apuntando su varita hacía su contrincante. El efecto causaría que el siguiente hechizo de Gahíji no cumpliera su objetivo, debido a que estaría mal pronunciado. Eso le daría tiempo para reflexionar cuáles serían sus siguientes movimientos.


Ya tenía una idea.

 

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Gahíji se mostró interesado al ver que la joven soportaba el dolor de la herida de la daga sin protestar. Aquello le gustó y, a la vez, le decepcionó. Adoraba las muestras de dolor y sufrimiento en sus contrincantes, incluso cuando eran alumnos.

 

Vio que la herida de la muchacha se sanaba de repente y comprendió que estaba haciendo uso de uno de los poderes de su pueblo. Asintió, para sí, y sonrió justo cuando ella le lanzaba un rayo. Frunció el ceño.

 

Protego —exclamó. Un escudo invisible absorbió el rayo de Sherlyn—. Demonios, niña, qué forma de saludar a tu maestro. ¿No piensas presentarte?

 

La miró, silencioso. Y esperó a que le atacara... pero ella no lo hizo. O, al menos, no de forma que él lo notase. Frunció el ceño, y enseguida imaginó lo que estaba pasando. Y decidió que correspondería a su mudo ataque de la misma forma, anulando así los posibles efectos del de ella.

 

«Maldición», pensó. El efecto era inmediato, si bien no sería visible si Sherlyn no intentaba realizar algún tipo de hechizo de forma verbal. En caso de que lo intentara, no conseguiría pronunciar las palabras del hechizo correctamente y éste derivaría en una versión ridícula del original. Sonrió. No sabía cómo saldría su estrategia pero, al menos, la muchacha estaba practicando los hechizos que debía aprender con él.

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Era evidente que su concentración era tal que no había tenido tiempo para presentarse ante el anciano, ni se había percatado de lo descortés que estaba siendo. Quizás, en otras circunstancias no habría tenido problemas de hacerlo, pero lo cierto es que los nervios la dominaron y esa sensación no había desaparecido siquiera con los efectos de curación. Respiró profundo y su atención se dirigió exclusivamente a él.


Gahíji se había defendido perfectamente a los hechizos que la bruja le había enviado y a la vez le dejó diversas oportunidades de ataque. En su mente aparecían muchas, cada una con diferentes desenlaces. Debía actuar con cautela y pensar dos veces antes de realizar una acción y, también, cuidar la pronunciación de los hechizos. Aclaró su garganta y cuando se sintió preparada, apuntó su varita hacía el anciano y pensó


«Maldición»


El efecto provocaría que el anciano no fuese capaz de realizar un hechizo, ésto era debido a que las consecuencias de la maldición se lo impedía. Si bien, podría estar mal visto volver a utilizar un hechizo que en primer lugar no resultó como ella deseaba, lo vio como una buena oportunidad para practicar los poderes del Libro de la Sangre; además no quería que el enfrentamiento concluya tan rápido a pesar de sus nervios.


En ese momento, miró fijamente al anciano y en su cabeza se le ocurrían diversas ideas, pero una en particular era la que más le convencía. Si algo no debía faltar en un duelo era el ataque y a su vez el sacrificio. Al mismo tiempo que meditaba, pensó: «Daga del Sacrificio» podía sentir, en su mano, el peso de la daga invocada.


— Immolo oppugnare —pronunció, con voz temblorosa pero con claridad. Y, de repente, sintió como la cuchilla de la daga penetraba el lado izquierdo de su cuello, provocando una herida profunda y, al mismo tiempo, una hemorragia intensa. El anciano sufriría las mismas consecuencias.


Era inquietante pensar que en sólo segundos había actuado de forma tan precipitada, haciéndose daño a sí misma.

 

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Vaya, seguía sin presentarse. El gesto del anciano fue variando conforme pasaban los segundos y ahora mostraba una mueca de desagrado que indicaba tormenta. Nkuku, desde su posición, empezó a ejercer su poder para apaciguar a un inestable Gahíji. Aquella muchacha debía llegar viva a su casa, o tendrían problemas con el gobierno. O no... el maestro Gahíji siempre se salía con la suya.

 

Por su parte, el guerrero mantenía los labios fuertemente apretados y luchaba contra aquella calma que su sirviente le compartía. Él quería acción, pero Nkuku parecía convencido de que no era el momento. Terminó suspirando, cansado.

 

Su joven alumna se mantenía en silencio, y Gahíji frunció el ceño. ¿Otra maldición, quizás? Sus sentidos, desarrollados con el paso de los años y las múltiples batallas, estaban al máximo. «Crece-uñas», pensó. El rayo salió de su varita a toda velocidad, directo al pecho de la muchacha que le observaba en silencio. Eso confirmó a Gahíji que había intentado maldecirlo. Hizo una reverencia en su dirección, sin perder la sonrisa.

 

Así que querías hacerme hablar mal, ¿eh, listilla? Lo siento... no te será tan fácil engañarme —le dijo, con tono jocoso. Sus ojos miraron entonces la mano libre de la muchacha, en la que apareció la daga del sacrificio. Se preparó mentalmente, sabía lo que venía a continuación.

 

Entornó los ojos mientras sentía cómo la piel de su cuello se rasgaba. Fue el único gesto que hizo, aunque luego se llevó la mano de la daga a la herida, que sangraba en abundancia. Debía detener esa hemorragia. Aquel pensamiento hizo que su sonrisa creciera pues, si él estaba en ese estado... Sherlyn también. Y además, estaba el rayo que le había impactado... ahora sus uñas crecerían de forma ininterrumpida si ella no lo frenaba, y eso afectaría a su puntería. Y no podría sostener la varita en pocos minutos. «Episkey», pensó el guerrero entonces. La herida de su cuello se sanó. Además, se concentró y la herida que se había causado un poco antes, la que se había infringido un poco antes, y ésta se sanó por completo gracias al poder de la Curación.

 

Bueno, ¿te presentarás ahora, o tampoco? Y ya que estamos... ¿qué sabes sobre la maldición? Esa con la que no haces más que intentar atacarme... sin éxito, por cierto —añadió, mordaz.

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Sentía como la sangre comenzaba a deslizarse por su cuello y le producía escalofríos. En ese momento supo que podría haber optado por otra alternativa, alguna que careciera de esas consecuencias. A pesar del dolor, se mantuvo alerta, necesitaba estar presente durante el duelo para no caer en desventaja. Cerró sus párpados, por unos segundos, y los abrió de inmediato, pudiendo ver la imagen del anciano a unos metros de donde se encontraba.

El anciano seguía esquivando la maldición; sin embargo, ella cumplía con el objetivo provocando que éste perdiera un turno al intercalar. De repente, el ardor ya no sólo se sentía en su cuello, sino también en otras partes de su cuerpo y era algo que no podía soportar con facilidad; debía recuperarse. «Episkey» Pensó, centrando su atención en la herida de su cuello y, de pronto, ésta sanó dejándola en buenas condiciones, nuevamente. A partir de ese momento, le resultó fácil mover las articulaciones de su cuello y, a la vez, concentrarse.

Esperó el contraataque del anciano pero no llegó. Creía que eso podía significar que éste estaba sanando las heridas por la daga; aunque eran sólo especulaciones. De repente, se le ocurrió un movimiento que hasta ese momento no había podido ejecutar. Por otra parte, a pesar de los comentarios que realizaba su oponente, ella no pronunció ninguna palabra. No tenía deseos de hablar con él porque temía pronunciar las palabras equivocadas y ya eran suficiente precisar movimientos durante el enfrentamiento,

Yo juro… no atacar pronunció, apuntando su varita y manteniendo su atención en el anciano; como consecuencia, el hechizo provocaría que al anciano se le prohibiera realizar ataques ya que al intentarlo se le producirían heridas como las de una daga en cualquier parte de su cuerpo. Suponía que, al igual que ella, a éste ya no le apetecía sentir dolor, por lo que lo evitaría.

Sólo frunció el ceño como respuesta a las preguntas de Gahíji. No entendía la razón por la que quería que se presentara. Ella pensaba que ellos poseían una gran cantidad de información de las personas que los rodeaban y, aún más, de aquellas que deseaban poseer los conocimientos de los libros. Suponía que la mayor parte de ésta la obtenían observando los comportamientos durante el duelo, a pesar de ésto, ella no tenía ánimos de responder además de que podía llegar a la conclusión que responder le haría sentir nerviosa.

 

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La muchacha se sanó el cuello bajo la atenta mirada de Gahíji, que había observado la sangre caer en todo momento. Él ya estaba bien, pero debía controlar que a ella no le sucediera nada mientras estuviera bajo su tutela. Aunque tampoco es que le hiciera mucha gracia aquella cuestión pues la chica seguía sin dirigirle la palabra. Solo ataques o defensas, según el caso. La paciencia del guerrero estaba en una situación más frágil a cada momento.

 

Si por mi fuera, no te vincularías con este libro jamás solo por tu poca predisposición a comunicarte conmigo, niña —le espetó, con rabia, mientras su tono de voz se volvía más grave y oscuro—. Espero que en el resto de tus quehaceres no te comportes de una forma tan es... e...

 

Las palabras se le liaron en la garganta. Nkuku estaba ejerciendo su influencia en la personalidad del anciano para evitar que éste perdiera los estribos. Apretó los dientes hasta que le dolieron las mandíbulas y, finalmente, cedió a los buenos pensamientos de su sirviente.

 

Vale, vale, para. Ya estoy calmado —gruñó. «Zancadilla», pensó. Un lazo mágico sujetó los tobillos de Sherlyn y la desestabilizó, y un segundo después ella lanzó un juramento de sangre que los ató a la promesa de no atacar. Durante unos minutos, claro. El anciano sonrió—. Qué lista. O no, depende. ¿No piensas responderme tampoco las preguntas de clase? Eso sí puedo considerarlo negación por tu parte y suspenderte el curso... gracias por esta oportunidad, me hace muy feliz —añadió, con tono burlón y una ligera inclinación hacia ella.

 

Sintió la molestia de Nkuku por sus palabras dentro de sí mismo, pero lo ignoró. Era demasiado viejo como para modificar su consulta por la voluntad de nadie.

 

Avis.

 

Doce palomas aparecieron ante el guerrero entonces, con la orden de defenderle. Quién sabía qué podía pasar después de los movimientos de su alumna.

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La bruja observó con determinación a su oponente, tratando de analizar cada movimiento que éste realizaba. No le serviría de mucho un análisis general, debía concentrarse en las mínimas acciones que se producían, como el movimiento de sus manos o las expresiones de su rostro. Aún así, había algo que le hacía sentir incómoda, ¿sería porque él se había como objetivo intentar que ella le dirigiera la palabra? No podía determinarlo; sólo esperaba que el duelo terminara lo antes posible y, a la vez, que sus estrategias estuvieran bien.


— Lo siento… —dijo, al ver que la actitud del anciano cambió, subiendo de tono su voz para demostrar su molestia—. Sólo… pido responder cuando finalice el duelo.


A pesar de que su voz fue clara y firme para que lo escuchara desde esa distancia, por dentro se encontraba nerviosa y deseaba que el enfrentamiento finalizara. Había intentado ser lo más honesta y amable posible, ya que no había sido su intención provocar ese malestar en él; y menos considerando lo que un Guerrero Uzza significaba en el mundo mágico.


De pronto, sintió que la temperatura ambiental aumentó y no tardó mucho tiempo en darse cuenta que algo malo estaba sucediendo, era fuego y éste había llegado a lastimar parte de su mano derecha, con la que sostenía su varita, «Episkey» pensó, sanándose de las heridas provocadas y, de esa manera, poder continuar con el enfrentamiento.


Al mismo tiempo, doce aves se dirigieron a ella, producto de la invocación de su oponente. Quizás, si ella hubiera sido capaz de reflexionar unos segundos más habría optado por utilizar sólo ataques, sin defensa, y su otra mano, sana; pero imaginaba que era riesgo para ella. Necesitaba reducir el ritmo del enfrentamiento y, por esa razón, pensó:


«Maldición» los siguientes hechizos del anciano, nuevamente, saldrían mal, debido a que él no lograría pronunciarlos como debían ser. Le dedicó una leve sonrisa. Por una parte sabía que existía la posibilidad que el anciano se desquiciara, otra vez; pero, al menos ella tenía tiempo para reflexionar los movimientos que realizaría.


— Como has podido comprobar por tí mismo —haciendo alusión al turno anterior—la maldición hace efecto, principalmente, en pronunciación y provoca que los hechizos que se intentan realizar no se produzcan.

 

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