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. Mansión Di Médici . (MM B: 113112)


Lucrezia Di Medici
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Registro Histórico.

Aquello que es bueno para Florencia y la Toscana, es bueno para los Médici - Lucrecia Tornabuoni


La conformación de la familia Médici toma lugar en algún punto poco específico del siglo XIV, según los historiadores.

Es quizás su primera figura de renombre Salvestro Médici, un patricio de amplia relación con gremios y sectores populares de la población florentina que en 1378 se hizo con el poder mediante una rebelión paramilitar. El ilustre hombre se transformó en el primer Médici en ostentar el poder, aunque lo hubiese obtenido de facto. Ejerció el poder como un dictador, aunque la rebelión falló en sostenerse en el tiempo y Salvestro fue desterrado en 1382, muriendo 6 años después en la más desoladora soledad.

Es quizás más auspiciosa y reconocida la historia de su primo lejano, Juan De Médici (Giovanni di Bicci de' Medici, en italiano). Fue un verdadero prodigio para su época: con la acotada herencia de su padre, que se en su momento se dividió entre la viuda y cinco hijos, construyó el que sería años después el banco más importante de Italia. Ávido para el negocio y el comercio, inauguró las bases sobre las que se sostendría la familia Médici en el poder y los libros de historia: La banca. Fue el banco familiar el que sostuvo el camino al papado de Juan XXIII, conocido luego como el antipapa, que le concedió a los Médici una de las mayores razones de su fortuna: ser la banca oficial del Vaticano.

Juan de Médici fue, además, quién trajo los primeros rastros de magia al árbol genealógico de la familia de forma indirecta. Se casó en 1386 con Piccarda Bueri, una bruja olvidada por la historia que mantenía su condición en la más profunda confidencial. Además de ser su esposa, cumplió una función de representante de los negocios familiares en su ausencia, momentos en los que aprovechaba para hacer uso de magia y pociones para sacar amplio beneficio. Ambos tuvieron 4 hijos: dos nonatos, con grandes sospechas de haber poseído cualidades mágicas; Lorenzo "El Viejo", de sangre muggle, y Cosme De Médici. Juan muere finalmente en 1429.

Cosme De Médici (Cosimo di Giovanni de' Medici) fue el primer mago que portó el apellido familiar y es quizás la figura histórica más recordada y festejada por el pueblo florentino. Además de un banquero de excelencia, profesión que compartía la familia Bardi a la cual pertenecía su bruja esposa, Cosme fue el primer miembro la dinastía en inmiscuirse en la Gran Política.

De Médici era un Señor del Renacimiento apasionado por el arte, la literatura y la ciencia. Fue el artífice de la tradición de mecenazgo que caracteriza al día de hoy a su linaje. Financió a una gran cantidad de artistas e intelectuales de la época, tanto muggles como magos. Les concedió todo lo que su enorme fortuna les permitía: instrumentos, residencias, propiedades, dinero líquido y fama. Fue esa mismo espíritu de mecenas que lo llevó a pagar y supervisar, de la mano del arquitecto Michelozzo de Bartolomeo, la construcción del Palacio Médici, que se encuentra en una de las arterias principales de Florencia. Inauguró la mastodóntica colección de tomos y libros de pociones, alquimia y artefactos mágicos que a día de hoy se conserva en la biblioteca familiar. Estableció una estrecha relación con Donatello, quién al contrario de lo que los registros muggles indican, era un mago de grandes dotes para el arte y la escultura. No es un secreto para los conocedores del arte mágico que El David de bronce, quizás una de sus obras más importantes, logró su perfección gracias un innovador uso de magia en el modelado de figuras.

Pedro I De Médici fue un mago de poca habilidad, limitado por la enfermedad que padecía: la gota. Es quizás por esto que los registros de la familia le dedican pocas páginas a su vida y obra. Fue el último gobernante oficial de la familia Médici en Florencia (ejerciendo el cargo de facto entre 1464 y 1469) y administró la banca familiar de manera ordenada, cobrando deudas que su padre no había llegado a requerir en vida. También prosiguió con el legado de mecenazgo y coleccionismo. A pesar de su condición, fue el primer Médici en interesarte profundamente por el duelo: durante su mandato se valió de cuanta maldición necesitase para resistir los dos golpes de Estado que intentaron contra su persona, incluso con el apoyo de Venecia.

Pedro I, antes de morir por la gota a los 53 años, dejó una larga descendencia junto a su esposa Lucrecia Tornabuoni, una poetiza de la época; tres bellas mujeres bendijeron a la familia Médici y dos hombres aseguraron la supervivencia del apellido.

Lucrecia (la primera de su nombre), María y Blanca fueron tres jovenes con distintos destinos:

Lucrecia, que había heredado el sobrenombre Nannina de su bisabuela, fue una dama amada por sus hermanos y casada con el célebre letrado Bernardo Rucellai, en cuyo palacio se celebró la boda que por su magna opulencia quedó registrada en la historia.
María, hija de una relación extra matrimonial de su padre y nacida muggle, se transformó en una mujer culta que se casaría en 1473.
Blanca fue una traidora y es quizás por eso que nombrarla en la familia es mal visto. Se casó a los 13 años con Guillermo de Pazzi, un apellido que tenía rencillas con los Médici de larga data. Los Pazzi, con el aval de Blanca, conspiraron contra la familia: en las Pascuas de 1478, en la Catedral de Santa María del Fiore, los Pazzi asesinaron mediante maleficios cortantes a Juliano De Médici e hirieron gravemente a su hermano Lorenzo. Blanca perdió el derecho a utilizar su varita y fue exiliada. Moriría 10 años después.

En cuanto a los hijos varones, nombrados Juliano y Lorenzo, también atravesaron en sus vidas por distintos hechos se enfrentaron a distintos hechos:

Juliano, nacido en 1453, fue un político florentino que se encargó junto a Lorenzo de la banca familiar. Era conocido como un verdadero chico de oro. Siempre buscó la expansión de Florencia sobre la Toscana, pero entró la prematura muerte a los 25 años bajo la llamada Conspiración Pazzi para detener sus planes. Luego de su muerte y por pedido de su hermano, quien lo tuteló bajo su protección, se legitimó la existencia de Julio, un hijo que había tenido clandestinamente con una muchacha aquel mismo año. Julio se convertiría en su adultez en el Papa Clemente VII.
Lorenzo merece, quizás, un tratamiento aparte...

Nacido el primero de enero de 1449 y luego titulado El Magnifico, es quizás hoy en día el personaje más importante de la familia. Fue quien marcó el destino del linaje mágico de los Médici. Muchos son los hechos por los que se reconoce a este talentoso mago: gobernante de facto de la República de Florencia, poeta, filósofo y mecenas. Fue el primer Médici en traer la centralidad que hoy tienen las pociones y la medicina en las familias, escribiendo extensos ensayos, llevando a cabo una gran variedad de experimentos y creando mezclas que se usan hoy en día. Con sus manos se elaboró la primera poción pecuniam maximam, cuyos efectos alteran la necesidad de gastar dinero de quién la bebe, una herramienta de la que se valió para sus negocios. Fundó la Biblioteca Laurenciana, mandando a transcribir una infinidad de textos clásicos.

Como un valeroso estadista logró mantener la paz entre los estados y las grandes familias italianas. Además de gobernar para la población muggle, fue condecorado por las autoridades mágicas e invitado a formar parte de la cúpula del poder. Fue el primero que logró meterse de lleno en la política de los magos y brujas, haciéndose de renombre y ganando influencia en este sector de la sociedad. En su juventud fue tutelado por un sabio anciano de nombre Gentile Becchi y se especializó en la cría de aethonans. Se formó en Artes Oscuras en Milán y en Cuidado de Criaturas Mágicas en Venecia, complementando estas actividades con sus estudios muggles de leyes y política. Fue además quien ejerció la diplomacia familiar, manteniendo contactos con el Ministro y con el Papa de la época.

Lorenzo fue además quién reunió y financió a un amplio abanico de artistas célebres que quién les debe resultar fácil reconocer: Botticelli, Miguel Ángel, Giuliano da Maiano y Leonardo Da Vinci. Los envió, haciendo uso del dinero familiar, a las grandes cortes de Europa para dar a conocer sus obras. Dotado de una gran sensibilidad, amaba el contacto con la inteligencia y el talento, como para cultivar en él mismo una especie de artista universal. Su particular gusto por la poesía y el arte en general era muy bien valorado por la gente de la época. En contraposición, fue quizás su administración de la banca su punto más flaco, perdiendo con el tiempo varias filiales que se habían creado en las principales ciudades europeas bajo el mandato de sus antepasados. Logró mantener la paz en tiempos convulsos, aun cuando tuvo que enfrentar la Conspiración Pazzi y la muerte de su hermano menor.

Se casó en 1469 con una joven y aristócrata bruja llamada Clarisa Orsini, quién le concedió diez hijos de su vientre, curiosamente repartidos en partes iguales entre sangres puras y muggles. Su muerte no es solo considerada el fin de la Edad de Oro de Florencia, sino que significó el gran quiebre familiar cuyos resultados se sienten hoy en día.

El Quiebre.

Le temps revient - Lorenzo De Médici

Luego de la muerte de Lorenzo, en 1492, la familia Médici reconoció diferencias insostenibles y, ante la pérdida del líder del extenso clan, se ramificó entre dos facciones: la mágica y la muggle. Mientras que la segunda permaneció gobernando la cosmopolita ciudad de Florencia con la dura mano de Pedro II "El Infortunado" (Pieri il Fatuo), la segunda se exilió secretamente a una villa escondida en otra parte de la Toscana. Federico de Médici, un hombre de fuertes convicciones independentistas a la cabeza del grupo, mantuvo la controvertida decisión de mantener los lazos comerciales con sus hermanos, co-dirigiendo en las sombras las actividades de las ya múltiples divisiones del Bando Médici.

¿Pero por qué aquel nombre no aparecía ni en el más mínimo apartado de los libros de historia, tanto muggle como mágica? La explicación es, a todas luces, cuestionables. El finado Lorenzo había mantenido lejos del ojo público la existencia de uno de sus hijos que, al nacer, mostró signos de grandes cualidades mágicas; los encargados de esparcir las noticias en la sociedad florentina se habían encargado de anunciar su muerte al nacer, en marzo del año 1471. Aquel inocente bebé se crió en el más incorruptible secreto, bajo un régimen de tutorías impartidas con el afán de potenciar al máximo sus habilidades. Compartió con sus hermanos la instrucción en administración, negocios y leyes mágicas...pero sus intereses estaban lejos de aquellas materias. Mientras los sabios compartían sus conocimientos con los vástagos Médici, la mente y el interés de Federico estaban con la magia.

El patriarca de aquella rama de la aristócrata familia italiana tiene varios hitos en su historial: comenzó el emprendimiento vitivinícola mediante la compra de fértiles y extensos campos, dedicados a la elaboración de vinos con sello propio; inauguró el registro generacional e histórico, un archivo minucioso del linaje y los eventos en los que había participado; estrechó relaciones institucionales con las autoridades mágicas mientras sus hermanos siguieron moviendo los hilos de la política muggle. Aunque su padre había sido el último gran Médici que había preservado la unión como un bien familiar, no podía afirmarse que Federico no hizo cuanto estuvo a su alcance para extender la influencia del apellido.

Si bien los Médici permanecieron con los lujos de toda familia rica, haciendo uso pleno de los derecho sobre la fortuna de su tío y tomando como consejero a un antiguo asesor de Lorenzo, la vida en aquella colonia de magos comenzaba a hacerse difícil. Ansiosos por conocer su devenir en su nuevo territorio, sus vecinos comenzaban a acercarse y a hablar como simples pares. El quiebre de la familia había provocado que se diluyera la relación de superioridad e inferioridad con la gente común. La Villa estaba rodeada por una comunidad de magos y brujas de clase baja, cuyo día a día transcurría bajo techos de madera y espacios de reducido tamaño. Federico en sus últimos años una fructífera pero aun manteniendo el poder por sobre sus hijos tomó cartas en el asunto y, ante la indignante comportamiento de la plebe, comenzó con un sistemático cierre de su familia hacia el mundo exterior.

Se encerraron en su majestuoso palacio y crearon, mediante una compleja combinación de hechizos y encantamientos de data antigua, vallas mágicas para evitar la entrada de los vecinos. La nueva Villa, delimitada por una muralla invisible, solo permitía el ingreso de los mensajeros que transportaban el oro, las misivas correspondientes a los negocios bancarios y la mensajería de familiares y amigos de la familia.

Sin embargo, como bien sabía Federico gracias a la actividad bancaria, ninguna restricción se sostiene por siempre. Aquel mecanismo enfermizo un día vio mermada su capacidad de contener a la familia: sus hijos y sobrinos se quejaban día si y día también por su imposibilidad de contraer nupcias y Francisca Silviati, su noble mujer perteneciente a una familia de larga labor política en Florencia, no soportaba la sola idea de que un elfo doméstico eligiera con sus sucias manos las frutas que ellos luego comerían en los banquetes que auspiciaba para sus únicos invitados en el encierro: su propia descendencia. Además, Federico sentía un insoportable vacío: el poder que había ostentado en su ciudad natal comenzaba a diluirse, como una consecuencia de la reclusión que el mismo había impuesto.

Francisca, una joven que caminaba en un perfecto equilibrio entre amabilidad y altura, aprovechó de sus grandes dotes para las relaciones sociales y salió hacia el exterior, con el objetivo de forjar un vínculo de confianza y amistad con las otras familias de renombre que habitaban en la región. Aquella era una estrategia que había salido de la todavía lúcida mente de Federico de Médici: debía casar a al menos uno de sus hijos antes de su muerte, que amenazaba con su notable cercanía. El nuevo árbol genealógico que había plantado con la división familiar amenazaba con perecer prematuramente. Con el paso del tiempo lograron romper el recelo imperante entre las cabezas de familia y se aliaron con otros apellidos de la aristocracia italiana, cuya suerte también había terminado a las afueras de la Toscana, y los patriarcas comenzaron a emparentar a sus hijos para solidificar lazo entre sí.

Conformaron un total de ocho familias aquella unión de hombres cegados por la riqueza, que ante la falta de una autoridad legítima en la cada vez más extensa Villa Médici crearon sus propias votaciones internas, llevadas adelante solo entre los miembros masculinos de la pequeña sociedad de nobles. No fue una sorpresa para nadie, sin embargo, que meses después los Médici se consagraran como los gobernantes de la Villa, marcando así su nueva posición privilegiada de poder en Florencia.

Como su último golpe de gracia, antes de que su primogénito tomara todos sus derechos como gobernante, Federico invirtió siderales cantidades de su fortuna personal para agrandar la Villa Médici: Contrató por grandes sumas de oro a los mejores magos arquitectos para que crearan un estilo propio en las fachadas de cada casa, dio la orden de construir viviendas gratuitas para atraer mercaderes y aumentar los ingresos del rubro comercial, amplió sensiblemente los límites de los terrenos, ensanchó las calles, mejoró las condiciones de vida de los ciudadanos…Antes de perecer con significativa tranquilidad en sus aposentos, aquello se había transformado en pueblo de ricos. Si bien sus decretos redujeron de forma drástica las montañas de galeones en su poder, causando malestar en sus hijos, el plan del moribundo Federico dio frutos a largo plazo.

La Villa tomó con el paso de los siglos una personalidad propia y una estructura basada solamente en la aristocracia dominante. Mientras que los Médici habían sumado cuotas de poder al transcurrir las décadas gracias a sus sustanciales reformas, las familias menores que no había logrado imponer sus intereses ni casar a sus hijas comenzaban a perderle. Sin buscarlo ni pretenderlo, esta familia un día exiliada de su originaria Florencia se consolidó como un recuerdo vivo de la aristocracia de un Renacimiento que ya había muerto. Así, el clan logró mantener vivo su puro linaje mágico hasta el día de hoy, sobreviviendo oculta a los designios del tiempo mientras la rama muggle perdía el poder y el prestigio una vez ostentado, desapareciendo los anales de la historia. Los Médici de la rama iniciada por Federico obtuvieron la completa titularidad de sus bienes, sus tierras, su fortuna y lo más importante: la banca.

Lucrezia Di Médici.

Los Médici reinaran o los Médici perecerán.

Lucrezia nació en el seno de esta familia, cuyo poder es al día de hoy aún mayor, en noviembre 1990. Hija de un veinteañero Leonardo, segundo hijo del banquero Roberto Di Médici, y de una cortesana de grandes dotes de belleza; una fugaz amante con la quien se relacionó una sola noche. Si bien el casi inexistente romance y el posterior embarazo con una “indigna” trajo escandalosas repercusiones en la familia aristócrata, Roberto terminó de aceptar de mala gana los sucesivos y cansinos pedidos de su hijo preferido para autorizar el nacimiento de su primera hija y de dotarla de todos los derechos familiares. Angustia fue obligada, luego del parto, a abandonar a la fuerza los límites de la Toscana o recibir, ante las miradas del pueblo, un maleficio asesino. Como la historia de los Médici tiene a repetirse, el verdadero origen de Lucrezia nunca llegó a manos de la opinión pública.

Instruida desde los primeros años de su infancia en cada arte y materia que su familia podía proveerle, la joven aristócrata se convirtió en una personalidad fuerte y versada en tantas áreas como era esperable de alguien de su casta: historia; leyes mágicas y muggles; pociones y herbología; cuidado de criaturas; equitación. Durante su adolescencia quedó relegada al cuidado de un sabio anciano, de origen veneciano, que incorporó a su educación los conocimientos sobre la banca, la economía, las finanzas y los negocios que necesitaba obligatoriamente para hacerse cargo del Banco Médici cuando tuviera la edad adecuada. Roberto le heredó, cuando aun vivía, la idiosincrasia de los aristócratas, la vasta historia de su familia y el orgullo irracional por sus raíces. El resto de su vida, sin embargo, se formó como autodidacta.

Una ya crecida Lucrezia se decidió a romper, impulsada por la mano del destino, el estigma que la historia le había asignado a las mujeres de la familia: simples esposas de e impúdicas derrochadoras de su riqueza. Fue ella quien hizo crecer la empresa familiar de vinos, transformando el pequeño emprendimiento en una formidable generadora de ingresos para la familia. Los productos familiares se volvieron un bien lujoso, un obligado presente en las mesas de las familias más adineradas del mundo. Además, su sagaz mano logró gestionar la mejor relación comercial del Banco con las entidades británicas, ganándole a los Médici un nuevo mercado y un nuevo nicho de influencia. Lucrezia se había ganado a pulso su lugar en los registros familiares y un respeto inusitado para una mujer dentro de la familia.

Su llegada a Ottery St Catchpole, sin embargo, no respondió a cuestiones del Banco sino al repentino recibimiento de una herencia que no esperaba: Thiago Gryffindor, un inglés con quien había mantenido una intensa relación sentimental por aquellos años, le había legado sus títulos, propiedades y pertenencias. Su amante había desaparecido del pueblo mágico y la desoladora noticia impulsó a Lucrezia a abandonar su natal Florencia y emprender un nuevo rumbo. Motivada no solo por cuidar todo lo que alguna vez había pertenecido al hombro sino también por inmiscuirse en la política de Londres, la Médici adquirió una nueva propiedad en el pueblo y se impuso un objetivo claro: formar una familia destinada a dominar al pueblo británico.


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Planta Baja.

El Salón Principal es sumamente amplio pero no por ello poco acogedor. El ambiente es iluminado y calefaccionado por danzantes llamas provenientes de una chimenea levantada en ladrillo, alimentadas por leños encantados que nunca terminan de consumirse. Sobre el cubículo donde se enciende el fuego se ubica una repisa de madera en la cual se exponen distintas fotografías e imágenes familiares, tanto contemporáneas como de corte histórico. Es un pequeño detalle; un homenaje a la sangre. En los portaretratos de pueden observar los rostros de las personalidades más destacas que portaron el apellido, entre ellas Lorenzo De Médici El Magnífico, cuyo retrato es una reproducción sobre tela de lo que fue su aspecto jovial e imponente.

Si bien el suelo está conformado mayormente por piedra, una gran cuota de su extensión está cubierta por una alfombra aterciopelada donde predominan una gama de colores entre rojo y morado. Esta pieza del más caro y lujoso material importado de India presenta en su diseño distintos motivos de estilo renacentista italiano en el que se destaca el escudo familiar ubicado en el centro; como una prevención en base a las veladas de borrachera donde la Matriarca auspicia de anfitriona es que se realizaron sobre ella distintos encantamientos impermeabilizantes para evitar así las potenciales manchas provocadas por el ida y vuelta de vino y otras bebidas alcohólicas.

A tres metros de la chimenea se ubican dos sillones de cuero negro cuya suavidad se ciñe cómodamente al cuerpo de quién se recuesta sobre ellos. Ambos están direccionados a la fuente de calor del salón y están ladeados por dos mesitas de un solo pie donde suelen reposar copas de vino, libros y portavelas. Otro mobiliario destacado de este espacio son las amplias bibliotecas postradas en las paredes laterales, ambas repletas de colecciones literarias enteras; enciclopedias de antaño; primeras ediciones y manuscritos de afamados escritores que nunca salieron a la luz, entre ellos un ensayo de Nicolas Flamel sobre la viabilidad de la vida eterna.

Las paredes, que continúan el estilo del suelo, son decoradas por cuadros de idéntico marco de plata con terminaciones de oro macizo en las esquinas donde se repiten las grandes personalidades del linaje Médici. Estos personajes cobran vida durante las noches, interactuando unos con otros charlando en italiano antiguo, batiéndose a duelo o discutiendo sobre finanzas; eventualmente también les dirigen la palabra a los familiares vivos. Amarillos banderines colgantes se intercalan entre los cuadros, luciendo el emblema del Banco Médici impreso en la tela. Son cuatro las ventanas, dos en cada lateral, las que permiten la entrada del fulgor matutino.

El Patio Interior – rodeado por dos pasillos laterales, el salón principal y las cocinas—es un espacio iluminado por los tenues rayos de sol que traspasan los tragaluces de cristal conectados al techo. En toda su extensión priman las tonalidades verdes, de las más llamativas a las más apagadas. Frondosas enredaderas de las más diversas especies, adheridas a la gris piedra, caen hasta llegar a la mitad de la pared donde un encantamiento elaborado por la Matriarca limita su crecimiento.

En el muro lateral derecho se extienden de lado a lado varias estanterías de madera que hacen las veces de muestrario de la colección de plantas mágicas de Lucrezia. Es allí donde reposan, en macetas de cerámica rojiza, entre otras, sus tres mandrágoras adquiridas en el Magic Mall; es de este repertorio de las especies más importantes dispuestas en el Patio del que la Matriarca se ocupa personalmente cuando se hace un tiempo de sus deberes. Nadie, salvo sus familiares directos, tiene su expreso permiso para tocarla.

En el centro se alza con gloriosa majestuocidad el Lazo del Diablo, cuyos desarrollados tentáculos llegan a extenderse hasta cada una de las cuatro esquinas del Patio; sin embargo, estos nunca atacan a los invitados de la familia, sino que adoptan distintas formas inofensivas durante el transcurso del día (incluso, se las ha visto formar un corazón). Esta planta es alimentada por el servicio doméstico de la familia con abono especial, evitando así la vulnerabilidad a la luz que se filtra del exterior.

Este recinto es definitivamente uno de los más agradables dentro de la Mansión Médici. En un intento de privilegiar su objetivo como un espacio de esparcimiento se dispusieron al momento de su construcción varios asientos de cemento para más de una persona sobre los que reposan mullidos almohadones rojos bordeados por hilos dorados, atendiendo a la necesidad de comodidad. El aroma y las fragancias de las más coloridas y silvestres flores invaden la atmósfera del lugar.

La Cocina es un lugar signado por el misterio. El ingreso está vedado para todo ser no élfico, incluso para la mismísima Matriarca. El servicio de la cocina cuida con gran recelo que, cuando la blanca puerta se abre para distribuir los platillos del almuerzo o la cena, nadie pueda escudriñar lo que se cuece dentro. Esta directiva fue consensuada entre Lucrezia y Passepartout, su elfo doméstico personal, con un objetivo aun no clarificado por ninguna de las partes. Es al día de hoy que el secreto alrededor de las cocinas sigue completamente guardado. Nadie se atrevió, por ahora, a desobedecer el cartel colgado en la puerta que con elegante caligrafía dorada reza “PROHIBIDO ENTRAR O ESPIAR”.

Los Baños Únicos de la planta baja son quizás el espacio donde más se aprecia el espíritu ostentoso que caracteriza a la familia; un homenaje a la opulencia de la Matriarca diagramado por ella misma. En el centro de estos amplios baños, donde a toda hora se respiran ligeras estelas de vapor, se alza una estatua gemela del David de Miguel Ángel, un obsequio del mismísimo escultor en agradecimiento a la ayuda prestada para el reconocimiento de su obra a nivel europeo. Esta figura de lustroso mármol parece brillar por motus propio gracias a las luz de las velas que se proyectan en su blanca y delicada superficie. Son seis las amplias tinas redondas de madera que se reparten en el interior de los baños, apenas separadas unas de otras, donde la calidez del agua manifiesta en la atmósfera invita a sumergirse en ellas y relajar la mente. El suelo está totalmente cubierto por pequeñas cerámicas blancas y negras- simulando un tablero de ajedrez- mientras que los zócalos tienen terminaciones en oro; incluso en ellos pueden verse piedras preciosas incrustadas, predominantemente zafiros. El servicio de elfos se ocupa constantemente del mantenimiento del lugar, sirviendo a sus visitantes con vino y frutas frescas.

En cuanto al Salón Comedor y al contrario que el Principal, éste espacio está repleto de mobiliario y objetos de lo más diversos. Passepartout, el elfo personal de la Matriarca, tuvo que inventariar el lugar al momento de su decoración. A saber.

Una larga mesa de madera de roble impermeabilizada contra cualquier líquido, con un número de sillas considerable compartiendo material y estilo. En el medio e intercaladamente se presentan jarrones de los más diversos orígenes y formas, con especial hincapié en los asiáticos; candelabros de plata y coloridos tulipanes que dejan caer sus pétalos sobre la madera.
Una jaula de forma acampanada, con una estructura de cobre fundido, habitada por el Jobberknoll de la Matriarca. Alimentado por ella misma.
La primer caja registradora mágica creada por el bando Médici, conocida por multiplicar exponencialmente el dinero colocado en su interior (falso, claro). Es de tamaño mediano, con teclas de hierro similares en su forma a las de las máquinas de escribir.
Dos armaduras barrocas originales, pertenecientes a la fuerza armada de la Familia durante su gobierno de facto en Florencia, que custodian la salida a los Jardines. No poseen cualidad mágica alguna, son simplemente ornamentales.
Múltiples estanterías haciendo juego con la mesa principal, ubicadas en distintos espacios la pared. Sobre ellas se ubican recuerdos familiares varios, fruteros, flores provenientes del patio principal, pergaminos, tinteros y tantas minucias como uno puede imaginarse.
Un ventanal de vidrio que se extiende en la esquina que da a los Jardines, regalando a los visitantes mirada privilegiada a los terrenos de la Familia Médici.
Un cuadro de marco de madera, sin lujo alguno en su conformación, entre el que descansa un retrato de Lucrezia Di Médici cuya azul mirada mira severamente hacia un punto en el horizonte.

Plano.

 


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Jardines y Ubicación.

La lujosa propiedad adquirida por la Matriarca al banco Gringotts está ubicada a la vera del río Otter, que le da nombre al pueblo que lo rodea. Desde la posición de la mansión es imposible vislumbrar donde terminan los terrenos a su nombre dado que un espeso bosque de altos pinos cubre la visión más allá de los jardines de la familia. El nuevo hogar de la familia Médici está conectado a las otras propiedades de Ottery St Cathpole por medio de las grises calles que unen las distintas zonas del pueblo, cruzándose unas con otras.

En los Jardines de la familia saltan rápidamente a la vista tres subdivisiones bien separadas una de otras:

El patio delantero sirve como antesala a la magnífica fachada de la Mansión. Un camino conducido a ambos lados por cobrizos soportes de velas lleva al pórtico de la mansión, conformado por un arco en donde se encuentra grabado en piedra el escudo Médici y dos imponentes columnas de reluciente mármol. La entrada se completa con una puerta doble que se alza bajo el manto de un cúmulo de hechizos protectores que previenen los efectos de un posible ataque de extraños.

Tanto a la derecha y a la izquierda de del sendero que lleva hasta allí, apenas a unos metros de cada lado, se contemplan dos exultantes fuentes de corte antiguo. Es quizás lo más destacado de su presuntuosa estructura ambas imágenes que las decoran en su parte superior: las dos figuras corresponden a representaciones en piedra de Lorenzo y Federico Di Médici, los dos exponentes más reconocidos de árbol genealógico. Su pose imponente mirando al horizonte y la expresión en sus grises rostros infunden respeto a los visitantes, aunque estos desconozcan de quienes se trata. De la punta de sus varitas de piedra salen chorros de agua cristalina utilizada por las aves del pueblo para sus baños.

Unos vistosos viñedos se extienden por detrás de la estructura de la mansión. Encantados para sostener y potenciar la fertilidad de la tierra, éstos cubren un terreno de varias hectáreas. Las parras son atendidas a diario por los elfos domésticos, encargados de cosechar el mejor vino que Gran Bretaña pudiera experimentar. Muy variada es la cantidad y la calidad de uvas que producen aquellas plantas de los más diversos orígenes. La cercanía con el río facilita el riego de la tierra. La Matriarca suele supervisar personalmente los trabajos de plantación y extracción en sus respectivas temporadas. El viñedo está delimitado por un cerco de rosales altos de flores blancas siempre bañadas en rocío.

Del otro lado del río Otter, cruzado por un arqueado y ancho puente de piedra caliza, se ubica una parcela de tierra delimitada por una media cerca de tablones de madera. Es allí donde se emplaza el parque de equitación de los Médici. Es un espacio de gran amplitud con césped bajo dedicado al cuidado de los equinos pertenecientes a la familia, además de al sostenimiento y la práctica de una de las más antiguas tradiciones familiares. Es un terreno libre, donde lo único reseñable son los lujosos establos donde por las noches descansan estas hermosas criaturas.

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Listo de Criaturas Mágicas Registradas:

3 Kelpies Perlados

1 Grindylow

1 Plimpy

1 Lubalug

 

 

 

El río Otter nace en Blackdown Hills, justo dentro del condado de Somerset, Inglaterra, cerca de Otterford, luego fluye hacia el sur por unos 32 km a través de East Devon hasta el Canal de la Mancha en el extremo occidental de Lyme Bay. Esta corriente de agua da nombre a varios poblados que cruza durante su recorrido, incluyendo al afamado pueblo mágico Ottery St Catchpole. Un buen tramo de este río atraviesa la propiedad de los Di Médici, quienes sacaron partido de su agua pura no solo para el riego de sus viñedos sino que también para criar a muchas de sus exóticas criaturas.

 

Este río se conecta mediante redes subterráneas a varios lagos y lagunas de la zona, incluidas las de mansiones y parques frecuentados por las criaturas que allí viven. No solo este río es reconocido por el gran número de nutrias (otters) que lo habitan sino que también alberga una cantidad similar de criaturas mágicas acuáticas. Con una simple observación desde el puente de piedra que conecta ambos lados de la propiedad Di Médici divididos por el curso del agua pueden distinguirse algunas de estas especies: los estéticos y veloces kelpies perlados pertenecientes a Lucrezia que suelen andar en manada, un simpático plimpy devora plagas e incluso al receloso grindylow con quien -advierten- hay que tener cuidado. La vera del río resulta perfecta para los picnics familiares.

 

Otter configura una fuente de agua potable para todo Devon. Sin embargo, gran parte de las cuevas subterráneas a lo largo de toda su extensión se encuentran inexploradas y los rumores sobre lo que se oculta bajo la superficie nunca se dejan de escuchar. El río permanece frío a lo largo del año y su vegetación incorpora variedad al ecosistema, animado además por la gran cantidad de aves de todo tipo que buscan allí alimento. Recientemente se reportó en este río una creciente población de castores, animales que se creían completamente desterrados de la región.

 

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Listo de Criaturas Mágicas Registradas:

1 Fénix
1 Fénix de hielo

2 Baby Fénix
3 Augurey
1 Fwooper
1 Baby Moonclaf
1 Ashwinder
1 Bugdog

 

 


El aviario es un espacio creado por mandato supremo de Lucrezia gracias a la más compleja ingeniería mágica que sus abultadas arcas bancarias pudieron pagar al comprar la propiedad Di Médici. Bajo la estricta supervisión de la matriarca, los más reputados ingenieros, diseñadores y arquitectos de toda Gran Bretaña reestructuraron un espacio boscoso para respetar con minuciosa fidelidad su visión del lugar que quería para criar sus aves. Los pinos de frondosa copa fueron talados para dejar un amplio claro, perfecta base para levantar en aquel espacio al otro lado del río Otter un abierto aviario. Este recinto silvestre es visitado asiduamente por los elfos domésticos encargados de los jardines en general y es fácilmente reconocible por la levitante cartelería que guía a los visitantes a la accesible entrada: un curvo arco formado por entrelazadas lianas verdosas.

El lugar posee su propio ecosistema, que choca con la atmósfera pacífica del bosque que la rodea. Allí se percibe todo el año un ambiente tropical que se irgue inquebrantable ante los intentos del gélido invierno de filtrarse entre su variada flora. Abundan en su circular perímetro plantas, setas y arbustos de todo tipo, especie, género y color. Las palmeras clásicas del mediterráneo europeo se mezclan en impuesta armonía con las epifitas del amazonas; las lianas de las extensas selvas centroamericanas se abrazan a los caprichosos arboles del amor traídos del Asia profunda. La variedad de vívida y siempre cuidada vegetación es tan amplia que su conformación total incluso escapa a la cabeza de Lucrezia, incapaz de enumerar todas las especies que allí habitan.

El centro del circular espacio está demarcado por un espejo de agua que fluctúa entre lago y pantano según la época del año, la limpieza del agua o el ojo con el que se lo mire. Además de una fuente única de hidratación para las criaturas que habitan en el aviario, los peces que allí moran (lucios europeos, anguilas, “guppys”, etc) conforman parte de la dieta de las aves y sus otros vecinos; también lo hacen las pequeñas alimañas y los insectos que corretean durante el día y la noche para buscar refugio de sus numerosos predadores. Pequeños cuencos de arcilla rojiza depositados a lo largo y ancho del recinto natural son rellenados periódicamente con semillas predominantemente de girasol para proporcionar a las aves una alimentación variada.

La vera del pantano es el hogar de la Ashwinder de Lucrezia -Narcissa- que haces las veces de guardiana de selvático espacio y sus magníficos moradores. No muy lejos de la madriguera de este blanco reptil de carácter manso con los humanos, donde anida sus huevos, se encuentra el enorme roble negro de oscura y rasposa corteza que se bifurca en gruesas ramas que superan los quince metros. En su interior completamente ahuecado vive Hermes, un pequeño moonclaf nombrado por Ariane Dumbledore, que encuentra en la oscuridad de aquel árbol muerto un ambiente cómodo y adaptado a sus necesidades para ocultarse.

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Lista de Criaturas Mágicas Registradas:


1 Hada
1 Doxy
1 Duendecillo de Cornualles
1 Imp
1 Billywig
1 Gorro Rojo
1 Gnomo

Lista de Objetos Mágicos Registrados:

1 Daurdabla
1 set de Velas Negras.

 

 

El hadiario -un término inventado por la creativa cabeza de Lucrezia y en proceso de aprobación por la real academia mágica de lenguas- carece en su conformación de todo el esfuerzo que se colocó en el aviario, del cual está separado apenas por unos cuantos metros y junto al cual forma una especie de triángulo si se suma el establo. Este espacio pensado como hábitat para los diferentes humanoides halados en posesión de los Di Médici es simplemente un sector del bosque reservado para tal uso. Es iluminado por faroles de hierro flotantes ubicados estratégicamente para proveer de luz a todo el lugar durante las noches y también para demarcar los límites por donde las hadas y los doxys pueden juguetear con total libertad. Los distintos senderos ladeados por los sauces permiten un recorrido veloz del lugar o un escape directo de las travesuras de las hadas.

En el centro de este espacio se encuentra la Daurdabla adquirida por Lucrezia, un arpa mágica capaz de emitir los más variados sonidos y ejecutar las más bonitas melodías. Este artefacto de refinada madera es admirado por las pequeñas criaturas que viven las copas de los árboles o en los huecos de sus troncos, llegando incluso algunas a intentar tocar sus cuerdas. Los predominantes sauces llorones que conforman el bosque hacen que los visitantes se pierdan fácilmente escapando de los maliciosos duendecillos y también ocultan un espacio solo conocido por la matriarca: su lugar de rituales. Un triángulo de troncos talados, en cuya corteza se hallan tallados símbolos arcanos antiquísimos, se dibuja un círculo de sal mágica donde el fuego inextinguible de las velas negras espera a la noche de Halloween para ser utilizadas por Lucrezia o por quien se anime a jugar con la magia oscura.

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Listo de Criaturas Mágicas Registradas:


1 Thestral
4 Hipógrifos
1 Baby Hipógrifo
1 Porlock
2 Aethonans
1 Lechuza

 



En la zona trasera del extenso campo de equitación se encuentran los lujosos establos. Levantado en gruesos tablones de madera de pino tan lustrosos que reflejan la luz del sol, este recinto alberga a muchas de las criaturas que la Matriarca considera más importantes de su colección. Una puerta doble, generalmente bloqueadas por un sellado mágico, da inicio a un largo y ancho pasillo ladeado por bloques de heno y los refugios de los animales. Este camino, recorrido por el cuidador Porlock Nahum, es iluminado por la luz exterior que se filtra por las ventanas emplazadas en la parte superior del recinto.

Dentro del lugar la división está estructurada en muchos cubículos amplios donde los equinos y otras criaturas que allí moran tienen todas las comodidades que la matriarca encontró pertinentes: continuo relleno de los cuencos de agua y alimento para fortalecer sus organismos, cómodas camas de paja reemplazadas periódicamente por los elfos Pazzi y todo tipo de entretenimiento para su día a día. Las puertas de estos espacios están forjadas en sólido hierro y en ellas se encuentran grabados los nombres de las criaturas que encierran.

En la parte superior, construyendo sus nidos entre los soportes del techo, se encuentran por orden de la Matriarca las lechuzas mensajeras pertenecientes a la familia. Resulta imprescindible hacer notar que la introducción de estas aves al interior de la mansión está rotundamente prohibido, basada la decisión en la naturaleza dañina de sus heces.


Sótano.

En un apartado pasillo de la planta baja de la mansión se encuentran dos puertas de madera de sauce detalladamente cubiertas por pintura laqueada negra y cuyos marcos se separaban por unos centímetros. La expresa prohibición de la Matriarca de evitar atravesar ese umbral sin su consentimiento era bien conocida dentro de la familia Médici. Algunos se preguntaban por qué alguien colocaría dos puertas tan próximas una de otra, pero solo un minúsculo grupo de privilegiados (y no tanto) estaban al tanto de la explicación.

Dos empinadas escaleras de piedra de estrechos escalones, divididas ambas por una pared, llevan cada una a un espacio diferente, con disimiles funciones; la primera conduce a la bodega privada de Lucrezia, la otra introduce la sala de calderas. Ésta última, disimulando ser un sitio solo concurrido por el servicio doméstico dada su funcionalidad para la mansión, esconde un secreto en una de las paredes laterales. Solo basta el ligero toque de una varita en la décima piedra de la séptima hilera del gris muro para que la estructura se acomode de tal forma que dejara al descubierto una nueva habitación.

Los barrotes de hierro de considerable grosor de dos celdas brillan con la constante luz emitida por dos antorchas adheridas a la pared, encantadas de tal forma que la llama nunca se consumiera. El espacio pensado para custodiar o visitar a los eventuales prisioneros está completamente vacío a excepción de un solitario sillón de rojizo material ubicado en el centro, a dos metros de las contiguas celdas. En la pared lateral derecha se exhiben diferentes herramientas de tortura, originadas en distintos periodos históricos, con un objetivo meramente decorativo. El tamaño de la improvisada prisión es reducido: al contrario del alto techo de la sala de calderas que la precede, el correspondiente a ambas celdas no supera los tres metros de altura; el potencial prisionero no podría caminar más de cinco o seis pasos en cualquier dirección sin chocar de lleno con las mohosas y gruesas paredes que lo encerraba.

La composición de aquel espacio denota el gusto de la Matriarca por replicar con exactitud los arcaicos calabozos que otrora habían estado al servicio de su familia para castigar la deshonra y la traición de amigos y enemigos.

En la bodega privada contigua, sin embargo, se respira una atmósfera completamente disonante a las tétricas celdas. La preservada habitación contiene las reservas más añejas de la familia de vinos Médici, exclusivos para los eventos más únicos y especiales que se celebran dentro de la Comunidad Mágica. La Matriarca suele extraerlos de allí para engalanar las reuniones de negocios más cruciales que lleva a cabo, con el afán de ganar el beneplácito de sus clientes y posibles socios siempre en su beneficio. El recinto es amplio, con suelos de madera conservados de manera excelsa por los elfos domésticos al servicio de la familia, y está repleto de voluminosos barriles dónde se aprecia el escudo familiar cuidadosamente tallado. Las paredes son cruzadas por decenas de estanterías donde reposan las diversas botellas que el negocio vitivinícola de los Médici había presentado a lo largo de su historia.

Miscelánea.


No existe un registro de la cantidad de elfos domésticos que sirven a la Mansión, pero éstos están divididos en tres subgrupos nombrados en referencia a las familias rivales: los Sforza, que se ocupan de cultivar, mantener y cosechar la vid en los viñedos; los Pazzi, que cuidan de los animales de los establos, los alimentan, los bañan y juntan sus heces; los Rambaldi, quienes se ocupan de las tareas domésticas del interior del hogar, la cocina y la limpieza.
En los establos habitan tres caballos de raza pura sangre andaluza. Estos tres, una camada de la misma yegua, son de suave pelaje gris y crines del mismo color, pero en una tonalidad más oscura que comienza a asemejarse al cobrizo. Existe espacio para demás animales pertenecientes a la familia.
A regañadientes Lucrezia ha colocado en la Sala Comedor una máquina de helado, luego de solicitar ubicarla en la cocina y ser rechazada su propuesta. Es un pequeño detalle para complacer a Zoella Triviani, una bruja de una familia italiana ¿Aliada?
Queda vedado el ingreso a la bodega de la Matriarca a cualquier persona fuera de la familia. De ser encontrado infraganti, el potencial intruso se arriesga a sufrir la más cruel de las muertes. No hay detalles en este caso. Pero hay que temer. De verdad.
NO TOCAR EL LAZO DEL DIABLO.
No existen habitaciones en la Planta Baja, salvo la de la Matriarca. Los aposentos del resto de los familiares, incluidos los cuartos de invitados, y todas las dependencias que se crean necesarias para llevar a cabo sus labores o estudios deben situarse en las plantas superiores.


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Lucrezia Di Médici (Ficha N° 78208) | (Bóveda N° 28321)

http://i.imgur.com/wBFNWqM.png

Antepasados.

Isabel Di Médici**

Primera Generación.

Ethan Lenteric (Ficha N° 106515) | (Bóveda N° 106537)
Hijo de Isabel Di Médici**. Primo lejano de Lucrezia.

Ariane Dumbledore (Ficha N° 78253) | (Bóveda N° 79643)
Madre biológica de Luka y Luna.

Lex Grindelwald (Ficha N° 113265) | (Bóveda N° 113307)
Primo en segundo grado.

Sasha Askar (Ficha N° 92612) | (Bóveda N° 92613)

Anne Lovegood (Ficha N° 113256) | (Bóveda N° 113332)


Segunda Generación.

Arlet Malfoy - (Ficha Nº113141) | (Bóveda N° 113604)
Sobrina de la Matriarca.

Blaise Zabini – (Ficha 113736) | (Bóveda 113738)
Ahijado de la Matriarca.

Luka Gryffindor (Ficha)*
Luna Cristal Gryffindor (Ficha)*

Amigos de la Familia.

We read that we ought to forgive our enemies; but we do not read that we ought to forgive our friends. - Cosme de Médici

Jeremy Askar Triviani - (N° 110737) | (N° 110739)

Zoella Triviani Yaxley (Nº 110950) | (Nº 110969)

Matthew Triviani - (111218) | (111237)

Nicholas Martin Dolohov (Pilu) - (Ficha N° 109210) | (Bóveda N° 109350)


(*) Personaje Secundario.
(**) Personaje Inventado.

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La Mansión Di Médici está conectada mediante la red flu a una multiplicidad de lugares:

La Mansión "Ojo Loco" Potter Blue, lugar donde Lucrezia tiene una habitación y de la cual previamente poseía los títulos.
El Castillo Triviani, perteneciente a una familia con la cual los Médici tienen relación comercial, política, de negocios ilegales...e incluso de amistad.
El Banco Di Médici, donde Lucrezia auspicia como directora.
El Ministerio de Magia de Italia [conexión vedada durante fines de semana y días de fiesta].
Las ubicaciones estratégicas de La Marca Tenebrosa.
La Casa de Infusiones "Ill Buon Gusto".

 

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Bóveda de Gringotts: Bóveda N° 113112

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Link al Topic de Rol: Traslador

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  • 2 semanas más tarde...

No estaba segura que la llevo a aquellos terrenos pero la cuestion era que ahi estaba, en las rejas de aquella familia que decia tener relacion con los Rambaldi pero no sabia de que.

 

No conocia a la matriarca, aunque la habia visto en la Ojo Loco, pero su curiosidad era insaciable tanto que sus mismos pies caminaban sin que ellas los dirigiera.

 

Alessandra estaba en su forma Animaga de una liebre de pelaje dorados como el maiz, patas traseras largas para permitirle correr mas rapido que los felinos como su enemigo el zorro, grandes orejas del pelaje dorado y grandes ojos azules que mostraban una gran inteligencia pero que con palabras no podia expresar.

 

Con cuidado se metio entre las rejas y fue avanzando por el patio delantero observando todo a su alrededor.

 

<<¿Abra alguien?>> penso.

 

Pero como un animal comun y corriente se puso a buscar algo verde para comer.

 

 

 

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La última estela de vapor se extinguió a los segundos de cerrar, con un movimiento delicado, la puerta de los baños privados. La diferencia con la temperatura de aquellos pasillos y el dejar atrás la atmósfera viciada de aquel recinto impactó de lleno en su cuerpo, produciéndole un leve escalofrío que intentó limitar endureciendo su postura. Su aún húmeda melena caía como una catarata de oro sobre sus hombros, quedando armoniosamente repartida entre su espalda y su pecho. Las hebras rubias comenzaron a secarse progresivamente gracias al tenue viento que solía recorrer la soledad de la mansión.

 

Dado lo reciente del baño relajante que había decidido tomar, los delicados rasgos de Lucrezia relucían aún más de lo normal; las pecas que salpicaban su nariz y sus mejillas habían tomado fuerza sobre la palpable suavidad de su rostro. Los débiles rayos del sol que se filtraban desde los tragaluces del patio interno, que tenía en frente, hacían que el carácter impoluto de su piel se potenciara con un brillo armonioso. Los detalles de su delgado cuerpo, que sostenía aun pronunciadas curvas, se dejaba entrever entre una fina bata de seda amarilla que escondía improvisadamente su desnudez. Iba descalza consciente del ímpetu con el que los Rambaldi, sus elfos domésticos de limpieza, aseaban cada rincón de su nueva propiedad con desmedida minuciosidad.

 

La aristócrata avanzó por el pasillo e ingresó al salón principal de la mansión Médici. Al pasar por una de las ventanas laterales, una presencia llamativa logró capturar enteramente su atención. Entrecerró los ojos, concentrando su mirada en una criatura que se movía en el exterior ¿Sería Aixo, su gato? <Imposible> sentenció en su cabeza, sabiendo que su rechoncha mascota heredada de Thiago Gryffindor ya tenía una edad avanzada y su más grande afición era dormir. Fue entonces, cuando el animal dio un pequeño salto, que lo reconoció: una libre se había aventurado al interior de su mansión.

 

Lucrezia se acercó a la ventana y destrabó con cuidado el pestillo que la mantenía cerrada; al abrirla extendió ambas a los costados, quedando éstas pegadas a la pared. La brisa exterior, impregnada del endulzante aroma de la vid y las rosas del viñedo familiar, invadió de lleno el salón principal y limpió el ambiente teñido hasta el momento de encierro. En el verde parque de césped minuciosamente recortado y tierra humedecida por la cercanía al río Otter se respiraba el incipiente inicio del otoño. El clima cálido se había apaciguado y auguraba los primeros días frescos del año; normal era, entonces, descubrir visitas inesperadas.

 

La situación era sin dudas de una curiosidad que no podía ignorar y seguir con lo suyo. Lucrezia era una empecinada amante de los conejos, con los que había llenado gran parte de los jardines de Villa Médici durante su vida en el claustro de la aristocracia italiana; de hecho, su primer Patronus había tomado la forma del pequeño mamífero de acolchonadas orejas y hasta el presente seguía manifestándose igual. Cuando intentaba escapar de sus pensamientos tortuosos, la blonda italiana solía escudriñar en sus recuerdos de los banquetes al aire libre rodeada de conejos de todo color, tono y estilo de pelaje. Pero las liebres, en cambio…

 

- Avada Kedrava.

 

Su blanca varita, cuyo mango de mármol se ajustaba perfectamente al encierro de su delgada mano, había aparecido en su mano un segundo antes de pronunciar aquel maleficio; de su punta salió disparado un haz de luz verde que parecía cortar el aire mientras lo atravesaba, emitiendo un casi indetectable silbido. El luminoso rayo, de efectos mortales, dibujó un trayecto hacía la posición de la liebre pero un minúsculo fallo de cálculos de la aristócrata provocó que éste chocara contra el suelo a solo unos centímetros de quien fue su potencial víctima. La Médici dejó que se escapara un suspiro entre sus carnosos labios. Apoyó ambas manos sobre el marco de la puerta, sosteniéndose. Definitivamente odiaba errar.

 

- ¡VETE!- le gritó con la libertad de saberse sola, dejando de lado el porte elegante que siempre poseía.

 

La mortífaga odiaba a las liebres por la simple razón de ser una plaga que amenazaba con el tranquilo desarrollo de su emprendimiento vitivinícola, que significaba para ella una emancipación del mandato familiar de los Médici de dedicarse exclusivamente a los negocios bancarios y políticos. Claro, amaba cada aspecto de la empresa familiar y su fuente tradicional de poder, pero su mayor deseo era lograr un espacio en la historia de los Médici como la primera mujer en elevar el apellido a un nuevo nivel. Lo lograría con el poder del vino y ninguna alimaña la detendría. Aguardó a que la liebre huyera para no tener que soltar a su gmono para cazarla.

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Es esta mañana me había propuesto que iba a hacer lo necesario para que mi hija volviera, no era justo que ella negara su esencia, era absolutamente ilógico que estuviera tan lejos de nosotros y para esta misión solo podía contar con una persona para esto. Así que a media mañana había dirigido mis pasos a la Mansion Di Médici para ver a su matriarca.

 

Frente a la puerta de la Mansión me detuve para llenar mis inertes pulmones de aire para darme valor y tranquilidad, esa mujer me daba desconfianza, pero apenas había tratado con ella una sola vez.

 

A veces pensaba que mi aversión hacía ella eran a causa de celos, siempre habia pensado que la razón por la que él nos había abandonado era por ella, por buscarla y amarla, pero de eso ya había pasado demasiado.

 

Golpee la puerta par ser atendida, ojalá ella misma pudiera atenderme.

 

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Ministre de la Magie Français // 🌙 dulce asesina by Mael

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El sonido de la madera al ser golpeada repetidas veces interrumpió la actividad de Lucrezia, que seguía observando por la entreabierta ventana a la liebre que había invadido sin vergüenza sus terrenos. La mortífaga giró apenas su rostro hacia la entrada, algo sorprendida por recibir visitas que no fuesen de las criaturas que osaban escudriñar en los jardines. La imprevisibilidad de aquel llamado la había dejado extrañamente sobresaltada, como si ambas situaciones estuviesen íntimamente relacionadas ¿Acaso las estrellas se había alineado para perturbar la paz que hasta ahora vivía en su mansión? Largó un exagerado suspiro, visiblemente renegada, y con una casi imperceptible floritura cerró las delicadas cortinas que custodiaban ambos lados de la ventana.

 

Caminó con paso elegante hacia la puerta doble, de una refinada y oscura madera de roble donde perfeccionistas artesanos habían tallado en el centro la inicial de la familia, y la abrió de par en par; un chirrido, originado en el óxido que comenzaba a cubrir las doradas bisagras, acompañó el movimiento de los gruesos paneles que arrastró con esfuerzo. Allí, bajo el umbral de la puerta, descubrió ante sus azules ojos una figura que reconoció al instante. Ahogó en su garganta cualquier reacción ante la sorpresa del encuentro. Recorrió con su mirada aquellos ordinarios iris violetas, disfrutó de ver los estragos que el tiempo había provocado en su cuerpo que ni en su apogeo había considerado digno de mención y juzgó el cuestionable buen gusto que acusaba su vestimenta. Cuando volvieron a enfrentarse, la blonda italiana retrocedió un paso.

 

- Ariane.- dijo casi de forma automatizada, sin dejar que ningún sentimiento alterara su tono de incómoda inexpresión- Que sorpresa. Pasa.

 

Hizo un gesto abierto con su mano, invitándola a adentrarse en la cálida atmósfera del salón principal donde el danzante fuego de la chimenea chispeaba eufóricamente. Cuando la bruja entró, haciendo gala de ese típico caminar tan poco distinguido, Lucrezia aprovechó para clavar su mirada en la espalda de su invitada. La detestaba por un único motivo: la Dumbledore había disfrutado de la compañía romántica de Thiago Gryffindor mucho más de lo que ella había vivido a su lado, que en comparación era ínfimo. Sin embargo, a pesar del casi nulo contacto que habían tenido, la Médici había amado al desaparecido joven más que a su propia vida, de una manera descarnada. Envidiaba profundamente a Ariane y no hay mejor cimiento para el odio que ese sentimiento tan visceral.

 

La acompañó, guardando una prudencial distancia, hasta que ambas quedaron cerca de los sillones que había postrado perfilados hacia la fuente de calor del salón. En ese instante los ojos de Lucrezia se clavaron nuevamente en el semblante de Ariane, sin desprenderse de la fría expresión que los caracterizaba, para escudriñar en él. Necesitaba observar en el rostro de aquella mujer de cabello violeta la reacción al encontrarse con el retrato de Thiago que había colocado sobre la estructura de la chimenea para darle centralidad a su persona. En la imagen, que respetaba con perfeccionista fidelidad toda la jovialidad y el atractivo del Gryffindor, éste observaba el horizonte con una sonrisa dibujada en la finura de sus labios. Esa típica sonrisa que solo portaban aquellos desprendidos de preocupaciones; esa típica sonrisa que había endulzado muchos de sus días.

 

- ¿Quieres beber algo?- le ofreció, autoimponiéndose cordialidad en el curso de sus palabras.- Tengo habitaciones de sobra si quieres quedarte. Supongo que vienes a hablar de Luka, pero él no está aquí. Passepartout lo llevó a ver a su tía Potter Blue.

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El sonido de la puerta me sacó de una especie de ensueño, hubiera esperado que un elfo me abriera, pero cuando vi a la mismísima señora de la casa abriendo me dejó de hielo.

 

Por supuesto me reconoció de inmediato, las veces que nos habíamos visto habían sido difíciles y yo no había estado muy amable.

 

-Lucrezia

 

Con una sonrisa la salude, era hermosa y no podía negarlo, me invitó a entrar y camine delante de ella, mi mente esperaba que de repente me sacara un puñal y me lo clavara en las espalda, pero me controlé con esos pensamientos arcaicos.

 

Estaba muy bien decorada la casa, tenía un gusto exquisito, si Luna venía aquí seguramente le encantaría la casa.

 

Al llegar a los sillones me encontré con un gran rttrato de Thyago, lo observe por un momento:sus ojos verdes, su cabello negro, su piel y su sonrisa... Por primera vez logre ver algo que antes no: El que estaba hay nunca fue mio, pero aún así lo había amado y siempre procuraria su felicidad.

 

-Disculpa el atrevimiento de venir sin avisar, se que no hemos tenido la mejor relación.

 

Tomé impulso para lo que iba a decir, no era mi ideal aliarne con alguien que no consideraba cercana, pero era momento de confiar.

 

- Se que eres la albacea de mis hijos y por eso quiero pedirte que me ayudes a presionar a Luna para obligarla a venir a Ottery con su hermano Luka.

 

Lo solté con nerviosismo, pensaba de verdad que era lo mejor para mí hija, para que superará todo ese rencor que tenía en contra de su padre a sus cortos 12 años.

 

-Se que si ambas la presionamos no tendrá ningúna otra opción y optara por venir a Ottery. Además que parte del trato ella vivira aquí en tu casa, como corresponde.

 

Esas palabras tenían sabor a vinagre, habían aparentando ser tranquilas y planeadas, pero me causaba dolor que mis hijos no estuvieran conmigo.

 

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Algo en el inesperado buen trato de Ariane le producía cierta incomodidad y encendía las alertas en su fuero interno, aun sorprendido. Había decidido tomar con pinzas el tono agradable con el que se había dirigido la mujer, con quien siempre había mantenido una relación sumida en la constante tensión. El nombre de Thiago Gryffindor había dejado una huella ineludible en ambas mujeres, causando una enemistad cuyos cimientos se habían construido mucho antes de siquiera conocerse en persona. No era rechazo lo que aquella presencia en su propia mansión le producía sino una desconfianza adquirida a lo largo de los años que no le permitía aceptar con ligereza halagos vacíos.

 

- No hay problema en venir sin avisar, siempre que no me encuentre trabajando. Por quien nos mira desde aquella pared, mi casa es también tu casa. Siéntete cómoda. - el tono afable que acompañaba el curso de sus palabras sonaba convincente, aunque ocultara distancia.

 

Lucrezia desenvainó su blanca varita, decorada en aquella ocasión con delgados hilos dorados que lucían un empedernido brillo, y apuntó directo a uno de los muebles modulares que se alzaban en los laterales del salón principal. De uno de ellos, sobre una repisa cristalina, se elevaron una taza y una tetera. Ambos objetos disonaban con el resto de la lujosa y delicada vajilla que cumplía con el estilo opulento de los Di Médici; éstos eran ordinarios y comunes, como los ofrecidos en cualquier bazar de mala muerte en el mercado inglés por un valor irrisorio. Aquel gesto era, claro, el que se merecía una mujer de casta baja. La aristócrata obvió su reacción ante su propia jugarreta y su varita sirvió de guía para que la tetera rellenara la taza con una humeante infusión.

 

- Ven, acompáñame al patio interno que hace un buen día.- le indicó, tomando por primera vez la delantera haciendo gala de su porte elegante, pese a que nada más llevaba una bata de baño.- Además debo secar mi cabello.

 

La blonda italiana cruzó diagonalmente el salón hacia una de las dos puertas que conducían a los pasillos que conectaban con el resto de la casa, incluso con sus propios aposentos. Abrió la puerta y se adentró en uno de ellos, dejando un espacio para que Ariane hiciese lo mismo. El ancho pasillo era bañado por la blanquecina luz natural que se adentraba por los amplios tragaluces del patio, que se ubicaba en el centro justo de la imponente mansión. La atmósfera, viciada por el calor de la chimenea y el encierro, se había transformado radicalmente en uno donde confluía el dulce aroma de flores silvestres y tierra mojada. Lucrezia condujo a su visita hacia el arco que oficiaba de entrada para aquel espacio y una vez lo cruzó los rayos del gol golpearon de lleno su blanca piel.

 

Le señaló uno de los asientos de cemento frente al dormido Lazo del Diablo y con un simple <allí> la invitó a tomar asiento para disfrutar de las vistas del amplio lugar, donde primaban con armonía los variopintos tonos verdosos de las hojas y los colores llamativos de las flores. La Médici aprovechó esos momentos para sopesar lo que la incompetente Dumbledore le había comentado sin reparo al entrar. No pasó por alto la serenidad y la más que extraña aceptación con la que Ariane la había reconocido como la tutora de sus propios hijos, siendo ella su madre biológica y habiendo vuelto a asentarse en el pueblo ¿Por qué, entonces, no reclamar su derecho como madre? ¿Por qué respetar los deseos de un hombre que llevaba años desaparecido y que había traicionado su voto de fidelidad con una mujer Ryddleturn? No la creía una ilusa ni alguien carente de orgullo. Incluso, la aristócrata llegó a preguntarse si ambos mantenían algún tipo de contacto del que ella desconocía por el momento. Punto a investigar; mandaría a Passepartout.

 

- ¿Crees que una bolsa repleta de oro bastará para traer a Luna aquí?- preguntó, pues en su red de principios y valores no existía nada que el dinero no pudiese comprar- Tal vez financiar sus obras bastará para que venga a vivir aquí. Con todo respeto, aquí estará mejor atendida y protegida que en el castillo Dumbledore.

 

La aristócrata tomó asiento y cruzó sus alargadas piernas por debajo de su amarilla bata de baño, elevando en el aire su pie izquierdo para no tocar con él la poco higiénica piedra que conformaba el suelo. Sus azules ojos se posaron una vez más en el Lazo del Diablo, cuyos tentáculos entrelazados unos con otros habían formado una esfera de un intenso verde que se elevaba al menos dos metros en el aire. Los efectos del encantado abono que utilizaba para el fortalecimiento de aquella planta lograba apaciguar sus ataques de ira, al igual que otorgaba a sus raíces una resistencia única a los rayos del sol. En la espera de una respuesta de Ariane, en su cabeza proyectó una nítida escena en la cual los gruesos tentáculos ahogaban con todo el peso de su fuerza a la indecente invitada, provocándole un último suspiro de vida. Sonrió.

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La situación no era muy cómoda, finalmente ella y yo apenas éramos unas desconocidas enredadas en los líos amorosos de mi ex esposo, bueno pero ni que decir ni siquiera había sido un matrimonio muy estable, eso sí había sido la única mujer oficial en su vida y eso me había dado el foco de las miradas de sus amantes. Pero la verdad no era nada él y yo, lo único entre nosotros era un infinito cariño, jamás había deseado nada malo para él. Ahora que lo pensaba nunca me había planteado la idea de luchar por su amor, la decepción en aquella época me había empujado a alejarme pero nunca a pelear o hacer artimañas o ardides como solían hacer muchas damas para retener a su amado. No ese no era mi estilo, siempre habría creído que si alguien quería estar a mi lado lo estaría y sino pues que le fuera muy bien.

 

Aunque la última vez que había visto a Thyago no podía negar que se había despertado en mi un sentimiento que no era simple, pero no estaba segura de que era eso. Mire nuevamente el cuadro, no era él que había visto, el que había estado conmigo compartiendo una noche de copas y recuerdos era otro, más maduro diferente, acaso eso era ese nuevo sentimiento, no lo sabía. Seguramente nunca más lo volvería a ver.

 

La anfitriona me invitó un té, bueno al menos era muy buena manejando la varita y pude ver que no lo había envenenado eso era bueno.

 

-gracias, eres muy amable

 

Conteste agradecida, el sabor del té no era malo así que disfrute de un trago mientras la seguía por un pasillo demasiado luminoso para mi gusto, el jardín interior era precioso y ya me Imaginaba yo a Luna dibujando en aquel jardín con su potro.

 

Me senté donde me indicaba y vi de frente el árbol del lazo del diablo, ya había leído yo sobre ella en el ministerio y por casualidad vi q había adquirido uno, pero este estaba justo cerca al rayo de sol, eso me confundía porque se suponía que lo mantenía controlado. En fin a lo que tenía que hacer.

 

-No, el oro no la convencera, sólo dile que fue una exigencia de su padre, eso le hará venir, yo la presionare por mi lado. - baje la taza a mis piernas y por un momento baje la cabeza - Ella también ama a su padre, se que eso le moverá en lo profundo de su corazón.

 

Acaso había dicho también, me sobresalte un momento.

 

-Al igual que Luka los dos aman a su padre, de seguro será de tu agrado ella se parece más a ti que a mi... También es una rubia muy bella y sus ojos azules son bellísimos. Ama el arte y tiene un gusto maravilloso, está casa será para ella digna de su finura.

 

No me había pasado desapercibido las palabras que no podría protegerla, jamás había podio hacerlo y menos de sí misma, Por eso pedía su ayuda.

 

Di un sorbo más al té, y deje al lado la taza.

 

-Solo quiero saber si quieres hacerlo o no, sino puedes buscare razones para hacerla venir, de antemano te agradezco que me hayas escuchado.

 

Sonreí sinceramente

 

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Ministre de la Magie Français // 🌙 dulce asesina by Mael

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En reiteradas ocasiones durante sus veintinueve años de vida Lucrezia se había cruzado con gente que juraba y perjuraban que el oro no les importaba, que no era algo fundamental en sus vidas que pudiera torcer sus valores y sus ideales notoriamente tambaleantes ¡Patrañas, mentiras hipócritas y por demás obvias! Una abultada bolsa de oro hace sucumbir hasta la voluntad que una cree más arraigada e incorruptible. Di Médici, habiendo nacido en cuna de oro y habiendo tenido una crianza signada por los negocios, estaba acostumbrada a tratar con el dinero y la calidad ilimitada de sus usos. Sin embargo, había decidido no llevar la contraria a la mujer que tenía al lado.

 

- Pues entonces el pedido de su padre será, señorita Dumbledore. - afirmó la aristócrata, quien había comenzado a diagramar en su mente la misiva que enviaría a la artista. - Aquí tendrá total libertad para desarrollar su arte, aunque no podrá escapar a las clases de Aritmancia y de Finanzas. Aunque no lleve mi apellido debe respetar la tradición de la casa.

 

Lucrezia volvió a ponerse de pie. La blonda italiana tenía un espíritu inquieto y difícilmente podía mantenerse en un mismo lugar solo hablando a menos, claro, que la reunión tuviera relevancia para sus negocios y el ensanchamiento de las arcas del banco. En aquella ocasión solo estaba tratando la inclusión de una adolescente a la exclusiva nómina de niños a su cuidado, un indecoroso regalo que Thiago Gryffindor le había dejado antes de huir de Gran Bretaña. Sin embargo, había un hecho que por más que ahogara en su mente y evitara expresar era incómodamente real: le gustaba tener jóvenes a su cuidado. El trunco proyecto de vida con el desaparecido miembro de la Orden la había dejado sin descendencia y el linaje Médici contaba con pocos niños en su haber. Si bien la continuidad del apellido estaba bien asegurada, el hecho de que una familia tan afamada comenzase a achicar sus filas era una posibilidad que la acechaba por las noches.

 

Caminó alrededor del Lazo del Diablo, pues aun dudaba de la completa efectividad del abono mágico que adormecía su carácter hostil, y se posicionó junto a un grupo de macetas de porcelana cuya superficie lucía delicados detalles estilísticos, como relieves que adoptaban la forma de la flor de loto o el escudo Médici. Deslizó su mano sobre las suaves hojas de las distintas plantas que nacían de la tierra, ignorando por un momento la presencia física de la Dumbledore. Había algo en la sincera amabilidad con la que Ariane enunciaba cada una de sus palabras que la incomodaba no por el hecho mismo, sino porque hacía florecer en su mente una sensación de ¿simpatía recíproca? ¿Falta de algún sentimiento negativo hacia ella? De repente, su percepción sobre la mujer había cambiado radicalmente. El recelo se había esfumado.

 

- Tu hijo me ha dado incontables dolores de cabeza, Ariane. Sin embargo, no puedo negar que es un buen niño y que con el paso de los meses comienza a enderezarse. - su voz había dejado atrás la severidad, dejando fluir un tono amigable. - No quiero hacerse ajena a su educación y su día a día. Ordenaré a los elfos que te preparen una habitación en la primera planta, junto a la de Luka. Tienes libertad para manejarla como quieras.

 

Luego de acomodar los pétalos de los amarillos tulipanes que comenzaban a sufrir los estragos del calor Lucrezia volvió a donde se encontraba Ariane. Le sonrió ya no forzadamente, sino que aquel gesto tenía una naturalidad palpable. Si la Dumbledore no hubiese sido ajena a su clase social hubiese extendido una mano para que ayudarla a levantarse pero se limitó a simplemente realizar un ademán para que la siguiera. Con su rubio cabello ya completamente seco, cayendo como una deslumbrante catarata lacia sobre su espalda, la aristócrata se dispuso a abandonar el patio interno rumbo al salón comedor. Si algo disfrutaba de tener invitados de baja estofa era verlos alucinar con la extravagancia, el lujo y la petulancia a la que se ceñía su mansión y la decoración que en ella destacaba.

 

- Tenemos establos para sus criaturas, tenemos amplios jardines con el río Otter cruzándolos y tenemos unas instalaciones muy cómodas, baños privados incluidos. Seguro se sentirá cómoda. Notara que no hay muchos familiares viviendo aquí actualmente, lo que le agregará una cuota de tranquilidad. - frenó un momento en el umbral del jardín, tanto para confirmar que Ariane la seguía como para dar énfasis a sus palabras. - Desde hoy mi mansión es también suya.

 

Inclinó la cabeza en clara señal de proseguir y no esperó la respuesta de Ariane al volver a ingresar en el pasillo, pues la escucharía con suma atención por el camino. Observó la puerta de madera de roble al final del iluminado camino, perfilada con exactitud frente a la que llevaba al salón principal, y retomó su andar elegante. En el trayecto se cruzó con Passepartout, su elfo doméstico personal otrora perteneciente al amante de ambas mujeres, y éste se frenó con desmedida sorpresa al notar la presencia de la Dumblendore. A Lucrezia no se le escapaba la circunstancia obvia por la cual su siervo y Ariane se conocían desde hacía años: ambos compartían un lazo imborrable con el reputado Thiago Gryffindor. El elfo realizó una remarcada reverencia sin apartar sus saltones ojos de la invitada.

 

- Ariane, somos dos mujeres fuertes e independientes, con nuestras marcadas y evidentes diferencias pero fuertes al fin y al cabo. No dejemos que la irresponsabilidad afectiva y los errores de un hombre manchen nuestra relación a futuro. Comencemos de nuevo. - propuso para luego girar sobre su propio eje, colocar ambas manos en los redondos picaportes de la puerta de doble panel y abrirla de par en par.

 

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Estaba totalmente convencida que era lo correcto que mi hija estuviera en esa casa, sinceramente le había expresado a Lucrezia mi gran inquietud para que ella conociera el mundo mágico y sus costumbres, convencida que hallaría allí su hogar y su tradición, es más descubrír quién era ella en realidad.

 

La Di Médici me dio el visto bueno de que la convencerá y de paso le haría entrar a hacer más estudios mágicos, lo cual me pareció fabuloso y debió notarlo por mi sonrisa en cuanto escuche sus palabras. Yo ni había sido muy dada a los números ni a las cosas económicas, tenía mis consejeros que manejaban la fortuna de mi madre y jamás había tenido queja alguna de ellos.

 

En las palabras que oí seguidamente pude percibir un dejo de cariño en cuanto hablo de Luka, tenía un carácter afable y dulce, inquieto y avivado. Se ganaba el cariño de todos tan fácil y sus ojos profundos eran algo que fascinaba, era solo un niño pero su aspecto físico ya le dejaba ver como un adolescente. No comenté nada sobre él, sabía que estaba bien allí, aunque moría por verlo y besar sus mejillas, Preguntar sí estaba feliz allí.

 

Me hele en cuanto dijo que mandaría a arreglar una habitación para mí, bueno no podía negar que quería estar con ellos y lograr compartir más tiempo, pero tener una habitación allí seria exagerado. La joven Lucrezia no dio espera y me hizo seguirla hasta más allá de los jardines para adentrarnos a la casa. Cuando vi a Passepartout sonreí, siempre hacía esas exageradas reverencias Lucrezia se adelantó y yo le acarie las orejas suavemente en forma de saludo, ella era tan impulsiva y firme.

 

-Gracias por tus palabras y creo que si, es cierto que no nos conocemos lo suficiente y estoy segura que de habernos conocido en circunstancias diferentes ya seríamos buenas amigas.

 

Busque con mirada violácea los ojos azules de la dama para verla de frente.

 

-Gracias por ofrecerme tu casa y proporcionarme un lugar en donde estar en los días que comparta aquí con mis hijos, será un honor compartir con ellos en tu hogar, de verdad te lo agradezco de corazón

 

Tal vez ella no supiera la soledad en que había quedado al tener una familia tan aventurera, pero sospechaba que ella vivia en una parecida sin familiares cercanos en Ottery.

 

La opulencia de esa mansión no parecía ser lo que más me había sorprendido ese día en casa de los Di Médici.

 

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