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Los desplazados


Melrose Moody
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Mansión Potter Black

Una almohada fué lanzada a la cabeza de la Potter Blue sin reparos en aquellos momentos en que gritaba de esa manera, como si la hubiesen convocado

Ya sabía que si su hermana gritaba era lo acostumbrado en esa familia, no se podían llevar todos los miembros familiares de ese clan sin gritarse y si lo pensaba, era la mejor forma de saber si había espías; el que no gritara a fuerza tenia que ser un externo y más aún, si no lo hacían de la manera adecuada significaba que se trataba de una persona que estaba intentando imitarles y picarles los ojos

Y los Potter Black Blue no tenían el mejor humor de la historia cuando se trataba de torturar a los que osaban hacerle eso a la familia

-Yo te acompaño a donde quieras con tal de que dejes de gritarle a los muertos a estas horas DE LA ________ MADRUGADA!!

Vale, que no era de madrugada pero la Snape estaba durmiendo

Y es que con el niño pequeño no tenía suficiente, no señor, el nuevo sujeto que vivía en casa le reclamaba tanto en físico como lo hacía de las otras maneras por lo que no era muy conciliador para el sueño en esos momentos; así que se había ido a la mansión de su sobrino esperando cosneguir algo para pegar el ojo y sin embargo, había terminado con una dosis de cantos gritados por parte de su encantadora hermana que hacía su mejor esfuerzo para mantenerla en vela

Bravo por Sagitas, ya la maldeciría para dejarla muda por una semana

-A qué iremos a Sicilia? -preguntó sin enterarse de mucho mientras que se encaminaba cerca de la bruja, con una segunda almohada bajo el brazo y una pijama morada con murciélagos y calderos bien puesta para luego, acostarse en el piso y mirarla con sueño -tuve una lectura sobre eso en mis prácticas de Adivinación anoche... pero pensé que me estaba sugiriendo un plan vacacional para Halloween

Comentó haciendo una mueca

-Hay algo interesante ahpi en estos momentos?

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Varios meses atrás

Hay días en que el dolor es insoportable, días en que desearía no tener lágrimas de fénix a su disposición. Pero como hay esos días malos también están los buenos. Hay días en que agradece los efectos secundarios de su dolencia. Las lágrimas de fénix hacen que, cada día, la herida del basilisco se cierre y el veneno no avance al resto del cuerpo. Pero en la noche, cuando ve la primer gota de sangre sabe que la herida está abierta de nuevo y tiene que aplicar el antídoto.

 

Aún recuerda aquel día en que fue emboscado y atacado, salió vivo gracias a que fue lo suficientemente rápido y hábil para matar a un animal de tal envergadura. Estuvo inconsciente casi una semana al cuidado de algunos de los más hábiles curanderos que pudo localizar gracias al simposio. Aún recuerda cuando se despertaba a media noche gritando de dolor y lo único que podían hacer era volver a dormirle.

 

Retiraron la mayor parte del colmillo del brazo. Pero la punta, lamentablemente, estaba incrustada en el hueso. El veneno había unido el hueso al colmillo haciendo que sea imposible de retirar sin causarle daños irreversibles. Le recomendaron varias cosas, entre ellas amputarle el brazo. Pero ninguno estaba seguro de que las pociones crece-hueso fuesen capaces de curarlo luego de haber estado tanto tiempo afectado por el veneno.

 

Siente dolor durante todo el día, pues las lágrimas del fénix hacen que la carne se regenere al rededor de los restos del colmillo. También siente dolor por el veneno, pero ambos dolores son soportables hasta que dejan de serlo. Es algo que suele pasar más o menos cada que le da la gana. Aveces pasa cada dos días, otras veces cada semana e incluso durante una semana completa el dolor lo tuvo en cama.

 

Lleva siempre un frasquito de cristal irrompible colgando del cuello. El frasco tiene grabado un fénix. Es para emergencias, por si algún día no puede recibir el antídoto de la fuente. Tiene suficientes lágrimas para tres dosis.

 

Actualidad

Aún se le hace raro poder hablar y entender un idioma que en realidad desconoce. No sabe como funciona el Pársel pero es capaz de entenderlo y de pronunciarlo a la perfección. Ben dice que tiene acento, como si aveces fuese una serpiente la que está hablando y no una persona. Es algo totalmente lógico, ya que el Pársel es uno de los efectos secundarios del colmillo de basilisco que tiene en el brazo y que es médicamente imposible de remover.

 

Cuéntame lo que sssssabessss

 

El mago se encuentra realizando su propia investigación. Varias criaturas y seres mágicas están teniendo comportamientos extraños, comportamientos que van en contra de su naturaleza. Su misión, ese día, es averiguar el porqué. Le está costando puesto que las serpientes aún se niegan a hacerle caso. Entienden lo que dice pero se largan. O al menos las más grandes lo hacen, pues las más pequeñas ya se muestras dóciles. De nuevo Ben, que es como su profesor de pársel, está seguro que mientras más hable en pársel más fácil será dar órdenes a las serpientes.

 

Y el animal con el que está hablando simplemente se da media vuelta y se va. Pero regresa, casi asustada, cuando Hobb habla con el "acento" de serpiente; cuando Hobb habla con el "acento" de basilisco.

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Matt Ironwood.

 

 

Se bajo de la tabla a menos de un metro de la costa donde las suaves olas lamían con timidez la arena blanca. La calzó bajo el brazo izquierdo y caminó hacia donde la azorada mujer le contestaba que no sabía italiano –No te disculpes, tampoco se italiano – contestó sonriendo por el alivio de saber que no tendría que hacer malabares para comunicarse con ella.

 

Clavó la tabla entre la arena dejándola completamente erguida y se volvió hacia pecosa mujer – Matt Ironwood – estiró su mano para estrecharla pero en ese preciso instante algo caen en el espacio que hay entre ellos, el castaño baja la mirada extrañado y se encuentra con un pequeño paquetito mojado con algas saliendo de su interior sobre la arena.

 

Desvió su mirada nuevamente hacia la mujer a su lado pero esta parecía estar atenta a otra cosa, algo en el agua. El Ironwood se hace una pantalla con la mano para cubrirse del brillo del feroz sol del mediodía mientras otea en la dirección que la pálida bruja a su lado observa. Y la ve, ¡por fin una sirena!

 

Apenas se ve por la luz del sol reflejada en la superficie del mar, pero allí esta, nota su largo cabello rubio y las escamas verdosas de su cola, la sirena gesticula en dirección a ellos, especialmente a él y repite más de una vez el señalar alternativamente la bolsa de algas sobre la arena y al mago. ¿Quería que tomara aquella bolsa?

 

Siente un movimiento extraño a su lado y al girarse ve como la mujer saca una varita de su falda lentamente, instintivamente el agente especial lleva la diestra hacia el bolsillo de su bermuda mientras pregunta – ¿Qué haces?- sorprendido de que la mujer fuera una bruja y no una nomaj pero más aun de que hubiera sacado su varita en dirección a el.

 

-¿Qué si soy un mago? Si, si lo soy – contesta mientras saca la varita de su bolsillo para demostrárselo –Y estoy aquí para ayudarlas – asintió a las dudas de la bruja, aunque no negaría en prestar socorro a nadie todavía no lograba entender del todo la insistencia de su padre en que fuera ayudar a un grupo de sirenas perdidas al otro lado del mundo.

 

La sirena seguía allí, observándolos mientras su bello rostro subía y bajaba al compás de las suaves olas. Matt se agachó y tomó la pequeña bolsa con algas entre sus manos, el penetrante olor a la salitre del mar empapaba las largas hojas verdes –Branquialgas – las reconoció al instante no era ni mucho menos la primera vez que las tenía enfrente.

 

Tomó con cuidado una hoja, la textura viscosa y algo babosa era inconfundible -¿Quería que las tome no? – Se giró hacia la bruja –Hay para los dos… ¿Has tomado branquialgas alguna vez? – Preguntó mientras se llevaba la hoja a la boca y tragaba, frunció el seño – El sabor es asqueroso – tosió mientras tomaba una segunda hoja y le pasaba la bolsa mojada con las dos últimas branquialgas a la mujer.

 

Sabía que el efecto no tardaría en aparecer por lo que Matt caminó hacia la sirena, el mar lamió sus tobillos una vez más dándole la bienvenida mientras comenzaba a sentir como su garganta picaba, el agua ya le llegaba a la cintura cuando comenzó a sentirse mareado, conocía la sensación y solo sabía que se le quitaría una vez metiera la cabeza debajo de las olas, lo hizo y un viejo y querido mundo se abrió ante él.

 

 

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Mansión Potter Black

La bruja entró en la habitación justo por detrás de su ex novia que había salido de su propio cuarto con lo que le parecía a la Ryddleturn, una reacción demasiado desproporcionada a lo que debía de ser

Y no solamente había sido la Snape, sino que también la Potter Blue parecía haber perdido la cordura y se había puesto a gritar como si un tornado se hubiese formado justamente en medio de su habitación

Y estaba segura de que no era en esos momentos la única bruja con una migraña de muerte gracias a la manera en la que aquellas dos mujeres habían despertado a media mansión

-Pueden explicar, cualquiera de ustedes dos el motivo por el cuál tienen que alzar la voz como si alguien las estuviera matando?

Comenzó a regañarlas con un tono suave de voz mientras se colocaba los puños cerrados en la cadera y pasaba sus ojos de Hayame Snape a Sagitas Potter Blue, esperando una explicación de cualquiera de las dos

No se desquitaba con la otra persona presente porque afortunadamente, parecía tener bastante madurez como para no meterse en ese tipo de comportamientos

-Van a despertar a los vecinos a pesar de la distancia y el país no está en una situación tan buena como para que vuelvan a venir a atacarnos

Les dijo a las dos mirándolas con severidad


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Mansión Potter Black

A la bruja le salió una gota de sudor gigante de la cabeza al ver que acababa de entrar la otra bruja y se veía aún de peor humor que ellas dos; por lo general era su hermana menor la que solía llegar a los sitios con expresión de quererla ahorcar junto con la otra pero parecía que mientras estaba enferma, era la otra rubia la que estaba tomando el lugar de la Peverell

Hayame tragó un poco pesado y sus ojos se volvieron un par de lineas por el momento

-No es para tanto, parece que Sagitas tiene que hacer una especie de viaje y nos está avisando para que la acompañemos

Le explicó a la chica que acababa de llegar y abrazó un poco más su almohada mientras que seguía sentada en el suelo de la habitación con cara de que fuera demasiado en la madrugada como para estar discutiendo aquel tipo de cosas; lo único que por lo pronto ella sabía era que estaba levemente nerviosa de que de un momento a otro, a la Ryddleturn le diera por sacar la varita y usarla. Comenzaba a parecer deporte que la mayoría de las personas quisiera darle un baño de maleficios

-Y... reitero mi pregunta, a qué debemos el honor del viaje del mes a... donde quiera que quieres ir?

Cuestionó volviendo a ver a la Potter Blue mientras esperaba a que esta resolviera el misterio

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Mansión Potter Black

-Escuché que iban a partir hacia Sicilia, Italia mi señora, de hecho la señora Potter Blue extendió la invitación a todos los que estuvieran en la casa o eso era lo que decían sus gritos

Dijo de repente Morning Glory que era la elfina que esa noche estaba acompañando a la bruja de trenzas rubias que todavía parecía molesta por los gritos que estaban dando

-Incluso ha ofrecido alimentos, primera clase y muchas comodidades, yo creo que debería de unirse a la familia en ese viaje mi señora, necesita alejarse un poco del trabajo del Ministerio porque la he visto muy estresada ultimamente

Intentó animar la elfina y es que en verdad había visto que su ama lucía un poco más pálida y cansada que antes, porque tenía que hacer el trabajo de cinco personas todo el tiempo

Pero Lisette se había puesto todavía más palida al escuchar que irían a Italia e inconscientemente comenzó a frotarse una de las tantas cicatrices que había obtenido en su último viaje a ese lugar

No lo olvidaba, no podía olvidar lo mal que lo había pasado en aquel lugar y se tragó el pequeño grito de pánico y sollozo que amenazó con salir de sus labios

Tenía que ser fuerte

-Qué se te ha perdido en Italia, Sagitas?

Preguntó con el tono de voz más suave y educado que pudo aunque su cuerpo ahora temblaba como una hoja que no puede resistir al viento que la azota

Editado por Ini-Herit

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Un vistazo a ambos es suficiente para saber que se ha equivocado.

 

Lo ideal sería salir de allí. Escapar. Sus ojos exploran alrededor pero allí no hay nadie más. Quizá sí estaba en los acantilados después de todo. No quiere saber. El chico que toma las branquialgas, que es más rápido, es el que se encuentra también más próximo. Por un instante, considera rodear su cuello con las manos, asfixiarlo de alguna forma pero no puede. Debe llevarlos con su líder, explicar su torpeza.

 

Ver la forma de solucionarlo.

 

Haydeé no espera. Sabe que de detenerse, de intentarlo, querrán cuestionarla y no puede permitírselo. Así que abre la marcha hacia el nuevo asentamiento. Tiene que aguardar un momento todavía pero está determinada a guardar silencio, como si no comprendiese nada. Porque es la mejor forma de evitar decir algo que no debe.

 

A medio camino, percibe el relámpago golpear el risco. Magia humana. Lo que solo puede significar un cosa: que ella no ha llegado a tiempo, que ella ha fallado y los suyos vivirán las consecuencias de ello.

 

Catherine

 

»¡Al suelo, insensata!«

 

No sabe de donde viene la advertencia pero Catherine no hace caso. En lugar de ello, realiza una salvaguarda mágica. No es precisamente fan de la magia Uzza pero le parece la alternativa más idónea. Las flechas no la alcanzan ni consiguen hacerle daño. Al buscar la fuente de la voz, unos ojos azabache le dirigen una mirada maliciosa. Ella recoge las cosas que se le cayeron al hacerse intangible y aguarda. Las flechas no vuelven a llegar ahora que saben que el objetivo puede librarse de ellas.

 

Son de manufactura no humana. No necesita ser una experta para darse cuenta.

 

-Me temo que debo ir de todas maneras.

 

La serpiente de tonos negros se desliza por el suelo siseando su desaprobación. Le dice que ella y sus compañeras llevan semanas advirtiendo del error que han cometido los humanos. De como toda esa ola de violencia solo tuvo un pobre intento de ser evitada con el ataque que fue perpetrado en la plaza roja y que sus efectos serán los opuestos a los que habían deseado.

 

Catherine entiende que solo puede tratarse de dos cosas: o bien, esa serpiente realmente le está informando de algo o, quizá más probable, la está engañando. No recuerda que hayan muchas especies endémicas de serpientes como esa en Rusia. Esa amiga no es de allí y el no saber sus orígenes hace que Catherine se incline por la desconfianza.

 

-En ese caso iré a averiguar más.

 

»Tonta«

 

La fila de centauros frente a ella no es tan numerosa como había esperado que fuera, pero puede adivinar más figuras de rostros adustos, más allá de la fila de árboles exterior a los bosques ¿quién era el hombre que la envió allí de todas formas? Se lo pregunta a su amiga pero ella dice no saber a qué está refiriéndose.

 

-Catherine Moody -grita entonces en dirección a los centauros, guardando su varita sin hacerse el sonorus, antes de aproximarse. No quiere causar desconfianza en ellos, por más mínima que sea la posibilidad-. Vengo por cuenta propia.

 

Los centauros no mueven un músculo. Entonces uno de ellos se adelanta pero no parece tan sorprendido como Catherine habría esperado, lo que solo la lleva a pensar en una cosa: ellos ya han tenido visitantes, muy probablemente, recientes.

 

@@Syrius McGonagall @ @ @@Lucrezia Di Medici Di Médici

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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—Oh... está bien. Lo siento. Yo soy Ellie Moody, por cierto.

Se siente un poco apenada por haber dejado en evidencia su desconfianza y, en general, por su torpeza social. Quizás a esas alturas ya debería estar acostumbrada a actuar de forma tan rara y a que ésto sea notado por las demás personas, pero la vergüenza no se aplaca ni siquiera un poco. Cruza los brazos sobre el pecho, como si eso la protegiera, y observa cómo Matt recoge lo que la sirena arrojó a la arena. Disimuladamente Ellie intenta interceptar la mirada de aquella criatura, preguntándose si podría usar la legeremancia sobre ella, pero ésta rehuye de sus ojos como si conociera las intenciones no tan amables de la bruja. Se distrae de sus intentos cuando escucha al mago identificar lo que la sirena arrojó como branquialgas. Sí, ha oído hablar de ellas pero no tiene mucho que decir al respecto, algo bastante impactante; la herbología es una de las ramas de la magia que menos le interesan, a pesar de su relación con las pociones, y todavía no estudia.

 

Aún así sabe cómo funcionan a grandes rasgos. Se tratan de unas plantas mágicas que permiten que una persona pueda respirar abajo del agua. Lo que no entiende es por qué deben tomarlas. Observa con dudas a la sirena y a Matt; asume que, de alguna forma, él ha sido capaz de hablar con ella y por eso está seguro. Quizás intercambiaron palabras en sirenio. Y sí, quizás él tiene motivos para que las sirenas lo busquen de aquella forma pero ¿y ella? Ni siquiera trabaja en el Ministerio de Magia, es sólo una inventora no muy exitosa. ¿Qué papel tiene ella en eso?

 

—N-no... —responde Ellie, con el ceño fruncido, mientras examina aquella bola húmeda de plantas acuáticas— ¿Estás seguro de qué...?

 

Pero antes de que termine de formular su pregunta, ya Matt ha ingerido su porción de branquialgas y está caminando hacia el agua. Ellie, con las suyas en la mano, observa a su alrededor, confundida. Todavía no tiene señales de Melrose y una sirena quiere llevársela al agua. ¿Acaso su prima estará involucrada en aquello? Quiere pensar que sí, pues no está segura de poder confiar en una sirena, con la reputación que tienen...¡No! No se supone que tenga esos pensamientos. Ellas tienen una mala reputación, sí, pero su prima le ha asegurado que en realidad no son malas ni peligrosas; como otros seres, simplemente han sido víctimas de las leyendas y los mitos creados por los humanos. Aunque eso no la convence de que deba ingerir esa planta y seguirla.

 

Ellie sacude la cabeza. Se siente abrumada y confundida. Quizás... quizás le podría dar un bocado a las branquialgas y entrar al agua, pero si aquella sirena no intenta llevarla con Melrose, huiría de inmediato. O podría descubrir ella misma qué es lo que sucede con las sirenas.

 

—Mejor no lo pienso mucho —murmura para sus adentros.

 

Se traga las branquialgas como si de un bezoar se tratase: de golpe y haciendo todo lo posible para no saborear. Aún así, siente unas tremendas ganas de vomitar con el sabor que le queda en la boca. Las arcadas son terribles, pero las contiene. Con pequeños pasos, avanza hacia el agua. Sus zapatos y su conjunto playero se quedan junto a la canasta del picnic; camina descalza y con un traje de baño negro de una pieza. Todavía tiene los brazos cruzados sobre el pecho, como si eso la protegiera.

 

—¿Acaso trabajas en algo relacionado con criaturas mágicas? —pregunta Ellie, mientras su cuerpo comienza a verse rodeado de agua; primero los tobillos, luego las pantorillas, los muslos, las caderas, los brazos, los hombros...

 

Su cuerpo tiembla a pesar de que el agua es cálida. Se siente extraña y cada vez la sensación le gusta menos. Sin saber por qué, observa sus manos y se sobresalta al verlas tan diferentes: entre sus dedos hay una delgada membrana y sus manos lucen palmeadas. En sus manos, el efecto es similar. Conteniendo la respiración, se toca el cuello y se asusta al sentir las aberturas de las branquias. Cierra los ojos, intentando parecer calmada, y decide arrojarse al agua de una buena vez. Toma un gran respiro de agua y no se ahoga.

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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La costa Siciliana era un verdadero espectáculo para quien estuviese dispuesto a apreciarlo. La corriente marina apenas tenía incidencia en aquella zona, sumiendo las aguas en una serenidad propicia para darse un gustoso baño. La blancura de la arena engalanaba la playa produciendo un contraste visual único con el cristalino más con el que se encontraba en la orilla. La variopinta vegetación cercana a la costa, donde predominaban las más coloridas flores silvestres, dejaba su huella en el dulce aroma traído por el viento que se mezclaba con la salinidad y la brisa marina formando un matrimonio perfecto. El cielo hacía gala de su celeste más intenso y atrapante y el sol bañaba con sus cálidos rayos todo el lugar, calentando la poco poblada acera que conectaba aquel sitio con las ciudades cercanas.

 

El aire que pasó raudo por el sorbete produjo un sonido incómodo a los oídos de la mayoría, claro indicio de que la existencia del martini en aquella copa había finiquitado. Separó sus labios del pequeño orificio, que aun desprendía el invasivo aroma a alcohol, y dejó caer la mano que sostenía aquel receptáculo hacía uno de los acolchonados brazos de la reposera en la que se había estirado cómodamente. Con suma delicadeza, casi con algo de pudor, tomó con su índice y su pulgar la aun húmeda aceituna en el interior del cáliz y la lanzó con ímpetu al agua. Al atravesar la superficie, varias gotas de aquel cristalino espejo saltaron por los aires llamando la atención de las hambrientas gaviotas que sobrevolaban la zona.

 

Las delgadas piernas de Lucrezia destacaban por su largo, elevadas como dos arcos sobre las acolchonadas placas de la reposera sobre la cual yacía recostada. Sobre su cuerpo se lucía un ajustado bañador de un amarillo intenso que contrastaba con la blancura de su piel; la prenda, confeccionada con una tela fina y opaca, contaba con un prominente escote que remarcaba su voluptuoso busto y dos aperturas a los lados que dejaban escapar las curvas de su cintura. Llevaba unos redondos anteojos de sol, de marco plateado y cristales traslucidos de atenuado color verde, que se sostenían con cierta dificultad en su respingada nariz. La aristócrata había elegido una vestimenta que se adaptaba a la perfección a la situación y a la modernidad, muy a su pesar. Había resignado su exquisito gusto por los vestidos de época por algo que cualquier mujer ordinaria llevaría a una cálida y agradable jornada de playa. Se extrañaba de sí misma al disfrutar de aquella exposición de su bella figura.

 

- No me sorprende que se tarde, pero vendrá…- dijo, figurando a Passepartout a su lado, aunque su elfo doméstico personal no se encontrara allí.

 

Su forma de vestir tan “normal”, pues así lo describiría quienes no la conocieran de nada, era más un camuflaje impuesto por la situación que una elección propia. Las pertenencias con cualidades mágicas visibles con las que solía rodearse no estaban allí y su elfo doméstico tenía la orden expresa de no aparecerse en su visita a Sicilia. Algunas familias muggles, pues era simple reconocerlas dada su ordinarez compartida, se juntaban en pequeños grupos que se asentaban por todo el largo de la costa para disfrutar de los últimos días de calor de la temporada. Lo único que llamaría la atención sobre Lucrezia era su soledad, pues no había nadie en un radio de al menos veinte metros de donde ella se encontraba, apenas a unos pasos de la orilla. Las pequeñas olas que agitaban el mar hacían que el agua amenazara en su vaivén con empapar el lujoso bolso que Di Médici había depositado sobre la arena, donde guardaba su varita y otros objetos de valor para la tarea que se avecinaba.

 

Mientras con la diestra sostenía la copa de cristal, apretando con la yema de sus dedos el cáliz para que éste se rellenara con más martini, con la zurda sostenía un relicario de oro de una manufactura tan exquisita que proyectaba la luz de sol en pequeños centelleos por toda la dorada superficie. Lo abrió con la larga uña de su dedo pulgar y se encontró en su interior con una foto familiar en blanco y negro de los Potter Blue, en la que resaltaba una sonriente Sagitas con su característico cabello violeta algo enmarañado. Aquella imagen de la cual Di Médici renegaba dada su - cuestionable - protagonista se enmarcaba en un mecanismo ovalado que había adoptado un tono rojizo; siempre cambiante, el artefacto mágico delataba las más fuertes emociones que experimentaba la persona cuya imagen contenía. <<Furia>> pensó la blonda aristócrata, embozando en el acto un gesto de sorna. La carta había tenido sin dudas el efecto esperado.

 

- Ay, señorita Potter Blue...es tan predecible.- reflexionó a la nada, alzando su mentón y acomodándose más para recibir gustosa los rayos de sol que bañaban su blanca piel.

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Mansión Potter Black

Hayame se palmeó el rostro por unos momentos, emitiendo un gruñido y entendiendo

Italia

Ella había enviado a Lisette a Italia en una misión donde requerían de la cooperación de ambos grupos para salir adelante y lo único que había conseguido había sido traumatizar a la pobre bruja; cuando había regresado de aquella misión le había costado no solo a ella, sino a varios de ellos su debido tiempo para que la chica volviera a ser quizás no tan alegre como antes pero un poco más segura de sí misma en cuanto al trabajo y cómo la enviaban

Aunque tenía que admitir que por su parte se estaba reteniendo en mucho de volverla a enviar a cualquier sitio en solitario, dadas las circunstancias en que había regresado

Se daba cuenta de que su amiga y antigua novia aún no podía verla a los ojos sin voltearse a otro lado con la culpa golpeteando algo dentro suyo y la Snape se sentía un poco frustrada; aunque también pensaba, si en esos momentos regresaban a aquel sitio todos juntos y a su lado, dándole una experiencia diferente aquello tendría un efecto al estilo de las terapias donde podrían cambiar la experiencia retorcida que la pobre joven había tenido por una mucho mejor

Tenía esperanzas en ello

-Sin embargo, te ves molesta hermana -quizo la Snape cambiar el tema y volteó a ver a la mujer de cabellos violetas abrazando un poco mejor su almohada y todavía vistiendo ese pijama- porqué? qué te irrita tanto en aquel sitio?

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