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Mundos paralelos


Tauro M.
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El tema de la guerra había afectado a cada grande y pequeña familia dentro de la comunidad mágica, ya fuera porque estuviesen involucradas como personas afectadas o por ser aliados de alguno de los gobiernos, incluso quiénes decían que no les interesaba les encantaba seguir la noticia en el periódico para luego comentarla con sus vecinos o amigos más cercanos. La realidad es que lo que pasara en un país, ajeno o no, atraía la atención de muchos ya fuese por puro morbo y eso abría las puertas a aquellos que únicamente pensaban en cómo aprovecharse de la situación para sacar ganancia de ello. En situaciones así resultaba fácil engañar a las personas y la recompensa no siempre tenía que ver con dinero.

Un grupo de magos de al menos diez habían estado repartiendo volantes en cada casa y negocio, asegurando que ellos podían revertirlo todo, que sabían exactamente cual era la fuente. Cuando alguien les pedía más información, ellos se marchaban, señalando la dirección escrita en el papel a donde podían llegar si de verdad querían saber más. No se quedaban a conversar, no obligaban a las personas a seguirlos como si se tratara de una secta, pero dejaban plantada la semilla de la curiosidad, aunque los creyeran locos, aunque pensaran que todo era una burla, ¿quién no querría ir a comprobarlo con sus propios ojos?

La dirección señalada en el volante llevaba a un lugar abandonado, que en su momento bien pudo haber sido una humilde casa o un pequeño negocio de comidas a medio terminar. Allí, dos mujeres, también pertenecientes al grupo, esperaban a los curiosos y los conducían al interior de la edificación, donde la magia ocurría.

En la sala, estaban organizadas un grupo de sillas para los espectadores frente a una tarima improvisaba donde un viejo regordete de traje apretado, con el sudor cayéndole por la frente, los saludaba animado.

— ¡Adelante! Sean todos bienvenidos. Tenemos asientos suficientes para todos.

Si mirabas con atención, podías ver varias pertenencias tales como sacos, abrigos, bolsos, carteras e incluso pendientes acomodados en un rincón. ¿A quién pertenecían? La escena se veía tan inocente que podías pensar que los visitantes anteriores se las habían olvidado allí.

— ¡Tenemos las respuestas a sus problemas! Un viaje en el tiempo, uno muy ambicioso. No les pedimos dinero ni riquezas, solo buscamos voluntarios dispuestos a arriesgar su vida por una causa mayor

La mayoría de los presentes se movían en sus asientos incómodos, algunos murmuraban burlas entre sí sin poder dar crédito a lo que escuchaban y sintiéndose tontos por haber caído en esa gran broma. El anfitrión podía notar todas estas cosas, pero eso lejos de detenerlo lo hacía hablar con más entusiasmo.

— ¡Sé que es una locura! Pero a donde llegaríamos si tan solo nos dejáramos llevar por esas otras voces.

Aquello fue lo último, uno tras otro se empezaron a levantar de sus asientos para abandonar la farsa, como respuesta, las dos mujeres de la entrada de manera muy tranquila los guiaban hacia una puerta diferente por donde habían entrado, un brillo malicioso en su mirada pasaba imperceptible para cualquiera, lo cierto es que una vez cruzaran esa segunda puerta, sus vidas no volverían a ser las mismas.

Dos cosas eran seguras. La primera es que sus cuerpos sufrirían el mayor de los cambios, sus géneros cambiarían por el opuesto, mientras que su conciencia permanecería igual, quizás con un ligera variación en la personalidad, lo normal, el resto del mundo junto con todas sus desgracias e infortunios también seguirían igual, sin ninguna alteración. Lo segundo es que al querer regresar por la puerta, se encontrarían con una sala vacía, sin rastro de las personas que antes la habitaban. No había instrucciones de cómo regresar las cosas a como estaban antes, eso dependía de ellos.

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Jeremy no acostumbraba a mirar folletos de la calle, ni aceptaba los que solían entregar mano a mano de en la vía pública. Pero vaya uno a saber porque, aquel día mientras caminaba por el callejón Diagon, con la mente solo ocupada en todo lo que debía hacer aquel día, se detuvo en uno de los postes de luz a ver un pequeño cartel con una propaganda. No sabía que realmente le llamaba la atención, pero apenas leyó quiso reírse a carcajadas.

 

-Que estupidez -Dijo negando con la cabeza, mientras se imaginaba la tontería que era decir que podían cambiar el estado actual de las cosas.

 

Jamás se le pasó por la cabeza que pudiera tener algo de razón aquellas letras impresas. En aquel instante en medio de la calle apareció un Chuck con una nota urgente. Su madre quería verlo para arreglar todos los pagos que en ese momento estaban siendo girados a la bóveda de la familia. Desde que la guerra había comenzado, y Aaron se había hecho “cargo” de su paternidad, los Triviani empezaron a sobresalir entre las familias notables de Ottery.

 

Para escapar de aquella reunión que lo tendría definitivamente, buena parte del día encerrado entre listados de pergaminos con notas, el vampiro decidió desaparecer de ahí, rumbo a la dirección del panfleto. Un buen entretenimiento era lo que necesitaba para concentrarse en otras cosas. La casa donde era el espectáculo, estaba derruida y no mostraba signo de gran cosa. Dos mujeres ayudaban a entrar a los espectadores, abriéndoles la puerta.

 

-¿Cuánto es el boleto? -Les preguntó Jeremy, pero ellas negaron con la cabeza y dejaron que pasara a disfrutar del espectáculo. Se pagaba a la salida.

 

El rubio se sentó en uno de los últimos asientos, con cara de aburrimiento. No esperaba gran cosa, pero bien podía usarlo como excusa. Sin saber si permitían fumar, sacó un cigarrillo y lo prendió, cuando las luces bajaban. La primera calada lo hizo relajarse.

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Tauro sintió gran molestia cuando un grupo de magos que creía serían nuevos clientes para su negocio en el Callejón Diagon se acercaron insistentes para hablar con la dueña. Cual fue la decepción de la bruja al darse cuenta de que solo estaban allí para entregar propaganda, quizás para su propio negocio o quién sabe qué. Quiso deshacerse de ellos utilizando por supuesto a la elfina, pero no hizo falta ya que ellos inmediatamente se marcharon. Los vio irse, quejándose en voz baja y pensando en agregar como requisito la compra de un artículo pequeño si los visitantes deseaban marcharse.

 

Ojeó el panfleto aburrida, preguntándose donde estaría su socio, a quien le tocaba atender el turno de la tarde-noche. Ese era otro que cada día encontraba una nueva manera para sacarla de sus casillas y ponerla de los nervios. Habían arriesgado mucho ambos al decidir tener un negocio en común, pero a pesar de las discusiones y peleas, existía un punto medio en el cual se encontraban y es que a su manera los dos se complementaban y lo más importante, los dos sabían como hacer dinero.

 

— Voy a salir, Nesbitt, no dejes entrar ni salir a nadie hasta que Jeremy venga —le dijo a la elfina. Salió únicamente con la varita, oculta entre la bota y decidió echar un vistazo a lo que promocionaban. Lejos de desecharlo a la primera como debió haber hecho, Tauro se interesó por el tipo de magia que podían utilizar. «Quizás dentro de toda esa locura pueda aprender algo», fue lo que pensó. Dobló el papel para metérselo en el bolsillo trasero del pantalón y se dirigió hacia allí.

 

Las dos mujeres de la entrada vestían igual que los hombres que la fueron a visitar. Las siguió en silencio, en vista de que no hablaban. Al llegar a la sala apenas y vio unas cinco personas, entre ellas un hombre de cabellera rubia a quién reconoció de inmediato.

 

— Así que aquí estás —espetó con molestia. Abrió la boca para decir algo más, pero el líder o anfitrión de aquel circo estaba a punto de dar su discurso, así que decidió dejar su reprimenda para más adelante, tomando asiendo dos puestos después a la izquierda de Jeremy.

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-Me descubriste -Respondió guiñándole un ojo mientras la veía sentarse lejos de él. El hombre en escena empezaba a relatar los problemas de la actualidad con voz de comerciante que repetía a todo rato lo mismo.

 

Jeremy dejó de prestar atención para mirar a Tauro y encontrarla concentrada en el presentador. Lo que más llamaba su atención era… ¿Que hacía ella ahí? ¿Lo estaba siguiendo? Descarto esa posibilidad al notar que no hacía nada de malo como para que quisiera seguirlo. Le chito para que lo mirara, pero ella seguía empecinada en hacer como si no existiera.

 

-Mujeres… -Masculló exasperado, mientras se levantaba para correrse dos asientos hasta quedar a su lado - ¿Qué demonios haces aquí? -preguntó con suavidad para no alterarla. Siempre se llevaban a las patadas, y no tenía idea porque era.

 

El presentador empezó otra vez su discurso buscando voluntarios para comenzar un viaje en el tiempo. Por cómo se caía casi todo a pedazos, Jeremy quiso reírse en voz alta al imaginarse la máquina del tiempo que habían hecho. ¿Sería de cartón corrugado o cartón simple? No pudo evitar soltar una carcajada mientras la gente enfadada, se levantaba y empezaba a irse de allí. Agarró a Tauro del brazo, con un movimiento veloz, para no pudiera irse.

 

-Oye escucha… -Rompió el silencio - ¿Viajamos tiempo atrás y eliminamos a toda la orden siendo bebés? –Bromeó.

 

 

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Escuchó que la llamaban, pero al saber quién era fingió estar concentrada en el otro hombre para no tener que hacerle caso. Era increíble que sin importar a donde fuera o lo que hiciera, de alguna manera terminaba encontrándoselo. ¿Y si todo se debía a aquel pacto de sangre hecho en el café? Hasta donde tenía entendido el efecto solo duraba unas horas, si acaso un día entero y después, bueno, lo dejó beber su sangre y ella un poco de la suya. Los vellos de la nuca se erizaron, tenía que dejar de pensar en esas cosas.

 

— Evidentemente intento estar lo más lejos de ti, por eso me senté acá —respondió, fingiendo una voz de dulzura —No sé, como no te aparecías quise salir a ver de qué se trataba esto, no pensaba quedarme todo el día en el negocio. Además, esta gente siempre tiene historias graciosas que contar y de vez en cuando traen un truco bajo la manga cuando se trata de estafar.

 

Como era de esperarse, la reunión había sido un fracaso. Al igual que el resto de la gente ella también se levantó, dispuesta a irse, pero Jeremy la detuvo. Sin poder evitarlo siquiera soltó una carcajada, que le costó detener a pesar de que todos la miraban.

 

— Pero, ¿entonces con qué nos divertiríamos? Se ven muy monos cuando intentan hacer de justicieros y no les sale —. Por ese breve momento había olvidado que estaba molesta con Jeremy y juntos caminaron hacia la salida, pero una de las mujeres los detuvo, indicándoles qué otro camino debían tomar. Era una puerta exactamente igual, solo que estaba en el extremo contrario. Tauro imaginaba que lo hacían para que no pudieran advertir a las demás personas que llegaran sobre el pequeño show de comedia.

 

— No creas que se me olvida que has estado desaparecido todo el día y que —apenas abrieron la puerta sintió algo extraño. Miró a las demás personas para ver si había sido la única y en silencio todas estuvieron de acuerdo en que se trataba de un truco de magia barato. Siguieron su camino, atravesaron la puerta, Tauro se tropezó casi cayendo al suelo, pero el vampiro la atrapó y cuando levantó la vista abrió la boca con horror.

 

— No, no, no, no. Volvamos, tenemos que regresar —dijo jalando bruscamente a Jeremy, para volver a entrar.

 

La sala estaba completamente vacía. No había nada.

 

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-Ah, el negocio -Hizo una mueca por haberlo omitido por completo de su grilla diaria - Si, me había olvidado que debía ir para uno de los turnos -Agregó con una sonrisa sin poder evitarlo.

 

Rio con ella hasta la salida, pensando en que estaban divirtiéndose sin sacarse los ojos. Tal vez, el show tan cutre que había presenciado, después de todo, había valido la pena. ¿O era por los pollos salvadores del mundo? Bien, podía ser por las dos cosas. Frunció la ceja al ver que la mujer que los había dejado entrar, ahora les pedía que salieran por el otro lado. Jeremy no pensaba pagar un centavo por aquello, y estaba preparado para pelear sobre eso, cuando traspasó la puerta y sintió una extraña presión en el aire.

 

-¡Cuidado! -Dijo al agarrar a Tauro antes de que tocara el piso, pero se espantó de inmediato.

 

¿QUE? Se dio vuelta a buscar la puerta pero había desaparecido. La gente empezaba a entrar en shock alrededor de ellos. Hasta había gritos de nerviosismo. Jeremy bajo la mirada a su pecho y tocó con sus dos manos dos protuberancias que le salían de ahí. Conteniendo el aliento, miró sus manos y vio la delicada piel sin raspones y con uñas bien cuidadas.

 

-¿Qué c*** está pasando? -Grito sintiendo que su voz, estaba más fina y salía con un tono muy diferente al que solía tener. Su cabello rubio estaba más largo de lo normal, le cubría hasta media espalda, y la barba había desaparecido por completo -¡Tauro!

 

Estaba horrorizado y ni siquiera sabía porque tenía ganas de llorar. Pero estaban por escapárseles las lágrimas de sus ojos y no podía contenerlas. Se cubrió con una mano la boca para aguantar el sollozo que pugnaba por salir.

 

 

 

 

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Tauro usaba a Jeremy como espejo para ver en él lo que estaba pasando. No se atrevía a verse a sí misma ni a tocarse, estaba de pie congelada en el mismo sitio, escuchando los gritos de espanto del gentío que los acompañaba. Le tomó un momento armarse de valor para llevar sus manos hacia su rostro y sentir allí los pelos de una barba recortada. Su piel era más áspera, su cabello largo había desaparecido para ser reemplazado por un corte más varonil, donde el cabello permanecía alborotado de la mitad hacia adelante. Sus brazos eran más musculosos, su espalda más ancha y se sentía apretada entre las piernas. Bajó la vista para ver lo evidente pero no hizo falta, ya lo sentía justo allí.

 

—¡Jeremy! —exclamó sin poder dar crédito a lo que veía. Ahora le costaba creer en lo que se había convertido el vampiro, quién parecía estar a punto de llorar. También se dio cuenta de que su voz era más grave. Pronto la gente empezó a esparcirse, los que habían venido juntos no podían verse y los lobos solitarios buscaban compañía para no sentirse tan miserables.

 

— Yo... no entiendo qué pasó. ¡Espera! ¡No llores! —No era la primera vez que lo veía llorar, pero en esta ocasión lucía indefenso, como si necesitara a alguien que lo protegiera. Tauro lo abrazó —. Todo estará bien, saldremos de esta —dijo para que se calmara. En una situación normal ni se le habría pasado por la cabeza tener una muestra de afecto hacia él, pero ahora simplemente no podía evitarlo —Quizás en casa haya alguna poción que nos ayude a revertir esto, todo va a estar bien.

 

No veían barrotes ni rejas, sin embargo, se sentían atrapados en una prisión imaginaria. ¿Cómo enfrentar al mundo bajo esa nueva condición? ¿Y si no encontraba ninguna poción que le ayudara? Tal como habían entrado a esa dimensión -aun no estaba del todo segura de donde se encontraban- debía haber una salida. Buscó por todos lados, sin ningún éxito.

 

— ¡Maldición! Tenemos que encontrar a al menos uno de ellos.

 

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Jeremy se secó las lágrimas cuando lo rodearon los fuertes brazos protectores de Tauro. Se sintió cuidado y protegido. No entendía qué estaba pasando, pero no le gustaba nada. ¡Era una mujer! No sabía cómo lidiar con esa cuestión. Se volteó a tocar la puerta para ver si podía abrir la puerta, pero en efecto estaba abierta, solo que desde afuera ya se podía ver que en el interior no había nada.

 

-¡Tenemos que revertir esto ahora! -Exclamó, sintiendo la histeria en la superficie.

 

¿Desde cuándo sus emociones eran una montaña rusa? ¿Qué iba a pensar de él/ella el demonio? Se acomodó los pelos, mientras sacaba su varita y tocaba su ropa para cambiarla. No le quedaba ya la ropa de Jeremy, así que la reemplazó por una sencilla túnica negra, que se ajustaba a sus curvas, sin ser tan evidente. Antes muerto/a que sencillo/a. Miro por el rabillo del ojo al hombre, para ver que hacía.

 

-Vayamos a buscarlo… ¡Oh mejor desaparezcamos del mundo! -Dijo sintiendo que no podía presentarse a su vida con ese físico. Perdería todo el respeto de sus pares. De hecho ya sentía que había perdido todo, pero es que se sentía muy sensible. - Tengo hambre -Murmuró nerviosa. Pero es que parecía que la energía le había bajado y sentía que en cualquier momento podía perder la conciencia. La bajada de azúcar la estaba empezando a marear.

 

 

 

 

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La desesperación de Jeremy versión mujer no era de mucha ayuda, la verdad, y cuando llegaron las lágrimas fue peor. Quiso consolarla, pero estaba demasiado histérica y temía que cualquier cosa que dijera o hiciera empeoraría la situación. Le dio su espacio, sin alejarse mucho, no quería que pensara que la iba a abandonar a su suerte, después de todo ambos estaban metidos en esa situación, le gustase o no. Verlo así lo hacía lucir tan frágil, o quizás se debía a su nueva condición.

 

— Vamos, tienes que calmarte, nadie se va a desaparecer de este mundo. ¡Tenemos muchas cosas pendientes tú y yo! Necesito que al menos te mangas con vida durante los próximos años —Realmente Tauro hombre quería aliviar un poco las cosas, suavizar el ambiente, pero el efecto que tuvo fue el contrario. ¿Por qué se comportaba como un/una idi***? Miró hacia abajo en el pantalón. Claro, ahora se le dificultaba pensar con la cabeza. Sacó su varita y de inmediato cambió su atuendo.

 

Intentaba pensar qué podían hacer, cómo podían revertir la situación y la verdad es que no se le ocurría nada. Se acercó a otras personas, pero la mayoría se hallaban demasiado nerviosas como para querer hablar y no estaban siendo de mucha ayuda. Volvió a mirar a Jeremya y por poco se le cae desmayada. Alcanzó a atraparla en sus brazos.

 

— Hey... ¿Estás bien? —dijo apartando el cabello de su cara —Vamos por algo de comer, te ves mal —. Sin nada en el estómago ninguno podría pensar con cabeza fría. La tomó de la mano para salvarla de caerse en caso de ser necesario y junto con ella buscó el lugar más cercano. En donde antes había estado una casa había simplemente un terreno vacío. ¿Y si tal como un reloj tenía una hora específica para reaparecer? Era algo que tendrían que averiguar — ¿A donde quieres ir?

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En los poderosos brazos del hombre la Jeremy Mujer se sintió protegida otra vez. A pesar de la bajada de presión, cuando le corrió los cabellos dorados le sonrió con confianza. Aunque hizo una mueca recuperando la dignidad, empujándolo para que no la toque. ¿Pensaba que era débil? ¡Pues no! Él era el hombre de la situación… bueno, no en físico, pero mentalmente sí. Al pensar eso, quiso llorar de nuevo. Pero se concentró en los labios del hombre y en su barba de color azul.

 

-Estoy perfectamente -Mintió dándose la vuelta para que no la pueda ver - Por aquí hay una cafetería, deben de saber algo de la gente extraña que nos hizo esto -Dijo antes de empezar a caminar, pero dos pasos después se detuvo para esperarlo, no vaya a ser cosa que se fuera sin ella.

 

Cuando Tauroboy se puso a su lado, empezó a caminar hacia la cafetería que sabía estaba a la vuelta de donde estaban. Fueron dos cuadras que Jeremya estuvo mirando si todo estaba normal. Buscando algún error en aquella realidad. Pero no la encontró. El mundo parecía seguir girando como siempre, sin notar que no todo estaba bien.

 

-No puedo creer que hayamos caído en ese truco -Dijo exasperada moviendo la mano con nerviosismo para todos lados - Me niego a quedarme así toda mi vida.

 

Cuando estaba por entrar a la tienda, se dio vuelta para enfrentarlo. ¿Porque estaba tan tranquilo? Ya le parecía sospechoso que no hiciera ningún tipo de drama. Eso no era propio de una mujer que encuentra que tiene picha de un momento a otro. Así que se cruzó de brazos y lo fulmino con la mirada.

 

-¿Porque c*** no estás enojado? -Preguntó - Nos tomaron por idi***s

 

 

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