Voces

[Melrose Moody]

Cuando sus ojos se posan en el reflejo, ella se encuentra apoyada sobre el borde del espejo de agua. Por un instante, sus pupilas revelan incredulidad mezclada con euforia.

 

Su cuerpo, que antes asumiese una postura floja, con la cabeza posada sobre los brazos cruzados, ahora se reclina con avidez. El escalofrío que recorre su espina dorsal hace que arquee la espalda y sus pechos queden apenas a centímetros del único individuo viviente objeto de su amor y deseo: el perfil adusto que se observa con llana claridad en su espejo. Al estirar los dedos puede tocar su superficie. La imagen y los ojos oscuros se desdibujan formando ondas pero Celine es capaz de adivinar que todavía preserva la expresión concentrada de antaño.

 

Vuelve a erguir el cuerpo en toda su estatura y no despega los ojos del agua. Intenta calcular cuanto tiempo ha pasado desde que caminara libre bajo el sol. Son varias, quizá demasiadas, décadas. Él de ella no sabe nada. La maldición que la ata a esas cuatro paredes de piedra y mármol hizo que solo fuese una testigo muda del arte de la tortura desplegada por Goyte. Echada bajo el sarcófago de piedra, soñó innumerables veces ese rostro pálido, quizá solo superado por el suyo mismo y los siglos de encierro, que otorgaba a su alimento los momentos más atroces de sus vidas. Extasiada, exploró en sus mentes atormentadas, cada vez, los retazos de esas emociones desesperadas, quizá, mejor alimento que las vidas mismas que iba drenando una a una hasta que los sollozos se convertían en suspiros y ella podía percibir una vez más el calor retornar a sus mejillas.

 

Sometida, bajo el encanto de la magia y sangre, no podía hacer menos que esperar allí, presa de su inmovilidad en el sarcófago, a la siguiente víctima ¿Qué nuevo truco había diseñado Goyte en aquella oportunidad? ¿Con qué nueva estrategia se deleitaba cuando el individuo ya transtornado era enterrado con la llama de su vida apenas ardiendo como una vela al viento? Sus mejillas se arrebolaban solo de pensarlo. Goyte no solo era el último descendiente de Bianca, la dama, si no también el único digno.

 

Así que cuando su método comenzó a demostrar picos insospechados de talento, Celine pudo al fin empezar a mover los dedos y finalmente, deslizar la tapa del sarcófago con sus propias manos. Se irguió de su prisión solo para encontrarse encajonada el un laberinto de piedra y mármol más extenso. Los aposentos bajo el cementerio en el que reposaba su adorada Bianca y todos los de su familia.

 

Mas la felicidad de haber encontrado al fin un digno receptáculo del secreto que ella representaba se esfumó con la desaparición misma de Goyte. Sus anhelos, desplazados por una ira atroz. Su propia sangre había parecido bullir y sus deseos de alcanzarlo casi habían hecho que saliese.

 

Entonces se vio asaltada por la duda. Acostada en el suelo con la túnica blanca con cuello en v pegada al cuerpo debido al sudor y la expresión desencajada, entendió que no podía deshacerse de la maldición... todavía.

 

Ella no sabía qué había sucedido con Goyte. Ella, en esa prisión, tenía una precaria forma de inmortalidad. Si realmente quería ser de utilidad, su única opción era esperar.

 

Medio enloquecida de expectativa, vagó por los pasillos eternos de su laberinto. En las mentes de los que se introdujo, no encontró señales de Goyte ni de la antigua excitación hacia las cosas, los métodos, que nunca se le habrían ocurrido idear. Todo lo que había era un grupo reducido y oculto, manteniendo viva la tradición de los sacrificios.

 

Al cabo de dos siglos, se sentía vacía y su cerebro empezaba a aletargarse. Podía quedarse días, incluso meses o años mirando un punto fijo en el espacio. Cuando volvía en sí, temía un día retornar por inercia al sarcófago y ya no salir.

 

Por eso, cuando vio su rostro en el agua, su emoción rebasó todo límite. Perdió el control. Luego de que su cuerpo se activase como el de cualquiera por la repentina adrenalina, cayó de rodillas y rió. Luego fue a dar al suelo como había hecho hacía tantos años en medio de la desesperación y decidió que no pensaba arriesgar la segunda oportunidad que sin duda Bianca le estaba concediendo. Introdujo las piernas en la fuente sin importarle mojar la túnica y arrastró la tela con pasos firmes bajo el agua hasta llegar al centro.

 

¿Cuánto había pasado ya? Su cerebro se sentía enmarañado y confuso. Demasiados años, probablemente. Así que no demoró en inclinarse a recoger la varita de espino y cuando la alzó en el aire, lanzó un grito que reverberó en mármol y roca.

 

Su voz, en lugar de cortarse o descender luego de un momento, siguió y siguió prolongándose hasta que el techo restalló y ella volvió a reír. Piedras llovían a los lados destruyendo su antigua residencia y ella solo fue consciente de que algo similar a una sombra la rodeaba y la sacaba, ascendiendo, lejos de allí.

[Tauro M.]

Madrugada. Temperatura de 18°C. Cinque Terre. Todos duermen.

En tan solo una semana había recorrido los senderos que unen a las poblaciones de Vernazza, Corniglia, Monterosso al Mare, Riomaggiore y Manarola. Las coloridas casas fueron una de las razones principales por la que de todos los lugares posibles de Italia, decidió ir ahí, además de la vista... Intentar describir en palabras la sensación que le produce estar ante un paisaje montañoso de esa calidad, no le hace justicia a lo que en verdad le transmite y eso es lo que al final de cada día, en especial a esa hora, la mantiene cuerda.

 

Su búsqueda incansable de demonios permanece activa, sin embargo, lo que le causa inquietud es otro asunto de igual importancia. Por fuentes bastante confiables descubre que el comercio de criaturas se concentra muy cerca de allí, sino es en la misma Corniglia, pero en vista de que alguien como ella resulta ser muy llamativa se ve obligada a actuar como turista y ¿qué hacen ellos? Moverse constantemente. Es consciente de que cualquier indicio de que planee quedarse a vivir ahí no va a pasar desapercibido y podría levantar sospechas y eso es algo que tiene muy en cuenta.

 

Su rutina consiste, dependiendo del pueblo donde se encuentre, en salir a caminar de madrugada, dar un paseo tranquilo, cruzarse con algunas personas a las que se preocupa de saludar y con las cuales ha logrado entablar lo más cercano a una relación de amistad, trotar, desayunar un poco a orillas del mar y regresar a su terraza. Todo muy normal. Lo que nadie sabe es que dentro de las para nada discretas pequeñas casas ella tiene un cuarto especial en el que se encierra para estudiar documentos que ha logrado interceptar, entre otros mensajes secretos que mantiene con muy contados habitantes que decidieron alejarse de la agitada vida de la ciudad, para vivir lo que les queda de vida en lo que llaman su propio retiro.

 

Al ser pocos los magos y brujas que allí se encuentran, es muy fácil identificarlos, por lo que la presencia de Tauro, al principio, no fue muy bien recibida, de allí que intente parecer lo más común y corriente posible y sea muy cuidadosa con lo que dice y a quién le pregunta. Sabe que siguen sin confiar en ella, quiénes están detrás de todo el cartel tienen ojos y oídos en todos lados, aunque no todos sus contactos sepan realmente sobre la existencia del mundo mágico. Decir que ella es una compradora más hubiese sido demasiada casualidad, por lo que la única forma que tiene actualmente de conseguir información, es utilizando a otros y a veces sirviéndose de pociones multijugos para hacerse pasar por otros, de ahí que usara las madrugadas para salir a caminar, ya que a esa hora casi no se cruzaba con nadie y si lo hacía, nunca hacían demasiadas preguntas.

 

De todos los pueblos, Corniglia seguía siendo un misterio para ella. Al ser una locación poco habitada, las personas a cargo vigilaban de cerca a cualquiera que pasara por allí y eso para ella era atraía atención en exceso. Lo que no entendía es cómo hacían para transportar lo que sea que transportaran desde allí, si Corniglia no tenía una conexión directa al mar y por aire sería bastante obvio, ¿de qué otro modo lo hacían? En eso consistía su investigación. Si de alguna manera lograba averiguar su mecanismo de contrabando, capturar a los implicados sería pan comido.

[Melrose Moody]

Corniglia es un lugar agradable.

 

Celine no necesita disimular. Hyde se desliza, se arrastra en la sombra. Además, hace aquello que ella jamás vio en un Lethifold: asciende por el cielo en tramos cortos. Así fue como la sacó de la prisión. Se pregunta si se debe a que él es especial o a si se trata de una especie antecesora a los actuales.

 

Alrededor del cuarto, esparcidos en desorden, hay varios volúmenes mágicos de todo tipo. Los revisó con fruición y sin respeto alguno en los últimos días. Hasta olvidó comer. Hay cubiertas rotas y páginas arrancadas por todas partes, de aquellos que ya leyó o en que señaló su lectura de forma tosca. Sus cabellos sedosos caen en ángulos extraños pero lo tiene al fin.

 

El conocimiento de la modernidad mágica.

 

¿Qué otra cosa podría importar de forma que sea capaz de hallar a Goyte? Solo el pensar en su perfil, que le recuerda al de su adorada Bianca, hace que tiemble con expectativa. Hay además otros intereses secundarios: como Hyde. Cómo sabe ahora que se parece a un Lethifold aunque tenga ciertas cosas que no coinciden. Cómo tiene que sacarlo a tomar aire cada noche, sin falta.

 

Así es como llega a ser vista. Caminando por la zona comercial cercana a las escaleras de ascenso.

 

Un muggle, un miserable sirviente de viñedo es la cena de hoy. Hyde había inclinado su oscuridad, había cubierto al hombre antes de que éste reaccionase de su letargo, de la siesta que tomaba con los ojos cerrados bajo el sombrero, sobre el suelo de tierra. Criatura lista, ni siquiera le había dado el tiempo de gritar. Celine se encuentra parada a su lado: apreciando la maravilla que es verlo alimentarse, subyugada por los espasmos de muerte. El cuello en v de su túnica blanca, con pliegues en los pechos, sube y baja porque ella no se molesta en esconder su emoción. El plisado de la falda en forma de "a" se encuentra impoluto a pesar de la tierra bajo sus pies. Es entonces que escucha el sonido.

 

Se gira con lentitud. La mujer que le devuelve la mirada no parece ser algo importante o interesante pero son las dos de la madrugada y no parece estar asustada ante su presencia o aún más, la de Hyde. Celine se había estado preguntando por qué a Hyde le gustaba venir a cazar a esa zona en particular y quizá acabe de encontrar la razón: un intenso rastro de magia. En suma, una bruja.

 

Sus ojos hazel se abren, desmesurados, e inclina la cabeza hacia un lado, con expresión demente. Había tomado un baño antes de salir por lo que los rizos caen todavía húmedos a los lados de su rostro. Sí, no puede ser que esa mujer no sea una bruja.

 

Interesante o mediocre, mundana o profunda, desesperada o calma, nada de eso importa. Es la primera conexión con la magia, con los verdaderos seres humanos desde hace tanto tiempo. No los cadáveres animados que son aquellos que no han sido bendecidos con el don. Una sonrisa se dibuja en su rostro y aunque ella está exultante, es obvio que no es porque crea merecedora a esa hasta ahora perfecta desconocida. Porque sabe que hasta ese momento, no ha visto a nadie así, excepto Goyte. Simplemente, es un anhelo demasiado humano y gregario.

 

Hyde parece compartir la misma curiosidad, el mismo deseo. Magia, su conexión, sus formas ¿o estará Celine equivocada?

 

-¿Eres quien creo que eres?

 

La pregunta en pársel debería tener sentido. Debería.

 

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