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Infernus


Jeremy Triviani
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En alguna parte del infierno una brecha mágica rompió la calma del lugar. No era habitual que un portal conectara dos universos totalmente diferentes. Pero ahí estaba, desafiando las leyes físicas y morales sobre lo permitido. El portal era estable y lo suficientemente amplio para que por él pudieran pasar varias personas sin otro problema más que el cambio de ambiente. Pasaban de una temperatura moderadamente fresca a otra demasiado caliente.

 

El oxígeno era tan escaso que los pulmones pronto se sentían ardientes. Jadear era apenas un milagro para calmar aquella sensación tan estresante para el cuerpo. El suelo del lugar era de roca volcánica, desnivelado y con pedazos faltantes, que hacía muy trabajoso caminar sin mirar por donde se apoyaban los pies. La luz parecía ser baja, emanaba apenas por los grandes ríos de lava que rodeaba todo el camino. Hacia un portón de acero negro.

 

-¿Esa es la entrada? -Preguntó Jeremy antes de toser. La sequedad del aire, se le pegaba en la garganta - No veo a Zoella.

 

Miro para todos lados buscando alguna señal por donde había ido el demonio con el alma de Zoella, pero ni siquiera estaba cerca de saber cómo era un alma. El estaba acostumbrado a invocarlos por medio de piedras, y solían parecerse a los fantasmas en su mundo, pero allí… era todo demasiado diferente. No podía entenderlo. Sentía que la desesperanza empezaba a asentarse dentro de él. Habían escapado por tan poco a los dementores que era un milagro que nadie hubiera sido besado.

 

Miro a su hermana muerta y rota entre sus brazos, sintió el miedo de no recuperarla nunca mas. Busco con la mirada a los demás, antes de dejarla en el suelo, mientras besaba su frente con todo el amor que podía dar en aquel momento donde ya le quedaba tan poco.

 

-Te traeremos de vuelta... -Le susurró.

 

 

 

 

 

 

 

Off: Continuación de Azkaban #Post94

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Tauro asintió, caminando segura hacia el gran portón de acero negro.

 

¿Hacia cuanto que no admiraba aquel paisaje? Lo correcto es que se sintiera como en casa y ese es precisamente el problema, que sentirse en casa no es una buena sensación, no cuando tienes de enemigo a la mitad de los que allí habitan. Los demonios se caracterizan por nunca olvidar, por ser vengativos a niveles impensables y ella en particular tiene muchas cuentas que saldar. Sabe que apenas cruce por el portón o incluso desde antes de atravesar el portal, varios ya han sido alertados de su presencia.

 

Por primera vez desde que se reunió con el grupo se siente insegura y eso no es bueno, no allí, donde los demonios se alimentan de las emociones y así poco a poco te van debilitando hasta que encierran en la prisión mental de tus propios miedos.

 

— Aquí no la vamos a encontrar, es muy pronto. Tenemos que seguir avanzando.

 

Casi como si estuviera leyendo su pensamiento, interrumpe el hilo de los suyos.

 

— Un alma no es un fantasma, aquí es algo tangible, algo que puedes incluso tocar. Verás a Zoella e incluso al abrazarla podrás sentir que es ella, pero jamás podrá abandonar este lugar porque pertenece aquí. Es por eso que traemos el cuerpo. Sin un cuerpo no hay manera de hacerla regresar —explica —Dependiendo del tiempo que pase aquí abajo, puede rechazar su propio cuerpo. Nuestras horas no tienen el mismo equivalente —al ver que no la entiende, prosigue —. Una hora puede significar lo mismo aquí, incluso menos, pero también más, incluso días... o años.

 

Finalmente llegan frente al portón.

 

— Su cuerpo no puede entrar. Tenemos que dejarla aquí o se verá corrompido y pasará a ser parte del lugar. Alguno se tiene que quedar a cuidar, porque de lo contrario un demonio podrá poseerlo si se le descuida.

 

El problema con aquel planteamiento radica en que Tauro no se puede quedar, ella es la única con experiencia para guiarlos, sin ella, las posibilidades de que el grupo quede atrapado aumenta. El que Jeremy se quede tampoco es una opción, ya que es el único que tiene un vínculo con Zoella, una vez se encuentren con ella es el único también que puede convencerla de que regrese y eso no será nada fácil. Tauro lo medita por unos minutos, sopesando todas sus posibilidades. Después de un rato dice:

 

— Tenemos que ir todos. Vamos a tener que esforzarnos el doble. No puedes perder el cuerpo de vista. ¿Me escuchaste? Nunca.

 

Lo primero que encuentran al otro lado es... Azkaban. Están en el cuarto de la culpa. Sus mentes están a puntos de hacerle recordar sucesos sobre los cuales aun no han podido perdonarse. El alma de Zoella vaga por ahí, invisible a sus ojos.

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Jeremy asintió conmovido a las palabras de Tauro. Estaba a poco tiempo de volver a ver a Zoella viva, bueno... Una parte de ella. Cuando escucho que podría abrazarla, se le hizo un nudo en la garganta. Podría otra vez rodear a la Italiana en sus brazos, sentir su corazón latiendo a la par del suyo latiendo como un solo. Apretó el cuerpo vacío, sin vida de ella, con desesperación. Está por negarse a dejarla tirada allí como a una piedra molesta, cuando la peliazul decidió que irían todos.

 

-Tendremos cuidado, no te preocupes -Le dijo a la mujer con quien últimamente encontraba muchos vínculos más extraño que claros -¿Y si no quiere volver?

 

El vampiro temía mucho esa posibilidad, ¿Que pasaba si Zoella se rehusaba a volver a su cuerpo? No tuvo mucho tiempo para pensar, porque ni bien cruzaron el portón se encontraron en una habitación rara, como si nunca se hubieran ido de Azkaban. Notó a simple vista que había pequeños objetos familiares. Un fusil descansaba al lado de una puerta de madera. El olor a perfume de almendras y vainilla, impregnó sus fosas nasales.

 

Estaba con Zoella muerta en sus brazos, mientras que la Joven Italiana de la que él se había enamorado, estaba viva delante de él con su aspecto más joven y lo ayudaba a su yo mucho más joven a ponerse la chamarra del ejército. Esa era la última vez que se habían visto como pareja. Donde él había dicho promesas que sabía que jamás cumpliría, porque no pensaba volver a Italia.

 

-¡Silencius! -Gritó Jeremy, lanzando el efecto a su otro yo que solo él veía. No dio en el blanco, pues no estaba ahí - ¡Silenciu! ¡Silenciu! -Continúo gritando en un ataque de locura, despertando a todo el mundo de los muertos en el proceso.

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Siempre había escuchado hablar del infierno, muchas veces haciendo referencia a que ardería en él, pero lo que no pensé fue llegar de tal forma. Sentí un raro calor en mi piel, pero no era un calor de esos que te queman sino uno agradable al tacto. Estaba consciente, pero no lograba abrir mis ojos, solo sentía que algo o alguien me guiaba en medio de no se donde. Escuchaba risas, innumerables risas y múltiples voces hablando a mi alrededor, voces que no callaban.

 

Así fue por un rato hasta que el movimiento cesó y con ello un escalofrío recorrió mi cuerpo. Intenté moverme pero algo estaba sobre mi, algo que me imposibilitaba hacer cualquier acción. Intenté hablar, pero sólo pude decir un alarido sin sentido alguno. Tenía miedo, tanto o más que cuando estaba en Azkaban, quería huir y alejarme de este extraño lugar. Me parecía raro, ya no sentía ese dolor en mi abdomen, ni esas ganas de cerrar mis parpados que antes quería.

 

Intenté concentrarme, escuchaba algunos murmullos y luego dejé de sentir el peso pero no podía mover mi cuerpo. Intenté hablar otra vez, pero sentía la lengua pesada y solo pude percibir como tomaban mi cuerpo y me lanzaban contra algo duro, múltiples manos ultrajaron mi esqueleto, voces irrumpían mis oídos, y una sensación de desespero crecía en mi interior. Y ahí, quitaron lo que cubría mi cabeza.

 

Sentí mi cabello caer, y fruncí el ceño. Estaba vestida con las ropas de antes, sólo que ahora no estaban ensangrentadas y mi cabello desordenado caía por mis hombros ¿Desde cuando llevaba peluca yo? Parpadeé un par de veces y me percaté de alguien que me observaba, alguien que a pasos lentos se acercó a mi cuerpo y acarició mi rostro. Intenté alejarme pero me encontraba sostenía por unas manos descompuestas que me empotraban contra la gran piedra. Fruncí el ceño y volví a intentar hablar.

 

- ¿quien eres? - mi voz salió en un hilo débil que raspó toda mi garganta y me dejó un malestar impropio en mi cuerpo. Sabía donde estaba, el Tártaro, la prisión de los condenados, bajo las fauces de Hades. No entendían el porqué de mi presencia en dicho lugar, pero sabía que no habría piedad alguna y debía prepararme para ello.

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El peliverde giro mirando a su alrededor....en su mano sujeta el obsequio de su padre...lo que ve le pone sumamente nervioso...claro que no esperaba ver algo agradable...pero la vista del infierno es algo que simplemente no tenía ni idea de que sería como lo que esta a su vista...aprieta más la guadaña que le permitió entrar ahí, no entiende como utilizar la guadaña...su padre olvido dejarle explicación sobre ella y hace casi un año que el vampiro fue a dejar el objeto al Ryvak, precisamente en el halloween...

 

Flash back

 

Ryvak se encuentra en la tienda que Shena y sus amigos le ayudan a decorar, entonces un estruendo les hace temer que algo siniestro está por ocurrir...posible coincidencia por lo del día de la noche sin fin de los muertos...

 

Era el padre del joven Ryvak que había “aparecido” de una manera algo accidentada, generando un agujero en la tierra al momento de impactar, al emerger del polvo, el vampiro llevaba portando un extraño atuendo oscuro, este atuendo era realmente su armadura de combate, la cual estaba cubierta por miles de cuchillas afiladas que él utilizaba para pelear, su equipo era acompañado con una gigantesca y pesada guadaña quien había sido realmente la causante de tan fuerte sonido, su hijo quien anteriormente había visto este atuendo lo bautizo con el nombre de : la armadura del asolador infernal. El nombre no era tan extraño ya que el vampiro solía utilizar este alias en los campos de batalla eternos, un mundo en el cual eran destinados únicamente aquellos seres que eran catalogados como una verdadera amenaza para toda clase de vida existente, seres que necesitaban con desesperación aniquilar cualquier tipo de vida y la mayor cantidad posible de manera constante ya que no podían reprimir este deseo por mucho tiempo, en este lugar sin reglas se podía pelear a muerte por toda la eternidad, o hasta que estos seres sintiesen su sed de sangre y muerte saciados por completo, este mundo solía ser gobernado por grupos de guerreros poderosos, o también llamados clanes de alta casta, quienes a criterio de Reacon solo eran un grupo de lunáticos los cuales utilizaban a los demás para ejercer miedo y tratar de alguna manera de mostrar superioridad, ni siquiera un mundo sin reglas solía estar exento de personas locas que solo anhelaban poder.

Con el paso del tiempo Reacon se había ganado un renombre en los campos, se había vuelto un comandante de los combatientes solitarios y se había ganado la reputación de sádico junto a su propio pero pequeño clan, solía enfrentar a clanes poderosos enteros simplemente para derrocarlos, si bien era cierto que en este mundo nadie podía morir, porque todos eran revividos en los santuarios ubicados en las cercanías, si podían perder sus pertenencias, en el caso de los clanes perdían sus santuarios, obligando a que se alejaran cada vez más en el momento de morir.

El joven vampiro aun estando levemente aturdido comenzó a sacudirse el polvo mientras vagos recuerdos de cómo había aparecido en aquel extraño lugar llegaban a su cabeza –Seguramente fue esa mujer…lo único que puedo recordar es que estaba peleando con ella, como siempre la jefa tratando de arreglar las cosas de manera agresiva—el pelinegro tomo su guadaña con una mano y se la coloco en la espalda mientras miraba detenidamente sus alrededores, --que aspecto tan peculiar tiene todo esto, me pregunto que estará ocurriendo o más bien la pregunta real es donde me encuentro..—antes de moverse sintió una pequeña molestia en su costado, notando que en él tenía clavada una pequeña guadaña, ligera como una pluma pero tan fuerte que fue capaz de atravesar su armadura –ahora que hiciste mujer…-- se sacó la pequeña guadaña del costado y no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa al ver que esta tenía consigo una nota que decía : Estimado comandante la jefa sabe que usted suele perder con facilidad la noción del tiempo, así que momentáneamente fue relevado de su cargo, esperamos que disfrute estos días al lado de su hijo, le mandamos este pequeño presente y algunos más que pronto serán enviados para que él pueda utilizarlo como disfraz si es su deseo este día especial, de parte del clan y de la jefa rubí para el pequeño sucesor.

El joven vampiro de cabello oscuro, camino a esa tienda que tiene el nombre que le parece el más simpático: "Rompehuesos de pesadillas"

 

Una gran sorpresa dio el vampiro a Ryvak, que se quedo admirado al verlo aparecer...aunque después fue a su encuentro y con gran orgullo lo presento a sus amigos Delta y Alukar, a Cindy también le alegró encontrarse de nuevo a Reacón con quién platicaron por unas horas...ese día fue cuando el vampiro le dejo la guadaña que es más pequeña y ligera que la del Asolador infernal.

 

Fin del Flashback

 

 

El Ryvak siente el peligro, varios demonios se encuentran en diferentes recónditos sitios de aquel cavernoso lugar observando, el terreno parece volcánico, el aire se siente pesado y sofocante, por eso el Ryvak saca de entre sus ropas un frasco lleno de polvo de lirios de fuego y absorbe un poco para protegerse, el alivio es inmediato pero de pronto salen a la vista aquellos demonios, unos señalan la guadaña gritando: --¡Es el asolador Infernal! ¡apréndanlo!

 

Su instinto de conservación le dicta una idea y alza la guadaña para luego hacer un tajo cortante al aire...¡ha servido! una ráfaga de violento aire impulsa a los demonios hacia atrás con fuerza pero no puede quedarse...no sin saber donde se encuentra o como dar con su padre...vuelve alzar la guadaña cierra los ojos pensando en su reserva natural de criaturas y golpea con fuerza el suelo con la guadaña, ese modo es como se transporta de forma instantánea a su propia dimensión.

 

Tiembla...abre los ojos y el alma "le vuelve al cuerpo" al ver que a escapado por "un pelo" del lugar infernal...se pasa la mano por el rostro, se percata que está sudoroso y no es para menos!...hizo una excepción por su amigo Asrael.

 

El joven pelinegro llegó alterado al hotel, fue directamente a la habitación del peliverde, gritaba fuera de si...nunca Ryvak lo había visto tan desesperado y fuera de si...era incomprensible como aquel bromista muchacho, fuese capaz de tener una "visión"...una en que veía a su amiga Zoella morir...

 

--¿Murió?¿Quien dices?...pero...espera ¿cómo es que sabes tú eso? calma...vuelve a repetirme eso que crees.--Fue lo que el ojimiel solicito a su amigo Asrael...y lo que narro era increíble, igual a otras cosas que el anterior inefable había presenciado...alguien muerto y llevado por un demonio nada menos que al infierno...el Ryvak seguía pensando...fue un intento fallido lo que hizo usando la guadaña que le regalo su padre adoptivo, pero si lo pensaba mejor, quizás encontrará la forma de regresar y ayudar a aquella joven...

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— Y si no quiere volver tendrás que hacerla recordar los motivos por los cuales vale la pena hacerlo: amigos, familia, amores, incluso la venganza puede ser un fuerte motivo. Lo que sirva —responde con seriedad. En ese lugar las almas, además de encontrar descanso, también pueden experimentar la derrota, como que nada vale la pena y les cuesta volver a encontrarle sentido a la vida, porque para ellos ya todo terminó.

 

Azkaban luce prácticamente igual a como la habían dejado anteriormente, aunque quizás un poco más limpia, sin los dementores. Una prisión sin las criaturas que la custodian es igual de peligrosa a cuando ellas están. Mira a Jeremy, quién avanza con el cuerpo de Zoella sin esfuerzo, siente el impulso de ayudarlo pero duda que la deje, pues el vampiro se aferra al cuerpo inerte como si fuese lo único que valiera la pena en esta vida y tal vez para él lo era.

 

Lo escucha gritar sin sentidos «¡Silencius! ¡Silencius!» ¿A quién busca callar tan desesperadamente y por qué? En ese momento lo nota flaquear y rápidamente se aproxima, para sostener a tiempo la cabeza de su hermana, quién cuelga peligrosamente.

 

— ¡Jeremy! ¿Qué estás haciendo? —intenta hacerlo entrar en razón, hacerlo recordar que nada de lo que allí ocurre es necesariamente real, al menos no en ese momento, simplemente están reviviendo eventos que hacen parte del pasado. De repente, siente el olor particular del motivo y la razón por la que ahora se encuentran allí y aunque no lo ve, lo escucha hablarle en su cabeza.

 

«Sabes que es tu culpa.

¿A cuántos más piensas dejar morir por tu ineptitud?

La pobre y poderosa Tauro, que no es capaz de atrapar a un simple demonio como yo»

 

Las risas burlonas retumban en el interior de la cueva y amenazan con romperle los tímpanos. Se lleva la manos a los oídos buscando acallarlas, sin éxito, cae arrodillada y con los nudillos blancos por la fuerza al empuñar sus manos.

 

«¿Por qué no les dices que están aquí por ti?

Que han muerto muchas personas debido a ti.

Incluso tu hija... ¿La recuerdas?»

 

— ¡Cállate! Ella no está muerta. Simplemente no está aquí. Lo siento... Lo siento —repite una y otra vez —No es mi intención.
Los gritos de Jeremy logra acallar las voces en su cabeza y la ayuda a levantarse para ir a su lado.
— Tenemos que salir. Tienes que volver aquí —le susurra.

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El reflejo frente a los ojos del vampiro no desaparecía por más que los Silencius rebotaran contra ellos. Tauro había intentado ayudarlo, pero no había podido en una forma literal. Más bien el acercamiento de la demonio lo sacó de la ensoñación en la que estaba metido. Ya que desencajaba con todo lo que él había conocido en aquella época. ¿Sería por eso o por alguna otra cosa? Fue por poco tiempo, la Malfoy pronto entró en sus propios recuerdos negros y se hizo evidente que estaba sufriendo en el proceso de ellos hablándole a alguien que Jeremy no podía ver.

 

-¡No lo hagas! ¡No le mientas, tendrá hijos tuyos! -Gritó con furia a su pasado, volviendo a caer en el hechizo de los penitentes y la culpa que habitaba en su alma.

 

Apretó más contra su cuerpo a la Zoella muerta. Pero eso no alcanza para que deje de ver la imagen detallada de sus errores anteriores. Tauro vuelve acercarse y esta vez Jeremy al oír su voz se enfoca en la bruja. Luchando contra todos los fantasmas que los rodean. No sabía si estaban solos o detrás de él estaban los demás. ¿Habían cruzado el portal? ¿Eran solo ellos dos contra todo el infierno? Los ojos del vampiro estaban fijos en los labios de la mujer, usándolo de ancla visual para no distraerse.

 

-Estoy viendo cosas... -Dijo intentando explicarle que no estaba loco. ¿O si? ¡Estaban recorriendo el Averno! Todo muy normal - Una imagen del pasado, repitiéndose sin parar como una película. ¡Haz que termine! -Exigió como si ella tuviera la culpa de todo.

Editado por Jeremy Askar Triviani

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Ver a Jeremy en ese estado le da pena, sabe de primera mano lo emocional y explosivo que puede llegar a ser, pero si su mente es débil duda mucho de que juntos puedan llegar al final y regresar a su hermana a la vida. No responde a las acusaciones o demandas del vampiro, sino que lo toma del brazo para ayudarlo a caminar hacia el otro extremo, donde una puerta la mitad de grande que la anterior los aguarda. A medida que avanzan los recuerdos, las voces, incluso la imagen del viejo Azkaban empiezan a desaparecer y dejan en su lugar cuerpos grotescos de demonios que se alimentan de los recuerdos y la culpa, adoptando la forma de aquel que más lo inspire y jugando con tu mente.

 

— Nada de esto es real —aun así, no deja de doler, porque aunque no esté pasando en ese momento, es evidente que la herida sigue abierta, que aun tiene asuntos que resolver, pero esos son sus recuerdos y por nada del mundo tiene pensado perderlos —Tenemos que cruzar —le insiste, casi que llevándola a rastras mientras él carga con el peso muerto de Zoella.

 

Llegan con mucho esfuerzo a la puerta marrón, tiene aspecto de estar a punto de caerse si la miras por demasiado tiempo y el olor a oxido se hace más intenso cuando se detienen frente a ella.

 

— Yo... —toma aire. A ese punto, al darse cuenta de cómo los dos se vieron influenciados anteriormente, teme que lo que les espera haga que se distraigan del verdadero objetivo. De nuevo le explica brevemente lo que están a punto de encontrarse. La culpa puede llegar a consumir a una persona, llevarla al punto de la desesperación e incluso a perder las ganas de vivir, pero el odio, el odio es capaz de hacer que cometas las peores locuras, ya sea porque lo sientes hacia alguien más o hacia ti mismo. Si el amor es fuerte, el odio también lo es en igual medida. Si alguno tuviera resentimiento hacia alguien en específico, allí lo revivirían.

 

— Vamos, nos quedan dos puertas más. Ella debe estar cerca.

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Un gran grito salió de mis labios, había vivido repetidamente el recuerdo en aquella casa, la casa de Luciano, en ese cuarto asqueroso donde por tres años estuve encerrada. Tomaba mi rostro y tocaba mi cuerpo con aquellas asquerosas manos anilladas. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al verme imposibilitada a cualquier movimiento. Intenté patalear, tirar de mis brazos y levantarme. Huir, pero siempre terminaba de la misma forma, siendo mi cuerpo despojado de todo para comenzar a sentir las repugnantes sensaciones de ultraje en mi cuerpo.

 

Lagrimas salían de mis ojos, hasta que por fin se dejó de reproducir el alejado recuerdo escondido en el fondo de mi subconsciente. Un golpe en mi mejilla me hizo abrir los ojos, para ver aquellos violetas que estaban frente a mi rostro, un hedor putrefacto llegó a mis narices, el aliento junto a la vista de esa dentadura descuidada de millones de años. Una sonrisa tétrica deslumbro el rostro del fantasmagórico hombre.

 

Pequeños gimoteos salían de mis labios, sentía una punzada en mi espalda baja y cada musculo de mi cuerpo los sentía entumecidos. Intenté soltar alguna palabra más, pero de mi garganta cerrada gritos de pánico eran lo único que se escuchaban. Mis ojos picaban y lagrimas salían a borbotones . Estiré mi cuello a un costado alejándome de su mano que se acercaba, alejamiento que fue en vano al sentir su mano sostener fuertemente mi mentón. Un beso fue dejado en mi boca, beso que fue robándome el aliento poco a poco, sumergiéndome en un desespero por tomar aire, desespero que aumentaba con el pasar de los segundos. Por su parte, las manos esqueléticas que me sostenían empotrada a la dura superficie arañaban mi piel con cada violento movimiento de mi cuerpo.

 

Por su lado, el hombre reía, reía como si se tratara de un espectáculo de circo lo que esta pasando frente a sus ojos. Reía con aquel tono espeluznante que espelucaba mi cabello y colocaba mi piel de gallina. Sentí mis tripas enrollarse dentro de mi cuerpo, sentí mis pulmones contraerse junto a mi corazón que latía ferozmente.

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Sus palabras le jugaban en su contra, haciendo que todo luciera como una maldita broma. El ser más o menos consciente de lo que podría o no llegar a pasar no la libraba de experimentar lo que sea que los demonios les tuvieran preparado y además, estando allí, solo era capaz de pensar en una sola persona a la que por años había tratado de olvidar.

 

- No -siente el escalofrío recorrer su espina dorsal a pesar de saber que no hay nadie allí, no hace falta. Una mujer corriendo, huyendo, con un bebé en brazos mientras es perseguida por un grupo de asesinos que buscan arrebatarle la criatura a cualquier precio. Una figura de un hombre también corre a su lado, intentando protegerla mientras recibe todos los ataques que van dirigidos a ella. Finalmente uno de los dos cae, se trata de ella, el hombre reacciona e intenta cubrirla con todo su cuerpo, pero esto hace que los alcancen.

 

- ¡No te la lleves! Tómame a mí en su lugar, déjalas, ellas no tienen la culpa de nada.

 

-Eso debiste pensarlo antes de decidir abandonarlos. Estaba prohibido y aun así... -responde el que parece ser el íder.

 

-Estoy dispuesto a pagar por mis pecados. Olvídate de que ellas existen.

 

Aquella conversación se convierten en las últimas palabras de su amado, después de ahí sueños, muchas pesadillas donde unos ojos rojos inyectados de sangre la observan como una sonrisa burlona que la sigue a todos lados. Las lágrimas corren por el rostro de Tauro, pero ya no es tristeza lo que siente, sino rabia, mucho odio, hacia él, pero también hacia ella.

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