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Prueba de Animagia #25


Suluk Akku
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Alzó la mirada justo a tiempo para observar una bandada de paiños gigantes, con los estudiantes más jóvenes de Mahoutokoro sobre ellos. Los estudiantes de túnicas rosadas observaban, maravillados, la isla artificial y de reducido tamaño que ahora formaba parte de los terrenos del colegio mágico. Lo que les llamó la atención no fue la isla per sé sino lo que había en ella: una maravillosa pirámide. La Gran Pirámide. La arcana Suluk Akku los observaba desde la orilla de Minami Iwo Jima; les hizo un saludo con su vara de cristal, aunque sabía que no podían verla desde tan arriba. La mayoría de las aves desaparecieron en el horizonte, pero algunas de ellas se quedaron sobrevolando la pirámide, aguardando por su señal. Poco a poco, el cielo se tiñó de los colores pastel del atardecer; fue entonces cuando la aprendiz de animaga apareció, justo a la hora que le indicó en la carta que le envió el día anterior.

 

Bienvenida —saludó la arcana, bajando la mirada del cielo. Faltaba poco para el anochecer, que era justo lo que quería, aunque todavía quedaba suficiente luz del día para llegar a la isla de la pirámide—. Espero que haya descansado bien, en nuestro último encuentro se esforzó bastante y hoy tendrá que hacerlo todavía más. Pero no hay de qué preocuparse, pues ya está lista para lo que vendrá.

 

»Como ya sabe, la prueba para convertirse en animaga se lleva a cabo dentro de la Gran Pirámide, en el Portal de las Siete Puertas. Sin embargo, antes de que le permita entrar, debe superar los obstáculos que la llevarán allá. Lo primero, será cruzar el agua hasta llegar a la isla de la pirámide.

 

Suluk levantó la vara de cristal hacia adelante, señalando el camino. Sin embargo, en la arena no había señal de ningún bote, tampoco un puente. Los poderes de Tauro tampoco funcionarían; a partir de ahora, debía usar la animagia y su conexión con el serval para demostrar que de verdad estaba lista para la prueba. La única forma de atravesar el agua era de la forma clásica: nadando. La bruja no debía tener problemas, puesto que los servales eran buenos nadadores. El obstáculo serían los paiños gigantes, que ahora volaban en el tramo de agua que separa ese lado de la isla con la pirámide; aunque las aves no la atacarían, no le permitirían cruzar tan fácil.

 

Luego, está el laberinto. Deberá encontrar el camino que la lleve a la pirámide. Le recomiendo estar preparada para lo que pueda encontrar allí.

 

Una vez en el laberinto ya habría caído la noche y quedaría atrapada con un gran enemigo del serval: el hombre, que solía cazarlo para hacerse con su piel o para venderlo como mascota, ignorando que se trataba de una especie protegida en muchos lugares. Aunque el peligro no sería real para Tauro, ella lo experimentaría de una forma muy vívida estando en su forma animal. Tendría que hacer un gran uso de su inteligencia e instinto de supervivencia para escapar de los cazadores que intentarían acorralarla, manteniendo en mente que su objetivo no era sólo mantenerse a salvo sino encontrar la salida.

 

Yo la seguiré de cerca y me encontraré con usted en la entrada de la Gran Pirámide.

 

Lo que Suluk se guardó para sí era que hay un tercer obstáculo, quizá el más complicado antes de la misma prueba. Al salir del laberinto, a Tauro le costaría mucho más de lo normal volver a su forma humana y además sentiría muchos deseos de quedarse así, para siempre. Sin embargo, si había prestado atención a las enseñanzas de la arcana, recordaría que debía abrazar su humanidad; tendría que dejarlo a tiempo para seguir siendo ella y no perderse en su instinto. A consciencia le advirtió a la bruja acerca de lo que tendría que enfrentar y ahora sería el momento para demostrar si de verdad había sido una buena maestra. Si todo salía bien, si podía volver sin problemas a su forma humana, entonces podría entregarle el anillo.

 

Cuando esté lista, querida.

 

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Hacia dos días que Tauro había tenido una increíble y agotadora experiencia con Suluk, de quién había aprendido incluso más que los anteriores arcanos. Al principio no tenía muchas expectativas ni fe en sí misma, no era una persona a la que le costara reconocer sus debilidades, pero si se hallaba frente a una situación en la cual sentía que no tenía control tendía a bloquearse y pensar que no era lo suyo. Para su suerte o fortuna, la anciana supo guiarla en su camino de aprendizaje, enseñándole lecciones que sola no habría podido aprender. El respeto que la bruja sentía hacia su nueva maestra era grande.

Lavigne se presentó al caer el atardecer, más o menos cercana a la hora de la cita acordada por la Arcana. La saludó con un pequeño gesto de la cabeza, inclinándose en señal de respeto. No pudo evitar admirar el paisaje, se sentía inspirada y capaz de cualquier cosa, pero no debía sentirse tan confiada, las pruebas impuestas por los Arcanos eran sumamente difíciles y tenían un nivel de exigencia no solo físico, sino que mental, razón por la cual en esos últimos dos días se aseguró de descansar y alimentarse lo suficiente.

— Sus palabras me alientan. Espero estar a la altura de lo que viene por delante —respondió —Hace mucho que no recorro el camino hacia la Pirámide, pero lo recuerdo vagamente.

 

Suluk le presentó brevemente el primer obstáculo a cruzar, que consistía en el lago. Atraversarlo podía parecer cosa de tontos, algo tan simple como usar una barca y cruzar al otro lado, pero cada uno de los sabios tenía su manera de hacer las cosas y esta no sería la excepción. Siguió escuchando lo siguiente que vendría, pero de momento se centró en lo primero. Asintió tras terminar de escuchar a Suluk y se preparó. Dejó que el hambre de libertad se apoderara de ella, aquella sensación que cada vez se hacía más parte de ella que ninguna otra. Su cuerpo rápidamente se transformó sin los pesares o molestias del pasado. No se consideraba la mejor nadadora, pero cuando estaba en su forma de serval sí que podía hacerlo.

 

Movió sus cuatro pasos avanzando a buen ritmo, se dio cuenta de las aves que revoloteaban por encima de ella pero no les prestó atención, supuso que las habían enviado a vigilarla. Qué equivocada estaba. Apenas llegó hasta la mitad los paiños gigantes empezaron a interceptarla, más que todo nublando su vista, pasando peligrosamente cerca de sus ojos e impiéndole hacer gran cosas más que solo flotar. Se sumergió en el agua, hundiéndose, pero pronto sintió que le faltaba el aire. Emergió para tomar una bocadana que le llenara los pulmones, dándose cuenta de que había retrocedido y las aves ya no la perseguían. En ese punto comprendió que apenas se acercara volverían a impedir que avanzara.

 

Había algo importante a recordar y es que en vista de que no tenía la magia disponible, debía recurrir a los recursos que tenía como animal. Si bien no podía ver, tendría que canalizar su energía sus orejas, solo estas le servirían de guía para poder llegar al otro lado, siendo guiada por el mismo ruido del agua y las pisadas de Suluk. El reto sería apartar el ruido que las aves hacían. Volvió a sumergirse para mojarse el pelaje y de nuevo allí estaban los paiños que debido a su tamaño eran pesados y a veces, aunque no quisieran, la terminaban hundiendo. Hizo todo lo posible por mantenerse en la superficie y siguió avanzando impulsándose con las patas traseras que trabajaban junto con las delanteras. Jamás tuvo oportunidad de ver por donde iba, lo único que le avisó que había llegado a la orilla fue cuando tocó la tierra húmeda y sintió el olor a plantación. Dio un gran salto que la sacó fuera del agua y cuando volvió a tocar la tierra, se encontraba en su forma humana.

 

El primer obstáculo había sido superado.

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Una vez que la aprendiz comenzó su travesía, Suluk tomó su vara de cristal y golpeó el suelo; frente a ella se materializó un portal que, al atravesarlo, la transportó en la orilla que estaba al otro lado del agua. Aunque normalmente se habría convertido en una gaviota o quizás en un animal acuático para llegar al otro lado, ahora el aire estaba ocupado por los paiños gigantes que obedecían sus órdenes y no quería distraer a Tauro nadando junto a ella. Desde la orilla de la isla de la Gran Pirámide, además, tenía un gran panorama; caminaba de un lado a otro con pasos lentos, observando lo que sucedía y esperando que pudiera superar ese obstáculo con facilidad. La bruja, en su forma de serval, se esforzaba por nadar en línea recta hacia la pirámide y hacia ella. La arcana advirtió que apenas sacaba la cabeza por encima del agua; supuso que debía estar haciendo uso de sus otros sentidos para orientarse, algo bastante ingenioso. Le gustó su táctica, pero todavía era muy temprano para otorgarle la victoria, quedaba todavía una buena porción de camino.

 

Al ver al serval prácticamente en la orilla, decidió que lo mejor sería adelantarse. Ésta vez la arcana extendió sus alas blancas y se elevó en el aire. La gaviota voló por encima del laberinto que rodeaba a la pirámide, levemente oculta gracias a las sombras de la temprana noche. Eligió la zona por donde se suponía que se movería la bruja y comenzó a volar en círculos, aunque estaría atenta por si acaso el camino de ésta se desviaba. Ahora Tauro estaba por adentrarse al segundo obstáculo, con más dificulltad física y emocional. ¿Sería capaz de superarlo?

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La Arcana no tardó en desaparecer de su vista, pero eso no la inquietó. ya que eso significaba que debía seguir adelante. Su forma humana sentía que la molestaba o más bien que la retrasaba, así que ni bien recuperó el aliento y el ritmo normal de sus pulsaciones volvió a adoptar su forma de serval. Avanzó por el camino que se le presentaba delante de sus ojos, a paso seguro, confiada del terreno que se le hacía familiar, solo que ahora lo hacía dentro una piel diferente en un sentido muy literal. Olfateó todo lo que encontró a su paso, incluso la tierra, hasta que se encontró con el camino que le abría paso hacia el laberinto. Miró hacia el cielo lanzando un resoplido. Allí dentro podrían ocurrir muchas cosas.

 

El recorrido interno del laberinto no había cambiado mucho desde la última vez, si bien algunos elementos le habían sido quitados o añadidos, las direcciones permanecían tal como las recordaba. Pasaron varios minutos en los que Tauro sintió que nada extraordinario o fuera de lo común estaba sucediendo, esa fue su primera señal de alerta. Algunos arbustos en el fondo se movieron, pero se trataba de unos animales más pequeños que intentaban escabullirse de algo, o de alguien. De pronto un disparo.

 

Varias aves abandonaron las ramas de los árboles para huir hacia otro fuera del alcance del lugar donde se había producido el primer disparo, después del cual siguieron dos más. Sigilosa y tomando todas las precauciones posibles, se alejó por el único sendero que podía seguir, ya que la otra opción será regresar sobre sus pasos y encontrarse en un tramo donde resultaba fácil perderse. Dio unos cuantos pasos más cuando la mirada asesina de un hombre la sorprendió mientras la observaba a través de sus lentes oscuros y sosteniendo una escopeta en ambas manos. Como era de esperarse y por instinto, retrocedió. La sonrisa retorcida del hombre no auguraba nada bueno.

 

Tauro intentó hablar, pero evidentemente nada salió. Siguió retrocediendo, pero a cada paso que daba él hombre daba dos y hasta tres en grandes zancadas. Comprendió que su intención no era atemorizarla, las pieles que colgaban en ambos hombros le revelaban información importante acerca del oficio del cazador: ella era su presa. Dio media suelta de un paso y empezó a correr. Se vio obligaba a tomar otro camino, donde en lugar de tener la opción de seguir por un mismo camino, cuatro diferentes destinos estaban a la espera de una rápida toma de decisiones. Lo malo, es que por tres de ellos otros cazadores se aproximaban.

 

Solo en ese momento sintió la necesidad de volver a su antigua forma, necesitaba recuperar su magia y utilizarla contra aquellos insensatos que tuvieron la osadía de querer tratarla como cualquier cosa, como un animal, aunque eso fuera. No funcionó. En ese momento no tuvo tiempo de pensar en el por qué de lo sucedido, se lo atribuyó a la amenaza, como fuere, tenía que elegir un camino, lanzarse a una batalla implicaba que los demás cazadores tuvieran su chance de atraparla. Pensó en el punto débil de alguno y mientras lo hacía, sintió algo diferente. Todo el sentimiento de libertad ahora le parecía ajeno, imposible, porque por el contrario estaba atemorizaba, atrapada, sin salida. El miedo poco a poco empezaba a apoderarse de ella, pero fue precisamente la determinación de sus asesinos lo que la hizo recordar que ella también era una feroz felina que al menos podía hacer algo de daño. No iba a ponérselas tan fácil.

 

Logró burlarlos a casi todos escabulléndose por en medio de sus piernas, aun era más rápida que ellos, pero estaba tan lejos de la salida que corría el riesgo de cansarse antes de tiempo. Su velocidad, tal como la vez que escapaba de los malamutes, junto con su astucia fueron su mejor arma. Sin quisiera derramar sangre provocó que entre ellos mismos lanzaran disparos accidentales, pero pronto descubrió que una bala perdida la podía herir a ella o alguna otra criatura inocente de todo. Decidió que lo mejor era dividirlos y eso hizo. Se aseguró de que cada uno la siguiera por donde ella lo guiara, la rapidez era su mejor aliada. Ya teniéndolos en un combate uno contra uno mostró toda su ferocidad, sus colmillos, saltó sobre cada uno de ellos apuntando la mandíbula hacia la muñeca, donde de un mordisco hizo que tiraran las armas y a partir de allí ella se convirtió en la cazadora. De este modo pudo sacarlos y llevarlos hacia el otro lado del laberinto, donde aprovecharon para escaparse. Aquella travesía había sido difícil, pero ahora que estaba a salvo podría volver a ser Tauro. O quizás no.

 

Ya no era miedo lo que le estaba impidiendo la transformación, estaba segura. No era falta de conocimiento o práctica, simplemente su cuerpo no reaccionaba. Recordó de los peligros expuestos por la arcana, de como algunos magos o brujas se quedaron atrapados en sus cuerpos de animagos por accidente o por voluntad y cómo esto les había afectado. En lo personal vivir una vida de serval era lo más emocionante que le había pasado en los últimos meses, su intención era pasar la mayor parte del tiempo siendo un serval, pero jamás consideró los peligros que su decisión implicaba, porque una cosa era lidiar con cuatro o cinco cazadores, pero si se organizaban, ¿cómo iba a ser capaz de protegerse? o peor aún, ¿cómo iba a ser capaz de proteger a las demás criaturas en el mundo? Aquello la estaba atormentando y mientras más lo pensaba más sentía la necesidad de volver a ser lo que era. Pensó también en su familia, en los asuntos que dejaría sin terminar, un nombre y un rostro se cruzaron por su mente y aquello bastó para encontrar la suficiente determinación que la hiciera regresar a ser Tauro y cuando lo hizo, una imponente pirámide delante de ella la recibió.

 

— Suluk... —susurró.

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El primer disparo le indicó que la acción había comenzado. Aunque el ruido seco la sorprendió, se recordó a sí misma que no había peligro, ni para ella ni para la aprendiz... exceptuando, claro, el pequeño detalle de tener que darle un intento fallito por no superar el obstáculo. Suluk agitó sus alas para volar hacia el lugar que se iluminó con la explosión de pólvora; poco a poco descendió, para tener una mejor visión pero cuidándose de no volar demasiado bajo, pues no quería ser una distracción. Para varios cazadores grandes, entrenados, no debía ser tan difícil acorralar a un felino pequeño en un lugar como ese, de modo que Tauro tenía que ser más astuta. Si ella desde las alturas podía sentir el temor de ser perseguida por un depredador, no podía imaginar lo que debía sentir su aprendiz; sin embargo, esas pruebas eran necesarias para demostrar que tenía lo necesario para enfrentarse a la prueba del portal.

Lo cierto es que, al imaginarse la situación, había pensado que la bruja optaría por una estrategia evasiva. Pensó que buscaría la manera de confundirlos, de evadirlos, para lograr su escape. Cuán equivocada había estado. Por un momento parecía que la habían acorralado entre todos, cuando el serval decidió protegerse con sus colmillos. Sin sus preciadas armas de fuego, de repente aquellos hombres no eran nada; de inmediato perdieron la seguridad, la valentía, la osadía de amenazar a otros animales. Ya no eran una amenaza. Apenas tuvieron la oportunidad, huyeron. Cuando salieron del laberinto hacia la orilla de la isla, no eran más que amorfas pilas de barro y, sus armas, arena que se mezcló con el suelo.

Suluk los dejó atrás y voló hacia la entrada de la Gran Pirámide, aunque Tauro todavía estaba dentro del laberinto, teniendo que superar una prueba más. La arcana no sólo no podía hacer nada, sino que tampoco podía ver qué sucedía, contra qué estaba luchando la bruja. Más de una vez había visto a sus estudiantes enfrentarse a aquella trampa y siempre sentía unas terribles ganas de descubrir qué los hacía aferrarse a su humanidad. Aunque, en general, le gustaba pensar que se trataba del amor en cada una de sus expresiones... pero era uno de los pocos comentarios que prefería guardarse, para no abochornar a nadie.

Como si se tratara de una simple transformación más, la bruja de cabello azul volvió a aparecer frente a ella, pero Suluk sabía que no fue tan fácil. Aunque la dificultad de la prueba ya no importaba, pues la había superado.

Así es, aquí me tiene —respondió la arcana, tras volver a tomar su forma humana. Le hizo una señal a la bruja para que la siguiera al interior de la pirámide—. ¡Muy bien! Sé que fueron obstáculos exigentes, pero me siento muy orgullosa pues ha demostrado estar a la altura de la situación. Aún así, tengo que hacerle la pregunta.

Suluk levantó el brazo hacia la bruja; al abrir la mano, relucía tenuemente el anillo que le mostró hace un par de días, el que sacó del cofre que Tauro luchó por conseguir.

¿Quiere entrar al Portal de las Siete Puertas y enfrentarse a la prueba que éste decida hacerle? —Suluk ahora hablaba en un tono más solemne, más serio— Sé que ya lo sabe, pero debo recordárselo. Si decide hacer la prueba, será su única oportunidad de vincularse con el anillo de animagia. Y si decide hacer la prueba, estará usted sola: no podré hacer nada para ayudarla, no importa lo que ocurra allá adentro.

 

»Si decide hacerlo, tome el anillo y avance. Yo estaré aquí, esperándola. Pero quiero que sepa que, si no se siente preparada, no sucederá nada malo; podrá... podremos intentarlo en otra ocasión, cuando de verdad esté segura. Piénselo bien.

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Para Tauro fue un alivio encontrarse con la Arcana, la hacía sentirse a salvo. En silencio la siguió hacia el interior de la pirámide, agradeciendo las palabras de ánimo y las felicitaciones debido a lo que acababa de superar. Su mirada se le iluminó cuando vio el anillo que la vincularía con la habilidad y sintió una sobrecarga de energía.

 

— Estoy segura Arcana, es mi deseo poder afrontar la siguiente prueba y vincularme con la habilidad —respondió segura. Una vez cruzara el portal no habría vuelta atrás y allí solo dos cosas podían pasar: que superara la prueba cualquiera que fuese o que fracasara en el intento, teniendo que intentarlo una vez más y eso la verdad no era una opción. Otro dato que había olvidado es que estaría sola. Hasta el momento Suluk había sido una increíble guía y compañía, sentía que sin su ayuda no habría llegado a donde estaba, pero ¿y si no la tenía cerca para calmarla? Sin darse cuenta había empezado a depender demasiado de ella. Inspiró profundo y habló.

 

— Quiero hacerlo. Estoy lista —dijo dando un paso al frente, al tiempo que tomaba el anillo y lo colocaba en su anular. La puerta que debía cruzar se abrió frente a ella, una luz cegadora la obligó a cerrar los ojos mientras atravesaba y para cuando se normalizó, al abrirlos se dio cuenta de que se encontraba en un semidesierto.

 

Ese tipo de lugares era su peor enemigo debido al sol y poca vegetación, lo cual era curioso teniendo en cuenta el animal en el que se convertía. Sí, había estado en la piel del serval varias veces ya, pero nunca en ese tipo de hábitat. Avanzó con paso lento hasta llegar a un tramo marcado por rocas de varios tamaños, allí se sentó, pues el sol ya estaba empezando a hacerle efecto. Los rayos de esa gran estrella causaban más daño en su piel que en cualquier otra persona, ese accidente en el laboratorio le había dejado secuelas que controlaba con los ungüentos que ella misma creaba, pero ahora no los tenía a la mano. Pensó en la única solución posible, transformarse, pero algo la alertó.

 

Esta vez no se trataba de cazadores, por suerte, sino de un grupo de servales aparentemente cachorros que lloraban. Sí, lloraban. ¿Cómo lo sabía? No tenía ni la menor idea. Por supuesto que intentó acercárseles y huyeron. ¿Qué estaba pensando? Retomó lo de hacia unos minutos e intentó transformarse, tanto por salvar su vida como para averiguar qué pasaba. Al hacerlo siguió el rastro de olor dejado por los cinco cachorros que no habían avanzado tanto. Una vez más, se alejaron. No lo entendía, ya tenía la apariencia, cualquiera la habría confundido con uno de ellos, pero claro, ellos sabían que no pertenecía allí. Insistió, quería ganarse su confianza y ayudarlos en lo que pudiera, así que de lejos los siguió.

 

Oscureció demasiado pronto y eso era peligroso. Varios depredadores cazaban también de noche, moviéndose sigilosamente para no ser vistos y así poder atacar. Tauro se dio cuenta de que como serval no sabía cazar. Intentó ir detrás de un par de liebres sin éxito alguno y se dio cuenta de que la observaban. Estaba dando un espectáculo y no del bueno. Lo volvió a intentar dos veces más hasta que por fin tuvo éxito y para probarlo unas tres liebres colgaban en su boca. Las dejó sobre una piedra, esperando a que los cachorros de acercaran y sonrió al verlos alejarse con la comida que había cazado para ellos.

 

Allí las horas transcurrían de manera muy diferente al mundo que ella conocía, por lo que se extrañó al darse cuenta de que ya amanecía. Se fijó para ver si los cachorros seguían allí, pero ya no estaban. Algo en su interior le dijo que estaban en grave peligro, así que corrió con sus largas partes en dirección al oeste tan rápido como pudo hasta que los encontró siendo acorralados por un chacal. De haber sido más grandes juntos habrían podido lidiar con el animal, pero estaban tan indefensos que no tardarían en convertirse en comida.

 

Tauro rugió en señal de advertencia y para atraer la atención del chacal. Ambos se enseñaron los dientes poco antes de empezar a luchar. Hubo mordidas, rasguños, intentos de huir que eran más bien trampas. Estaba experimentando una nueva sensación de combate cuerpo a cuerpo en la que se estaba jugando todo. Con cada herida se hacía más fuerte y no tardó en superar al chacal, que se alejó corriendo. Los cachorros se acercaron para lamer sus heridas, agradecidos. Tauro yacía en el suelo notablemente cansada y sin poder abrir bien los ojos, para cuando lo hizo encontró a 5 servales adultos en su lugar.

 

«Para ser uno de nosotros, es importante que aprendas a vivir como uno de nosotros. Tienes que saber cazar y pelear por tus propios medios. En esta forma solo dependes de ti, no hay magia que te ayude a sobrevivir»
Aquello era una lección que no olvidaría. Durante todo el proceso de aprendizaje había dejado de lado la verdadera naturaleza del serval, creyendo que solo bastaba con transformarse, pero para poder ser una con el animal, debía de demostrarle respeto y qué mejor manera de hacerlo que experimentando de cerca su estilo de vida. Tauro ahora era una persona más consciente de las implicaciones de la animagia y con eso en mente, estaba lista para volver junto a Suluk.

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Está bien, entonces. Le deseo mucha suerte.

 

Suluk observó la silueta de Tauro desaparecer a través de la puerta con el símbolo de la animagia. La aprendiz se había colocado el anillo y ahora la arcana estaba conectada a ella; al cerrar los ojos, podía ver lo que ella veía dentro del portal, escuchar lo que ella escuchaba. Aunque solía ser una experiencia buena, pues le ayudaba a conocer a sus muchos estudiantes, era una tortura cuando alguno fallaba. Sin embargo, confiaba en que eso no sucedería: sabía que Tauro esaba segura de sí misma y ella confiaba en la joven. En lugar de tomar asiento, la arcana se echó a andar por la estancia con su vara de cristal en la mano, cerrando los ojos de vez en cuando para ver el progreso de la bruja.

 

Tauro fue a parar a la sabana africana, un semidesierto. A la arcana verdaderamente le intrigó la naturaleza de aquella prueba, impuesta por el portal; lo cierto es que no tenía en claro qué era lo que debía lograr la joven, pero parecía que la aprendiz sí lo sabía. Todo un día pasó en aquel lugar, aunque en Mahoutokoro sólo hubieran pasado un par de horas; en todo ese tiempo la bruja pudo convivir con los suyos, ganarse su confianza, experimentar lo que ellos vivían y seguirían viviendo. Desde la estancia de la pirámide Suluk sonrió, conmovida y orgullosa.

 

Cuando la bruja volvió a aparecer a través de la puerta, no fue por su decisión, sino porque el portal la consideró digna. Y como si el hecho de que hubiera regresando viva no fuera suficiente, había otra señal que lo dejaba en evidencia.

 

Observe su anillo —dijo la arcana, acercándose para darle un abrazo a la muchacha que ya no era una aprendiz. Estaba orgullosa de tener otro caso exitoso—. ¡Lo ha logrado! ¡Enhorabuena! Debe estar cansada, pero ha valido la pena, ¿no lo cree?

 

»Por favor, querida, siéntase libre de regresar a mi morada si necesita consejo: mis puertas siempre estarán abiertas. Incluso si ese día no llega, le deseo un buen porvenir.

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El abrazo cálido de Suluk fue todo lo que necesitó para sentir que todo estaba bien y Lejos de rechazarlo correspondió de la misma manera. Aquella Arcana era única, no era como los demás. Le hizo caso y se sentó, sintiendo como las extremidades de su cuerpo le agradecían el que les diera un descanso. Esa noche iba a dormir ni bien tocara la cama.

 

- Gracias por todo, Arcana. No dude en qué buscaré su guía en un futuro no muy lejano -sonrió. Bajo la vista al anillo que a partir de ese momento la vinculaba con la habilidad y lo admiró por unos segundos antes de volver la vista a la anciana.

 

-Por favor dele mis saludos a los malamutes, ellos también me ayudaron.

 

Pronto Tauro abandonaría la pirámide para regresar a su habitación en el Ático Munter. Estaba ansiosa por contar al resto de la familia que era una Animaga.

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