*inserte baner de idiomas acá que no tengo pero veo si hago más adelante*
El teléfono comenzó a sonar. La mujer con la diligencia que la caracterizaba, atendió. Sonrió ante la voz masculina del otro lado, que, como miel, pareció endulzarle toda la oreja. Porque, pues, piel de gallina, ojos dilatados, y busto acomodado. Le encantaba cuando ese tipo de personas llegaban a la fiesta. Igual, Rodolfa presentía que no era exactamente el tipo de persona de Gregory. Cuando lo vio pasar por la puerta se babeó mentalmente. Gregory, claramente, con su grupito de hombres con pantaloens apretados, tatuajes, perforaciones.
- Rodolfa, amiGAAAAAAAA, ¿cómo te va? ¿Cuándo dejarás ese escritorio sucio y aburrido? NosotrAs te adoptamos.
- Ay Gregory… sabes que no puedo.
- Sí, Charles no le gusta cuando sus empleadas dejan de hacer su trabajo. ¿Nos dejas pasar verdad?
- ¡Pero claro! 1000 Galeones cada uno…
Los muchachos, todos muy representativos del estereotipo de mago consumidor de sustancias… duras, sacaron sus billeteras. Todas de cuero. Le dejaron sus monedas de oro en el escritorio, que desaparecieron ni bien tocaron la superficie de madera. Rodolfa al ver el pago realizado, tocó la piedra de amatista que tenía al frente. Una puerta se formó delante del grupo y amontonados todos entraron finalmente. La mujer suspiró, ¿por qué le gustaban los muchachos que claramente no gustarían de ella? Otro tema para su terapeuta. Sacó la última edición del profeta y siguió con lo suyo, esperando los próximos invitados.
Toda esta introducción sirve para imaginarnos un poco a qué se iban a enfrentar el alumnado de Runas e idiomas.
Con la globalización, los nuevos medios de comunicación y la importancia de las relaciones internacionales delicadas en el mundo mágico, comenzó un proceso de sincretismo cultural agobiante. Cada vez había más fiestas privadas donde los excesos, música de alto volumen y un manejo de magia ilegal. Por eso, la entrada al sótano de un edificio común en Brooklyn era la fachada de una de estas reuniones. Bajabas las escaleras, seguías por un pasillo oscuro y llegabas a la oficinita de Rodolfa. Esta funcionaba como una antesala para el evento de Charles, uno de los subjefes de una mafia mágica en Nueva York.
Aparte de las drogas mágicas y besos franceses entre desconocidos, los idiomas eran una moneda corriente en lo que parecía de ser un galpón. Uno lleno de luces de neón, reflectores rojos, cuero, tapizados de terciopelo, bailarines de todos los cuerpos y tamaños. Era un antro mágico.
Pero lo que más llamaba la atención era una placa en el centro del lugar. Tenía cuatro runas talladas. Ansuz, Pentho, Eihwaz y Thurisaz. Pero había otros cuatro espacios más. Un tipo de unos dos metros de alto por tres de ancho cuidaba la misma. A su lado había un pedestal con una varita de cristal diseñada para tallar mágicamente la placa. Tras toda esta parafernalia existía un motivo un poco más oscuro de Charles. Igual, todos y todas lo sabían. La placa supuestamente tenía una profecía para la guerra que se había desatado al otro lado del mar. Alguna información de qué rumbo tomaría la cosa.
Y ahí estaban lingüistas y expertos en runas para ver cómo rayos se completaba el mensaje.
Ansuz - _____ - Eihwaz - Thurisaz _____ - Pentho - _____
Orión sabía, pero había comenzado a hibernar en su animagia de oso, ¿por qué? No hay porqué. Les dejó a los tres alumnes las invitaciones con las entradas pagadas.
El objetivo de la clase era simple. Sacar información, preguntar sobre las runas, descifrar el mensaje. Robar la tabla. Mezclarse entre les académiques vestides de cuero y tachas, con humo, luces rojas y estética under. Pedir un trago, para deshinibirse quizás. Acercarse a algune, pedir una seca, preguntarles de las runas. No lo sé. Los tres eran adultos y suponía que este sería su primer rodeo.
Bailando, charlando, gozando. Seguro les iban a contestar.