Estudios Muggles - Meteorología I

[Anne Gaunt M.]

La china actuaba raro. Y las cejas le cambiaron de color. Y se movía y actuaba de una forma que le resultaba extrañamente familiar, pero no alcanzaba a relacionarlo con ninguna persona conocida. Frunció los labios y se rascó la frente mientras la veía invitar a Crazy a hacer una danza para provocar la lluvia. Imaginar al Malfoy realizando algo así le resultó tan divertido que tuvo que taparse la boca para evitar reirse. No quería que la redujeran a cenizas con una simple sacudida de varita, menos teniendo en cuenta que ella estaba desarmada.

 

Pero entonces la china le sacó la lengua. Se quedó petrificada, con la risa congelaba en los labios. ¿Cómo osaba hacerle aquel gesto? ¿Cómo podía atreverse? Estaba a punto de pegarle un puñetazo (no tenía otro medio en aquel momento) cuando se percató de un detalle: nadie jamás le había hecho un gesto así excepto... no, pero ella no podía ser.

 

Siguió escuchando explicaciones sobre meteorología hasta que perdió el hilo y simplemente dejó que su mirada paseara por los alrededores. Le era indiferente lo que hicieran con el clima del zoológico.

 

Y entonces la llamó por su nombre. Aquello era demasiado. ¡Y defendía a los muggles! Y Mackenzie y su padre acababan de llamarla Sagitas.

 

— Espera, espera, ¿cómo que Sagitas? —les miró y luego giró la cabeza hacia la asiática. Y de ahí bajó la mirada hacia su ropa de abeja, y luego subió hacia las cejas, que había alcanzado a ver de color malva. Se acercó a ella y le pellizcó el brazo—. Sagitas, ¿en serio eres tú? Demonios, ¿por qué estás disfrazada de china? Jamás te entenderé por mucho que me esfuerce, amiga, eres una caja de sorpresas.

 

Tras lo del brazo, le hincó el dedo en la mejilla derecha para ponerla nerviosa. Estaba segura de que terminaría confesando... o delatándose. Además, ¿cómo si no iba a saber su nombre?

 

— Tú sí que eres lista, ¡payasa! —le palmeó el brazo con energía esbozando una amplia sonrisa perversa. ¡Qué forma de provocarla! Ya no tenía dudas de quién había escondida tras aquella falsa apariencia—. Para domar un oso yo... usaría el amuleto de amistad con las bestias, para eso no necesito la varita. No sé cómo lo hacen los muggles, pero seguro que no es efectivo al 100% porque usan violencia y eso genera tensión y miedo en los animales. ¿Cómo si no iban a hacerlo? No valen más que para servirnos. Lo siento, ya sabes que no vas a cambiar mi perspectiva sobre eso, mi achinada amiga.

[Mackenzie Malfoy]

Mackenzie tuvo la impresión de que había metido la pata hasta el fondo. Ella no había dudado ni por un momento de que la chica fuera Sagitas. ¿Debería haber dudado? Aún se estaba realizando esta pregunta cuando algo rugió como una fiera terrible en el Zoo.

 

No pudo por menos que llevarse las manos a la cabeza al comprobar lo que su padre acababa de hacer. Darles una bonita lección a los muggles, desde luego. Pero la corriente que había despertado y que ni siquiera se había molestado en aplacar, no sólo había molestado a los muggles. Leones, tigres, elefantes, jirafas y hasta los inocentes pingüinos rugían, gruñían y se abalanzaban despavoridos contra los barrotes que los encerraban.

 

El caos se había desatado en el Zoo y la bruja se llevó una mano a la boca al comprobar que varias fieras habían escapado de sus jaulas, quizás el viento no sólo se había llevado las ropas de los muggles, sino también los barrotes de hierro que evitaban que las fieras se abalanzaran sobre los humanos, así fueran muggles o magos.

 

- Meteolojink Recanto. – Lo primero era aplacar aquella ventisca que amenazaba con llevárselo todo a su paso. Crazy quizás estuviera complacido, pero a Mackenzie no le hacía ninguna gracia despeinarse.

 

Miró a su alrededor cuando el viento amainó y la gente comenzó a recuperar el equilibrio. Algunos habían salido volando, sometidos a la fuerza de los inclementes tornados y la Malfoy tuvo que parar varias caídas que, en otro caso, hubieran sido mortales. Otros se habían agarrado al terreno como lapas y sólo ahora comenzaban a soltarse y a levantarse.

 

Por un breve instante, Mackenzie llegó a pensar que el estropicio causado por el hechizo de su padre estaba ya solucionado. Por un momento. Justo un brevísimo instante en el que llegó a creer que todo el peligro había pasado, una vez aplacado el viento y asegurado a la gente en el suelo. Justo el instante anterior a ver el horror dibujado en el rostro de la gente. Justo el segundo precedente a aquel en el que giró la cabeza y vio con horror lo mismo que estaba mirando la gente.

 

Dos tigres se le abalanzaron encima. Los dos con las fauces abiertas, dispuestas a hincar sus terribles colmillos en la garganta de Mackenzie.

[Sagitas E. Potter Blue]

-- ¡Ayyyyy! ¡Glups! -- Anne me había hecho daño con su pellizco. ¡La muy bruta! Seguro que tendría un azulón de por vida. Me sentí pillada pero he de reconocer que ya antes, Mack y Crazy ya se habían dado cuenta que yo era yo y no otra. Bueno, que yo soy yo es fácil de saber pero vamos, que esperaba que no me hubieran pillado. Si lo mío era el maquillaje de payasa, no las transformaciones metamorfas. -- ¿Por qué me apretaste tanto, so brutaaaa? ¡Sí, soy Sagitas. Me habéis reconocido. ¿Tan mal lo hice?

 

Estaba dolida y no solamente porque me había hecho daño ella sino porque había sido pillada y me sentía como esa niña que se ha comido un caramelo sin permiso. Cambié por completo mi aspecto y volví a la normalidad, si se puede decir eso a llevar un pelo violeta en medio de muggles que no suelen tener una cabellera tan linda como la mía.

 

-- Era una danza bien bonita.... Aunque, la verdad, me gusta más hacerlo suave, como uno de los ritos que hacemos las sacerdotisas en... ¿Cómo qué...? Sólo le invitaba a la maravillosa experiencia de disfrutar del contoneo y sentir la sensación de... la lluvia... los cánticos... el baile de... ¡Hum! -- acabé cruzándome de brazos. ¡Ellos se lo perdían si no querían que les bailara! -- Para que lo sepáis, funciona.

 

Al menos, me duró el enfado hasta que Mackenzie imitó mis movimientos, de mano, no las de hulahoop de las caderas, y consiguió que una corriente de aire se moviera a su antojo. Descrucé los brazos y aplaudí con la puntita de los dedos para no hacer mucho ruido y llamar la atención.

 

-- No, en realidad lo que hay son variaciones de movimientos, cuando más cerrados más fuerte será el resultado, más impredecible lo que suceda. Hay que tener en cuenta que puedes provocar variaciones pero no son del todo controlables. Por ejemplo, puedes crear un viento circular que se vaya acelerando con el movimiento de la varita pero si se convierte en huracán, puede que se escape de tu control y arrase con todo, incluida contigo misma. Es por eso que hay que empezar con movimientos suaves y fuera de todo sentimiento interno que pueda intervenir en la acción y provocar un desastre.

 

Espera... ¿Crazy se había acercado a...? ¡¡Ohhhh!!

 

-- ¡Excelenteeeee! -- No, espera, que no puede... -- ¡Oh, no, mala idea! ¿Cómo se le ocurre, delante de todo el mundo muggle? ¡Duro!

 

No sé si llegaron a ver cómo endurecí mis zapatos en un intento que mis pies pesaran lo suficiente como para no salir volando.

 

-- ¡No, no ha quedado un día magnífico! ¡¡Lo sería si no estuviéramos en medio de un zoo con un montón de animales peligrosos!! ¡Sí, peligrosos! Tal vez pueda dominar a un dragón o un basilisco pero intente parar a un león enfadado porque el viento le menea la melena.

 

Los gritos de los presentes crecían de forma proporcional al movimiento del aire, in crescendo. A punto estuve de hacer lo mismo, si no me diera vergüenza gritar así delante de mis amigos.

 

-- ¡Ay, Anne! Si te has traído el amuleto ese de la Amistad con las Bestias, te aconsejo que lo saques -- grité, en medio de la tempestad de viento que había creado Crazy. -- Yo no traje la quincalla, la dejé en la cesta del kneazle, para que no me extrañara. -- ¡Debemos buscar refugio!

 

Les grité para que me oyeran bien en el mismo momento en que alguien, supongo que Mack por el movimiento de reojo que vi que hacía con la varita, consiguiera apaciguar todo, así que me grito se oyó en todo el Zoo. Sonreí, algo avergonzada aunque tengo que reconocer que lo siguiente que oí fue mucho más fuerte que mi chillido.

 

Rugidos.

 

Y yo con los pies endurecidos sin poder moverme.

 

-- ¡Ay, gatitos, gatitos...! ¡Anne! ¿Trajiste el amuleto o fue un mero discurso teórico? Bien, tranquilos, no os mováis... -- Yo no podía. -- ¡Tranquilos! -- Imposible que yo estuviera tranquila. -- Veamos... ¿Alguien a quien no le tiemble la varita... -- A mí me temblaba demasiado -- ... puede hacer un Oppugno o lanzarle una patada muggle a los bichitos?

 

¿Bichos? ¡Dos enormes tigres amenazaban a Mackenzie!

 

-- También sirve hacer el movimiento suavemente de la muñeca, en un giro cerrado y más anguloso para que granice y les caiga encima de la cocorota. A los felinos no les gusta la lluvia y menos que le bombardeen con piedras de hielo.

 

¿A Mack no le alcanzaría también el granizado?

 

-- Bueno, ni a los humanos tampoco... Juro que removeré cielo y tierra para que os aprueben de vuestras clases si me sacáis de ésta. Nos sacáis, quería decir...