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Libro del Equilibrio ~ Octubre


Asenath
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Contuvo la respiración unos instantes, el tiempo suficiente para que activarse el anillo anti veneno que le serviría como defensa en contra de aquel ambiente que bien podría considerarse hostil. Y era hostil por la invasión de Pétalos de Pensamiento que se habían concentrado en ese pequeño bosque, en los terrenos apartados de Uagadou. De trataba de una muy buen cuidada reserva de flores venenosas que los mismos uzza cultivaban. Eran plantas que crecían en puntos un tanto ocultos a simple vista, la experiencia de Asenath con ellas le hacía reconocer, incluso, sus raíces. Sin embargo, para alguien que ignoraba los efectos que provocaba, sería peligroso.

 

Asenath se había preparado para recibir a su único aprendiz en aquella ocasión. Le había enviado, días antes, una carta en donde lo citaba. El lugar exacto de la reunión estaba detallado en el pergamino, dónde le pedía también que cargara con todos los elementos del Libro del Equilibrio y los anteriores a éste.

 

Es peligroso caer en medio del lugar donde lo estaré esperando, sin una preparación previa. El traslador lo llevará a varios metros lejos de mi ubicación, desde allí deberá caminar. La varita no será necesaria, de momento. No la use. Lo sabré cuando lo haga.

 

 

Esas habían sido las últimas líneas que le dedicó en la carta y la única indicación que le dio, además de informarle el día y la hora en que empezarían la clase. No le dijo que, para poder llegar hasta donde la guerrera se encontraba, tendría que cruzar un lago, sin barcas, sin instrumentos de navegación, nada, para ayudarlo. Aunque, pensaba, si su alumno era la mitad de inteligente de lo que seguramente se haría ver -al igual que todos los que llegaban a ella- haría buen uso de sus propias pertenencias y cruzaría con facilidad.

 

Cuando escuchó las pisadas sobre las hojas se as de los grandes árboles que la rodeaban, supo que, después de todo, no sé había equivocado con el muchacho. Asenath estaba de espaldas a él, llenaba frasquitos con pétalos.

 

- Buenos días, Edmund. -saludó, mientras guardaba los pequeños recipientes y se erguía para ponerse frente a él- ¿Lo dije bien? Yo soy Asenath, aprenderás conmigo todo sobre el Libro del Equilibrio. -añadió con una media sonrisa en la que se dibujaban ya las marcas de la edad que poseía y alguna cicatriz poco visible.

 

- Quiero que me digas ¿qué has leído, qué has entendido y qué te genera más conflictos?

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Había llegado del Magic Mall recientemente con un par de nuevas adquisiciones.

 

Sin embargo, Edmund dejó todo de lado y se limitó a ojear brevemente el Libro del Equilibrio, el cual era el próximo curso que tomaría. Bueno, si es que eso se podía llamar un curso como tal. Las clases como tal iban a ser en el continente africano, en la Escuela de Magia Uagadou, la cual estaba ubicada en lo alto de las Montañas de la Luna en Uganda. Ya estaba ansioso por ir, pues nunca había visitado aquel país y estaba seguro que la forma de enseñanza de magia era totalmente diferente. Además, todos los visitantes coincidían en su espectacularidad: un edificio en lo alto de una cordillera y envuelto en tanta niebla que, a veces, parecía flotar en el aire.

 

Browsler estaba sorprendido de la cantidad de amuletos y anillos que ya estaba coleccionando. Eran muchos. Si así iba a continuar, no le iban a caber los anillos en los dedos y el cuello le iba a dar al piso de tantos amuletos que le colgaban del mismo. Algunas veces los dejaba en su monedero de piel de moke, pero la mayoría le parecían tan necesarios que casi siempre los tenía encima.

 

Al cabo de un mes después, recibió una carta.

 

"Es peligroso caer en medio del lugar donde lo estaré esperando, sin una preparación previa. El traslador lo llevará a varios metros lejos de mi ubicación, desde allí deberá caminar. La varita no será necesaria, de momento. No la use. Lo sabré cuando lo haga."

 

Y así, Edmund se lanzó al viaje en el traslador.

 

Al llegar, observó la Escuela de Magia en lo alto de las montañas, así que comenzó a caminar mientras releía las palabras en la carta. "Es peligroso caer en medio del lugar donde lo estaré esperando, sin una preparación previa." Sin preparación previa, pero sin usar hechizos con su varita. Browsler pensó que era poco probable que el Guerrero Uzza supiera si él había usado algún hechizo con su varita sin examinarla antes, pero prefirió no tentar a la suerte. Después de todo, aquel mago era mucho más poderoso que él y estaba allí para aprender. Lo mejor era no cometer lo errores que había cometido de joven, al intentarse hacerse el listo con sus profesores.

 

Y entonces lo entendió.

 

En primer lugar, activó el anillo de la escucha, pero no había nadie en kilómetros. Luego activó el anillo detector de enemigos, pero no había ninguna amenaza cerca de él. Finalmente, activó el anillo antiveneno. Los tres anillos brillaron de forma tenue al ser activados. Si bien era incómodo tenerlos, además de los amuletos que le colgaban de su cuello debajo de su túnica gris, era mejor ser precavido.

 

Frente a él se encontraba un enorme lago que lucía ser profundo. Browsler observó que no había ningún tipo de barca y no parecía haber ningún vestigio de magia oculta. Bordear el lago le iba a llegar muchísimo tiempo pues no alcanzaba a ver el final en ninguno de los dos extremos. Edmund envainó su varita y estuvo a punto de conjurar un hechizo cuando recordó que no podía utilizar magia, o por lo menos no de ese tipo. El mago sacó de su monedero de piel de moke un frasco de cristal que tenía arena de color plata, las semillas de hielo, las cuales lanzó al agua para poder congelar toda la superficie del lago y hacerla sólida. Todavía le quedaron semillas, así que las guardó de nuevo y se dispuso a atravesar el lago recientemente congelado.

 

Caminó por un tiempo más, aunque no supo cuando, hasta que la zona se iba convirtiendo más hostil y los espacios para caminar más angostos debido a la vegetación. Y allí estaba, el guerrero uzza. Aunque no, era una guerrera. Lo supo cuando esta se irguió y se dio la vuelta.

 

- Es un gusto, Asenath -respondió mientras inclinaba la cabeza un poco, con un saludo un tanto solemne-. He leído todo el libro y he intentado aprenderme los hechizos y la magia del mismo. Con respecto a la magia, pude activar el anillo antiveneno en mi camino hasta acá y utilizar las semillas de hielo para poder cruzar el lago y llegar a tiempo. El amuleto de la resurrección me parece interesante, aunque espero no tener que morir para poder utilizarlo. Lo que más me cuestiono es con respecto a los pétalos de los pensamiento, pues no soy tan bueno en pociones, así que digamos que se me dificulta eso de crear los perfumes o pociones, y hacerlos de la manera correcta para que tengan el efecto deseado.

 

- ¿Cómo puedo asegurarme, por ejemplo, de que el perfume sea encantador o venenoso? Dice el libro que depende del concentrado, pero querría saber como es en la práctica. ¿Y si lo propago atráves de una vela, la otra persona morirá? ¿Y cómo puedo asegurarme de que el efecto será agudeza de ingenio y no pérdida de raciocinio o de lógica?

 

 

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- Todo dependerá de la cantidad de Pétalos de Pensamiento que decida utilizar para sus perfumes y/o pociones.

 

La guerrera se adelantó unos cuantos pasos para acercarse al chico, mientras le daba una ligera sacudida a uno de los frascos que acababa de llenar. Assenath tenía reservas de esas flores en la cabaña que había hecho su hogar, pero raras veces se antojaba de hacer pociones con ellas. Casi siempre las hervía y propagaba el perfume con el calor para disfrutar unos minutos de relajación. Los efectos alucinógenos eran poderosos, eso sí, pero ella los encontraba placenteros de vez en cuando.

 

- Basta una pizca de pétalos para crear un perfume de aroma delicioso, que podría embobar a cualquiera que lo sienta. Ese mismo perfume, propagado con el calor de una vela sólo podría crear alucinaciones en quién lo respire. De igual forma pasaría con una poción para agudizar el ingenio. -se sentó sobre un tocón, a un par de metros de Edmund- Tal como dice el libro, señor Browsler, depende mucho del concentrado. Si su intención es provocar efectos catastróficos en la otra persona, imagino que la cantidad que utilice sería... Un gran... Grandes, puñados...

 

Se fijó en los anillos que brillaban en la mano de su alumno y esbozó una sonrisa al reconocer el anillo anti veneno. Se preguntaba si el chico sospecharía sobre el lugar donde lo había citado su maestra. Dispuso que sí, ningún mago sensato seguiría a nadie sin "una preparación previa". Se alegró de que hubiese sabido interpretar sus palabras.

 

- Ahora, dices que has leído los hechizos que contiene el Libro y que has intentado aprendértelos, vamos a ver cuánto éxito has tenido, ¿Vale? -desde su posición, la uzza materializó su propia varita y realizó una floritura en el aire- Dime, ¿qué diferencia crees que tenga Semillas de hielo de un Petrificus Totalus?

 

Mientras tanto, la floritura realizada, luego de un - Morphos -susurrado, convirtió una gran piedra, detrás de Edmund, en una chita adulta -pues la piedra tenía el tamaño y la masa suficiente para hacer un animal de ese tamaño- que se abalanzó hacia el alumno. Éste debería defenderse, claro, sólo con lo que conocía del Libro del Equilibrio. La práctica hace al maestro, se dijo.

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Asenath resultaba ser una persona pragmática.

 

Mientras se encaminaba hacia él, Browsler no dejó de notar como agitaba uno de los frascos que sostenía en sus manos. Adentro habían ciertos pétalos de flores. Browsler observó con cautela y discreción a su alrededor, notando que estaba cubierto de plantas que desconocía. Definitivamente no las había visto en clases de Herbología en Hogwarts así que suponía que eran de mero origen africano. Y luego lo pensó más a fondo. ¿Serían, aquellos, los pétalos del pensamiento? ¿Sería por eso que la guerrera le había indicado en su carta era peligroso caer en el lugar en que el le estaba esperando sin tener alguna preparación previa.

 

Si sus predicciones eran correctas, entonces activar el anillo antiveneno había sido la mejor opciónque había tomado en su vida.

 

Acto seguido intentó repetir las palabras de la Uzza en su memoria para no olvidarlas luego. Eso era lo que hacía al estudiar pociones. Una pizca de pétalos eran necesarios nada más para crear un aroma delicioso. El perfume, pero utilizando el calor de una vela para ser propagado, podría provocar alucinaciones. Y entonces Asenath le mencionó lo que realmente le interesaba, para crear efectos catastróficos, necesitaba utilizar unos grandes puñados de pétalos del pensamiento. Para sus planes utilizaría un gran concentrado.

 

La siguiente pregunta de Asenath le sacó de lugar, porque jamás se imaginó aquello como una clase regular.

 

- La maldición de parálisis de cuerpo entero, Petrificus Totalus, es una maldición que deja a la víctima totalmente inmóvil. Esta maldición se utiliza principalmente para controlar y limitar la libertad de movimientos del oponente -comenzó Edmund, pudiendo decir mucho más al respecto-. Las semillas de hielo también paralizan al objetivo pero recubriéndolo de hielo. Las diferencia principal sería que el efecto de las semillas de hielo dura más que el efecto del petrificus totalus. También este último puede ser utilizado tanto para personas como para animales, mientras que las semillas de hielo sólo se pueden utilizar en criaturas, ¿correcto? ¿No tendría efecto en seres humanos como tal?

 

Pero no obtuvo respuesta a su pregunta, sino un susurro de algún hechizo. Y supo que de un hechizo se trataba porque había visto a la guerrera hacer una floritura con su varita.

 

Edmund volteó justo a tiempo para observar como una chita corría en su dirección.

 

- ¡Semillas de hielo! -pensó justo a tiempo. El viento helado que salió de su varita en forma de rayo detuvo a la criatura a un par de pies de distancia, recubriéndola de hielo.

 

Browsler sabía que el hielo se iba a derretir pronto por lo que iba a tener que recurrir a algo más para poder detener a la chita definitivamente.

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Sonrió. Le resultaba fascinante la rapidez en la reacción que tenían algunos magos de Londres. Consideraba que no todos lo hacían con esa facilidad, claro, pero al menos se daba por satisfecha con un alumno como él. El animal quedó congelado a causa de la defensa de Edmund, en una posición bastante ofensiva. Si el muchacho no hubiese actuado a tiempo, la Chita hubiese hecho de la suya.

 

Asenath aprovechó el momento en el que su aprendiz parecía debatirse con algo de forma interna y tomó un pequeño frasco que colgaba de su cuello; entre todos los elementos que poseía de los Libros de Hechizos, ese le había resultado el más útil en muchas situaciones; retiró la tapa y sintió la suavidad de la arena cuando vació un poco en su mano. Lanzó Arena del Hechicero, huesos cristalizados de un mago muerto mediante fuego mágico, que sirvió para dejar al chico Browsler ciego.

 

- Se aprende más con la práctica, ¿no lo cree, Edmund? Personalmente prefiero este método a toda las teorías porque, claro, uno cuando lee absorbe lo que debe absorber... Pero sentirlo en la propia piel es... Fascinante. -le dedicó una sonrisa que él no pudo apreciar.

 

Se contuvo de atacarlo nuevamente, al fin y al cabo, no era el momento adecuado para un duelo, eso lo tendrían más adelante para probar sus habilidades. Bueno, en realidad tendría que probar qué tanto había aprendido, pero la guerrera jamás desaprovechaba la oportunidad para batirse a duelo con alguien y mostrar su respeto o, por el contrario, su desagrado si su rival no era lo suficientemente apto. Además, sabía que lo había agarrado desprevenido.

 

- El próximo ataque vendrá de un solo lado, señor Browsler, le recomiendo que piense bien a quién debe atacar. Si a mí o a la Chita que acaba de congelar.

 

No imaginaba lo que pasaría por la cabeza de Edmund, pero esperaba que su defensa -o ataque- lo hiciera con lo que sabía, como siempre, del Libro al que trataba de unirse.

 

- Ahora, mientras lo decide; aunque debo decir que no tiene mucho tiempo; me gustaría que me responda lo siguiente: -se acercó un par de pasos mas- Imagine que está en una situación de batalla. Su rival le ha lanzado un Cinaede como primer ataque, es nivel 50, y Flechas de fuego, como segundo. Si usted tiene las intercalaciones, ¿cómo haría para reducir los daños? -inquirió- Venga, que está fácil.

 

 

@@Edmund Browsler

Editado por Asenath
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Y entonces, todo se tornó oscuro.

 

Una de las cosas que menos le gustaban de tener duelos o batallas era que muchos hechizos que podían utilizarse afectaban a sus sentidos como tal. Esa era una de las limitantes que más le pesaban al batirse en duelo, pero que había sabido ir dominando con el paso del tiempo. Después de todo, mientras se perdía un sentido, los otros solían agudizarse. En aquel momento podía oler con más intensidad los pétalos del pensamiento, sin verse afectado como tal dado que el anillo antiveneno aún se mantenía activado. Y también escuchaba muchísimo más, especialmente el sonido del viento.

 

Nada más se movía, tampoco la guerrera lo había hecho. De lo contrario, el mago se hubiese enterado.

 

Escuchó atentamente a las palabras de Asenath mientras envainaba su varita.

 

- Sí, se aprende mucho más con la práctica -comentó, pues honestamente estaba de acuerdo-. La teoría ciertamente es necesaria pero la práctica es imprescindible.

 

Acto seguido escuchó la amenaza de la Uzza al mencionarle que un nuevo ataque se avecinaba. Bien podía ser atacado por la chita, cuya cobertura de hielo estaba a punto de derretirse por completo, o por la mismísima guerrera. Browsler lo pensó dos veces por un par de segundos que le parecieron una eternidad. Ciego, jamás iba a poder adivinar el ataque de Asenath, y menos con el poder mágico que ella poseía. Pero sí podía evitar el ataque de la chita, cuya posición conocía perfectamente pues no estaba muy lejos de él y la había dejado totalmente congelada allí.

 

- Cinaede -dijo, a sabiendas de lo que estaba a punto de sucederle a la criatura.

 

El veneno gaseoso extraído a partir de los Pétalos de Pensamiento comenzó a surtir efecto. Alrededor de la chita surgió un gas invisible que penetró en el acto en sus vías respiratorias, cortándolas, para pasar posteriormente a la sangre, provocando la paralización del sistema nervioso y circulatorio y, muy pronto, la muerte. Browsler odiaba tener que lastimar animales, especialmente criaturas mágicas, que era algo que sucedía comúnmente en los duelos o batallas, pues eran muy usadas. Él limitaba su uso lo más que podía. "Ella no es real, tan sólo es una piedra" se dijo, pero aún así, muy en su interior sentía un pesar muy grande.

 

Gracias a Merlín aún no podía ver, pues no quería ver a la chita en aquel estado.

 

- Utilizaría las Arenas del Hechicero para evitar que las Semillas de Fuego me puedan afectar -dijo sin vacilar-. Aunque claro, el hechizo que utilice dependería de las condiciones del momento. También podría utilizar un Vitae o un Fortificum, por ejemplo. Así aprovecharía la defensa como un futuro ataque en caso del Vitae y también podría mantenerme defendido con el Fortificum por más tiempo. Luego me tocaría curarme con un Anapneo y podría utilizar el hechizo Curación para estar más sanado, el cual no consume acción. Así luego sólo tendría que hacerme un Episkey más adelante. Como digo, todo dependería de las condiciones del duelo como tal.

 

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