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Libro del Caos - Octubre


Runihura
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¿Cómo es que había aceptado impartir esa clase? La respuesta era sencilla, Bakari no solo era miembro de la misma tribu que ella, también era un guerrero con más años y más batallas en su haber, tantas que se había ganado el respeto y admiración de muchos. Runihura no era la excepción, además, eso significaba un entrenamiento extra.


Terminó de trenzarse la larga cabellera mientras pensaba un lugar tranquilo en el que pudiera enseñar a sus dos alumnas el uso de los poderes del caos. Si bien su fuerte era el manejo de las auras, era una guerrera en todo el sentido de la palabra y por tal motivo conocía bien el uso de cada hechizo y poderes que el pueblo Uzza llevaba manejando hace mucho tiempo.


Quizá el atuendo que llevaba puesta no era el adecuado para el clima frio que reinaba en el lugar que entrenarían, pero Rinuhira se sentía cómoda y podría amoldar su aura para mantenerse abrigada. Se anudó la falta de tiras de cuero que iba al juego con el peto que dejaba al descubierto su abdomen, escribió una misiva a sus dos alumnas donde explicaba que sería ella quien les daría la clase y las coordenadas exactas del lugar al que debían llegar.


El portal se cerró una vez que la guerrera lo atravesó, el viento gélido de ártico le dio la bienvenida. Sus pies descalzos, como de costumbre, se hundieron levemente sobre la blanca nieve. Estaba parada en medio de una extensa área de hielo, estaba segura que no todo tendría la misma profundidad, lo que le resultaba ideal para sus planes. A su alrededor por el momento, solo se podía observar nieve y más nieve.


—Perfecto— susurró la guerrera.


A continuación, se sentó cómodamente en la nieve a esperar a las dos hechiceras que ese día recibirían clase con ella. Tomó un poco de nieve en sus manos y con una sonrisa en el rostro, cual niña pequeña, empezó a moldearla.

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El pergamino aparece de imprevisto sobre su mesa de trabajo. Normalmente la hubiera apartado para leerla más tarde, cuando terminara de ajustar el delicado engranaje del giratiempos, pero al reconocer el sello de Uagadou soltó las herramientas y la tomó rápidamente. Aunque ella no suele hablar de mala forma, no puede evitar maldecir por lo bajo; que a esa hora del día le notificaran que debe presentarse inmediatamente en el Ártico, para intentar nuevamente dominar la magia del caos, le parece un poco demasiado apresurado. ¿Por qué no le avisaron el día anterior, para tener la oportunidad de repasar el libro en la cama? ¿O para, por lo menos, tomar un buen desayuno? Pero de nada sirve quejarse, ni siquiera mentalmente. Tiene que partir cuanto antes. Si bien lo más probable es que Mel haya recibido la misma carta, escribe rápidamente un vociferador repitiendo el mensaje de la guerrera Runihura para asegurarse de que reciba el mensaje.

 

Ellie cubre su mesa de trabajo con una manta blanca, para entonces proceder a equipar lo necesario. En su monedero de piel de moke, hechizado con un encantamiento de extensión indetectable, guarda su ejemplar del Libro del Caos y un par de pociones; se contiene de llevar más artefactos mágicos, pues en su experiencia ha aprendido que a la mayoría de los uzzas y arcanos no les agrada que sus estudiantes dependan de otro tipo de magia a la que están aprendiendo. Encima de la túnica gris se coloca un abrigo negro, una mullida bufanda de lana a la que le da varias vueltas, hasta que su boca y su nariz quedan protegidas y, finalmente, se calza un par de botas para la nieve.

 

Como es habitual en ella, abre un portal en medio de su tienda; últimamente prefiere este método a la aparición, pues tiene la sensación de que su cuerpo lo tolera más. Al pasar a través de él, queda atrás la calidez de su lugar de trabajo y la golpea el frío terrible del Ártico. No puede evitar recordar su visita a Suluk Akku, donde alcanzó a dominar la animagia, pero allí no hay una dulce ancianita esperándola ni un iglú donde pueda calentarse. Está en medio de un páramo helado y no hay nadie cerca de ella. Sus manos temblorosas buscan en los bolsillos de su abrigo, hasta que dan con un objeto que en el último momento decidió tomar: la brújula mágica, uno de sus inventos. Sólo la ha usado en situaciones mucho menos estresantes que aquella, pero le tiene confianza. Toma el trozo de pergamino con las coordenadas del lugar a donde debe llegar y lo coloca sobre el cristal del artefacto; lo envuelve con ambas manos, y cuando lo vuelve a revelar el pergamino ha desaparecido y las agujas de la brújula giran sin parar por unos momentos. Cuando se detienen, Ellie comienza a caminar, siguiendo la dirección que apuntan.

 

Quizás sólo camina por algunos minutos, pero aquellas condiciones poco amigables le hacen sentir que tiene horas en aquella travesía. A la distancia observa una pequeña figura oscura en la llanura blanca y, dado que la brújula brilla mientras apunta hacia ella, supone que se trata de su instructora. Se da fuerzas mentalmente para no darse por vencida; sin embargo, le preocupa que ni siquiera ha comenzado oficialmente y ya está cansada y adolorida.

 

Hiya —saluda Ellie, cuando está a un par de metros de aquella persona.

 

En la misiva aquella persona, la guerrera Ruhihura, explicaba que reemplazaría a Bakari. Honestamente, la noticia le alegró ya que no estaba segura de que aquel guerrero le agradara y viceversa. Sabe que no debe juzgar a un libro por su portada, especialmente a los del pueblo uzza, pero su apariencia es más amigable: no luce como otros guerreros, llenos de arrugas y cicatrices, sino como una joven fresca —casi una niña, de hechoy quizás más amable. ¿Estaría en lo correcto? Seguramente no, pero es reconfortante tener esperanzas. «Con que no exija una explicación dramática acerca de por qué estoy aquí, me conformo». Ellie se las arregla para mantener una expresión neutral y cordial.

 

—Soy Eileen Moody. Estoy aquí porque quiero vincularme con la magia del caos, para poder dominar los hechizos del libro... y en verdad espero lograrlo esta vez —añade por lo bajo.

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Está corriendo por una pradera interminable, persiguiendo a un tebo bien macizo; sus saltos son tan largos que casi vuela y la sombra de su silueta hace la criatura gire el cuello (no recordaba que los tebos pudieran hacer eso) y la observe con temor, lo cual la hace más apetitosa. Casi puede sentir cómo sus fauces se clavan en su piel y...

-¡Mel hoy es la clase! ¡No llegues tarde! ¡Mel! ¡Mel! ¡Melroseeeee!

Se tropieza y el tebo huye. Se despierta agitada, enojada y hambrienta ¿Por qué está malhumorada? Busca con la mirada y observa el vociferador de parte de su prima, hecho cenizas sobre la mesa de noche y sobre otro pergamino. Mel se estira y se frota los ojos para poder leerlo.

- Ay, no... ¿Eso era hoy?

Se levanta rápidamente de la cama. Lo que la impulsa es principalmente el hecho de haberle prometido a Ellie que harían juntas la clase, aunque también tiene deseos de ser capaz de dominar aquellos poderes. Ya ha tenido varios intentos y las cosas con Bakari no resultaron muy bien... Espera que con esta nueva instructora, la guerrera Runihura, las cosas resulten mejor. Rápidamente se pone una túnica azul y botas marrones, esperando que no aparezca Richard para armarle un outfit extravagante que sólo sería un estorbo. Recordando que debe ir al ártico toma una capa de viaje gruesa, aunque la bestia le hace más tolerante a los climas extremos.

Mel observa las coordenadas y se concentra en ellas. Con los números ante sus ojos, toma su varita mágica. Sin darse cuenta, sisea: ahí. Entonces traza un círculo frente a ella, dibujando un portal. Eso debería funcionar. Lo primero que hace es extender el brazo hacer que su mano cruce al otro lado; de inmediato, el frío acuchilla su piel. Debe ser una buena señal.

- Hola - saluda Mel, cuando termina de atravesar el portal y se encuentra frente a su prima, bien abrigada, y una niña. Por un momento supone que debe ser otra estudiante, pero acaba de escuchar a Ellie hablarle como si fuera la maestra ¿Es ella Runihura entonces? ¿Cómo es eso posible? Sonríe con nerviosismo -. Soy Mel... Ehm, Melrose Moody. También estoy aquí porque quiero... - estaba por decir "dominar el libro del caos", pero en la última ocasión en la que acudió a Bakari él dejó muy en claro que no le agradaba esa expresión. Y claro ¿Cómo iba a ser posible controlar el caos? Así que tuvo que pensar en algo más rápidamente - quiero aprender del libro y también de usted, quiero entender esta magia rara y complicada.

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Tal como estaba, sentada sobre la nieve, la joven guerrera podía sentir cada vibración gracias a su avanzado dominio de las auras, tenía una conexión especial con todo lo que la rodeaba y supo el momento exacto en que una de sus alumnas había llegado. Lo que no pudo precisar era el medio de transporte en el que lo había hecho <<interesante>>pensó Runihura con genuina curiosidad.

Al ser un lugar tan apartado lo lógico hubiera sido hacer uso de un portal, pero aquella joven que se acercaba hacía ella había usado algo que ella desconocía y que siendo sincera, se moría de ganas por probar. Cuando finalmente la bruja llegó a donde ella estaba, se la veía cansada y no podía culparla, caminar en la nieve no era cosa sencilla, era igual o más pesado que hacerlo sobre arena. Con manos hábiles terminó de hacer el último muñeco de nieve al mismo tiempo que prestaba atención a las palabras de la joven bruja.

—¿Y para que más podrías estar aquí? —Dijo con una sonrisa.

Conocía bien el carácter de Bakari, un guerrero al que las batallas y las pérdidas que había experimentado a lo largo de su vida lo habían vuelto una persona difícil de tratar, una persona dura y complicada de comprender. Ella lo respetaba mucho y respetaba su forma de enseñar. Pero ella era totalmente diferente, alegre, vivaracha y muy competitiva. Cuando no se encontraba en una batalla real en donde su vida corriera peligro, simplemente no podía controlar esa personalidad tan jovial que tenía.

Pronto se unió su otra alumna apareciendo junto a Eileen, ya que esta si había usado un portal. No pudo evitar notar que las dos jóvenes tenían un aire familiar y no se equivocaba. Tenían el mismo apellido <<Hermanas...no. Primas.>> Llegó a esa conclusión ya que las dos aparentaban casi la misma edad.

—Soy Runihura, como ya lo habrán deducido —mientras se presentaba se puso en pie. La última figura de nieve había desaparecido. No sabía si las jóvenes Moody lo habrían notado. —Por sus palabras deduzco que tuvieron el honor de conocer a Bakari y que...no les fue tan bien. —Dijo como quitándole importancia —Bueno el suele ser un poco complicado —Añadió y esperaba que no interpretaran mal sus palabras. Ella era una guerrera Uzza y también podía llegar a ser muy exigente con sus aprendices.

El viento parecía soplar con un poco más de fuerza, sin embargó a Runihura no le afectaba el frio. Su mente se concentró en las sensaciones que una batalla podía provocar, ese deseo de proteger a un ser querido o el solo hecho de no querer perder la vida en manos del enemigo. Esa sensación de adrenalina por pensar una estrategia que pudiera representar una ventaja, el caos que representaba el ir y venir de hechizos y conjuros, el caos quizá de los gritos de un ataque sorpresa en una tribu o quizá la mezcla de sentimientos ante una situación que escapaba de su control.

—Quiero que por favor piensen en un hecho que haya sido caótico para ustedes. No necesariamente debe ser el caos que hay en una batalla, hay otras circunstancias en donde todo nuestro ser se desestabiliza. Solo debe ser lo bastante fuerte como para que esa energía fluya y se canalice hacía sus manos…hacía su varita o hacia todo su ser —Justo en ese momento liberó la energía que había estado reuniendo, una especie de vahó rojizo apareció en su mano —Que señor aparecerá, depende mucho de la energía que usen...Veamos cómo me va a mi — dijo y liberó la energía acumulada.

Un enorme cíclope apareció junto a ella haciéndola ver más pequeña de lo que ya era. Ese señor del caos era un mercenario que pondría su poder al servicio de quien lo invocara, podía ser manejado para proteger o atacar. Se quedó ahí de pie juntó a la guerrera esperando que le ordenara algo.

—Sencillo... ahora es su turno. —Dijo tras la demostración —Estoy completamente segura que leyeron el libro y conocen lo que cada señor del caos hace. Mientras practican quisiera que me digan las inquietudes que tengan y me den un par de ejemplos de como usarían a estos señores del caos en una situación que no sea una batalla. —Pidió la joven guerrera que se apoyó de forma despreocupada en la pierna del cíclope.

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Ellie deja escapar un suspiro de alivio cuando su prima aparece a través de un portal junto a ellas, a la mitad de la Antártida. Había temido no sólo que los galeones de Mel se perdieran, sino no tener a alguien de confianza que la acompañara en aquella dura travesía; sabe que sus razones son bastante egoístas, pero no hay nada de malo en alegrarse por estar acompañada por su familiar más cercana. La saluda por lo bajo, pues no sabe si algo más efusivo haría que su instructora rodara los ojos, y le da un ligero apretón en el hombro. Unos momentos después su mirada se dirige a la guerrera Runihura, expectante ante lo que tuviera que decir. Por inercia, sus manos se hacen puños en los bolsillos de su mullido abrigo y entrecierra los ojos, como si se aproximara una fuerte ventisca que tendría que soportar; está preparada para la dura respuesta de la mujer uzza.

 

Sin embargo, para su sorpresa, recibe algo muy diferente. Tiene ganas de girarse hacia Mel y sonreírle, esperando que ella también se esté sintiendo con un poco más de optimismo, pero lo mejor será concentrarse en la lección.

 

Ellie observa, incrédula, cómo la pequeña mujer invoca con aparente facilidad a uno de los señores del caos, el Cíclope. En su intento de invocar a uno de ellos, ella sólo fue capaz de invocar a Peeves y a la Hechicera, si mal no recuerda, los cuales no le fueron de mucha utilidad. El Cíclope, en cambio, sigue perfectamente las órdenes el invocador. Sabe que en parte es cuestión de suerte, pero aún así teme no poder controlar el caos como Runihura puede. Si se le ha hecho tan difícil comprender esa magia, es justamente por su aleatoriedad. Ellie ha pasado años estudiando la magia para conocerla y entenderla, para ser capaz de usarla con la confianza de que todo saldrá de la forma en que ella quiera... Y durante mucho tiempo fue así, hasta que se topó con ese condenado libro, que puso de cabeza su forma de ver las cosas. Odia no tener el control, odia no saber.

 

Hace un tiempo, aproximadamente un año después de comenzar a trabajar en el Departamento de Misterios, sintió que su vida estaba en orden. Tenía un trabajo estable y muy importante, un nuevo hogar, incluso un círculo notable de amigos. Y, prácticamente de un día para otro, las cosas cambiaron: la disolución de la Orden del Fénix hizo que muchos se alejaran de la comunidad mágica, la declaración de guerra de Bulgaria la empujó a retirarse del Ministerio de Magia y la propia Melrose se marchó por algún tiempo. La vida que se había esforzado en construir se desbarató. «Pero ya volví a tomar las riendas», se dice. Ha tenido que aceptar que no siempre las cosas son como las planea y las prevé; las cosas cambian y las personas se van, y ella debe estar preparada para eso. El caos es parte de la vida y no puede seguir negándolo.

 

—Admito que no soy una fanática del azar —responde—. No me gusta que, en lo que respecta a este tipo de magia, no sé lo que sucederá con exactitud.

 

Ellie baja la mirada, sorprendida, cuando siente cómo la energía caótica se manifiesta en un vaho verdoso. Alcanza a agitar la varita mágica, concentrándose en ésta y en la necesidad que tiene de dejarla salir.

 

—Oh... vaya...

 

Frente a ella aparece una gran bestia, un trol. Sabe que no es una buena noticia; se trata de una criatura tonta y terca que no le hará el más mínimo caso, sino que la atacará a ella misma. De hecho, apenas el trol la observa la ataca con un rayo, del cual Ellie alcanza a defenderse con un encantamiento de escudo. Sacude la cabeza, decepcionada por el resultado.

 

—Ya que el cíclope es bueno siguiendo órdenes, podría ser un buen acompañantes en nuestros viajes —responde, observando a Melrose, con quién últimamente ha viajado a diferentes lugares de Europa debido a las labores de su prima como Investigadora y Rastreadora de Magia Experimental. Un cíclope sería un buen guardaespaldas. Ellie no siente que deba esforzarse mucho en imaginar situaciones que sean de batallas, ya que ella normalmente no se ve involucrada en esos escenarios, incluso siendo parte de la Orden del Fénix—. En cuanto al trol... quizás sería de utilidad si quisiera mover unos cuantos árboles, aunque tendría que asegurarme de esquivarlos cuando intente arrojármelos...

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Mel sonríe ante el simple gesto. Es cálido, en un sitio helado y ante una clase que no se siente preparada para afrontar. Es perfecto, así que segura, vuelve la vista de Ellie hacia Runihura y asiente. Todo lo que esa mujer Uzza ha dicho es verdad, desde sus propias inseguridades hasta el hecho de que todas ellas se hubieran estrellado ante las actitudes de Bakari. Por eso se apresura a sacar el libro del morral y esperar.

 

No tiene demasiadas expectativas pero no parece ser eso lo que Runihura busca. En lugar de enfocarse en aquello que le sucediera antes, Melrose intenta enfocarse en aquello que acaban de encargarle. Cuando tiene que hacerse una idea acerca del caos, todo lo que viene a su mente es la imagen de los bosques en Escocia, no aquellos cuya visión no se cansa de compartir con los Moody si no en los que viviera con su viejo clan.

 

Una visión de sí misma, rápida, salvaje, llena de rabia. Una Melrose adolescente bullente de energía, que no aceptaba una conversión forzosa, el admitir que no era más humana, el admitir que una parte de sí misma sería para siempre incontrolable. Sonríe con ligereza, en segundos, algo apenas notorio. Ser licántropo es estar vinculado al caos, para siempre.

 

La bestia parece estar de acuerdo. Cuando alza la varita, una corriente parece hacerse casi patente, en tonos plateados y violetas. Dos energías del caos, que se entremezclan en espirales. Entonces Melrose agita su varita, de la forma en que le han indicado y el Señor del Caos invocado se hace manifiesto...

 

Para soltarle en la cara una sonora pedorreta.

 

Mel no puede evitar soltar un suspiro. La vez anterior le había sucedido algo parecido. Peeves da vueltas en el aire y empieza a soplarle una oreja. Mel intenta no parecer consternada o enojada pero eso solo parece ser un aliciente, porque la criatura pronto empieza a aullar. Hilarante, por supuesto, tiene que poner todo su esfuerzo para no voltear los ojos. Aullarle a la loba.

 

-Bien... Peeves puede ser de utilidad para... eso.

 

Señala con la mano de la varita y de ella salen chispas rojas, delatando que en realidad no ha estado del todo en control pero no importa. En esos momentos Peeves está distraído, espantando al troll que antes atosigara a Ellie en una persecución ensañada. No quiere admitirlo pero Mel siente relativo alivio, debido a que distraído como se encuentra en esos momentos, le ahorrará unos minutos de chanzas poco imaginativas.

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La guerrera sonrió con las palabras de Eileen, no la culpaba. Usar los poderes del caos en una batalla muchas de las veces resultaban no ser lo más adecuado, sin embargo, cuando la diosa Uzza quería prestar su favor, una situación podía cambiar de desastrosa a favorable en cuestión de segundos.

Sin apartar la mirada de sus alumnas las observó concentrarse en todas esas sensaciones que solamente el caos podía provocar. Su manejo de las auras le permitió notar cada vibración del poder de las jóvenes. Un trol fue el primer Señor del Caos que apareció, para ser el primer intento estaba bien y la respuesta que le dio sobre como lo usaría le sacó una sonrisa por lo cómico que resultaba imaginarlo.

Ella imaginó otro escenario en donde pudiera usar al Troll para fingirse una damisela en peligro y quizá ganarse la confianza de algún enemigo, pero esa era la experiencia que años de batallas le habían enseñado. En el caso de Melrose cuya “suerte” no fue tan favorable y salió un Pevees que luego de hacer desaparecer al Troll empezó a burlase apenas apareció, no le pudo encontrar una utilidad. Era un Señor del Caos muy molesto, personalmente ella odiaba cuando le salía.

—A veces a la Diosa Uzza le gusta bromear con nosotros —Dijo mientras movía la varita y hacía desaparecer al Pevees, no necesitaba que estuviera distrayendo a su alumna en la siguiente parte de la clase —Para Usar las Ruedas de poder, la mecánica es la misma. Mientras más practiquen les resultara cada vez más sencillo recordar esas sensaciones que solo el Caos puede provocar y canalizarlas en su varita. — explicó apartándose un poco del cíclope.

Bajo sus manos colocándolas sobre la fría nieve, cerró los ojos por un momento. Cuando ella llegó había estado haciendo varias figuras que ahora gracias a su muy particular habilidad sobre el manejo de las auras, estaban cobrando vida. Cada golem medía unos dos metros aproximadamente, la única diferencia que tenían era que todos tenían facciones diferentes. Uno sonreía, mientras otro lloraba bolas de hielo. Se veían tiernos a decir verdad, pero podían ser engañosos.

—Ellos les ayudaran a practicar —Dijo satisfecha cuando hubo suficientes criaturas de hielo a su alrededor. —Usaran cada rueda de poder en nuestros ayudantes, para ver sus efectos. Ellos las atacaran o se defenderán, dependiendo de lo que ustedes hagan. También pueden usar a los Señores del Caos. —explicó mientras ágilmente escapaba por el cuerpo del cíclope y se sentaba en el hombro de este, quería observar todo, además desde ahí le resultaría fácil intervenir si era necesario.

—Recuerden que es una clase y que si tienen dudas me las pueden plantear sin problema —Dicho aquello el golem que estaba llorando volitas de hielo le lanzo un par a Eileen y a Melrose para llamar la atención de las brujas —Bien...empiecen y cuidado donde pisan —las previno.

 

Esperaba que al terminar con la clase las dos jóvenes estuvieran listas para enfrentarse en un duelo, así que esperaba y aprovecharan en probar cada uno de los hechizos del libro y vieran sus efectos, las posibilidades que cada uno de ellos les brindaba.

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