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Libro del Caos - Octubre


Runihura
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«Quizás el problema es que no entiendo su humor, entonces», piensa Ellie para sus adentros. Aún así, no está segura de que sea la Diosa Uzza la que está jugando con ella, ni siquiera cree auténticamente que tenga mala suerte. Quizás lo que sucede es que no está hecha para entregarse a la magia del caos. Si bien a Melrose no le ha ido mejor que a ella —Peeves es inofensivo y mucho más fastidioso que el troll, por sus tontas bromas infantiles—, tiene la sensación de que se siente mucho más cómoda con esos poderes y quizás más cercana a ellos. Al verla a lo ojos, aunque intenta no leerla, sabe que es así.

 

—Gracias por deshacerte del troll —aprovecha de decirle a su prima, mientras Runihura se distrae con los preparativos para la siguiente lección—. Aunque supongo que no fue a propósito, pero de todas formas...

 

Cuando vuelve a observar a la instructora, junto a ella están levantadas dos figuras de hielo con rasgos distintivos: un golem tiene una gran sonrisa mientras que el otro llora gotas heladas. No está segura de qué tipo de magia domina aquella joven Uzza para lograr aquello... y le gustaría descubrirlo. Sin embargo, aquel no es el mejor momento para preocuparse por temas que no tengan que ver con la clase. Runihura les explica que ellos les ayudarán a practicar. Ellie supone que e, para no lastimarse de verdad... aunque sabe que, al final, tendrá que enfrentarse en un duelo, quizás con la guerrera o quizás con su propia prima. Pero mejor no pensar en eso ahora.

 

Lo primero que debe hacer es invocar la rueda del poder. Nuevamente Ellie cierra los ojos y hace un gran esfuerzo para concentrarse en el caos que está en ella y buscar la forma de manejarlo. Poco a poco, las energías se manifiestan en un vaho rojizo que aparece en sus manos. Ésta vez, sin embargo, no aparece un señor del caos sino que la magia actúa directamente sobre uno de los golems, el llorón. Le está dando poderes, lo que no sabe es qué tan poderoso será. Ellie retuerce los dedos alrededor de su varita y espera.
No alcanza a ver qué sucede, porque una luz la ciega. Sabe de qué encantamiento se trata y eso le da una idea del poder que tiene el golem: tiene los poderes de Knight de la Orden. Aún así, el ataque la toma desprevenida. Intenta retroceder... Pero su pie se hunde en un agujero poco profundo, causando que se tropiece. Con un quejido se levanta y se realiza un encantamiento sanador que alivia su vista.
Podría realizar cualquier hechizo, pero prefiere seguir con los del libro, debido a la ocasión. Lentamente, vuelve a concentrar sus energías para el siguiente movimiento...

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—Descuida, al menos sirvió para algo...

 

No está muy acostumbrada a que sus acciones ayuden de esa forma a su prima, a menos que se trate de fuerza física o sobrehumana. Usualmente es ella la de las ideas y planes, especialmente si se trata del estudio de la magia y no de atravesar parajes desconocidos o tratar con criaturas mágicas, que es lo único que sabe hacer relativamente bien, con certeza.

 

Hasta el momento de la mención de Runihura, ni siquiera había pensado en intervenciones divinas pero ahora no puede evitar plantearse si es cosa del azar o de las propias energías que emana. Sean suficientes o insuficientes, si tienen alguna influencia sobre su magia eso significa que no ha sido suficiente (o eso pareciera). Si no la tienen y fuese tan solo cosa de fortuna, entonces se sentiría un tanto reconfortada. De hecho, ya se encuentra agradecida con su nueva instructora por el hecho de haberla librado de Peeves con tanta facilidad.

 

Quizá por estar sumida en esos pensamientos es que no se da cuenta. Por lo que cuando Runihura les da las instrucciones finales, todo lo que hace es asentir, pensar de nuevo en esas sensaciones primigenias y ver el poder del caos manifestarse una vez más. No es tan intenso como la primera vez, de hecho, parece amoldarse a su cuerpo de forma más segura, casi táctica y cuando ella invoca a dichas fuerzas, ya no para ejercer su poder en la invocación del caos si no en la manifestación misma en la rueda del poder, el cambio es inmediato.

 

Puede percibirlo cuando mueve su varita. Sus poderes originales le habrían complicado el hecho de intentar defenderse del trozo de hielo desmesurado que le lanza el golem sonriente pero en lugar de eso al hacer la floritura con soltura puede escucharse a sí misma decir con toda seguridad:

 

—Corpus Patronus

 

Pronto, un hipogrifo se ha interpuesto y ha partido el hielo con sus garras afiladas y metálicas. Los trozos todavía grandes se desvían apenas los suficientes centímetros como para caer a los lados de Mel, sin rozarla ni a ella ni a Ellie. Ella se encuentra estupefacta pero no dice nada. Solo observa su mano, no sin cierta sorpresa, expectativa y estupefacción. Es la primera vez que ejerce magia de semejante calibre y no está acostumbrada. El hipogrifo desciende batiendo las alas, se instala rodeando a Mel quien todavía no reacciona del todo y tan solo la cubre de forma que pueda verse su protección en ciernes.

 

Es algo digno de ver pero por supuesto no es todo ni tampoco excepcional. Solo es nuevo para Mel porque ella no está acostumbrada a que semejantes poderes sean ejercidos por su propia mano, si no verlos ejecutados por otros. Es innegable la fascinación que se refleja en sus ojos y, sobre todo, al adrenalina que proviene de la parte más primigenia de su ser, la bestia, el lobo.

 

Es todo lo que puede hacer para no sonreír de oreja a oreja.

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Una vez más, Ellie prueba su suerte invocando a uno de los Señores del Caos. Luego de unos momentos canalizando sus energías, libera de golpe las fuerzas del caos; el vaho rojizo se desvanece de sus manos y, en cambio, comienza a materializar un cuerpo en la planicie blanca. Expectante, observa el proceso. La silueta es alta y delgada, con curvas exuberantes que, de repente, le parecen incómodas de observar; intenta apartar la vista pero le parece imposible. Está bajo el hechizo de la Hechicería. «Déjà vu». No es la primera vez que la invoca y que se encuentra presa de su belleza maldita. Su beso es mortal, le advirtió el libro de hechizos. ¡Su beso es mortal y debe resistirse! Intenta recordar sus lecciones de oclumancia, intenta cerrar su mente de aquella influencia dañina, tóxica, para tener las fuerzas de liberarse del hechizo.

 

¡Finite incantatem! —musita, sosteniendo la varita mágica con fuerza. Eso aplaca levemente el hechizo de su invocación, pero sabe que todavía está en peligro— Bueno, hoy no es mi día —suspira, sacudiendo la cabeza. Se suponía que el Señor del Caos que invocara se enfrentaría al golem, no a ella misma. ¡Ahora tiene dos enemigos en el campo!

 

Por otro lado, a Melrose parece estarle yendo bastante mejor. La Diosa Uzza pareció haberla bendecido, haciendo que sus poderes aumentaran gracias a la rueda del poder. Un patronus corpóreo con la forma de un hipogrifo se atravesó entre ellas y el trozo de hielo que les arrojó el golem. Ni siquiera se había dado cuenta de que el golem de su prima las había atacado; había estado distraída debido a la Hechicera. Luego del susto inicial, Ellie suelta una sonrisa nerviosa y le agradece a su prima en silencio. La situación se está volviendo más ruda de lo que había previsto.

 

—Vaya, Mel, no te conocía esos poderes —le dice con una media sonrisa—. Déjame deshacerme de ellos...

 

Ellie levanta la varita con determinación hacia los golems, pero no hay mucho que pueda hacer por los momentos. Esta vez no arrojan un gran trozo de hielo hacia ella, sino una lluvia de pequeños cristales helados que no parecen ser muy seguros. Se le ocurren varias formas de evitar los ataques, pero tiene una idea... Quizás sea una buena oportunidad para intentar su suerte con la rueda del tiempo. ¿Mel pensará lo mismo o tendrá otro plan?

 

@

Editado por Eileen Moody

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—Tampoco es que sea el mío, precisamente —musitó con una risa nerviosa, aliviada— pero dejaré que te lleves el crédito esta vez.

 

Por supuesto, dicho crédito hacía referencia a la mala suerte que compartían pero no le pareció oportuno mencionar la palabra "suerte" delante de una persona tan creyente en su Diosa como Runihura. Su prima había tenido peores posibilidades al obtener a la hechicera. Mel ni siquiera le echó más que un rápido vistazo para darse cuenta de quién era. Ellie tendría que poner todo su esfuerzo para no ceder ante su influjo.

 

Por otro lado, estaban los golems todavía activos y atentos. Mel no tenía nada en contra de ellos y entendía que eran tan solo herramientas pero igual tenía que dedicarles su atención. Ellie había soltado con bastante confianza que ella se haría cargo pero ya parecía tener las manos suficientemente llenas:

 

—Podría intentar...

 

Había pensado en aquella oportunidad en probar algo que para ella lucía mucho más complicado, que era la dominación o modificación del tiempo. Ni siquiera entendía del todo como funcionaba pero decidió intentar de todas formas. Por supuesto, se concentró en el influjo del mismo, en cómo podían variar las posibilidades.... y nada. En aquella oportunidad su poder del caos se había manifestado en vahos blanquecinos alrededor del brazo que sujetaba su varita, por lo que sabía que algo había hecho pero los sucesos no cambiaron y la lluvia de trozos de hielo punzocortantes no se desvió ni desapareció. Nada cambió.

 

Así que hizo lo único que se le ocurría de momento: la orden fue dada y el hipogrifo se interpuso en el camino, cubriéndolas a ambas con sus alas. El hecho tuvo doble uso y finalidad, pues las cubrió de las esquirlas, a la par que permitía que Ellie estuviera libre por un instante, del influjo, los ojos de la hechicera. Ellas tan solo veían la nieve del suelo y las plumas negras; el animal, sin embargo, pronto empezó a sangrar profusamente, puesto que las había cubierto con sus alas y cuerpo. Lo supieron al ver la nieve colorearse de rosa.

 

—Ayúdame a arreglar eso... —masculló Mel un tanto abrumada.

 

Sabía que la criatura era tan solo una proyección de su magia y aún así se le hacía digna de lástima.

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Expectante, esperanza, observa cómo su prima canaliza sus poderes; en sus ojos puede ver que piensa lo mismo que ella. Comienza a sonreír. A ella le sonríe la buena fortuna, la Diosa Uzza, el mismísimo caos. Lo logrará, está segura... pero nada sucede.

 

—Oh, no.

 

Cierra los ojos y se cubre el rostro con las manos, rogando porque el ataque no sea muy doloroso y no le queden cicatrices. Sin embargo, aunque pasan los segundos, el momento no llega. Ellie abre los ojos lentamente, temerosa de que se le clave una esquirla de hielo pero decidida a ver qué ha sucedido. El majestuoso hipogrifo que invocó Melrose está en el suelo, herido; se interpuso entre ellas y los golems, seguramente por orden de su prima, aunque ella no escuchó que dijera nada. Las plumas negras y las manchas rojizas ensucian la nieve inmaculada...

 

—Ayúdame a arreglar eso... —escucha a su prima decir, en voz baja.

 

—Hora de sacar la artillería pesada —murmura Ellie.

 

Levanta la varita con determinación hacia los golems, a varios metros de ellas. Lentamente llena de aire sus pulmones, mientras concentra sus energías. Necesitará muchas pues además de realizar un poderoso hechizo, invocará las fuerzas del caos para intentar potenciarlo y derrotar a sus oponentes. Normalmente no usa tanta fuerza, pero le parece que la situación lo amerita; el hecho de que los golems las atacan con más fuerza, debe significar que la guerrera espera ver más acción y lo cierto es que necesita su aprobación para vincularse al libro.

 

¡Confringo! —exclama, agitando la varita hacia los golems. A la vez, Ellie conjura la Rueda del Caos. El rayo de luz recorre la distancia que las separa de aquellos seres... Si tiene suerte, el hechizo duplicará su poder y aquello será suficiente para destruirlos. Y si no... no, lo mejor será pensar en positivo.

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