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Prueba de Nigromancia #17


Báleyr
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Tres días exactos habían pasado desde la última conversación con Felicity. Báleyr se hallaba a los pies del lago, con su sombrero puntiagudo que le hacía sombra a la larga cicatriz en el rostro, ocultando así su ojo tuerto. Su mirada era vacía, sin emoción y no se inmutó hasta que la escuchó acercarse. Visto de lejos bien podía ser confundido con una estatua, pues su atuendo era gris y sin vida. Apenas e hizo ruido cuando la vio y no se inmutó cuando lo saludó la primera vez. El báculo que se asemejaba a una lanza en la punta, lo sostenía en su mano izquierda con firmeza, lo golpeó contra el suelo y este retumnó.

 

— Has llegado —dijo como si apenas la viera —A partir de aquí empieza tu verdadero camino —. Un segundo golpe con la vara y la pequeña barca vieja emergió del lago acercándose con parsimonia hasta llegar a la orilla —Un largo, un laberinto y la pirámide constituyen las tres puntas del triángulo perfecto, así mismo y en ese orden serán los obstáculos a los que te enfrentes. No tengo nada más que decir. Espero verla del otro lado, solo no se tarde demasiado.

 

Sin muchas indicaciones el anciano desapareció tras un portal que lo llevaría directo a la pirámide, desde donde la observaría. Subir a la barca y cruzar el lago parecía ser algo sencillo, pero lo que Felicity no sabía es que varias ánimas se aparecerían intentando darle indicaciones que bien podrían hacerla tomar un camino diferente, retrasándola, o ir por el camino correcto. Su trabajo era discernir cual de ellas le decía la verdad y siendo siete bien podrían decir todas la verdad, a su manera, o jugar con ella para entretenerse.

 

Si lograba cruzar el lago, entraría al laberinto. Una de las ánimas la acompañaría, en silencio, para requerir su ayuda después y a cambio, le entregaría un objeto que Felicity debería llevar consigo a la pirámide.

 

En el laberinto, como era de esperarse, habían muchos caminos que podían llevar a un callejón sin salida. El objetivo era llegar al centro de este, para esto necesitaría la ayuda del ánima y para recibir su ayuda, la mujer debería ganársela, averiguar por qué estaba allí. Una vez en el centro, un niño de cinco años la esperaría, él se acercaría buscando ayuda para encontrar a su mamá, pero había algo diferente en él, algo que indicaba que hacia tiempo que el niño había dejado de pertenecer a ese mundo, pero que se rehusaba a abandonarlo. Manejar la situación y averiguar un poco más sobre el niño y la conexión que tenía con el ánima e incluso Felicity misma, era su tarea. Lo siguiente sería llegar al final del laberinto, donde finalmente encontraría la pirámide y Báleyr esperando por ella.

 

El viento curiosamente soplaba con fuerza. Los espíritus estaban revueltos, inquietos y se atrevía a decir que hasta furiosos.

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Tras unos intensos días de descanso, Felicity volvió a aparecerse en los terrenos de la famosa escuela de magia "Mahoutokoro". Una exagerada y fría humedad la envolvió por completo, seguramente emergente del grande lago que se extendía ante sus narices. Por suerte, se había ataviado en una larga y ancha túnica negra de combate (pues solo podía esperar lo peor en aquella prueba de nigromancia), de mangas tres cuartos y unas botas de piel de dragón verde botella y de ancha suela que la resguardaban del continuo vapor que estaba presente en la atmósfera. El color gris del agua a causa de un cielo sin vida, se reflejaba en los claros ojos de la mortífaga, quién no dudó en aferrarse a su varita mágica desde el primer momento.

 

- No pensaba perderme esta prueba - dijo a modo de saludo ante las palabras del anciano - después de lo que he pasado en su clase con aquel muerto, pero ya estoy recuperada y con energías para esto, espero.

 

Pero el anciano no parecía estar dispuesto a escuchar más, puesto que se desapareció tras darle unas pobres indicaciones. Fee se quedó sola ante el lago y ladeó la cabeza, pensativa. Se llevó las manos lentamente a la larga cabellera ceniza y la trenzó, dejándola caer por la espalda. Se acercó al lago e intentó mirar más allá, pero era imposible. Una intensa niebla, autora de aquella humedad, impedía la visibilidad a más de dos metros de los ojos de cualquiera. La mortífaga resopló, impaciente, buscando cómo cruzar aquel lago que, a simple vista, parecía inofensivo. Lo único que se le ocurría entonces es que estuviera repleto de mosquitos pero lo peor la aguardaba dentro de las aguas, impaciente...

 

Tras unos minutos caminando por la orilla, divisó una vieja barca de dimensiones pequeñas. Se acercó a esta y entró dentro de un salto, mojándose un poco el bajo de la tela negra. Se trataba de una barca muy antigua cuyas tablas parecían que fueran a desengancharse de un momento a otro, muy desgastadas y con alguna que otra inscripción sin importancia. La mortífaga se sentó en la parte trasera del transporte y tomó los remos con decisión, poniéndose en marcha. Tenía que ir en dirección recta, nada más que eso. Pero no todo iba a ser tan fácil. Tras minutos en completa soledad, donde solo el remar continuo rompía el intenso silencio, ya no divisaba la orilla y solo veía agua a todo su alrededor. Aquello le planteaba un dilema puesto que no sabía si iba en linea recta o si se habría torcido, navegando horizontalmente...

 

- Maldita sea, y yo sin brújula... - sacó la varita para que la guiara y la depositó sobre la palma de su mano derecha - vamos, indícame donde está el norte...- pero era inútil, algo en el ambiente provocaba que aquello no funcionara.

 

"Sigue de frente, vas bien..."

 

-¿Cómo? ¿quién habla? - preguntó en voz alta, manteniendo su posición en la parte trasera de la barca, no quería ponerse en pie por miedo a volcar y caer al agua. A tales alturas dudaba que el único peligro fueran los mosquitos y más viniendo de parte de un arcano, pensó, recordando las múltiples pruebas que tuvo que pasar para conservar la metamorfomagia.

 

"Sigue de frente"

 

"O bien da la vuelta, quizá has remado en círculos..."

 

Felicity arrugó el ceño, confundida.

 

"Sigue de frente".

 

Aquella voz le era conocida. Era una voz fría, calculadora con un eje irónico inconfundible para ella.

 

- ¿Angus? - preguntó, a la nada. Pero no podía ser. Angus no estaba. Estaba lejos, muy lejos. Escudriñó a su alrededor, lo justo para ver unas sombras blancas deslizarse entre la niebla. Felicity se agarró fuertemente a los remos, aun confundida.

 

"Gira, no vas bien, ¿no te das cuenta? te quiere confundir..."

 

"Exacto"

 

"Has de virar un poco a la derecha y continuar recto"

 

"Ese es el camino"

 

Aquellas voces no las conocía. ¿Qué podía hacer? ¿Fiarse de las voces desconocidas o jugársela y seguir de frente como le decía la voz de Angus? Angus... ¿por qué tenía que escuchar su voz? después de tanto tiempo... de tantas cosas vividas... ¿dónde estaría el? ¿sería una mala pasada del lago con tal de hacerla ir por el lugar equivocado y, quizá, navegar hasta que la locura se apoderara de ella incapaz de seguir hacía la isla? o, ¿justo lo contrario? quizá pusieran a prueba si fidelidad hacía las personas que más quería y en quienes más confiara. Si, quizá fuera eso. Sea como fuere, debía de jugársela. Después de todo, ¿quién haría caso a una voz fantasmal de alguien que hacía años que no veía? Ella... aunque la llevara a la perdición.

 

"Nunca un consejo mío te fue mal, pero no siempre me has hecho caso. Te dije que te mantuvieras en la luz, ¿no? Sigue la luz"

 

Una esfera de luz apareció ante ella. Por un momento esperó que se convirtiera en un patronuz pero no, la esfera mantuvo su forma.

 

"Síguela, Fee, por amor a Merlín"

 

"¿Seguro vas a seguirla?"

 

"Te estás perdiendo más"

 

Negó con la cabeza, arrugándose en la oscura capa cual hoja de otoño, sintiéndose muy pequeña en aquellas interminables aguas. Y siguió remando, de frente, jugando todo al seguir aquel pequeño haz de luz y haciendo un esfuerzo sobrehumano porque aquellas voces no le hicieran dudar ni un segundo más. Perdiéndose, pero cuando creía que todo llegaba al final, dejándose llevar cada vez más, sintiendo su cabeza muy lejos de allí, notó la barca chocar contra algo duro provocando que se tambaleara. Soltó los remos y se dio cuenta de que había llegado a la isla. Un nuevo embarcadero conducía hasta ella. La niebla, que parecía eterna, no llegaba a la isla, como si chocara contra un invisible muro que la devolvía al lago.

 

- Gracias a Merlín - balbuceó por lo bajo la bruja, deshaciéndose de la capa que estaba muy mojada y quedando con una simple camiseta blanca y una larga falda de camuflaje.

 

"Y a mí "- susurró una voz en su oído, sobresaltándola. Una figura fantasmal había puesto "los pies" en la isla, como ella. Se dio cuenta de que era la voz de Angus pero la figura no le correspondía. Angus no estaba muerto. No, era imposible.

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Al pie de la Pirámide el Arcano esperaba con expresión neutral a que Felicity llegara, sabía que le tomaría tiempo, en ocasiones tendría retrasos necesarios de los cuales aprendería y uno de esos consistía en que las ánimas o los espíritus, cada una tenía sus propios tormentos con los cuales lidiaban, a ese punto ya no era importante lo que el resto de la humanidad consideraba como bueno o malo, porque cada una vivía la realidad en la cual, con sus acciones, habían construido y cultivando mientras estuvieron con vida y si decidieron quedarse vagando por la tierra su precio a pagar sería ese, sin ser a veces conscientes de que ya no pertenecían a ese mundo.

Las instrucciones que recibía la aprendiz todas eran correctas y a la vez no, dependiendo de a donde quisiera llegar escucharía solo a una de ellas y fuese cual fuese su elección eso también hablaría del tipo de Nigromante en la que se convertiría y de su fortaleza mental. Un dato bastante curiosa de las ánimas es que aunque no tuvieran un cuerpo físico al cual aferrarse, aun eran capaz de sentir dolor, pues aun conservaban en su memoria el recuerdo de lo que era perder a un familiar, por ejemplo, o a la persona amada, pero también sabían lo que era odiar, la felicidad, la tristeza y eso no hacía muy fácil la tarea de compadecerse o no de ellas.

— Recuerda quién eres, Felicity Malfoy —susurró al viento, dejando que este se llevara sus palabras a donde sea que ella se encontrara.

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En la pequeña y desolada isla un suave sol iluminaba los marrones terrenos repletos de altos y frondosos setos verdes. Con aquella luz la figura del fantasma ya no se camuflaba con la densa y grisácea niebla del lago y quedó a la vista un grueso ancho de mujer de marcadas curvas, cortos cabellos seguramente oscuros y gafas cuadradas aparentando ser de la misma edad que ella. Felicity cuando la vio no puedo evitar escozar una amplia sonrisa y respirar profundamente encontrando la tranquilidad. Ella estaba segura de que aquella voz, a pesar de ser idéntica a la de Angus, no podía tratarse de él. Era demasiado fuerte, demasiado joven...

 

La mortífaga se percató de que los altos setos no se trataban más que de un laberinto que seguramente tendría que pasar así que no se demoró mucho más: se arremangó la túnica hasta la altura de los codos (dejando entrever la marca tenebrosa en su antebrazo izquierdo), sacó la varita aferrándose a ella con actitud alerta (recordando el torneo de los tres magos) y se adentró en el aquel jardín cuyas dimensiones ignoraba, esperando tener suerte y encontrar aquello con lo que tuviera que dar en el centro del mismo según instrucciones del anciano arcano.

 

Solo dar tres pasos en las inmediaciones del laberinto supo que alguien la seguía y dio media vuelta sobre sus pies al grito de "¡petrificus totalus!" traspasando el dorado rayo el traslúcido cuerpo del fantasma.

 

- ¿Por qué me sigues? ¿qué quieres? - preguntó al fantasma enarcando las cejas. Solo el ruido de sus pies sobre la tierra rompía el silencio.

 

- Tengo que ir contigo, todos los que venís aquí tenéis una misión para con los muertos, tienes que ayudarme.

 

- Ayudarte...¿a qué?

 

- Lo verás en el camino. Todos los que pisáis esta isla tenéis una misión. Tienes que cumplirla o no podrás salir de ella -¿nada más? - no puedo decirte nada más.

 

¿Y tendré que aguantar en todo el recurrido tu presencia? quiso añadir la bruja pero calló. Después de un par de horas en los que tuvo que enfrentarse a un pequeño grupo de doxys, una imitación del espejo de oesed que trató de atraparla en un callejón sin salida (viéndose a sí misma viviendo feliz por siempre junto a Angus) y un dementor que resultó ser un boggart que encerró dentro de una de sus botas para evitar que saliera nuevamente, se encontró con espacio grande con una fuente en medio y la figura de dos caballeros representados en el medio del agua. Si no fuera por el agudo llanto de un niño, solo se hubiera escuchado el rumor del agua fría.

 

-¿Quién hay? ¿quién llora? - una menuda figura salió tras las esculturas, tímida, de pelo revuelto y rechonchos mofletes. Se trataba de un niño de no más de cinco años.

 

-¿Tu has visto a mi mamá?

 

- Yo...eh... - Felicity dio un par de pasos hacía atrás. El niño no parecía peligroso pero había algo extraño en él. No era un fantasma pero tampoco podía decirse que estuviera "vivo". No levitaba, sino que caminaba según pudo observar cuando este alzó los brazos en su dirección y caminó algunos pasos. El cuerpo no era traslúcido sino que conservaba el color de la vida pero con un aura de oscuridad... - ¿quién es tu mamá?

 

- Yo lo soy - respondió el fantasma, traspasando la frondosidad de un seto.

 

-¿Y por qué el... está así? - preguntó Fee, señalando el pequeño (dándose cuenta de que este no había reparado en la figura fantasmal femenina) aun conservando la distancia.

 

- No acepta que ha muerto, cuando mueres tienes dos caminos, el que yo elegí porque quise velar por una causa perdida...o el más allá... El no acepta la muerte porque no sabe que murió. Mientras esté así no puede ver a los fantasmas - puntualizó.

 

-¿Pero qué pasó? - preguntó ella, empezando a descifrar cual era su papel en todo aquello.

 

- Su padre, mi... mi... marido. Primero a mí, más tarde a... a él - logró decir la fantasma - para cuando volví y logré encontrarle ya era tarde, muy tarde. No es fácil volver con "esta" vida - añadió con voz grave.

 

Felicity asintió y preguntó a la fantasma qué era lo que quería. Aquel niño estaba muerto pero no lo sabía. Ella podía devolverlo a la vida pero él solo quería ir con su mamá. Estaba claro lo que haría una vez muriera, irse con ella en forma de fantasma, no traspasaría el velo como la mayoría solían hacer. -¿Esto es lo que quieres tu también? - preguntó a la madre. El pequeño cada vez se encontraba más cerca. Ella asintió y Felicity se acercó finalmente al muchacho que lo miraba sin entender como hablaba en voz alta, sola, pues el no escuchaba nada más.

 

En la clase la mago oscuro había devuelto un mago a la vida, ahora quizá debiera hacer justo lo contrario, ayudar a aquel niño a cruzar al otro lado y elegir un camino. Lo apuntó con la varita y lo aturdió suavemente susurrando el hechizo entre dientes sin apenas mover los pulposos labios. Este cayó al suelo como a cámara lenta. Felicity no había querido esperar más, aquella mirada de desesperación en el niño le producía verdadera lástima. Se acercó al cuerpo inerte del "medio fantasma menudo" y tal y como hizo en la clase, apoyó ambas palmas de las manos sobre el cuerpo, cerca del corazón, sosteniendo la varita en medio de las manos. Esta vez no tenía que buscar pulso, sino la ausencia de él. Se concentró lo más que pudo, con los ojos completamente cerrados. Como le había pasado en la clase, su propia energía se empezó a consumir, encontrándose muy cansada cuando pasaron solo cinco minutos, o eso pensaba ella, porque en realidad había pasado media hora. El cuerpo poco a poco adquirió un tono perlado uniforme hasta que finalmente un cuerpo traslucido emergió del suelo, abandonando al cuerpo que se desintegró en cuestión de segundos, quedando una pequeña montaña de polvo sobre la tierra que el viento no tardó en llevarse con él.

 

La madre se acercó sin poder esperar más y tomó a su hijo en brazos. Felicity no fue muy consciente de la escena que tuvo lugar después, pues se encontraba agotada y se apoyó en el suelo para recuperar fuerzas. Hasta los párpados le pesaban. Vio lo justo para observar al niño despertar y llorar de alegría al reencontrarse con su madre. Y así, los dos emprendieron un nuevo camino, vagando por el mundo madre e hijo bajo aquella forma incorpórea pero eterna.

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Para ser Nigromante era necesario entender lo que significaba la vida y la muerte, matar no siempre era una decisión fácil, lo mismo que decidir lo contrario. Los humanos pecaban de querer ser dioses, ansiaban tener tanto ese poder que creían que era prudente que una vez alcanzado podían usarlo cuantas veces quisieran sin que hubiese consecuencias y allí es donde todos se equivocaban: toda magia viene con un precio y Báleyr lo sabía muy bien. Los deseos de los muertos deben ser respetados, pero ellos no siempre saben lo que quieren, al igual que los vivos.

El Arcano había decidido esperar a Felicity dentro de la pirámide, una vez pudiera salir del laberinto tendría que ir a buscarlo allí donde las puertas correspondientes a cada habilidad esperaban a ser utilizadas cuando el Arcano o Arcana así lo demandara. La de Nigromancia permanecía cerrada, pero activa y eso se podía notar gracias a la luz blanca que lograba escapar por los pequeños espacios entre el suelo y la puerta.

— ¿Cómo te sientes ahora? Mental y físicamente hablando —sin esperar respuesta siguió sus preguntas, ya podría responder al final — A este punto, ¿crees conocer tus límites? ¿Crees poder decirte a ti misma cuando ha sido suficiente?

 

»Y la preguntas más importante, ¿crees poder continuar?

 

Dependiendo de su respuesta el Arcano le entregaría a Felicity el anillo que mantendría la conexión entre él y ella mientras estuviera en el portal, allí dentro únicamente sería la bruja enfrentándose a sus propias pruebas, solo en caso de necesitar ayuda para salir, si encontraba aquella experiencia demasiado abrumadora, el anillo le serviría para comunicarse con él y así poderla ayudar, lo mismo que si se sentía sin fuerzas al terminar la prueba de forma exitosa.

 

— La puerta está delante de ti, cruzar depende de ti, pero una vez ingreses eres tú sola contra lo que sea que encuentres. ¿Estás lista?

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Felicity se reincorporó minutos después un poco más descansada. Sacudió sus ropas del polvo adquirido durante aquel par de pruebas y acomodó los mechones ceniza que caían sobre su rostro tras las orejas.

 

Iba a seguir por el laberinto, probando los diferentes caminos que habían, cuando una de las verdes paredes de frondoso arbusto se disipó dejando a la vista un estrecho camino un tanto oscuro, ya que no había ningún techo. La mortífaga se introdujo en él y susurró un "¡lumos!" varita en mano para tener un poco de luz con la que guiarse.

 

Al final del túnel divisó la pirámide que ya conocía por habilidades anteriores y no pudo evitar esbozar una sonrisa. El arcano le recibió pero no tenía ninguna sonrisa, parecía tener prisa por que la bruja acabara así que se apresuró.

 

- Me siento... bien - se limitó a decir, perdiendo la sonrisa - pero he estado mejor. Como ya le dije, solo usaré la nigromancia en situaciones excepcionales, es muy... intensa y requiere de mucha energía, no estoy dispuesta a dañarme tanto a mí misma, no estoy tan loca - explicó de una tirada, volviendo arremangarse la túnica - puedo continuar, quiero continuar.

 

Sabía que estaba casi en el final, a poco de conseguir aquella habilidad.

 

- La puerta está delante de ti, cruzar depende de ti, pero una vez ingreses eres tú sola contra lo que sea que encuentres. ¿Estás lista?

 

- Estoy lista.

 

Y echó una mirada a la puerta que destellaba un resplandor blanco a su alrededor. Esta también parecía impaciente porque la bruja entrada.

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El Arcano asintió ante la respuesta de Felicity, ella había tomado una decisión y la misma puerta reconoció que estaba lista para afrontar lo que sea que le estuviera preparado una vez la cruzara. El anillo que la mantendría conectada con Báleyr ya estaba en su posesión y él estaría al pendiente de todo lo que ocurriera. Las instrucciones por parte de él habían acabado, lo que tuviera que afrontar dependía únicamente de Felicity. Era como si el portal conociera tus debilidades, tus fortalezas y con base a esto decidiera qué era lo mejor para cada aprendiz; su intención no era verlos fallar, pero si quería asegurarse de que estuvieran listos.

— En ese caso ingresa. Yo estaré aquí esperándote.

 

Veía el potencial en la bruja, no solo por ser capaz de emplear la nigromancia sino por se consciente de sus propios límites. Ahora, ¿podría él juzgarla si en algún momento determinado decidiera sobrepasar los límites? Por supuesto que no, él era el menos indicado, pero al menos procuraba que conocieran la realidad detrás de tanto poder, como a ellos les gustaba llamarle. Si supiera cómo sonreír sin duda lo habría hecho en ese momento.

 

— Es tu momento.

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Felicity sabía que había pasado por experiencias terribles en aquella prueba de Nigromancia pero no la peor. Estaba cansada, no sabía si podría recuperarse del todo para atravesar el Portal pero éste estaba delante de ella, abierto, con el anillo en la mano.

 

No se podía echar atrás. El Arcano la había avisado antes: toda magia viene con un precio. Cruzar el Portal iba a ser costoso. Felicity tocó el anillo antes de dar los pasos en dirección al portal que destellaba el resplandor blanco.

 

La muchacha no reconoció a tiempo el lugar: pedregoso, una mancha azul que, en circunstancias normales, nombraría como un lago, unos compañeros enfundados en trajes blancos con escafandra... Felicity contempló aquel árido suelo y los pies de todos los presentes, incluída ella misma, hasta darse cuenta que aquello era una base americana en algún lugar inhóspito. Vestían uniformes aislantes con la bandera de ese país, todos iguales. Sólo ella y la de un hombre, un jovenzuelo apenas imberbe, en realidad, tenían un rasgo en común: sólo ellos llevaban dos varitas cruzadas sobre la enseña:

 

- El MACUSA murmuró, aturdida.

 

No entendía qué tenía que ver todo aquello con la Nigromancia cuando su dedo anular pareció arder. El Anillo de la Habilidad quemaba en su mano. Aquello era un aviso. Prestó más atención: algunos parecían tomar muestras de ramas de árboles y plantas mientras otros se adentraban en aquello que podría ser agua aunque ella pensó que aceite sería más apropiado. Olía a humo. Grandes hogueras, casi extintas, aún humeaban en el suelo de que lo pudo ser un poblado de pequeñas chozas de madera. El joven se unió a ella.

 

- Estate atenta. Uno de ellos conoce la fórmula para el antídoto que precisamos. - Señalaba a un grupo de leños quemados junto a la hoguera más grande, retorcidos al ser quebrados por el fuego. Al acercarse, Felicity identificó que eran cuerpos quemados. A pesar del asco que le produjo, su rostro permaneció impasible, comprobando el alcance de aque lugar completamente arrasado. - El MACUSA informó que tú podrías hacerlo.

 

Había un deje de duda en la voz del muchacho y Felicity sintió ganas de acabar con él allá mismo. Tal vez lo hiciera, al final, cuando supiera qué hacía ella allá.

 

- Puedo. dijo, en voz baja. - ¿A quién despierto?

 

Ella supo entonces lo que tenía que hacer, antes que le contestara. Uno de aquellos muertos tenía la clave para algo y habría que traelo a la vida. ¿Pero cuál de entre todos los presentes sería el adecuado.

 

- Báleyr, ¿por qué...?

 

Felicity no acabó la frase que, en realidad, iba dirigida a alguien que no sabía si podía escucharla. El hombre del Macusa le contestaba.

 

- Al Doctor David Johnson-Miller. Pero no sé cuál es. Deberás despertar a todos.

 

La muchachas de mirada penetrante recordó que, minutos antes, habia dicho que sólo usaría la nigromancia en situaciones excepcionales pues requería de mucha energía que la dañaría a sí misma. ¿Por qué iba a despertar a tanta gente? ¿Qué o quién merecía ese riesgo? Contestó de forma breve, cruzándose de brazos.

 

- Demasiados. ¿Por qué habría de hacerlo? Dame uno.

 

Aquel joven elevó su varita. Felicity no la había visto antes y la miró como si aquel gesto molesto afeara una posible relación entre ambos.

 

- ¡Porque te mataré si no lo haces! Puedo buscar otro nigromante.

 

- Es posible contestó con frialdad, con un mohín de desprecio en la cara. - Si yo no te mato antes por tu amenaza, inútil.

 

Felicity estaba enfadada, no sabía qué hacía en aquel lugar, nada le ataba allá. ¿Qué más le daba a ella aquella gente? El hombre pareció intimidarse, bajó la varita.

 

Se lo prometiste al MACUSA. Se lo prometiste a tu bando...

 

Lo recordó. Misión de bando. Necesitaban aquella fórmula para una poción nueva en estado de investigación. El Bando era importante para ella.

 

- Lo haré.

 

No hacían falta más palabras. Devolver a la vida no era nada fácil, lo había hecho varias veces. Lo difícil era enfrentarse a aquellos cadáveres puro carbón que se deshacían con el contacto. El primero de ellos perdió varios miembros antes de que Fee consiguiera estabilizar aquellos restos y aplicar una poción que regenerara la piel. Un Nigromante es, en cierta manera, el Sanador de los Muertos.

 

El hombre gritó de puro dolor al volver a la vida. Las quemaduras eran horribles, dolorosas, inaguantables pero Felicity no estaba dispuesta a gastar más energía de la necesaria en un cuerpo que no fuera el que necesitaran. Por ello, sólo curó lo justo para preguntarle su nombre. Aquella cabeza ennegrecida de ojos quemados negó cuando pronunció el nombre de Johnson-Miller.

 

- Mátelo dijo con una voz que daba miedo. El hombre parecía mucho más joven ahora, mirándola con los ojos completamente abiertos, atemorizado por la orden. - ¿O prefiere oírlo gritar hasta que se muera de nuevo? Está quemado por dentro. Serán cinco o seis minutos de total sufrimiento para sus oídos.

 

Felicity se encogió de hombros, como si no le importara si lo hacía o no. Miró otro cuerpo y lo rechazó de un puntapié. Trozos carbonizados de lo que fue un ser humano se dispersaron mientras ella rebuscaba otro. Sintió que el hombre vomitaba.

 

- Era un cuerpo de mujer. No es quien buscamos, ¿o prefiere que pierda el tiempo despertanto a todo el mundo?

 

Se mostraba fría aunque Felicity sabía que era un camuflaje hacia el exterior. Báleyr le había enseñado a tener un respeto por la Muerte. Tomó un segundo cuerpo y esta vez tomó más precauciones. A ella también le molestaban los gritos de dolor de quien regresa del mundo de los muertos. Esta vez puso más crema regenerativa de la piel y procuró que la zona de las cuerdas vocales estuviera cicatrizada antes de iniciar los ritos de recuperación del alma. Aquel hombre no resultó ser quien necesitaba pero, al menos, sus gritos no fueron tan atroces como el primero. Esta vez, Felicity acabó con él con su propia varita.

 

- Sólo es Piedad contestó a una pregunta muda de su acompañante. - Los Muertos se merecen seguir muertos, si no sirven de ayuda.

 

Felicity buscó un tercer cuerpo, algo más entero, algo más alejado de la pira. Al menos no debía preocuparse de recomponer sus extremidades inferiores; estaban intactas.

 

Con la experiencia anterior, se tomó el tiempo en expandir las pociones mágicas en el cuerpo quemado. Torso, brazos, cuello, cabeza... Lo envolvió de aquella crema que iba regenerando una dermis nueva sobre aquella piel quemada. Sintió naúseas en más de una ocasión pero las palabras de Báleyr la mantuvieron firme: debía conocer sus límites, decía saber cuándo había sido suficiente y parar. No ahora; aún no, pensó mientras seguía con la recuperación del cuerpo quemado.

 

- ¿Por qué no lo revives sin más?

 

Aquel muchacho la interrumpió y le miró de forma impertinente, aunque con cierta lástima. No era Nigromante, no entendía la importancia de curar un cuerpo antes de volverlo a la vida. Y ella no sería Nigromante si dejaba que la interrumpiera de nuevo.

 

- Porque un cuerpo muerto volverá a fallecer de lo mismo que le produjo el óbito si persisten las heridas. Por eso lo preparo lo justo para verificar si es quien tú necesitas. Y si vuelves a interrumpirme, te mataré y dejaré que seas tú quien lo preguntes para ahorrarme este esfuerzo.

 

El cuerpo tembló cuando la Vida entró en él y los ojos se abrieron en una súplica aterrorizada de quien ha caminado entre los muertos y ha vuelto por el puente hacia el origen.

 

- ¿Eres el Doctor David Johnson-Miller?

 

En cuanto se lo confirmó, sintió miedo. Ahora tocaba lo peor, mantenerlo vivo. Aplicó la varita lo más rápido que supo, intentó curarlo lo mejor que pudo. Ella no tenía Primeros Auxilios pero Báleyr le había enseñado lo imprescindible. Debía conseguir sus cinco minutos. Si pasaba ese tiempo, sobreviviría.

 

El tiempo pasó despacio, muy despacio, poniendo pomadas antiquemaduras, curando lo imprescindible, aplicando su propia energía en el proceso. Sintió que un ojo le temblaba con un tic acelerado. Puso el dorso de la mano sobre él y lo paró. Se alejó poco a poco del cuerpo.

 

- Situación bajo control. Todo suyo. Ahí tiene lo que buscaba.

 

Felicity estaba cansada. Quería tumbarse en aquel suelo pedregroso y dormitar un poco antes de salir de...

 

¿Salir de dónde? No lo recordaba. No le importaba quedarse allá. Un ratito más. Un poco más. Lo que fuera necesario... A punto de claudicar, recordó que debía salir y la urgencia de volver a algún sitio le hizo volver la cabeza hacia el lugar donde un pantallazo iluminado llamaba su atención. Aquello parecía alejarse. Felicity corrió, asustada por perderse allá dentro y, de un salto, atravesó aquel portal.

 

Fuera, el Arcano le miraba. Parecía preocupado.

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El arcano escuchó su nombre salir de los labios de Felicity, la bruja quería preguntarle algo, pero su respuesta fue silencio absoluto. La escena que tenía en frente la estaba haciendo dudar, por un lado tenía el compromiso que sentía hacia un grupo en específico y lo que ahora ella creía que era lo correcto. No existían las buenas o malas acciones, pero si lo que dentro de los límites de la Nigromancia era considerado como lo más apropiado cuando de traer muertos a la vida se trataba.

 

Báleyr observó atento como la bruja intentaba rendirle el mayor respeto a las personas que revivía, no cediendo ante la presión, teniendo en cuenta lo que podrían estas sentir una vez ella decidiera sacarlos de su estado actual para obtener algo de información por parte de ellos. En algunos el sufrimiento fue inminente, hubiesen preferido seguir como estaban antes de revivir el dolor que los acompañó en sus últimos minutos de vida. En otros el proceso no fue tan terrible, pero se notaban algo confundidos al no saber qué es lo que estaba pasando, pero por fortuna no disponían de tantos minutos para seguir haciéndose preguntas, la bruja se había encargado de eso.

 

Dentro del portal la prueba parecía haber tomado horas, pero para el Arcano habían sido minutos. Felicity se había exigido demasiado, lo que había hecho era algo que pocos podían lograr debido al nivel de exigencia y ella estaba ahí, respirando con dificultad, tratando de mantenerse en pie por su propios medios todo lo que pudiera.

 

— Ven, es hora de vuelvas —le susurró, rozando la superficie del anillo para ayudarla a salir. Una vez fuera, la contempló.

 

— Respira, intenta controlar tu respiración.

 

— Lo que ha sucedido allí adentro... Mira tus manos. ¿Ha valido la pena? ¿Serás capaz de detenerte llegado el momento? — lo que más le preocupaba al Arcano es que Felicity excediera sus límites por complacer a terceros, solo los verdaderos nigromantes eran conscientes del peligro, de las medidas a tener en cuenta y el respeto hacia los muertos, los demás simplemente no eran capaces de entenderlo. En las manos el anillo había cambiado de forma y de color, ahora la bruja permanecería vinculada a él y a todos los demás que habían cruzado el portal.

 

— Se esperan grandes cosas de ti. No te conformes. Por ahora descansa y no vuelvas a practicar nada de esto durante un buen tiempo, dale a tu cuerpo el descanso que se merece, deja que tu magia también descanse. Nos vemos —. Báleyr esperaría hasta que Felicity se sintiera lo suficientemente bien como para levantarse, solo entonces él abandonaría la pirámide y marcharía de regreso a su residencia, donde pretendía continuar pensando en lo que no dejaba de darle vueltas en la cabeza.

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