Declaración de Guerra

[Lucrezia Di Medici]

Londres.

 

La intermitente luz de aquella farola de aquella estrecha calle de Londres, una de tantas, apenas dejaba ver por momentos aquel pergamino pegado al frío metal por un clavo, que relucía cuando la incandescencia de la luminaria lo golpeaba. El viento apenas se elevaba de la sucia acera y aquel papel permanecía inerte, como si nada a su alrededor lo afectase. Una extraña fuerza parecía manifestarse a su alrededor, llamando a los transeúntes a detenerse y observar lo que el anuncio tenía para decir. Sin embargo, los pocos ciudadanos británicos que se detenían a incursionar en su caligrafía de aspecto oficial y los anchos párrafos que conformaban aquel texto reaccionaban de la misma manera, como coordinados previamente para retroceder unos pasos y mirar alrededor con genuino desconcierto.

 

El rumor comenzó a circular con una velocidad inusual aquella noche estrellada, que por lo demás era común y corriente. Quienes habían atestiguado el contenido del misterioso pergamino se encargaron, al volver a sus casas o adentrarse en un penumbroso bar, de comenzar un boca a boca que fue por demás efectivo en atraer la atención de todos. Los medios de comunicación, en especial los que contaban con la virtud de la instantaneidad, no tardaron en hacerse eco de la noticia que precedía a la verdadera noticia. Las incómodas voces de los locutores de las principales radios mágicas trataron de vislumbrar, en medio de toda la confusión, la mejor manera de comunicar los hechos ocurridos: durante el transcurso de la noche y con el pleno anonimato de sus interventores las notificaciones habían aparecido adheridas a innumerables postes de luz por toda la cosmopolita ciudad. No quedaría un solo londinense, a la mañana siguiente, que no hubiese leído y digerido aquellas palabras.

 

Los reporteros de El Profeta y otros medios de comunicación gráficos fueron los primeros en congregarse, como una masa uniforme de magos y brujas desesperados por la primicia, alrededor de una de las tantas copias de aquella declaración pegada desafiante a pocos pasos de la entrada del Ministerio de la Magia inglés. La forma en la que sus cámaras fotográficas disparaban una y otra vez flashes hacía un pedazo de papel adherido con un clavo a la pared parecería disparatada o hasta cómica en otra circunstancia, pero aquella noche resultaba una situación completamente lógica. Todos querían tener la exclusiva a primera hora de la mañana siguiente; poco importaba qué tan mala fuese la noticia albergada en la primera plana.

 

Los ávidos periodistas ansiosos por destacar y los curiosos de siempre comenzaron a juntarse en mayor cantidad y resultó imposible para los aurores que custodiaban el lugar vestidos como guardias muggles no intervenir ante un bullicioso gentío que de descontrolarse pondría en peligro la seguridad de la zona. Uno de los funcionarios ministeriales, de complexión alta y robusta, aprovechó su imponente autoridad corporal para escabullirse entre los magos y brujas, sin el gesto de pedir permiso. Rápidamente los presentes notaron la impronta de su presencia oficial y dejaron libre el paso, adoptando casi al unísono un gesto expectante; ese sería el primer contacto de un representante de la fuerza pública con la ya afamada declaración ¿O acaso el Ministerio había ocultado algo que resultaba inevitable e ineludible?

 

El auror arrancó de un tirón aquella declaración y la sostuvo con sus gruesas manos mientras lo leía, completamente abstraído de lo que lo rodeaba. A medida que sus castaños ojos descendían por aquellos párrafos, sus manos apretaban más la ya arrugada superficie del pergamino. Cuando su mirada se encontró con los nombres y los títulos de quienes la firmaban, el funcionario ministerial dio un rápido giro de 180 grados sobre su propio eje y comenzó una apresurada caminata hacia una de las entradas del Ministerio. Soltó el pergamino y este cayó blandiéndose tranquilamente en el aire, hasta que quedó extendido en la poco higiénica acera, en medio de un círculo de periodistas y curiosos que seguían con la mirada al auror.

 

 

 

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Rol original: Traslador.

Robo del Fragmento: Traslador.

Piero Azzinari: Ficha.

Editado 17 de Octubre del 2019 por Lucrezia Di Médici

[Sean -Ojo Loco- Linmer]

Derhorm, cloacas de Londres.

 

Su rostro aun mantenia la mueca que tenia por sonrisa mientras sus ojos fulguraban como horno ardiendo al maximo. Nunca habia esperado que las piezas se movieran tan acorde a sus planes. El nivel de incertidumnbre en sus pasos era alto y aunque habia muchas probabilidades de que los acontecimientos se fueran dando tal y como tenia previsto no esperaba que fuese con tanta exactitud. De hecho si lograba hablar con el Ministro @ al dia siguiente se pudiera decir que esta noticia habia llegado justo a tiempo para tener motivos de peso e intervenir...cierta institucion.

 

-Piero..Piero....creo que te has apresurado un poco al actuar....-Derhorm recosto su escualido cuerpo contra la pared mientras exalaba un poco de humo de un cigarrillo que tenia en la mano- Espero no te halla alarmado mucho lo de Antonio Azzinari. -Por un instante penso en Azzinari y si su animo de revancha haria que se encontrase con el de nuevo...hacia mucho no tenia un oponente decente.

 

Dejo a un lado "El profeta" del dia de hoy, lanzandolo a el arrollo de aguas albañales que corrian frente a el. Era hora de salir a la luz del sol, un riesgo calculado pero riesgo en fin. Esperaba que con la locura de esta nueva declaracion de guerra, mas formal que la de Bulgaria por ejemplo, estuviesen muy ocupados los ministeriales para reparar en el cuando visitase en el mismo Ministerio a Aaron. Una lastima que no se hubiese concretado todo mas rapido, pero eso seria algo de lo que a lo mejor le tocaba lamentarse a Aaron, a Derhorm le convenia y mucho esta situacion.

[Ela Karoline]

"Declarar abiertamente la guerra al Estado Británico encabezado por MR Aaron Black Yaxley encontrándolo culpable de poner en juego el orden en la Sociedad Internacional de magos y brujas, la paz y la seguridad que por décadas supimos mantener con inconmesurable esfuerzo"

Aquel fragmento de la nota que reposaba en su mano se había quedado grabado en su mente tras unos segundos de haber leído todo. La guerra estaba declarada y era casi imposible dar vuelta atrás. Pero esto le afectaba de forma más directa y la vinculaba a decisiones transcendentales: como británica, debería sentirse ofendida por dicho manifiesto y apoyar a su gobierno, como historiadora... su mente daba vueltas elucubrando sobre el posible escenario de allí en más. Como sacersotisa del "Concilio de las Eras" sabia que más sacerdotes estaban en riesgo de desaparecer como los tres que ya se encontraban perdidos junto con las reliquias que protegían y sus propios poderes.

Giro a ver al pequeño de año y medio cuya estampa era ver a Ishaya en miniatura, a excepción de los ojos que eran idénticos a los de Cye, se movió en su cama ajeno a los acontecimientos. El era precisamente la razón por la que tenia que ser sabia eligiendo, e Ishaya era la razón por la que sin salir de casa había recibido dos lechuzas una tras otra.

La primera era la que llevaba el panfleto cortesía de El Profeta, algún reportero que quizás hubiera trabajado cuando Ishaya era el director del afamado diario había tenido la gentileza de enviarselo. La segunda nota provenía del gobierno frances que le recomendaba dejar suelo londinense y le garantizaba que todos los bienes materiales y económicos del fallecido Tonks incluyendo el inmueble que ya la rubia conocía, estaban a su disposición, junto con protección.

--Pero... ¡ni que yo me hubiese robado el fragmento!-- protesto ofendida por el hecho de sugerir que necesitaba protección o de que abandonara Inglaterra como si fuera una traidora. Claro que estaba extrapolando su molestia, quizás solo fuera un gesto de cortesía y respeto debido a su marido, y siendo honesta como sacerdotisa corría el mismo peligro que los demás, y como historiadora pues conocía de buena fuente el asuntito con el fragmento egipcio que había desatado este caos.

[Aaron Black Yaxley]

 

-¡Hey tú, ¿Qué es lo que llevas ahí?!... ¡alto!...

Un joven alto y delgado, que vestía el opresor uniforme del inquisidor británico, siguió al auror hasta una de las entradas del ministerio. Los aurores eran otra facción de la seguridad mágica, que hoy en día solo estaba a cargo de circunstancias menores, como por ejemplo, multa al tráfico de mercaderías ilegales o infracciones al sobrevuelo de escobas que no estuviesen inscritas en el registro mágico del departamento de transportes- ésto, en ayuda a la clase mortifaga, que en contingencia, volvía a retomar poderes políticos en ausencia de la afamada Orden del Fénix, bando rebelde que había difuminado su clamor entre la represión a la guerra que se vivía- mientras que los camaradas que eran fieles a la misma causa que yo profesaba, aprovechaban de evadir una que otra norma mágica de carácter socio político. El mago tomó el papel entre sus manos tras una floritura de su varita, sin importar que los muggles que pudiesen haber pasado le estuviesen observando y llegó hasta la caseta mágica donde su figura se difuminó en medio de la nada para así mismo adentrarse en el enigmático ministerio inglés.

 

***

 

En el amplio despacho, me encontraba sentado frente al escritorio con una pierna cruzada sobre la otra en una pose varonil, manos entrelazadas que escondían mis labios. Observaba a la japonesa, reflejada su figura frente a un ventanal que simulaba un paisaje sereno, frondosos bosques y un cordón de montañas con picos muy particulares; era su país natal, pues ya través de el único ventanal de mi oficina, cada quien podía ver y mostrar a los demás, los paisajes que más añoraban sus memorias.

 

-Ashura...-llamé su atención a tono rasposo y parsimonioso, con el clásico y galante acento inglés. Me levanté y caminé hacia ella-... ahora que tienes el poder de los nipones debemos conseguir los archivos del estatuto secreto, códigos que seguramente estarán protegidos por poderosos artilugios, es por ello que llamaremos a madame Malfoy Munter...-sostuve mientras posaba mis manos sobre sus hombros en una oscura seducción fuera del raciocinio sentimental que a la vista de otros, pudiese atribuirse. Lestrange era de mi círculo más confiable- ... les haremos una visita pacífica dentro de lo que pueda tolerar mi temperamento, ¿lo entiendes, verdad?...

 

Al cabo de haber asentido o no, las puertas de mi despacho se abrieron de par en par; insté en sacar la varita y aportillar el hecho de que siempre se entraba sin avisar, pero al ver a otros dos inquisidores de mi confianza junto con el joven alto y esbelto que llevaba una expresión de impotencia en el rostro, me rehusé a la severidad que me caracterizaba.

 

-Maida, Grelliam...muchacho- cuestioné a los presentes para que dieran el comunicado.

 

@ @@GaRrY Ollivander @@Ashura Lestrange @ (únete) !!!

[Sean -Ojo Loco- Linmer]

Derhorm, Ministerio Ingles.

 

Digamos que Derhom estaba por realizar la jugada mas arriesgada de todas. Aun no sabia a ciencia cierta si el mensaje habia llegado a Aaron, pero despues de esta declaracion, ya no le quedaba mas remedio que interrumpir el curso original de sus planes aunque esto le llevara a ir mas alla de lo que las normas aconsejaban. Y mas teniendo en cuenta que podia ser visto por algun que otro personaje del Simposio y asi delataran su posicion pues si....entrar al Ministerio no era para nada aconsejable.

 

Asi que helo ahi, a las afueras del Ministerio, enmascarando un poco su tez palida y ojos rubi detras de una magia impecable. Dejo a un lado el cafe que tenia en frente y se apresto a entrar por la via tradicional. Siendo experto en las artes del extravio de objetos no personales, de no sobresalir..ahora mismo era un sujeto normal...un mago mas del monton. Entro al Ministerio y dejo tiempo para que examinaran sus pertenencias a la entrada y comunicar la supuesta justificacion de hacia donde iba, para despues tomar "por equivocacion" la ruta equivocada.

 

Y ahi estaba Derhorm, en el corredor del despacho del Ministro, de nuevo con mi fisonomia habitual, viejo..anciano..medio decrepito. Claro en el pasillo no estaba solo de hecho delante de mi persona un grupo de inquisidores andaba a paso veloz. Evidentemente los custodio del lugar los dejaron pasar mientras a mi me detenian.

 

-Aqui no queda el departamentos de criaturas- Derhom intento justificarse, haciendo chirriar una voz fingida, y haciendose el suficientemente sordo para no entender las explicaciones que le daban. Necesitaba una apertura...y por suerte el grupo inquisidor que tenia delante se la dio al entrar en lo que Derhorm consideraba una forma violenta al despacho del Ministro.

 

Ese intante irvio para que Derhorm, apoyado en su baculo magico, chasqueara los dedos y una onda expansiva silenciosa e invisible lanzara a los custodios que lo rodeaban a cierta distancia en un profundo sueño. Siguiendo el camino para despues oir la voz de MInistro refiriendose a una tal Maida, un Grellian un muchacho...a saber quien....y

 

-Y yo tambien señor Ministro...-grazne a las espaldas del grupo.

 

@

[Maida Black Yaxley]

La verdad si resultaba gracioso que Aaron pusiera el ceño fruncido cuando ella ingresaba al despacho y no cuando Juana La Loca ingresaba, pero bueno, no le iba a reprochar nada, después de todo su única razón para seguir en Ottery seguía siendo él. ¿Cómo se había encariñado tanto con un mago que apenas miraba su reflejo? Si, le había costado pero ya había aceptado que para Aaron Black Yaxley no existía otra cosa más que su propia nariz, y así lo quería, egocéntrico. Lo había terminado de aceptar cuando notó que pese la noticia de sus hijos, no había movido un dedo para verlos, teniendo que ser ella la que se mudara con los Triviani para echarles un ojo encima. Para su primo el poder se resumía a todo, al status, a su garbo, para Maida, el poder residía en sus quereres y esos, justamente eran su familia.

 

 

— Dime que puedo enviar la noticia por memorándums porque sabes bien que no voy a moverme de Inglaterra, no mientras tú estés aquí —sentenció la Yaxley en uno de sus muy espaciados dejos de valentía, y se cruzó de brazos.

 

En ese instante apareció un tercero, uno que ella no reconocía y sacó la varitan en cuestión de segundos.

 

— Te lo juro, estoy a tres segundos de convertirme en la asesina de tu guardia ministerial, ¡me van a oír! —chilló enojada sin sacar los ojos del recién llegado.

 

@ @

[Sean -Ojo Loco- Linmer]

Derhorm, Ministerio Ingles.

 

La reaccion ante la presencia de Derhorm junto a los presentes no se hizo esperar. A fin de cuentas se habia movido con demasiado sigilo aun para los estandares de la magia convencional para posicionarse a las espaldas del grupo que habia invadido el despacho del Ministro Aaron. De mas esta decir que en esta dimension Derhorm habia tenido que adaptarse para primero, buscar informacion y segundo pasar lo mas desapercibido posible. No queria incidir de alguna forma en esta dimension que despreciaba, alla ellos con sus problemas. Mas bien deseaba regresar, recuperar el tiempo perdido....y..bueno mejor dejarlo ahi....planar algo mas alla de eso no era contraproducente. Y mas cuando no era seguro que lograse obtener todo lo que me proponia.

 

-Guarde la varita señorita.....aqui no hya ningun enemigo. -dijo Derhorm refiriendome a Maida que apuntaba con ella a la par que comenzaba a demeritar a la guardia ministerial.-y no la tome con los guardias...de alguna u otra forma hubiese entrado.... -Derhorm se acomodo recostandose a un lado de la puerta- ya habia pedido por escrito una reunion con el Ministro...pero ante los acontecimientos me tome la libertad de adelantarla.

 

Ahora mismo Derhorm se preguntaba donde habria quedado aquella lechuza que habia mandado para reunirse con Aaron. De seguro entre una pila de papeles viejos y sin importancia. Eso paaba cuando ante tanto jaleo interno y externo la burocracia no estaba bien aceitada.

 

-Espero no se tome a mal mi presencia..pero el asunto urge....y mas si corre peligro la institucionalidad de Londres y con ella la presencia del nuevo Ministro. -mejor darme propaganda rimbombante...aunque claro esta....no mentia respecto a la valia de al informacion que traia.

 

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Editado 17 de Noviembre del 2019 por Sean di Spinneto IV

[Kiyotaka Ayanokouji]

Todo el mundo oficialmente se había ido al 5to infierno... una guerra con italia... era una locura... el mal al final habia triunfado... lo unico que podia hacer el mago era tomar fotografías mientras leia el comunicado que había lanzado el ministro de magia... sus demás compañeros se metaban por mas fotos, algunos otros le llamaban a sus familias, algunos mas a sus contactos para obtener información extra... una guerra... el mundo estaba vuelto loco una vez mas...

 

-- Voy a necesitar un favor...--

 

Y sin decir mas el mago comenzó su andar acompañado de esa mujer... su contacto mas fiel, se adentraron entre los callejones de diagon, todo estaba hecho un caos, el soltar una noticia asi, habia hecho que todos comenzaran a correr, inclusive algunos radicales comenzaron a perseguir a una familia italiana que no tenia nada que ver con lo sucedido... el mago únicamente sonrio y sin decir mas atrapo a esos radicales con varios incarserus... de cierta manera era divertido...

 

--tienes que prepararte... comunicate con tus contactos, y prepara todo en caso de que tengamos que salir de inglaterra de emergencia.--

 

Y sin mas el mago le sonrio para volver a salir, necesitaba arreglar unas cosas ahora que esto estaba fuera de control y sin decir mas se perdio entre las multitudes...