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Melrose Moody y Eileen Moody


Runihura
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Tiene la sensación de que muchas cosas están ocurriendo a la vez. Está nerviosa, aunque no sea un duelo real. No le gusta fallar, especialmente frente a las narices de un instructor. Quiere impresionar a Runihura e incluso a Melrose, quiere demostrarle que tiene razón cuando dice que su prima es una "niña genio". Aunque tal denominación conlleve mucha responsabilidad y en general sienta que la decepciona, le gusta pensar que algún día tendrá razón. Algún día revolucionará la comunidad mágica con sus inventos, algún día será considerada una erudita de la magia... y algún día tendrá tal control del caos, que no la sorprenderá el destino. Con los ojos cerrados se concentra en reunir las energías necesarias para invocar aquellos poderes. Siente cómo el poder se acumula, difícil de dominar y moldear con sus pensamientos. Sin embargo, lo intenta. Conjura a la Rueda del Tiempo. Si tiene suerte... no, si usa bien aquellos poderes, anulará el último movimiento de Melrose. No piensa en las posibilidades menos agradables para ella.


Sin embargo, como de costumbre en esos días, las cosas no van como lo hubiera querido. Su visión se torna borrosa, no porque tenga problemas de vista sino porque su mente comienza a dar vueltas. Intenta recordar las lecciones de la profesora Jane, pero siente que no tiene control de sus pensamientos.


―¿Ya es hora de la cena, Melly? ―balbucea Ellie, sonriendo como una tonta― ¿Ya llegó la pizza? Espera, tengo un par de sickles de cobre sueltos...


No está en condiciones de realizar otros movimientos. ¿Puede acaso continuar el duelo? Quizás es una fortuna que no pueda pensar en eso, en la vergüenza de haber sido desarmada y gravemente confundida.


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Los poderes del caos eran sin duda, al azar. La Diosa Uzza algunas veces podía actuar de forma misteriosa y un tanto complicada, Runihura solía imaginársela como alguien a quien le gustaba jugar con la suerte. Se cruzó de brazos y esperó paciente a que sus dos alumnas empezaran con el duelo.

Pronto en el campo de batalla hizo acto de presencia el mismísimo Señor del Caos, imponente como siempre, pero ¿le ayudaría a Melrose a ganar ese enfrentamiento? Pronto lo descubriría. Del lado de Eileen una hermosa doncella apareció para sanarla y curar las heridas que pudiera tener en el enfrentamiento.

Pensó ver hechizos volar, pero nada sucedía, estaba empezando a pensar que ninguna de las dos se animaría a atacarse, ya tenía la varita en su mano dispuesta a intervenir cuando el Señor del Caos actuó sobre Melrose obligándola a usar hechizos defensivos. La guerrera volvió a adoptar una posición relajada, expectante por ver la reacción de Eileen.

Grande fue su sorpresa cuando no hizo nada para sabotear las defensas que la prima de la joven había hecho. Enarcó una ceja intentando descubrir que estrategia estaba usando. Finalmemte un limitate fue enviado hacía Melsore, que actuando rápidamente y antes de que el hechizo le quitara la posibilidad de usar rayos, le lanzo un expelliarmus mismo que impactó de lleno en Eileen. La varita de la joven salió despedida a varios metros de distancia, cerca de donde Runihura se encontraba.

Al parecer el poder del caos no estaba dispuesto a ayudar a la joven Moody que ademas de estar sin varita ahora se encontraba totalmente confundida. La Ninfa nada podía hacer por ella, miró a la joven y desapareció. Ahora ya solo quedaba el Señor del Caos en el campo de batalla, aunque también estaba próximo a desaparecer.

—Aun tienes tiempo para hacer que la balanza se equilibre o que se ponga a tu favor —comentó la pelinegra. Había recogido la varita de la bruja y se la estaba entregando nuevamente para que pudiera continuar con el duelo —Como ya lo he dicho. Aquí no importa quien gane, solo importa el uso de los hechizos y hasta ahora van bien. — les dio la espalda para regresar al lugar en donde había estado parada.

Al parecer los golems no serian necesarios, no quería presionar demasiado a las jóvenes Moody, no quería que quizá le cogieran odio a esos hechizos.

—Por favor, continúen. —Pidió volviendo a posar su mirada en las brujas.

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Melrose está anodada. Sabe que no solo se trata de sus hechizos, cuando puede volver a ver y observar a su prima; sin duda, las fuerzas del caos también han debido de confluir, para verla ante ella confundida y sin varita. Quizá, es por eso que Runihura es la primera en reaccionar, para devolvérsela. Melrose no hace nada por intervenir, al contrario, se queda estática, pensando en qué se supone que debe hacer a continuación. Por supuesto, Runihura también se encarga de indicarle eso y debe estar agradecida de tener a alguien amable en aquella oportunidad, de otro modo, quizá habría perdido el sentido de las cosas.

 

Como si eso no le hubiese pasado con Bakari. Como si eso no le hubiese costado bromas interminables de parte de Richard por meses.

 

Quizá es la idea del burlón perfil de su pariente el que hace que se ponga manos a la obra de nuevo, más que el hecho mismo de seguir con su instrucción pero una vez intenta concentrarse y pensar en qué es lo que hará a continuación con seriedad -luego de echar un vistazo de lado al señor del caos todavía presente- sabe que todo dependerá de aquello que él disponga, de cierta forma. Así que concentra una vez más la energía del caos, intentando que se agolpe alrededor del brazo que maneja la varita.

 

Entonces, sucede. Sabe que ha vuelto a pasar lo primero que le sucedió. A pesar de no adivinar de dónde proviene esa certeza, entiende que su única opción una vez más es defenderse pero no se siente satisfecha solo con ello así que decide probar algo más. La rueda del caos misma, que hasta ese momento solo ha atisbado. El poder se alza y ella decide actuar antes de olvidar qué es lo que tiene que hacer, antes que todo se desvanezca.

 

—Cantar de Eleboro

 

Mel fue capaz de oír esa pequeña vibración musical proveniente de su varita luego de pronunciarlo. Sus sentidos, ya normalmente agudos debido a la licantropía se volvieron aún más perceptivos y reforzados. Sería inmune a los ataques a sus sentidos, ataques como el que había sufrido poco antes y que no será afectada por ellos por el doble del tiempo habitual, gracias a las fuerzas del caos.

 

Tener encima otra restricción es inconveniente, así que quizá, solo necesite... bueno ¿deshacerse de un posible contrataque?

 

Salvaguarda Mágica

 

Entonces, es intangible, así que aún si Ellie va a atacarla ¿debería librarse de ello? No está segura de estar eligiendo las opciones correctas pero sí que está experimentando la magia del caos como no lo hizo antes.

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Demasiado confundida como para protestar, toma la varita mágica. ¿Quién es esa joven? ¿Por qué está en aquel desierto helado? ¿De qué balanza le está hablando? Frunce el ceño. Se siente cansada, pero sabe que no es momento de descansar. «Es cierto. ¡Esta es la prueba!». Súbitamente, recuerda lo que sucedió hace tan sólo unos momentos y, sonrojada, asiente a las palabras de ánimo de Runihura. Le gustaría hacer un hueco y meter la cabeza en el, pero no hay tiempo para eso. Se vuelve nuevamente hacia su prima y, lentamente, levanta la varita mágica.

 

De nuevo, Melrose no la ataca sino que está equipándose con conjuros de defensa. Hace ya un rato que desapareció la fina capa de niebla que recubría su cuerpo, aunque quizás hayan pájaros volando por ahí. Además, ahora es inmune a los encantamientos que afectan a los sentidos y, como si no fuera poco, a los ataques físicos. No sabe por cuánto tiempo durará, pero lo mejor será pensar en una estrategia.

 

Nuevamente, invoca las fuerzas del caos y hace que se manifiesten en una Rueda del Caos. Se concentra en el resultado que desea... y parece que, por fin, la Diosa Uzza le sonríe. Ellie siente cómo sus poderes incrementan y sabe que lo ha logrado: los hechizos que realice serán más poderosos, así que será mejor que aproveche aquella oportunidad de darle su merecido a Melrose y así impresionar a Runihura.

 

Cinaedae —susurra Ellie, agitando la varita mágica hacia su prima. Ni siquiera el salvaguarda le ayudará contra aquel encantamiento, que ahora se ve potenciado por los poderes del caos.

 

Cuando vuelve a levantar la varita, no tiene intenciones de realizar otro ataque. Lo mejor será tener alguna defensa.

 

¡Aqueora! —de su varita aparece una masa de agua que la rodea hasta formar una esfera. El escudo mágico la protegerá durante un buen rato pero no le impedirá realizar ataques.

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Mel aún se encuentra sosteniendo su varita a pesar de ser intangible. No le interesa averiguar cómo es que eso es posible (?) si no que, por el contrario, intenta pensar en qué es lo que hará a continuación; ante ella, puede ver el gas de los pétalos del pensamiento, sabe que pronto empezará a asfixiarse.

 

Es una cosa de fracciones de segundo. Concentra su poder del caos como ya ha hecho tantas veces y piensa en acudir al poder de la fortuna. La diosa le había sonreído de alguna forma al enviarle al señor del caos -que ya ha desaparecido- pero en aquella oportunidad no sucede así. Por más que intenta, nada sucede, lo que significa que la fortuna no le ha sonreído. Por supuesto, no puede perder el tiempo si quiere seguir viva (así de apremiante es ese ataque) por lo que se apresura a contener la respiración y pensar:

 

Anapneo

 

Su cuerpo hasta ese momento todavía es incorpóreo y siente enseguida el alivio en cuanto su magia hace efecto sobre su cuerpo, librándola de lo peor del veneno en sus vías respiratorias. Sabe que tendrá que ocuparse de ello luego y ve entonces cómo Ellie se encuentra defendiéndose con un aqueora justo después de que ella apenas se ha librado por un pelo, por lo que solo le queda pensar:

 

Maldición

 

De forma que su siguiente hechizo termine siendo ejecutado en una versión graciosa o hasta ridícula de la que ella pretendería. Solo planea que eso le de tiempo de curarse, casi rascándose la cabeza para pensar en el resto de sus posibilidades.

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