Jump to content

Libro de la Sangre


Gahíji
 Compartir

Publicaciones recomendadas

- Señorita Yaxley, espero que salga de su estupor y nos acompañe.

 

El guerrero torció la boca. La falta de interés era tan despreciable como la arrogancia sin méritos. Sus alumnas eran completamente opuestas y en vez de hacer la clase más interesantes, se empeñaban en ahogar cualquier esfuerzo por aprender. ¿Qué hacían ahí? Pocas veces se había enfrentado a alumnos tan difíciles de tratar, perdía el tiempo rayando de meter algo de perspectiva y sentido común a brujas que no querían entender, no cuando podían pagar para hacer creer que son algo o saben algo. Cada una se cerraba a los poderes uzzas de formas distintas.

 

- Se acabó -se puso en pie con una agilidad impropia para alguien de su edad. La varita apareció en su mano-. Nos vamos. De esta prueba va a depender si merecen los poderes uzzas o no.

 

Las serpientes desaparecieron en cuanto dio un golpe con la varita. Gahíji, harto, se contuvo para no alzar la varita contra una y otra bruja y, en cambio forjó, un portal de refulgentes bordes sobre el aire. Al otro lado, una cortina de bruma gris escondía el destino. Esta vez les iba a regalar una ventaja adicional. Una ventaja para la más rápida y una desventaja para la más lenta. El portal las llevaría al sitio que estuviera en la mente de la primera persona en el momento de cruzar y todo estaría dispuesto según su propia imaginación.

 

- No tengo que recordaros que el que toma la iniciativa, lleva ventaja ¿no? Cruzad si queréis hacer la prueba final.

 

Antes de atravesar el portal, curó la herida de Maida.

 

 

Reglas

  • No existen los límites de tiempo entre respuesta y respuesta. Por tanto, la regla de hechizos impactados desaparece.
  • Duración del duelo: Del 20 de octubre (inclusive) al 27 de octubre.
  • Nos guiaremos por las reglas de duelos existentes.
  • Hechizos: Neutrales, Graduados, y los Libros de Hechizos hasta el Libro de la Sangre. (Con especial énfasis en este último).
  • Están prohibidos los Off. Consultas, dudas o sugerencias, al topic del Libro de la Sangre
k6472iU.png
Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Ante la falta de respuesta de Maida, la Médici se preguntó si el juramento había sido tan efectivo y bien planteado que su rival no pudo reaccionar ¿La amaría incondicionalmente o simplemente el contenido del libro de sangre se borró súbitamente de su mente, como le solía pasar a los tontos frente a un examen importante? Sin importar cuál de ambas opciones fuesen la real, Lucrezia le dirigió una expeditiva mirada al semblante confundido de la chica y volvió a centrarse en el guerrero Uzza que las acompañaba. Éste parecía extrañamente convencido de no haber puesto a sus alumnas en peligro de muerte y en su expresión no se leía ningún tipo de aprobación por el correcto uso de la daga del sacrificio ¿Acaso se había rendido a instruirlas como debía?

 

La mortífaga aprovechó para escudriñar un poco más en aquel sujeto, que compartía la esencia mística y reservada del resto de los Uzza con los que se había encontrado. Lucrezia se preguntó, en consecuencia, si ser exageradamente pedante era un requisito obligatorio para formar parte de tal selecto grupo de guerreros; por momentos, incluso fantaseaba con la posibilidad de sumarse a dicho clan al cumplimentar con creces ese mismo punto. Sin embargo, mientras auspiciase de alumna el choque de personalidades era inevitable y teñía esos encuentros de una incomodidad que era expresa y palpable. Fulminó con la mirada a Gahíji, clavando sus fieros ojos zafiro en sus toscas facciones, pero no emitió palabra. Di Médici sabía a la perfección lo que se avecinaba para ambas alumnas.

 

Cuando las serpientes se desvanecieron dentro del invocado círculo que las encerraba, la blonda italiana se quitó el anillo de entendimiento con las bestias y lo guardó instantáneamente en su monedero de piel de moke. No le gustaba lucir aquellos artefactos de dudoso gusto estético cuando debía hacer frente a un duelo de esas características, incluso con una rival de cuestionable habilidad mágica como era la Yaxley. Eran pesados e inútiles en medio del crudo cruce de maleficios y hechizos, donde la agilidad era un aspecto fundamental para alzarse con el triunfo y Lucrezia siempre triunfaba. Desmaterializó el monedero con un simple chasquido y sin prestar atención a Maida se adelantó hacia Gahíji.

 

- Muchas gracias… - le dijo con marcada ironía al guerrero Uzza cuando éste le cedió el paso hacia el portal.

 

Lo cruzó primero que nadie, dejando que su blanquecina luz la bañase por completo. El efecto de aquella invocación sobre su organismo se hizo sentir con toda su fuerza en la boca del estómago, que se revolvió bruscamente como si aquello se tratase de un traslador formado con poca pericia. Ahogó con ímpetu las náuseas que la invadieron repentinamente. Abrió sus ojos, que previamente había cerrado como reflejo, y se encontró en un escenario que conocía a la perfección. Una sonrisa de malicia se dibujó en sus carnosos labios mientras su mirada volvía a fijarse en una recién llegada Maida, que también reconoció con suma facilidad el lugar en que había aparecido una vez la niebla grisácea se disolvió. Ambas habían permanecido en aquel recinto con anterioridad.

 

El Salón Principal de la mansión Médici presentaba un mobiliario reducido en relación directa a lo que era su extraordinaria amplitud. Apenas dos robustos y acolchonados sillones individuales perfilados hacia una apagada chimenea de ladrillo se ubicaban a unos metros de donde habían aparecido. En las paredes laterales, donde destacaban cuatro amplias ventadas, apenas había una elevadas repisas con objetos ornamentales y minucias varias de poco tamaño. Una biblioteca, repleta de tomos de variadas extensiones, era el único mueble que destacaba por su longitud. El suelo era de una pulcra piedra grisácea y el techo era increíblemente alto, fiel al estilo exagerado y exquisito de una edificación que destacaba en Ottery St Catchpole.

 

Admirando su propia esencia que inundaba cada recoveco del salón, Lucrezia se ubicó a unos siete metros de Maida. Sin dejar que su desafiante sonrisa menguase en su encanto, la blonda italiana adoptó una protocolar postura de ataque: adelantó su pie derecho sobre el izquierdo, alzó tanto la mano que portaba su varita como la que se encontraba libre para lograr un armonioso equilibrio y apuntó con su arma mágica a su mortífaga rival. Invocó presurosamente la Daga del Sacrificio en su diestra y la acercó a la blanca y delicada piel de su antebrazo. La rozó con el plateado filo y, sin dejar que en su semblante se escapara el dolor, realizó un corte superficial. No lo dudó un segundo: su objetivo inequívoco era dañar para luego llevar el devenir del duelo a los mismísimos límites del libro de la sangre.

 

- Immolo oppugnare. - exclamó con movilizante firmeza.

 

El corte se replicó con fidelidad en el brazo de la Yaxley, atando a ambas a la magia Uzza cuyo conocimiento debían probar ante Gahíji.

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Para el tramo final, una prueba de habilidades que incluyeran el manejo o por lo menos el conocimiento de Libro que asumirían. Si, debería haber centrado sus pensamientos en eso, sin embargo, la Yaxley seguía peleando internamente con entender a su “profesor”, ¿podía llamársele así aún cuando no existía la empatía mínima de querer trasladar su conocimiento a los que llegaban hasta él? Maida no recibiría en el futuro cercano ningún premio por excelencia pedagógica en la Universidad, sin embargo, intentaba que sus alumnos salieran de aquello con un grato recuerdo y algo adicional en sus cabezas. No la tortura psicológica que parecía haberse enquistado con los Arcanos y los Guerreros Uzza. ¿Los respetaba? A diferencia de su compañera, sí. Admiraba sus conocimientos, empero no podía estar de acuerdo con sus métodos, iba en contra de su esencia, y lo había sido siempre. Ella era una giver, y aunque muchos confundieran aquello con debilidad, no estaba dispuesta a cambiarlo. Agradeció, eso sí, el gesto de lanzarla al portal curada y sin mayores contratiempos.

 

No le sorprendió que Lucrezia adelantara el paso, mucho menos que al cruzar el portal, se viera nuevamente en su salón. Guardaba lógica, la sangre llama a sitios seguros y ¿qué lugar más seguro que su propia casa? El salón seguía siendo tan imponente como ajeno a la bruja de ojos azules, jamás se había sentido tan inapropiada para un lugar. Materializó su varita en la mano, y pudo ver la ansía de su contrincante por sangre.

 

Utilizar lo que tenía a beneficio, aunque fuera poco parecía importante, utilizó Curación, algo que tenía siempre en la punta de la lengua, diezmando el efecto del corte de Lucrezia, y entonces sí, aunque lo detestaba, se planteó la idea de no morir en el duelo, se concentró en lanzar una Maldición a su contrincante y asegurarse que al menos uno de sus hechizos saldría mal pronunciando de sus labios. Eso sí, no se reiría del asunto, en personas que llevaban la vanidad como bandera, aquello resultaría una afrenta imperdonable, y aunque no comulgaba con muchas cosas de las que hacía su compañera de la Marca, no era su estilo actuar de esa forma.

 

Supongo que la sangre yo la prefiero dentro del cuerpo —susurró sonriendo, mientras cubría su cuerpo con una Salvaguarda Mágica—, viva, que tienes documentos por firmar, Yaxley.

T7GHFlv.gifUseiaum.gif

c2ixJhD.jpg

oPH1dye.gif- kBtusEd.gif-

 

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

La mortífaga notó con cierto recelo como la herida de la amiga -¿familiar?¿pareja?- del Ministro cerró por el efecto de una curación casi instantánea. La expresión jovial de la blonda italiana, utilizada con asiduidad para ocultar su exasperación, se hizo notar una vez más en su blanco semblante. Los alcances casi ilimitados de la magia Uzza, que aquellos altivos y cerrados guerreros enseñaban a quienes estuviesen dispuestos a pagarlo, comenzaban a hacerle cierto ruido recurrente. Si aquel duelo se ciñese a los hechizos y maldiciones clásicas su superioridad obvia frente a Maida finiquitaría aquel poco interesante encuentro en pocos minutos. Sin embargo, la injerencia de la antiquísima raza y sus complejos libros de hechizos significaban un verdadero grano en las partes íntimas para ella.

 

Episkey, pensó con todo el ímpetu que le suministraba la adrenalina que la embriagaba. La herida que se había abierto con su propia Daga del Sacrificio absorbió la sangre que se escapaba como diminutos hilos alrededor de su brazo, como formando una espiral, y se cerró abruptamente dejando una cicatriz rojiza apenas perceptible que desaparecería con el paso del tiempo. Levantó la mirada y ésta se clavó con firmeza en la de Maida. Aquel cruce súbito, esa conexión inevitable que dejaba fluir el verdadero sentimiento que pesaba sobre la otra, era crudo. La esencia desafiante de ambas era manifiesta. Un duelo resultaba una ocasión coherente y acertada para superar viejas rencillas sin innecesarios cruces de palabras o indirectas. Los maleficios hablaban por si solos.

 

Incluso sorprendida por la habilidad de su rival, Lucrezia comenzó a moverse con intensa precaución hacia la derecha. Sus piernas se cruzaban con naturalidad mientras cuidaba de no perder el radio que las separaba y le regalaba a la joven aristócrata preciados segundos para repeler el ataque de la Yaxley y elucubrar su siguiente acción. Eran las situaciones de agobiante tensión, donde el dolor físico era una amenaza real y la salud pendía de un fino hilo, donde Di Médici había aprendido a moverse con más soltura y naturalidad. Responder las hostilidades enemigas era casi un acto reflejo de su sistema nervioso. Cuando decidió que aquel traslado era suficiente, frenó en seco. Retomó su postura, sosteniendo en alto la daga, y le guiñó un ojo a la Yaxley con supina sorna. Alzó su blanca varita con un curvo movimiento y, apuntando a Maida con aquella arma levemente inclinada de arriba hacia abajo, volvió a tomar la iniciativa.

 

- Yo juro no lanzar efectos.- su tono, bajo una capa inquebrantable de parsimonia, denotaba su superioridad espiritual.

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Lucrezia se curó, lo que alivió la presión en el cuerpo de Maida, genuinamente detestaba usar la magia para dañar de manera innecesaria. Un duelo le parecía innecesario, ella siempre les rehuía. Atacar a una compañera mortífaga le parecía una sin razón. Incluso matar fenixianos —si podía evitarse—, también le parecía un sin sentido, era disminuir la sangre mágica. Podían ser más poderosos que los muggles, pero en números no tenían la ventaja. Así que sí, se sintió liberada cuando la sangre dejó de brotarle de la piel.

 

Sentía que le había herido un poco en la vanidad, paseaba hacia un lado como una leona cautelosa, resentida, como si la ojiazul fuera una espina que se había colado entre sus patas, inofensiva realmente, pero bastante incómoda. La Yaxley sabía que sus posibilidades de vencer, no sólo a la italiana, sino a cualquiera, en un duelo eran mínimas, jamás se había especializado en aquello, a duras penas sabía defenderse. Y, a diferencia de su contrincante, no le molestaba salir de aquel recinto con el rótulo de perdedora del duelo pegado en la frente. Cuando por fin ella se detuvo, pensó que sería nuevamente atacada.

 

Desmaius —seseó con la varita directamente hacia ella, vio como el rayo surcaba el pesado aire de la mansión Di Médici y buscaba su centro para tumbarla inconsciente en el suelo. Sin embargo, Maida sabía que aunque fuera un sin sentido, debía intentar continuar atacando por lo que pensó rápidamente en llenar su boca con un hechizo de babosas, que la tendrían vomitando al menos un rato lo suficientemente largo para evitar mayores daños.

 

No era de sus favoritos, porque ella misma era de estómago débil, pero al menos no tenía mayor costo de sangre, o eso pensaba. Ya si la cosa seguía tan peliaguda por parte de Lucrezia, se pensaría un par de veces el contraatacar, su juramento estaba desatándole la lengua para los hechizos prohibidos.

T7GHFlv.gifUseiaum.gif

c2ixJhD.jpg

oPH1dye.gif- kBtusEd.gif-

 

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

- Protego. - exclamó la mortífaga con un tono triunfalista y altivo, pese a que Maida parecía demostrar cierta habilidad al menos en el área defensiva. Limitada, claro, pues no estaba lista para aceptar de su rival alguna clase de talento para duelos u algún otra materia donde le pudiese hacer competencia.

 

Alzó su zurda y un escudo traslúcido, de un tenue color anaranjado, se proyectó frente a ella desde la punta de su blanca varita. La luz que emitía aquella invocación a su alrededor iluminó su pálida piel y realzó el brillo desafiante que bañaba su mirada. La adrenalina ya corría por cada una de las venas de su cuerpo. Sentía sus articulaciones y sus músculos más flexibles como si fuese una reacción a ese golpe vertiginoso y súbito en su organismo, traducido en el desempeño asertivo de sus movimientos. Contempló con supina satisfacción como el escudo materializado en su frente absorbía el fulgor del maleficio lanzado por su rival y una vez el peligro de aquel "desmaius" se esfumó gracias a aquella protección, la Médici llevó la Daga del Sacrificio a la altura de su vientre.

 

- Immolo oppugnare - volvió a alzar su voz, con una firmeza que poco sirvió para anticipar su siguiente acción.

 

El filo era frío y cortante. Aquella gélida y dolorosa sensación erizó cada rincón de su delicada piel, siguiendo el paso al eléctrico reflejo que recorrió su espina dorsal cuando el metal se encontró con su carne. La punta de aquella mágica daga se abrió camino sobre su abdomen dejando a su paso una abierta herida de poca profundidad que sin embargo no tardó en mostrar los primeros indicios de sangre. El rojizo líquido se impregnó en la tela de su vestimenta y la atravesó en segundos, dejando contemplar a Maida la consecuencia de aquel acto. Sin embargo, la Yaxley poco tiempo tendría para preocuparse por la futura cicatriz de su compañera de La Marca Tenebrosa: sobre su abdomen se había materializado exactamente la misma herida, que pese a no contar con una excesiva profundidad si hacía obligatorio un episkey.

 

Lucrezia no tuvo tiempo, en consecuencia, de responder ante el nuevo ataque de la mujer. El rayo impactó con toda su furia justo en el pecho y su consecuente efecto no tardó en hacerse notar en su organismo. Sintió repentinamente como su estómago se llenaba al completo, obligándola a experimentar una sensación de pesadez que nunca había sentido, y al instante percibió como una un bolo pegajoso ascendía por su garganta. Sin embargo, su postura siempre danzando entre la elegancia y la firmeza no se modificó ni un ápice. Con la espalda recta y su varita aun en algo, la mortífaga abrió ligeramente la boca dejó que la primer babosa cayera lentamente por su mentón. Curación pensó la blonda italiana para cerrar las heridas que se había autoejecutado. Pese a la dificultad que le generaba escupir babosas, la aristócrata intentó embozar como fuere una sonrisa socarrona. Sabía que ponía a su rival en un complejo aprieto.

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Guest
Esta discusión está cerrada a nuevas respuestas.
 Compartir

Sobre nosotros:

Harrylatino.org es una comunidad de fans del mundo mágico creado por JK Rowling, amantes de la fantasía y del rol. Nuestros inicios se remontan al año 2001 y nuestros más de 40.000 usuarios pertenecen a todos los países de habla hispana.

Nos gustan los mundos de fantasía y somos apasionados del rol, por lo que, si alguna vez quisiste vivir y sentirte como un mago, éste es tu lugar.

¡Vive la Magia!

×
×
  • Crear nuevo...

Información importante

We have placed cookies on your device to help make this website better. You can adjust your cookie settings, otherwise we'll assume you're okay to continue. Al continuar navegando aceptas nuestros Términos de uso, Normas y Política de privacidad.