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Maldiciones & DCAO


Leslie Ashryver PB
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Maldiciones & DCAO



La Delacour cambió su apariencia por el de una mujer de tes oliva, cabellos negros lacio hasta la cintura, de altura mediana y bastante flacucha, con ojos negros profundos y unos labios finos. Como esa clase era especial había elegido una ropa muy parecida a la que los muggles usaban para pasar desapercibida.

Unos pantalones de tela color beige, unas zapatillas de tela marrones como la camisa que estaba usando y un gorro de arqueólogo color crema, quien la viera sólo veria s una joven de unos veinte años que parecía ser una guía de turistas. Miró su imágen en el espejo de la mansión Delacour y asintió sstisfecha sentándose en su cómoda donde había esparcido varios pergaminos con el sello de la Universidad.

Esta vez no irían a Brasil como la última vez sino a Egipto más bien "Valle de los Reyes" lugar donde descansaba la tumba de Tutankamón. Ya tenía todo arreglado para que sus alumnos fueran a la noche con la carta que servía de traslador, ya activado para varias horas más tarde, apareciendo frente a las grandes estatuas de cuatro faraones. Una vez escritas las cartas avisando donde los encontraría, la hora y que debían ir cómodos con ropa veraniega las cerró y mandó a la lechuza de su esposa a que las repartiera a sus alumnos.

Ella antes debía terminar de arreglar unos asuntos con el gobierno egipcio mágico, con eso desapareció de su dormitorio no sin antes besar la frente de su esposa.

Había pasado cinco horas exacto desde que mando las cartas y ya estaba el cielo oscuro, apenas eran las ocho de la noche y habia comenzado a refrescar por lo que se arreglo la camisa para aue justo en ese momento comenzarán a llegar.

-Bienvenidos!- exclamó con entusiasmo - soy Alessandra Delacour y seré su profesora este mes de Maldiciones y DCAO- les comunicó.

-Cómo verán estamos en Egipto asi que tendrán que tener los ojos muy abiertos porque este lugar tiene mucha magia antigua- les comentó -muy bien, me gustaría que se presentarán, digan a cuál asignatura se inscribieron y si conocen algo de ella- les pidió.



Always Editado por Alessandra G. Delacour

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«Egipto» la palabra flotaba en mi mente y encendía más mis expectativas, había pasado mucho tiempo desde la última vez que tomé algún curso, y al tratar de acordarme, los recuerdos se hacían más lejanos. Egipto me parecía tan enigmático, que la sola mención de ésta, envió grandes de dosis de curiosidad y expectativas a mi ánimo. No estaba segura del código de vestimenta, pero además de usar ropa veraniega deduje que sería más práctica que teórica, así que con esa prerrogativa elegí unos shorts de mezclillas, camisa blanca y zapatillas del mismo color, sumé un pañuelo rojo que anudé en mi muñeca, por si debía sujetarme el cabello más tarde y volví a revisar la carta de la profesora, por si olvidaba algún detalle.

 

«Ya es hora» planteé estirando la mano hacia el pergamino, y tocando sus bordes, cerré los ojos y me perdí en la nada. El suave hundimiento de mis pies en la arena, me avisó que había llegado a mi destino, sorprendida, parpadeé registrando mi alrededor.

 

La noche se planteaba perfecta, y el viento soplaba algo más frio que lo pensado. El clima era extremo pero los paisajes eran más que increíbles! Meneé mi cabellera plateada acomodando algunos mechones detrás de las orejas, ante la noche, me veía bañada del brillo plateado de la luna, y aunque estaba acostumbrada a eso, no quería parecer delicada ante mis compañeros de clase. Mojé mis labios, sintiéndome un poco sedienta y me acerqué a una mujer, al parecer era la primera alumna en llegar.

 

Observé a la profesora y revisé lentamente su indumentaria, buscaba alguna espada, un arma mortal, posiblemente una varita espectacular, «tal vez lleva escondidas las dagas» pero suspiré al no encontrar indicio de violencia, y no es que esperaba que la clase fuese violenta, pero si algo de acción y agresión desde el inicio, sin embargo, decidí no darlo por hecho, pues apenas empezábamos el curso. Crucé mis brazos y mordí mis labios por dentro, escuchando con atención su explicación.

 

Al notar que nadie decía nada, decidí empezar— Buenas noches, mi nombre es Fengari Munter Evans, y me inscribí a Conocimiento de Maldiciones —agregué curiosa «seguramente me veía frágil» girando mi rostro hacia mis compañeros, esperando al siguiente.

 

 

 

Morsmordre

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Me quedé estática un instante, admirando la muerte del día en el horizonte mientras esperaba la hora convenida desde la pequeña terraza de mi habitación, bebiendo una humeante taza de chocolate caliente. Estaba lista desde hacía días, y aquélla mañana me había levantado del mejor humor posible y el ánimo me había durado todo el día; parecía que aquélla clase estaba teniendo un favorable efecto en mí y ni siquiera había comenzado aún.


Cuando solo la luna iluminaba tenue el paisaje volví a entrar en mi habitación. Un vistazo en el espejo para revisar mi rubio cabello, revuelto por el aire de afuera. Las instrucciones habían sido muy simples cuando había llegado a mis manos la convocatoria de la clase que contenía algunos detalles del lugar en donde tendría lugar la clase y, además, algunas recomendaciones de vestimenta.


Me observé, vestida con unos pantalones cortos a medio muslo color beige, una blusa de tirantes negra y una camisa verde militar encima, con los botones desabrochados y las puntas inferiores hechas un nudo. Me pasé las manos por el cabello, acomodándole en una cola de caballo de la que se escaparon algunos mechones al frente. Unas botas de montaña complementaban mi atuendo, junto con mi varita dentro del bolsillo.


Había llegado la hora, de modo que tomé la carta y desaparecí de mi habitación cinco segundos después. Por suerte estaba acostumbrada a los trasladores. El primer cambio que sentí fue un golpe de calor envolverme por completo, el cual distaba ya demasiado de las bajas temperaturas que habían empezado a caracterizar los días de Inglaterra; mi visión había cambiado. Detrás de mi, la visión de un valle de arena se extendía hasta donde la luz fatua de la luna lograba iluminarlo; frente a mi, Abu Simbel. Era extraordinario.


—Buenas noches —saludé al encontrarme con dos brujas en el lugar, una situada frente a la otra, y pronto descubrí que una de ellas sería la profesora. La otra chica no la reconocí, pero le envidié de buena forma su larga melena plateada, de modo que le dediqué una sonrisa amistosa. Ella se presentó tras la bienvenida de la profesora, tras lo cual me dediqué a imitarla —Hola, mi nombre es Frankie Triviani, y estoy aquí por el conocimiento de Maldiciones.




Morsmordre

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Alessandra mientras esperaba a que le contestarán sus alumnos pensaba que era la primera vez que usaba su metamorfomagia frente a sus alumnos. No era que desconfiara sino que estaban en Egipto, si lograban salir con vida no quería que la reconocieran para hacer que la echen.

 

Observó a sus dos alumnas que se habían presentado y dicho quienes eran, no conocía a ninguna por lo que sería una, esperaba, buena oportunidad para socializar un poco pero al parecer su alumno de Defensa no había llegado lo que hizo que sus ojos negros se entornaran, al parecer dependería de ella hacer la parte de Defensa que quería que su alumno llevará a cabo junto a sus compañeras.

 

-Al parecer su compañero se ha dormido pero lo esperaremos a dentro mientras tanto- les explicó, de la punta de su varita una luz blanca alumbró su camino al interior de la pirámide.

 

Todo estaba a oscuras y en completa calma, se notaba que era una tumba antigua que quien ingresaba respetaba el silencio que la envolvía o quizás era la magia que lo envolvía que dejaba mudos a todos, la cuestión era que ellas romperían aquello para ingresar a la parte de las catacumbas.

 

-Lo que harán en clase será romper con las maldiciones que hay en las tres áreas que iremos- les explicó caminando hasta llegar a una parte que no era visible para los muggles.

 

Era solo un hueco con forma rectangular de altura, parecía que iban a poner una puerta pero estaba tapada con trapos y tenia un gran cartel de "Prohibido el paso" para los magos jóvenes que iban a visitar la tumba. Gracias a su esposa es que había logrado contactar con el ministro del lugar para pedirle acceso y brindarle su ayuda con las alumnas.

 

-Antes de ingresar quiero que me digan que saben sobre maldiciones- preguntó moviendo su varita para que unas antorchas cerca suyo se encendieran y les permitieran mejor vista del lugar.

 

 

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@@Crazy Malfoy

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El traslador lo depositó en un paisaje rocoso, a su alrededor se extendía una suave sucesión de colinas desgastadas por el tiempo y frente a él una escalera de piedra se elevaba hacia una columnata que parecía haber sido horadada directamente en la montaña. La indicación de traer ropa veraniega cobró repentino sentido al sentir el calor sofocante que emanaban las piedras incluso a aquellas avanzadas horas de la tarde, y agradeció haber elegido una túnica de lino de color parduzco que era lo más cercano a algo veraniego que un londinense podía tener en el armario.

 

Sus sandalias levantaron un sonido apagado en el silencioso valle al arrastrarse sobre la arena, y Crazy suspiró con cierta resignación.

 

- Tenía que ser Egipto

 

Tras los recientes acontecimientos en el mundo mágico que habían desembocado en su dimisión, el ministerio de magia egipcio le había declarado la guerra a Inglaterra y, de hecho, el propio Malfoy había escapado por los pelos de su reciente ataque a la Universidad. Su obsesión por capturar a los arcanos había desembocado en una absurda guerra entre dos potencias siempre se habían considerado amigas, y el hecho de que Crazy se hubiera negado a entregarlos había dibujado una diana sobre su cabeza. Pensó durante un momento en marcharse de allí, pero la prudencia nunca había sido una de sus muchas virtudes.

 

- De todas las cosas est****as que he hecho esta semana...

 

Se adentró en la tumba que se abría ante él, contento de abandonar el espacio abierto y suponiendo que sería el lugar de la clase. Tras caminar en silencio por el angosto pasillo durante unos minutos, escuchó unas voces que, para su alivio, hablaban en inglés. Al parecer estaban enumerando maldiciones.

 

- Hola, siento el retraso - saludó -

 

Entró en la estancia echando un último vistazo sobre el hombro, asegurándose de que no lo estuviera siguiendo ningún asesino egipcio. ¿No era extraño que uno de los principales monumentos mágicos del país estuviera sin vigilancia? Tenía un mal presentimiento...

Sapere Aude - Mansión Malfoy - Sic Parvis Magna

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-Buenas noches señor Malfoy- saludo la Delacour.

 

Dejó que el ex Ministro se acercará al grupo para poder ingresar a las catacumbas, ya estaban todos y no deberían esperar más porque el sol en esa parte del mundo salía más temprano.

 

-Señor Malfoy como a sus compañeras les he preguntado sobre Maldiciones me gustaria saber que sabe sobre defensa contra las artes oscuras- le pregunto al mago para ir conociendo sus conocimientos.

 

Después de que el Malfoy respondiera y antes que Alessandra dijera que harían en clases un extraño ruido proveniente debajo de cada uno hizo estremecer a la Delacour que para su mala suerte una trampa se abrió haciendo caer a todos varios metros.

 

-Molliare- con su varita de Vid hizo un movimiento con su muñeca al suelo donde cayeron pero en vez de caer sobre el frío, duro, lleno de piedras puntiagudas lo hicieron sobre algo suave y blando.

 

El encantamiento almohada había servido para proteger a todos de una fea caída, <<Lumos>> pensó y de la punta de su varita una luz blanquecina ilumino tenuemente el lugar. Soltó un quejido, su varita estaba sana pero no entendía que podría ser lo que hiciera que funcionará débil, en cambio la de sus alumnos lo hacían con normalidad pero no había tiempo para quejas su anillo de la Nigromancia comenzó a brillar.

 

-Preparen sus varitas- alertó a sus alumnos en vista que ella no podía usar la suya.

 

Sus ojos al acostumbrarse a la ponumbra de su alrededor se dio cuenta que no estaban en los pasillos que le habían indicado seguir, se suponía que el camino estaba alineado con antorchas nuevas que se prenderian cuando sintieran su presencia en cambio ahí salvo sus varitas no había nada más...nada más para alumbrar porque unas figuras cadavéricas comenzaron a acercarse a ellos.

 

-Señor Malfoy usted encarguese de ellos y ustedes chicas- esperaba que el ex Ministro las cubriera mientras sus compañeras buscaban la forma de usar una maldición para poner una barrera entre los muertos y ellos.

 

 

 

 

 

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@@Crazy Malfoy

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Asentí al finalizar las presentaciones, paseando la mirada en cada uno de los seres que se reunían allí, observando osadamente, sin vergüenza ni limitaciones, los gestos y las elecciones incluso en el vestuario, cualquier indicio que hablara de la personalidad de los magos que se reunían ahí. Estaba fascinada por la clase que empezaba, y dentro de mí la curiosidad acrecentaba con cada inspiración. Sonreí un poco para relajar mi postura, me sentía tan rígida que seguramente exudaba indiferencia o excesiva arrogancia. Batí las pestañas esperando que la maestra continuara.

 

—Maldiciones —murmuré escuchando a la Delacour, aferrando los ojos en las proyecciones negras que contrastaban con la cálida luz ocre que se dibujaba en las paredes de piedra, mientras recorríamos el edificio egipcio. Estaba tentada a rozar los muros empedrados, cuando alcé la vista hacia un cartel que había frenado nuestro recorrido. «Fascinante» pensé con ironía al cuestionarme que peligros podría guardar aquel corredor que aplacaba el paso a muggles.

 

Se acercaba por detrás, sus pasos primero y luego su voz «¿uhmmm?» Me giré para observar al último mago «el otro alumno» que se unía a la clase. Miré primero su pecho y luego cerré la mirada en sus ojos, sin reconocerlo, su pálida túnica me recordaba el calor que emanaba la vieja estructura «espero que adentro esté más fresco» planteé regresando mi atención hacia las otras hechiceras. Me mojé un poco los labios y sujeté mi cabello en una alta coleta con un pañuelo rojo que llevaba en la muñeca, y deseé traer conmigo un abanico. Parpadeé considerando responder la pregunta que planteaba la hechicera y que el nuevo mago no había respondido.

 

—Las maldiciones son hechizos o encantamientos oscuros, que buscan crear una reacción negativa, algo abusiva, en un objeto o sujeto— respondí quitándole importancia —existen muchas, como por ejemplo, la maldición asesina, cruciatus, imperius, que están destinadas a afectar a la víctima ya sea por control, animo de herir o destruir. Es por eso que las maldiciones son el tipo más grave de magia oscura. Pero claro, también existen otro tipo de maldiciones, imagino que algunas muy antiguas —añadí mirando de reojo el lugar en el que nos encontrábamos, interesada y disfrutando del preludio.

 

Entonces, mientras continuábamos, otro sonido, diferente al anterior, fue el presagio rápido a una caída que terminó con un suave aterrizaje. Apoyé mis manos sobre la superficie blanda de lo que parecían almohadas, y me incorporé sacando la varita, atenta a lo que fuera necesario. Sin embargo, me distraje durante unos segundos recordando algo. Arrugué el ceño reconociendo el apellido del otro alumno, volviéndolo a mirar, mas por algo que no lograba descifrar que por su cargo anterior de ministro, se me hizo conocido. Crucé los brazos y observé atenta a los siguientes pasos de los magos.

Editado por Fengari Naberrie Black

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La profesora lo recibió de forma cordial, aparentemente despreocupada por el hecho de estar profanando uno de los tesoros nacionales de una nación con la que se encontraban en guerra. Crazy recordaba el extraño artilugio mágico inhibidor del viaje que habían empleado en su último ataque, de forma que mientras caminaba iba abriendo minúsculos portales de uno o dos centímetros, solo para asegurarse de que conservaba la capacidad.

 

- ¿Que sabe sobre defensa contra las artes oscuras?

 

Era una pregunta justa, aunque se le antojó extraña. En parte porque le producía cierto excepticismo tratar de etiquetar la magia en base a categorías, pero sobretodo porque era la primera vez que alguien le preguntaba si sabía defenderse de las artes oscuras. Teniendo en cuenta que había sido el líder de los ejércitos tenebrosos durante varias décadas, la pregunta resultaba exquisitamente irónica, aunque no pudiera reconocerlo en voz alta.

 

- Supongo que lo suficiente. - respondió al fin - He estado en los suficientes campos de batalla como para aprender a sobrevivir

 

A duras penas, debería haber agregado. Su cuerpo repleto de cicatrices que ni siquiera la magia había podido curar eran muestra suficiente de que la guerra se había cobrado su precio. Quizás hubiera agregado algo más, pero justo en ese momento el suelo desapareció repentinamente bajo sus pies y los acontecimientos se precipitaron. La caída se vio amortiguada, pero el alivio se esfumó al comprobar que allí los esperaba un pequeño ejército de muertos.

 

La profesora le encargó la tarea de ganar tiempo y Crazy se detuvo un momento a estudiar a sus enemigos. La nigromancia le transmitía vagamente las instrucciones de las criaturas, que consistían en proteger el sarcófago de su amo incluso más allá de la muerte. Por un momento valoró emplear la Piedra de la Resurrección que llevaba en un anillo en la mano, lo cual le hubiera dado inmediato control sobre los muertos, pero estaba en una clase y probablemente su profesora no quería que empleara una reliquia sino magia defensiva.

 

- Protego Horribilis -dijo moviendo la varita en un suave arco -

 

Al instante se desató un fuerte viento en dirección a los cadáveres, y el aire que los separaba de ellos se volvió ligéramente translúcido, levantando una especie de barrera protectora destinada a comprarle tiempo a sus compañeros mientras desarrollaban la maldición. No había empleado aquel encantamiento en demasiadas ocasiones, pero lo habían usado contra él con la suficiente frecuencia como para saber que era enormemente efectivo como defensa contra las artes oscuras.

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-Chicas vamos lancen el Sectumsempra o usen la maldición de la barrera maldita- les pidió a las brujas.

 

Alessandra estaba satisfecha del uso del hechizo del Malfoy pero sus alumnas de maldición dependerian del hechizo que usasen para ver si pueden usar las maldiciones, lo bueno era que la barrera no solo ayudaría al escudo que uso Crazy sino que quien trate de pasarla será desprendido hacía atrás como si el encantamiento repulsor estuviera activado.

 

Los cadáveres golpeaban el escudo con energía como queriendo romperlo pero ninguno se dio cuenta que donde estaban salían cuerpos momificafos de las paredes. La Delacour no podía usar su varita por lo que su función era más, en ese momento, de darles las herramientas del conocimiento para que ellos aplicarán en esos cadáveres.

 

-Sus notas dependerán si pueden enfrentarse a todos ellos- les avisó alejándose de los alumnos.

 

Apesar de no usar la varita poseía la habilidad de la Nigromancia por lo que haciendo uso de ella les ordenó a los cadáveres solo perseguir y atacar a los alumnos. Por esa razón había dormido a los guardias que cuidaban el lugar y en ese momento descansaban bajó una poción de sueño, todo había sido calculado para caer y toparse con esa parte de la tumba marcada en el viejo mapa que les llevaría a donde estaba una poción que tantas veces había hablado con Bodrik de conseguir para usarla en San Mungo.

 

-Deprisa que está por amanecer y si se enteran que estamos aquí nos llevan presos- les urgió a sus alumnos.

 

 

 

@@Crazy Malfoy

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¿Presos? A pesar de lo peliagudo de la situación, Crazy no pudo evitar que una sonrisa torcida se le dibujara en el rostro. Llevaba años tratando con los egipcios y su principal conclusión era que estaban completamente locos. Eran un pueblo antiguo y poderoso, pero dirigido por verdaderos desequilibrados con los que era muy difícil tratar en las cumbres diplomáticas. Si los descubrían allí lo más probable es que los convirtieran en momias andantes como las que los estaban atacando, eso si no lo reconocían antes como al responsable de haber trasladado los arcanos a Japón, en cuyo caso probablemente suplicaría a gritos que lo convirtieran en momia.

 

Sus compañeras de clase parecían tener dificultades con la maldición, se encontraban en una esquina debatiendo con nerviosismo mientras los nomuertos comenzaban a surgir por todos lados, vio un par salir de una puerta lateral, uno llegó trepando por una grieta del suelo y otros dos aparecieron justo detrás de ellos literalmente de la nada. La situación se estaba volviendo apurada, pero no quería adelantarse a las chicas y atacar a las criaturas. Decidido a ganar más tiempo, trazó un amplio círculo con la varita mientras susurraba:

 

- Fianto Duri

 

Al instante la barrera protectora que había trazado al principio pareció expandirse, reptando lentamente por el suelo para rodearlos completamente.

 

- Repello Inimicum

 

Tras estas palabras el muro mágico palpitó con un súbito destello, iluminando con más fuerza la estancia. Aquellos tres hechizos entrelazados constituían una de las magias defensivas más poderosas que conocía y sabía que podría aguantar de forma indefinida el ataque de las criaturas. Pero tenían que salir de allí cuanto antes y para eso necesitaban una maldición que les abriera paso, por lo que echó una mirada de soslayo a las dos brujas, cuyos nombres no conocía.

 

- ¡A este paso nos vamos a convertir en merienda de zombie! - les gritó sonriendo, tratando de infundirles ánimos -

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