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Astronomía & Aritmancia


Kahlan Blackthorn
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Un templo antiguo rodeado de varias columnas, cuerpos rocosos que se elevaban con elegancia y fuerza delante de los ojos de Black Lestrange. Arañando por momentos el oscuro cielo, danzaban alrededor de ellos pequeños cubos que contenían números en sus cuatro caras, destellando como lo hacia el astro rey, al dejarse ver las primeras horas de la mañana, acariciando con su cálida luz un nuevo amanecer. Acomodaba su capa de viaje, recostando su dorada cabellera sobre su hombro izquierdo dejando a la vista una cifra que acompañaba a su marca de Caín. El tiempo apremiaba en esos tiempos, convirtiéndose en moneda corriente dentro del mundo mágico.


Veamos que les depara el destino a mis nuevos alumnos, espero esta vez no tener que ir descontando a los presentes —curvándose las comisuras de sus labios, no tardaron en transformarse en una lóbrega y tétrica sonrisa. Poco a nada recordaba de la última cátedra que impartió, quizás vagamente deambulaba en su memoria, el ver correr la sangre de una mujer italiana y el cuerpo inerte de otro sujeto. Detalles sin importancia que poco a poco, se desvanecían igual que lo hacían las huellas que dejaban los turistas sobre las arenas del desierto. Comparaciones vagas que solía asociar con algunas situaciones cotidianas, dejándose de lado el típico recordatorio de siempre.


Avanzando por el templo elevaba la punta de su varita un poco más arriba de su barbilla, recitando algunos cánticos en arameo y algunos más en antiguo egipcio. Atrayendo las fuerzas que le ayudarían para aderezar todo aquel berenjenal. Tenia dos personas conocidas dentro de sus pupilos, le resultaría extraño volverse a topar con su padre adoptivo y la mujer que por muchos años jugó el papel de madre dentro de la vida de la Nigromante. Jank le resultaba conocido, pero no tenía más datos a la mano sobre su persona, posiblemente el tiempo dentro de ese recinto daría pie a que pudiera indagar un poco sobre su vida.


El cielo se abrió poco a poco, dejando a la vista un tapete oscuro como el ala de un cuervo, pero plagado de pequeñas luciérnagas que destellaban a su propio ritmo. Las constelaciones de Capricornio y Escorpio, enmarcaban todo aquello con su presencia majestuosa, brillando a todo lo que daba cada una de las estrellas que las conformaban. A su vez los libros de Aritmancia que trajo consigo expulsaban varias de sus paginas, empujándolas hacia el firmamento formando un mural que detallaba con lujo de detalles de que iría aquella clase, acompañada por la astronomía que le daría un toque mucho más misterioso a todo aquello.


— La misiva, ya ha sido enviada—siseó manteniendo aquel gesto intacto en sus labios. Ansiando verlos aparecer envueltos en un tornado de oscuridad e incertidumbre, no restaba nada más que aguardar, para dar inicio a todo aquello. Tomando con parsimonia su gromorio, lo abrió en la parte que hablaba del destino de los seres vivientes mágicos y no mágicos, curioso tema para relajar un poco la mente sin duda.




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Que no diga mi nombre, que no diga mi nombre, rezó hacia sus adentros, aferrándose a una vana esperanza que, a cada segundo, se hacía más pequeña. Cabía la posibilidad de que escogiera a otro alumno de entre el grupo, eso quería creer, pero en el fondo sabía que eso no iba a suceder. Eran más de quince niños en ese momento, todos escapando a la mirada de ojos oscuros de quien tenía el control y sabía encontrar al más débil entre sus pupilos. El hombre de cabellos negros dio un golpe en la mesa y ella dio un respingo. El dedo del profesor se detuvo en alguna parte del interminable listado y la espesa barba se movió para pronunciar ese temido sonido:

 

- Beltis.

 

Se removió en su silla y levantó la mano. En la pizarra de fondo verde las líneas blancas de la tiza hacían figuras y dibujos que en ese momento eran símbolos indescifrables para ella. Era como si de pronto todo estuviera escrito en un lenguaje que no conocía. ¡Pero sí que lo conocía! Tragó saliva y apretó los labios. Sabía las fórmulas de memoria, o eso pensaba, porque ahora no recordaba ninguna...

 

- A la pizarra, no tenemos todo el día.

 

La chica se puso en pie torpemente tratando de disimular el nerviosismo. Ese hombre se la tenía jurada, desde siempre. Era su apellido y su familia, su madre sobre todo. Y cabía la diminuta posibilidad a que se debiera, también, a esa vez que le incendió el peluquín durante la cena. Sabía que, aunque hiciera bien el ejercicio, apenas le pondría un cuatro para que tuviera que ir al examen. Luego ella tendría que buscar alguna explicación plausible que no sonara a me tiene manía porque ni el director ni su madre le creerían, como siempre. Fue hasta la pizarra cercada por el murmullo de la sala de clases. Tomó la tiza entre sus dedos y trató de pensar en el ejercicio que tenía delante.

 

- D sub n es la distancia de la estrella al planeta n, donde alfa sería la distancia del primer planeta a la estrella...

 

Lo que antes era un murmullo, ahora eran carcajadas. El profesor gritaba furioso algo sobre la falta de respeto a la que había llegado. Beltis miró la pizarra para ver si estaba razonando mal el ejercicio pero no vio nada extraño en la respuesta hasta que bajó la vista. No tenía zapatos en los pies. Tampoco calcetines. Soltó la tiza y esta se partió en dos al caer. No tenía falda ni blusa. Estaba completamente desnuda. Dio un grito.

 

Se sacudió y pegó una patada tan fuerte que le dolió el tobillo al golpear algo suave y cálido a su lado. Abrió los ojos y estiró los brazos hacia la oscuridad. Resopló aliviada al ver el techo de la habitación sobre ella y sentirse protegida por las sábanas. El corazón le latía deprisa y todavía tenía la respiración agitada.

 

- Deja de moverte, pareces una peonza que no para de girar y girar...y girar...y girar...

 

El hombre que tenía a su lado la regañó, medio dormido y con voz profunda, enseguida se dio media vuelta, tirando de las mantas y envolviéndose en ellas para seguir durmiendo con envidiable facilidad. Beltis resopló indignada ante la acusación (totalmente infundada) y se incorporó en la cama. Valoró luchar por las mantas pero al ver la hora, abandonó la idea.

 

- Cariño- susurró con una dulzura que reservaba para muy pocas personas-. Voy a comer, recuerda, hoy tenemos una clase.

 

No hubo respuesta, así que se levantó. Había dos clases de personas en ese mundo. Las que se acostaban pensando lo que iban a comer al día siguiente y planificaban el día en torno a las diferentes comidas, y el resto de extrañas (y poco fiables) criaturas a los que la comida les daba igual. Beltis era del primer grupo y nunca se saltaba una comida. Para asegurarse, a veces hacía dos o tres desayunos, comidas y cenas.

 

Era casi la hora de la clase cuando abrió el portal en medio de la cocina, se encontraba feliz y con la barriga llena. Al otro lado de los bordes plateados del portal se podía ver un antiguo templo en medio de una zona rocosa. En cuanto traspasó el velo que separaba la cocina de la mansión del templo y vio de cerca la imponente construcción, sintió la poderosa magia que manaba de la piedra, como un campo magnético que generaba una fuerte atracción sobre su cuerpo; se le erizó la piel y un ligero cosquilleó recorrió su cuerpo.

 

Encontró a Juv con facilidad, estaba esperando a sus alumnos en soledad en medio del templo, contemplando el cielo oscuro. Beltis, quien le tenía un enorme afecto a la mujer, se alegró de verla nuevamente, ya que llevaba muchos meses sin saber de la ahora Black Lestrange.

 

- Mi querida Juv ¿Cómo estás? -le sonrió-¿Dónde estamos?.

 

 

 

 

 

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Editado por Beltis

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El velo que cubría sus pensamientos caía delante de sus orbes de distintas tonalidades, la serenidad del recinto era hipnotizante y seductora. Uno a uno los números se alinearon en perfecta sincronía, tras la presencia de Beltis, sacándole del trance en el que se encontraba Black Lestrange. El nexo que tenía con la mujer era demasiado fuerte, nada podía quebrarlo o dañarlo de algún modo, curioso como el destino de las personas era regido por los números o las estrellas. Se decía desde la antigüedad que cada persona nace con buena o mala estrella, justamente por eso su afán de estudiar ambas ciencias a profundidad.


— Estamos donde quiera llevarte tu mente o tu destino. Este sitio, solamente es un parte aguas, no es real del todo, sólo lo será si tu quieres que lo sea—expreso obsequiándole una sonrisa afable. El tiempo se movía a su propio ritmo, rigiendo a su antojo cada uno de los acontecimientos y situaciones que marcaban la vida de un ser mágico o muggle. Sabía que la mujer estaba ahí para aprender sobre Aritmancia y Astronomía, dos lineas que llevaban al mismo punto al final de todo aquello.


Un par de tabillas se elevaron del suelo, plasmadas en ellas estaban dos constelaciones conocidas dentro del mundo espacial. Ella le denominaba de esa forma, encontrado la conexión exacta a todo aquello. Sumas, restas, multiplicaciones o cualquier clase de nexo con las matemáticas salia sobrando, salvo la interpretación que le daría a cada una de las cifras.


— Cada ser nace con un numero de vida y una estrella que le protege o guía su camino dentro de este plano. No hablo que cuando eras pequeña y te ocurrían cosas sin razón de ser o estar, sino de la base principal de la Aritmancia, aquella que esta compuesta por tres elementos fundamentales y son conocidos como la Trinidad Armónica, la magia (naturaleza), el ser (hombre) y el espíritu (flujo mágico)—abriendo poco a poco su interior dejaba que el flujo mágico actuará sin barrera alguna que se lo impidiera.


— No tengas miedo confía en las habilidades que posees, porque de ese modo te será mucho más sencillo conectarte con la Aritmancia y poder manejarla sin dificultad y entrelazar lazos con la Astronomía—invocando las dos simbologías más importantes dentro de la Aritmancia las retrato con un cumulo de estrellas que les dieron una forma definida. Eran un circulo y un cuadrado, se decía que los antiguos Egipcios los usaban para representar todas las ciencias, el símbolo del origen, invisible, un espacio cerrado y un ciclo eterno. Dentro de la tradición popular el circulo es el símbolo de la protección, trazar un circulo así mismo o alrededor de un objeto con las herramientas y materiales indicados, te protegerá de la energía oscura o magia negra.


Toda esa explicación la realizó de forma mental, para que Beltis reconociera el flujo espiritual de la Malfoy y se pudiera conectar con ella sin tener que usar las palabras. Las estrellas se alinearon a favor de la bruja, permitiéndole abrir un poco más la coraza dentro de la cual muchas veces solían resguardarse los hechiceros que deseaban aprender tan complicadas artes mágicas, no era sencillo entenderlas, pero conocer los secretos que cada una albergaba era fascinante al final de todo aquello.


@Beltis


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Editado por Juv Malfoy Croft

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Lo despertó la cálida caricia del sol en las mejillas, que bañaba la habitación en una alegre luz matinal que parecía invitarlo a salir de la cama y unirse al mundo en su ajetreada rutina. El trino apagado de los pájaros procedente del jardín de la mansión lo acompañó mientras alargaba la mano y tanteaba el colchón. No le sorprendió descubrir que estaba solo, de forma que no se molestó en protestar por las persianas abiertas y se limitó a asomarse a la ventana y gritarle a los pájaros que se callaran de una maldita vez.

 

Su armonioso trino se reanudó no bien hubo cerrado de nuevo la ventana, aunque le pareció que esta vez estaba teñido de un cierto tono burlesco. Se vistió lentamente, preguntándose porqué no lo habría despertado la mujer. Se puso una túnica de viaje verde oscuro y se recogió la melena de pelo plateado con una cinta a la espalda, mientras se esforzaba por recordar el lugar de la clase. Se encontró a su elfo, Teach, rebuscando en su armario de las bebidas, probablemente intentando robar alguno de los whiskeys caros.

 

- ¿Tú recuerdas dónde era mi clase de astronomía?

 

El elfo lo miró intentando esbozar una expresión inocente que no encajaba con su rostro repleto de cicatrices.

 

- ¿En Castelobruxo? - dijo, titubeante - Pregúntale a...

 

- ¡Se ha ido y me ha dejado la ventana abierta!

 

El Malfoy salió de su habitación, farfullando malhumorado algo acerca de su elfo inútil pero se detuvo al ver que alguien había pegado un papel a la puerta, con un mensaje garabateado en elegante caligrafía femenina. "Te espero en la clase. Besos". Al desdoblarlo descubrió que era la carta que le indicaba a dónde acudir, de forma que su tormentosa expresión se suavizó, trastocada por el alivio.

 

Un portal trenzado con hebras oscuras lo transportó a un templo de piedra que no le resultó familiar. Varias hileras de columnas se extendían a ambos lados aunque las paredes permanecían sumidas en la penumbra. En el centro de la estancia, bajo la luz de un solitario candelabro, encontró a Beltis y a Juv muy concentradas en observar el techo. Las observó durante un instante, confuso, ¿No iban a necesitar telescopios para una clase de astronomía? ¿Y un cielo estrellado?

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¿A dónde quisiera llevarla su mente? Miró con cierta aprensión a Juv y luego a la bóveda sobre su cabeza. Esperaba que solo fuera una forma de hablar porque si de verdad aquel templo pudiera llevarla a donde su mente quisiera, acabaría en un problema. Su cabeza era muy dada a la fantasía y a viajar a Los sitios menos indicados en los momentos menos apropiados. Mantuvo el rostro en alto tratando de descifrar el enigma que le presentaba la que en algún momento fue su hija. Para evitar cualquier inconveniente centraría su atención en el templo, los pies en la tierra y en las tablillas de Juve.

 

- Mi querida Juv, nací sin estrella. Según mi abuela, y la aritmancia, me arrojaron a este mundo sin suerte.

 

Beltis se sonrió y se llevó ambas manos a las caderas, siempre le había hecho gracia la especie de maldición que le habían atribuido a su nacimiento. La voz de Juv resonaba en su cabeza cuando la tenía a solo unos metros de distancia, una situación que no dejaba de ser confusa. Hablaba de los elementos fundamentales y la trinidad armónica, entre otras cosas de aritmancia que suponía manejar bastante bien. Beltis instintivamente se miró a sí misma como buscando rastros de ese flujo mágico al que hacía referencia, pero no lo vio, naturalmente. En cuanto se puso a estudiar las tablillas que había hecho aparecer Juv, sintió los pasos de alguien acercarse por la espalda. Se giró para recibirlo con una ceja enarcada; llegaba tarde.

 

- Señor Malfoy, ¿qué tal el día? Frío y agradable ¿verdad?

 

Como no sabía qué hacer con las tablillas (y la aritmancia), apostó porque Crazy la sacara del aprieto en el que se encontraba, no podía seguir asintiendo sin entender nada y seguir el ritmo de las explicaciones de Juv.

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Beltis se giró, escuchando al fin el eco que las pisadas de sus botas de cuero levantaban en el templo. Ella y la profesora, que no le sorprendió descubrir que se trataba de Juv dada su fuerte implicación en el mundo académico, parecían muy ocupadas estudiando una suerte de tablillas que parecían demasiado complicadas.

 

- Una mañana refrescante señora Munter, revigorizante incluso - respondió con una sonrisa gélida -

 

Buscando una distracción dirigió su mirada al techo. Observó que sobre ellos se desplegaba en toda su amplitud la bóveda celeste, brillando las estrellas con fuerza gracias a la ausencia de contaminación lumínica que el emplazamiento recóndito y alejado de la civilización permitía. Dudó si el efecto estaba provocado por un encantamiento o era simplemente que el viejo templo en ruinas carecía de techo y su interior se abría al firmamento. Sea cual fuere el motivo, la profesora había elegido sabiamente en lugar.

 

Reconoció algunas de las constelaciones, uno tenía que aprender algo de astronomía forzosamente si aspiraba a entenderse con los centauros. a menudo aquella tribu de seres misteriosos decidía el resultado de una reunión o aceptaba una propuesta basándose únicamente en la azarosa posición de una constelación frente a otra, o al mero brillo de una determinada estrella en la noche. De forma que reconoció rápidamente la constelación de Hércules, nombrada en honor de aquel mago arrogante y mujeriego que murió de una enfermedad venérea. También el afilado trángulo del águila y, por supuesto como cualquier Malfoy, había aprendido de niño a situar fácilmente la serpens caput, que se consideraba que ejercía una fuerte influencia sobre el sino de la familia. Pero otras muchas le resultaron familiares pero imposibles de recordar, cuando no directamente desconocidas, sin estar seguro de haberlas visto antes. Una duda lo asaltó repentinamente.

 

- ¿En qué parte del planeta estamos? - preguntó observando a la profesora -

 

Quizás fuera la latitud, o quizás simplemente que la pureza del cielo le permitía ver grupos celestes que en Londres habían permanecido ocultos por el resplandor de la civlización.

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— Si está en lo correcto, Señor Malfoy. Claro que se necesita un telescopio y otros elementos para observar las estrellas y todos los cuerpos celestes que componen nuestro sistema solar y el universo— expuso al sentir la presencia del hombre. Volviendo su atención a las palabras de Beltis, ella tenía una percepción propia de lo que era nacer con estrella o sin ella. Pero para Black Lestrange era sencillo reconocer esos detalles en una persona, solamente se necesitaba la conexión correcta con los números de la fecha de nacimiento y el resto era pan comido en apariencia.


— Nos encontramos entre el limite de lo real y lo ficticio, pero estamos levitando sobre el planeta tierra. Se que suena descabellado, pero la magia nos permite llegar mucho más allá de lo que nuestra mente nos muestra a simple vista —volteaba las tablillas para mostrar con más claridad lo que intentaba explicar a sus alumnos. La trinidad mágica armónica, estaba asociada al número tres, expresando a la divinidad y representando a todos los conceptos que están conformados por tres componentes, retomaba la palabra con serenidad—Los reinos naturales se dividen en tres y estos son: el reino mineral, el reino vegetal y el reino animal. En la alquimia representa los tres principios que son el azufre, el mercurio y la sal —chasqueando los dedos apareció estos sobre una mesa improvisada.


— Si se traza un triángulo apuntando su punta hacia arriba, se esta representando al fuego. En caso contrario, si la punta esta apuntando hacia abajo, entonces se está representando al agua, si este se presenta apuntando hacia arriba, pero una línea lo divide de forma horizontal, entonces se simboliza al viento y por último, si esta apuntando hacia abajo su punta y es dividido por una línea horizontal tenemos delante de nosotros simbolizado al elemento tierra— dibujo en el aire con su varita las cuatro figuras geométricas dividiendo dos de ellas por la mitad con una linea horizontal.


Otro triángulo se anexo a los cuatro que ya flotaban en el firmamento, este no se encontraba dividido por la mitad, sino que estaba completo y resaltaba en su base una cruz— Aquí tenemos la representación del azufre. El cuadrado también es empleado dentro de la Alquimia, empleado para representar a los cuatro elementos que existen dentro de la naturaleza y ustedes deben conocerlos y esos son: agua, tierra, fuego y aire. De ahí la conexión que tienen con las estrellas y los signos que representan a las doce constelaciones del zodiaco, justo por eso cite lo de nacer con estrella—indicó desviando su vista hacia un par de telescopios que levitaban delante de sus pupilos.


— Podemos ver el infinito dentro del universo, porque este no tiene fin y diversos estudios, nos han permitido conocer un poco más de este. La aritmancia lo representa con el número 8 que al ser colocado en posición horizontal es la forma que denota. En el símbolo del infinito se presenta la dualidad de lo masculino y lo femenino, el nacimiento y la muerte, el día y la noche y finalmente el ying y el yang como fuerzas mutuamente dependientes, se deben reconocer y equilibrar estás fuerzas opuestas —concluyó su perorata, esperando las dudas que surgieran de cada una de sus explicaciones, sobre los elementos que forman parte de la Astronomía y la Aritmancia.


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La profesora se embarcó en una larga explicación, trazando símbolos en el aire y enumerando una serie de elementos de la naturaleza. Crazy la observó con toda la atención que pudo reunir, irremediablemente confundido, sintiéndose un poco est****o por ser incapaz de seguir el hilo. ¿Qué era todo aquello? Las elucubraciones sobre los símbolos naturales eran algo propio de las sacerdotisas, pero Juv no tenía pinta de ser una a pesar de estar hablando como tal. ¿Habría en aquello algo más? Recordaba que aquella clase de astronomía iba a ser compartida con la aritmancia, quizás se tratara de eso, pero... ¿No consistía la aritmancia en algo sobre números y su capacidad para influir en el destino de la gente? No, definitivamente tenía que ser algo relacionado con la magia de la naturaleza de las sacerdotisas o los druidas.

 

Perdido y viendo que su profesora no parecía hacerles mucho caso, absorta como estaba en su disertación, Crazy se distrajo y sus ojos comenzaron a vagar por la bóveda celeste que se cernía sobre ellos, magnífica en su inabarcable infinitud. Observar aquella pléyade de astros a millones de años de distancia, cuya luz llegaba hasta ellos tras haber atravesado las inmensidades del espacio durante eones, le hacía sentir pequeño e insignificante. Con todo su poder, los magos todavía no habían logrado salir más allá de su pequeño planeta y no estaban más cerca de comprender el funcionamiento del universo que los patéticos muggles.

 

Allí de pie, bañando por aquella luz antiquísima, casi podía entender el porqué los centauros se pasaban la vida con los ojos clavados en el cielo, indiferentes a lo que sucedía a su alrededor. Quizás habían adoptado en cierta manera la perspectiva de aquellos astros que tanto veneraban y llegado a considerar los asuntos de la tierra un efímero pestañeo, el fugaz aleteo de una mosca perdida en los mares del tiempo.

 

- Beltis - llamó - ¿No es... sobrecogedor?

 

No se le ocurrió otra forma de expresarlo, pero supo que ella lo entendería, como siempre. Sus avejentados ojos recorrieron el firmamento y las lecciones de uno de sus tutores de la infancia, a las que había prestado atención solo a medias mientras soñaba con batallas y gloria, cobraron vida en su memoria. Las fue recordando mientras se las enumeraba a su compañera en voz alta, deseoso de compartir con alguien aquel momento. Allí estaban el Canis Menor y el Mayor, cuya estrella más brillante, Sirius, estaba unida por una línea imaginaria a la de su maestro, el cazador Orión, siempre persiguiendo a la Liebre. Un poco más lejos divisó a la pequeña Crux, que había sido usada durante milenios por los viajeros para orientarse y situar el sur. Y también reconoció la constelación del Centauro, una de las más extensas y bellas, con la punta de su lanza apuntando hacia Lupus, el pequeño grupo de estrellas justo frente a él con el que estaba engarzado en una lucha eterna.

 

Abrumado, se giró para observar a Beltis, que observaba el cielo a su lado con el rostro tan resplandeciente que, por un momento, también ella le pareció una estrella. Y sonrió.

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— Está en lo correcto, Señor Malfoy —se atrevió a interrumpir la ensoñación del hombre. Recordando los lazos estrechos que se pueden entablar a través de los tiempos, no sólo existen los que surgen de compartir la misma sangre y considerarse parte de un linaje o descendencia infinita. Lo mismo ocurría con las estrellas cada una de ellas estaba conectada dentro de la constelación que conformaba, si una de ellas se apagaba quedaría incompleta y sin darle el brillo especial que aquella portaba en su cuerpo brillante.
Sus ojos se movieron por todo ese lienzo cubierto por pequeñas luciérnagas, foquitos que destellaban de forma incesante. Respirando profundamente, rebuscaba entre sus muchos conocimientos, aquello que faltaba para darle el final adecuado a su clase— La Aritmomancia es una ciencia adivinatoria, mediante la cuál se estudia la vida de los seres mágicos y no mágicos, a través de los números. Este método permite conocer el presente, pasado y futuro de una persona, desde que llego al mundo que habita actualmente —indicó dando una breve explicación sobre esa ciencia.
— Para la realización de dicho estudio, se necesita conocer y analizar cuidadosamente su fecha de nacimiento y nombre completo. Está es la información básica en la que se fundamentará cualquier tipo de adivinación Aritmomántica. Es uno de los pilares fundamentales de la Aritmancia, siendo una de las herramientas más utilizadas por el hombre para entender los designios de la magia en su propia vidaapareciendo en el firmamento el significado de dicha palabra y su conexión con la ciencia de la adivinación y el uso de los números para poder desarrollarla.
Aritmo + Mancia
Los números Ciencia de
en el hombre la Adivinación
Aritmomancia
=
Ciencia de la Adivinación que estudia la vida del hombre a través de los números
— Existen dos maneras distintas para realizar dicho método, la primero fue usada por los Griegos. Consistía en considerar el número y el valor de las letras en los nombres, usaremos como ejemplo a Aquiles y Héctor. Como Aquiles tenia siete letras en su nombre y estás poseían un mayor valor que las que tiene el nombre de su rival, le auguraron la victoria irrefutable—continuaba con su explicación
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— La otra especie era conocida entre los Caldeos, ellos dividían el alfabeto en tres décadas, repitiendo algunas letras. Cambiaban en letras numerales las de los nombres de quienes les iban a consultar por su destino y referían dicho nombre a algún planeta, y de ahí obtenían sus presagios. Está clase de adivinación era muy usada entre los platónicos y pitagóricos. Observen la tablilla que ejemplifica lo que les comente —posiblemente de esa forma estaba dando termino a su clase, agradeciendo que fuera tan fluida por momentos, aunque en otros se estancará ligeramente.

 

@@Crazy Malfoy, @Beltis

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De manera poco concreta y muy misteriosa, Juve les dijo dónde estaban. Aunque no hubiese entrado en detalles, magos iniciados en la fulguramagia como ellos eran capaces de comprender la situación. Y, por lo mismo, también eran conscientes de los peligros que encerraba moverse entre espacios y mundos que no estaban hechos para ellos. Aún así, Beltis se sintió maravillada ante la valentía de Juv al romper las barreras que tradicionalmente constreñían las clases de conocimientos y, más aún, los límites mentales de la magia.

 

Se ajustó un viejo anillo de oro con grabados en latín, una antigualla familiar que se desdoblaba en un pequeño plano galáctico, y miró hacia el falso cielo tratando de guiarse a través del artilugio. El anillo se asemejaba a un astrolabio aunque era infinitamente más diminuto y no estaba centrado en la tierra, sino en el sol. Seguía sin comprender el mecanismo detrás de ese cielo tan despejado en el que se veían las constelaciones con asombrosa claridad. Los cúmulos de estrellas parecían estar al alcance de la mano, tan cerca que casi podía alcanzar los destellos de los cuerpos celestes con la punta de los dedos. Crazy estaba igual de absorto en el lejano horizonte del universo. Y la verdad es que era una visión magnífica. Las estrellas también.

 

Se giró hacia Juv mientras ella continuaba su explicación sobre los secretos de la aritmancia. Beltis comprendía la tablilla por haberla usado alguna vez sin muchos resultados; sus mejores predicciones estaban ligadas a las runas y, por supuesto, a la nigromancia. Volvió a girar sobre sus talones acunada por la parsimoniosa voz de la profesora, sin dejar de preguntarse qué era aquel lugar y cómo funcionaba.

 

- Creo que lo tengo... -le dijo a Crazy después de mirar un rato las estrellas a su lado.

 

Se puso en puntilla de pies y estiró un brazo hacia el oscuro cielo estrellado. Siguiendo la dirección del anillo, movió la mano y extendió dos dedos como queriendo agarrar una estrella lejana. En seguida, la estrella se acercó a ellos a gran velocidad, vieron a través del techo pasar un cinturón de asteroides hasta que la luz que intentaba alcanzar fue tomando la forma de un planeta. Un planeta con anillos.

 

- No sé si este templo actúa como un gran lente y por eso vemos las estrellas de manera tan clara, como un lente que podemos alejar y acercar. O somos nosotros los que nos movemos a través del espacio -susurró más para sí misma- aunque eso sería una locura.

 

Se volvió hacia Crazy, quien ahora la estaba mirando a ella. Sonrió sintiendo encender sus mejillas.

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