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Libro de los Ancestros


Khufu
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El 31 de Octubre, en que los muggles realizan fiestas de disfraces, es cuando el mundo de los vivos y de los muertos se encuentran más cerca el uno del otro. Y cada cierto tiempo suceden cosas extrañas cuando los dominios de muerte y de la diosa se chocan. La vida y la muerte muchas veces deben llevar batallas de las cuales la existencia misma está en peligro.

 

Faltando algunos días para que se de el fenómeno, Kufhu nota que algunas cosas son bastante extrañas. Es poco común ver espíritus (además de los fantasmas) deambulando entre el plano de la vida y la muerte. No tiene muy claro que es exactamente lo que está sucediendo, o si es simplemente la época del año.

 

Prefiere tomar las precauciones necesarias, con la ayuda de las dos brujas inscritas como sus aprendices descubrirá exactamente lo que está pasando antes de que sea demasiado tarde (o no). Con días de antelación envía a cada bruja una calabaza encantada aparentemente irrompible. No hay ningún tipo de magia capaz de destruir aquel vegetal salvo la de los uzzas. Junto a la calabaza envía también una nuez que deben romper y un pergamino con instrucciones.

 

La nuez tiene un conjuro que las instará a no romperla pese a que la nota dice explícitamente que es la única forma de dar con la clase. El interior de la nuez contiene, además, las palabras de Kufhu que hará que se revele la forma de usar el kansho. Y es tan necesario hacerlo ya que solo el filo del kansho puede romper la calabaza. Dentro hay un traslador que las llevará a su destino solamente si lo sostienen en la mano.

 

El destino es el Cementerio Highgate, el día 30 de Octubre a las 19h00. Kufhu esperará junto a la tumba de Karl Marx.

 

 

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Editado por Niko Uzumaki
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—¿Estás lista? —pregunta Ellie, con una media sonrisa. Por algún motivo, está emocionada.

 

Las primas Moody apenas han tenido una semana de descanso, tras la demostración de poderes que debieron hacer frente a la gran Runihura para demostrar estar aptas para vincularse a la magia del caos. Todavía es un misterio para Ellie cómo fue que lo lograron, qué fue lo que la guerrera vio en ellas para permitírselos. Sin embargo, eso no significa que reniegue de aquello. Se siente orgullosa de ambas por haber superado aquel reto personal; además, aquello le ha ayudado a retomar su interés en el aprendizaje de los libros de hechizos Uzza. Ella fue quien convenció a Mel de que sería una buena idea aprender del guerrero Khufu lo relacionado al manejo de la magia de los ancestros.

 

Un par de días antes de la fecha de comienzo del curso, cada una recibió un paquete idéntico: una calabaza y una nuez. Ese mismo día leyeron los mensajes guardados en las nueces, también idénticos, pero dejaron la apertura de la calabaza para el día de la cita con Khufu. A cinco minutos delas diecinueve horas, Ellie y Mel están en la cocina de la casa Moody.

 

—Deja que lo haga yo primero —susurra Ellie. Está emocionada, pero sabe que debe tomarse el asunto con seriedad.

 

Tras releer la nota de Khufu, se concentra en canalizar sus poderes para invocar a la poderosa Kanshoo. En su mano derecha comienza a materializarse una daga de acero muy afilado, con una empuñadora con oro blanco y dorado, diamantes y esmeraldas. Es un artefacto hermoso y llamativo, quizás demasiado para su gusto. Lo que en realidad le interesa es su poder.

 

Días atrás, sin habérselo dicho a su prima, Ellie desafió la irrompibilidad de la calabaza. Intentó partirla con un cuchillo de cocina, con encantamiento succionadores y maldiciones explosivas. Nada funcionó, como había advertido el guerrero. Ni siquiera la espada de Madeleine pudo partirla... Eso significa que Kanshoo es una daga muy, muy poderosa, algo nuevo para ella.

 

Con un rápido movimiento, dibuja un corte en la calabaza que la rebana en dos. Sin embargo, el traslador, que comienza a brillar con una luz azulada, queda intacto.

 

—Nos vemos en el otro lado —le dice a Mel.

 

Sostiene el cuarzo ahumado con ambas manos y, unos momentos después, desaparece.

 

Al abrir los ojos, descubre que está en una especie de bosque; lentamente, comienza a estudiar su alrededor. «No es un bosque. Es un cementerio». No tiene la menor idea de dónde se encuentra; ella no conoce Londres tan bien, como para reconocer el Cementerio de Highgate. Junto a ella hay una tumba con el busto de un hombre de cabello largo y barba. Y, junto a el monumento, está el guerrero. Ellie lo saluda con una leve inclinación de la cabeza.

 

Expecto Patronum

Editado por Eileen Moody

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Mel siente que no ha descansado lo suficiente.

 

Quizá se debe a que sus nervios no se han ido a ninguna parte o a que ha empezado a desarrollar una leve inseguridad en torno a sus propias capacidades y poderes, especialmente comparados con los de las personas que la rodean. No es que le moleste precisamente pero en los últimos días ha sido difícil ignorarlo. Quizá por eso no está vestida a su modo habitual y cómodo. Lleva los pantalones de montar que Richard le ha recomendado, una blusa blanca y la capa, amarrada bajo el cuello con una cuerda del mismo tono, en negro cerrado. La capucha de la capa está echada hacia atrás y Mel observa a su prima con una pierna doblada bajo el otro muslo. Está cómoda pero su mente no está realmente allí. Su aspecto es mucho más pulcro que el que suele llevar pero su prima no parece notarlo.

 

Observa los trozos destrozados del cascarón de la nuez, con la mirada perdida, la mano girando la nota entre sus dedos. Ella está emocionada al igual que Ellie pero dicha emoción se ve contaminada por lo otro. Así que cuando su prima invoca el Kansho y parte la calabaza, ella tan solo sacude la cabeza y decide que va a hacerlo también, sin perder tiempo. Le había costado romper la maldita nuez, a diferencia de Ellie, le había costado demasiado, tanto que hasta ella se había ofrecido a romperla por ella o prestarle su nota. Mel había tenido que alejarse un día entero para sentirse preparada y romperla, sin destacar que había sido un tanto humillante recibir tal ofrecimiento.

 

Cierra los ojos y asiente en dirección a su prima. Entonces, la daga se materializa en su mano derecha y ella parte la calabaza de un solo corte rápido, antes de tomar el traslador. Es cuestión de segundos, sus ojos fijos, más cercanos a los de la bestia que a los suyos. Pronto, se encuentra en un cementerio. No reconoce lo que es por el paraje, si no por el olor, a guardado, por momentos a pútrido. La humedad, la piedra...

 

—Bien.

 

Se deshace del kansho todavía con aire ensimismado y suelta el traslador, que cae al suelo haciendo un sonido hueco. Es raro para ella que el guerrero se tomara semejantes molestias pero al menos en aquella oportunidad se siente más segura en cuanto a los preceptos. No como cuando tenía que invocar las fuerzas del caos y todo parecía salir mal...

 

Empieza a caminar y luego de dar varias vueltas, termina llegando a donde ambos se encuentran. Sigue sin entender por qué los ha convocado hasta allí pero los saluda a ambos con una cabezada (como si no acabara de separarse de su prima, la idea le causa gracia pero la sonrisa no llega a sus labios) y coloca las manos en los bolsillos de la capa, plantando ambas botas firmemente en el suelo.

 

Expecto Patronum

Editado por Melrose Moody

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—Espero que no les haya costado rompen la nuez. Hay veces que tenemos que actuar, que realizar algunas cosas que nos resultan desagradables. Hay veces en que tenemos que hacer cosas que desafían a nuestro instinto.

 

 

Hoy Khufu se siente bastante distante, inclusive piensa que lo mejor hubiese sido emprender esa aventura él solo. Solo como ya tantos años, solo como consecuencia de la larga vida. Levanta la varita mágica y dibuja varias runas en el aire con la precisión de muchos años de práctica. Hay pocas personas, por ejemplo Badru, que conocen mejor los secretos de los portales que Khufu.

 

Posteriormente realiza un cerco protector que tiene como objetivo mantener a raya a cualquier ser que escape del portal al mundo de los muertos. Por ahora no entrarán a investigar aunque llegará un punto en que si lo harán. Primero deben descubrir que es lo que está cerca, que es lo que quiere escapar del sitio al que pertenecen.

 

—Ese es un portal al mundo de los muertos. Hay cosas extrañas que están sucediendo

 

Deja de hablar y, de nuevo, utiliza la varita mágica para realizar magia. Del portal se proyectan hilos de oscuridad que pronto se concentran en algunos lugares sobre ellos. Aquella oscuridad muestra los sitios en dónde ambas dimensiones están débiles, los lugares en dónde la vida y la muerte podrían colapsar y dar paso a una catástrofe de proporciones bíblicas.

 

—El mundo de los vivos y de los muertos está colisionando, el de los muertos se colapsa sobre el de los vivos. El anillo de la presencia les permitirá ver al otro lado del portal. Tomen un objeto cualquiera, coloquen una gota de la esencia del anillo y tírenla al interior. Eso podría perturbar al portal, algunos muertos intentarán escapar; incluso cosas peores intentarán escapar. Pueden usar la vara de cristal para potenciar su magia y defenderse, ahora también deberían saber como usarla. Recuerden que lo que sea que salga por ese portal ya está muerto.

 

Él sigue sus propias indicaciones, se agacha y toma una roca del suelo. Luego de colocar la esencia del anillo usa la varita para hacerla atravesar el portal.

 

 

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Con disimulo, observa a su prima. Aunque se esfuerce en ocultarlo, hay sentimientos que puede percibir. «Un efecto secundario de la legeremancia, por supuesto», se dice a sí misma de inmediato; no se le ocurre pensar que sea más bien la cercanía y empatía con su prima y mejor amiga. Sabe que hay cierta incomodidad en Melrose. Cierto sentimiento oscuro, malo, que no se atreve a compartir. Le gustaría dedicarle una sonrisa y animarla a escuchar con atención las palabras de Khufu, pero sospecha que aquello no sería de mucha ayuda. Lo mejor será enfocarse en la clase y, como la vez pasada, dejarse llevar por la adrenalina de los nuevos poderes fluyendo a través de ellas y de las aventuras impuestas por el guerrero Uzza. Incluso podría ser divertido, como suele decir la gente... pero, claro, con respeto hacia los muertos que descansan en ese lugar.

 

Los pensamientos y las preocupaciones de Ellie se despejan cuando el guerrero se sumerge en un ritual. Sus estudios en Runas Antiguas le permiten reconocer qué son los símbolos que el guerrero dibuja, aunque en un principio no entiende qué es lo que pretende. De hecho, se siente confundida.. y asustada. Si no abre la boca para preguntar qué demonios pretende hacer, es porque sus malas experiencias en la antigua Universidad Mágica todavía le producen un poco de ansiedad. ¿Acaso Mel sabe leer runas?

 

Por fortuna, el misterio no dura más que unos momentos. Khufu les explica en pocas palabras, como si no fuera la gran cosa, qué es lo que ha hecho. Y antes de que Ellie pueda procesar lo que el guerrero ha hecho, éste les explica por qué están ahí. Aquello no la sorprende tanto como la anterior. El MACUSA ha reportado una oscura conspiración en Londres, en el Departamento de Misterios. Por no mencionar que se dice que durante el Samhain los muertos pueden caminar junto a los vivos. La idea le resulta emocionante, aunque su respiración se dificulta por el temor de estar en terreno desconocido. Una de las ramas de la magia en la que no ha incursionado, es la Nigromancia.

 

Con el extremo de su varita mágica, Ellie toma una gota de la escencia mágica acumulada en la cavidad de su anillo de presencia. La deja caer sobre el traslador ahora inútil, aquel trozo de cuarzo ahumado, para entonces avanzar lentamente hacia el portal.

 

—Qué frío —se queja en voz baja.

 

No quiere acercarse más de lo necesario, así que a un palmo del portal deja que el cuarzo flote hasta desaparecer en la oscuridad absorbente. Tiene la sensación de que las sombras que parecen brotar el portal son cada vez más oscuras y más numerosas. Se concentran especialmente sobre las tumbas y los monumentos... hasta donde puede ver. No quiere ni imaginarse cómo será la situación en la parte más oscura del bosque. «Lo mejor será que no nos alejemos demasiado».

 

Cuando el cuarzo atraviesa el portal, Ellie advierte que su visión se vuelve extraña. Observa lo que ocurre a su alrededor aunque también algo más, como una imagen superpuesta. Sin pensarlo demasiado, cierra los ojos... El vello de los brazos se le eriza con aquella visión, pero es incapaz de apartar la mirada.

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Las palabras del guerrero hacen que recuerde por qué había apartado por un instante de su mente las cosas que habían sucedido y ese sentimiento incómodo que se había generado en ella: había sido por la aventura que había vivido en el departamento de misterios, al lado de Triviani. Eso le había recordado que habían muchas cosas que podía hacer todavía, así no tuvieran la misma significancia que tenían las que hacía su prima o Richard. Quizá incluso podía decirse que por el hecho mismo de tener un cerebro más privilegiado que el suyo, sus trabajos eran más importantes y complejos pero eso no importaba, se recordó. Porque igual alguien tenía que hacerlos ¿y qué mejor que ocuparse de lo suyo?

 

Alzó la vista hacia el portal que se encontraba abriendo al arcano y su explicación le pareció bastante lógica. A diferencia de su anterior clase, ella se había dado la molestia de leer con anterioridad en aquella oportunidad, justamente por la mala experiencia que tuviera con Badru. Entonces, sabía a qué hacía referencia. Se refería al anillo de presencia y Mel creyó oportuno acercar el índice a la cavidad, tal como indicaba el libro.

 

Lo que sucedió a continuación, fue inexplicable. Había tomado una simple roca al igual que hiciera el guerrero, impregnada de la esencia mágica del anillo, y la había lanzado al interior del portal, viéndola perderse entre la oscuridad que se deslizaba como niebla, con una consistencia mucho más sólida aunque todavía fluida. Sin embargo, lo que vino a continuación, no lo esperó. Sus sentidos ya eran bastante agudos sin necesidad de ayuda y no tenía idea de lo que podía oír del otro lado. Intentó concentrarse pero no lo logró y pronto sacudía la cabeza. Finalmente, tuvo que colocarse las manos sobre las orejas, intentando acallar el sonido.

 

Gritos, llantos. Por momentos, voces llamando por nombres propios a seres que parecían anhelar. Luces, rostros desdibujados, parajes añorados. Luego, una especie de interferencia, que le ayudó a deshacerse por un instante de todo. Ahí estaba su prima y también el guerrero, entonces ¿por qué era ella la única que parecía afectada?

 

Se concentró lo mejor que pudo y entonces lo invocó: la vara de cristal, que tan solo se formó como si fuese una extensión de la suya propia, su varita recubriéndose de algo que lucía como un cristal en tonos verdes, una superficie pulcra y casi nacarada; a Mel, le recordó a los tonos que tenían los bosques escoceses en cualquier tarde, bajo los rayos del sol colándose por las hojas de los árboles, cuyas ramas cubrían todo como una bóveda.

 

El sonido se renovó pero en aquella oportunidad, Mel lo oyó con mayor claridad porque un individuo emergió de la estela. Era de mediana estatura, con expresión vacua, el cabello revuelto. Las hebras negras parecían acompañarlo a pesar de que dio unos pasos fuera del portal, como si éste quisiese retenerlo. Sus ojos tenían manchas verticales que iban desde éstos hasta casi tocar su barbilla. Mel comprendió que parecía como si hubiese llorado sangre, para luego revolcarse en la mugre. Su cuerpo reaccionó casi por inercia cuando él se acercó hacia ella acelerando de pronto, a una velocidad que no habría creído posible, para alguien que se movía como una criatura manejada con hilos de titiritero:

 

—¡Desmaius!

 

Honestamente, no había esperado que el rayo fuese efectivo apenas tocase su pecho. Había pensado que tal vez conseguiría esquivarlo o que incluso iba a traspasarlo pero éste se desplomó al suelo como un tronco y no se movió más. Mel, insegura de lo que acababa de suceder y adjudicando su repentino éxito ante semejante ataque a los instintos de la bestia más que a su propia habilidad, se giró para observar a su prima. Tenía también poción preparada con la arena mágica del desierto en el morral, solo por si acaso pero ¿qué demonios estaba sucediendo?

 

Entonces, como si las cosas solo estuviesen destinadas a empeorar, las hebras que estaban pegadas a ese individuo y no lo habían abandonado del todo, empezaron a halar el cuerpo, como un animal que retrotrae una parte herida de nuevo hacia su centro. Mel se estremeció. No era la idea que había tenido al inicio de su clase precisamente.

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Al observar a las dos brujas recuerda cuando él mismo aprendía a dominar los poderes de los libros que guardan los, antes secretos, conocimientos de su pueblo. Recuerda la visión borrosa y la desorientación. Seguramente les seguirá pasando por un tiempo. Evitar la confusión es algo más que solo magia, necesita práctica y concentración. Mientras más usen el anillo más fácil será controlarlo, la confusión será mucho más leve.

 

—Tengan cuidado

 

Desconecta de la visión del mundo de los muertos, algo más peligroso está sucediendo justo delante de ellos. Tal como lo predijo el mundo de los muertos está tan cerca que en cualquier momento podría colisionar. Esperaba que un par de criaturas (o muertos) escaparan, pero la protección del portal no está aguantando lo necesario, conforme avanza el tiempo aparecen grietas y los muertos comienzan a escapar.

 

Fuego Compacto

 

Una llamarada, por darle un nombre, con la apariencia de un haz de luz láser sale de su varita mágica y atraviesa a varios de los muertos que están escapando. Los volatiza. Aveces es descuidado, aunque no lo parezca. Pese a su larga vida hay veces en que se deja llevar por el momento. Su vida es así: días buenos y días malos, días en los que se siente joven y días en los que siente todos sus años, días en dónde es precavido y otros en dónde comete errores potencialmente mortales.

 

El fuego compacto, además, destroza la protección del portal por completo. Pero en lugar de dejar que los muertos salgan lo que sucede es que ellos son jalados hacia el interior. Los tres, sin excepción. Dentro la lucha será peor. En cuanto se pone de pie convoca un casco de burbuja solo por si acaso. No sabe si aquel aire es bueno o tóxico.

 

El portal desaparece. Llegado a ese punto todos los hechizos del libro pueden leerse por parte de las aprendices. Ahora deberán usar la magia aprendida hasta ese momento para avanzar hacia el sitio hacia donde van los muertos. Destruido el portal todos han vuelto a su camino, no les importa los vivos: les importa escapar.

 

 

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El cuerpo de Melrose se pone en alerta incluso antes que la voz del arcano le anuncie que sea cuidadosa. Se mueve lo suficiente como para que el fuego no la alcance y una vez observa los efectos en los "muertos" agradece haberlo hecho. Sin embargo, pronto parece que no ha sido suficiente. Ella siente como una de las hebras de la oscuridad se le ha pegado en el reverso de la muñeca, como un chicle, y siente un repentino pánico. Más adelante, todo que distingue es oscuridad.

 

Se incorpora con los ánimos desordenados y expresión adusta. Había creído que ser la única en ser arrastrada pero allí se encuentran su prima y el guerrero, así que lo imita y se coloca un cascoburbuja solo por si acaso. Al mirar alrededor, no puede distinguir más que brumas. Curiosamente, las voces que la atormentaran fuera ya no suenan. De hecho, todo parece mantenerse en calma por unos instantes, hasta que el sonido de una tromba se dispara: individuos que se desplazan en masa ¿hacia dónde?

 

El portal tras ellos ha desaparecido, así que no tienen posibilidades de volver y de todas formas esa no parece ser la intención de guerrero. De hecho, no parece haber sido la intención de Khufu en ningún momento ¿acaso había pensado en llevarlas allí desde el inicio? Mel prefiere no saber. En su lugar, dirige su varita hacia la fuente del sonido: miles de individuos que parecen correr hacia el único extremo que arroja luz, un rectángulo de mediano tamaño todavía lejos.

 

—Flechas de fuego

 

Mueve la vara de cristal, a su vez, para lograr que los filamentos de fuego impacten de forma instantánea. Puede distinguir como los individuos se desploman por el suelo, ruedan, con el fuego encendiéndoles el cuerpo y enardeciéndose a cada movimiento. Teme haber malentendido las instrucciones del guerrero ¿necesitaban acaso seguir abriéndose paso con ataques, eran esos seres espectros o seres humanos que podían percibir, recordar y sentir como un humano? ¿O tan solo algo como aquello que había salido del portal hacia su encuentro?

 

Todavía con un atisbo de duda, Mel se vuelve para ver a su prima y echa a correr hacia el cuadrilátero de luz. Parece ser el único camino posible y, quizá, el lugar a donde el guerrero quiere que se dirijan.

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Le toman la mano. Unos dedos fríos encierran con suavidad y firmeza su muñeca. Su primera reacción no es sacudírsela de encima; por el contrario, en silencio y calmada, vuelve la mirada hacia quién la sostiene. Pero no hay nada más que oscuridad. Una negrura profunda, fría y solitaria que comienza a absorberla. Abre la boca para suplicar, pero la voz se le queda atrapada en la garganta. Está paralizada. No puede moverse, no puede decir nada. Su varita de sicomoro, furiosa, se agita en su mano pero tampoco es capaz de ayudarla. Está tan aterrada que olvida todo lo relacionado a su motivo para estar en aquel lugar. Olvida incluso a Melrose, luchando por abrir la nuez, sus pensamientos lúgubres... Aquello parece demorarse por toda una eternidad. La oscuridad la obliga a entrar en ella, las voces susurran en su nuca, las pesadillas se colocan frente a su nariz esperando a que abra los ojos para asustarla y deleitarse con su sufrimiento.

 

¿Qué clase de pesadilla es esa?

 

No quiere saber qué sucede, pero sabe que debe hacerlo. Se obliga a abrir los ojos y lo hace justo a tiempo para ver cómo el portal, el que fue invocado por Khufu apenas unos momentos atrás, comienza a cerrarse. Al otro lado observa el Cementerio de Highgate, cada vez más lejano a medida que desaparece. Ellie se levanta apresuradamente e intenta ¿alcanzarlo? No está segura, sólo actúa por un primitivo instinto de supervivencia. Pero sus desesperados brazos sólo se encuentran con aquel aire frío, oscuro y denso.

 

Cuando observa a Khufu y a Melrose, recuerda todo. Es un alivio no estar sola, aunque no puede evitar observar con cierto recelo al guerrero Uzza. Rápidamente imita la acción de él, conjurando un casco burbuja.

 

—No quiero ser insolente —pregunta, con la voz aguda; su voz es amortiguada ligeramente por el encantamiento, pero aún es audible para los demás. Su respiración está agitada y la piel de gallina. Está aterrada, pero necesita saber si tiene motivos para estarlo de verdad— pero ¿ésto fue planificado... verdad?

 

Pero la voz de Melrose hace que se de cuenta de lo que ocurre a su alrededor. Sus flechas de fuego queman a una multitud de seres que, aunque no puede distinguir con claridad, imagina como aquello que intentó atacar a su prima en el cementerio. La mirada que le dedica Mel parece decirle que no es momento para pláticas. Deben actuar. Ellie asiente con nerviosismo. Se siente sin fuerzas, demasiado aterrada como para actuar como una bruja decente, pero no quiere decepcionarla.

 

Levanta la varita mágica. Ésta comienza a crecer, hasta tomar la forma de un bastón; en el extremo superior de éste hay un cristal azulado que parece hielo, engarzado en filamentos de la misma madera de sicomoro del bastón. Ya no es una varita mágica común, sino una vara de cristal, mucho más poderosa. Quizás por la necesidad de escapar le resultó tan fácil invocarlo.

 

Se echan a correr hacia el cuadrilátero de luz, el que parece ser el único lugar a donde pueden ir. Sus pasos resuenan en la oscuridad... y eso agita a las sombras. Más criaturas comienzan a salir de ésta, queriendo interponerse entre los brujos y la luz. Ellie se lleva de valentía y determinación para levantar su vara de cristal frente a ella. Una llamarada púrpura recubre a aquellos seres humanoides, altos, esqueléticos y sin rostro, y con el contacto inmediato provoca que éstos caigan al suelo, inconscientes. No caen como caería una persona, sino que se deshacen y forman pilas tenebrosas y sombrías. Ellie le hace un gesto a Mel para desviar ligeramente el paso y así no tocar a aquellas malditas cosas.

 

Están muy cerca de su objetivo. Ellie puede ver parte de lo que hay en la zona iluminada. El suelo terroso está lleno de símbolos y runas, y la luz hace que las líneas brillen levemente. Inevitablemente, levanta la mirada para ver de dónde proviene ésta. Una especie de cristal...

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