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Libro de la Fortaleza


Badru
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No era la primera vez que Badru se ofrecía a dar aquella clase, le parecía que era el momento correcto para romperle las ilusiones a los magos londinenses de querer continuar aprendiendo los poderes de su pueblo. El viaje que debían hacer los magos a Uagadou era muy agotador, era por eso que el joven guerrero les invitaba a iniciar las clases a la mañana siguiente de la noche en la que habían llegado.

Badru había comenzado a preguntar sobre el trato que habían hecho con él antiguo Ministro y miembro no querido de la Comunidad Uzza, Crazy Malfoy, si aquello de no poder matar a sus alumnos se había terminado con su salida del ministerio de Magia y de esa forma dar por terminado el contrato que tenían exclusivamente con él y la señorita Mackenzie. Quizás él jefe del pueblo ya había hecho otros tratos con el nuevo ministro, pero de aquí a que se lo dieran a conocer, él iba a torturar un poco a sus dos alumnos de los cuales le habían notificado que iba a tener.

Eran las 0500 horas cuando despertó, le tocaba avivar el fuego de la fogata para calentar un poco de agua en primera instancia para después empezar a cocinar para toda la comunidad. Los Uzzas eran un pueblo muy unido, así que las tareas de la comunidad eran repartidas entre todos para seguir conviviendo de esa forma. Tras varios minutos usando dos varas de madera vieja logró una chispa con la que hizo que el fuego de la fogata se hiciera más intensa.

Calentó un poco de agua mientras esperaba la llegada de Sherlock Holmes y la señorita Fengari, aún no estaba lo suficientemente despierto como para no querer asesinarlos si cometían un error y para eso necesitaba una buena taza de café negro. Aunque él sabía que iban por las enseñanzas del libro de la fortaleza, nunca era tarde para enseñarles un poco de la magia del libro del aprendiz de brujo.

 

 

 

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El mago no había podido dormir debido a la emoción de iniciar esa nueva aventura... le habían recomendado la compra de ese libro y una tras otra lo habia llevado a ese poblado remoto que ni siquiera dios se atrevía a voltear a ver... era una tierra de nadie, donde no habia transporte... la magia por alguna extraña razón, era limitada el transportarse ahí había agotado casi toda su fuerza vital...

 

--Es un lugar increible...--

 

Se decia a si mismo, mientras salia de la tienda de campaña... aun era noche y eso que en algún otro lado ya debía ser casi medio dia... el mago no se asustaba por estar en esas condiciones ya que al convertirse en un hombre de mundo, el mago habia estado en lugares peores, asi que sin mas el mago no sabia que esperar... por lo que solo podía cargar con lo basico... tenia que tener ropa ligera... por lo que sacando unos pantalones de bombacho y una camisa de manta, el mago comenzó a guardar algunos naipes explosivos, pociones y demás artilugios que llegara a necesitar... sobre todo aquel nuevo libro...

 

--Lamento la demora, maestro.--

 

Decia el mago acercándose a la fogata que habia montado el extraño hombre... asi que sonriendo le hizo una reverencia y se tomo una taza de café que habia preparado.

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Apenas algunas luces del amanecer se colaban entre los orificios del cierre de la tienda, el suave sonido de la naturaleza envolviendo el canto de algunas aves en la lejanía y el fuego ardiente tostando madera sumaba una atmosfera tan diferente a la que estaba acostumbrada. Me limité en no pensar en las comodidades que tendría en ese momento de haber permanecido en la mansión, pero tampoco era que me sintiera tan incómoda e inútil «vamos Feng, esto no es diferente a otras situaciones en las que viviste sola, relativamente», pensé añorando una taza de café y algún catálogo de arte para ojear como cada mañana.

 

Estiré los brazos hacia mi nuca para desperezarme, y anudé mi cabello en una alta cola de caballo, la mañana pronosticaba una jornada intensa. Me enfundé en unos pantalones olvida ceñidos, botas de combate y una cazadora de piel que esperaba se adaptara al clima del pueblo, y dejé la tienda llevando únicamente mi varita, en otra ocasión hubiera traído también mi glock favorita, solo por costumbre, pero probablemente las armas no serían bienvenidas en esa comunidad. La noche había sido muy fría, incluso para una vampira como yo, pero esa mañana los suaves rayos del sol eran un confortable gesto de la naturaleza en mi piel.

 

Mojé mis labios sintiéndome sedienta, batiendo mis pestañas preguntándome «¿Cómo sería vivir rodeada de tanta belleza y tanta sencillez? ¿Me aburriría?». Me quedé quieta unos minutos para disfrutar del amanecer, los colores empezaban a avivarse conforme el sol arañaba el horizonte, y algo alejado del centro del pueblo, divisé a dos hombres que se reunían alrededor del fuego «¿será el maestro Uzza?», me acerqué a ellos tratando de eliminar cualquier gesto amenazador, que no era difícil, pues la mayoría de las veces lucía delicada y frágil, ajena a la oscuridad de éste mundo.

 

—buenos días, mi nombre es Fengari, ¿puedo sentarme con ustedes?

 

 

 

 

Morsmordre

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La oscuridad de su mirada se posó en el primero de sus alumnos, Badru había pasado de estar con la mirada medio somnolienta a tener el ceño fruncido por la actitud del Londinense, una actitud muy extraña para la comunidad tan correcta a la que pertenecía. El Nefir a pesar de ser de los guerreros más jóvenes al servicio de las clases de los libros, tenía una alma y una actitud de un anciano de 80 años, así que actitudes como la del Holmes no le agradaba para nada. Estaba a punto de amenazarlo para que soltara la taza con café antes de que perdiera una mano o quizás hasta el brazo, pero una nueva alumna se hizo presente.

No. —respondió a la pregunta de la recién llegada. —Vayan preparando sus amuletos, van a salir de paseo. —hizo una pausa corta para ver que se pusieran sus amuletos, tanto del aprendiz del brujo, como los de la fortaleza. —requiero unos cuanto huevecillos de ashwinder y de doxy, y los van a utilizar.

Badru empezaría con lo básico, el uso de los amuletos, conforme avanzarán, quizás alcanzarían a ver uno que otro hechizo antes de que se enfrentasen a él. Por lo mientras recorrerían la zona selvática que limita con Uagadou, esperaba que pudieran dividirse el trabajo, con dos de los tres amuletos del libro del aprendiz de brujo lograrían cumplir con la misiva. Cuando tuvieran los huevecillos de Doxy y Ashwinder, un Erumpent iba a salir de entre la maleza provocado por el guerrero Uzza para que tuviesen que usar uno de los amuletos que llevaban con ellos.

Yo los encontraré cuando terminen de encontrar los huevecillos. Es una tarea sencilla, conforme avancemos las cosas vienen a complicarse.

El guerrero Uzza sonrió y antes de darles la espalda para que se retiraran se les quedó mirando, por un momento creyó oportuno decirles que iban a hacer atacados por un animal catalogado por 4X’s pero prefirió guardárselo, lo mejor era que sus propios alumnos supieran hacer uso de los poderes que su pueblo les estaban heredando.

Antes de que vayan de safari, ¿quieren hacerme una pregunta?.

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El mago sin decir nada mas sencillamente se puso de pie, haciendo una reverencia hacia el maestro nego con la cabeza ante su comentario de cualquier duda... ya sabia lo que tenia que saber... había tenido tiempo en la noche de leer su libro, por lo cual sonriendo sin mas el mago se dispuso a caminar hacia la entrada de la selva, no sin antes mirar a su acompañante... @ era linda y su pelo brillaba como si fuera una estrella...

 

--Señorita Fengari... si gusta yo buscare los huevecillos de ashwinder--

 

Lo cual sonriendo se comenzó a adentrar en la selva... su conocimiento con las criaturas magicas estaba bastante tupido a decir verdad, lo que le dificultaba su caminar... algunas plantas le provocaban pequeñas cortadas, algunas gotillas de sangre se comenzaban a salir de su cuerpo hasta que salio a un claro, eso sumado al sudor y al calor que se presentaba en ese momento, dificultaba mucho las cosas, lo que el mago suspirando saco uno de sus amuletos y se lo coloco en el dedo indice... el no usaba anillos, ya se le ocurriría algo con respecto a eso...

 

--Diablos... supongo que hice bien el escoger esos huevecillos.--

 

Decia el mago mientras notaba como sus ojos comenzaban a cambiar... parecia una mirada termica... pero a lo lejos solo se podia ver una serie de pequeños puntos rojos... sin duda alguna eran esos huevos, pero lo que aun no sabia el mago, es que estaban dentro de una cueva con actividad volcanica reciente, por lo que habia lava muy cerca de ahi y posiblemente esos huevecillos aun estaban activos...

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Miré al guerrero mordazmente cuando se negó a dejarme sentar con ellos. No esperaba hacer mella en él con una miradita, pero tenía que desahogar mi indignación por algún lado. Me mojé los labios y miré hacia la nada, con tanta intensidad que me sentí enérgica, enfundada en irritación. Me esforcé a sobremanera en repetir mentalmente que aquella clase valía la pena, que era necesaria, que me haría una mejor bruja, etc. Inspiré por nonagésima vez y planté mis ojos en el otro mago, que parecía imperturbable. Lo vi rápidamente, sin querer detenerme en más prejuicios.

 

«En fin, ¿Amuletos?» pensé curiosa sacando los amuletos del bolsillo para colocármelos sobre el pecho, como medallones, echando una mirada hacia el uzza, empezando a comprender que esa clase sería más que inspiradora. Me chupé los labios haciendo a un lado la ironía y me crucé los brazos observando al mago de porte puntilloso, mientras vociferaba las escuetas indicaciones. «¿Hacerle alguna pregunta? ¿Está loco?»

 

Me di la vuelta y seguí al otro mago, el que parecía amigable. Planeaba mantener la distancia, sobrevivir a la clase, dejar que las horas transcurrieran y si no me metía en problemas, me daba por bien servida. Pero entonces, la voz del Holmes llamándome, me sacó de mis pensamientos «¿qué? Oh! cierto… huevecillos» parpadeé escuchando su propuesta Sin embargo, el mago ya se había adentrado a la selva, dejándome atrás.

 

Más adelante, seguí un caminito marcado por unas gotitas de sangre, esperaba que no fuesen del mago, porque no sería bueno que muriese mi compañero tan prono. Entonces, lo encontré, cerca de un claro, con algo en sus manos, que parecían los huevecillos de ashwinder—. Los has encontrado, supongo que me toca buscar los de los doxy.

 

Resoplé unos mechones que caían sobre mi rostro, arrastrando los cabellos sueltos hacia una coleta que sujetaba con una goma, observando mí alrededor decidiendo que dirección tomaría. Mientras caminaba, marcaba mentalmente el lugar donde esas traviesas criaturas depositarían sus huevecillos, así que me dirigí a un lugar apartado, rodeado de flores, entre las ramas de algunos árboles, divisé unas diminutas esferas negras, de forma ovalada. Revisé que no hubiera ninguna criatura cerca, y estiré la mano ágilmente para tomar varios huevecillos que deposité en un frasco. Corrí de regreso, cuando un movimiento brusco me alertó.

 

«¿Qué criatura es esa?»

 

@@Badru

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