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Libro de las Auras


Runihura
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Una bola de luz rojiza pareció explotar en el aire cuando un escudo mágico protector invisible detuvo su avance hasta el objetivo que su creador le había marcado. Aquella explosión fue muy breve y, en cuanto se desvaneció, una niña de piel y pelos oscuros sonrió ampliamente. No aparentaba tener más de 12 o 13 años. Llevaba ropas de combate, típicas de los guerreros uzza, y varios brazaletes en ambos brazos.

 

Al otro lado, otro uzza la miraba con gesto desesperado. Runihura podía imaginar de dónde venía su frustración: aún no había conseguido ni siquiera acercarse a ella. Pero eso formaba parte de su formación, por supuesto.

 

Debemos dejarlo por hoy. Tengo otros alumnos a los que atormentar.

 

Sonrió ampliamente ante el gesto molesto de su, hasta aquel instante, contrincante. A pesar de ello, ambos realizaron una ligera inclinación de respeto y luego la joven guerrera desapareció del lugar.

 

Reapareció en una montaña, junto a la entrada de lo que parecía una pequeña cueva cuyo interior estaba totalmente oscuro. El terreno era árido y el clima un poco más frío de lo que había calculado el día anterior. La guerrera había notificado a la escuela de Uagadou que su próxima clase sería allí, por lo que esperaba que hubieran avisado debidamente a las alumnas que, según le habían informado, en aquella ocasión serían tres.

 

Runihura miró al cielo, meditando sobre lo que verían en aquella clase. Siempre se sentía inquieta por saber como serían los alumnos a los que tendría que adiestrar, sobre todo porque se había encontrado casos de todo tipo: estaban los que querían aprender, ante todo. Los que solo querían poder para ser mejores que los demás. Y luego estaban los que, simplemente, seguían a otros por curiosidad.

 

Le era indiferente el grupo al que pertenecía cada alumno. Sólo tenía claro que, si querían aprender de ella, debían estar dispuestos a aprender. Y también a hacer todo lo que ella les indicara a cada momento. Se sentía impaciente por conocer a las alumnas de aquel mes.

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Darla había estado charlando con Seba sobre la demora que llevaba su clase, aunque era apenas una semana la Potter Black se imaginaba que era por la Gala de Halloween pero Seba no creía que los Uzzas le dieran importancia a esas cosas. Como fuere el aviso llegó de una forma inesperada ese día y la pelirroja avisó a su prometido que se ausentaría unos días durante la clase, igualmente no había tanto trabajo en Gringotts y creía que se podría esperar para cumplir con todo a su regreso.

 

No estaba muy segura de qué esperar sobre la cita en una montaña, pero lo mejor era ir con las ropas más cómodas que pudiera encontrar. Claro que la mayoría de su ropa para estas ocasiones la elegía igual, como en esta ocasión, un pantalón cargo color azul marino, una remera básica de tiritas y una camisa sobre ella, ambos blancos. Llevaba las mangas arremangadas, y era una tela a la vez fresca y abrigada en caso de que hiciera frío en el lugar. En los pies no dudo calzar sobre los zoquetes sus clásicos borcegos, ya por mil clases y defensas habían pasado.

 

Desde que lo había adquirido apenas había tenido tiempo de ojear el libro, éste, a diferencia de otros, no venía ni con anillos ni con amuletos, su magia era puramente de las auras que se invocaban. Había algunas dudas que le surgieron de lo poco que alcanzó a leer. Igualmente, la bruja acomodó en el bolsillo lateral derecho su varita y en el izquierdo la bolsa de piel de moke con pociones curativas, el libro gracias a un hechizo agrandador de bolso, un falsoscopio, un espejo comunicador, la gema de la desaparición. El collar con el águila de la sabiduría, varios frasquito conteniendo arena del desierto, semilas de hielo, entre otras cosas, además del amuleto de resurrección, siempre pensaba que un día terminaría con dolor de cuello con tantas cosas, aún alivianadas con magia. La daga kansho la llevaba en la cintura, también oculta con magia y en los dedos los anillos de compromiso, de las habilidades, que solían como fundirse entre sí y los que venían con los libros que había adquirido con anterioridad.

 

Llegada la hora de la cita, se apareció cerca del lugar que la habían citado, los últimos metros quería caminar, necesitaba pensar y le vendría bien para conocer el paisaje y ver de lejos al menos a la que sería su profesora. Lo que había oído de esta guerrera es que tenía la apariencia de una pre adolescente aunque era bastante mayor que eso.

 

Mientras caminaba rumbo a lo que parecía ser el ingreso de una cueva unos quinientos metros delante, fue desenrollando las mangas de su camisa, se sentía el aire frío de la montaña. A lo lejos podía distinguir lo que parecía una niña de cabello color azabache, trenzado, su piel era morena sin llegar a ser negra.

 

—Buenos días —saludó al llegar e hizo una suave inclinación de cabeza —soy Darla Potter Black —se presentó ante la guerrera. Sus compañeros aún no llegaban.

 

Expecto Patronum

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—Déjame ir por ti. —Mackenzie enarcó una ceja al escuchar semejante súplica de su interlocutora, una mujer cuya belleza salvaje no dejaba de fascinar a la Malfoy. —Por favor... —añadió, en un tono que no dejaba lugar a dudas: la joven Uzza le estaba suplicando.

 

Se levantó del sillón orejero que ocupaba junto a la chimenea de su hogar en la Mansión Malfoy y caminó en círculos alrededor de su interlocutora, sin dejar de observarla. Había sido muy valiente presentándose ante ella. Para ser honestos, Mackenzie se moría de ganas de matar a aquella chica y Asuhr lo sabía.

 

—Sinceramente, necesito el conocimiento de ese libro. Y, aunque no lo necesitara, ¿qué te hace pensar que te dejaría tomar esa clase por mi? ¿Qué te hace pensar que no voy a matarte aquí y ahora, de hecho?

 

—No lo harás.

 

Mackenzie empezaba a perder la paciencia con aquella niñata arrogante. Empuñó a Solveig en su mano e invocó la Vara de Cristal, dejando que su varita se alargara hasta convertirse en un alto cayado de un material iridiscente y vivo, que se retorcía formando figuras extrañas, a medida que la vara se alargaba más y más, hasta formar por encima de su cabeza las fauces de una serpiente, exhalando una bola de una luminosidad blancoazulada cegadora.

 

—Avad....Avada ka... Ava... —Mackenzie luchó por mantener la mirada y la pose serena, aunque era obvio que algo le estaba impidiendo pronunciar la maldición asesina.

 

Asuhr, por su parte, sonreía enigmática.

 

—No puedes matarme. Tu y yo tenemos un vínculo de sangre y honor.

 

La paciencia de la Malfoy se agotó y agarró a la joven Uzza por el cuello, inmovilizándole las manos a la espalda. Si la magia fallaba... bueno, ella había aprendido unas cuantas formas de combate, podía defenderse y matar sin magia.

 

—¿De qué estás hablando? Tu y yo sólo nos hemos visto en una ocasión y te aseguro que ya tuve lo suficiente de ti como para desear matarte. —Le apretó más el cuello, pero aflojó un poco cuando notó que Asuhr quería decir algo. A pesar de todo, le intrigaba lo que pudiera decir.

 

—Tu padre. Pregunta a tu padre.

 

—¿Qué? —Mackenzie se había quedado tan sorprendida que la soltó en el acto y se apartó de ella, como si algo en aquellas palabras la asustara sobremanera. —¿De qué estás hablando?

 

—Déjame ir a la clase en tu lugar. Nadie tiene porqué darse cuenta. Déjame ir y te lo contaré todo.

 

Aquella fue una noche larga. Mackenzie Malfoy escuchó de boca de Asuhr una sorprendente historia, mientras la leña se iba consumiendo en la chimenea, casi al mismo ritmo que sus creencias de toda una vida se hacían añicos. Cuando despuntó el alba y la joven Uzza concluyó su larga revelación, las brasas apenas chispeaban en la chimenea y el frío se había apoderado de su alma tanto como de la habitación. Su mirada, sin embargo, mantenía la serenidad estudiada que tantos años le había costado aprender. Más tarde se dejaría llevar por la rabia y el llanto, pero no todavía.

 

Sin decir una palabra, tomó de un estante un pequeño frasquito con poción multijugos y le añadió uno de sus cabellos castaño cobrizos.

 

—Toma -le tendió en frasco con la poción multijugos a Asuhr- y sal de mi vida para siempre. No quiero volverte a ver. —¿Me has entendido? —Gritó con los ojos rojos de ira, mientras Asuhr tomaba la poción y salía de la Mansión Malfoy para -no le cabía ninguna duda- no volver jamás.

 

Mackenzie tomó su copia del Libro de las Auras -Asuhr le había dicho que ella conseguiría otra copia de los Nahm Uzza- y lo abrió por la primera página. Todavía estaba en blanco, pero sabía que se iría llenando de textos y gráficos a medida que Asuhr lo aprendiera. Al igual que era plenamente consciente, tras la historia que le había sido relatada, de que podría aprender todo lo que Asuhr aprendiera en aquella clase en la que asistiría en su lugar.

 

*****

 

Asuhr se apareció en el lugar convenido, junto a una cueva en un paisaje montañoso. Su apariencia era la de Mackenzie Malfoy. Su vestimenta, una de las suaves túnicas de seda que pertenecían a la Malfoy. Había elegido una sencilla y ligera que le permitiera total libertad de movimientos. También su voz, al saludar, era la voz de Mackenzie. Nadie debía saber que era Asuhr y, sin duda alguna, Runhuira menos que nadie.

 

—Buenos días —saludó. —Mi nombre es Mackenzie Malfoy.

 

Tomó su copia del libro de su bolso y miró a Runhuira por el rabillo del ojo.

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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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"En efecto; a medida que se desorganizada el gobierno del señorío, conforme iban reuniéndose más de tarde en tarde o cesaba de reunirse los Estados generales y acababan por sucumbir las libertades públicas, arrastrando en su ruina las libertades locales, el burgués y el noble no tenían ya contacto en la vida pública; ya no sentían la necesidad de acercarse y de entenderse: eran cada día más independientes, pero también más extraños el uno del otro. En el siglo XVIII está revolución estaba consumada: estos dos hombres ya no se encontraban más que por casualidad en la vida privada. Ambas clases eran no solamente rivales, sino enemigas."

 

Bajó el libro y le dio sorbo al té. Al subir la vista vio el rostro ilusionado y al mismo tiempo concentrado del elfo, que observaba en silencio desde el otro lado de la habitación. Beltis se sonrió.

 

- ¿Me quieres preguntar algo?

 

El elfo negó con la cabeza en completo silencio. Beltis miró de reojo el reloj, la clase estaba a punto de empezar por lo que la hora se lecura debía ir acabando.

 

"Pero ocurría en Francia una cosa particular, y es que al mismo tiempo que el orden de la Nobleza perdía su poder político, el noble adquiría individualmente privilegios que nunca había tenido, o acrecentada los que ya poseía: diríase que los miembros vivían a expensas del cuerpo. La Nobleza perdió sucesivamente el derecho de mandar; pero los nobles adquirieron la prerrogativa exclusiva de ser los primeros servidores del Rey: era más fácil a un plebeyo llegar a ser oficial en tiempos de Luis XIV que en los de Luis XVI."

 

Cerró el libro y lo dejó sobre la mesa, junto a los restos del desayuno. Mengo bajó la cabeza y suspiró, se guardó las súplicas con gran dificultad, vio que movía la boca y resoplaba palabras entrecortadas mientras ponía en orden una bandeja de plata.

 

- Después continuamos.

 

- Pero... ¿Entonces, que comenzaran a cortar la cabeza de la nobleza fue porque acumulaban privilegios?- el elfo se llevó la mano al cuello para emular un corte.

 

Beltis encogió los hombros y se rió. Caminó hasta la puerta de la mansión Malfoy seguida por los pazos cortos y el tintineo de una bandeja abarrotada. Cogió la capa de lana, con la que cubrió un pantalón gris de tiro alto y una blusa de algodón blanca. Llevaba un amuleto en el cuello y una bolsita de piel en la que guardaba anillos y otras cosas conseguidas con los antoriores libros.

 

- Seguimos por la noche, después de cenar. Ordena la biblioteca que ya no puedo encontrar nada, no sé qué has hecho, pero si alguien más entra ahí, te van a colgar.

 

- ¿Guillotina?- el elfo abrió los ojos emocionado.

 

- Si ese es tu último deseo...

 

Dicho eso, abrió un portal y cruzó hasta el sitio al que habían sido convocadas. Darla y Mackenzie estaban esperando junto a una joven guerrera uzza. Beltis se alegró de ver, al fin, a Runihura.

 

- Buenos días. Soy Beltis Malfoy.

 

 

Morsmordre o.ó

Editado por Beltis

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La Potter Black observó a las dos brujas que acaban de unírseles a la joven guerrera Uzza y a ella. Sus instintos vampíricos le decían que algo no cuadraba en todo aquello pero lo atribuyó al tiempo que había transcurrido desde que las tres mujeres se habían visto por última vez.

 

A Beltis no la veía desde que la Marca se había esfumado por un tiempo, habiendo perdido parte de sus posesiones en dicha ocasión. ¿O había sido antes? Si lo pensaba bien el último diálogo serio que habían tenido ambas mujeres había sido cuando la pelirroja le había pedido a su ex líder que rebajara su rango. Las demás charlas habían sido tan superficiales que de verdad había lamentado haber perdido el contacto con la Malfoy.

 

En cuanto a la otra bruja, la observó de pies a cabeza, llevaba una túnica ligera de seda y en ese momento recordó la presentación del Wizengamot, diez años atrás, luciendo los jueces sus túnicas moradas con bordados en oro. Diez años, no podía creer que hiciera tanto tiempo desde la última charla con la otra Malfoy. De hecho, aunque la había visto en el saló de Grimmauld Place no habían intercambiado ni una palabra, ni una mirada tan siquiera. Eran como dos extrañas.

 

Observó a las dos miembros de la familia Malfoy, a quienes había saludado con una respetuosa inclinación de cabeza, evitando mostrar su afecto hacia ambas damas delante de la guerrera Uzza, ya que al no conocerla demasiado no sabía cómo vería la joven bruja el trato en exceso familiarizado entre sus estudiantes. Darla pensó por unos instantes en lo poco que había averiguado sobre Runihura, para empezar era algo mayor a lo que su aspecto reflejaba. Decían que al ser mujer, era la primera en su familia con poderes sobre las auras, lo cual no rebajaba su estirpe sino al contrario.

 

Los ojos de Darla volvieron a pasar de la guerrera hacia las otras dos féminas que cursarían con ella el libro. Habían venido pisándose los talones y con Beltis casi habían coincidido sin llegar a interactuar, se preguntó si habría sido un hecho fortuito o intencional. En cuando a Mackenzie, volvió a observarla con un dejo de curiosidad, la perdida ex viceministra parecía haber recuperado todas las fuerzas que ella le había conocido años atrás y sin embargo, dudó, había algo en ella que todavía la hacía dudar del porqué de sus decisiones. Pero ¿quién era ella para cuestionarla?

 

Ahora era solo cuestión de esperar a ver qué es lo que les deparaba el manejo de éste nuevo libro, lo mejor era olvidarse del pasado y concentrarse en lo que el futuro le deparaba. Bajó la mirada y no pudo evitar acariciar su anillo de compromiso, pensar en Seba cuando algo la perturbaba siempre traía calma y seguridad a su alma.

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Un largo silencio pesaba sobre las brujas que estaban de pie afuera de la cueva, una quietud incómoda que ninguna se atrevía a romper. Beltis miró de soslayo la cueva que se perdía en una insondable oscuridad, temiendo que tuviesen que adentrarse tarde o temprano en sus profundidades. Acostumbrada a las extrañas clases de los uzzas y sus extravagancias, sabía que el menor de sus problemas sería una caminata por un terreno escarpado y peligroso.

 

Beltis descubrió los ojos de Darla clavados en ella, y por un momento recordó algunos instantes los días que habían compartido en el bando. Muchas cosas habían cambiado desde entonces, y junto al bando, ellas habían cambiado también, la distancia se había profundizado hasta separar por completo sus destinos. Sin embargo, Beltis aun era capaz de reconocer en Darla esas cosas que en el pasado las habían unido.

 

Mackenzie, por su parte, se encontraba apartada y extrañamente no había abierto la boca después de saludar. No estaba acostumbrada a verla en ese estado de apatía, eso era más bien propio de brujas como Beltis, quien no destacaba por ser abierta precisamente. Eso hizo que reflexionase sobre la relación entre ambas, supuestamente unidas por la familia Malfoy. No obstante solo se veían en algunas clases y muy poco. ¿Qué sabía de la hija de Crazy? No mucho, más bien no la conocía.

 

Metió las manos en los bolsillos buscando algo y se acercó a Darla. Sacó una pequeña bolsa de cuero donde llevaba, gracias a un encantamiento, el libro y algunas otras cosas más. Se sentó en una roca a la entrada de la cueva, al lado de Darla y le sonrió. Sacó el libro y de paso, sacó el anillo detector de enemigos, no se sentía segura al lado de esa cueva.

 

- Ha pasado tiempo desde la última vez que nos vimos, ¿cómo estás? ¿practicamos?

 

Abrió el libro, pasó varias páginas con la historia del libro, explicaciones e ilustraciones con los poderes. Fue pasando una a una las hojas tratando de comprender lo que allí se explicaba con la varita en la mano.

 

- Aura del Escudo Fantasmal.

 

Se sorprendió gratamente al ver que de su varita salían figuras grisáceas y no había explotado en el proceso. Los vapores que en un principio carecían de forma definida, fueron rodeándola hasta convertirse en varias siluetas femeninas. Reconocía ese rostro anguloso, ese cabello recogido, esa postura desafiante y lejana, todas conformaron una especie de pared semitransparente en torno a Beltis y Darla. El anillo comenzaba a molestar indicando la presencia de peligro, pero era una leve sensación no demasiado acusada. ¿Provenía de la cueva?

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Las alumnas fueron apareciendo poco a poco hasta que conformaron el pequeño grupo que sería la clase de aquel día. Tres mujeres, diferentes entre sí, pero que emanaban un aura poderosa que captó la atención de Runihura al instante. Porque si de algo sabía ella era precisamente de auras.

 

A pesar de que debía centrarse en sus alumnas, se adentró en la cueva y dejó que las mujeres tuvieran un tiempo para intercambiar opiniones o lo que fuera que les pareciera interesante. De hecho, escuchó que se saludaban y entablaban algo de conversación. O quizás simplemente se le figuró así, porque tampoco es que le importara demasiado.

 

Había algo oscuro en aquel lugar, algo que la perturbaba y no quería que las interrumpiera una vez iniciaran la clase. Pero, por más que buscó y revisó, no logró averiguar de qué se trataba. Terminó por cruzarse de hombros mientras regresaba al exterior.

 

Excelente invocación, Beltis Malfoy —se dirigió a la peliblanca sin mirarla, observando las figuras fantasmales que ésta acababa de invocar—. Aunque su nombre no da lugar a duda, cuéntame, ¿para qué sirve esta aura?

 

Aguardó a que la mujer le respondiera mientras calculaba distancias con la mirada. Bien, disponía de suficiente espacio para ponerse manos a la obra.

 

Os ruego que me disculpéis, pero tenía algo que comprobar allí dentro antes de poder dedicarme en pleno a la clase — Runihura se desenvolvía con confianza y soltura a pesar de que, aparentemente, no era más que una niña—. Me gustaría saber qué conocimientos tenéis sobre las auras. Ya he visto que Beltis es una alumna adelantada, aunque a lo mejor simplemente la acompaña la suerte —añadió, mordazmente, pero sin perder el gesto de inocencia propio de la niñez—. Debéis saber que las auras requieren una gran cantidad de poder, así como una fuerte determinación y concentración. Os ayudarán enormemente en diversas situaciones. En un combate, de hecho, pueden hacer cambiar las tornas incluso cuando la situación está claramente inclinada hacia un lado de la balanza. Creedme... yo lo sé —les contó, con aire místico—. Id mencionándolas ordenadamente. Y, por ser una lección teórica, al menos ahora mismo, las iremos probando. Unas taparán a las otras así que, por favor, hacedlo de forma ordenada. Venga, adelante.

 

Mientras esperaba a que ellas reaccionaran y cumplieran con sus órdenes, comenzó a preparar la extensión en la que llevarían a cabo las prácticas. A menudo era la parte divertida de casi todos los alumnos que cursaban aquel tipo de enseñanzas, aunque había otro que las aborrecían al completo. Ella jamás había entendido a ese grupo del alumnado.

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La pelirroja estaba pensativa, preguntándose qué buscaría la joven Uzza, conocía el particular temperamento de los guerreros por lo cual no hizo preguntas. Mientras Beltis se había acercado y se acomodó en una roca cerca de ella. La Potter Black se acercó y tomó asiento a su lado.

 

—Sí, ha pasado bastante, extrañando algunas cosas y algunas personas —le sonrió con un guiño, como forma de indicarle que si extrañaba el trabajar a su lado. Los motivos de la Potter Black siempre serían un misterio hasta para ella misma, pero si algo le había enseñado la vida, que no importaba el sexo o las inclinaciones delas personas, lo que unía a magos y brujas, muggles o no, no eran solamente sus convicciones sino sus espíritus y el de algunas personas eran más afines que otros.

 

—Será un gusto —buscó el bolso en el bolsillo y sacó el libro, amaba la magia.

 

La Potter Black avanzó las paginas al mismo ritmo cansino que Beltis, escuchó su voz mientras pronunciaba uno de los hechizos y miró a su alrededor, las pequeñas figuras de humo gris fueron tomando forma y unas mujeres fantasmales las rodearon.

 

—¿Son únicamente conocidas del invocador o pueden ser de los compañeros de quien invocan? Aunque no imagino cómo podrías invocar desconocidos para ti ¿o sí? Solo pensar en quienes más aprecien a tus compañeros ¿eso fue? —aunque Darla no había visto los rostros de las figuras que les rodeaban. Lo que sí notó fue como Beltis prestaba atención a su anillo y no la sorprendía, su propio anillo detector de enemigos emitía una muy leve vibración sobre su dedo.

 

Darla miró a su alrededor pero lo único que había de nuevo era la Uzza regresando del interior de la cueva y una Mackenzie más silenciosa y pensativa de lo que recordaba era la Malfoy. Runihura felicitó a Beltis por el aura o más bien auras invocadas. Los comentarios siguientes la preocuparon, ella también sentía algo allí dentro, qué raro que el lugar de la clase no fuera seguro, ya había vivido eso, no solo en la de los guerreros.

 

Lo siguiente si la obligó a disimular sus sentimientos y ocultar sus pensamientos ante la Uzza y sus compañeras, no le agradaba que dudaran de la capacidad de los que conocía, pero entendía en cierta forma que la guerrera tuviera que mantener esa postura ante sus alumnos. Como fuere, ahora les pedía nombraran las auras en orden, y que practicaran con ellas. Releyó un par de hojas del libro, y como sus compañeras aún no respondían, carraspeó y lo hizo ella primero.

 

—Aura de la llama del Fénix —murmuró mientras hacía un movimiento grácil con su varita, de ella surgió una enorme luz espectral e iridiscente con la forma de un Fénix envuelto en llamas.

 

El lugar quedó iluminado como si se tratara de un amanecer o atardecer en el ártico, era extraño ver una aurora boreal con ese tono. Hasta del pico del ave surgió una luz anaranjada que envolvía el área de la cueva. Darla se sentía un poco agitada, como si pudiera sentir que parte de sus fuerzas habían sido drenadas, pero no estaba cansada y no estaba afectada por la luz iridiscente del Fénix.

 

—Esta aura impide que los rivales utilicen magia tenebrosa —carraspeó, pensando en su pasado —incluso los obliga a utilizar magia de un rango menor de los conocimientos que tienen, pero no se utiliza en duelos, solo cuando hay batallas en que varios magos y brujas se enfrentan, como podría ser un enfrentamiento de miembros de la Orden contra los mortífagos —comentó, algo insegura de que a la Uzza le importara la guerra interna de los magos británicos.

 

@Runihura @Beltis @Mackenzie Malfoy

Editado por Darla Potter Black
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