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Eileen Moody vs Melrose Moody


Khufu
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—No seas ridícula, chica ¿Cómo todo esto podría ser planificado?

 

La idea original de Khufu era llevar a ambas aprendices al mundo de los muertos, si. Pero no de esa forma. El plan se ejecutó mucho antes de lo que él esperaba. Están a la deriva, sin protección más que la de su propia magia. Y aunque los muertos buscan únicamente escapar, cada cierto tiempo (post #2, post #3) prestan atención a los vivos e intentan atacarlos. Seguro piensan, aquellos demonios y espíritus, que de alguna forma pueden tomar control de los cuerpos humanos.

 

—Vamos a avanzar. Esta es su prueba. Conforme buscamos el lugar en el mundo de los muertos en dónde está la grieta deberán luchar entre ustedes. Si ambas llegan vivas a la grieta la intentaremos cerrar y abriré un portal para irnos de este lugar. Recuerden que lo importante no es quién gane, sino que se mantengan vivas. Lo importante es encontrar el sitio adecuado, el origen de esta aventura que probablemente nunca vuelvan a experimentar.

 

En ese momento el Guerrero se vuelve totalmente invisible. Está ahí pero es como si no estuviese. Nada ni nadie puede verlo, oírlo o percibirlo. Es como si no existiera. Pero ahí está, atento. No va a intervenir al menos que sea totalmente necesario. Y por la forma en que ambas brujas han demostrado dominar la magia hasta ese momento no cree que sea necesario intervenir.

 

Off:

  • No existen los límites de tiempo entre respuesta y respuesta. Por tanto, la regla de hechizos impactados desaparece.
  • Duración del duelo: Del 19 de octubre al 29 de noviembre (inclusive).
  • Nos guiaremos por las reglas de duelos existentes.
  • Hechizos: Neutrales, Graduados, y los Libros de Hechizos hasta el Libro de los Ancestros. (Con especial énfasis en este último).
  • No olviden defenderse de los demonios y/o espíritus. No consume acción, es solo rol
  • Están prohibidos los Off. Consultas, dudas o sugerencias, al topic del Libro de los Ancestros
@ @ Editado por Niko Uzumaki
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—¿Q-qué?

 

Ellie observa a Melrose; el pánico se desborda de su mirada, no puede contenerla. Aparentemente Khufu no tiene control sobre la situación y, no conforme con eso, espera que ellas luchen mientras intentan escapar de aquel infierno. «Si ambas llegan vivas...». El simple hecho de que el guerrero plantee la posibilidad de que aquello no ocurra es terrorífico. No quiere luchar con su prima; la verdad es que, estando en la situación en la que están, lo que menos le interesa es aprobar o no aquel curso. Sólo quiere regresar... sólo quiere que todos estén a salvo. No lo hará, simplemente no puede. Todavía siguen corriendo, huyendo, para poder llegar a aquella luz que parece más segura que las tinieblas.

 

Sin embargo, a sus espaldas, un sonido espeluznante hace que vuelva el rostro. Unos ojos azules, fríos como el hielo, clavan su mirada en ella y unas manos esqueléticas intentan alcanzar el cuello de su túnica.

 

—¡No! —Ellie agita la varita mágica como puede. Unas chispas rojas aparecen y golpean a aquel monstruo, empujándolo y evitando que sus dedos le rodeen el cuello expuesto; sin embargo, una sensación de frío agudo, como una especie de arañazo, permanece allí. ¿Acaso logró tocarla?

 

Sus pasos se hacen más lentos, a medida que se acercan al cuadrilátero iluminado. Sobre ellos está suspendida una gema que emite un brillo tenue y, en el suelo, hay símbolos dibujados. Ahí no está la grieta, pero está cerca. Aunque, ¿cómo puede saber eso? Sacude la cabeza, suponiendo que sólo está cansada, y vuelve la mirada hacia Melrose. Abre la boca para decirle que aquello es simplemente ridículo, que lo mejor es que trabajen juntas para encontrar la salida. Ya será en otra oportunidad que vuelvan a intentarlo. Pero el frío se extiende hacia su pecho, hacia sus manos, que ahora sostienen con fuerza la varita de sicomoro.

 

No, no es una varita. Es un largo bastón, que tiene en su extremo un cristal azulado que parece hielo, engarzado en filamentos de madera de sicomoro. Es una vara de cristal. Golpea el suelo con ella. Las llamas del Gubraith aparecen inmediatamente en la blusa de Melrose, el único oponente vivo que es capaz de percibir. Poco a poco, en algún lugar, la grita palpita. Puede sentirla y la encontrará, luego de librarse de aquel vivo que levanta la varita contra él, que parece haberse dado cuenta...

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Es raro, pero las palabras de Khufu no le infunden miedo.

 

Lo observa, sin estar segura de qué decir a continuación. A su manera, Ellie también parece haber quedado sin habla pero en ella sí puede percibir el olor característico de las personas con un pánico creciente, que se saben acorraladas. Por su parte, cuando al fin tiene algo qué replicar, Mel se da cuenta de que el guerrero Uzza ha desaparecido o, al menos, no se encuentra ya con ellas. Hace un esfuerzo por enlistar sus instrucciones mentalmente, lo mejor que puede: buscar la grieta, luchar mientras tanto, llegar vivas allí, intentar cerrar la grieta. No es que sea precisamente una experta pero la cosa no suena muy sencilla.

 

—¿Ideas?

 

Concentrada como había estado hasta ese momento no se había percatado del peligro hasta que oye a su prima gritar. Se gira para verla deshacerse con desespero de un espectro y, recordando que pueden ser corpóreos está a punto de acudir en su ayuda cuando percibe un movimiento brusco a sus espaldas; no aguarda a percibir el contacto, si no que mueve la varita soltando con claridad un hechizo repulsor para luego atacarlo de forma más concreta. Un rayo cae de lleno entonces y ella se aleja lo mejor que puede a la par que intenta sonsacarle a Ellie alguna cosa que haya podido ocurrírsele...

 

Buscando defenderse y antes de darse cuenta, su varita se ha extendido al igual que la de su prima, convirtiéndose en una vara de cristal.

 

Es por eso que no lo nota, si no hasta que su blusa está en llamas. Se la saca por encima del cuello a la velocidad de la luz, agradeciendo que haya sido tan rápido, que no ha alcanzado a prender en su brassiere deportivo. Lo arroja al suelo y ésta se pierde en un hálito de niebla negra. y Mel se realiza un Episkey para curarse de las heridas causadas por el gubraith pero el aturdimiento se niega a irse.

 

¿Acaso Ellie acaba de atacarla?

 

Alza la vista y su prima está allí y ahí pasaron cerca de esa gema y las letras pero los ojos de ella no son del tono de siempre, ese azul tiene algo de frío e intenso que jamás le ha visto, una cualidad no solo desconocida si no a ojos vista indeseada. Así que mira frenéticamente alrededor en busca de alguna disrrupción en el espacio pero no parece haber ninguna así que no le queda más que decir: Expelliarmus.

 

Y ve enseguida la varita de su prima salir volando por los aires hacia la derecha, casi a cinco metros de distancia de su dueña y perderse en la niebla negra del suelo. En ese momento todo lo que puede pensar es que es por su propio bien.

Editado por Melrose Moody

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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El ataque lo toma desprevenido, de la misma forma en que el suyo sorprendió a la bruja. Aunque intentó mantener la vara de cristal en su mano, una fuerza superior terminó arrojándola lejos. Es la desventaja de tener esa forma; debe seguir las reglas de los magos. Se siente limitado, pero sabe que es la única forma en que podría escapar. Cierra los ojos y, mientras canaliza las fuerzas del caos, un vaho rojizo comienza a rodear sus manos. No había esperado conseguir tanto poder de aquella insignificante bruja, pero le agradan ese tipo de sorpresas. Intenta conjurar la rueda del tiempo, pero la Diosa Uzza no lo bendice con buena fortuna. ¿Por qué habría de hacerlo, en todo caso? Sacude la cabeza; no tiene más remedio que conseguir su arma a la forma antigua.

 

Retrocede en pasos grandes, sin dejar de observar a su contrincante. No puede perderla de vista. Finalmente alcanza la vara de cristal y la recupera. La agita en la dirección de Melrose —¿cómo sabe su nombre?—, haciendo que las flechas de fuego impacten en ella, quemándola y produciendo además heridas sangrantes.

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No entiende del todo lo que está sucediendo pero es evidente que su prima no se encuentra bien o quizá la expresión adecuada sería que no es ella misma. Melrose ni siquiera piensa demasiado al momento de levantar la varita y concentrar las fuerzas del caos que ahora sabe que guarda y que puede manejar para intentar salir del atolladero. Cuando la fuerza se esparce por sus extremidades se da cuenta de que la Diosa le ha sonreído, así que piensa rápidamente su siguiente hechizo sabiendo que sus poderes son mucho mayores, como siempre sucede con la rueda de poder:

Confundus

Dado el comportamiento habitual de Mel y Ellie, podría pensarse que echarle semejante hechizo a su prima la haría sentir culpable pero no es así. Debido a que su instinto le indica que en esos momentos algo raro sucede y su prima no es de fiar, no siente remordimiento alguno al infligirle semejante estado de desorientación, en donde no será capaz de ligar sus pensamientos con su realidad inmediata y por tanto no podrá resultar una amenaza, para Mel o para sí misma. Ni siquiera cae en cuenta que ha detenido un ataque de flechas de fuego que había estado a punto de hacer efecto en ella gracias a la vara de cristal de Ellie, debido al confundus. De hecho, siente que está haciéndole un favor a su prima y no a sí misma.

Por supuesto, no se da cuenta que eso se remonta más bien a sus épocas nómadas, en donde ser parte de la manada daba crédito a otros para cuidar de ti de la manera que creyeran conveniente de acuerdo a consideraciones más prácticas que las afables o respetuosas que se tenían en la "sociedad".

Así que luego de sujetar su varita, hace ya un rato convertida en vara de cristal, tiene eso en mente y no en el hecho de que quizá podría haber tenido otras opciones para detener la situación descontrolada. A la par, hace un movimiento brusco con la mano y una floritura: una figura desgarbada y desagradable se había aproximado demasiado. La figura empieza a arder pero no emite ningún quejido, ni siquiera parece entender lo que sucede a pesar de que apenas momentos antes parecía tener claro que su objetivo era atacarlas a ambas ¿qué sucede en ese lugar?

Puede que lo que piensa hacer a continuación no funcione, ya todos deberían saber a esas alturas que no es la maestra de los planes pero, de cualquier forma, lo intenta: Invoca la daga del sacrificio y en tanto lo hace ésta aparece en su mano libre. Ella lleva la daga a su pecho a la par que pronuncia dañar, apreciando en seguida como el corte que realiza -de una profundidad considerable- también aparece en el pecho de Ellie. El suyo sangra profusamente, al igual que el de ella...

«¿Y si me equivoco y no es eso lo que sucede?»

 

Entonces, tan solo queda realizar una curación y la herida de su pecho cierra, dejando detrás tan solo un rastro de sangre húmedo de olor penetrante (al menos para su olfato, más entrenado de lo habitual). Quizá no es lo que parece, quizá se equivoque de táctica y sólo este arruinando las cosas, mientras se aleja hacia la luz con la esperanza de que su prima la siga pero al menos quiere intentar...

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Está sumergida en la oscuridad, en lo más profundo de su propia mente. Y está tranquila. Ya no hay lugar para preocupaciones: no tiene que pensar en cómo impresionar a Khufu, en cómo escapar del problema en el que se vio envuelta, en cómo llegar a casa sana y salva... Allí, es libre de perderse en ensoñaciones: piensa en sus años escolares, en su familia, en sus amigos. Sus recuerdos se mezclan de tal forma que parece que todo ocurre simultáneamente y ella se deleita con ello. ¿Por qué querría salir de ahí?

 

También es consciente de lo que ocurre. Lo observa y lo escucha desde muy lejos. Incluso, si se concentra en ello, puede sentir la vara de cristal en sus manos... Y, sin embargo, no le parece importante. La sensación de paz parece anestesiarla, evita que se preocupe, que intente darle sentido a lo que está ocurriendo afuera.

 

Por lo menos, se mantiene así hasta que siente cómo una daga abre una herida en su pecho. La sangre mancha su túnica, el dolor punzante y terrible la obliga a encogerse. Eso la jala a la superficie. Abre los ojos y parpadea, confundida.

 

—Pero Mel —susurra Ellie—, ¿qué estás haciendo?

 

«¿No es evidente que te está atacando? —responde una voz dentro de su cabeza— No seas est****a. ¿Vas a dejar que se salga con la suya?». Aquel falso conflicto no la convence, ella sólo quiere que todo se detenga y entender qué es lo que ha sucedido. Sin embargo, parece que su cuerpo y cierta parte de su mente no están de acuerdo. La herida comienza a sanarse gracias al poder de curación que aprendió del libro de la fortaleza.

 

¡Expelliarmus! —el cristal de su vara se ilumina cuando conjura el hechizo y de inmediato la vara de Mel sale volando un par de metros, fuera de su vista. La vara de cristal desaparece y ahora tiene a su verdadera varita en la mano. La levanta hacia su prima y la agita mientras conjura la arena del hechicero. El polvo la ciega de inmediato. Odia lo que está haciendo pero, por más que lo intenta, no puede detenerse. Hay algo que la obliga a atacarla. Un monstruo, una bestia que quizás Mel podría mantener a raya, pero para Ellie es imposible. Ella es la más débil, la más novata en ciertos temas.

 

«Lo siento...».

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Su plan, a simple vista, ha tenido éxito a medias. Mel se apresura hacia la única luz distinguible y tal y como sospechara, Ellie la sigue a la zaga. También se ha curado tal cual ella predijera aunque su presencia no se siente como la de su prima en realidad, está como ida. Mel quiere entender el por qué pero solo teorías alocadas le vienen a la cabeza. Todo lo que es capaz de pensar es en que tienen que salir de allí cuanto antes, así que solo se le ocurre pensar en invocar la defensa definitiva que ese libro puede enseñarle.

 

Kansho

 

La daga vuelve a materializarse en su mano, como hiciera en la anterior ocasión, cuando tuviera que abrir al calabaza para llegar a clase. Mel se limita a observarla un instante, la empuñadura de plata enjoyada destellando en medio de esa penumbra. No la pone en uso todavía; lo siguiente sucede en rápida sucesión: su varita sale volando por los aires y entonces, ella adelanta la daga ante sí. La arena del hechicero que había estado destinada a arrebatarle la vista es absorvida y enviada de vuelta hacia Ellie. Ellas habían alcanzado poco antes la abertura y, mientras Mel tantea en el suelo para recuperar su varita, nota además aquello que Khufu les describiera... la grieta. No sin cierto alivio y sensación de triunfo, Mel encuentra su varita y se incorpora sujetándola con la mano izquierda, con la daga del kansho en la otra mano libre y la daga del sacrificio colgando de su cinturón.

 

—¡Ahora!

 

Es una alerta, para su prima pero también para Khufu. La energía se vuelve de repente extraña a su alrededor, como si muchas cosas se revolvieran a un tiempo, se sacudieran, debilitaran y volvieran a cobrar fuerza en un flujo inconstante. Aún sin poder ver, Mel está segura de que Ellie debe haber percibido ese cambio y adivinado que se encuentran en al grieta. Mel además se siente más segura con la daga en su mano porque la sensación de inseguridad no se ha ido y no quiere quedarse ya mucho más tiempo en ese lugar lúgubre.

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