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Cye Lockhart vs Lucrezia Di Médici


Asenath
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Hasta el momento los futuros guerreros habían estado practicando con los poderes del anillo y amuleto, además de otros hechizos varios realizados con la varita, ahora era momento de vivir la experiencia en un verdadero campo de batalla, uno que les diera la libertad de usar los hechizos a sus anchas, entre ellos, siempre teniendo en claro que el único objetivo era aprender y sacarle el máximo provecho a la situación, más allá de intentar matar el adversario lo que Asenath quería ver era su podían o no controlar los poderes del libro del Equilibrio, solo así podría decidir si estaban listos o no.

 

Los llevó hacia una zona apartada dentro del Amazonas, creada especialmente por ella para la ocasión. Aun los rodeaba la vegetación, pero el campo de batalla estaba despejado, con árboles ubicados a varios metros de ellos, de manera que estos no obstaculizarían el desarrollo del duelo ni las criaturas que allí habitaban saldrían heridas. Era un campo bastante despejado a decir verdad, casi que ni parecía que aun estuviesen en el mismo lugar, pero el que se hubiese tomado tantas molestas era completamente necesario.

 

La postura de Asenath con respecto al duelo estaba sujeta a cambios, su idea era dejar que tanto Lucrezia como Cye se enfrentaran entre ellos, pero si lo veía necesario ella también intervendría cuando observara que no estaban dando lo suficiente o que la estaban teniendo muy fácil. Pensó en hablar sobre algunas reglas, como por ejemplo que practicaran lo más que pudieran los hechizos exclusivos del libro, aunque esto no significaba que iban a dejar los otros de lado; también que se centraran en ejecutar los hechizos de manera correcta más que intentar derrotar al adversario, aunque eso era un plus.

 

Bienvenidos, he decidido cambiar las reglas del duelo un poco, para empezar desde el primer turno pueden usar dos hechizos y ya les diré el motivo del por qué. Es más, se los haré sentir. Cinaede los efectos del hechizo ocurrirían de inmediato, cada uno el veneno empezaría actuar con la misma rapidez con la que fue pronunciado y el gas invisible rodearía a cada uno de ellos para penetrar en sus vías respiratorias hasta llegar a la sangre, de no hacer nada al respecto la consecuencia sería la muerte y al ser la Uzza un nivel superior, las medidas correctivas a tomar serían mayores que por ejemplo alguien menor (nivel 29 o inferior).

 

Que empiece el duelo.

 

***************

  • No existen los límites de tiempo entre respuesta y respuesta. Por tanto, la regla de hechizos impactados desaparece.
  • Duración del duelo: Del 19 de octubre al 29 de noviembre (inclusive).
  • Nos guiaremos por las reglas de duelos existentes.
  • Hechizos: Neutrales, Graduados y de los Libros de Hechizos hasta el Libro del Equilibrio (con especial énfasis en este último).
  • Están prohibidos los Off. Consultas, dudas o sugerencias, al topic del Libro del Equilibrio.
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Dejar los stilettos antes de entrar en aquel campo de batalla había resultado una decisión correcta para la joven aristócrata. Los dejó cuidados e impermeabilizados bajo un encantamiento antes de abandonarlos a varios metros del libre espacio rodeado de arboledas. Sintió el césped rozar con suavidad sus descalzos pies produciéndole pequeñas cosquillas. Antes de avanzar se había cerciorado con minucioso cuidado la no presencia de bichos e insectos que pudiesen montarse en ella durante aquel improvisado enfrentamiento. La caricia que la vívida hierba producía en su piel era una sensación que no experimentaba desde mucho tiempo atrás. Había prescindido de aquel especial contacto con la naturaleza debido al sufrimiento de una ligera misofobia pero la importancia del duelo que se avecinaba mantenía su mente alejada de sus más arraigados miedos. Solo podía concentrarse en Cye.

 

Luego de acabar con las pruebas que Asenath les había impuesto para demostrar su valía y el conocimiento de Libro del Equilibrio que ambas habían aprehendido, las tres brujas se había dirigido a un despejado espacio circular en el medio del Amazonas. Lucrezia había sido cauta y llevado a Razz consigo a sabiendas de que posiblemente no volviese a pisar la cabaña en las que las tres se habían reunido por primera vez. Con un solo ademán de su mano, que la criatura entendió al instante gracias a su intuitiva inteligencia, la blonda italiana había indicado al hipógrifo que siguiera sus pasos. Había aprovechado el trayecto siguiendo a la guerrera Uzza para refaccionar su complejo peinado alto, cuyas idas y vueltas le hacían ganar unos considerables centímetros de altura, y para ajustar su vestido para el evento: había utilizado sus dotes en magia estética para amoldar la falta de aquella pieza textil victoriana a sus delgadas piernas y ajustar aún más su refinada tela a su cintura. Había “aparcado” a Razz en el último árbol antes de llegar al claro y se había despedido de él sobando su lomo.

 

Ahora se encontraba frente a Cye, separadas ambas por unos reducidos metros de distancia. El contacto con la blonda bruja había sido mínimo, de un tiempo insuficiente para dibujar un bosquejo de quién realmente era su rival en esa oportunidad. Incluso no había tenido un momento para decidir si le caía bien o mal, algo para lo que Di Médici era muy expeditiva. Aprovechó su desconocimiento sobre el origen o la actitud de la chica para ofrecerle una muy pequeña reverencia, algo protocolar en aquella disciplina, y alzó su blanca varita en el aire. El lustre del que hacía gala su arma mágica era un infalible indicador de la dedicación que Lucrezia le imprimía a todo aquello. Dibujó en su pálido rostro una media sonrisa y se dispuso con gusto a tomar la iniciativa. Flechas de Fuego pensó instantáneamente, atraída por el daño físico que tal ataque provocaba en sus víctimas. Los incendiados filamentos se materializaron en la punta de su varita y comenzaron, uno a uno, a trazar su fugaz viaje hacia el abdomen y el pecho de Cye. No solo aquello carcomería con su mágico fuego la piel de Lockhart sino que produciría en su cuerpo profundos cortes que necesitaría una curación casi instantánea.

 

- Anapeo.- exclamó ejecutando una floritura apuntando a su propio cuerpo, al sentir los efectos de un hechizo lanzado no por su rival sino por una tercer persona: Asenath. La intervención de la molesta guerrera Uzza para perjudicarla no tomó por sorpresa a una Lucrezia versada en las personalidades fuertes y vengativas.

 

El alivio llegó rápidamente al desbalanceado organismo de Lucrezia al destaparse sus vías respiratorias. Sabía que la necesaria curación, dado el poder que conservaba la cuarentona Asenath, tendría que llegar tarde o temprano; sin embargo, en aquel momento era importante conservar el poderío de su garganta para enunciar los hechizos primordiales para prevalecer en aquel encuentro contra Cye. Elevó un poco más su magnánima varita apenas sobre su pecho sin dejar de apuntar a su rival y esperó a que ésta realizara los movimiento necesarios para extender el duelo más allá de un primer cruce de maleficios. La adrenalina comenzaba a correr por cada una de sus venas.

 

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Amaba la naturaleza, era parte de Cye, por eso estar alli, rodeada de vegetación, animales y elementos era un placer, aunque claro, no estaba de paseo, sino para aprender del libro del equilibrio, de la Uzza y por supuesto de su oponente, pues todo ser tenia algo que aprender y algo que enseñar, solo que a veces no se tenia la suficiente madurez para verlo y aceptarlo.

 

--¡Hermoso!-- susurro cuando llegaron al claro donde sucedería el entrenamiento uno a uno, como solía llamarlo ella, aunque la mayoría pensaba en la palabra duelo, sus largas piernas cubiertas en parte por un pescador blanco la llevaban a situarse en un punto frente a la italiana, siendo honesta, hasta el día de hoy prefería usar la fuerza de las palabras, pero entendía que había un poder superior, el de la magia, los hechizos, y era necesario dominarlo y usarlo cuando las palabras no alcanzaban.

 

Miro a su alrededor, mientras una fresca brisa movió la cabellera dorada de Cye que llevaba una blusa del mismo color que el pescador aunque ajustada a su anatomía superior. Lucrezia era en parte un misterio y en parte su naturaleza parecía adivinarse, aunque los apellidos y aquello de la aristocracia quizás influyeran en la Di Médici para hacerla sentir superior, la sacerdotisa no lo tenia claro aunque de lo que si estaba segura era de que la bruja que ahora hacia una pequeña reverencia siguiendo el protocolar saludo antes de comenzar el duelo, no seria una contrincante fácil.

 

Cye correspondió a la inclinación hacia Lucrezia pero también le hizo una pequeña venia a la guerrero Uzza en señal de respeto y agradecimiento no solo por el espacio y las previsiones a favor de los animales y la vegetación, a la par de aquella venia, Belisama, su varita de arce se materializó en su diestra, así que espero, mientras mentalmente mientras repasaba los cuatro hechizos que ofrecía el libro, los amuletos y artilugios que el libro del equilibro otorgaba estaban presentes y listos para ser usados así como de los libros anteriores.

 

Claro que no todo seria fácil, pues su pequeña distracción le dio la oportunidad a la otra bruja de accionar primero, vio como de la varita de su oponente se formaban filamentos de fuego con la seria intención de afectarla, cosa que no podía permitir por lo que pensó "Salvaguarda Mágica" haciendo que su cuerpo se tornara intangible y los filamente pasaron sin pena ni gloria, no así el aditivo que Asenath había agregado, sus vías respiratorias se cerraban y tenia que hacer algo rapido, así que su cerebro o su instinto de supervivenvia la llevo a pensar "anapneo" con lo cual el aire comenzó a circular devolviendole la posibilidad de seguir en combate que no era poca cosa.

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Lucrezia se tomó unos segundos en los que los hechizos no se cruzaron para admirar la posición de su rival. Si bien su postura la condujo a pensar que Cye no era una bruja avezada en duelos si logró captar su atención la varita que ésta portaba. Arce. Estética y bella, Lucrezia concluyó que aquella arma mágica se vería perfecta dentro de la colección ornamental que guardaba en su habitación de la mansión Di Médici. Fue en ese instante que lamentó con cierta decepción que aquel enfrentamiento careciera de un contexto real que le permitiese neutralizarla y robar su varita. Le dedicó como un gesto de consuelo una media sonrisa que remarcó sus rojizas mejillas.

 

Las palabras Arena del Hechicero se sintieron como un grito sádico en la cabeza de Lucrezia. De un instante a otro una pequeña arenilla grisácea brotó de su varita y comenzó a elevarse alrededor de Cye de forma arremolinada, dibujando círculos a su alrededor y viciando la atmósfera más próxima a ella. Un torbellino de huesos cristalizados cubría ahora todo el rango de visión de la muchacha Lockhart, privándola de ver con claridad. Di Médici contemplaba aquel espectáculo visual y maldito con cierta admiración; aquel se había convertido en su primer uso del hechizo contra una persona pues sus ensayos habían tenido como sus obligadas víctimas a sus elfos domésticos. Uno había quedado ciego.

 

Maldición pensó entonces en su fuero interno, apuntando directamente al centro mismo de Cye. El efecto se hizo patente en la esfera de blanca luz que se materializó en la punta de su elegante varita de roble, señal inequívoca del funcionamiento de aquel conocimiento del libro de la sangre. El siguiente hechizo que su rival usase se vería truncado por una pronunciación mal ofrecida, provocando una oportuna pérdida de tiempo ante la inutilidad de su próximo movimiento que sin dudas la blonda italiana sabría aprovechar. Por último Di Médici hizo que su propia varita girase entre los ágiles y delgados dedos de su mano izquierda para apuntar a su pecho. Pensó un Curación que rápidamente acabo con los efectos que el Cinaede aun producía en su reseca garganta. Decidió ejercitar un poco los músculos de ésta.

 

- Quiero que sepa, señorita Lockhart, que estoy disfrutando mucho de este encuentro.

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Cye aun no entendia como es que Lucrezia no caia fulminada, estaba segura que asi seria despues de ver aquella extraña floritura para aplicarse algún encantamiento a ella misma (anapeo) el cual no podia liberarla de los efectos malignos del Cinaede obsequiado por la Uzza.

 

Con total seriedad escucho como la blonda decia disfrutar el encuentro, algo que a Cye, precisamente por su pensamiento anterior, no le parecia del todo real, ¿Estaria solo alardeando y a punto de caer? seguramente si. Pero sus cavilaciones fueron interrumpidas cuando el campo visual de la ojiazul se vio bloqueado por una especie de arena flotante, ja, sabia lo que era, internamente maldijo pensando que hacer a continuación pues todo sucedía en su mente en fracciones de segundos, aunque pareciera una eternidad.

 

Negó con la cabeza intentando despejarse mental y visualmente aunque claro una cosa era querer y otra poder, aquella mujer de perfecta apariencia sabia mover su varita, eso estaba claro, pero no era perfecta ni infalible, ya había cometido un error...

 

Quizo devolverle el gesto pensando «Arena de Hechicero» en una situación perfecta una finisima arena proveniente de los huesos cristalizados de un hechicero harían que la Di Médici perdiera la visión como ella, aunque a estas alturas...

 

El labio inferior de la rubia fue precionado por sus blancos dientes en un gesto de impotencia, su cerebro de inmediato trajo a si un pensamiento, más bien una palabra «Maldición» Aquella invocación, imparable haría que la mujer no pudiera ejecutar ningún hechizo de forma correcta dándole un respiro a la sacerdotisa.

 

Y finalmente pensó en un plus que le otorgaba el libro de la fortaleza, y que la dejaba casi libre de los efectos de aquel poderosisimo obsequio de la Uzza «Curación» ahora solo era cuestión de esperar la reacción de la bruja elitista a metros de ella.

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