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Libro de la Sangre


Khufu
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El guerrero uzza se encontraba sentado sobre una gran piedra a la orilla del río Niger, las puntas de su larga cabellera lograban mojarse con el agua que corría río abajo, mientras él trenzaba los cabellos de su larga barba tratando de que el tiempo transcurriera con cierta prisa en lo que esperaba a que su única alumna hiciera acto de presencia ante él. La gran parte de su piel tenia diversas cicatrices por las batallas que había tenido a lo largo de su vida como guerrero uzza, cuando trato ponerse de pie, toda su piel comenzó a temblar de forma inconsciente, la edad comenzaba a pasarle factura una edad en la que ni sus compañeros eran conscientes, pero su cuerpo aparentaba tener tan solo 80 años.

Sostenía entre sus manos una daga de hierro con empuñadura de plata que al momento de ser invocada por cada mago y bruja variaba de acuerdo a la personalidad de la persona que le invocaba. Aquella daga tenía como objetivo principal unir dos almas por medio de un enlace de sangre para compartir dolor y sufrimiento, Khufu había usado varias veces aquella arma contra sus enemigos, al tiempo que también se provocaba dolor. Para él, era una de las armas más poderosas de su pueblo que no deberían tomarse tan a la ligera.

Al ver llegar a su alumna le llamó con un movimiento de su mano, le indico la roca que se encontraba frente a él para que tomara asiento, mientras él guardaba la daga entre sus ropas, camino por el río tocando con ambas manos los hombros de quien el pergamino que había recibido aquella mañana se llamaba @@Nicole Evans Crowley. No pudo evitar pronunciar obedire mientras la tocaba dejándole grabada una marca de sangre.

Bienvenida a Uagadou, me hubiese gustado darle la bienvenida a mi pueblo, —hizo una pausa mientras su mirada se había puesto nostálgica al recordar donde se encontraba la gran parte de su infancia y su familia, pero se repuso a los pocos segundos. —Cuéntame, ¿qué es lo que esperas del libro de la sangre? La mayor parte de los magos londinenses siempre esperan hacerse más poderosos, ¿tú esperas algo similar?

Terminó de caminar alrededor de la jovencita Evans cuando opto por tomar asiento frente a ella, en espera de una respuesta que le convenciera ponerse de pie para empezar con la enseñanza de los poderes de su pueblo, unos poderes que si lograba aprenderlos de forma correcta podían serle útiles que cualquier poder que aprendiera en un futuro.

¿Qué estás interesada por aprender de mí?

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Antes de abandonar su habitación en el Castillo Evans, se detuvo un momento en el umbral, haciendo memoria, tratando de recordar si no habia olvidado algo para la clase que comenzaba en menos de una hora; no hace mucho había adquirido los conocimientos del primer libro de hechizos, el Libro de la Fortaleza, la experiencia había sido totalmente diferente a la de cursar un conocimiento. Ahora era momento de regresar a uno de los colegios para continuar con su instrucción en la magia, nunca era suficiente al tratarse de esta área tan basta.

 

Comprobó que el Libro de la Sangre estuviera en el interior de su mochila para después desaparecer con un ligero "Pob". Apareció en los terrenos del colegio Uagadu, camino hasta el río Niger en donde había sido citada, al llegar a la orilla vio un guerrero Uzza, su maestro, lo sabía por la vestimenta que portaba, era similar a la Badru vestía. Al verla el guerrero le hizo unas señas, la chica tomo asiento en una roca frente a él.

 

El guerrero abandono su lugar para comenzar a dar vueltas alrededor, en algún punto pudo sentir sus dos manos colocarse sobre sus hombros, la chica no fue capaz de entender lo que el hombre susurraba, aquello no duro mucho pues en seguida le dirigió una pregunta, que tras unos segundos de análisis respondió con seguridad.

 

-Me interesan los conocimientos- tal vez no le creería pero era la verdad, el guerrero tomo asiento nuevamente frente a ella para hacerle la siguiente pregunta -Si soy sincera, espero que me pueda explicar con claridad los poderes del libro de la sangre, leí su contenido pero no entendí con claridad- dijo lo último con cierta vergüenza.

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Ya veo.

 

 

La pausa que hizo fue lo suficientemente larga para que frente a ambos apareciera el libro de la sangre abierto en la página del hechizo que acababa de utilizar en Crowley. Luego de un par de minutos de que este flotara en el aire, el libro descanso en las manos del uzza, para que pudiera leer junto con la mujer que se encontraba frente a él. Si bien, aun cuando conocía cada letra, signo de puntuación y los detalles de cada poder que se encontraba impreso en las páginas de aquel libro, consideraba que lo mejor era seguir aprendiendo y la única forma de hacerlo era leer el libro desde una perspectiva distinta.

Es por eso que no has hecho nada por evitar que te toque. ­—dijo mientras su dedo señalaba al párrafo que explicaba el hechizo que acababa de usar en ella. —Como bien puedes leer, te encontrabas bajo los efectos de la Marca de Sangre, lo que quiere decir que podría haber hecho que actuará de alguna forma involuntaria, en su lugar, decidí que me respondieras con total honestidad, así que es tu momento de hacer uso del poder de la Marca de sangre.

 

El uzza le hizo una seña a su alumna para que lo siguiera, este empezó a caminar por las orillas del río Niger mirando a su alrededor hasta encontrar un claro despejado donde se iba a poder mover con total libertad para evitar a toda costa que la niña lo tocara y de esa forma evitar que ella pudiera hacer uso de la marca de sangre que tomaba la forma que el mago que la invoca decidiera. Para Khufu, casi siempre, tomaban la forma de diferentes jeroglíficos que le recordaban los lugares en los que había estado y los libros que tanto disfrutaba leer.

 

¿Puedes invocar tu daga del sacrificio? Será lo siguiente que usemos.

 

En el claro trataría por todos los medios evitar que Nicole pudiera marcarlo, pero ya no era tan joven y tampoco tan ágil que opto por aceptar que la mujer de cabellos castaños pudiera tocarlo para que en un futuro pudiera usar aquello a favor de ella, igual esperaba que ella invocara su daga, mientras el buscaba la propia entre sus ropas. Al encontrarla, mostró la daga a la bruja y le dedicó una sonrisa.

 

¿Sabes cómo hacer uso de esta arma? La daga del sacrificio tiene 3 usos, los más usados son para dañar y para jurar. El tercer uso de la daga es para proteger, vayamos a poner en práctica este tercer uso, para después continuar con los otros dos. ¿A dónde te gustaría ir?, ¿A quién protegerías aun a costa de tu propia vida?

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Después de haber sido negada mi inscripción por una absurda confusión, me había limitado a practicar algunas artes oscuras de algún libro que hipotéticamente no debía usar, no obstante, en medio de un experimento, una carta había llegado a mis manos, anunciando que mi inscripción había sido validada. El asombro fue menor a mis ganas por cursar esa materia, pues mis expectativas sobre ese libro eran enormes, por lo que debía integrarme a la clase del Libro de la Sangre lo antes posible. Me apresuré en juntar las herramientas necesarias para el curso, los lancé al fondo de mi bolso y cambiando la túnica del laboratorio por una chaqueta guinda de cuero, desaparecí del taller.

 

Poco después me materialicé en la ubicación marcada. Desde ese punto pude distinguir la clase del guerrero. -- espero que sepa de mi existencia.

 

El uzza se veía como un anciano por lo que pude deducir que incluso era más longevo de lo que parecía. Me sentí intrigada por aprender de él, así que con cuidado me acerqué hacia el grupo descubriendo a la otra persona que se sentaba junto a él. Después de su familiar voz, descubrí su cabello, castaño en perfecto contraste con mi cabellera plateada, mi hermana estaba llena de vida y sus ojos irradiaban virtud, mientras yo era una especie rara, híbrida y fuera de lo natural, tan fría y efímera como el hielo. Acorté la distancia y miré de reojo a la Crowley acercándome al guerrero.

 

--Buenos días. Mi nombre es Fengari Munter Evans --me presenté extendiéndole el pergamino que me autorizaba a recibir su clase.

 

Esperaba no haber llegado demasiado tarde, por lo que imité a Nicole y me senté en una piedra. El guerrero se veía más sorprende a esa distancia, su cabello largo de opacaba a comparación de sus grandes cicatrices y tatuajes. Estaba deleitando mi curiosidad con cada rasgo del guerrero, hasta observar el libro en frente de ambos, lo estudié desde mi posición, recordando haber leído algo sobre el mismo, para después reposar mi vista en la daga que el uzza llevaba en sus manos, llena de misterio y poder.

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Al igual que en el primer libro que curso quería ser sincera, pues quería obtener la mayor cantidad de conocimiento posible, si mentía y decía que ya sabía hacer una u otra cosa lo más probable es que el guerrero se saltaría esa lección. El guerrero hizo aparecer frente a ellos el Libro de la Sangre, abierto en un hechizo en específico, la Marca de Sangre, como explico el Uzza, era un hechizo que la obligaría a hacer cosas en contra de su voluntad y que según el guerrero había estado bajo sus efectos.

 

Nicole se quedó sorprendida, no había sido capaz de detectar en momento en el que el Uzza había utilizado dicho hechizo, tampoco sintió que hiciera efecto, pero al parecer había servido. ¿Cómo sería capaz ella de aplicar dicho encantamiento? Estaba segura que el guerrero ni se lo pondría fácil.

 

Para mayor comodidad, cambiaron de lugar, moviéndose a orillas del río, en un pequeño claro que les daba el espacio suficiente para llevar a cabo algún enfrentamiento, si es que esa era la idea del hombre frente a ella. Nicole saco su varita, cumpliendo la petición del Uzza, con voz clara pronunció _Daga del Sacrificio_. Frente a ella apareció una daga de treinta centímetros de largo. La hoja era de doble filo con un surco en el centro. La empuñadura era de plata adornada con estrellas de todos tamaños, como si de una constelación se tratará, en el centro de cada estrella relucía un zafiro azul. La daga floto frente a ella, la bruja estiró la mano, sujetando el arma que había invocado.

 

Mientras la Crowley admiraba su daga, el Uzza explicaba cuáles eran sus usos, aquel día le daría más importancia al tercero, el de proteger, está bien, la Evans no solía entrar en combate a menos que fuera estrictamente necesario, y para proteger a sus queridos. La respuesta a los cuestionamientos del guerrero no era difícil de responder, haría lo que fuera por proteger a su familia.

 

Justo aquello rondaba en su cabeza cuando una voz femenina muy familiar interrumpió la clase, era nada más y nada menos que Fengari, su hermana, al parecer tomaría la clase con ella, no le molestaba, no creía que hubiera mejor compañía de ella para llevar ese libro.

 

-Que bueno e inesperado es verte aquí Fen.

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—Si —sonreí a Nicole caminando hacia ella esperando no llamar demasiado la atención del uzza— espero que el guerrero me acepte en su clase —susurré, pues a pesar de tener la inscripción en el curso, el guerrero podría hacerme a un lado y no compartir sus conocimientos, aquello era más doloroso que ser marginada.

 

Para nosotros, los humanos desprendían un aroma diferente, y aquellos que tenían magia aún más. Lo primero que percibíamos era el calor de sus cuerpos, rebosantes de vida liquida que podíamos sorber, pero también estaba su aroma, el olor de todo lo que nos rodeaba, y así también variaba conforme las situaciones lo requerían, por ejemplo cuando existía miedo ese olor en particular cambiaba, así también con los años, cuando los cuerpos envejecían; y era eso lo que llamaba mi atención del uzza, su longevidad, y aunque no quería caer en darle importancia, por momentos me distraía adivinando su edad, ¿sería más anciano que el que fue mi padre? ¿Más anciano que otros vampiros que conocíamos?

 

Reacomodé mi postura desenredando mis brazos, acercándome al grupo lo suficiente para captar cada lección que el guerrero impartía, y con la suficiente precaución para no fastidiar al maestro. Cuando salía de las distracciones, me centraba en el misticismo que desprendía el libro de la sangre, tan fascinante como su nombre, portador de hechizos específicos, lo más cercano a jugar con rituales. Levanté la vista para observar otra indicación por parte del brujo, y me contuve en mi lugar, fascinada por lo que estaba a punto de hacer mi hermana.

 

Parpadeé varias veces esperando enviar mis pensamientos al fondo de mi cabeza, respiré profundo en la medida de lo que podía controlar y me mordí los labios escuchando lo que el uzza le indicaba a Nicole, haciendo un esfuerzo por controlar las ganas de participar. Me senté en una de las rocas que se encontraban a orillas del río, y observé la daga que Nicole acaba de materializar, con hermosas piedras encrustradas y poder peculiar. Miré nuevamente la daga del guerrero para marcar mentalmente las diferencias y encontré una inusual fluctuación de energía en cada una, como si cada arma tuviera una energía en particular «personalidad», y me pregunté cómo sería la mía.

 

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En el lapso de sus preguntas y la falta de respuesta de la bruja londinense, llegó una persona más, había visto a tantas personas a lo largo de su vida que por un minuto estuvo seguro que aquella mujer que se aproximaba al lugar no era un humano, tenía la forma, pero sus ojos denotaban algo más, algo que el guerrero uzza no sabía que era. Sus ojos, que se estaban volviendo pálidos por la edad, se le quedaron mirando a la recién llegada, estaba decidido a echarla de su clase. Si de verdad la gente de Londres quería aprender el uso de los poderes de su pueblo, primero deberían aprender a ser puntuales.

Estaba por dirigirse a ella, cuando un mensaje de fuego apareció frente ellos, era un mensaje escuálido pero preciso, lo conformaban dos líneas que eran lo bastante claras, por lo que no le quedo de otra que hacer a un lado su orgullo y permitirle la entrada. Odiaba esos trámites burocráticos que sólo hacían perder el tiempo a las personas, pero él no podía quejarse del tiempo, aquello se había vuelto algo tan relativo que había momentos en los que olvidaba la edad que tenía, una edad que había podido ver lo malvado de una sociedad como la de los seres sin magia.

No te quedes ahí, niña. —dijo en un tono seco. Su mano la llamó para que se acercara y después de presenciar que ambas brujas parecían conocerse Khufu se dirigió a la recién llegada. —Hace unos minutos explicaba el uso de la marca de sangre, imagino que has leído el libro, antes de proseguir contigo, necesito me digas, ¿qué hace la marca de sangre? y ¿cómo se emplea? Por otro lado, jovencita Nicole le sigo esperando, ¿ya sabe por quién usted daría su vida?

De entre los pliegues de su pantalón sacó su varita, era una varita hecha con la madera del árbol de fuego, la cual tenía el mango azul y dos lianas que se habían fortalecido alrededor de la madera haciéndolas una, para así formar su varita, la cual sólo hizo uso para convocar el verdadero artefacto que necesitaba, algo que para él era otra extensión de su cuerpo al momento de las batallas, pero desde que había empezado a formar al pueblo inglés lo usaba con menos frecuencia en una batalla y con más frecuencia para transportarse a otro lugar.

Andando, el tiempo apremia.

Acababa de decir aquellas palabras cuando un portal se abrió frente a ellos, Khufu había decidido ir a Londres para ver que podían hacer sus alumnas con la daga del sacrificio cuando un ser querido estaba sufriendo. Ahí mismo, les enseñaría los otros usos de la daga del sacrificio y el encantamiento maldición. Así terminar con la parte teórica – práctica y dar inicio con el uso de todo lo aprendido en una batalla, en la que no sólo debían mostrarle al uzza que habían memorizado lo que él les había enseñado, sino también que sabían hacer uso de los hechizos de los dos libros anteriores.

Usted también viene con nosotros, señorita Fengari. El lugar al otro lado les resultará muy familiar, no es una alucinación, por lo que todo lo que pase ahí será verdadero.

Del otro lado del portal, se encontraban en las poco transitadas calles de Ottery, al no conocer donde se ubicaba la casa de los Evans decidió aparecer en aquellas calles para ir caminando hasta la residencia Evans y que ambas miembros de aquella familia le mostraran cuanto eran capaces de sacrificar por su familia. Atacar con la daga del sacrificio era más sencillo que proteger, siempre había muchas personas a las cuales atacar, pero muy pocas a las cuales defender a costa de la vida propia.

Para proteger a esa persona que tanto quieren, deberán usar la daga del sacrificio y hacer un corte en cualquier parte de su cuerpo mientras dicen: "Immolo ad Protegendum". Las cuales quieren decir “me sacrifico para proteger”, este encantamiento sirve para recibir el daño más reciente que iba a sufrir esa persona tan especial, vayan a ponerlo en práctica.

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El guerrero permitió que su hermana se incorporara a la clase, aquello estuvo bien para Nicole, no le molestaba cursar sola un conocimiento o libro, pero sería mejor en compañía de su hermana. A pesar de la confirmación el Uzza este parecía molesto por la reciente adhesión, tal vez no estaba acostumbrado a ese tipo de situaciones, dejando aquello de lado continuaron con la lección. El guerrero le realizo unas cuantas preguntas a Fen para después apremiarla a ella para que contestara.

 

¿Por quién daría la vida? Nicole no lo pensó mucho -Mi familia, cualquiera de ellos, pero especialmente a mi madre- hizo una pequeña pausa, pensando en donde estaría Bel en aquellos momentos -Mis hermanos- termino su respuesta mirando de reojo a Fen, tal vez pensaría que era una ridiculez y algo cursi de su parte, pero aquella era la verdad.

 

Después de que su hermana respondiera las preguntas que se le habían hecho, el guerrero creo un portal frente a ellos, Nicole los recordaba de su clase en el libro de la fortaleza, recordaba que Badru los había utilizado en más de una ocasión, para transportarlos en el pasado y para pasearse por todo el recinto de Chichen Itza, la capital de una antigua ciudad maya y que en la actualidad servía como parador turístico para miles de personas alrededor del mundo.

 

El reducido grupo atravesó el portal, que de inmediato los transporto a un lugar que no tardo en reconocer, se encontraban en las calles de Ottery. Caminaron por lugar mientras Khufu explicaba el funcionamiento de la daga, la Crowley miro la que ella sostenía entre sus manos, era bella al igual que letal, se miro los antebrazos descubiertos, pensando en el corte que se podría realizar en ellos para poder llevar a cabo el hechizo que explicaba el guerrero.

 

En cuestión de minutos llegaron hasta el Castillo Evans, ambas brujas se detuvieron mirando su hogar, el Uzza vio sus expresiones, haciendo una seña con la mano, invitándolas a pasar, al parecer continuarían con las lecciones en sus propios terrenos. El grupo camino por entre las estatuas blancas, rodeando el castillo para dirigirse a los terrenos laterales en donde tendrían más espacio para poder continuar con la lección.

 

-¿Quiere que intentemos hacer el hechizo justo ahora?- pregunto a Khufu, en relación a si aquel era el momento de realizar el "Immolo ad Protegendum".

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Observe al mago y asentí de mala gana a que me llamase niña, me ubiqué en el sitio que me designó, a lado de mi hermana, y registre cada gesto del anciano, con interés y curiosidad. Entonces entrecerré los ojos consciente que el mago continuaba con su explicación dirigiéndose a mí, cuestionándome sobre mis conocimientos sobre el libro «felizmente pude ojear el texto antes» pensé cruzándome de brazos resoplando un mechón de mi cabello plateado.

 

—La marca de sangre es un poder que hace que una persona al que se le denomina “mago de sangre” tenga completo control de otro mago a través de una marca. El mago de sangre toca a la persona haciéndole una marca imborrable en el lugar donde se realizó el contacto, esta marca tiene la característica de ser más grande que la palma de la mano y su forma depende del mago que la invoca. El usuario de la marca se convierte en “siervo· del mago de sangre durante un lapso de tiempo, haciendo caso a todas las ordenes que el mago le hace, a través de un vínculo, que además los vincula telepáticamente.

 

Conforme con mi explicación, crucé mis brazos escuchando con atención la respuesta de la Crowley. Cursar los conocimientos del libro de la sangre con un familiar tan cercano como una hermana, podría parecer una extraña casualidad, pero en el mundo mágico las coincidencias no existían, pues el destino era testarudo y siempre gustaba de jugar con nosotros. Parpadeé recordando como nuestra relación había sido complicada en sus inicios, y cuán difícil fue formar el lazo de hermandad que ahora nos unía, pues nuestras diferencias eran grandes para compartir puntos en común. En muchos aspectos ella era opuesta a mí, y nuestra relación era compleja, «irritante, melosa, una aspiradora de problemas», pero fuerte, y en el fondo me sentía completa cuando ella estaba. Entonces sonreí, a gusto con tenerla a mi lado.

 

Reposé mis ojos en nada en especial, no había nada a mí alrededor que me llamara la atención, hasta que recaí en la postura del guerrero. Mis ojos, con una mirada directa, de esas que no vacilan, lo registraban, con curiosidad en su daga en especial, deseando el momento de conjurar la mía, y complicada en parte por participar del cuso, pues no podía evitar recordar la cara del uzza leyendo el aviso de mi participación minutos atrás, no le hizo gracia, «y a mí tampoco». En ese momento, un portal se abrió frente a nosotros, no sabíamos a donde nos llevaría «un lugar familiar», y probablemente el guerrero no nos lo revelaría hasta que hubiésemos llegado al destino. Así que esperé mi turno y lo crucé.

 

—Immolo ad Protegendum —susurré memorizando las palabras «me sacrifico para proteger». Entonces observé a Nicole, no había nadie más alrededor para utilizar el hechizo, cerca de donde estábamos paradas, apenas unos cubos de basura, vidrios rotos, ramas y el sonido lejano de agua—. Ok.

 

Me concentré invocando mi daga de sacrificio por primera vez, al cabo de unos segundos materialicé un puñal similar a la que los otros brujos habían aparecido, pero ésta tenía la característica de ser completamente plateada, con una única piedra de color purpura en el mango. Entonces recité— Immolo ad Protegendumy con mi varita encanté un trozo de vidrio lanzándolo hacia el brazo de la Crowley. La afilada cosa produjo un ardor en mi brazo derecho, obligándome a soltar mi varita callando una mueca de dolor.

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