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Badru vs Lucrezia


Badru
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Prefiere las clases en dónde debe enseñar a más de una persona. Es más fácil de esa forma: los suelta en un sitio y espera que se maten entre ellos. No exactamente. Los acuerdos con Ugaduo lo obligan a intervenir en caso de que alguno de los estudiantes estén realmente en peligro de muerte.

 

No dice mucho. Simplemente revela en el libro de hechizos aquello que quedó pendiente de revelar. Le da unos minutos para que asimile todo lo que debe aprender (y para que se cure los oídos, por su puesto). Aquello es parte de la prueba. Los Guerros Uzza entrenan durante toda su niñez para probarse de la misma forma: sin entender todo, sin conocer todo. Un poco de ignorancia permite desarrollar la estrategia y la habilidad para un enfrentamiento.

 

Con un último movimiento mueve la varita mágica e invoca un portal. Badru lo cruza y espera que la bruja haga lo mismo. Al otro lado del portal algunas cosas no funcionan de la misma forma. Es un escenario pensado para batallas. Es casi indestructible y tiene la capacidad de ser maleable. En cuanto Lucrezia cruce el portal la habitación buscará en su cabeza como adaptarse. Creará un ecosistema, pondrá el sol o las otras estrellas.


Indicaciones a tener en cuenta.

  • No existen los límites de tiempo entre respuesta y respuesta. Por tanto, la regla de hechizos impactados desaparece.
  • Duración del duelo: Del 21 de enero al 30 de enero, constando de, al menos, seis rondas.
  • Nos guiaremos por las reglas de duelos existentes.
  • Hechizos: Neutrales, Graduados, y los Libros de Hechizos hasta el Druida. (Con especial hincapié en este último).
  • Están prohibidos los Off. Consultas, dudas o sugerencias, al topic correspondiente.

 

@@Lucrezia Di Medici

Editado por Niko Uzumaki
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Lucrezia ignoró casi por completo la respuesta del guerrero. Como todos los de su “clan”, Badru pecaba de hilar sus palabras de forma confusa y aburrida. Un halo de enigma y solemnidad siempre fluía en las intervenciones de los Uzza, como si su entreverada elección de frases elevara su status de sabios y apoyaba su narrativa de sujetos privilegiados del saber ¿Por qué mencionar su conocimiento sobre la identidad e varios mortífagos? ¿A que venía la propuesta de desprenderse de esos recuerdos? La aristócrata trató de retener su aburrimiento frente a todo aquello y mantuvo su semblante sin gestos que delataran lo que sentía. Retuvo en su cabeza lo único que llamó dadas sus capacidades prácticas: El Cantar del Eleboro.

 

Sin embargo, mientras navegaba vertiginosamente en las aguas de su mente para encontrar toda la información que había recopilado, Lucrezia sintió como toda la atmósfera que la rodeaba se sumía en un súbito silencio. De repente, solo eran ella y su atropellada relectura del libro de los druidas para prepararse para el duelo que sabía se avecinaba. Fue automático su entendimiento de que no era el bosque lo que se había callado sino que sus oídos habían perdido la capacidad de percibir sonidos. Observó con cierta incomodidad a Badru, sin dejar que su creciente hastío se filtrara mediante su gestualidad ¿De verdad era todo ello necesario?

 

Para su tranquilidad, el tiempo limitado con el que los guerreros Uzza contaban para compartir sus conocimientos con quien pudiesen pagarlos llevó a que el efecto de sordera se esfumara minutos después. El período de incómodo silencio sirvió para que la joven aristócrata aprehendiera el mayor número de hechizos y conceptos posibles. Las voces que anticipaban la puesta en práctica de lo que el libro detallaba se hacían cada vez más audibles. Repasó una y otra vez el nombre de las invocaciones, sus usos y limitaciones. La blonda italiana absorbía la información como una esponja, con una naturalidad única que había heredado de su familia. Su linaje había basado el crecimiento de su poder en los alcances de sus conocimientos, específicamente de aritmancia y finanzas. Lucrezia no había hecho más que abrir nuevas ramas de estudio para su futura descendencia.

 

Al pasar junto a Badru para ingresar seguir su indicación de avanzar le regaló un gesto poco común en ella: agachó su cabeza como una especie de muy suave reverencia. Al dejarse envolver con disruptiva serenidad por la magia del portal y traspasar hacia el otro lado, se encontró con un espacio que se amoldó a lo que en aquel momento pasaba por su mente: su añoranza de volver a casa. El recinto que se reprodujo frente a sus azules ojos resultó ser el salón principal de la mansión Di Médici. El amplio espacio - uno de los más grandes de la edificación - contaba con un mobiliario muy reducido, donde apenas destacaban una sucesión de estanterías y los dos sillones de rojo terciopelo a pocos metros de la chimenea. Lucrezia se vio beneficiada porque su familiaridad con el lugar le daba un pequeña ventaja que no dudaría un segundo en aprovechar.

 

- Fechas de fuego.- dijo, casi como un susurro, mientras ejecutaba una floritura circular con su recién materializada arma mágica.

 

En ese instante, una tras otras las fechas salieron expulsadas de la punta de su varita, surcando a gran velocidad los pocos metros que la separaban de Badru. La filosa punta llameante de los delgados filamentos cortaban el aire a su paso, produciendo un tenue zumbido apenas audible. Gran cantidad de flechas impactarían en su pecho, mientras que el resto se clavarían en la piel de sus brazos para provocar cierta dificultad en el alzamiento de su varita. Una pequeña sonrisa pícara atinó a dibujarse en sus labios pese a que seguía con la firme idea de contener su petulante espíritu durante el resto del enfrentamiento. Es por eso que no esperó ni un segundo para conectar con soltura, como si fueran eslabones de una misma cadena, el siguiente ataque.

 

- Cinaede.

 

El efecto fue inmediato y no necesitó realizar ningún movimiento con su varita, la cual seguía sosteniendo con su típica posición de inquebrantable elegancia. Frunció el ceño, sus delgadas cejas se inclinaron y por fin mostró en su fiera mirada su sed de adrenalina. El verdoso gas, extraído de los pétalos del pensamiento que ella misma cultivaba, surgió alrededor de Badru en un instante y comenzó a tapar sus vías respiratorias, dificultándole la respiración. La consecuente muerte, aunque improbable por parte de un guerrero Uzza, despertaba en Di Médici una expectativa sanguinaria ¿Cuándo había sucedido su último asesinato en un duelo mágico? Ya no lo recordaba. Tal vez ese era el día.

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