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|-|-|-| Familia Strange |-|-|-| (MM B: 114067)


Oliver Gaunt
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Me quedé pensativa unos segundos, inmersa en mis propias palabras. A pesar de saber que era Thomas con quien charlaba aún me era muy extraño escucharme hablar de temas tan íntimos con tanta naturalidad y franqueza, pero sin desear indagar más sobre el tema me dije a mi misma nuevamente que aquéllo no era más que la magia de Thomas y lo conectados que estaba con mi gemelo. Sus palabras entraban en mis oídos y se instalaban en mi pecho, haciéndome sentir paz. Pero, ¿enamorarme?.
—Como si eso fuera posible —murmuré, riendo con clara ironía —¿Sabes? Yo realmente lamento mucho no haberte ido a visitar a la clínica antes, pero ahora que sabes quien es Zoella entonces creo que ya no tengo nada que me impida hacerlo —prometí, dando un suave apretón en la mano que tenía sobre mi rodilla —, y si lo deseas puedes invitar a Perséfone aquí, me gustaría conocerla.
Thomas no tuvo oportunidad de responder, pues ambos fuimos alertados por un ruido extraño que sonaba no tan distante. Obviamente no eran Mooncalfs, pues aquél era un sonido metálico y rítmico. Nos levantamos, atentos, tratando de discernir lo que era y quién lo producía; sonaba humano. Sonreí cuando mi hermano me llamó Frankenstein, advirtiendo la amenaza de su postura antes de que se lanzara hacía mi.
—Tal vez tengas mas fuerza, pero eres tan lento como un troll —exclamé tras esquivarlo y correr hacia la ribera del estanque, dando tremendo salto que me hizo estar del otro lado al siguiente instante. No me detuve, y seguí corriendo mientras seguía el curso que trazaba la melodía tribal a través de los grandes pinos, abedúles y arces. Podía escuchar a mi gemelo corriendo a un par de metros detrás de mi, hasta que pudo alcanzarme cuando disminuí la velocidad de mis zancadas.
La fuente del sonido estaba ya frente a nosotros, y nos detuvimos a unos metros, ocultos tras la floresta.

 

 

 

@@Thomas Clairmont

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Thomas no dudo un segundo en seguir a su hermana tras el salto. La bruja se le había escapado por poco. Aunque de seguro tampoco iba admitir que no le había dado ventaja. Al aterrizar con comodidad del otro lado, siguió el aroma extraño que despedían los creadores de los sonidos. Un rastro pequeño de tabaco mezclado con orín lo forzaban arrugar la nariz. Acelero el paso hasta quedar al lado de Frankie poco antes de detenerse detrás de la vegetación que los ocultaba.


Dos hombre de aspecto mugriento cantaban a viva voz, golpeando con un cucharon de acero los barrotes de una celda donde tenían elfos. Parecían pequeños de tan acurrucados que estaban uno sobre otro del lado opuesto de la jaula. En sus ojos de diferentes tonalidades de colores, se notaba el miedo que sentían. Thomas podía oler el temor y la desesperanza. Aquello le provoco mucha sed y la rabia empezó aflorar en su pecho. Los hombres continuaban cantando, golpeando los barrotes con una mano y con la otra tomando de una botella de vidrio negra. Ambos tenían los dientes podridos y sombreros de lanas, que cubrían sus cabellos, con años de mugre acumuladas.


-¿Podrás con el de la derecha? -Preguntó a su hermana, sabiendo la respuesta de antemano. Frankie podía contra el mundo. Un humano no era obstáculo para ella -Limpialo primero -Agregó sonriendo con maldad - No vaya a ser que te caiga mal su sangre inmunda y deba arrastrarte a lo de tu "amado".


El pelinegro salio del escondite a la velocidad que los hombres tardaron en pestañar. No se dieron cuenta de su presencia hasta que Thomas no arranco el cucharon de la mano de uno de ellos, y lo golpeo con fuerza en la cabeza. Sus colmillos estaban a la vista, pero aun así el hombre no tuvo la oportunidad de gritar. Lo tomó del cuello como un saco de patatas y hundió sus colmillos rompiéndole la yugular en el proceso. Ni un chorro de sangre escapo del cuello del malandra hasta que Thomas no acabo de beber toda la sangre fresca.


-No sabia tan mal -Dijo sintiendo que la estimulación del cuerpo viajaba con rapidez por todo su sistema y empezaba a despertarle el hambre. Sentía mucha mas sed, y apenas podía quedarse quieto de la emoción -¿Quieres un tentempié? -Preguntó acercándose a la jaula donde los elfos no paraban de gritar de miedo.




Editado por Thomas Clairmont

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El Peverell escuchó interesado la historia de la pelirroja mientras comía a pequeñas mordidas un gran trozo de queso. Esperaba que la bruja no se sintiera mal al ver que éste desaparecía en nada a manos de ambos magos, pero pensó para si mismo que bien podría hacer más y, ¿por que no? ayudarla en la labor. Un neerlandés que no sabía del arte de la elaboración de quesos, no podía denominarse un verdadero neerlandés.


—Ser interesante —respondió ante su breve historia por las tierras de su país natal —, yo confesar que ser primera vez que salir de mi país, a pesar de visitar otros lugares durante torneos de quidditch, pero por muy poco tiempo. Sin poder conocer realmente ciudades —reveló, con un tono de desilusión acompañando sus palabras.


Arlet se percató de que sus amarillos ojos se clavaban curiosos sobre su mascota y respondió la pregunta que hacía un momento él le había lanzado sobre su nombre, y otras que se fueron formulando en su mente como si de alguna manera ella estuviese leyéndola. —Ser hermosa —elogió al final, complacido por su explicación. Oliver se mantenía escuchando, y bebiendo, pero su presencia en la conversación se notaba aunque apenas dijera algo. Finalmente, el tema de Hogwarts cobró vida en la mesa.


El frisio hizo por fin su plato vació hacia un lado, y tomó su cerveza con una mano para beber un par de tragos mientras se colocaba mas cómodo en la silla, descansando su espalda en el respaldo y subiendo un pie a su rodilla. Oliver respaldaba la peculiaridad de las clases, al igual que Arlet. Escuchó con curiosidad cuando ésta le explicó lo que eran los "hechizos groseros" que habían mencionado, y no pudo evitar reír ante el descubrimiento.


Observó con detenimiento a la bruja, sin poder evitar desviar sus pensamientos hacia lugares pecaminosos cuando se encontró con sus ojos. Su voz llegaba suave y seductora a sus oídos, y podía sentir el calor subiendo por su cuerpo, y dentro de sus pantalones. No era la primera vez que Maekar se enfrentaba a aquélla magia, habiendo tenido una novia veela en el pasado, pero no hizo nada para detener a la pelirroja hasta que la voz de Oliver le sacó de sus pensamientos, donde ya había comenzado a desvestir a la mujer.


Con una gran fuerza de voluntad desvió la mirada de aquéllos seductores ojos azules, llevando la cerveza de nuevo a sus labios sin esconder el ligero temblor de su mano. Bebió un par de tragos, dejando que el licor le bajara un poco la temperatura del cuerpo, tras lo cual sonrió de forma divertida.


—No creer que tú necesitar usar magia gitana para causar ese efecto, Arlet —expuso, tras lo cual le dedicó un guiño aún con las mejillas coloreadas —, el lívido subirle a cualquiera de solo verte. ¿No lo crees, Oliver? —preguntó, mirando al Gaunt divertido. Al hacerlo recordó de pronto a Sinistra, y lo mucho que tardaba en regresar con su hermano.



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Habría preferido mejores bocadillos, pero era lo que había. De un momento a otro, habíamos pasado de analizar la situación escondidos en las sombras a tener en nuestras manos a dos mugrientos mercaderes que habían cometido el error de instalarse en aquél camino; se encontraban ebrios, en medio de un festejo que perdía todo sentido ante nuestra irrupción.
—Bebe —le indiqué al hombre que tenía frente a mi.
Mi hermano había ido por el otro, y no había dudado en dejarlo inconsciente antes de hundirle los colmillos. Yo había hecho lo propio, empujando al otro hombre contra la carreta que utilizaban para acarrear la celda. El golpe le había confundido, y de inmediato lo giré para inmovilizarlo, usando mi antebrazo en su cuello con fuerza para estrangularlo un momento hasta dejarlo sin aire, y hacerle caer al suelo. Me acuclillé frente a él, y levante su rostro para fijar sus ojos en los míos mientras tosía.
—Bebe más —exigí, unos minutos después, habiendo llenado el cuenco de vino del que ambos harapientos habían estado tomando y ponerlo nuevamente en su mano. Ya se había bebido cuatro, pero estando bajo mi hipnosis no podía hacer menos que obedecer.
Tomé el cuenco vacío y lo limpié usando un aguamenti para quitar el resto de vino barato en él. Thomas ya había acabado con el otro tipo, el cual no era mas que un saco de carne completamente vacío tirado en el suelo; en ese momento mi hermano se acercaba a los elfos, deseando el postre.
—Déjalos, te compartiré del mío —exclamé, tras lo cual le sonreí a mi comida y éste me regresó otra en respuesta, completamente enajenado. —Tu brazo. —le pedí, con voz suave, casi dulce, y éste lo tendió para mi. Me saqué el anillo que llevaba en el pulgar, activando la pequeña y afilada cuchilla que tenía escondida. La hundí bajo la muñeca del mercader, haciéndole un corte fino y limpio.
La sangre comenzó a brotar, y puse el cuenco bajo él para llenarlo con ella. El sucio mercader me miraba fijamente, y sonreía cada vez que fijaba mis ojos en él. Usé un poco de mi saliva para cubrir la herida cuando el cuenco se llenó, haciendo que la sangre dejara de correr, y me lo bebí todo. Dulce ambrosía de los dioses recorriendo todo mi cuerpo. Me relamí los labios, y volví a abrir la herida para llenar el recipiente de nuevo, el cual le ofrecí a Thomas.
—Deberíamos liberarlos —consideré, un momento después, cuando drenamos toda la sangre de ambos hombres. Me había levantado, y acudí a revisar a los dos elfos temerosos que cargaban. La celda era de acero, y estaba reforzada con magia de la que las criaturas no podían escapar, pero para nosotros sería muy sencillo —, quizás nos den su lealtad ¿quieres un elfo, tommy? —le ofrecí a mi gemelo, lanzando una sonrisa.

 

 

 

@@Thomas Clairmont

Editado por Frankie Triviani

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El Neerlandés desvió la mirada de los azulados ojos de Arlet, que prosiguió a terminar de engullir lo que en su plato quedaba. Dejó los utensilios vacíos en el lugar y sonrió con suavidad ante la insinuación del Gaunt, en silencio terminó de beber lo que en su botella quedaba, de un solo trago para colocarse de pie frente a las atentas miradas de ambos magos.

 

- Espero compartir la habitación con Bael, no me molesta incluso compartir cama - confesó, inclinando a penas su cuerpo hacia el pelirrojo, tomando el plato vacío a su costado. Observo las mejillas coloradas del mago junto al suave temblor de sus manos. Una amplia sonrisa apareció en el pálido rostro de la bruja que escuchó las ultimas palabras soltadas por el mago.

 

Se levantó, y a su vez tomó el plato vació del Gaunt - Así como lo subo, puedo encargarme de bajarlo - contestó al pelirrojo, lanzandole un atrevido beso para dirigir sus pasos a la cocina, junto a las cosas sucias. Realizó una floritura de su varita para que las cosas comenzaran a lavarse solas. Se atrevió a ir a la nevera y extraer otro trío de cervezas para llevarlas a la mesa.

 

- ¿Haremos alguna reconstrucción hoy? o ¿podemos dedicarnos a beber? - interrogó la bruja, sentándose nuevamente donde minutos antes estaba para cortar otro trozo de queso. Se preguntó donde estaría Frances junto al otro mago que le generaba cierta curiosidad conocer. Por otro lado, su mirada cada tanto paseaba por el rostro de Maekar, con curiosidad y cierta atracción.

 

Destapó su cerveza y lanzó una cómplice mirada a Oliver, quien sabía había notado el interés por el neerlandés.

 

@@Oliver Gaunt @@Maekar Baelfire Peverell

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Thomas rió en voz alta mientras miraba con deleite como Frankie jugaba con el malandra mientras le exigía que siguiera bebiendo a pesar de que el hombre sentía un miedo mortal. Aun así, obedeció las ordenes sin poner resistencia. Entrego su brazo y su sangre a la vampiresa, segundos después, para llenar un cuenco hasta el tope de pura sangre fresca. Thomas podía llenarse los pulmones con ese olor tan estimulante mientras su mirada se volvía ávida al ver como su hermana se alimentaba. Ya le había ordenado no tocar a los elfos, por lo que estaba esperando a que terminara. Nunca pensó que recibía un cuenco abundante para beber.


-Gracias. Estas muy generosa hoy-Dijo sonriendo para bajar la tensión de su cuerpo mientras bebía con rapidez.


Terminado la alimentación, Thomas arrastro el cuerpo del malandra para lanzarlo sobre el otro mientras invocaba unas llamas para quemarlos. El fuego se expandió sobre la ropa de los hombres formando una agradable fogata con olor a carne quemada. El pelinegro dio una vuelta alrededor del fuego para cuidar que no hubiera objetos inflamables que ayudaran a extender el incendio y provocasen algo fuera de control.


-Si, quiero. Siempre me agradaron -Respondió a su hermana acercándose a la celda encantada. Tomo los barrotes e intento abrirlos, pero la magia siguió manteniendo el acero en su lugar - Hola, no tengan miedo... -Hablo con tono amistoso dirigiéndose a los elfos. Estos seguían acurrucados sin querer mirarlos - Soy Thomas y ella es mi hermana Frankie. Los sacaremos de aquí enseguida y podrán irse, si eso es lo que quieren. ¿Como se llaman?


La respuesta de los elfos fue un murmuro de vocecitas agudas que no se entendía muy bien, hasta Thomas se sorprendió de no poder dilucidar ni una de las palabras. Su oído fino no estaba acostumbrado a no entender. Miró hacia Frankie confundido. Lo único que les faltaba es que hablaran en un idioma diferente.


-No entiendo que dicen -Le dijo a su hermana con gesto frustrado.




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Thomas no demoró en aceptar e intentó deshacerse de los barrotes que privaban de toda libertad a los elfos. Tal y cómo me lo había parecido, la celda estaba reforzada con magia que jamás cedería ante la fuerza fisica, motivo por el cual mi hermano no movió ni un poco las barras de acero pese a su condición de vampiro superdotado. Le hice una seña, sacando mi varita de su escondite, para recitar un contra hechizo en un murmullo bajo mientras él trataba de comunicarse con las criaturas para apaciguarles.
—Están hablando élfico —le indiqué a mi hermano, cuando la cerradura se abrió con un ligero 'clic', cediendo ante mi magia —, generalmente se les tiene prohibido hablar en su lengua, pero al no tener dueños pueden hacerlo sin problemas. Ven...
Tomé a mi hermano de la mano, y le hice retroceder conmigo unos cuantos pasos atrás, permitiendo que los elfos se sintieran seguros de salir de su cautiverio, aunque era muy evidente que el terror seguía poseyendo sus cuerpos; seguramente nos habían visto comer, y el aire arrastraba el aroma de la carne chamuscada de sus carceleros. Temblaban y sollozaban, como el chirrido de una puerta oxidada; me di cuenta entonces que debía interceder.
—Salgan ahora —demandé, con voz autoritaria —, mi hermano y yo les hemos salvado, lo mínimo que pueden hacer es obedecer y salir de allí. !Ahora!
Como si hubiesen recibido una descarga eléctrica, ambas criaturas se levantaron y salieron de la jaula. En ese momento me di cuenta que iban desnudos, y las costillas se les marcaban en la piel; ambos estaban en muy mal estado. No obstante, una vez que bajaron de la carreta, se quedaron quietos frente a nosotros con la mirada clavada al suelo.
—Muy bien —continué —como ya les dijo mi hermano, les daremos la oportunidad de irse y ser elfos libres si así lo desean, pero también pueden optar por venir con nosotros. Júrenos lealtad, y les tomaremos a nuestro servicio... no les hará falta techo, comida, ni trabajo. Sobre todo trabajo. Si esto es lo que deciden entonces necesitamos que vayan y busquen algo con lo que puedan vestirse.
Los elfos se miraron entre sí durante un segundo, pero no dudaron en ir en busca de cualquier tela que les fuera funcional. Tal y como siempre, aquéllas criaturas preferían la esclavitud por encima de su libertad, eran muy raros los casos en que estos preferían ser libres, pero éste no lo era en absoluto. Apenas si podían caminar, pero lograron agenciarse un par de telas que habían pertenecido a los mercaderes antes de volver con nosotros e hincar una rodilla en el suelo en clara seña de servidumbre.
—Thomas ha preguntado por sus nombres, díganos antes de que nosotros decidamos ponerles nuevos... y no serán lindos.

 

 

 

@@Thomas Clairmont

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Thomas dio unos pasos atrás con la mano de Frankie encerrada en la suya. Mientras, la jaula se abría a medida que le explicaba que las criaturas hablaban su idioma natal. A oídos del pelinegro sonaba tan raro como extraño los sonidos que producían, le parecían bajos, finos y de frecuencia rápida. No dejaba de mirarlos como si fueran la cosa mas maravillosa del mundo, los pensamientos de comerlos ya se habían extinguido de su mente.


Los elfos estaban temblorosos y continuaban hablando entre ellos de forma acelerada. Aunque habían seguido todas las indicaciones de la vampiresa, estaban con la rodilla en tierra y no se callaban. Parecía que se daban animo entre ellos, a pesar de que les habían dicho que no sufrirían daño. No parecían creerles y Thomas no podía culparlos por eso. Se habían portado como salvajes.


-¿Cuales son sus puntos fuertes en los quehaceres? -Siguió preguntando, aunque no parecían querer responderlas -Les pondremos Esaus y Posho -Dijo señalando a cada uno.


-Glaziaz -Dijo el elfo bautizado Esaus - Nueztlos nomblez zon feoz. Pleferimoz nuevoz.


-Me desempeño bien en la limpieza y el ebanismo, amos -Respondio Posho, empleando un perfecto vocabulario - Esaus es el mejor elfo Chef de donde venimos, y tiene una habilidad mágica con la escoba. Sus pisos brillan que encandilan los ojos -Ambos elfos seguían con la rodilla en tierra de forma agradecida.


-Levántense -Pidió Thomas - Obedecerán ordenes de todos los miembros de la familia Strange -Continuó el chico antes de apretar la mano de Frankie por si queria agregar alguna cosa - Ahora limpien todo esto, báñense en el estanque y vayan a... la tienda que esta montada cruzando el follaje.


Con las indicaciones dada, Thomas agarro entre sus brazos a Frankie antes de empezar a correr de regreso a la tienda. Salto el estanque sin problema alguno, aterrizo sin tropiezos, y continuo corriendo con su hermana entre los brazos. La idea de tirarla al agua seguía paseándose por la mente del Clairmont, pero creía que no era el momento indicado. La venganza seria mas brutal, y no le convenía. Al llegar a los escombros de la ex cabaña, dejo a Frankie en el suelo.


-Llegamos, son veinte mil galeones - Bromeó - ¿Apilamos lo que no sirve?


Saco la varita dispuesto a trabajar de forma cómoda con la magia.




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Tuve que hacer un tremendo esfuerzo por ahogar la risa. No tenía idea de cuáles eran los nombres anteriores de ambos elfos, pero era difícil imaginar que fuesen peores que los que les puso mi hermano; de cualquier manera, las criaturas no presentaron queja, de modo que lo dejé pasar. Un constructor y un chef, aunados a los servicios comunes de limpieza, parecía ser que la ayuda caía atinadamente desde el cielo.
—¿Qué lebemoz complal? —preguntó Esaús tras las indicaciones de mi hermano; miré a mi gemelo, pero éste se quedó en blanco y no dijo nada, entonces comprendí que los había mandado a la tienda solo por darles una orden y en realidad no había pensado en lo que debían comprar. Me reí por lo bajo e intercedí.
—Necesitamos que vayan y soliciten un cargamento de buena madera y herramientas para construcción, tendrán que ir más lejos —saqué la varita e hice aparecer una hoja de pergamino donde anoté algunas cosas —, no tendrán ningún tipo de problema por pago si les dan mi nombre. Frankie Triviani. Será pago contra entrega en los terrenos Strange, no olviden mencionar la propina para que no demoren.
Me quedé pensativa un par de segundos, haciendo un inventario mental de todo lo que había visto en la tienda de Oliver. Tenía las alacenas muy bien abastecidas, por lo que si a víveres nos referíamos no había mucho que apuntar.
—Tras ello irán a la tienda y traerán todo cuanto a frutos secos puedan encontrar —agregué, después de todo debía mantener a mi hermano lejos de la sangre. Ya se había alimentado, pero sabía por experiencia que a veces no bastaba con hombre y medio —. Eso será todo, vayan.
En cuanto se pusieron en marcha, Thomas me tomó en sus brazos sin que yo pudiera evitarlo y comenzó una carrera de regreso. Pensé que me iba a tirar al agua del estanque, pues había advertido aquélla traviesa sonrisa asomar por sus labios, y ya me había preparado para hacerlo caer conmigo si lo intentaba pero cambió de idea al final y se fue de largo. En cuestión de segundos estuvimos de nuevo frente a la tienda de Oliver. Tomé la mano de mi hermano e hice aparecer un billete de juguete
—Gracias, guarde el cambio. —me reí junto con él, mientras sondeaba el terreno y agudizaba el oído para darme cuenta de que los otros seguían comiendo dentro de la tienda. Además bebían cerveza y el coro de voces daba a entender que estaban muy animados allí dentro; por supuesto que no iba a interrumpir, si lo hacía quizás me vería obligada a socializar, y yo siempre rehuía a siquiera hacer el esfuerzo. Me giré hacia mi gemelo y asentí con una sonrisa —Si, será mejor que empecemos, solo déjame avisar que estamos de regreso.
Di unos pasos hacia la tienda, y asomé medio cuerpo por la entrada. Lo primero que enfoqué fue a una hermosa serpiente que se erguía desde el interior de un bolso que estaba junto a Arlet, y con pesar pude darme cuenta de que el farikal había sido devorado; les mostré una sonrisa a los tres cuando se percataron de mi presencia.
—¿Que tal todo? —saludé —Solo vine a avisar que Thomas y yo estaremos apilando para adelantar un poco el trabajo... por favor, continúen con su charla, no es necesario que ayuden justo ahora —agregué, notando que Oliver había hecho ademán de levantarse, realmente deseando que el ánimo de la tienda no decayera —. Cualquier cosa estaremos afuera.

 

 

@@Thomas Clairmont @@todos los demás.

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-Coincido contigo -Respondió Oliver a Bael lanzando una carcajada divertido. Era muy real lo que provocaba Arlet en los hombres, y ella lo sabia de memoria, tanto que utilizaba aquel embelesamiento en el sexo opuesto a su favor.
La propia bruja se había puesto a limpiar las sobras del Farikal, para dejar todo a punto. Aunque tal vez una de sus intenciones fuera que Baelfire se uniera a ella para perderse un rato. Oliver sonrió ante su ocurrencia, una vez mas, noto que sus pensamientos iban de nuevo tras Frances y el acercamiento que habían tenido en unos minutos, aquel que había sido mucho mas sincero que en la mayoría del tiempo que se conocían y habían estado juntos, en el pasado. Arlet lo saco de su laguna mental cuando regreso con mas cerveza para que disfrutaran.
-Gracias -Dijo tomando la cerveza con una mano antes de responderle - Trabajaremos en la cabaña principal. Los escombros de afuera son parte de una estructura que ya estaba caducada. Las maderas estaban podridas y comida por termitas en la totalidad de sus placas, ya no podían sostener el peso de los dos pisos -Les explicó Oliver paseando su mirada por ambos - Con Francés lo derrumbamos y ahora tenemos que limpiar la zona para empezar unos nuevos cimientos. Que formaran las ejes centrales que tendremos en común de los habitáculos personales.
Oliver no mentía cuando decía que cada uno de ellos podía tener su propia casa dentro del terreno. Esa era la principal idea que había tenido al haberse asentado indefinidamente en aquel país. Tenía lugar suficiente para que cada uno montará su pequeño habitáculo para vivir por siempre... O por el tiempo que estuvieran ahí. Eran viajeros y no acostumbraban a quedarse quietos por mucho tiempo.
-El problema es que no teníamos madera, pero... -Observó que Francés aparecía para avisarles que había regresado de su paseo. Oliver se estaba por poner de pie para recibirla, pero la bruja no le dio tiempo antes de desaparecer - ¿En qué estaba? -Preguntó nublado, antes de que las ideas volvieran a su mente - ¡Ya recordé! Había propuesto en encantamiento Geminio para replicar maderas sin parar, pero ya no lo creo buena idea. Así que iré por maderas nuevas, mientras terminan de limpiar el sector.

 

 

@@Arlet Malfoy @@Maekar Baelfire Peverell @@Frankie Triviani @@Thomas Clairmont

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