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Aritmancia - Historia de la Magia


Jeremy Triviani
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Profesor: Jeremy Triviani.

Alumnos: Eileen Moody, Vincent Mériadec y Lucrezia Di Medici

 

 

 

El calor era incesante, no daba tregua, los rayos solares sobrepasan la media habitual de la época veraniega. Los mosquitos estaban al acecho, buscando constantemente consumir la sangre dulce que los distraídos sin protección traían en su cuerpo. La peor hora para la clase era el mediodía, y era la hora que le había tocado para impartir la clase. ¿Castigo? Tal vez si, para Jeremy acostumbrado a esos reveses, era algo habitual.

 

Se preparo con la túnica de tela mas liviana que poseía. Su color era negra y llevaba bordado en hilos de oro el emblema de la estrella de cinco puntas de Ishtar. La que usaban los desaparecidos Askar como representación del apellido. Él como familiar de la única rama que aun existía, aun lo portaba con orgullo. El vampiro había completado su vestimenta con una muscula blanca y un pantalón de mezclilla oscuro como los mocasines. Todo debajo de la fina túnica. Sin estar a la vista, por el momento.

 

-La lista, cuanta atención-Dijo en voz alta al ver la lista de sus alumnos sobre el escritorio.

 

Leyó los nombres poniendo los ojos en blanco, al reconocer que una de las tres alumnas era la blonda Italiana. Los siguientes nombres le resultaban familiar, aunque no estaba del todo seguro. ¿Se las habría cruzado? Mirándole los rostro saldría de toda duda. Solo debía esperar. Se dispuso a tolerar el calor hasta que llegara el alumnado. Intentando no sufrir esas temperaturas que tanto odiaba.

 

 

 

@@Lucrezia Di Medici @ @@Vincent Mériadec (Aka Melrose Moody)

 

 

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RHIANNON KINCADE

 

Alza la mirada hacia el imponente templo precolombino, pero el resplandor del sol y del material dorado en el que está construido le obligan a entrecerrar los ojos. Los estudiantes sudamericanos, vestidos en túnicas de un brillante verde, suben a toda prisa los numerosos escalones que llevan a la entrada del lugar. El ambiente es agitado, quizá por las prisas de llegar a tiempo a clases, quizá —una suposición más acertada— por las travesuras de los capoira. A pesar de que está ahí mismo, de que todo sucede a su alrededor, Rhiannon lo observa sintiéndose como una intrusa. A pesar de que ella también viste aquella túnica de un verde brillante y abraza con fuerza un par de pesados y viejos libros, se siente ajena a todo. No, no es sólo eso. También está siendo apartada. Ningún otro mago se atreve a mirarla, los espíritus traviesos se mantienen alejada de ella. «Saben que algo está mal conmigo».

 

A pesar de que el clima es húmedo y caluroso, un frío se extiende por su pecho y le eriza el vello de los brazos. Todavía no ha comenzado a subir los escalones, pero se siente fatigada, sin aire.

 

«No tuve que haber venido. Tengo que...».

 

En ese momento, escucha el ring del reloj que trae en el bolsillo. Cuando lo toma en la mano, observa la hora aunque por el hecho de que sonara la alarma, ya la sabía. Faltan cinco minutos para el mediodía. Faltan cinco minutos para la lección de Aritmancia.

 

Los últimos meses, Eileen Moody ha tenido pocos avances en su investigación acerca de las maledictus. Pocos avances es, por supuesto, un eufismo para absolutamente ninguno. A veces, la ira que le provoca aquella situación es tanta que se pregunta si la maldición tendrá algún efecto en su temperamento cuando sigue siendo ella misma. Intenta pensar en su madre, pero cada vez es más difícil recordarla. De cualquier forma, se siente culpable por enojarse tanto con Eileen. Ella sólo le está haciendo un favor, pero no le debe nada y no tiene absolutamente nada que ver con su maldición. Aún así, muy en el fondo, siente que merece una respuesta y una cura. No tiene reparos en afirmar que ha sido una bruja intachable, en sus menos de veinte años de vida. Una hija ejemplar, una estudiante ejemplar, una protegida ejemplar. Es la descendiente ejemplar de un linaje mágico puro. Su única falla es algo que se escapa de sus manos... pero, ¿por qué? ¿Acaso cometió algún error? ¿Sus padres, sus antepasados lo hicieron? ¿Debe arreglar algo para poder librarse de la maldición?

 

De nuevo, el ring. Tres minutos.

 

¿Por qué está ahí, en primer lugar?

 

—Lo siento, pero no tengo nada —Eileen no la observaba a los ojos, mientras le hablaba. Una gran falta de educación, pero Rhiannon no protestó. Después de todo ella no sólo es una bruja mayor, mucho más calificada de ella (el detalle de que los Moody no sean una de las familias más queridas en el Reino Unido, no le quita muchos méritos) y Rhiannon es su protegida. Debe mostrarle respeto y gratitud, no importa qué—. ¿Sabes que prácticamente no existe información acerca de... de tu condición, verdad? Creo que estás buscando en el lugar incorrecto. Si es algo hereditario, es en tu casa donde debes buscar.

 

—Lo entiendo —respondió luego de un momento de silencio, para no dejarla colgada—. Aún así, aprecio su esfuerzo.

 

—Como te dije, quizás en el hogar de tu familia...

 

—Tiene razón, debo comenzar a buscar por mí misma —fingió no haberla oído.

 

Pero no encontró respuestas ni en las lecciones de Maldiciones, ni en las de Artes Oscuras, ni las de DCAO. Aritmancia fue sólo un movimiento desesperado, no porque esperara encontrar alguna respuesta ahí, sino porque simplemente necesitaba algo en qué ocupar la mente. No sabe mucho de numerología, sólo que suena como algo muy poco fiable, al igual que cualquier otro tipo de adivinación. «No debería estar aquí, sino internada en San Mungo», se dice. Sin embargo, sacude la cabeza. Aquella nunca fue una opción, ni para su familia ni para ella.

 

Sin ser apenas consciente de ello, se encuentra frente al aula de Aritmancia ¿e Historia de la Magia? Suena un poco más esperanzador, pero aún así decide no pensar mucho en "aquel tema". Quizás lo mejor sea intentar disfrutar la experiencia; después de todo, ella fue educada en casa, nunca fue a un colegio mágico durante los más importantes años de formación académica.

 

Luego de darle dos golpes a la puerta, gira el pomo y se asoma lentamente.

 

—Buenas tardes, ¿profesor Triviani? Soy Rhiannon Kincade, estoy inscrita a la clase de Aritmancia.

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Richard Moody~

Eileen había intentado ocultárselo por todos los medios.

Quizá conocía del interés de Richard o quizá más bien sospechaba que no iba a tener reparos una vez lo supiera. Quizá su instinto le había gritado en la dirección correcta, protegiéndolo. Lo cierto, es que no se lo había dicho y una vez Richard lo averiguó, no pudo evitar sentirse eufórico. Uno más, como él. Un individuo que, si las cosas eran como él creía, tendría el potencial de desarrollar el mismo poder que él. La incapacidad de manejar la magia es lo más parecido a lo que en el pasado, muchos siglos antes de que esa nueva persona viera la luz, cuando Richard era apenas un niño, habían llamado la "maldición" de "arruinar la magia".

Sus pasos son rápidos, gráciles y herméticos. Es la firma de un ladrón pero también de alguien que de vez en cuando, no puede evitar ser notado. Tiene las manos metidas en los bolsillos de los jeans negros, como si no pudiera sentir el calor tropical. Los zapatos cerrados también parecieran dar cuenta de ello. Un vistazo rápido daría la impresión de estar observando a un sujeto sencillo pero ese no es el caso. La camisa, de una tela fina, vale el peso de Richard en oro. Sus rizos aureorojizos lanzan destellos repentinos bajo el sol.

 

No está seguro de por qué pero quiere lucir bien ese día. Hace mucho que no deseaba engatuzar a alguien a ese nivel. La idea de que exista ese alguien ahí afuera, que pueda replicar sus poderes además de sus monstruosos y destructivos mellizos es alentadora. No sentía tal cantidad de sentimientos agolpándose desde hacía mucho, como un vaso de vino que se rebalsa cuando alguien se distrae un instante y sigue vaciando la botella. "Otro monstruo" se regodea, una y otra vez. Sí, otro ser que quizá pueda atenuar el tedio de la vida robada. La inmortalidad comprada.

 

Cuando alcanza el aula, hay una muchacha asomándose a la puerta. Él se aproxima, intentando adivinar sus rasgos; como en muchos de los casos ya señalados, la información respecto a otros como él se mantiene oculta, tanto por el propio individuo como por sus familias, así que no ha tenido oportunidad de averiguar demasiado. Sin embargo, tiene que ser ella porque no había ningún otro inscrito en su clase y escucha su voz con repentina satisfacción.

 

<<...Rhiannon Kincade, estoy inscrita a la clase de Aritmancia>>

 

Richard deja entrever una sonrisa fugaz y se acomoda a su lado una vez ésta desaparece, pretendiendo agolparse sin darse cuenta. Puede ver al profesor al interior pero él de momento, no le interesa.

 

¿La aritmancia? Bueno, quizá le sea útil en viajes próximos. Qué más da.

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Jeremy no espero tanto tiempo hasta que apareció la primera alumna. La observo con fijeza buscando dentro de su memoria algún recuerdo que mostrara algún momento compartido. Pero no lo encontró. No la conocía. O si. Ahora si. Pasaría a ser un recuerdo mas, entre tantos otros.

 

-Si, el mejor Triviani ahora mismo -Bromeo haciéndole señas para que pasara - Ponte cómoda, es un gusto conocerte, Rhiannon. La clase esta a punto de comenzar.

 

Mientras la chica se acomodaba, Jeremy aprovecho para que aparezcan sobre los pupitres tres amplios libros, de cubierta peluda y maloliente, que utilizarían para el resto de la jornada. En ese instante, ingreso otro de los alumno al aula. El vampiro lo evaluo de arriba hacia abajo, antes de señalarle el banco donde estaba el libro. Solo faltaba una alumna, pero como le habían dado, evidentemente, mal la lista. Pues empezaría el tema.

 

-La Aritmancia es el arte de presagiar sucesos por medio de los números -Empezó a relatar - Este conocimiento busca respuesta sobre el pasado, el presente y el futuro de la magia basándose en la numerología. Todos nacemos con un planeta designado, una cantidad de letras en nuestros nombres y una fecha con hora de nacimiento. Esas simples anotaciones de nuestros comienzos, puedes llegar a darnos absolutamente todas las respuestas que buscamos.

 

El vampiro dejo que el silencio se extendiera unos segundos. El calor no había remitido ni un centigrado desde que habían llegado. Por lo que se apresuro avanzar su idea.

 

-Ahora abriremos la pagina 324 allí se encontraran con una tabla que los ayudara a sacar los números que pertenecen a los nombres que portan... -Termino de decir mirándolos para ver si precisaban ayuda - ¿Alguna pregunta? -Agregó.

 

 

@@Vincent Mériadec @

 

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Richard Moody~

Le llama la atención que el profesor no le de ninguna indicación como premisa. De hecho, no hace más que evaluarlo de pies a cabeza. De admitir, sin embargo, que lo prefiere así y lo adjudica a su actitud subrepticia, con intenciones tan solo de aproximarse a Rhiannon. La muchacha no ha hecho tampoco gran cosa, cuando Triviani empieza a darles sus primeras instrucciones. Para cuando termina de darlas (no son muy largas, aunque sí bastante ilustrativas) sorprendentemente, Richard que tiene preguntas. Piensa en vocearlas primero pero decide guardarlas para más tarde y abre el libro -sintiendo un ligero cosquilleo en la nariz a causa del olor y el polvo- en la página señalada.

 

Su nombre... es un tanto tedioso tener que explicarle a ese sujeto en particular la evolución de su nombre así que solo toma una pluma y un trozo de pergamino y empieza a anotar. Richard, le da un total de 9938194, Stark, por otro lado, equivale a un 12192. Así que en total hacen un 9938194-12192. Para Richard todos esos números no significan nada. No conoce su hora de nacimiento exacta, la fecha es del siglo XV y en la época en la que nació, las personas creían que los planetas orbitaban alrededor de la tierra. Todo era confuso antes del buen amigo Copérnico. Además, aunque no sus padres -ni los magos de la época con los que no tuvo contacto que seguían para entonces más bien preceptos de la época romana-, su entorno creía que la tierra era plana.

 

Por supuesto, su postura es escéptica solo de forma superficial. En el fondo, está ávido de cualquier tipo de conocimiento, poder o magia que se encuentre al alcance de su mano, por ridícula o inútil que pueda parecer a simple vista; su actitud abierta se debe a experiencias pasadas en donde tal clase de cosas, subestimadas por otros, le habían sido útiles. Aún con eso, no olvida su prioridad. Se vuelve hacia Rhiannon y la saluda con un movimiento de la mano, entregándole su pluma y otro trozo de pergamino con una sonrisa:

 

-Richard Moody -dijo en voz baja, presentándose mientras lo hacía. A la par, alzó su propio trozo de pergamino extendiéndolo con los números mirando hacia adelante, de manera que Triviani pudiera apreciar que ya había completado lo asignado. Luego siguió en lo anterior-, un gusto conocerla, señorita Kincade.

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Rhiannon decide reír de forma ligera, convencida de que lo que el profesor Triviani había dicho era una broma aunque ella no hubiera podido entenderla. No tiene suficiente contexto como para hacerlo. Quiere pensar que no está siendo una lamebotas —qué palabra tan desagradable— sino, simplemente, amable. Amable, como cuando se ríe con las bromas de su padre o dice las palabras necesarias para que Eileen recite un monólogo acerca de los temas que ha estudiado. Eso es algo bueno, los hace felices. Además, ¿hacer a un profesor feliz no debería ayudarla durante la clase? A decir verdad, no está completamente segura pero le parece que debe comenzar por ahí. Se pregunta si debería comentar, de forma casual, que ella nunca antes había ido a ninguna escuela, pero le parece que lo mejor es simplemente mantenerse enfocada en el tema de la clase. Por no mencionar que a nadie le agrada una persona egocéntrica.

 

Se sienta de forma ejemplar y saca un pergamino, una pluma y un tintero para tomar apuntes. Aunque ella misma trae un ejemplar, en su escritorio aparece el libro que debe ser el recomendado por el profesor. Sabe que lo mejor será usar ese, aunque la verdad es que no le agrada la idea de manipularlo: parece estar muy sucio y desprende un extraño olor. Le gustaría haber traído guantes...

 

Rhiannon, aunque sabe perfectamente cual es su fecha de nacimiento, se da cuenta de que nunca se interesó por saber a qué hora nació, por ejemplo. ¿A quién le importa aquello? Se pregunta si su padre lo sabe, pero en verdad no quiere saberlo. Aquella sólo es la hora del comienzo de la maldición. No tiene idea tampoco de cual es su planeta, como dijo el profesor. Por fortuna, parece que sólo debe enfocarse en su nombre. Con ayuda de la tabla, realiza el ejercicio pedido por el profesor.

 

Rhiannon Kincade

98915565 2953145

Baja la pluma y levanta la mirada hacia el profesor.

 

—Disculpe, profesor, ¿qué debemos hacer con este número? —es la única pregunta que tiene y no le agrada hacerla, pero no quiere quedarse callada y que aquello sea interpretado como falta de interés. Se pregunta si los números per sé deberían decirle algo, sólo que no lo ve o no lo sabe ver.

 

Mientras aguardan por más instrucciones, su compañero se gira hacia ella y la saluda. La verdad es que hasta ese momento no le había prestado atención. Después de todo, no era el profesor, así que ¿por qué iba a hacerlo? Se trata de un muchacho alto y esbelto, con el cabello castaño rojizo —no como el de ella, que es más bien cobrizo— y ojos grandes y bonitos. No puede pensar que una persona hermosa debe tratarse de alguien bueno y alguien que vale la pena conocer. Sonríe, aunque no demasiado, porque eso sería vulgar. Sólo lo suficiente está bien.

 

—Mucho gusto, señor Moody —es entonces cuando cae en cuenta. Él no tiene ningún parecido con Eileen y, ahora que lo piensa, ¿ella alguna vez le habló de sus familiares cercanos? De cualquier forma no permite que la sorpresa asome demasiado en su rostro—. Me alegra conocer a la familia de la señorita Moody, es decir, Eileen Moody.

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Jeremy espero paciente a que los alumnos hicieran la conversión de letras por números. Mientras se dedicaba a pensar que el tiempo se había apresurado mucho y que ya no podría ir de paseo a donde tenia planeado originalmente. Así que debería contentarse con dar una idea general de la materia para que sus alumnos tuvieran una base concisa de punto de partida si quisieran seguir investigando por su cuenta.

 

-Ahora vamos averiguar cual es el numero total que le pertenece a su nombre, el cual llamamos "Número de la suerte mágica" -Explico el mago, asintiendo a Rhiannon para darle a entender que parte de la respuesta a su pregunta era el siguiente paso a seguir en la clase - Para eso, sumaremos el total de los números por separado. Luego que tengamos los dos números, el del apellido y el del nombre, podremos sumar esos dos números y obtendremos un numero redondo. Ese se sumara los dos dígitos hasta que quede uno solo y ese es el numero que tanto buscamos -Concluyo con la garganta seca de tanto hablar -Ese es la tarea de ahora.

 

Mientras los chicos se ponían a hacer cuentas, el vampiro hace aparecer una tabla explicando cada numero para que pudieran interpretar algunos rasgos de su carácter e historia.

 

 

1 – Creatividad y Confianza en Si: En el numero 1 la energía fluye, si no se bloquea. La producción de trabajo se presenta creativo en todas las actividades y logros.
2 – Cooperación y Equilibrio: La energía del numero 2 muestra un servicio de cooperación, siempre estableciendo límites, buscando un equilibrio cooperativo.
3 – Expresión y Sensibilidad: El 3 nos trae al mundo una expresión emocional, sensibilidad y capacidad expresiva/comunicativa.
4 – Estabilidad y Proceso: La energía del 4 es la estabilidad y la solidez de una forma gradual y planificada.
5 – Libertad y Disciplina: El 5 nos muestra la verdadera libertad, con un mayor movimiento a través de las experiencias y disciplinas.
6 – Visión y Aceptación: el 6 nos muestra los altos ideales, la belleza y la pureza evitando la crítica a causa de un perfeccionismo exagerado.
7 – La Confianza y Apertura: El 7 lee las entre líneas, tiene capacidad de reflexión, mental y espiritual debiendo basarse en la sabiduría universal para compartir todo el contenido en su interior.
8 – Riqueza y Poder: Este número lidia con la energía de la abundancia usando la materia para un propósito superior y no como un fin en sí mismo.
9 – Integridad y Sabiduría: Tras haber vivido y experimentado todos los pasos anteriores, la energía del 9, este se conecta y se alinea con los más altos principios de la vida, ser integro, sabio y humanitario.

 

 

 

 

-Mirando esto que dice aquí. ¿Que número les toco? ¿Como lo interpretan llevado a un plano personal de su historia de vida? -Preguntò esperando la lección oral.

 

 

@ @@Vincent Mériadec

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Richard Moody

 

-Ah -Richard deja entrever una sonrisa de deleite-, por supuesto, sí. Todos conocemos a la querida Ellie.

 

Se abstiene bastante de mencionar las riñas con la querida Ellie, basadas sobre todo en discusiones sobre la moral y disputas por las porciones de pizza. La casita de los Moody suele ser un sitio animado cuando ella y Melrose estan presentes, sumadas al propio Richard. En las ocasiones en las que salen a hacer sus trabajos de campo, el brujo ha de aprovechar para experimentar en la cabaña anexa. Parte de sus pociones salen de allí y eso siempre era motivo de preocupación para Eileen, no solo por la seguridad o porque no le gustaran los experimentos de Richard, si no también por los recaudadores de impuestos de los que siempre estaba huyendo o incluso la seguridad portuaria cuando sus cargas de productos lograban escapar al flete (y lo hacían muy a menudo).

 

Tan animado estaba por seguir conversando con Rhiannon, pensando en que tendría que tener una corta charla con Eileen antes de que volviera a encontrarse con la muchacha, que hubiera terminado por ignorar la explicación de Triviani, de no ser porque Kincade parecía sumamente interesada por aprender aritmancia. Con resignación disimulada se vuelve entonces hacia el instructor, que en seguida pone en palabras precisas y bastante sencillas aquello que tienen que hacer a continuación. Richard suma en silencio antes de garabatear otro número en el pergamino. Su línea de pensamiento es lógica y rápida:

 

>>Richard, cuarenta y tres. Stark, quince. Total, cincuenta y ocho. Suma, trece. Número final, 4<<.

 

El brujo alza entonces la vista hacia la tabla que Triviani expone para ver aquello que podría significar y siente deseos de reír a carcajadas ¿Estabilidad? ¿Proceso? ¡Se ha pasado varias vidas mortales sin tales cosas! Pero no es tonto y sabe que no puede desestimar la lectura nada más porque le parece equivocada. Tiene algo en mente para sacarlo del apuro:

 

-Bien, mi número es cuatro -su voz es vacía pero de tono regular y sus ojos trazan el espacio para denotar que está prestando atención a la información recibida-. Así que habla de estabilidad y proceso -Richard por regla general no suele hablar mucho, más allá de con su familia o desconocidos (si hay alguna ganancia monetaria en medio) pero sabe que debe hacer una excepción en las clases-. En el plano personal, a lo largo de... una vida -prosiguió, porque no tenía una palabra mejor que usar y no quiere generar malentendidos-, diría que podría hacer referencia al desarrollo de mis poderes.

 

Es verdad. No sabe si llamarla "magia" pero "poderes" parece ser una palabra bastante segura para expresar el avance que, con esfuerzos e investigación exhaustiva, ha conseguido a lo largo de los siglos.

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Al escuchar la voz del instructor, Rhiannon se acomoda en su asiento y vuelve el rostro hacia el frente, ligeramente sonrojada. Conversar durante una clase es una gran falta de respeto para el profesor. Durante su infancia, tuvo tutores muy estrictos que no toleraban la menor falta de atención de su parte y también tuvo un padre que vigilaba muy de cerca las lecciones en el salón de la mansión, asegurándose de que se comportara a la altura de una Kincade. Sintiéndose enmudecida, sólo alcanza a asentir ante las indicaciones del profesor.

 

«Pff. Matemáticas».

 

Ella, por supuesto, sólo aprendió lo básico de aquella ciencia; lo suficiente como para saber contar monedas, manejar —responsablemente— su cuenta de Gringotts y contar ovejas para conciliar el sueño. Por fortuna, sólo deben hacer unas sumas sencillas. Rhiannon realiza toda la operación en su pergamino, en caso de que el profesor les pida ver cómo llegaron al resultado. Al sumar su nombre obtiene el número 48, que junto a la sumatoria de su apellido da 77; al sumar estos dos números obtiene 14 para finalmente conseguir el resultado final. El número cinco, nada más que nada menos.

 

Levanta la mirada hacia el pizarrón, para observar las anotaciones del profesor.

 

«5 – Libertad y Disciplina: El 5 nos muestra la verdadera libertad, con un mayor movimiento a través de las experiencias y disciplinas».

 

Aquello tiene que ser una mala broma. Su mano aprieta con fuerza un borde de la mesa; le duele, pero no puede aflojar su agarre. La madera se hunde ligeramente bajo sus dedos... Cierra los ojos, sin alcanzar a escuchar las palabras de Richard Stark, y se concentra en respirar lenta y profundamente. Si lo hubiera consultado con Eileen, ella le hubiera dicho que la Aritmancia no es una ciencia exacta. Su padre se habría reído de ella por buscar una respuesta en los números de aquella forma. Ella misma no había esperado nada, así que no tiene motivos para sentirse enojada. Simplemente, no tiene derecho.

 

Libertad. ¡Ja! ¿Qué libertad puede tener una persona atrapada en una maldición? ¿O atrapada en una mansión decadente? ¿O en un linaje olvidado? ¡Ja!

 

Sacudiendo la cabeza ligeramente, baja la mirada a su libro, en busca de algo más. Pasa las páginas con la punta de los dedos, para no ensuciarse demasiado. Rápidamente, consigue una extensión a las anotaciones del profesor.

 

«El número cinco (5) vino a este mundo a lograr libertad. Necesita aplicar disciplina para encontrar su libertad interior y apertura mental. Se trata de un espíritu inquieto en busca constante de la verdad que nos rodea. Necesita acumular la mayor cantidad de información posible para saber qué es lo que está sucediendo en profundidad. Es inteligente, egoísta, curioso y con gran capacidad artística. Es el símbolo de la libertad, la independencia, el cambio, la adaptación, el movimiento, la búsqueda de nuevas experiencias, el espíritu viajero y aventurero, pero también de la inconsistencia y del abuso de los sentidos».

 

Lograr libertad... ¿No suena eso agradable?

 

Quiere seguir leyendo, pero se da cuenta de que el salón se ha quedado en silencio expectante. Ahora es su turno de hablar. No quiere hacerlo, es demasiado, pero se siente acorralada. Como si no existiera la opción de levantarse y marcharse. Está atornillada al asiento, está obligada a estar en esa clase.

 

—Mi número es el cinco —comienza a hablar con la voz más tranquila y formal que puede elaborar en aquella situación. Por lo menos, eso le ayuda a acompasar su respiración—. Es el número de la libertad y la disciplina. No sé si en verdad habla de mi... Pero podría decir que estoy en una búsqueda de libertad, por llamarlo de alguna forma. Si tuviera que relacionar los dos significados, creo que diría que para ser libre debo ser disciplinada. Por contradictorio que eso pueda sonar.

 

¿Será cierto?

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Richard Moody

 

Por un instante, en la mente de Richard, todo se detiene.

 

Puede verla. No aquello que Triviani ha señalado, nada de lo que pone ese libro insulso. Lo que aprecia, es a ella. Su rostro, la forma en que sus manos aferran la mesa, su expresión, su dolor. Es tan puro, tan genuino y humano pero a la par, tan desapegado de las problemáticas de cualquier otro mago y en general de cualquier ser viviente, que es imposible para Richard no rememorar su propio padecimiento. Su inquietud, su rabia, sus lágrimas al ser incapaz de transformar un maldito cerillo. Todo eso se condensa, cuando Richard aprecia ese repentino choque de poder. En el aire, mira con ojos expertos aquello que para los demás es invisible a la vista: una estela oscura, que escapa apenas por una fracción de segundo, arremolinándose por encima de su mano como un manto y retorna a ésta tan pronto como se separara.

 

Es lo más bello, que ha visto en siglos. Su mente intenta volver entonces al texto, hacer como ella, concentrarse en otra cosa para no revelarse a sí mismo o su propio poder. Porque por un instante, la tentación es inmensa. Demasiada como para ser ignorada.

 

"Causa cuarta. El cuatro es símbolo de estabilidad y equilibrio. Surge de la noción de transformar y estabilizar la creación del número 3 por medio de la lógica.


Ente del amor: se rigen por la seguridad y manifiestan convicción y firmeza.
Ente de la mente: capacidad extraordinaria de lógica y razón
Ente de la voluntad: sus objetivos se ven marcados por la superación a uno mismo.
Ente del tiempo: sus innovaciones son poco a poco, necesarias para asimilarlo e integrarlo.
Ente del destino: destinados a transformar su entorno a mejor .
Ente de la Muerte: el exceso de individualidad puede llevar al fracaso.

Ente de la Fuerza de la Naturaleza: siempre se les tiene en cuenta."

 

Richard observa el libro de texto y es con esa información extra que su esceptismo rescinde un poco. Allí, hay también un poco de su propio mecanismo de hacer las cosas, lo que ve confirmado cuando lee aquello que necesita del número 3 para entender su propia porción:

 

>>El tres es símbolo de perfección y poder, es el uno y el dos unidos. Representa la dirección, el sentido de la actividad y su consecución<<.

 

Y es cierto. Cierra el libro y quiere decírselo, que todo eso es verdad, que también podría funcionar para ella. No lo hace, porque también observa a Triviani y no quiere mostrarse tal cual es, si no mantener su fachada habitual, como hace con todos. No es el momento, ni el lugar para poder tratar eso que desea, no todavía. Ella además, no lo conoce aún. Sin duda, desconfiará. Richard entonces decide tomar el riesgo de adelantar su mano y posarla sobre la de ella. Siente la repentina descarga eléctrica con fuerza y retira la mano con una risa natural, poco común en él.

 

—Lo siento —aventura, con su mejor expresión de desentendimiento—. No fue intencional. Solo quería comprobar si tu libro ponía lo mismo que el mío...

 

Es una excusa barata pero no se esmera porque no es necesario. Tiene lo que quería: ha comprobado que no se imaginó cosas y que el repentino desequilibrio sufrido por Rhiannon fue real. Lo sabe, porque la energía estática de su cuerpo sufría tal desequilibrio cuando él mismo no sabía controlarse, aún ¡Por eso la descarga ha sido el doble de potente, porque reaccionó a su contacto! Richard terminaba sintiendo esas descargas de "corriente" cuando tocaba a las siguientes dos o tres personas. Casi tiene ganas de reír a carcajadas ¡Le pasa como a él! Solo que él se ha asegurado de estabilizarla. A diferencia de otras ocasiones, si volviera a tocar a otro no sentiría tal descarga. Richard, quiere que Rhiannon sienta curiosidad por él y por eso hace tales muestras patentes de su poder.

 

Sin embargo, no puede, no debe sentirse eufórico todavía. Tantas, tantas veces las cosas habían fallado, las personas no habían cumplido con sus expectativas... sí, debía esperar, ser paciente. Quizá, incluso, seguir investigando sobre sí mismo y sobre ella a través de los números, con la esperanza de que fuese de alguna utilidad.

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