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Juliens
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«Soy Alfa y Omega, el principio y el fin. Al que esté sediento, le daré de beber libremente de la fuente del agua de vida».

—Revelación, 21:6.

 

I: EL ENCUENTRO


Tres figuras encapuchadas caminan por el empedrado. Aquellas tres figuras no son en realidad humanas. Pertenecen a las leyendas y a las más antiguas historias. Y pese a que muchas personas han escuchado sobre alguna de las tres, nadie sabe sus nombres y son olvidadas con facilidad. Así mismo, sus nombres no se pueden escribir en ningún material. Cuando la tinta toca el papel este se incinera y el cincel es capaz de hacer que las rocas exploten.

Hay muchas cosas que de ellas se dice. La mayoría son falsas y solamente unas pocas se basan en la verdad. Una de ellas, por ejemplo, es que las tres figuras son una fuente inagotable de poder. Un poder que por lo general no es compartido directamente con nadie. Durante sus miles de años de existencia han liberado su energía en pocas ocasiones.

De la misma forma en que sus nombres no se pueden pronunciar, su propia existencia no pertenece a lo terrenal. Conforme aquellas figuras se mueven destruyen toda la vida que está demasiado cerca. Generalmente ese el motivo por el que se mueven poco. Pero luego de tantos años se ven obligados a moverse.

Huyen.

Esperan no ser encontradas.

Pero también quieren que alguien se cruce en el camino.

Aún recuerdan cuando las tres lograron equilibrar su poder, cuando lograron hacer que el choque de aquella energía se entrelazara pudieron ser tocadas. Cuando lo lograron, pudieron manifestarse en el mundo terrenal sin causar daño. Pero con el tiempo aquel equilibrio se destruyó porque fueron olvidadas.

Originalmente aquellas personas conocían sus verdaderos nombres. Cuando estos nombres eran mencionados lograban equilibrar la fuerza, la energía, el poder. Pero el tiempo hizo que nuevamente sus nombres se convirtieran en leyendas. Thor, Diosa, Sombra son ahora los nombres con los que la gente los conoce. Y ellas no saben su nuevo nombre.

✾ ✾ ✾

 

La participación, interés e iniciativa en esta actividad en rol son fundamentales para la obtención del conocimiento de bando al que estén optando. La misión está compuesta de tres fases y se espera una dedicación constante en cada una de ellas.

 

Objetivos de la primera fase de la misión:

  • Encontrar a la personificación de los poderes de cada rama de la magia: Thor, la Diosa y la Sombra.
  • Descubrir qué diferencia a una rama de la otra y reconocer las características de cada una en sí mismos-
  • Demostrar unidad dentro de cada clan, sin olvidar que todos conforman la Orden del Fénix.

 

Participantes de la misión:

 

CONOCIMIENTO DE BANDO I

 

Paladines • Herrería sagrada

 

Hobbamock Graves

Mackenzie Malfoy

Tauro M.

Dennis Delacour

 

Sacerdotes • Sanación y purificación

 

Cye Lockhart

Sagitas E. Potter Blue

Dick Grayson

 

Oscuros • Control de energía interna

 

Eileen Moody

Kaori Avery.

xZRarr9.png Encontrada por Azrael

Editado por Kaori Moody

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Durante los últimos meses, Madeleine escuchó muchos rumores. Es un hecho que, desde la disolución de la antigua Orden del Fénix, mucho se perdió: compañeros, territorio, poderes. Es un hecho que el Templo Paladín, la Isla Avalon y la Fortaleza Errante se volvieron lugares incontrables—o, por lo menos, eso prefiere pensar ante la otra alternativa—. Es un hecho que la fuentes de poder parecieron haberse agotado... Quizás por la desesperación, por la desesperanza, comenzaron los rumores: algún sacerdote había tenido una revelación acerca de Avalon y la Diosa, un paladín invocó un rayo y con su poder eliminó a un enemigo, un oscuro entró en trance al invocar el poder del berseker. Pero no eran más que habladurías, comentarios que nadie podría verificar con testigos o alguna prueba tangible.


Si iba a tener esperanza alguna, prefería encontrarla por sus propios medios.


Desde la confirmación de la nueva Orden del Fénix, la creación de los Lugares Seguros y el acceso a la magia secreta de la organización, realizó varios viajes a Alaska. En algunos estuvo acompañada, en otras sólo contó consigo misma. El objetivo siempre era el mismo: encontrar la Fortaleza Errante. Se la pasaba masticando la palabra que revelaba el lugar oculto. «Vredersbyrd. Vredersbyrd. Vredersbyrd». La repitió tantas veces en voz alta y en el interior de su cabeza, que terminó perdiendo sentido... pero no se permitió olvidarla. Cada viaje terminó de la misma forma, lamentablemente. Se sentía derrotada y se decía que ya era hora de aceptar que la Orden Oscura ya no existía. Nadie más parecía desvivirse por encontrarla, que ella supiera, así que ¿por qué esforzarse tanto?


Los rumores siguieron, por supuesto. Esos días, habían muchos: acerca de la guerra extinta, el Ministro de Magia desaparecido... Pero, lo que le dijo Hobbamock Graves hace unos días no parecía ser un rumor. Aunque, honestamente, tampoco sonaba como algo real. No aseguró haber encontrado nada concreto, pero sí que había conseguido rastrear unas extrañas fuentes de poder mágico, que se movían por Inglaterra. A veces, incluso, bastante cerca de los Lugares Seguros de la Orden del Fénix. Supuso que Madeleine tendría alguna idea, pero la verdad es que aquello no parecía tener sentido. Las fuentes de poder estaban dentro del lugar secreto de cada clan... o, por lo menos, eso suponía debido a que la de la Orden Oscura estaba en el lago sombrío, frente a la Fortaleza Errante. En aquellas aguas heladas y oscuras, fue "bautizada" y recibió sus poderes. Por eso, para ella, encontrar la fortaleza era la solución; suponía que otro baño en el lago, haría el truco. Pero, ahora, parecía haber una alternativa.


¿Acaso los lugares se movía, como lo hacía la Torre Abaddon? ¿O la magia había abandonado la fortaleza, el templo y la isla, y simplemente se había ido con el aire en busca de otro lugar para posarse? ¿O se trataba de un fenómeno extraño, que nada tenía que ver con ellos? Podía tratarse de cualquier cosa y por eso decidió que lo mejor era mantenerse tranquila.


Sí, decidió seguir la pista. Con ayuda de Ellie, rastrearon aquellos pesados puntos de energía mágica y calcularon la ubicación aproximada donde podrían encontrarlos esa noche. Aunque nadie había dicho nada de forma oficial, sabía que los rumores se esparcían como pólvora en la Orden del Fénix.


Ahora Madeleine se aparece en un camino empedrado, a las afueras del Valle de Godric. La noche ya está bien asentada en el pueblo. Los últimos días, lo que fuese que estuviesen rastreando, se había estado moviendo alrededor del pueblo; no pudieron evitar relacionarlo con la reciente apertura de la casa Potter, el nuevo lugar seguro y "casa" para la Orden del Fénix. «Bien, veamos qué es lo que está ocurriendo por acá...». Comienza a caminar, siguiendo el camino hacia un bosque poco espeso. Está vestida con unos vaqueros anchos de talle alto, una camiseta blanca y una chaqueta de pana color verde oliva. Sus botas negras resuenan levemente contra los guijarros incrustados en el pavimento. Sostiene la varita mágica con fuerza, pero la mantiene oculta en el bolsillo de su chaqueta; aunque no tiene la menor idea de lo que le espera, no quiere llamar la atención... bueno, si es que algo ocurrirá.


Se encuentra tarareando levemente, mientras camina. Han pasado algunos minutos y ya se ha alejado bastante del pueblo. Y no ha visto nada fuera de lo normal. Es decepcionante, pero decide aceptar la derrota; no es que tuviera demasiadas esperanzas, honestamente. Decide darse la vuelta y emprender su camino de regreso... pero algo la detiene. Aunque ya no entrena como antes, sigue siendo notablemente sensible; percibe una presencia extraña y familiar.


Levanta la mirada e, iluminadas por la pálida luz de la luna, las observa. Tres figuras altas, encapuchadas. Una es blanca, la otra dorada y la otra negra. O, por lo menos, eso le parece ver con aquella iluminación. Dos de ellas se mantienen tras una, la que tiene la capa negra; ésta última levanta un brazo hacia ella y, de inmediato, la sensación de familiaridad incrementa. Conoce aquella presencia, pero no puede verbalizar de dónde ni cómo puede reconocerla. Como si estuviera en trance, comienza a caminar hacia ella, olvidando que debía hacerle la señal a Hobb.


Pero, de repente, las figuras comienzan a alejarse, más rápido de lo que un humano puede moverse. ¿Qué hizo?

Editado por Eileen Moody

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El mago llevaba ya un tiempo viajando, siempre corriendo detras de alguien o corriendo con alguien detras, el mago siempre se encontraba en movimiento, buscando y buscando pero que buscaba con tanta desesperación?... que era aquello que hacia el exponer su cuerpo de esa manera y no era otra cosa que su padre... el afamado investigador Sherlock Holmes pero como sabia aquel detective que su padre se encontraba en peligro?... era sencillo la marca de Caín habian aparecido en su brazo, aquella magia maldición mitologica que pasaba de generación en generación haciendo que su portador sea presa de un gran poder y a su vez sea maldito con la inmortalidad... y Dick apenas comenzaba a descubrir los limites de su poder, es por eso que el mago tomando un vaso de cerveza en aquel PUB de londres recibio una moneda que solo alguna vez en su vida habia visto...

 

--Avalon...--

 

Como conocia ese nombre si nunca antes había pertenecido en la orden?... como conocía la orden si nunca antes había oído hablar de ella?... como sabia de ella si el estatus del secreto no había sido revelado?... por su padre... su padre le enseño las antiguas leyendas, las aventuras que tenia, el compañerismo y el liderazgo de gente que no le importaba exponer su vida ante los peligros que presentaba exponerse a los villanos... lo que en su mente venia aquellas historias que le enseñaba su padre cuando era niño, pero como toda historia también tenia sus tintes negros... el poder se comenzó a desproporcionar... en el poder entraron personas que veían primero por sus intereses incluyendo solo a unos cuantos, situación que hoy en día sigue vigente, cuando se disolvió fue un golpe duro para su padre...

 

-- Esto es algo que mi padre hubiera querido.--

 

Se decia a si mismo mientras motandose en la motocicleta mágica de su padre empezó a emprender el vuelo hacia el valle de Godric... como sabia eso? porque debía ir ahí... el mago si bien no tenia un completo conocimiento de los poderes ocultos de la orden, tenia una clara noción de ellos, esto debido a las historias que su padre le contaba día tras día, el mago sabia que dentro de la orden existían 3 clanes, los oscuros, los sacerdotes y los paladines, cada uno con su base, la fortaleza, la isla o el templo pero todo eso había desaparecido al momento de disolver la orden... aunque los rumores indicaban alguno que otro mago que seguía dando uso de ese poder no había nada concreto... incluso mi padre en algún momento logro hacer uso de esa magia consumiendo su vida vital a un riesgo que incluso a la marca de Cain se le dificultó sobrellevar... pero entonces a que iba al valle de godric?... iba a la nueva casa segura... los rumores indicaban que un grupo de gente iría en una nueva búsqueda... al parecer 3 espectros estaban apareciendo a determinadas personas en determinados momentos...

 

--Ok... Activemos el turbo.--

 

Decía mientras apretaba un botón rojo y sin decir mas sintió el empujón que lo llevo a una alta velocidad hacia un pequeño poblado que era reconocido en el mundo magico como el nacimiento de aquel heroe que derroto al primer lider tenebroso de la nueva era... el lugar parecia tranquilo, demasiado tranquilo... es por eso que sobrevolando el camino empedrado y avanzando por encima del bosque hacia las praderas donde se suponia que estaba la nueva casa de seguridad la miro a ella... una chica que nunca antes habia visto enfrente de lo que parecian ser 3 espectros... su padre les habia hablado de ellos... eran Thor... Sombra y Diosa... pero en eso sintio un calor provenir de sus antebrazos... no llegaba a quemar pero su calidez no le resultaba familiar... sin embargo noto como algo caminaba por todo su antebrazo... al retirar sus mangas miro como unos tatuajes pertenecientes a la cultura de avalon comenzaban a hacerse presentes... fue entonces que sintiendo la mirada de la diosa sobre el, el mago sencillamente aterrizo al lado de la señorita justo en el momento que los espectros comenzaban a retroceder y tocándole la bocina de la moto a la señorita le arrojo un casco...

 

--No estoy seguro que esta sucediendo, pero a pie no los alcanzaras, SUBE!!!.--

 

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Tiene el rostro demacrado. Lleva caminando, despareciendo y volando más tiempo del que puede recordar. Descansa solamente para limpiarse y para comer. Está cansado, son sus reservas de poción herbovitalizante las que le permiten seguir de pie. No quiere rendirse, no puede rendirse. Cuando por su mente pasa la idea de no continuar, de dar un paso atrás, resuenan las voces en su cabeza. Resistirse le hace daño físico, sabe que la única forma de terminar con aquel dolor es encontrar el origen de aquel poder, de aquella magia.

Le cuesta tiempo entender las señales, que desde siempre, estuvieron presentes en su camino. El viento soplando las hojas de los árboles, desprendiéndolas y llevándoselas. Los destellos en el cielo (producto de relámpagos) de la misma forma, marcando lo que ahora sabe es un camino a seguir. Inclusive la misma noche se ve diferente en algunos sitios, más oscura, como si el negro absoluto se hiciera presente únicamente para mostrarle por dónde y hacia dónde debe ir.

E incluso cuando puede seguir las hojas, los rayos y las sombras le cuesta encontrar a quienes está buscando. Pero con el tiempo logra identificar los patrones, encuentra la forma de poder seguir el camino que está siendo mostrado. Que tanto saben aquellos entes, aquellos poderes, sobre la Orden del Fénix es para Hobbamock un misterio. Sin embargo él algo sabe gracias a los archivos a los que tuvo acceso en cuanto fue nombrado líder de la organización. Deben localizar las aguas de la vida y la fuente del poder que se les fue arrebatado.

Llega al sitio un poco después que Madelaine. Se detiene, van por buen camino.

—El destino nos ha traído al mismo lugar. Hay más gente ayudando en la búsqueda, debemos informarles. Expecto Patronum

 

Su varita mágica se activa. De la punta se desprenden fibras de luz que no tardan en agruparse y formar los tigres que son su patronus. Se alejan con el mensaje.

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No sé explicar porqué estas sensaciones me suelen llegar con un libro en la mano. Esta vez ocurrió lo mismo, con un libro de magia avanzada, mientras reseguía uno de los grabados con la punta del dedo. Al principio, pensé que era algo del mismo libro; al fin y al cabo, contenían algo de magia oscura y varios hechizos de protección en la portada. Pronto descubrí que aquel grupo de pergaminos ajados por el tiempo no era el culpable de mi desazón interior. Era algo... diferente, algo cotidiano, algo que no era conocido pero tampoco desconocido. Era...

 

Era difícil de explicar. Era algo que llevaba sintiendo desde hacía tiempo pero nunca en el grado de hoy. Era... cercano. Eso era. Era un tipo de energía rodeada de energía desconocida que me atraía y repelía a la vez. Era una sensación agradable e incómoda, saciante y estremecedora a la vez...

 

Demasiados antagonismos para mi gusto. Posé los pies en el suelo y dejé un leve rastro de humedad en la silla donde los tenía posados mientras leía. Noté el frío y atraje con mi varita las bambas. Cuando ya estaba a gusto, miré por la ventana. Por un momento pensé que había una neblina de granizo revoloteando por delante de la "Ojo Loco" pero tras un arqueo de ceja y un par de parpadeos, sólo vi el día anodino que había sufrido hoy. El manto de la noche había envuelto el pueblo pero, además de eso, todo seguía igual. Me estremecí y decidí salir con una chaqueta de lana sobre mi delgado jersey de angorina. Los tejanos se pegaron a mis muslos. Había olvidado que hacía frío en Ottery.

 

No volví a ponerme ropa de más abrigo. Aquello que se olía en el aire me recordaba al ozono electrificado de zonas árticas que había visitado en una dudosa y legal ocasión como Directora de Accidentes, hacía muchos años atrás. Sin embargo, un leve deje de manzanas floridas, de olor a GLV en los parterres del parque de la calle central, de petricor inesperado tras un tiempo de sequía... Era algo inesperado y me obligó a cerrar los ojos ante el fuerte y doloroso recuerdo que había provocado: Cye me recibía en la Isla de Avalon en un prieto abrazo.

 

Abrí los ojos y sonreí. Aunque seguía tan ignorante como antes, pensar en Avalon evocó grandes experiencias que afloraron como un río de agua que se escapa del control de los diques. Sonreí y avancé, a pesar del frío, a pesar de la agradable lectura junto a la chimenea, a pesar de no haber avisado a nadie que me escapaba de casa sin apenas ropa de abrigo. A pesar de todo, avancé por las calles de Ottery en busca de aquella fuerza de energía que se asemejaba, entre mezclas irreconocibles de poder, a mi Avalon perdida. Quise avisar a Cye, a Dick, a Xell, a todos los sacerdotes que habíamos perdido la pista de la isla pero... Seguí avanzando hacia las afueras de Ottery para cerciorarme de qué era aquello antes de dar la voz de alarma, antes de infundir esperanzas inútiles. Tenía antes que verlo por mí misma, el origen de lo que sentía.

 

Además, si yo lo había intuido desde mi casa, ¿cómo es que no lo iban a notar mis Hermanos Sacerdotes? Cuando la sensación se hizo tan fuerte que casi se hizo dolorosa, vi a compañeros que también llegaban hacia aquel punto. Sin embargo, no me percaté en quienes eran, no al menos en el primer momento. Mi mirada se perdió en el recuerdo de un ritual de bienvenida y sumisión que sólo había sentido dentro de la Pirámide, en nuestro antiguo templo de la Isla. Aquella espiritualidad era tan potente que jadeé y tuve que frenar el avance. De repente, me sentí desnuda sin mi traje de ceremonia de Suma Sacerdotisa, mi hoz de plata, mi bastón de madera pulida... Todo ello descansaba en un arcón en el desván de la casa. Al menos, me encontré ante... aquella figura... con mi saquito de semillas del Árbol Sagrado de Avalon colgado del cuello. Todos los sacerdotes y sacerdotisas llevábamos uno y, en aquel momento, el tatuaje de mi espalda se había calentado tanto como la zona de la piel donde aquellas semillas tocaban mi pecho.

 

-- Madre Tierra -- musité... No sé si era el nombre de aquella persona o una expresión tan utilizada que me salió así.

 

Puse una rodilla en el suelo y recé brevemente una plegaria íntima. Después elevé los ojos. Después reconocí a los presentes, uno de ellos mi hermano Dick. Las otras dos personas me sorprendieron porque no eran del clan. De todas maneras, ellos parecen interesados en otras figuras tan imponentes como la que me había despertado a mí aquellas sensaciones olvidadas. El líder de la Orden convocaba en aquel momento con su patronus al resto del bando aunque a mí no me hacía falta. Yo ya estaba allá con ellos.

 

De repente, las figuras retroceden y se van, tan deprisa que me quedo quieta, sorprendida. Fruncí el ceño.

 

-- ¡Eh! ¿Quién los ha asustado? -- alcé la voz, por primera vez desde que había salido de casa.

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Vera

Llevaba poco tiempo en la Orden del Fénix y todavía se sentía una extraña. En realidad, no era sólo en la Orden del Fénix donde se sentía diferente y rara. Aún le costaba adaptarse a la rigidez de las costumbres británicas, a la niebla londinense y al té. Ella estaba más acostumbrada al labaznik, que era más dulce y te hacía recuperar mejor las energías. Sobre todo si le añadías una cucharadita de vodka. Eso lo había aprendido en sus años nómadas, como acostumbraba a llamar a la época itinerante de su vida. Sus padres no solían tener labaznik en casa, eran muy pobres y aquellas hierbas eran difíciles de conseguir en la pequeña aldea en la que había crecido, junto al Mar de Kara, en la costa siberiana.

Habían llevado una vida tranquila y feliz allá en Rusia, a pesar del control al que el gobierno mágico ruso sometía a su familia, debido al problema de Sergei, su hermano menor. No había sido algo que le preocupara durante su infancia, al fin y al cabo, era aquel gobierno quien la había mandado a estudiar a Durmstrang, cuando cumplió once años. Pocos niños de su aldea se podían permitir estudiar en un colegio mágico y menos en uno tan lejano y ella había sido una privilegiada. Hasta aquella noche en que la Tragedia rompió su apacible vida en mil pedazos y se llevó su alegría a las lejanas estrellas, junto a sus padres, junto a Sergei...

Vera prefería no pensar en aquella noche cruel. Lo evitaba siempre que podía, aunque a veces era complicado. Las cicatrices de la tragedia no sólo habían empañado su alma, también su cuerpo las rememoraba, a cada paso que daba, con aquel dolor en la pierna izquierda que ella trataba de ignorar, a pesar de la tomara que a veces le resultaba imposible disimular. Y aquella noche el dolor era más agudo y penetrante, mientras recorría lugares desconocidos para ella, tratando de cumplir la misión que le habían encomendado: encontrar las personificaciones de un antiguo poder mágico o, al menos, debía de encontrar a una de ellas si quería ingresar en el Templo de los Paladines. No le gustaba fracasar en nada de lo que se proponía, pero debía admitir que en las largas horas que llevaba buscando, no había apreciado ningún signo, ninguna pista, ningún rastro de poder que pudiera guiarla a su objetivo.

Se preguntó si su ceguera tendría algo que ver con el poco éxito que había tenido en su misión hasta el momento, mientras se ajustaba la oscura gasa que le cubría los ojos y, de paso, le retiraba el largo cabello blanco azulado del rostro. Tampoco es que necesitara llevar la venda en aquella noche de pálida luna. Sus ojos quemados y maltrechos habían perdido sus iris y sus párpados durante la Tragedia, pero cuando los medimagos trataron sin éxito de curarla, le habían dejado unas extrañas pupilas, tan finas que apenas se apreciaban a la luz del sol, pero con una facilidad asombrosa para dilatarse y ver en la oscuridad. Durante el día, la fotosensibilidad que padecía le impedía mirar la luz directamente y tenía que utilizar una venda oscura para dilatar sus pupilas. Por la noche, en cambio, su vista era extraordinaria. Y, sin embargo, no solía quitarse la venda que le cubría los ojos. No era una visión agradable contemplar unos ojos con un iris tan blanco como la esclerótica, unos párpados inexistentes y unas horrendas cicatrices bajo sus cejas. A veces se preguntaba de qué color habían sido sus iris antes de que Sergei... antes de la Tragedia. ¿Habrían sido grises como el ártico? ¿O azules como el cielo de primavera? ¿O tal vez de un verde tan intenso como aquellos días de esplendor en el prado, cuando llegaba el verano y la familia salía de excursión hasta las verdes llanuras, tan lejanas, y cantaban y reían en aquellos largos días en los que el sol tardaba en ponerse hasta la medianoche? ¿O quizás habían sido negros, tan negros como la pena que todavía ahora le atenazaba el pecho?

Había llegado a un pueblecito cuyo nombre desconocía. Parecía un lugar típico inglés, con construcciones de otra época. Tenía un aire mágico, como si todo en él respirara poder. Leyó un cartel con letras mágicas y dedujo que aquel pueblo debía de estar habitado íntegramente por magos. Vera caminó por las calles de aquel pueblo sin rumbo fijo, hasta que las largas zancadas que su alta estatura le permitían, pese a la tomara, la acercaron a la linde de un profundo bosque. El Valle de Godric, pues tal era el nombre de aquel lugar, a juzgar por el cartel que había leído, le recordaba un poco a algunos pueblos galeses que había recorrido durante su época nómada. Aquella no había sido una mala época, después de todo. Había recorrido las tierras rusas, primero, las escandinavas, después, y finalmente había ido a parar a Gales, donde había conocido a Mackenzie Malfoy y ésta le había ofrecido la oportunidad de volver asentarse, la oportunidad de volver a tener algo parecido a una familia, la oportunidad de volver a sonreir. Le debía mucho a la misteriosa y legendaria bruja y por nada del mundo querría decepcionarla. No podía fracasar en aquella misión. No podría soportar el rechazo de todos, una vez más. Había sido expulsada de su aldea, de Durmstrang, de su familia... no, no perdería esta oportunidad. Se esforzaría al máximo, se olvidaría del dolor en la pierna, de su ceguera y hasta de las heridas, más profundas, que albergaba su alma.

Fue entonces cuando un patronus se acercó a ella. Lo conocía. Era el patronus del líder de la Orden del Fénix, su nueva familia, aunque le sorprendía reconocer lo poco que sabían de ella. Por no saber, ni siquiera sabían su nombre completo, Veronika Karanov. Poco importaba, de todos modos. Su linaje mágico podría ser muy antiguo, tal y como había afirmado siempre su madre, pero lo cierto era que de poco le había servido aquel linaje a su familia. Siempre habían sido pobres como ratas y lo mismo podría decirse de sus abuelos, tatarabuelos y decenas de generaciones de ancestros, todos ellos humildes pescadores de una región inhóspita y helada, que poco contaba en el devenir del mundo.

Siguió al patronus hasta llegar junto al Líder de la Orden del Fénix, que se encontraba junto a una de sus lugartenientes y a otra bruja que conocía también del bando.

- Hola -saludó con timidez, haciendo un esfuerzo sobrehumano por no parecer demasiado rara - ¿Habéis visto algo? ¿Alguna pista?

Prefirió, prudentemente, no reconocer que ella apenas había podido hacer otra cosa que deambular por tierras desconocidas sin percatarse de la presencia de ningún poder sobrenatural. Todos eran magos experimentados y con grandes estudios. Ella sólo era una joven sin experiencia que, a sus 23 años, apenas sí había asistido dos a un colegio de magia.

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firma
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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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MADELEINE

 

Comienza a apresurar el paso. No está segura de qué sucede, pero sabe que no puede perderlos de vista. Su mano busca en el bolsillo de su chaqueta la varita de ébano y pelo de unicornio, decidida a usar la magia de ser necesaria; si hay muggles en las cercanías, ya se encargará de modificarles la memoria, pero no se detendrá por los posibles riesgos de sus acciones. Hay ocasiones en las que no puede permitirse dudar. A pesar de que ya no cuenta con la agilidad sobrenatural a la que tenía acceso mediante sus poderes de Oscura, recientemente ha comenzado a entrenar así que puede mantener un trote más o menos decente, considerando su condición física y uno que otro problema de salud. Está concentrada en seguirlos, en tener algo que reportar a Graves... cuando el rumor de un motor a combustión junto al insoportable ruido de una bocina hacen que vuelva el rostro. Se trata de una moto voladora, conducida por un mago desconocido.

 

—¿Qué demonios crees que haces? —musita Madeleine, con el ceño fruncido. No tiene pruebas, pero tampoco dudas: el ruido de aquel traste volador es lo que está provocando que aquellos seres se alejen. Como si no fuera poco, el mago le arroja un casco, pero ella lo desvía con un movimiento de la varita mágica. Qué atrevimiento. ¿Qué sabe él si puede o no alcanzarlos a pie? ¿Y de verdad pretende que se montará en la moto, porque sí? Cegada por su mal genio, empuña la varita con fuerza, olvidando momentáneamente la misión en la que está involucrada...

 

Pero entonces, escucha una voz familiar. Graves.

 

—No estoy segura de que una persecución obvia de resultado —replica, mientras los patronus invocados por el líder se alejan.

 

Repentinamente, se da cuenta de que los acompaña otra bruja que no vio llegar y que también hace énfasis en que aquellas figuras parecen escapar de ellos. El primer impulso de Madeleine es dirigirle una mirada asesina al mago con la moto voladora, por una elección tan poco sigilosa. Sin embargo, es cierto que las figuras comenzaron a alejarse cuando la vieron a ella. «Pero no fue inmediatamente —se dice—. Primero se detuvieron, por uno segundo... y esa figura, la de la capa negra hizo un gesto hacia mi...». Comienza a sentirse preocupada, como si, de repente, fueran ellos los perseguidos. ¿Es una buena idea seguirlos, tan lejos del Valle de Godric y de las zonas que aseguraron? ¿Es una buena idea adentrarse en lo desconocido? Normalmente, diría que sí pero tiene cierta preocupación, pues no entiende muy bien qué ocurre. Están persiguiendo a esos seres porque... ¿por qué? ¿Por una corazonada?

 

«Hay ocasiones en las que no podemos permitirnos dudar».

 

Apenas unos momentos después, se une a ellos otra bruja, guiada por el patronus de Graves. Madeleine la observa brevemente, notando de inmediato que tiene los ojos vendados pero no parece tener problemas de visión, ya que los localizó perfectamente e incluso pudo notar que los seres se estaban alejando. Separa los labios, queriendo preguntar... pero termina sacudiendo la cabeza. Ni siquiera está segura de conocerla y, además, no es el momento para la plática casual. Es suficiente con saber que forma parte de la Orden del Fénix.

 

—Supongo que no podemos hacer nada más que seguirlos —dice Madeleine, luego de unos momentos. No es que ella sea la líder de la misión, si es que hay alguno, pero parece que es la única opción que tienen—. Se fueron por allá —indica, principalmente a la recién llegada ya que los demás observaron perfectamente hacia dónde desaparecieron las tres figuras. Hacia el bosque a las afueras del pueblo, uno que no recuerda que hayan podido explorar todavía.

 

Se palpa los bolsillos, pero no tiene encima el bolso con el encantamiento expansible donde suele traer su Saeta de Fuego. En verdad, no carga mucho encima, además de su varita mágica... Supone que el mago de la moto puede llevar a alguien consigo —ella está demasiado molesta como para ir de copiloto—, así que decide ayudar con algo para los que queden a pie. Levanta la varita y recita el conjuro Corpus Patronus. Frente a ellos aparece un patronus corpóreo con la forma de un hipogrifo, que les permitiría volar y seguir con un mejor ritmo a... lo que sea que estuviesen persiguiendo.

Editado por Eileen Moody

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De pronto mucha gente se hizo presente en tan poco tiempo, su tía sagitas (Dick es hijo de Sherlock), un señor que en su vida había visto y una joven que al parecer tenía los ojos vendados pero sus demás sentidos eran claramente más desarrollados que el resto debido a que se podía ubicar fácilmente... Pero la sorpresa se trataba de aquella chica que de la noche a la mañana había desviado el casco que el mago le había alcanzado algo violento seguido de una amenaza con la varita... Eso en definitiva había Sido innecesario pero de pronto en su mente apareció un nombre, algo que había leído en los apuntes de su padre, al parecer aquella chica lo culpaba por el retroceso de aquellas criaturas, cosa que bajando de la moto el mago fue a buscar el casco arrojado...

 

--Tu fama te precede Madeleine cierto?--

 

Decía en voz alta pero sin siquiera voltear a verla, el mago no tenía intención de pasar más tiempo del necesario con alguien que primero explotaba una iglesia y luego se preguntaba si había alguien dentro, cosa que acercándose a su tía sagitas sin decir mas la abrazo al parecer una nueva misión se mostraba ante el, suponía que lo adecuado era hablarle a su personita especial, cosa que sacando su varita el mago invocó un patronus en forma de ardilla el cual fue directo a la mansión Lockhart en busca de su amiga Karoline (@) sabía que si alguien se interesaría en participar sería ella, cosa que suspirando miro la ardilla convertirse en una esfera plateada y salir disparada hacia el sur.

 

--Ok... Entonces creo que lo único que podemos hacer es adentrarnos en el bosque y seguirlos no?--

 

Decía el mago en voz alta mientras guardaba el casco violentado hace unos momentos en el bolsillo trasero de la moto, mientras que sacaba otro maletín lleno de varios frasquitos y demás objetos que el creía que serían útiles para la misión, técnicamente era una armería

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—Ellas quieren ser encontradas, pero tienen miedo. Son energía pura y están consientes de la capacidad de destrucción que representan. Mientras huyan nos analizan, intentan tomar una desición

 

Su respuesta es bastante aventurada y proviene de la conjetura. Lleva tanto tiempo siguiendo a esos entes que cree que los conoce. Lleva mucho tiempo pensando en porque han dejado señales mientras huyen. No es capaz de formular otra respuesta que le permita entender una huida llena de señales que marcan el camino.

 

Delante de ellos el cielo se parte. Le da paso a la tormenta. De nuevo las estrellas se apagan y los vientos desprenden las hojas de los árboles. Es la primera vez que los tres fenómenos se presentan al mismo tiempo. Hobbamock, al igual que Madeleine, realiza el hechizo corpus patronus para invocar un par de criaturas voladores: 2 Abraxans.

 

—Si, hemos visto algo Vera. Estuvieron aquí pero se fueron, debemos continuar con el camino.

 

Él mismo sube en una de las criaturas voladoras, Harimau es capaz de seguirles el paso corriendo. Con un pequeño golpe en el lateral del animal le indica que levante el vuelo. El otro animal se queda en el suelo a la espera de que alguien suba para comenzar con la persecución.

 

Imagina que las entidad serán encontradas solo cuando ellas quieran. Sin embargo la búsqueda y persecución debe continuar hasta que ellas decidan que termine, hasta que decidan presentarse. Se dejarán ver probablemente, pero se mantendrán huyendo hasta que consideren que es seguro detenerse.

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Varias noches atrás.

La alta figura de Valkyria de pie junto a la ventana, fue lo primero que la morena vio cuando ingresó a la habitación de Sammael. Tenía a su bebé dormido en brazos, lo acercó más a su cuerpo como si deseara protegerlo y no supo si lo hizo por instinto o por que a la mujer que la estaba esperando la rodeaba una energía demasiado oscura. Con delicadeza colocó al niño en la cuna, este se removió entre las mantas, pero no se despertó.

—¿Qué te trae por aquí? —Preguntó intentando no mostrar sorpresa en su rostro ni en su voz, no tenía ni idea de cómo había conseguido entrar y aunque años atrás le habría confiado su vida, desde que la Black Lestrange había atravesado el velo de la muerte, era diferente. Le había bastado una breve conversación con ella para darse cuenta de que no era la misma persona.

—No me digas que no lo has sentido, Kaori, porque sería una mentira. —dijo la bruja sin girarse ni apartar la mirada de la oscura y desolada calle del Diagon, como si esperara que pasara algo y eso empezaba a ponerla nerviosa. Se acercó hacia ella y solo entonces, debido a la escasa luz de la luna que se filtraba por la ventana, vio el rostro de su amiga.

—Por Merlin… ¿qué te pasó? —La piel de la castaña estaba repleta de finas cicatrices que parecían ser líneas, al principio le parecieron que eran solo eso, cicatrices, pero pronto se dio cuenta que tenían un patrón, que formaban símbolos. Bajo la mirada al cuello y luego a las manos de la fémina, estaban por todas partes.

—Las he llevado desde que volví, al principio solo yo las podía ver, pero luego de que un nigromante movido por la curiosidad intentara averiguar que son, han quedado visibles. Ocultarlas me está costando mucho desde entonces—Explicó brevemente. —Pero eso no es lo importante… Pon atención que no tengo mucho tiempo. Lo que nos da fuerza y activa nuestros poderes, la fuente del poder se mueve, no se bien los detalles, pero las señales son claras y no soy la única que lo sabe, pero yo no puedo ir… es peligroso, sospecho que quien me hizo esto —dijo señalando las marcas—Espera que encuentre la fuente… así que debes ir tú. —dijo, al final de la calle la luz de una lampara empezó a parpadear. Un hecho simple pero que Valkyria no pasó por alto.

—No, no puedes venir aquí y pedirme que me una a una búsqueda de la que no tengo nada que ver—Dijo Kaori intentando no levantar la voz —Quiero dejar todo atrás…quiero tener una vida simple, sin peligros ni para mi ni para mi familia… —Olvídalo…— estaba diciendo, pero no pudo continuar pues Valkyria la tomó por la muñeca y la obligó a levantar la mano. Sintió un hormigueo muy suave en la yema de sus dedos, pronto estos fueron cubriéndose de una fina capa de hielo que pronto desapareció

—Sabes que eso jamás pasará y si quieres detener la profecía irás —Dijo mirando al bebé—Informaré a Graves de que a partir de ahora tomaras mi lugar dentro de la orden. Siento usarte de esta forma, pero se de lo que eres capaz, aunque te hayas puesto este disfraz y si de verdad te importa tanto tu familia, como dices, acudirás al llamado cuando el tigre se presente. —la luz que antes solo parpadeaba se había apagado por completo y otras dos más la siguieron. —Se acabó el tiempo…—susurró y esperar respuesta por parte de la Delacour abrió un portal y desapareció.

Actualidad.

El patronus del tigre llegó antes de lo esperado, tenía un bolso listo desde hace algunos días en donde había guardado algunas cosas que quizá le resultaran de ayuda, dado que no sabía exactamente el tipo de misión a la que se había visto obligada, en primera instancia, a participar. Más luego de anaizar la situación se percató de que en realidad era una alternativa para evitar que su hijo y esposo salieran lastimados en el futuro, se había dado cuenta que, en realidad Valkyria le estaba haciendo un favor.
Lo más difícil, quitando el hecho de que Aries no aprobaba lo que hacía, fue separarse de Sammael. Se obligó a si misma a apartar la mirada del bebé y estirar la mano hacía el patronus para que este la guiara al punto de encuentro en donde seguramente estarían más miembros de la orden. Kaori apareció cerca de un grupo de magos, de los cuales solo conocía a Madeleine y Hobb. Las otras dos brujas y el mago le eran desconocidos, pero si estaban ahí, eran miembros del bando y quizá, solo quizá, eran confiables.
Todos o al menos la mayoría estaban sobre animales voladores, al parecer iban a perseguir algo. No deseaba quedarse fuera así que con la ayuda de su varita y haciendo uso del Corpus Patronus hizo aparecer un thestral, aunque no lo hizo volar todavía. Había la posibilidad de que alguien más se uniera a la búsqueda y no quería dejarles muy atrás.
—Sigan… esperaré un poco por si alguien más llega a ultima hora… serán solo un par de minutos — Informó la pelinegra para que ellos continúen, los thestrals eran veloces, así que no le costaría mucho alcanzarlos.
Editado por Kaori Avery.

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