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Juliens
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Avalon era tan bonita... La isla lucía muy bonita al sol, con las olas lamiendo la arena, el verde de los árboles por todas partes, las mariposas volando, los animalitos corriendo con total tranquilidad... Me llené de paz, sonreí al ver todo aquello por segunda vez.

 

- ¡Hemos vuelto, tiita, hemos vuelto! - En realidad, nunca había estado allá con la tía Sagis sino con la tía Cye, a quien echaba mucho de menos. Ella fue quien marcó mi paso de Novicia a Sacerdotisa iniciada, eso no se olvida nunca.

 

Sonaron palabras a nuestro alrededor, por todas partes. La Diosa volvía a comunicarse con todos nosotros. Casi caí de rodillas de la emoción pero me contuve. Hablaba de llevar el objeto al lugar especial y de una agua de la vida. Cuadno se hizo el silencio, me di cuenta que el primo Dick también hablaba.

 

- ¿Por qué te da mala espina? No sé cuál es el sitio de la espada pero el agua de la Vida... ¿Os acordáis? En las ceremonias del templo, en los ascensos y descensos que traían los Líderes, el Agua era muy importante, bañaba a los ascendidos. ¿Se referirá a esa agua?

 

Dick hacía un movimiento extraño con la espada, algo que me sorprendió. Lo hizo más el grito de Sagitas contra él. Me bajé dle hipogrifo. El animal es peligroso cuando se asusta pero más peligrosa es la tía cuando chilla así.

 

- ¿Qué pasa, tía Sagitas? - Me pareció que le enfadada que el primo Dick llevara encima la espada. - ¿Qué más da? Alguien debe llevarla, si la lleváramos entre todos, nos caeríamos.

 

No la entendía. Su rostro parecía odiar en ese momento al primo y temí que pasara algo.

 

Pasaba.

 

Tanto la tía Sagis como el primo Dick se comportaban de forma extraña. Era como sí... Como si vieran algo que yo no veía. El primo Dick parecía pelearse con alguien. Lo mismo sucedía con ella, aunque supe enseguida que se peleaba con ella misma. Estaba horrorizada y no sabía cómo reaccionar. La sentí pronunciar aquel hechizo tan poderoso. Fue entonces cuando supe porqué la Diosa me había hecho llegar con ellos a Avalon, para ayudarles a pasar aquella terrible prueba. Yo no parecía sufrirla, tal vez porque no era mi momento. Así que agarré a la tía a tiempo de verla flaquear, cansada. Sabía que se haría la valiente. Siempre lo hacía pero no era así, seguro que no estaba tan entera como simulaba.

 

- ¡Sí, tía! Todos juntos, llevaremos la espada al templo. ¿Dick? ¡Dick!

 

¿Dónde estaría Ela? ¿También sufriría su propia prueba. Sabía que podía ayudarles así que invoqué varias veces Beltane, para que su poder de buenfuego los curase si estaban heridos, incluso purificarles, para liberarles del peso que llevaban a sus espaldas. Esperaba que funcionara y todos, los tres, pudieran llegar conmigo al templo de la Diosa, con la espada.

 

- ¡Seguir mi voz! ¿Me oís? - Temía que estuvieran dispersos viendo sus demonios internos y no pudieran verme aunque estaba a su lado. No me atrevía a tocarles. - Seguir mi voz, estamos cerca de la pirámide. Venga, vamos... Estamos llegando... Sentir mi voz, seguirme. Yo seré vuestra guía. Ya veo la pirámide. Dentro está el lugar donde dejaremos Excalibur.

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Un Dick había vencido... Tocando el hombro de su prima Xell sencillamente le sonrió... Y tomando la espada como si nada comenzó a cortar todo lo que veía... Y ese era el problema... Caminaba como si nada hubiera pasado... Golpeaba las flores y cortaba cualquier rama que se le cruzará en el caminó... Ni siquiera se había preocupado por ver si todos estaban bien... El hechizo de Xell le habían curado las heridas de la batalla... Por lo que escupiendo al piso sencillamente miro hacia atrás...

 

--Quieren apurarse!!! No tengo todo el día!!! Entregaré está porquería con o sin ustedes!!--

 

Y así se había demostrado que ese no era Dick... Esa era la criatura que estaba en esa maldición... La maldición de caín otorgaba a su portador vida eterna y una fuerza multiplicada hasta por 10... Pero al costo de tu humanidad... Siempre sintiendo odió... Siempre siendo consumido por la obscuridad... Hasta que en algún punto la marca absorve tanta magia obscura que hace que su portador se convierta en una especie de Berseker... En pocas palabras sería un Mr. Hyde con un mal día...

 

--Y si no me iré yo solo--

 

Ese Dick fue el resultado de la pelea interna que tenía consigo mismo... La cual había perdido... Dentro de la mente de Dick todo estaba destrozado... Las plantas, el suelo y en medio de aquel estanque se encontraba el cuerpo flotando del verdadero Dick... Herido... Podría decirse que hasta muerto... Pero no era así... La marca lo necesitaba vivo... Sin el no podía existir el otro y para librarse de ésa maldicion tenían que matarlo 7 veces y sufrir la ira del dios cristiano 7 veces...

 

--Eh!! Ustedes dos!!! A qué templo dicen!!! Dónde esa diosa!!! Exijo su presencia!!!--

 

En la mente de Dick... Todo estaba en silencio... Sencillamente flotaba... Miraba hacia el fondo de aquel estanque en el que había Sido arrojado y solamente veía obscuridad... Algunos reflejos de los rayos de luz pero nada más, sencillamente ya no tenía voluntad de seguir... Y poco a poco comenzaba a hundirse... Necesitaba algo...

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Mientras caminaba hacia el interior del Templo Paladin, Vera sentía una fuerza en su interior que casi la elevaba del suelo, haciéndola sentir apenas la gravedad. Era como si el trueno bramara en su interior y el rayo relampagueara en un corazón que nunca antes en su corta vida se había sentido tan fuerte, seguro y vibrante. Muy pronto descubrió, conforme se adentraba más en el interior del Templo, que aquellos sonidos y visiones no eran solo una visión interior. El Templo era enorme, con altas columnatas sosteniendo un techo abovedado de un cristal tan fino que Vera tenía la sensación de estar en el exterior. En lo alto de aquella altísima bóveda de cristal las nubes se arremolinaban alrededor de un enorme ojo de tormenta. Los rayos iluminaban el cielo que, de una forma antinatural y desconcertante, estaba plagado de vibrantes estrellas. Los sonidos del trueno y la lluvia eran una suave melodía que ambientaba toda aquella estructura en el poder de Thor. Hobbamock se encaminaba en aquellos momentos hacia la estatua, dispuesto a depositar allí a Mjölnir y cumplir con ello el propósito que les había llevado hasta allí. Mackenzie, por su parte, recorría el Templo Paladín, escrutando cada rincón, como si buscara algo, pero a Vera no se le escapaba la mirada de admiración y asombro en la legendaria bruja.

 

Cumplido su propósito de llevar hasta allí a Mjölnir y viendo que Hobbamock estaba ocupado en lo importante, Vera prefirió seguir su instinto y adentrarse en una zona que la llamaba especialmente. Era un campo de entrenamiento, situado en un patio interior del Templo Paladín. Vera observó que en aquel patio de entrenamiento la bóveda que lo cubría podía abrirse al exterior con facilidad, dando paso al cielo abierto. Extendidos en hileras, varios maniquís de entrenamiento e hileras con numerosos tipos de armas indicaban el propósito de aquel lugar. La bruja estuvo tentada de ponerse a hacer ejercicios al instante, movida por alguna fuerza que la impulsaba a ello. Pero aunque aquel instinto era fuerte, había otro dentro de ella que lo era más aún. Algo en su interior le decía claramente que avanzara.

 

El patio estaba rodeado de arcos de medio punto, como si fuera el claustro de un antiguo monasterio. Las paredes estaban adornadas con frisos al oleo que mostraban imágenes de antiguos paladines entrenándose y luchando. También pudo admirar alegorías de lo que a Vera no le cupo duda que eran representaciones de la Justicia. Bellas imágenes de Mjölnir y Thor destacaban en aquel conjunto de pinturas. Detrás de los arcos, un pasillo interior conducía a diversas estancias, algunas con las puertas abiertas. Vera avanzó hacia una de ellas de la que manaba un extraño resplandor azulado. Al penetrar en ella, comprobó, muda de asombro, que el lugar era una herrería. Varias forjas se disponían junto a 10 hornos dispuestos ordenadamente en hileras al fondo de las dos paredes laterales. En el centro de la sala, varias mesas repletas de herramientas y armas con distintos grados de elaboración indicaba que la herrería no estaba abandonada, al contrario, algunas herramientas se movían solas aquí y allá, ora perfilando la empuñadura de una espada ora afilando el filo de un cuchillo ora tañendo el metal. Incluso los hornos estaban en funcionamiento y, si uno escuchaba con atención, podía oír el chisporroteo del metal caliente al templarse en el agua o el característico dum, dum, dum, de los martillos al forjar el metal.

 

Y, sin embargo, la herrería estaba solitaria, todas las herramientas y maquinaria parecían trabajar por sí mismas.

 

—Bienvenida, Paladín. —Una voz sonó frente a Vera, aunque esta no podía distinguir de donde procedía. No había nadie allí.

 

—Gracias. ¿Quién eres? ¿Porqué no te dejas ver?

 

Una pequeña risa condescendiente sonó desde el mismo lugar del que parecía proceder la voz.

 

—Soy Höōr, el Æsir ciego. A menudo me olvido que a los humanos les gusta ver. —La figura de un hombre joven, de figura atlética y musculosa y de una impresionante belleza nórdica, se hizo patente para Vera. Estaba sentado en una de las forjas, templando en aquel momento un Tambō que Vera pudo reconocer. Era el arma que habían usado para hacer aparecer el Templo Paladín, manipulando los campos magnéticos. La bruja la había utilizado también para atraer la llave mágica del templo. —Aunque a ti, realmente, mucho no deberían importante las improntas que la luz deja en la materia. —Añadió Höōr, escrutando desde sus ojos ciegos, de un prístino blanco, los ojos vendados de Vera.

 

La bruja no respondió. Se limitó a acercarse hacia la forja en la que estaba trabajando el Æsir y, al hacerlo, por un breve instante vislumbró pequeñas figuras de luz, casi transparentes, pero tan iridiscentes como un relámpago en mitad de una oscura noche. Miró sorprendida hacia el Æsir junto a ella, que ahora le entregaba a ella el Tambō a medio elaborar, como si quisiera que Vera terminara el trabajo.

 

—Son los Duendes de la Tormenta, no suelen dejarse ver por nadie. Eres afortunada, Vera. Puede que con el tiempo se acostumbren a ti, quién sabe.

 

—¿Sabes mi nombre? —Vera estaba un tanto extrañada. A duras penas llegaba a comprender las palabras de aquel herrero que, a pesar de su belleza y juventud, Vera sentía que tenía más años que el propio mundo. —Esos duendes de la tormenta, ¿son los que forjan las armas?

 

—Por supuesto que sé tu nombre. Y también el de Hobbamock y el de Mackenzie y el de todos los paladines que accederán a la Herrería Sagrada a lo largo de los tiempos. Todos ellos están escritos en el Libro del Herrero. Y no, los Duendes de la Tormenta sólo ayudan a forjar las armas e impregnan con su espíritu guerrero la magia de los forjadores. Incluso yo tengo mis limitaciones, aunque posea todo el conocimiento. Pero, aunque estoy atado a este mundo por la voluntad de Odin, mi padre, y vinculado a esta Herrería Sagrada por la Justicia que condena mis errores en vida y la trágica broma que costó la vida de mi hermano, no pertenezco del todo a este lugar. En ocasiones, cuando mi padre y mi hermano están en paz, casi siento que puedo acceder al Valhalla. Pero aún no es tiempo para mí —añadió con tristeza. —Sólo los Paladines pueden forjar armas en esta Herrería Sagrada y creo, Vera, que tu ya sabes lo suficiente del Tambō para poder forjarlo.

 

Verá sujetó en sus manos el arma que le entregaba Höōr. Era un Tambō a medio forjar. Tenía ya su forma característica, pero al examinarla con todos sus sentidos, Vera supo en el acto lo que le faltaba aquel Tambō para estar terminado: un temple extra, su propia mano amartillando el filo y, sobre todo, imbuir el arma con la fuerza de toda la energía de la tormenta que era capaz de percibir en aquellos momentos. Inspiró hondo y miles de rayos azules y blancos fluyeron hacia ella desde todas las direcciones. Vera supo que estaba conectada en aquellos momentos con los Duendes de la Tormenta. Extrajo su poder y condujo toda aquella energía hacia el Tambō, que vibró intensamente y refulgió de forma cegadora. Vera templó, amartilló y forjó hasta que el arma estuvo completa.

 

Cuando el proceso terminó, un magnífico Tambō de empuñadura plateada, con brocados rúnicos, brillaba en su mano. Vera soltó la energía que había concentrado en su interior y se permitió exhalar el aire satisfecha. Acababa de forja su primer arma.

 

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firma
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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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Poco a poco iba recuperando el control de la situación, interna por supuesto, con lo que me volví a erigir como la persona fuerte que solía representar. Aún así, Xell me conocía mejor que yo misma y analizó con precisión lo que me sucedía. Lo que nos sucedía, pues yo no había notado que Dick había tenido la misma lucha que yo. Intenté verle pero tuve un ligero mareo. Había olvidado que aquel hechizo consumía demasiada energía.

 

-- Tengo que descansar. Sólo un segundo, Xell... -- murmuré, respirando lentamente para ir recuperando fuerzas. -- No grites tanto, estoy a tu lado.

 

Eso es lo que pretendía pero la muchacha no dejaba de gritar casi a mi oído y ese sonido era molesto. Así que me levanté y la seguí. Tal vez así se callara. Algo iba mal. No sabía bien qué, bastante tenía con intentar seguir el ritmo de Dick y Xell (y supongo que también de Ela, no puedo asegurar a estas alturas si estábamos todos; estaba demasiado cansada para girar la cabeza y comprobarlo)

 

-- Sí, sí, dejaremos a Excalibur. Entendido... -- respondía, con la cabeza baja, preguntándome porqué no podría ir a buscar una cama en el templo; seguro que aún se conservaría la celda con aquel camastro incómodo en el que dormitaba por las tardes, hacía mil años de aquello...

 

Bostecé un poco y lo interrumpí al sentir las duras palabras de mi Hermano. Ahora sí levanté la cabeza. Ahora sí que presté atención al camino que llevaba al templo, cuya pirámide era ya visible. Ahora sí noté que algo iba mal y busqué qué era. Corrí para adelantar a Dick y me paré, poniéndome delante de él, con las piernas separadas y los pies afianzados en el suelo (por cierto, ¿dónde habré dejado mis bambas? Espero no perderlas, son mis preferidas) y con los brazos extendidos, para pararlos a todos.

 

-- ¡Un momento! ¿Por qué sostienes así la espada? Excalibur se merece un respeto.

 

(Si la llevara yo, la lustraría para que brillara y no permitiría que nadie la usara como él lo está haciendo)

 

(¡Calla, Sagitas!)

 

-- ¡No puedes cortar las plantas de esta manera!

 

Miré fijamente a Dick y, ahora sí, le miré atentamente, usando el poder que se suponía que había tenido, que tendría en su momento, que recuperaría algún día. Le vi.

 

-- Tú no eres mi sobrino. Eres mi sobrino, bueno, sí, pero no eres el Dick digno de entrar en el Templo. Dick no está aquí. ¿Dónde está mi sobrino?

 

Bueno, yo me entiendo, y espero que Xell y Ela también... Moví un poco los dedos de mis manos en un gesto nervioso, como el pianista que calienta los músculos para iniciar su trabajo. Algo así... Sólo que yo no iba a tocar una sinfonía. Iba a defender Avalon.

 

-- A la Diosa no se le exige su presencia. A la Diosa se la encuentra en el camino y la demuestras que entiendes sus enseñanzas. Tú... No... No eres el Dick que venía antes con nosotros. ¿Cómo has dejado que te ganara? Esta era tu prueba, vence tus miedos, y ahora te han poseído.

 

Si alguien me entendía, que se uniera a mí para impedir que entrara en la pirámide o estaría todo perdido.

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Kaori M.

Al parecer tenían que ser las dos juntas quienes pusieran el Grimorio en el lugar donde pertenecía, así que sin dudar tomo el pesado libro, por un lado, en un inició le costó un poco coordinar sus movimientos a los de Madeleine, pero al poco rato lo consiguieron.

Apenas el Necronomicón tocó el altar el vaho negruzco que las estaba envolviendo desapareció y sintió un impulso de desaparecer de ese lugar ¿Pero a dónde? ¿Solo ella lo sentía? Levantó la mirada hacia su compañera de clan y se dio cuenta de que le pasaba lo mismo, además de que le hizo notar que ya no podía hacer uso de los poderes que hasta hace unos minutos atrás había sido capaz de dominar y usar.

—¿Baño…? —Preguntó con algo de confusión y luego recordó la fuente que habían visto cuando llegaron, además de las palabras que Sombra les había dicho.

 

Casi al mismo tiempo Kaori y Madeleine desaparecieron de la biblioteca, dejando atrás la estancia y el libro que esperaba algún día tener el suficiente poder para poder leerlo y sobre todo usarlo. El viento gélido del exterior les dio una vez más la bienvenida y para sorpresa de la bruja el agua de la fuente ya no estaba congelada, parecía un oscuro espejo de lo quieta que estaba, más cuando se acercó no pudo ver su reflejo.

—Se ve helada y muy profunda… —Comentó la pelinegra, algo le decía que debía sumergirse en esas oscuras aguas si quería obtener de forma permanente los poderes que Sombra le estaba dando a la Orden Oscura, sería como una iniciación.

—Bien… supongo que voy después de ti. Después de todo esta sería la segunda ves que lo haces ¿Verdad? —comentó aun mirando hacia la fuente.



@@Ellie Moody

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En un principio Dick parecía sorprendido, luego ofendido y al final había adoptado una pose de ofendido, pero poco a poco sencillamente comenzó a sonreír... A medida que se acercaba a la peli morada Piel comenzaba a tornarse palida... Sus ojos poco a poco comenzaban a tornarse rojos... Como su la sangre de aglomerada en ellos...

 

--Pero tía sagitas soy yo... Dick Grayson... No me reconoces!?--

 

Más falsa esa voz de infante no podía ser dónde mirandola por un segundo no pudo contenerse más y comenzó a reírse descaradamente enfrente de ella y sin perder tiempo le intento dar una fuerte cachetada guajolotera que de ser acertar mínimo al suelo si iba a parar y como si nada seguiría caminando hacia el templo mientras volvía a reír...

 

--Eres perspicaz bruja... Pero me temo que el patético de tu "Sobrino" ni siquiera tuvo una oportunidad real desde el principio... Se enfrascó tanto en ser alguien que no es que sin saberlo había perdido la batalla desde el primer día Jajaja jajajaja patético--

 

Dicho eso miro de reojo a la rubia u señalandole con la espada más que nada en tono amenazante por si se le ocurría retarlo siguió caminando... En la mente de Dick... El Dick bueno seguía hundiéndose en ese pozo... La obscuridad cada vez se apoderaba de el... Cada vez más y más su bondad era consumida... Cada vez más y más sus ansias de vivir estaban desapareciendo... Dónde por un momento cerro los ojos y en el siguiente por sorprendente que parecía se encontraba en una playa paradisíaca con su camisa hawaiana y demás artilugios... Dónde su mayor sorpresa fue el sonido de una bebida comenzando a acabarse y sin emitir ningun sonido esa otra persona sencillamente hablo:

 

SH: -- eres patético hijo...--

 

Y así lo que parecía fuera una eternidad toda la sabiduría, reclamos, regaños y lágrimas de machos que el autor de esta historia guardara para la siguiente misión de bando que si no se acaba el material (XD)

 

--Diosesucha!!!! Dónde estás!!? Tengo tu espadita... Ven a jugar con papi Berseker!!--

 

Mientras en la mente de Dick su cuerpo poco a poco comenzaba a salir del estanque... Hasta que llegó un momento dónde saco la cabeza y tomando aire miro lo que debería ser su reflejo pero en vez de eso miro el reflejo de su padre... Sherlock Holmes sonriendo para después desaparecer... La última batalla iba a comenzar..

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Avalón estaba allí, parecía mentira y sin embargo veía a sus hermanos atravesar el portal, oía a Sagitas apremiarla para que no quedará atrás y entonces en el último segundo corrió y tomó la mano que le ofrecía, en un instante pisaba la blanca arena, escuchaba el susurro de las aguas y veía a lo lejos la gran barrera arbórea, tupida, fuerte e infranqueable, allá debía estar ese guardián que la Potter mencionaba con vívida emoción, tras éste, el templo sagrado y los misterios que su prima Cye le insinuó pero nunca le contó abiertamente.

 

De pronto todos se habían quedado quietos, mirando hacia el mismo lugar y entre ellos y eso que miraban a la distancia, la figura de la diosa volvió hacerse visible y escucharon un nuevo mensaje, Ela tembló Soy el alfa y Omega, el principio y el fin. Al que esté sediento, le daré de beber libremente de la fuente del agua de vida pero las palabras que siguieron eran aún más importante o por lo menos representaban un compromiso una responsabilidad monumental.

 

Todo sucedía demasiado rápido para la tranquila y analítica Karoline, un momento sus pies, a pesar de las sandalias, se ponían en contacto con los finos granos de arena y al siguiente estaba sobre el hipogrifo de Dick, sintiéndolo a él tras de sí, con una perturbadora cercanía que no recordaba haberla propiciado, pero su mente había sido tocada de forma misteriosa días atrás. Y luego solo ella y la criatura de la que descendió, algo se movía allá adelante, quería correr, alcanzarlo, comprenderlo y superarlo, ¿sola? ese era su talón de aquiles, había crecido,caminado y actuado prácticamente toda su vida sola, que la individualidad casi era parte de sí, pero Avalón era un todos, la unidad de todas las mentes, poderes y elementos, un clan.

 

Tragó saliva, frotó con la diestra su garganta y comprendió que para continuar debía desprenderse de aquel lastre como si de un ropaje viejo e inservible se tratará, pero ¿Cómo? se preguntó y la respuesta vino a ella en un susurro como traído por la brisa fresca y renovadora, algo la calentó de pies a cabeza, de exterior a interior, tocando cada fibra, cada sentido, quemándola sin arder y consiguiendo la sanación y purificación que necesitaba y que la diosa le otorgaba a conciencia plena de que era un conocimiento que podía acompañarlos siempre, supo entonces, alguno de los que se habían embarcado en este viaje convocó un Beltane que la alcanzó.

 

Agradecimiento fue lo que floreció en su corazón por aquella liberación, fue entonces que noto los gritos de Xell intentando mantenerlos concentrados, la respuesta de Sagitas y las órdenes de Dick, quien parecía otro, avanzaron uno tras otro, y Ela se detuvo un momento, acarició a la criatura y le pidió que esperará, que jugará hasta que se le requiriese, el animal pareció comprender y se quedó atrás.

 

La forma en que Dick actuaba no era correcta ni cercana a lo que la pelirroja recordaba de él, pero la falta de respeto hacia la espada, las plantas y la diosa cruzaron el límite aceptable, Sagitas fue la primera en ponerlo en voz alta, y Avalón en responder al desafío del usurpador, de la nada más y más vegetación crecía por cada rama que la espada cortaba impidiendo llegar al templo, no es que no reconociera el objeto legendario, sino que no aceptaba el uso imputado por la energía tras este.

 

--¡Miren!-- pidió la sacerdotisa, señalando en dirección al templo, una figura de hojarasca se movía sincronizada con el actuar de la espada, escudando el templo, ¿acaso los sacerdotes pasaron que lo esquovarian? pues no.

 

En un momento avanzó hasta tocar el hombro de Dick, el contacto se mantuvo y ella le pidió --Dick vuelve, te necesito...te necesitamos-- en el gesto y en las palabras había una petición, nunca una exigencia, nacida de la humildad y cargada de amor fraternal y con aquel gesto espero a que Xell y Sagitas la ayudarán, estaban tan cerca...

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Sabía que era peligroso pero, ante lo sucedido, creo que era la elección más lógica. Mis ojos se achicaron cuando Dick confesó con ese tono falso y orgulloso que él no era él. Que era Él, dispuesto a enfrentarse a la misma Diosa y destruir Avalon.

 

Por ello, mi mirada se achicó y se centró en esa figura. Notaba la presencia de Xell y de Ela Karoline pero ambas tenían un aura pura que poco podría hacer contra aquella figura oscura. Mi Sagitas reprimida era la que necesitábamos ahora para enfrentarnos a aquella energía maligna de Dick que estaba delante de nosotras.

 

(Te domino.)

 

(*sonido de sonrisa forzada* Me... dominas...)

 

Era la mejor promesa que me arrancaría. Tendría que arriesgarme con eso. Como bien había señalado Karoline, el Guardián de Hojarasca estaba delante, impidiendo la entrada; Avalon reaccionaba, cercando con vegetación nueva la que había sido sesgada con la Reliquia, contrarrestando el mal uso que había hecho mi sobrino. Por las buenas, no íbamos a cruzar aquel reto y colocar la espada en el altar. Cerré un poco los ojos, ignorando las provocaciones de Dick, y la liberé.

 

Sagitas estaba aquí de nuevo. Yo, esa parte rabiosa y explosiva que luchaba por tener cautiva, controlada. Alcé levemente la barbilla y no pude (...No quise...) evitar el convertirme en una mandona.

 

-- Ela, detrás de mí, hay que convencer al Guardián de Hojarasca que nos deje pasar y tu aura es pura, como la de Xell, pero a ella la necesito para otra cosa. Tú -- a Xell --, usa tu poder del aire para -- olisqueé; en este estado multisensorial, distinguía los aromas de la isla y notaba el alma buena (porque la tenía, lo sabía, sólo que ahora mismo estaba derrotada) cerca del agua, por cierto, el poder de mi sobrino, si se acordara de eso... -- acercarlo hasta aquí. Ha de entrar en el templo. Y tú, bravucón...

 

Tuve que refrenar un poco las palabras que se agolpaban en mi mente. Debía controlarme o sería peor el remedio que la enfermedad. Ela reaccionó a razón del alma pura que era y seguro que Xell respondería como ella. Al fin y al cabo, el Clan éramos todos y Todos permaneceríamos unidos, ayudándonos. Yo medio sonreí y una mueca de rabia y decisión llenó de energía mi cuerpo y, sobre todo, mi mano.

 

-- Mi Dick no es patético. Ya es alguien. ¡Es Sacerdote de Avalon! ¡¡Y no puedes hablar así de la Diosa, cabezadestreelerconpatas!!

 

Conozco los hechizos, supongo que siempre los he conocido y que, de alguna manera, se habrían quedado olvidados, aprisionado entre los pliegues de mi memoria. Pero en aquel estado, nada me era privado. Era como si el descontrol fuera suficiente para acceder a todos mis conocimientos, activos u olvidados, presentes en mi cabeza. Así, golpeé el aire con mi mano, invocando sin querer (...Queriendo, Sagitas... Queriendo...) la Lanza de Assal, que salió como una explosión espiritual impulsado por la rabia que sentía. Salió, sí, con ese ímpetu que me dominaba pero tal como la vi llegar al cuerpo de Dick, boqueé.

 

-- ¡No, no, Diosa, no! No quería matarlo...

 

Puede que la Diosa se apiadara de mí... Puede que Avalon me ayudara pues no se puede derramar sangre en la isla, no se puede matar... (O puede que, siendo lógicas, querida Sagitas, estás demasiado cansada aún de tu hechizo anterior, tus fuerzas están mermadas... ¿Es qué no has aprendido que descansar es vital tras una Purificación Espiritual?) Dick quedó clavado en el suelo con aquella lanza, ahora física (¿cómo era posible? ¿Es qué en Avalon todo es posible, en realidad?), retenido en la entrada. Sentí el deseo de matarlo, acabar con él, acabar con el peligro (acabar con un enemigo más, Sagitas, ¿qué más da?) Me sentía poderosa y con fuerzas de usar un hechizo mortal que lo rematara. Moví la varita en mi mano, sin recordar si llevaba tiempo en ella o acababa de agarrarla.

 

Sonreí maléfica.

 

Borré la sonrisa. Debíamos entrar en la Pirámide. Si acababa con él, el Guardián me destrozaría y nunca acabaría mi cometido. No podría ayudar a mis Hermanas a cruzar el umbral y llevar la espada al lugar que le correspondía. Tal vez yo no lo mereciera pero ellas sí. Y teníamos que ser todos juntos quienes entráramos.

 

Mi espalda rozó la maleza que conformaba el cuerpo del Guardián de Hojarasca.

 

-- Petrificus Totalus -- dije, finalmente, señalando al inmovilizado cuerpo de Dick, el Malo.

 

El cuerpo desapareció. Por mi decisión, tenía paso libre al interior de la pirámide.

Editado por Sagitas Potter Blue

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La Pirámide estaba cada vez más cerca y yo alentaba a los tres a que me siguieran. ¿Por qué a los tres si Karoline parecía no haber desarrollado los problemas que mi tía Sagis y el primo Dick? Éramos un grupo y teníamos que seguir como grupo. Sin embargo, Dick no parecía sentir lo mismo y sus palabras se hicieron muy duras. En mi afán de seguir avanzando, no le dije nada pero me extrañó mucho que usara esos insultos que nunca le había oído. Siempre había sido muy amable conmigo. Además, la tía Sagitas parecía caminar cansada, como si hubiera perdido la energía por el camino.

 

- ¿Qué estás diciendo, Dick? No puedes mencionar el Nombre de la Diosa de esa forma tan sacrílega.

 

Es que su tono subía y subía y cada vez era más un insensato. Sagis también se dio cuenta y se interpuso en su camino. ¿Había perdido la cabeza? Sus palabras fueron un trabalenguas. ¿Qué si era su sobrino o si no lo era...? Aunque se estuviera volviendo loca, más loca, tenía razón en una cosa: no se puede exigir la presencia de la Diosa. Ella está presente en cada brizna de hoja, en cada semilla, en cada animal, en cada ser vivo de la isla. Dick empezó a reírse y...

 

- ¡Ay Madre!

 

Dick afirmaba que Dick había perdido... ¿Es qué también se había vuelto loco?

 

- ¡¡Ooooh!! - entendí de golpe, como si alguien me hubiera explicado al oído la solución de lo que estaba pasando en los últimos cinco minutos. Karoline gritó, señalando al Guardián de Hojarasca, quien protegía el Templo. - ¡No nos dejará pasar!

 

¿Y quién se lo iba a reprochar? Éramos cuatro y dos estaban luchando contra demonios internos. No conocía el caso de mi primo pero me sentía muy orgullosa de la tía Sagis. Ella sabía cómo era y quién era y, a pesar de ello, luchaba por seguir perteneciendo a aquella pequeña comunidad que éramos, porque sabía que ella era buena. Lo demostraba con sus actos y sus palabras.

 

Me pregunté qué es lo que había hecho Karoline para superar la prueba. Tal vez no había sido tan visible como la lucha de estos dos sacerdotes como eran Sagitas y Dick. Ella puso la mano en el hombro del primo y le pidió que volviera. Yo no lo hice al instante. La tía Sagis volvía a cambiar aquella cara cansada a otra dominada por la ira. Conocía esa transformación, ¿podría contenerse y no ser explosiva? Decidí unirme a la petición de Karoline:

 

- Te necesitamos, primo Dick. Vuelve con nosotros.

 

Tal vez a la chica pelirroja le extrañara que Sagitas se pusiera a dar órdenes. Yo sabía que era una forma de controlar la situación, que no es que se estuviera poniendo en un nivel de líder ni nada de eso. Sabía que tenía un plan.

 

Aunque no me esperaba lo que hizo. Mandó a Karoline a ponerse detrás de ella, alegando que su aura pura convencería al Guardián de Hojarasca para abrirnos el paso. A mí me dijo que acercara a alguien con el poder del aire porque debía entrar en el Templo. Miré a los lados, ¿a quién si allá estábamos los cuatro?

 

- ¿Qué hace tía? - Grité muy asustada. Sagis se había enfadado tanto que había lanzado una invocación terrible contra el primo.

 

Aquel resultado tampoco me lo esperaba. Aquella invocación sólo funcionaba contra enemigos de la Luz y del Clan. El primo Dick quedó clavado por ella pero...

 

- ¡¡Ooooh!! - mi segunda exclamación de sorpresa en un corto intervalo de tiempo. - Entonces, el primo...

 

El Guardián de Hojarasca se movió, el crujido de sus ramas y matojos parecían señalarme algo. Fue cuando le vi. El primo Dick, el verdadero primo Dick, salía del agua, no muy lejos de nosotras.

 

- ¡Ay, ay, primo! ¿Cómo...? - Miré al cuerpo de la lanza y.. ¿Cómo no me había dado cuenta antes? Era una esencia, no el cuerpo real, era la... lanosé llamado demonio del primo que intentaba luchar contra nosotros, su espiritualidad maligna. No lo entendía bien. Entendía que el primo Dick estaba allá, presto a presentar batalla y que la tía Sagis lo sabía. Se refería a él cuando dijo que le ayudara a entrar. -¡Primo, espera, te ayudo!

 

No había tiempo así que aparecí a su lado y le agarré. Estaba todo mojado, cansado y supongo que por dentro, anímicamente, estaría mucho peor que como presencia. Lo tomé en brazos. Pesaba así que no podría arrastrarle hacia nuestras Hermanas. Hice una desaparición conjunta y llegué al lado de Karoline y de Sagitas en el momento justo.

 

- ¡No, tía, no lo mates! - No entendía mucho el tema de la parte buena y mala que los dominaba a ambos pero era sabía que era muy difícil ser siempre la tía buena que podía elegir. Esperé para ver qué hacía y lancé un suspiro. - ¡Gracias!

 

No sé si oyó mi suspiro pero el Guardián de Hojarasca se había movido y nos dejaba pasar.

 

- ¡Karoline, ayúdame con Dick! Está herido. Espera, recoge la espada, no podemos dejarla fuera.

 

Y así, todos entramos en la Pirámide de Avalon y Excalibur entró en recinto sagrado.

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En la mente de Dick la pelea había comenzado nuevamente... Después de esa plática motivadora con el recuerdo de su padre comprendía lo que había hecho mal... Toda su vida había querido ser su padre, pero había llegado el momento de querer ser el mismo, por lo que tosiendo un poco de sangre comenzó a caminar hacia afuera del estanque... Su mirada era sería... Estafa enfocado... En su mano izquierda tenía de nueva cuenta excalibur... Ni siquiera sabía cuándo la había recuperado... Pero sin esperar alguna burla o comentario el mago se abalanzó sobre el Dick malo dándole una patada en la quijada que lo hizo retroceder...


--Jejejeje, que buen golpe niño--


Decía el Dick malo iniciando así el segundo raund... El ataque de su tía había hecho que Dick perdiera el conocimiento en el mundo real siendo transportado al mundo de fantasia creado por la mente de Dick... por lo que en esta ocasión comenzaron a intercambiar una serie de golpes karatekas que facilmente podrian fracturar los huesos de mas de un hombre, por lo que al estar completamente en silencio los golpes se podian oir en esa isla inexistente... fue entonces que en un movimiento poco inusual y aprovechando una confusión provocada por la voz de Ela, Dick atravezo el corazon del Dick malo con excalibur, la cual comenzo a brillar empezando a desintegrar asi el cuerpo de ese monstruo.


--No te libraras tan facil de mi Dick... sigues siendo igual de patetico... la obscuridad siempre vuelve!!! siempre... inclusive en tus peores pesadillas... siempre estare ahi!!.--


Y asi fue como aquel Dick malvado desaparecio... a todos le gustaria decir que para siempre, pero el solo hecho de ser el portador de aquella marca sabia que lo volveria a ver temprano... fue entonces que en el mundo real, la lanza que le habia lanzado su tia se habia esfumado... dejando una herida abierta en pecho.. bastante cerca del corazón a decir verdad... cosa que agradecido porque de haber asestado sufriria la ira del dios cristiano que le lanzaria rayos hasta matarlo por completo...


-Gracias prima... yo... lo siento tanto... tía... Ela... por favor perdónenme... eh sido patético... y deje que la obscuridad se apoderara de mi... yo... olvide que el verdadero significado de ser un sacerdote es esto... la unión... la familia...-


Y sonriendo cayo al suelo trayendose consigo a la prima @@Xell Vladimir Potter Black al suelo... ah decir verdad cualquiera diria que Dick tenia un gusto culposo por caer siempre a sus brazos... pero en esta ocasión gracias a la marca la herida ya estaba comenzando a cerrarse... y aun asi el cuerpo de dick estaba destrozado... habia perdido toda fuerza magica y fisica... pero aun sabia que tenia una ultima misión... tenian que dejar la espada en el altar... pedir disculpas... y ya despues... solo despues... pensar en comer pastel para festejar...


--Me ayudan... mis piernas no responden...--

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