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Juliens
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Ante ellas se extiende, calmo, ya sin el más mínimo rastro de hielo, un lago de aguas oscuras. Un espejo sombrío. Madeleine camina lentamente hacia las aguas, sintiendo la tensión creciente en el aire; se agacha e intenta observar en el interior, pero no puede ver nada, ni siquiera su propio reflejo. Se siente tentada a tocar el agua con una mano, pero se detiene. Tiene la sensación de que Kaori se siente desorientada, y no es para menos. Ella también se sintió así cuando el comandante de la Orden Oscura, en un tiempo en que existían los comandantes de clanes, anunció que se llevarían a cabo las iniciaciones; no tenía la menor idea de lo que le esperaba. En verdad, al día de hoy, al pensar en aquel día se sigue sintiendo confusa sobre lo que pasó cuando se sumergió en las aguas; de lo que está segura, es que la Madeleine que salió de ellas no fue la misma que entró. Algo cambió en ella y nunca volvió a ser la misma... Pero era algo bueno. Era evolución, era crecimiento.

 

Luego de meditar silenciosamente al respecto, separa los labios para responderle a la bruja con la voz ronca y la mirada perdida en las aguas oscuras.

 

—Creo que también será la primera vez para mi —dice con firmeza.

 

Madeleine se quita la chaqueta de pana verde, las botas negras y los calcetines vergonzosamente agujereados, quedándose con los vaqueros de talle alto y la camiseta blanca. Tampoco es necesario desnudarse —desea que Kaori no sea de ese tipo de persona, aunque por si acaso, no vuelve la cabeza hacia ella—, sólo quiere estar un poco más ligera. Se estremece cuando sus pies descalzos tienen contacto directo con el suelo helado, pero se esfuerza por resistirlo. Entre el abanico de poderes que ha explorado, el manejo del hielo no está entre ellos... pero tiene la esperanza de que, tarde o temprano, lo recuperará. No necesita decirle en voz alta a Kaori que la siga; casi de inmediato escucha los pasos atrás de ella. Aquel será un momento íntimo y es mejor decir sólo las palabras justas, aunque la magia hablará por sí misma, llegado el momento.

 

—Hoy ha sido un día lleno de sorpresas para mi también —confiesa Madeleine, cuya voz tranquila se escucha perfectamente en aquel lugar calmo y silencioso—. Así que, honestamente, no puedo decir con seguridad qué pasará.

 

»Recuerda los retos que superamos, el viaje que emprendimos. Estamos listas y lo hemos demostrado. De modo que mi único consejo es: no tengas miedo.

 

Entonces, las dos brujas entran en el lago.

 

El agua, helada, abraza la piel como un montón de cuchillas. Al principio duele, pero Madeleine se obliga a seguir avanzando. El abrazo del frío, poco a poco, se hace más tolerable y los estremecimientos se hacen menos violentos, a medida que su cuerpo queda sumergido en las aguas. Siente frío por todas partes, pero no lo hace daño ni le molesta. Entonces, toma una bocanada de aire y se sumerge por completo. Pero no cierra los ojos. Los mantiene abiertos, aunque su visión es borrosa. Abajo pareciera que la luz de la luna es más intensa; las aguas están iluminadas por un resplandor plateado, que le permiten distinguir sus manos y sus pies. Aunque evidentemente, esta luz no llega a todos lugares. En las profundidades del lago hay sombras y secretos... y de allí, se elevan dos orbes, buscándolas.

 

Extiende los brazos y deja que la oscuridad entre en ella.

Editado por Ellie Moody

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Ela luego de posar la mano en el hombro del mago sintió una corriente energética desconocida, que provocó un estremecimiento, no, no se necesitaba habilidad alguna para que el propio cuerpo reconociera como se sentía estar en contacto con alguien a quien conocías de cierta forma, y este Dick no le gustaba, pero en algún lugar estaba el verdadero, amable y entusiasta.

 

Retrocedió ante la orden de Sagitas que parecía haberse transformado en una versión mandona y oscura de ella misma, Karoline busco con la mirada a Xell, era la única que seguía siendo ella, como intentando que le aclarara que había querido decir, pero ella ya estaba envuelta en otra tarea.

 

Las cosas pasaron muy rápido, ni siquiera estaba segura que había ocurrido primero, si la lanza atravesando al Dick, Xell olisqueando o Excalibur abandonando la mano del mago, pero algo si estaba claro, el guardián de hojarasca los observaba, los probaba en esencia y protegía el templo de los impuros que debían limpiar su esencia antes de poder entrar al corazón del clan.

 

Horrorizada grito cuando la lanza mágica atravesó al Holmes y luego vio salir a otro de las aguas, miró en ambas direcciones y sólo entonces comprendió el desdoblamiento que acababa de ocurrir.

 

Xell auxilio al Dick que no pudo mantenerse en pie solo, Sagitas también parecía disminuida, todos a su manera había enfrentado obstáculos y ahora eran libres, fue entonces cuando la pelirroja se arrodilló y tomó la legendaria espada y susurro en dirección al guardián --Déjanos pasar-- para cuando se puso de pie la vegetación que antes le impedía pasar se había apartado de forma sabia y armónica, como si hubiera estado allí desde siempre

 

Los cuatro sacerdotes con la poderosa reliquia lograron entrar al templo de piedra, sencillo y hermoso a la vez, la espada parecía fulgurante cada vez más hasta emitir vibraciones, como si quisiera salirse de las manos de Ela, entonces lo vio, el altar --Vamos, todos juntos-- y así lo hicieron todos tocando de alguna manera la espada, la colocaron en el altar donde un derroche de luz y energía comenzó a tocarlo todo Excalibur estaba segura, Avalón renacía de cierta forma y los sacerdotes como antaño se constituían en hijos de la madre naturaleza y guardianes de su magia.

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Aún tuve que razonar que pudiera entrar en el Templo. Sacerdotisa siempre, desde mi niñez hasta el día que abandonara aquel cuerpo, siempre dudaba de merecer la gracia de la Diosa, a quien tanta veces había aparcado a un lado en mis acciones. Aún así, el Guardián de Hojarasca, dispuesto a defender el Templo y a toda Avalon. Siempre me sorprendía que la Madre Tierra aún confiara en mí y me dejara refugiarme en sus brazos cuando tantas veces la había olvidado.

 

No iba a desaprovechar otra nueva ocasión de demostrar que podía ser digna, aunque me costara día a día, momento a momento, luchar contra ese instinto destructivo que a veces me exaltaba (¿Sólo a veces, Sagitas?) y que me hacía aparecer como una Némesis incontrolada. No, no era así y la Diosa lo sabía, la Diosa entendía mi lucha interna. Por eso, avancé, aún de espaldas, y di mis primeros pasos en el interior del Templo mirando hacia el exterior, contemplando cómo Xell entendía por fin lo sucedido con Dick y lo traía hacia nosotros, como Ela comprendía la lucha interna del muchacho y recogía la espada, poniéndola a salvo en el interior, en su casa. Aún distinguí el movimiento del Guardián de Hojarasca quien se retiraba a su lugar de vigilancia, tras haber comprobado nuestra capacidad y derecho para estar allá, para estar en el lugar más sagrado de la Isla. Contemplé a un muchacho que regresaba, tal vez aún dubitativo sobre su poder sobre las Sombras, tal vez aún no convencido de sí mismo pero allá, junto a nosotros. Donde debía estar. Donde debíamos estar.

 

Le ayudamos a llegar. Me obligué a llegar. Estar allá, en aquellas Tinieblas donde la Luz de las velas rompían la oscuridad, donde el aroma a incienso creaba un ambiente mágico, donde la espiritualidad del espacio te recordaba que estabas en un lugar sagrado, era un nuevo triunfo del Clan. Sí, solos podíamos tener dudas, podíamos sentirnos poco dignos, considerarnos innecesarios en aquel mundo pero unidos, juntos, demostrábamos que el poder del Clan descansaba en la fuerza de la unión de cada uno de sus miembros.

 

Por ello, los cuatro, avanzamos tocando la espada y depositándola en el altar, en el sitio que le correspondía.

 

Esperé.

 

No sé qué esperaba, en realidad... Aquella Pirámide era el centro espiritual de la Isla y la energía que despertó el roce de la espada en la piedra sencilla del templo se expandió como ondas mágicas por todo el interior, por todo el exterior. Por toda Avalon. Intenté sonreír. Estaba demasiado cansada para ello pero me sentía feliz por dentro. Tal vez mi rostro no lo expresara pero sí, estaba feliz de estar allá de nuevo. Acaricié con la punta de los dedos el borde afilado de Excalibur, ahora brillante como luz de luna, y sentí la paz volviendo a mi interior. Sentí la oleada de las aguas de la Fuente de la Vida extendiéndose en nuestro interior y en nuestro exterior. Era una sensación inexplicable, espiritual, pues en sí, dentro del templo nunca habíamos tenido ninguna fuente física. El Agua que englobaba a todos los clanes sólo la había visto en el Templo Blanco donde nos reuníamos con los Líderes en actos de la Orden. Pero esa oleada nos inundó a todos los que estábamos en el Templo y marcó una conexión interna que perduraría siempre mientras nos reconociéramos como Sacerdotes de la Luz y de la Orden.

 

Otra batalla ganada... Y reflexioné sobre lo extraordinario que era que nosotros, simples cuatro mortales, con nuestros pros y contras como humanos, hubiéramos conseguido estar allá y despertar de nuevo la fuente de poder mágico de aquel lugar. Y entendí, una vez más, que el Ser Humano es el ser más maravilloso de la naturaleza por su capacidad de decidir. Estando allá, me sentí tan poderosa como lo era mi fe en la Diosa.

 

Y en mis hermanos.

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APROBADOS

 

Paladines • Herrería sagrada

Hobbamock Graves

Mackenzie Malfoy

Sacerdotes • Sanación y purificación

Ela Karoline

Sagitas Potter Blue

Dick Grayson

Oscuros • Control de energía interna

Ellie Moody

Roxanne W.

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