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Prueba de Pársel #11


Lawan Nguyen Thanh
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Lawan observó al mago antes de tocarlo para desaparecer con él. Matthew pensaría que había pasado lo peor, pero no era cierto. Lo peor estaba por venir. Era el momento donde debería demostrar que era digno de ser un hablante de Pársel. Tendría que dejar todo sin perder su esencia real. Tarea difícil de hacer y salir indemne. Las marcas que llevaría de esa prueba, estarían grabadas por siempre en su memoria.

 

La isla solitaria donde aparecieron estaba rodeada por un lago tranquilo. La superficie no mostraba las bestias que allí habitaban. A lo lejos, cruzando el agua, podía verse un muro de plantas que formaban una entrada hacia la oscuridad. No lograba verse que había detrás de eso. En esos momentos, se empezó a sentir que el aire estaba pesado, pero no para Lawan. Él estaba acostumbrado a esa pesadez. Ya había pasado por aquello. El pupilo estaba siendo envenenado con cada respiración que inhalaba a sus pulmones.

 

-Deja en el suelo la varita, los anillos y amuletos. No te van a servir -Ordenó con voz calma - Deberás encontrar en el fondo del río un cilindro que te permitirá cruzar al otro lado. Pero los basiliscos marinos cuidan el objeto. Debes robárselos o convencerlos de que te lo den -Le entregó un anillo de aspirante -Esto es lo único que puedes llevar contigo, además de tus conocimientos.

 

Lawan sabía el mago estaría débil en el fondo del mar. El primer contratiempo enorme que tendría el licántropo, sería que el veneno lo dejaría sordo apenas tocará el agua. El poder hablar Pársel sin poder escuchar, sería complicado. Aunque la enseñanza que había pasado al convertirse en serpiente en las prácticas, seguro le habían ayudado a comprender algunas cosas más. Allí lo demostraría.

 

-Si necesitas ayuda, solo debes apretar el anillo y te asistiré -Le dijo antes de señalar el agua.

 

En las profundidades del lago, había basiliscos marinos. Por lo menos dos de ellos, de treinta metros de largo por dos de ancho, lo esperarían. Ellas debían defender el camino hasta el laberinto con su propia vida, si era necesario. Mientras el aspirante se metía al agua, Lawan se disolvió en el aire para cruzar el lago. Se quedo a unos pasos del ingreso al laberinto para guiar a Matthew. El tiempo se estaba acabando y el veneno pronto lo dejaría ciego aparte de sordo.

 

 

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Matthew Triviani


Para cuando Matthew pudo por fin abrir los ojos se hallaban en un entorno completamente distinto, pero conocido. Mirando hacia el norte se podían ver las montañas, lugar donde llevaban a cabo las pruebas impuestas por los diferentes Arcanos. Un a vez atravesaban la puerta de la habilidad y esta no volvía a abrirse hasta que la prueba culminaba. Suspiró. Todavía se encontraban muy lejos y algo le decía que Lawan no se lo iba a poner fácil llegar allí.

¿Para qué es necesario el cilindro? preguntó sin pensarlo demasiado. No quiso llevarle la contraria y mucho menos en ese punto, por lo que sin chistar extendió sus brazos y arremango su camisa.

¿Dejar su varita? Se quedó completamente inmóvil, sintiendo las tripas revolverse ante la mención de semejante atrocidad. Para cualquier bruja o mago, aquello era un insulto a su magia. La varita era parte de ellos a un punto que un muggle jamás entendería, pero que un mago se lo pidiera... Por un momento cuestionó incluso la posibilidad de mandarlo a volar e irse, pero la ambición era más grande que su orgullo en ese momento. Con las pupilas fijas en las del vietnamita, sacó su varita y la dejó en la roca. Aún sintiendo que se había dejado una extremidad ahí, se quitó los amuletos del cuello y los anillos. Se tomó un segundo para apilarlos todos. Ahí delataba la cantidad de poder que manejaba con disimulo todos los días, sólo que ahora no servía de nada, sólo debía escuchar lo que le deparaba.

No había espacio, ni tiempo para despedidas, atravesar el lago era lo más sencillo, lo preocupante para el joven gitano eran las dos grandes serpientes que vivían dentro de él. La única forma de poder superar aquella prueba era convencer a una de las dos, para poder robarle el objeto a la otra, pero... ¿Que podía ofrecerle a cambio? lo medito unos segundos, y se lanzó al agua con el anillo que Lawan le había otorgado.

-o-

Con él, dos serpientes entraron al agua, una de ellas, su mamba negra, Lucifer, quien siempre estaba dispuesta a acompañar al brujo en largos y sinuosos viajes. Las mismas le indicaron que el agua estaba envenenada, que si no lograba recuperar aquel artefacto de forma rápida, moriría de una manera irremediable, pero poco a poco iría perdiendo todos sus sentidos, hasta experimentar por si mismo, lo que muchas veces él había dado, la muerte.

El agua en realidad no era agua, y él no estaba libre de peligro. A unos cuantos metros de profundidad, reluciendo por un pequeño y débil rayo de sol, estaba el objeto que Lawan le había pedido que encontrara, los dos Basiliscos se cruzaban de forma tensa entre sí, sin rozar, si no que a unos cuantos metros uno del otro. Pudo sentirlos atrevas de las feromonas que secretaban, y de esa manera se comunicaría con ellos.

Para su suerte, no estaba solo, dos serpientes más lo acompañaban, entre ellas, su fiel compañera Lucifer, la mamba negra que lo había acompañado en la infinidad de viajes durando caminos sinuosos. El agua cada vez se tornaba más espesa, pestañeo con rapidez hasta que pudo enfocar correctamente y por poco recibe una mordida de una de las serpientes del mar que salto hacia él con brutal precisión. Logró apenas esquivarlo por poco y Lucifer salió a su defensa abriendo las fauces para dejar escapar un poco de veneno de sus largos colmillos.

Una serpiente tan grande debía ser una amenaza significativa para brujos como él así que no dudó que pudieran sentirse mucho más inclinadas a dejarla pasar. Las bocas de ambas serpientes se cerraron, Lucifer captando sus intenciones y la otra meditando sus palabras. Y en el agua, ya ninguna se movía, por lo que sus brazos se sentían curiosamente dormidos ante la falta de movimiento.

Busca el cilindro, yo los distraere o convencerse a uno de traicionar al otro. Ordenó en Parsel a su compañera.

Uno de los Basiliscos que venían hacia él, comenzó a rodearlo, y Matthew preguntó su nombre, seguido de su respuesta, le ofreció un nuevo terreno, un lugar en las mazmorras del Castillo donde podría vivir libremente y ser alimentado con frecuencia, además, de disfrutar de compañía favorable. Dada la situación de vida que tenía bajo el agua evenenada, no tenia más que ofrecerle, los ojos del gitano comenzaron cada vez a ponerse más borrosos, sus brazos se adormecian y casi no escuchaba. Lucifer, volvió con el cilindro entre su mandíbula y se lo entregó a Matthew.

Apohpis, el Basilisco, había aceptado la oferta y lo cargó en su lomo hasta la orilla, donde Lawan lo recibiría.

No olvidaré tu lealtad, Apohpis, serás recompensado... Volveré por ti, al terminar. susurro en Parsel.

Cayó de rodillas en la tierra, el veneno estaba haciendo efecto y si no se curaba rápido, las consecuencias podrían ser mortales.

¿Dónde está mi varita, Lawan?

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Lawan observó el desempeño de Matthew con absoluta atención. Que tuviera ayuda por parte de dos serpientes amigas, no le parecía de ninguna forma adecuado. Él debía desenvolverse solo en la prueba, demostrando que su Pársel era el adecuado para ganarse la habilidad. Pero tampoco era su deber interrumpir el proceder del alumno, ya que todo tenía una razón de ser.

 

Cuando Matthew apareció con el cilindro, el veneno ya lo estaria dejando ciego. El Arcano esperaba que cumpliera la promesa que le había hecho al basilisco traidor. Mostró la palma de la mano para que no avanzara más.

 

-No la necesitas, Matthew. Las varitas mágicas solo son un canalizador de la magia. Tu poder mágico, fluye dentro de ti -Respondió con tranquilidad, golpeando con la punta de su varita de cristal el cilindro que se encendió como una linterna ultravioleta - Entra al laberinto, debes llegar al medio en donde se encuentra la pirámide. El camino correcto está marcado con tinta sobre las serpientes. Habrá falsas pistas. Deberás utilizar tu habilidad para entender quienes te dicen la verdad y quienes te quieren llevar a un callejón sin salida.

 

Lawan observó cómo el aprendiz ingresaba al laberinto sin visión, pero con el sentido de la escucha restablecido por completo. Podía oír, pero no ver. El cilindro podía romper esa oscuridad total cuando la luz mágica tocaba a la serpiente indicada como guía… y a la que no. Todo dependía de Matthew y su capacidad para entender las mentiras en medio de los ziseos.

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Sus ojos negros estaban fijos en Lawan y sus repentinas palabras, aunque su expresión no delataba en lo absoluto las ganas que tenía de darle una patada al anciano, Lucifer parecía un poco más abierta a la idea, porque siseaba peligrosamente aún enroscada en su brazo como si quisiera hacer algo contra el hombre. Lo dudaba, pues técnicamente le pertenece a él, pero las serpientes eran traicioneras y él mismo lo había dicho en un inicio. Con delicadeza, colocó la mano sobre la cabeza de la mamba negra y le dio un par de golpecitos ligeros para que se relajara. Ahora que lo pensaba, realmente podría Lawan estar en lo correcto.

Apartó los ojos de la selva que tenían por delante, volviendo a poner las pupilas en el asiático. ¿Ya? enarco una ceja, mirando el laberinto. Su visión se había tornado completamente nula. Ahora solo depende de las cualidades aprendidas en la prueba inicial, utilizar los sentidos de una serpiente para salir del laberinto y lograr evitar a quienes intentan engañarlo para que fracasara. Lucier aún en su brazo, lo ayudaria a superar aquella prueba, o eso esperaba. El cilindro se iluminó, con una luz que fácilmente pudo ver aún teniendo su visión irrumpida por el veneno del agua.

 

Se mordió el labio cortando el hilo de aquellos pensamientos. Al final terminaría metiéndose en un problema.

 

El gitano se adentro al laberinto por su suerte, utilizando los sentidos de una serpiente y con ayuda de Lucifer. Habían dado unos cuantos pasos, informacion, debía de hacerles preguntas exactas, concretas, tenia que ponerlas en alguna situación complicada para que se traicionan de cierto modo y con ello apoyarse de Lucifer para encontrar el camino correcto. Debía ser astuto, muy astuto, no quería enfadar a ninguna cascabel.

 

Muchas de ellas se arrastraban siseando cosas a las que el mago le resto importancia, se movían para todos lados y por todos los caminos, pero solo dos con tinta sobre su lomo siguieron el camino recto, por lo cual él se fio de ellas y las siguió hasta que desaparecieron entre la hierba. La serpiente cascabel llegó hasta el centro del laberinto, o al menos eso sentía después de todo el camino que habían recorrido, justo en una depresión sin posibilidades de pasar por encima... Tenía que sumergirse en el sitio que estaba repleto de las serpientes más venenosas que existían. Cada una de ellas comenzó a buscarlo con la mirada, aunque ya sabía que lo que hacían era para analizar tranquilamente con sus lenguas, su sensación térmica les podría llamar un poco la atención debido a que su calor corporal era demasiado bajo de lo normal.

 

Quizás, como el de un reptil. Quizás no tanto.

Dejó escapar un suspiro en esos momentos llamando la atención de su compañera. Lo conocía, sabía que no se echaría para atrás en el camino y que, al contrario, pensaba en la mejor forma de sobrevivir sin tener que utilizar algún recurso que no fuese admitido por el arcano ya que, sí, sabía que de cierto modo lo seguía vigilando, aunque Matthew no lo viera.
Ése camino hacia la pirámide era bastante sencillo, obviamente debía utilizar los principios básicos de la habilidad pero nada en comparación con las pruebas de la pirámide, que, si bien los rumores eran ciertos, serían mucho, comparado con lo vivido hasta ahora.
¿Podre confiar en alguna de ellas? siseo a Lucifer.
No, no debes confiar en ninguna, Matthew. respondió el reptil.
Respiró profundo, y giro en uno de los pasillos, observando como una de las cuales tenía el lomo pintado se alejaba rápidamente, como intentando que él no las observara, pero con el cilindro era más fácil. Tenía su zurda un poco levantada, con cada paso lento que él daba, tocaba las pequeñas ramas que creaban el laberinto y con ayuda de los sentidos, se guiaba, -Te costará más de lo que crees- , -Continúa... Casi lo logras- los siseos eran débiles por momentos, pero las advertencias claras.
Terminó de cruzar ese extraño laberinto, y se giró para darles las gracias con una reverencia, aunque no lo creyeran, las serpientes con el lomo pintado fueron de mayor utilidad de lo que hubiera creído, más allá de que las demás intentaran engañarlo y hacerle creer que no podría lograrlo, o se fueran por caminos separados. Recordó lo que Lawan le había dicho y siguió a las que el cilindro resaltaba.

 

 


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Lawan no perdió detalle de Matthew en ningún momento. Sus ojos estaban mirando al muchacho desde miles de ojos de serpientes que cruzaban en su camino. Podía ver la decisión en la mirada oscura y la determinación a concluir aquella prueba aunque los obstáculos terminaran con su vida. El arcano estaba disfrutando del desempeño y la fuerza de voluntad que despedía el mago. Las serpientes, traicioneras como debían serlo, quisieron distraerlo de su objetivo implantando susurros equivocados, mas no dio resultado, el joven encontró a las correctas para seguir y poder salir al centro del laberinto, donde una alta pirámide escalonada esperaba la prueba final.

 

El Vietnamita espero a Matthew en la sala donde él mismo, muchas décadas antes, había estado para cumplir con su prueba para obtener el anillo. Cuando vio al joven, ya sin un gramo de veneno en su cuerpo y con todos sus sentidos aptos, le hizo una pequeña señal con la cabeza para que avanzara. Un portal abierto, esperaba por el aprendiz.

 

-Tu prueba final a llegado. Dentro deberás luchar y vencer para salir con la habilidad aprendida por siempre. El Pársel innato en tu cerebro, despertara y ya no podrá volver a dormirse. Tu anillo cambiara por el definitivo que usaras toda tu vida. Suerte. Vas a necesitarla -Se despidió Lawan, viendo como el portal llevaba a Matthew a otro mundo.

 

 

 

Del otro lado del portal:

 

La plataforma vacía, mostraba una extensión enorme de piedra caliza con roturas en todos lados y pedazos de piedra suelta. El aire húmedo era pesado y los vientos demasiados fuertes para un ambiente normal. La magia podía sentirse en el aire. En el centro un pequeño cuadrilátero elevado y erosionado por el tiempo, mostraba una tarima donde descansaba la varita mágica de Matthew junto a los amuletos y anillos de los libros. Entre medio de esos, un basilisco colosal estaba esperando para atacar a las victimas. Matthew no estaba solo, había tres figuras de él mismo que solo hablaban pársel y harían los mismos movimientos que el propio Triviani produciría. Para volver al portal, el Aprendiz debería sortear a sus iguales, derrotar al basilisco y tomar sus cosas... antes que la brecha de tiempo se cerrara para siempre.

 

 

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Estoy preparado. contestó, mientras tomaba el anillo de principiante y se dirigía al portal.

 

Justo en ese momento comenzó a llegar a sus oídos un ligero susurro desde el exterior de la isla, como si una brisa soplara justo en su nuca. Era solo una frase que se repetía una y otra vez, que llegaba a mi en diferentes tiempos, de diferentes voces, con diferentes significados inclusive. Su vista comenzó bajar hasta sus pies y vio a su amiga, Lucifer, que se me adelantaba lentamente mientras que un sin fin de sus compañeras llegaban hasta donde se encontraban actualmente.

-Recuerda lo aprendido Matthew.-

 

Era lo único que repetían mientras comenzaban a amontonarse a su alrededor, dejando que avanzaran con cuidado su compañeras de viaje, envolviendolo con cuidado y sin mucha intención de hacerle daño. Sentía su piel, sus vibraciones y el siseo cada vez que agitaban su lengua mientras sus ojos se encontraban de vez en cuando con los suyos mientras seguían llegando, seguían subiendo por mi cuerpo y seguían susurrando.

 

Lo recordaré. siseo.

 

Su respuesta provocó algo que seguramente jamás olvidaría. En un instante, toda la fuerza en conjunto de aquellas serpientes se junto para hacerlo sentir como un ente más grande, más imponente, sintiendo sus cuerpos moverse y contraerse a su alrededor mientras veía sin ver a su enemigo. Ellas estaban siendo sus ojos, su piel, su cuerpo, estaban actuando con él en un solo movimiento coordinado. Si alguien pudiera ver la toma podría compararlo con una esfera inmensa que se levantaba frente a Lucifer, quien se mantenía inmóvil vigilando a Lawan.

 

Tomo al fin, el anillo de aprendiz para cruzar el portal nuevamente y dejarse fluir con la prueba que estaba esperándolo del otro lado... Algo más de lo que haya enfrentado en la Isla donde parecia que habia pasado una eternidad por la forma tan peculiar de que su guía estaba esperando llegar hasta donde se vincularía con la habilidad. Suspiro tranquilo, sabía de antemano que los Arcanos eran seres peculiares y durante un momento había entendido muy bien a Lawan hasta que, de repente, simplemente cambio de personalidad.

-0-

 

 

El aire que llegaba hasta sus pulmones se sentía cada vez más pesado, su cuerpo no podía ponerse más tenso y todos sus sentidos estaban al máximo, sentía por completo la mirada de aquel enemigo clavarse en su cuerpo, sin moverse ni un solo centímetro... no dudaba de lo que estaba haciendo, eso estaba claro, simplemente era la angustia de saber lo que ocurriría ahora en una clara y enorme desventaja de poder.

 

Miró los ropajes negros de cada uno de los presentes, combinaciones de telas de diferentes texturas en cada túnica y capa que se portaba en la habitación. Combinando a la perfección entre todos pero manteniendo un estilo personalizado, algo que nadie más podría tener el cuidado de notarlo y más si caían sobre ellos una serie de conjuros de cada uno de los presentes.

 

Sus iguales, giraron su cabeza al mismo tiempo que él: ¿Están preparados? habló en Parsel.

 

Se movieron sigilosamente, lento, intentando que aquel Basilisco que cuidaba las cosas trás su lomo, no lograra verlos por la débil niebla que reducía la visibilidad de unos pocos metros. Sin querer, había pisado una rama, que parecía estar ubicada a propósito en aquel lugar, el ruido del quebrarse por una pisada, hizo que el Basilisco se percatara de su presencia.

 

Los cuatro magos se lanzaron hacia un costado luego del repentino ataque. Se colocaron nuevamente de pie y lo miraron.

 

¡Detente! no queremos hacerte daño, solo quiero mis pertenencias. habló en Parsel nuevamente.

 

Entre siseos y murmullos, escuchaba como sus iguales, entablaron conversaciones con sus criaturas, conversaciones lentas, tranquilas y sin llamar demasiado su atención. Mientras éstos siguieran sus movimientos, el Basilisco intentaria atacarlos. Matthew se encontraba a la izquierda del cuadrilátero, y los otros tres, por la derecha, claramente debería de sacrificar a uno de sus clones para poder avanzar y tomar su varita rápidamente.

 

Corrió nuevamente, dejando que el Basilisco atrapara al del medio. Mientras éste estuvo entretenido con él, los dos restantes y el Triviani, buscaron sus alhajas y a Frida -su varita-. En cuanto la tomo, sintió por el correr de su brazo aquella vibración que ésta le daba al sentir su poder. Apuntó al Basilisco y rápidamente de su varita surgió un viento helado <Semillas de Hielo> paralizando la gran serpiente, para darle tiempo al gitano de volver a salir del portal con todos sus amuletos en él. Sus iguales quedaron parados observando cómo se iba, por lo que agito su varita Cinaede pronunció, generando una espesa nube de gas para terminar así con la vida de ellos.

 

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