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• Familia Potter •


Juliens
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A lo lejos, Madeleine observa el puesto de control. Los policías muggles detienen a los peatones que pasan por aquella calle, forzándoles a mostrar sus documentos y dejar revisar sus pertenencias. ¿Es aquello legal, acaso? Muy cortés, definitivamente no. Madeleine sabe que aquellos policías no están buscando armas o drogas... No, lo que buscan son varitas mágicas, amuletos mágicos, pociones, cualquier cosa que pueda vincular al más desprevenido con el mundo mágico, ahora prohibido. Y han elegido un buen lugar para su búsqueda: el Valle de Godric, un pueblo donde muchos magos viven (o vivían) ocultos. A pesar de que tiene la seguridad de que podría confundir al policía que la revise, hay demasiados civiles y no quiere causar un escándalo. «Pero... ¿y si hay algún mago atrapado? —Madeleine se detiene, sin dejar de observar al grupo de personas reunidas muchos metros adelante de ella— Lo siento, pero no puedo».

 

Controlando la energía de su entorno, adquiere la habilidad de moverse con velocidad y agilidad sobrehumana que le permiten escabullirse de la concurrida calle y buscar refugio entre los árboles y arbustos. Desde allí, decide apresurar el paso para llegar lo antes posible a la casa de los Potter.

 

Espera que ese día no hayan capturado a ninguna persona conocida. Las desapariciones y extravíos son noticias diarias, y Madeleine sabe que sólo por fortuna nadie de su círculo cercano ha sido capturado todavía. Sabe que ella misma se pone en riesgo al ir al centro de reunión de la Orden, pero una vez que llegue, estará perfectamente a salvo. Los lugares ocultos por el encantamiento fidelio son los más seguros, con o sin Estatuto del Secreto.

 

Una vez se encuentra en la sala, cierra los ojos y se permite tranquilizar la respiración. A medida que se relaja, el poder phantom desaparece y vuelve a tener sus capacidades de humana normal. Sin embargo, se sobresalta cuando el crujido del suelo delata la presencia de alguien más.

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-¿A ti también te revisaron como si llevara una bomba?

 

La pregunta de Emily surge de ella con un tono algo triste. No sabe ni que sentir, aunque ocultarse de los muggles no debería ser algo nuevo -pues es algo que se acostumbran a hacer desde la infancia- ahora eran buscados como criminales, un término que años atrás intentaron asociar con la Orden del Fénix, pero en circunstancias muy diferentes. Precisamente se encuentra en uno de los lugares seguros del bando, la casa de los Potter, que últimamente usaba para simple y banalmente para dormir unas horas o encontrar algo de comer, pues Emily no era tan buena cocinera.

 

La sorpresa surgió cuando en su camino usual encontró los controles policiales. Afortunadamente, se había librado gracias al ilusionismo, confundiendo al policía que le pedía sus documentos, dándole el tiempo suficiente para escabullirse sin ser vista. La satisfacción propia de dominar su energía psíquica para logarlo se contrarrestó con la culpabilidad de haber usado su magia tan deliberadamente.

 

Y no es que Emily sea muy sociable o que tenga una relación cercana con Madeleine para desahogarse con ella y acercársele al verla en la sala, pero existe la camaradería propia de pertenecer al mismo clan y haber compartido ya un par de misiones. Justamente derivado de aquello es que le pide ayuda con un objeto que encontró en una de las misiones del Simposio y que carga con ella desde entonces, pues hace tiempo que no ha pisado la Fortaleza Errante y sus conocimientos en demonología al momento no eran suficientes.

 

Se trataba de la una antigua caja donde alguna vez se debieron guardarse vinos. En algunos lados era conocida como la caja Dybbuk, debido a la creencia de que albergaba a un demonio con dicho nombre, al que incluso se atribuían algunas muertes que ocurrían poco tiempo después de que alguien abría la caja. Aquello es lo que le comenta a Madeleine mientras saca de su bolsa -con el hechizo de expansión indetectable- el objeto en mención.

 

Emily no se había atrevido a abrir la caja, porque si bien podía tratarse solo de otra leyenda urbana entre los muggles, prefería asegurarse antes de cometer alguna estupidez.

 

@@Ellie Moody

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—¿A ti también te revisaron como si llevara una bomba?

 

Los músculos de su cuerpo se relajan, cuando reconoce a la joven pelirroja. Es Karkarov, Archimaga de la Orden Oscura. La saluda con un leve asentimiento de la cabeza, a pesar de que la ligereza con la que se dirige a ella la confunde un poco. Salvo por unas poquísimas excepciones, Madeleine no suele socializar con los Oscuros ni relacionarse con ellos más allá de las misiones del clan y más allá de las murallas de la Fortaleza Errante. La verdad es que prefiere mantener una razonable distancia. Ellos son gente complicada y, en ocasiones, las misiones que les son encomendadas revelan sacan a relucir lo peor de ellos, lo que más desean ocultar... En ese contexto, es difícil que se hagan amigos. «Pero nos guste o no, seguimos siendo miembros de la Orden del Fénix».

 

—No lo sé —replica Madeleine, encogiéndose de hombros—. Me escabullí por ahí. No estaba de humor para tanto toqueteo.

 

Y le parece que, si Karkarov está ahí, es porque también encontró la forma de despistarlos.

 

No está segura de qué hacer en una situación como aquella, ya que es una bruja muy poco sociable. Está mascullando una excusa acerca de la cocina, cuando la bruja comienza a hablar nuevamente, mencionando que necesita ayuda con una misión personal. Aquello le parece extraño, pero ¿por qué no? No está haciendo nada importante y, a pesar de su fachada dura, en verdad hace todo lo posible por ayudar a quiénes lo necesitan. Con las manos en los bolsillos de su chaqueta de cuero, se acerca a la caja para poder examinarla.

 

—¿Y acaso esperas que yo la abra? —suelta Madeleine, sacudiendo la cabeza con desaprobación— Sabes, no quiero sermonearte, pero, de verdad ¿cuál es la necesidad? —tras dejar la caja en una mesa del salón, se aleja un par de pasos. Su experiencia con objetos de aquella índole no es la mejor y no repetirá los errores del pasado— Si la caja no está haciendo nada, lo mejor es dejarla en paz y buscar un lugar donde nadie pueda meterse con ella. De verdad, búscate otro hobbie...

 

Pero mientras habla, de la manga de su chaqueta se escabulle una pequeña serpiente. Se trata de su nueva mascota, la que nació de la gema con forma de lágrima que el arcano Nguyen dejó que conservara como recuerdo de su aprendizaje con él. La pequeña serpiente, que apenas puede enrollarse en su mano, tiene escamas rojizas y cristalinas que resplandecen como el rubí de donde el animalito apareció, y dos pequeños ojos completamente negros.

 

¿Hola? —sisea la serpiente, deslizándose por su dedo anular e intentando acercarse a la caja.

 

Y la caja pareciera estremecerse, haciendo temblar ligeramente la mesa. Lo único que puede hacer Madeleine es maldecir por lo bajo.

 

—Ay, no. Ésto no me gusta.

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Había sido de las primeras en llegar, pero observó en silencio y no sin cierta envidia a quienes iban llegando después. La mayoría se conocían y habían compartido historias, sueños y vivencias en el bando durante mucho más tiempo que ella. No se le escapó el incómodo esfuerzo de Mel por encontrar palabras para devolver un saludo a una bruja que apenas conocía y su alivio al ver llegar a Ellie, una verdadera amiga. Mackenzie lo comprendía, pero no por ello hacía que se sintiera menos sola. Aquel era un sentimiento que a la Malfoy le había pasado desapercibido la mayor parte de su vida, pues siempre había tenido a su disposición familiares y amigos con los que compartir y enemigos a los que hundir. La soledad había sido para ella sólo una emoción de novela romántica y, desde luego, nunca había comprendido cuánta más sola se puede llegar a sentir una persona cuando el sentimiento se despierta en una sala rodeada de gente. Tampoco es que le supusiera un trauma. Mackenzie podía con eso y con mucho más, pero notaba que esa sensación estaba sacando a la luz reservas en su carácter que hasta entonces desconocía.

 

No salió de sus pensamientos hasta que Elvis comenzó a hablar sobre los últimos acontecimientos y la necesidad de protegerse del peligro que suponía la caída del Estatuto de la Magia. Sin duda tenía razón y aquella misión podía serles útil no sólo para encontrar reliquias, sino también, tal y como proponía el mago, para asegurarse de que todos los lugares relacionados con los miembros del bando estaban a salvo. Mackenzie asintió con la cabeza sus palabras, pensando por dónde podían empezar, pero Ellie se adelantó a sus pensamientos, a la vez que informó de que el bando ya estaba vigilando todos los lugares que debían proteger. Era un consuelo, aunque Mackenzie dudó que aquella vigilancia incluyera a la Malfoy. Teniendo en cuenta que últimamente la mansión estaba casi abandonada, si ahora que el Estatuto había caído la mansión perdía su protección como había ocurrido con Hogwarts, sería una tentación para los okupas muggles. Claro que también se llevarían unas cuantas sorpresas. Armand se encargaría de ello, desde luego, aunque tuviera que hacer migas y entenderse para ello con Clemente el Demente.

 

—Lo cierto es que tengo un objeto que podría ayudarnos a encontrar todo lo que necesitamos para nuestras reliquias, pero está estropeado y no funciona —dijo en alusión a la propuesta de Ellie de ir a buscar piezas, encantamientos y otros recursos, sacando al mismo tiempo de su mochila un objeto de cristal con forma de cubo, que parecía uno de esos artilugios decorativos muggles que contienen nieve dentro y, cuando se agita o se le da la vuelta al objeto, los copos de nieve artificial caen sobre los objetos y paisajes en miniatura encerrados en su interior. —Si conseguimos materiales para arreglarlo, se supone que sirve para crear una sala de los menesteres tan única e increíble como la de Hogwarts. Es de un sólo uso, pero la sala que se cree será indestructible y para siempre. Así que si tenéis una lista de negocios donde pudiéramos encontrar —sacó una lista de su bolsillo y leyó— metales preciosos, objetos de todo tipo, pero que contengan 12 materiales diferentes, encantamientos desilusionadores que hayan sido incorporados a lugares u objetos, ingredientes de pociones, maldiciones, excrementos de varias criaturas, un montón de plantas mágicas, polvo de nube, queso rallado —volvió a leer extrañada — sí, queso rallado, eso pone aquí. Da igual, esta lista es interminable. El caso es que esta chuleta —señaló la nota que estaba leyendo— dice que se necesita todo eso para arregarlo.

 

Nuevos miembros del bando fueron llegando. Saludó a Helen con la cabeza, con quien apenas había coincidido, pero Mackenzie no añadió nada, no quería interrumpir a Lunita con sus sabias indicaciones. Poco después se oyó que alguien más llegaba, Mackenzie asomó la cabeza y vio a Madeleine y Emily en el salón. Debían estar con otros asuntos.

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  • 2 semanas más tarde...

Las cosas no van bien, ni en los negocio, ni en la familia y mucho menos en la Comunidad mágica, el motivo todos lo saben y lo sufren a diario, a cada minuto, tras la llegada de algún desconocido, tras la sospecha de ser observado o perseguido, la verdad es que ni magos, ni muggles se sienten a salvo, para colmo los mágicos deben lidiar con un ministro demente, despótico y su grupete de seguidores, y para colocar la guinda al pastel esta el inquisidor y la ya más o menos famosa píldora anti-magos, que efectiva o no, Kariline no quiere probar. Todo esto por ratos la colapsa, y desea lo que todos, que aquella situación acabe, que vengan épocas felices o al menos sentirse segura entre los suyos.

 

Pero ¿quienes son los suyos? si apenas conoce a uno que otro miembro de la familia de la que ahora es matriarca, pues todos han desaparecido, al llevar tan poco tiempo en Londres, apenas si esta formando lazos de amistad debido a su timidez, entonces a dónde ir, su mente responde de inmediato y su magia casi de forma inconsciente la lleva a las cercanías de una propiedad cuyos dueños eran los Potter

 

Rápidamente como temiendo que una mano se alargue y la sujete alcanza el picaporte de la puerta, lo gira, entra y cierra violentamente tras de sí, tanto que la madera cruje, se estremece y produce un sonoro ruido que alertaria hasta a un dormido, pero que a la Lockhart la deja exhalar un suspiro. Se aleja de la puerta un par de pasos hacia el interior con los ojos cerrados y el corazón a marcha forzada, necesita tomar algo, platicar y enterarse de los pasos que la Orden del Fénix dará de ahora en más. Entonces nota que hay alguien más, voces provienen del salón aunque también de la cocina.

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Camina despacio por las calles de Ottery, acaba de hacer algunos mandados en Londres y la ha pasado bastante mal escabulléndose todo el tiempo de la policía que ahora revisa a todo mundo para asegurarse que no son magos con varita. Si bien no es delito ser mago si lo es usar la magia y ella esta llena de ella, después de todo es un vampiro. No cree que los muggles se hayan dado cuenta de que además de tener que lidiar con los magos también tienen que lidiar con un par de variedades mágicas no humanas del todo. Los Licans la tienen mas fácil, un policía no mágico solo lo mandara al medico a tratarse la fiebre, pues tienen el calor corporal mas alto que el de un humano comun. Pero los Vampiros como ella son otra cosa, si uno de esos muggles la mira bien se dará cuenta de su piel extremadamente blanca y lisa como mármol y si la toca sentirán que tocan un muerto. No tiene ganas de ir explicando nada a nadie y es cansado usar el glamour todo el tiempo para despistarlos.

 

Finalmente llega frente a la casa Potter y piensa en pasar solo un momento para tomar energía y luego ir a casa de los Gryffindor que es en realidad donde vive. Claro que sabe que aquí también hay una habitación para ella pero no se siente del todo cómoda con tanta gente que no es su familia. Por un momento piensa en tocar pero si recuerda que al ser parte de la orden, nadie se extrañara de que entre sin mas. Sino lo fuera ni siquiera podria ver la casa, por el encantamiento fidelio. Entra y se va directo a uno de los muebles de la sala donde se deja caer y se cubre los ojos con la mano sin mirar si hay alguien mas.

 

- dioses, que cansada estoy

Editado por Zahil Aranel Granger

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Parecía que la misión de las reliquias había acabado por decaer, después de tanto tiempo. Mackenzie todavía guardaba el objeto estropeado y se había colocado en su habitación de la Mansión Potter la lista de los materiales y encantamientos que necesitaba para arreglarlo. Estaba fijada a la pared con un pequeño hechizo y, en aquellos momentos, se encontró repasándola, mientras pensaba que iba a ser complicado conseguir todo lo necesario y acunaba en sus brazos a un recién nacido.

 

Últimamente, el mundo mágico se había vuelto un caos. Desde que regresara de la misión en Polonia, lo único que había hecho era ponerse al día con los acontecimientos ocurridos durante los dos largos meses en que había estado cautiva en aquel hospital que ya era historia, en manos de una horrible mujer que también era historia. Había aprovechado para descansar, pues, aunque la sanación de las sacerdotisas había conseguido que Mackenzie se repusiera rápido, el cansancio acumulado todavía le pasaba factura.

 

—Y también las noches sin dormir, ¿eh, pequeña? —Le susurró con una sonrisa al bebé que tenía en sus brazos y que por más que Mackenzie se esforzara en pasear por la habitación y mecerlo suavemente para que se durmiera, éste seguía con los ojos abiertos como platos, observando todo cuanto había a su alrededor con una intensidad extraordinaria para alguien tan pequeño.

 

Debería llamar a un elfo para que durmiera a la pequeña Haydée, pero le gustaba tener en sus brazos a aquella hermosura. Era una niña de tez oscura y ojos enormes, con el cabello tan rizado que sus mechones parecían caracoles. No tendría más de 3 meses de vida. Le había puesto ese nombre en honor a una querida amiga que los dejara tiempo atrás. Haydée era uno de los bebés que habían sido robados por el Inquisidor. Su madre había muerto durante los ataques y no le quedaba familia alguna. Mackenzie se había encariñado con la pequeña, desde el mismo momento en que la conoció, allá en aquel infame Hospital Hindenburg. Se entusiasmó en cuanto pudo iniciar los trámites de adopción.

 

—Cuando arregle este objeto, te fabricaré una sala de los menesteres y en ella podrás tener todos los juguetes que imagines —le dijo a la pequeña con una gran sonrisa.

 

La niña hizo un gracioso puchero y luego rompió en llanto. ¿Qué le pasaba? Habían pasado años desde que Mackenzie tuviera a Derek y Sophie en brazos y, para ser sincera, no había ejercido mucho de niñera con ellos. En aquellos tiempos, ella estaba enfrascada en la política y los niños tenían a su tía Lyra, que los adoraba y ellos a ella. En realidad, Derek y Sophie se habían criado más con Lyra que con ella misma. Se dijo que esta vez sería distinto, que no dejaría a Haydée en manos de los elfos, que la criaría ella misma. Pero no tardó en darse cuenta lo poco que sabía de criaturas. A lo mejor la pequeña tenía hambre. Tendría que probar a dormirla con un biberón.

 

Decidida a ser una madraza para Haydée, la bruja salió de su habitación y se dirigió a la cocina.

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S A L A D E L O S M E N E S T E R E S


La Orden del Fénix posee su propia Sala de los Menesteres o Sala Multipropósitos,

recientemente traslada al sótano de la casa de la familia Potter.


Como la Sala de los Menesteres original, esta sala atiende las necesidades del usuario,

transformándose y abasteciéndose según sus necesidades.


Por lo general, la Orden del Fénix la utiliza para sus entrenamientos de batalla y duelo.


━━━━━━ ◦ ❖ ◦ ━━━━━━


Escenario actual: Sala de los Objetos Ocultos


Esta sala, del tamaño de una catedral, se trata de una "mini ciudad" conformada por los objetos que muchas generaciones de miembros de la Orden del Fénix han escondido o desechado en aquel lugar. Viejos escaparates y muebles repletos de objetos antiguos y frágiles, forman amplios pasillos de aproximadamente tres metros de anchura. Los pasillos conforman una especie de laberinto y todos conducen al mismo lugar, ubicado en el centro de la sala: un espacio circular despejado, de unos veinte metros de diámetro, donde hay algunos muebles medianos y pequeños esparcidos. Sobre este espacio circular y justo en el centro cuelga un gran candelabro, lleno de telarañas tejidas por sus incansables trabajadoras.

Algunos miembros de la Orden del Fénix se reúnen una vez caída la noche en esta sala, para dar inicio una sesión de entrenamiento y acondicionamiento en duelos mágicos.

Participantes:



Grupo Britney:

Ellie Moody, Melrose Moody, Jank Dayne, Lunatica Lupin Evil Black


Grupo 2:

Martin N Rose, Goderic Slithering, Roxanne W., Alessia Crowley BL

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Cuando llega a la Sala de los Objetos Ocultos, todavía no parece haber nadie más. El lugar está iluminado por la tenue luz de un gran candelabro, que marca el centro exacto de aquella gran estancia. Ellie suspira con cansancio, pero de todas formas saca la varita mágica del bolsillo de su túnica negra.

 

¡Expecto patronum! —las fibras plateadas que salen de su varita mágica forman una lechuza plateada, el animal que representa a Ellie tanto en aquel encantamiento como en su forma animaga. Cuando está volando frente a ella, habla en voz para para transmitirle el mensaje para los que serán los integrantes de su equipo—Los espero en la Sala de los Objetos Ocultos para el entrenamiento de esta noche.

 

Y la lechuza desaparece, en busca de @@Jank Dayne, @ y @.

 

Mientras los espera, Ellie decide realizar unos estiramientos. No está en su mejor condición física... bueno, ¿cuándo lo ha estado? Siempre ha tenido un ligero sobrepeso y los deportes nunca han sido su especialidad. La verdad no está segura de cómo dejó que Hobb la convenciera de aquella tontería, pero no le vendría mal un poco de entrenamiento. Esos días, deben estar preparados.

 

100PV

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Kaori M.

Luego de varios días fuera, alejada de todas sus responsabilidades tanto en la Orden como en el Simposio, Kaori finalmente no pudo postergar por más tiempo su regreso. Aun estaba afectada por la reciente perdida de su esposo, pero prefería guardar ese dolor muy dentro suyo, después de todo tenía que ser fuerte por su hijo. La noche estaba sorprendentemente fría y el cielo totalmente, pero a ella no parecía importarle, después de todo el entrenamiento no se llevaría a cabo ahí sino en un lugar completamente diferente.

—Expercto Patronum —dijo moviendo su varita y de ella surgieron tres serpientes luminosas que empezaron a rodearla como si quisieran jugar con ella. Las tres serpientes irían en busca de miembros de la Orden que quisieran, al igual que ella, entrenar por un par de horas. @@martin N Rose, @@Goderic Slithering, @Alessia Crowley BL

Cuando las vio alejarse y perderse en la negrura de la noche en realidad no pensó que regresarían, pues la situación actual del mundo era un completo caos y quizá estaban ocupados atendiendo otros asuntos, de igual forma la ojiazul se encaminó hacía la sala de objetos ocultos, ese lugar era amplio ideal para que se pudiera dar un entrenamiento.

 

—Por un momento pensé que nadie llegaría —Comentó la bruja cuando el primer mago llegó.

 

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