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Prueba de Legilimancia #11


Rosália Pereira
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La arcana observaba desde el invernadero la llegada de Castalia a lo que sería su prueba. Lugar cerca de la pirámide donde ella estaba esperándole, para serle entregado lo que sería una replica del propio anillo que reposaba en su dedo anular.

 

"Te daré las indicaciones de como se desarrollará el inicio de tu prueba, no estarás sola en ningún momento pero me mantendré en total silencio, observándote" susurró en sus pensamientos, fijándose en como Castalia analizaba cada espacio del pequeño bosque donde estabas.

 

"Estoy esperándote en la entrada de la pirámide, sin embargo, como puedes observa a tu alrededor tienes tres senderos que dan inicio al laberinto de la isla. Deberás escoger uno, eso sí, te llevarán a un viaje alterado de tu pasado, presente o futuro y deberás determinar que es real o no, usando tu Legilimancia frente a las personas que aparecerán en ese viaje" comentó Pereira, sintiendo como Castalia comenzaba a decidir que rumbo tomar.

 

"Logrado esto, te encontraras con un par de estatuas, antes fueron personas que ahora están condenadas a vivir petrificadas por la eternidad. Te inducirás en sus mentes y buscarás dentro de sus recuerdos apagados, la causa de que hoy estén allí"

 

La arcana sabía que aquello infringía cierta facilidad, pero Pereira conocía que esto no era más que un calentamiento para la prueba final, aquella que iniciaba dentro del Portal de las Siete Puertas.

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  • 2 semanas más tarde...

La cita sería en la ya conocida isla de la Pirámide. Hacía años, literalmente, que no pisaba ese lugar y cada paso que daba más cerca de mi prueba hacía que mis entrañas se revolvieran y amenazaran con hacerme soltar el desayuno escaso que había manejado en tragar horas antes.

 

La voz de la Arcana invadió mi cabeza, que ya estaba abierta para recibirla. Su guía era indispensable para mí, pero no por temor a lo que tendría que afrontar, que había asumido que no sería sencillo dadas las pequeñas pruebas que ya habíamos llevado a cabo durante la clase, sino porque su voz era un paño frío en mi cabeza bulliciosa. Apenas había podido calmar la ansiedad y cerrarme a las constantes voces que me atormentaban mientras estaba en el Ministerio o en el Laboratorio. Cada momento era una lucha constante por manejar correctamente el don que poseía, así que escucharla allí, saber que estaba pendiente, era una mano amiga extendida que estaba dispuesta a tomar hasta que me soltara en el portal de las Siete Puertas.

 

<Estoy lista> le respondí.

 

Escuché atenta las indicaciones. Primero, los tres caminos del laberinto, debía escoger uno y seguirlo. Luego, las estatuas. Listo.

 

Asentí aunque sabía que ella no podría verme realmente, sino la resolución en mi cabeza. ¿Qué camino iba a escoger? Tendría que ser sabia, porque me enfrentaría con alguna situación que debía reconocer.

 

El primer camino al laberinto restaba rodeado por rosas blancas, brillantes y hermosas que se mecían con una leve brisa primaveral. El segundo camino, el del medio, tenía unos enormes setos con campanillas de colores rojos y amarillos que desprendían una bella fragancia imposible de identificar. Y, el tercero, tenía gruesas ramas apenas brotadas que se entrecruzaban en una entrada un poco más lúgubre. Era el camino que me llamaba, lejos de las flores alegres y que olían bien. Y fue allí a dónde me interné.

 

Mis primeros pasos por el laberinto fueron tranquilos. No se oía ningún sonido tanto fuera como dentro de mi cabeza, como si de cierta forma la magia hubiera adormecido los sentidos. Doblé un recodo y me encontré con un pasaje cerrado, por lo que me tocó volver sobre mis pasos y volver a doblar, encontrándome así con una puerta de madera oscura.

 

-Bueno...- suspiré, colocando la mano sobre el pomo plateado.

 

Empujé.

 

***

 

-¡Mamá!- la voz alegre de Elysia me distrajo de la noticia de El Profeta que había estado leyendo, mientras tomaba el café matutino-. Mira lo que ha hecho Taren- se quejó la pequeña, mientras le tendía una muñeca sin cabeza.

 

Taren apareció corriendo por la puerta de la cocina.

 

-¡Ya te dije que fue sin querer! Estaba probando la...- pero se cortó en medio, poniéndose rojo como un tomate.

 

Fruncí el ceño.

 

-¿Qué estabas probando, exactamente, Taren Henry?- pregunté, bajando el periódico para colocarlo pulcramente sobre la mesa.

 

<No lo hagas mamá... No lo hagas...> el pensamiento alterado de mi hijo invadió mi propia mente y tuve que ver, no podía dejarlo pasar.

 

Allí, vi a Taren jugando con una navaja, cortando la cabeza de la muñeca de Elysia.

 

-¡Taren!- grité, enojada.

 

El chiquillo se tomó la cabeza y salió corriendo.

 

-¡Vuelve aquí!- lo regañé.

 

Taren se chocó contra las fuertes piernas de un hombre que entraba en la cocina y cayó sentado en el suelo, asustado. Pero el hombre lo levantó y lo tomó por los hombros, antes de sacarle la navaja que había estado escondiendo en el bolsillo de su pantalón. Luego, le dio un chirlo leve en una nalga y dejó que se marchara. Los ojos cobalto de Henry Fitzroy chocaron con los míos y contuve el aliento.

 

-Buen día cariño...- saludó, acercándose para darme un beso que esquivé-. ¿Estás enojada? Sólo ha sido una travesura de un niño... Ely, déjame arreglar tu muñeca pequeña...- de inmediato tomó el juguete y comenzó a usar magia para devolver la cabeza a su lugar.

 

<No es real> me dije.

 

Algo sonó en lo profundo de mi mente.

 

<Él está muerto> negué.

 

-¿Dó... dónde está Sebástian?- pregunté, aclarándome la garganta.

 

Henry dejó de hacer lo que estaba haciendo y se detuvo, mirándome con preocupación. Luego intercambió una mirada con Elysia, que se retiró de la cocina y nos dejó allí solos.

 

-¿Estás bien, Cissy?- preguntó.

 

-¿Cissy? Soy... Castalia...- respondí.

 

Henry pareció sorprenderse un poco y luego hizo una mueca de dolor.

 

-Cariño... Castalia murió... ¿recuerdas? Hemos tenido esta conversación un montón de veces... ¿Tomaste la poción hoy?- agregó, preocupado, mientras se daba vuelta para tomar algo de un estante. Era un frasco de vidrio con contenido irreconocible para mí-. Oh, ya veo que no... Bueno, vamos a solucionar el problema...

 

-No- me negué-. NO... Yo soy Castalia Macnair Gaunt... No soy Cissy, no soy Sybilla... Esos son... son mis hijos... - señalé la puerta, hacia donde los gemelos se habían ido.

 

Henry se detuvo y tomó mis manos temblorosas.

 

-Bebé... Castalia murió durante el parto... Lo siento... Fue hace seis años... ¿Recuerdas? ...

 

Pero su voz se convirtió en un susurro dentro de las miles de voces que gritaban en mi cabeza. ¡Yo no estaba muerta! Yo había sobrevivido al parto, Arya me había salvado junto con Aidan y Sybilla, habían hecho todo por mí, por mis pequeños... Yo no podía estar muerta porque estaba aquí. Solté las manos de Henry y corrí hasta la sala de estar, donde un espejo sobre un modular me devolvió el reflejo que más temía: era ella. Era Sybilla.

 

-¿Cariño?- preguntó Henry, asustado.

 

-¿Mamá?- los gemelos estaban en la escalera.

 

Me giré y tiré una oleada de hilos hacia la cabeza de Henry.

 

Nada.

 

De nuevo.

 

Nada.

 

Hacia los gemelos.

 

Nada.

 

<Legeremens> una nueva oleada hacia Henry.

 

Los flashes me invadieron. El invernadero, el lago, Alcatraz, el interrogatorio, la Pirámide... Rosália.

 

El rostro de Henry cambió y ya no era él, ahora era un espantapájaro que parecía moverse por arte de alguna magia que desconocía. Los gemelos no eran más que sombras en la escalera.

 

-No es real- dije.

 

La mansión fue perdiendo nitidez hasta volverse enormes setos verdes.

 

-¿Cariño?- Henry insistió.

 

-Estás muerto, Henry Fitzroy... Te asesinaron... mi esposo es Sebástian Stark- respondí.

 

<<¡Castalia! ¡Cariño!>> el grito provino del espantapájaro, pero no de su boca sino de su interior.

 

<¿Sebástian? ¿Dónde estás?>

 

<¿Mami? ¿Mami eres tú? Mami, tenemos miedo> las voces de los gemelos se mezclaban.

 

No era real. Nada de eso.

 

-Legeremens- mi voz salió ahogada, como si me estuviera quedando sin aire, pero aún así dije el hechizo para infundirle fuerza a los hilos plateados que se dirigieron hacia el espantapájaro que se acercaba, desarmándose en cada paso. Los hilos lo golpearon y se detuvo, moviendo la boca, pero ya no podía hablar. Se quedó rígido y luego cayó al suelo.

 

Una ilusión, una pesadilla.

 

El espantapájaro se volvió humo y, en su lugar, la figura de Sebástian Stark se quedó desmayado en el suelo. Las sombras de las escaleras, los gemelos, también desaparecieron. No era real, nada de eso. Esa visión de un futuro distópico donde yo había muerto, Sybilla era la madre de mis hijos y Henry vivía... no era cierto. Miré mis manos y noté las cicatrices en las muñecas... ese sí era mi cuerpo. Pero también había sangre en mis manos.

 

***

 

El brillo del sol hizo que parpadeara dos o tres veces antes de poder enfocar. Seguí en el laberinto, pero aparentemente había estado caminando a ciegas y mis manos estaban cubiertas de tierra, espinas y sangre. Pinchaban y ardían, pero aún así, estaba de vuelta en el mundo real. Eso que había visto, esa visión, tenía una mezcla de pasado y futuro, como si ambos tiempos se hubieran cruzado. Eran, en parte, residuos de lo que Sybilla había dejado dentro de mí antes de que su alma abandonara mi cuerpo para ocupar el propio, quizá también el motivo de que Henry frecuentara mis sueños por las noches.

 

Busqué mi varita y realicé un Episkey en mis manos para sanar las heridas, pero las cicatrices permanecieron. Recordatorio de mi cruzada tortuosa por el laberinto de la isla.

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Pereira observaba desde los ojos de Castalia el rumbo que la castaña había tomado. Aquel rumbo que la arcana supuso llamaría la atención de la bruja. Se mantuvo en silencio, calmada, con las manos entrelazadas frente a su pecho mientras su pupila recorría el laberinto, rumbo a las pruebas que a lo largo del camino encontraría.

 

La puerta fue encontrada, dicha puerta traería la mezcla de varias épocas, sin embargo, predominaría el futuro y castalia debía de adueñarse de la visión que aquel camino soplaría dentro de su conciencia. El pomo fue tomado, y la Macnair cruzó, cambiando de inmediato e ambiente que la rodeaba, su primer reto había comenzado...

 

-----

 

Voces infantiles sonaron, Rosália observaba intangible desde una esquina, cubierta con un manto dentro de la mente de Castalia, que no lograría percibir la presencia de la arcana. Ambos niños discutieron y lograron hacer de Castalia una madre enojada, la mujer salió tras el mayor, quien corrió hasta chocarse con lo que parecía el padre de ellos.

 

Pereira observó de inmediato el rostro de su alumna, quien se encontraba fuera de si ante la presencia del hombre, sus facciones desencajadas llamaron la atención de la arcana, quien se acercó y entró en el torbellino que era la conciencia de su alumna. La mujer negaba a lo que sus ojo veían, el hombre por su parte intentó acercarse a ella, quien se negó rotundamente a lo que este le proponía.

 

La pelirroja salió del recuerdo, y observó el cuerpo de Castalia discutir con un espantapájaros, un par de cuervos volaron lejos, quienes Rosália supo hacían de los gemelos dentro de la mente de Castalia, quien poco a poco volvió a sí, percibiendo como el espantapájaros era destrozado por la fuerza infringida de su mente, la bruja observó sus manos llenas de tierra, residuos de ramas y un poco de sangre, Rosália logro percibir que su alumna había logrado sacar la visión interna de su mente, y ahora debía vencer lo que continuaba, una visión externa que Pereira comenzaba a realizar.

 

Recordó la figura de Arya Macnair, la bruja que Castalia le habían mostrado en el invernadero, justo cuando retiraron aquel recuerdo de la mente de la bruja, Pereira comenzó a dibujarla en su mente, justo frente a Castalia, de pié con el bebé que llevaba en manos durante el parto de Castalia. Logró recrearla, a tres metros de su pupila, y con algo de trabajo empezó a controlar su visión externa.

 

- Castalia - comentó Arya Macnair, llamando la atención de su alumna, quien la observó desentendida. Arya sólo pudo bajar la vista a la bebé en sus brazos - No pude salvarle - soltó, antes de largarse correr por uno de los pasillos del laberinto. Castalia debía de perseguirla y encararla, deshaciéndose totalmente de la presencia intangible e imaginaria.

 

 

 

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-Castalia-

 

Me giré ante el llamado, dejando el espantapájaro destrozado en el suelo detrás de mi y encaré a la persona cuya voz reconocería incluso en el más oscuro de los panoramas que pudieran darse.

 

Arya Macnair era mi sobrina y mi mejor amiga. Nuestro primer encuentro había sido difícil porque ella odiaba a la persona que yo representaba pero, con el paso del tiempo, nos habíamos hecho no sólo inseparables, sino también dependientes la una de la otra. No de forma perjudicial, claro, sino de forma... necesaria. Ella complementaba todo lo que yo era, a su manera, con su luz y su oscuridad. Era la hermana que me hubiera gustado tener.

 

-No pude salvarle- sus manos se extendieron hacia mi y el pequeño cuerpo inerte de Elysia estaba en ellas, desprovista de cualquier signo de vida.

 

Ahogué un grito y me llevé las manos cuasi sanadas a la boca para evitar que más sonidos salieran de allí, pero las lágrimas no fueron tan misericordiosas y bajaron como cataratas luego de una intensa lluvia, rodando mejilla abajo hasta alcanzar la comisura de mis labios. La sal en ellas era real, al menos.

 

-No... mi pequeña- sollocé de forma entrecortada, estirando las manos para sostenerla, pero la mujer se negó a dármela y, en cambio, se giró sobre sí misma y comenzó a correr por los interminables pasillos de setas del laberinto-. ¡No, espera!- grité, asustada y aturdida. Estiré una mano hacia ella pero ya no estaba allí.

 

Instintivamente comencé a correr detrás de ella, viendo la cabellera pelirroja desaparecer por un recodo y luego por otro. Mis pasos eran lentos comparados con mi velocidad natural, por lo que pensé que quizá estaba durmiendo. Era normal que durante un sueño corriera más despacio, me quedara sin voz y sintiera aquel halo de desesperación. Pero luego de enredar mis pies con una rama y caer en medio del pasillo, me di cuenta que no estaba soñando. Aún seguía dentro del laberinto.

 

-¡Arya!- grité, enfurecida ahora.

 

¿Por qué tenía a mi bebé? Sí la había salvado, yo la había visto cuando nació. ¿Es que acaso algo había salido mal? Me quedé aturdida en una encrucijada hasta que la oí susurrar "lo siento" y entonces reanudé mi búsqueda. Quería a mi hija, a mi Elysia. Sebástian nunca me perdonaría haber puesto en riesgo la vida de nuestra hija. Si le hubiera dicho cuál era mi plan, él podría habernos ayudado y Ely seguiría viva, conmigo y su gemelo.

 

Casi me choqué de frente con Arya, que se había detenido en un callejón sin salida.

 

-Dame a mi pequeña hija Arya, por favor- la varita se deslizó en mi mano de forma instintiva. Arya miraba a la bebé con amor.. con ese amor infinito y lágrimas rodaban por su rostro.

 

-Mi hijo murió por tu culpa. Por tu arrogancia... por tu egoísmo- cada palabra fue una puñalada.

 

-No Arya, yo lo siento. Yo no quería...

 

-¿No querías? ¿Tú no querías matar a mi hijo? Si hubieras hecho lo que te pedí, si hubieras dejado que yo llevara a cabo el parto como te lo había indicado- su rostro se contrajo por el dolor y la ira-. ¡Tú deberías haber muerto! ¡No mi bebé! Aidan...

 

El nombre de él fue la puñalada que no esperaba. Me detuve en medio de mi segundo paso hacia ella y bajé la varita.

 

-¿Aidan?- pregunté.

 

-Aidan... Aidan era el padre- sostuvo a Elysia con una mano mientras con la otra se tocaba la barriga que ya no tenía abultada-. Mataste a nuestro hijo por tu estupidez y arrogancia- gritó, encolerizada.

 

Aidan, mi Aidan. Mi mejor amigo. Mi protegido. ¿Le había quitado la posibilidad de ser padre?

 

Busqué dentro de mi mente todo lo que recordaba sobre los hechos, sobre el parto. Elysia y Taren se encontraban abrazados dentro de la bolsa, Taren además poseía el cordón umbilical alrededor de su cuello. Habíamos usado una poción para retrasar la curación rápida de la licantropía y así poder mantener abierto mi vientre mientras sacaban a los bebés. Taren había sido el primero, pero Elysia se había quedado sin oxígeno y yo había entrado en paro. Si Ely había muerto... Entonces... Entonces el bebé de Arya no podría estar muerto.

 

-Mentirosa - salió como un susurro.

 

<¡MENTIROSA!> grité en silencio.

 

Fue un ataque invisible y si alguien hubiera estado viendo todo desde afuera no habría podido percibir una varita moviéndose o una mano elevándose en el aire, porque no había signos físicos de que algo estuviera pasando por fuera de aquella imagen. En cambio, mi mente había creado una lanza puntiaguda elaborada con hilillos de pensamiento que se había dirigido en un golpe mortal a la Arya que tenía frente a mi. No era mi sobrina, no era la muchacha que me había salvado la vida y la de mis hijos. Ella nunca me culparía por la muerte de su hijo, aunque yo sí lo hiciera. Así que ataqué, enviando la lanza mental para perforar la mente perversa de quien hubiera creado a esa Arya y sentí cómo la brillante punta cargada de ira, temor y angustia apuñalaba el centro mismo del espectro, clavándose en el seto detrás de él.

 

Arya se convirtió en una masa de luces y oscuridad que se hizo remolino frente a la lanza que ahora había tomado forma. Era un arma luminosa, brillante, que se había incrustado en la maraña de hojas y enredaderas y poco a poco se iba deshaciendo en vapor blanquecino. Pero sentí en mi nuca, como una especie de punzada, a la Arcana mirando.

 

-Deja de usarla contra mí- le advertí a Rosália en voz alta, sabiendo que estaba mirándome y lancé un látigo de pensamiento contra ella, enfurecida y, automáticamente, me detuve. ¿Qué estaba haciendo? ¿Atacaba a una Arcana? Apreté los puños-. Deja a Arya y a mis hijos lejos de esto...- agregué.

 

Sentía la respiración quemar en mis pulmones, como si hubiera estado corriendo por horas y hubiera olvidado cómo se respiraba de forma correcta. Y, al girarme para abandonar el callejón sin salida donde había emboscado el fantasma de Arya, me encontré con el final del laberinto y el camino que se habría hacia la selva. Más allá, la Pirámide aguardaba.

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La arcana desde la piramide escuchó el grito desgarrador de Castalia, su pupila que ahora perseguía aquella unión de aire que Pereira había puesto en su mente, siendo una visión externa. La bruja comenzó a perseguirla, como si su vida dependiera de ello y la arcana esperó paciente, conociendo las capacidades de su alumna, quien estaba cegada por el dolor y la molestia que aquella presencia intangible le causaba, rememorando aquel recuerdo visto por la pelirroja en el invernadero.

 

Castalia cayó, y la arcana por su parte comenzó a preparar ultima prueba del laberinto antes de llegar a la pirámide. La arcana prosiguió controlando a la bruja que corría con la bebé en brazos hasta que ambas se encontraron en un punto sin salida, Arya y Castalia frente a frente. La arcana rebuscó en la mente de su pupila y consiguió justo lo que podía usar, mandando y conectando los hilos de la visión para contestarle a la Macnair toda palabra que soltara.

 

Pereira por su parte, les observaba desde muy atrás, vigilando cada acción de su alumna, y custodiando que su mente no se saliera de control. Usar eso en su contra era peligroso, la mujer lo sabía y estaba conciente de que cualquier cosa que pasara debía de tomar total responsabilidad ante las autoridades de Mahoutokoro, pero debía llevar a Castalia al borde, explotar sus conocimientos antes de la prueba real dentro del portal de las siete puertas.

 

La discusión entre ambas se tornó algo precipitada hasta que Castalia reaccionó, haciendo uso de sus conocimientos en la Legeremancia para deshacer la visión de Arya, su sobrina. Y con un grito silencioso de la castaña, la visión desapareció, seguido de un sepulcral silencio. Los ojos de la longeva mujer fueron directo a Castalia, la mujer sabía que la siguiente reacción de su pupila no sería buena, lo percibía en el gran torbellino de pensamientos que se le amontonaban en la conciencia.

 

"Cuidado con el tono que usas" soltó Rosália, desapareciendo del lugar una vez finalizó la mujer de hablar "Soy libre de crear cualquier visión en tu contra, debo llevarte al limite, lo que hoy te puse no será nada comparado con la prueba dentro del portal de las siete pruebas, e incluso es insignificante con la maldad que muchos intentarán hacer en el mundo exterior, mi deber es mostrarte a defender tu mente, más que darte los conocimientos para entrar en la de los demás" finalizó la arcana, mientras la mujer caminaba al final del laberinto.

 

El inicio de la selva le dió la bienvenida a Castalia, pero en medio del lugar una gran estatua de un antiguo guerrero aguardaba, un guerrero que había sido condenado a quedarse ahí, para siempre. La estatua soltaba lagrimas cada tantos días, y justo hoy era uno de esos. El guerrero alojaba en su mente una dolorosa historia de amor, guerra, muerte y tortura, de la cuál la bruja debía encontrar la verdadera razón de su condena y con ello, extraer el recuerdo y dejar la mente en paz del guerrero, quien pasaría hasta el final de los días ahí, convertido en piedra.

 

A un costado, un pequeño pensadero aguardaba, pensadero que tenía un hechizo que habría los setos a un costado de Castalia, donde le esperaba Rosália junto a la Piramide, resguardando la replica de su anillo en la palma de su mano.

 

 

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Editado por Rosália Pereira
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El regaño de Rosália hizo que volviera en mí misma. Por un momento había visto todo rojo y no podía distinguir qué era real y qué una prueba, pero la voz de la Arcana, un bálsamo debajo de su cruda acusación, me trajo de nuevo al laberinto y a mi misión: vencer para conseguir la habilidad.

 

<Lo siento> me disculpé, aunque no dejé de apretar los puños.

 

Salí del laberinto y tan sólo di unos cuantos pasos en el sendero de la selva antes de encontrarme con una estatua. Parecía que había sido dejado como una piedra por algún ser mítico, como una Medusa, pero no estaba segura del todo de que eso fuera posible. La estatua soltaba lágrimas que mojaban sus mejillas petrificadas y terminaban en su barbilla, donde goteaban hacia el suelo. Cada lágrimas que derramaba soltaba humo al tocar la tierra, como si fueran de ácido.

 

-Porque sus pensamientos son tristes- dije en voz alta, como si fuera lo más normal del mundo.

 

Claro que no lo era. Quizá las lágrimas estaban contaminadas con malos recuerdos y esa era otra de mis pruebas: saber qué había causado las lágrimas y el estado petrificado del guerrero frente a mí. Sabía que el hechizo funcionaba con los vivos, pero desconocía si podía usarlo con una estatua, así que pasé a otra técnica. Me acerqué y coloqué mis manos una a cada lado de su rostro, mientras enfocaba mis ojos esmeraldas en los grises de roca del guerrero.

 

Entrar en la mente de esa cosa no era nada como entrar en la de una persona de carne y hueso. Había un muro enorme y gris que parecía extenderse hasta el infinito, de lado a lado y hacia arriba, sin fin. No había grietas ni marcas en el muro, pero aún así coloqué una mano mental sobre él, porque necesitaba atravesarlo para ver. Había sopesado la posibilidad de que el muro fuera rugoso o liso, duro, frío, como todos los muros que conocía, pero éste no era para nada así. La textura era como de seda, suave y estaba cálido, como la piedra de una chimenea que ha permanecido mucho tiempo encendida. No tenía marcas, pero al tocarlo, se onduló como una tela y replicó la ondulación a lo largo y alto, haciendo que los límites languidecieran.

 

<Una ilusión> pensé.

 

Entonces, empujé con la mano mental y me encontré atravesando el muro como si fuera de papel. Todo era blanco y no oscuro y siniestro como hubiera esperado de alguien que parecía haber parmanecido cientos de años en piedra y, mientras avanzaba en aquel basto espacio en blanco, colores comenzaban a acaparar mi atención. Primero rosados, luego lilas y más tarde celestes conformaban un cielo basto y extenso. Debajo de mis pies había marrón y verde, amarillo y rosa y pronto los colores se convirtieron en un largo campo primaveral.

 

Parecían las afueras de una aldea.

 

Había un camino de tierra que serpenteaba a un lado de los altos pastizales floreados y, hacia el final, la figura de una mujer y un niño aguardaban la llegada del guerrero que parecía detenido en medio del trayecto, como si no pudiera avanzar.

 

-Los abandoné- me dijo y se giró hacia mi.

 

Podía verme, eso me quedó claro.

 

Se miró los pies, enterrados en lodo e hizo el intento de moverlos pero fue en vano.

 

-Me fui a la guerra... y los dejé- comenzó a llorar mientras intentaba avanzar, pero sus pies se metían más dentro del lodo que ahora se teñía de rojo-. Los mataron- agregó.

 

Elevé la vista de sus pies y seguí su mirada hasta la casa al final del camino, que ahora se encontraba en llamas y luego, hacia un árbol a mi derecha que se alzaba en medio de las flores y los pastos. El cuerpo de una mujer y un niño colgaban del árbol, mientras debajo un grupo de soldados juntaban sus armas y emprendían el camino de regreso.

 

-Si yo me hubiera quedado en casa...- sollozó.

 

Me acerqué con cautela y le tomé la mano, tirando de él suavemente.

 

-No te odian- le dije-. Mira- y señalé con la barbilla la casa que ya no ardía y a las dos figuras esperando al final del camino de tierra-. Sólo te están esperando, en el más allá. Saben que no fue tu culpa lo que sucedió- mi mente acarició suavemente sus pensamientos y los buenos recuerdos comenzaron a aflorar: noches con su esposa, días entrenado a su hijo con la espada, mañanas arando el campo para sembrar-. ¿Ves? Aún quedan cosas buenas-.

 

El lodo desapareció y el guerrero pudo mover sus pies. Lo guié hasta el árbol, donde los cuerpos seguían colgando y los bajamos juntos. El niño no debía tener ni ocho años y la mujer apenas veinticinco. Habían sido crueles con ellos en vida pero no debían seguir siéndolo en la muerte. Tan pronto como los bajamos, los fantasmas de sus muertes se unieron a los de su imagen vivos, fusionándose. El guerrero miró el árbol donde habían estado colgados. Ahora, debajo, había dos tumbas marcadas con flores.

 

-Ellos ya descansan en paz, esperándote. Ve con ellos- le indiqué.

 

****

 

Quité mis manos del rostro de la estatua que había dejado de llorar lágrimas ácidas y ahora un único hilo salía de allí, plateado. Hice aparecer un frasco de vidrio y tomé el recuerdo triste del guerrero petrificado, donde su familia había muerto de forma cruel y lo deposité en el pensadero. El recuerdo se arremolinó y asentó en el fondo del pensadero, luego comenzó a brillar con tonos celestes y verdosos hasta que se apagó. Justo a mi derecha, unos setos se corrieron y dejaron abierto el camino final hacia la Pirámide.

 

En la puerta, la Arcana esperaba.

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La arcana se mantuvo parada, quieta mientras a su espalda le esperaba el Portal de las Siete Puertas, lugar donde el portal de Legilimancia estaba abierto ya, esperando a su próximo discípulo que lograra vencer lo que dentro de el guardaba. La arcana no tenía idea de lo que pasaría luego de cruzar dicho portal, todas las pruebas eran diferentes para cada alumno y aquello sólo llenaba de total emoción a la pelirroja.

 

En su mano aguardaba el anillo de aprendiz, anillo retirado previamente de la estrella de cinco puntas. La bruja tenía paciencia, sabía de las habilidades de Castalia hasta ahora, y sólo aguardaba a que la mujer lograra cumplir su ultimo objetivo del laberinto, llevar al guerrero a la paz eterna. La Macnair entró en la mente del guerrero, castalia supo que con lo que se encontraría sería un juego mental, puesto por la misma arcana, para medir la fortaleza dentro de la conciencia de la castaña.

 

Pereira observó cada movimiento de su pupila, en silencio, percibiendo los hilos de tranquilidad impuestos sobre la mente melancólica del guerrero, que poco a poco fue entrando en calma, alejando toda la tortura mental dejada en el pasado. Rosália observaba desde un punto externo, como Castalia calmaba al guerrero, quien daba sus ultimas demostraciones de vida, quien sólo esperaba encontrar la calma para dejar ir su alma.

 

La arcana esperaba, esperaba y miraba la paciencia y gran esmero impuesto por el puro corazón de la bruja, que con cuidado desmantelaba la tortura mental del guerrero, dejándole dar sus últimos alientos, a pesar de estar convertido en piedra. El guerrrero poco a poco se fue apagando, lleno de total paz y calma, por su parte Castalia lo dejó libre, regresando al laberinto para extraer los malos recuerdos de la mente de la estatua.

 

Los setos se abrieron, una vez el pensadero absorvió el hilo dejado previamente. Pereira observo a su pupila caminar hasta pararse frente a ella, su rostro lucía cansado, el agotamiento mental era notorio y parte de ello era culpa de la rcana, quien había usado los crudos recuerdos de la bruja en su contra. La mujer extendió la mano, mostrando el anillo de aprendiz que le tendía a la Macnair.

 

- Este es un anillo que está vinculado al mío - comenzó a hablar la mujer, señalando con la mirada el anillo que ella poseía en su dedo corazón - Si deseas terminar tu prueba, debes ponertelo y saber que dado el caso que no te sientas segura dentro del portal, si colocas tu pulgar sobre él te traeré de regreso, pero habrás reprobado tu prueba y deberemos seguir con las clases, hasta que nuevamente te sientas preparada - relató Rosália, indicando pequeñas pautas a su alumna.

 

- El Portal de las Siete Puertas está abierto - agregó, entrando a la sala circulas. Pero se detuvo en la puerta, girando su cabeza a Castalia - ¿Estás preparada para el final de tu prueba? - Preguntó, antes de continuar explicandole - El Portal da acceso a un mundo ajeno al nuestro y que resulta único en cada prueba. Nunca se repite. Pueden conducir al pasado, al presente, al futuro, a universos paralelos, a mundos de fantasía o a recreaciones de la mente; en definitiva, a cualquier parte. Va a jugar con tu mente, de una forma más cruda que la mía. Debes estar consciente la Legilimancia es mucho más complicada de lo que parece y seguramente te hará ver las cosas con base en tu propia vida - soltó, mirando directamente a los ojos a la Macnair, transmitiéndole calma.

 

- El portal te pondrá pruebas únicas y que te harán revivir momentos de tu vida o incluso hacerte ver el futuro. Protege tu mente y usa la Legilimancia sabiamente durante la misma - finalizó, sacando su vara de cristal para abrir la puerta del portal, que junto al anillo le permitirían culminar y cumplir todo el proceso de aprendizaje para la Legeremancia. La decisión de continuar quedaba en sus manos, ya la arcana había terminado su parte y ahora tocaba demostrar al Ouroboros sus capacidades.

 

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Estaba cansada mentalmente pero no de forma física. Parecía que mi cuerpo podría enfrentar cualquier obstáculo que se le pusiera en frente, más mi cerebro parecía que iba a freírse. Apenas llegué frente a la Arcana, tomé el anillo que ella me extendía y lo coloqué en mi dedo mayor de la mano derecha ya que los dos dedos anulares de ambas manos estaban ocupados por los anillos de Nigromancia y Videncia, respectivamente, mientras que el dedo mayor de la mano izquierda lo ocupaba el anillo de Metamorfomagia; quizá más adelante los modificara para llevar más de un anillo por dedo, pero por ahora ocupaban mis dos manos en parte. El anillo se sentía cálido y si bien sabía que era una extensión del de Rosália, al colocarlo pude sentir que ahora era mío -si me atrevía a reclamarlo-.

 

Escuché a Rosália hablando, indicándome lo que me esperaba del otro lado del portal mientras la sala giraba lentamente a nuestro alrededor.

 

-Estoy lista- fue mi respuesta a su nueva pregunta sobre si tomaría la prueba. No había hecho todo aquel camino por el laberinto para arrepentirme ahora, así que ni bien la sala dejó de girar y el portal de Legeremancia se detuvo frente a mí, dejé que la puerta cediera sola a mi presencia y di un último vistazo a la Arcana-. Gracias por su guía, Maestra- incliné la cabeza y, sin esperar una respuesta, me metí dentro del portal.

 

***

 

Las frías piedras del castillo me recibieron al cruzar la puerta y supe de inmediato en dónde me encontraba. El castillo Valar había sido, durante cientos de años, el refugio de los vampiros de la Hermandad y el hogar de Sybilla. Sus muros contenían el poder de miles de vampiros que habían servido y muerto por el secreto que custodiaban: su propia existencia. Claramente al mirar mi reflejo en un espejo noté que no era yo quien por sus corredores transitaba, sino Sybilla, cuando había sido no sólo una milenaria vampiresa, sino también una Alta Lady de la Hermandad.

 

-Milady- me saludó un vampiro bajito y te mirada oscura, inclinando la cabeza-. Milord Ambrose la espera en la oficina- me indicó.

 

Ni siquiera tuve que pensar a dónde me dirigía. Mi cuerpo caminó por sí mismo hacia el lugar de la reunión y, me di cuenta, que yo no era yo ni tampoco ella, sino un fantasma dentro de su mente. Mis acciones no eran mías, mi voz tampoco. Sólo era una invitada en aquel cuerpo, viendo lo que ella veía y viviendo lo que ella vivía.

 

Me abstraje, dejando que Sybilla avanzara por los corredores concurridos del castillo y, en cambio, comencé a mirar el interior de su cabeza. Había imágenes girando, recuerdos, anhelos, ideas, proyectos. ¿Así se veía su mente o así se veían todas las mentes? ¿Habría mentes más profundas y otras más... superficiales? Una voz llamó mi atención, una risa en realidad y me dirigí hacia aquel trozo de recuerdo que rebotaba detrás de otros recuerdos. Era como estar en una sala de cine y cada recuerdo era una proyección en una pantalla blanca que se iba moviendo. Pero la imagen tenía un comienzo y un final y, luego, se repetía de nuevo. Eran trozos de lo que ella recordaba o lo que quería recordar.

 

Me detuve frente a una de esas "pantallas", donde una niña de no más de ocho años corría por un campo de maíz y reía. Detrás de ella, una joven también corría y reía. Ambas vestían ropas de la grecia antigua, telas blancas ajustadas con cinturones marrones y negros. Sus cabellos tenían complejas trenzas que recorrían la frente y se ataban detrás, en la nuca, dejando mechones sueltos y desordenados que ondeaban con la brisa veraniega.

 

-¡Te atraparé!- gritó la joven mujer, riendo y la niña gritó divertida, mientras se hundía en el campo y desaparecía.

 

<Sus recuerdos de la infancia> pensé.

 

<Sí, son mis recuerdos... y los tuyos también>.

 

Me sobresalté. A mi lado, Sybilla se había "materializado". Miré sobre mi hombro, pero la Sybilla de "carne y hueso" seguía avanzando por el castillo, mucho más lento, como si el tiempo se hubiera relentizado fuera mientras yo husmeaba sus recuerdos.

 

<No pueden ser míos> negué. <Estoy en tú mente>.

 

Ella sonrió.

 

<Tu mente y la mía fueron una, ¿recuerdas? Cuando nuestras almas se unieron> explicó.

 

Luego, movió una mano sobre la "pantalla" donde había estado viendo su recuerdo de la infancia y las imágenes se volvieron con mayor velocidad hasta que volvieron a detenerse. Esta vez, la niña de ocho o nueve años correteaba por su casa en Irlanda y jugaba con sus hermanos. Mis hermanos.

 

<Estos sí son mis recuerdos> dije, pasando las imágenes con cautela.

 

<Y los míos> agregó. <Cuando nos fusionamos, nos volvimos dos almas en un solo cuerpo y una sola mente. Compartimos todo lo que éramos, lo que somos y lo que seremos... para siempre>.

 

Me sonrió. Eso no parecía molestarle.

 

***

 

Estaba débil cuando abrí los ojos, pero al menos ya no tenía frío. El rostro de mi hija adoptiva Rohana me miraba desde el umbral de la puerta mientras me iba incorporando. Gritos se escuchaban provenientes de la planta de abajo del castillo del Norte. Mi hija me miró.

 

-Dile a la tía Arya que no le haga daño- pidió.

 

-Nadie va a dañar a Sybilla, te lo prometo- mi voz sonó ronca pero Rohana no se inmutó.

 

Un estruendo más abajo hizo que dos personas subieran corriendo las escaleras: Aidan y Sebástian. Tenían el rostro pálido.

 

-Están atacando el castillo- dijo pálido Aidan, mientras tomaba de la mano a Rohana y la acercaba a sí mismo-. Lo lamento, pero te necesitan en el salón- me indicó.

 

Los vidrios de los ventanales habían volado en pedazos y criaturas demoníacas entraban volando, atacando a Sybilla quien se mantenía firme con mi varita en una mano y una espada en la otra. A su lado había dos demonios del círculo de Arya que luchaban, cuidándole las espaldas, contra los esbirros de Artemius y Hathor.

 

Fue instintivo aunque no sabía cómo, pero alcé ambas manos hacia el primer esbirro que se me lanzó y el demonio dentro del cuerpo humano se detuvo en plena carrera y comenzó a agarrarse la cabeza. Su mente era aceitosa, corrupta. Si bien el cuerpo era claramente humano, la mente había sido tomada por un demonio nauseabundo que estaba ahogando al dueño anterior del recipiente. Mis látigos mentales se extendieron por su mente pero donde yo avanzaba, una oleada de aceite y pestilencia me repelía. Si tan solo pudiera tocarlo...

 

Avancé. Un paso... dos... mientras mantenía al hombre-demonio arrodillado en el suelo, chillando de dolor. Mis manos rodearon su cabeza y elevé sus ojos oscuros hasta chocaron con mis esmeraldas y, por un momento, sus ojos se aclararon. El contacto físico hizo que pudiera penetrar mejor y ya no eran pequeños hilos de látigo, sino una oleada de tentáculos plateados que se apretaban en torno al demonio dentro del hombre. Donde la aceitosidad de la corrupción quería escaparse, mi mente ponía un parche y apretaba y apretaba. Los gritos del hombre eran insoportables y en mis manos podía sentir su transpiración, pero aún así no lo solté. Tampoco lo solté cuando se retorció el demonio en su mente y gritó tan fuerte que creí que mi propia cabeza se iba a partir. Mis garras agarraron esa masa negra y tiraron de ella hasta despegarla de la mente del humano y, finalmente, la apretaron tan fuerte que se convirtió en polvo.

 

El hombre cayó a mis pies, exhausto pero consciente, mientras un humo negruzco escapaba de sus ojos y se deshacía en el aire. Caí de rodillas al suelo y me quité la sangre de la nariz... la primera vez que había usado mi poder y casi había muerto.

 

No volvería a hacerlo. No podía. Era demasiado.

 

***

 

Me desperté recostada sobre una alfombra de hojas y el aroma a tierra penetró en mis fosas nasales. Estaba en medio de un círculo de piedras natural y, en un extremo, una figura masculina me miraba. Era una noche de luna llena y el claro del bosque se iluminaba bañado por luz plateada. El hombre me miró y sonrió. Tenía el cabello plateado, los ojos con tonalidades amarillas y claros colmillos rosaban las comisuras de su boca.

 

-Despertaste- dijo.

 

Me incorporé.

 

-¿Quién eres?- quise saber.

 

<Tú sabes quién soy, joven aprendiz> respondió en mi mente.

 

Me sobresalté.

 

Luego, el recuerdo de un libro en la mansión Riddle, un brillo fantasmal y el dolor agudo de un corte en la palma de la mano. La sangre derramándose en el libro abierto y las páginas ahora llenándose de conocimiento.

 

<Eres el Maestre de la Sangre> respondí. <¿Pero qué hago aquí? ¿Dónde estoy?> quise saber.

 

<Estás dentro del portal de las siete puertas, realizando tu prueba de Legilimancia... Y el portal de ha traído a mí> respondió.

 

Me puse de pie e incliné la cabeza a un lado, sintiendo la densidad del aire, el poder que emanaba de las piedras.

 

<¿Esto es un sueño?> pregunté, avanzando un par de pasos hasta situarme al borde del círculo de piedras. No sabía por qué, pero algo en mí me decía que no podría salir aunque lo intentara.

 

<Puede ser... O quizá no> se encogió de hombros. <No deja de ser una prueba de tu habilidad, Castalia. ¿Por qué no miras dentro de mi mente?> pidió.

 

Eso estaba intentando hacer, mirar dentro de su mente. Pero no podía.

 

<No puedes, ¿verdad? Es por el círculo> me explicó. <El círculo representa tus propias limitaciones a la hora de utilizar tu poder. Sí, ya lo has hecho, pero hasta ahora has servido para dos cosas: extraer malos recuerdos o hacer sufrir e un recluso para que confesara un crimen. Tienes más poder, úsalo> exigió, apretando los dientes a pesar de que las palabras no habían salido de su boca, sino de su mente.

 

<He usado mucho poder, no sé qué estás diciendo> me quejé.

 

<¿Ah si?> se rió. <La Arcana utiliza tus miedos contra tí y sólo le gritas un poco y ya le temes... No tienes idea del poder que tienes dentro, ¿verdad? Quizá sea ella la que te limita porque teme que la derroques... ¿qué dirían los otros Arcanos si supieran que una alumna puede superar a su Maestra?> se llevó un dedo a la barbilla, como si pensara.

 

<Estás mintiendo. No soy más poderosa que Rosália> y, al decir su nombre, el anillo en mi dedo quemó. Casi había olvidado que estaba allí.

 

<¿Y si lo fueras?> preguntó.

 

Dentro del círculo de piedras apareció la pelirroja Arcana de Legilimancia y sentí una punzada fuerte en mi cabeza. Bloquee mi mente, creando barreras para evitar que ella entrara, pero su poder era inmenso.

 

<Pelea, Castalia. No vuelvas a dejar que ella controle ningún aspecto de tu vida> el Maestro de la Sangre alzó una mano y el círculo de piedras de movió, estrechándose.

 

Rosália atacó mi mente de nuevo y me hizo caer de rodillas, agarrándome la cabeza.

 

-No mereces tener ese anillo. Pareces poderosa, te lo dices a tí misma, pero eres débil- escupió cada palabra mientras cuerdas me amarraban la mente y tiraban de ella, como queriendo descuartizarla-. Te he escuchado quejarte en cada paso que diste por ese maldito laberinto. Eres débil... Eres quejosa... Eres una vergüenza para mi...- cada palabra era otro golpe que me hacían caer más y más. Sentía que me estaba enterrando en la tierra.

 

Recuerda.

 

Esto es una prueba.

 

Ella te dio el anillo. Estás en el portal.

 

Recuerda.

 

¡Pelea!

 

Coloqué las dos manos en el piso de tierra y me puse de pie. Rosália seguía mirándome con desprecio y podía sentir claramente cómo me atacaba una y otra vez, golpeando esa débil burbuja protectora que había comenzado a erigir contra ella.

 

-Mataste al hijo de tu sobrina con tu egoísmo- otro golpe verbal y otro golpe mental. La burbuja se agrietó un poco-. Ni siquiera has hablado con ella para pedirle perdón- otro golpe-. Eres una desgracia para tu propia familia- puñetazo al estómago mental.

 

Apreté las manos hasta que las uñas se clavaron en mis palmas.

 

-Sí, soy una desgracia y una egoísta... Y me odio por estar viva mientras él no lo está- golpe: el cabello de Rosália se volvió negro. Golpe: sus ojos se pusieron verdes. Golpe: era más bajita y menos esbelta-. Pero no me odio. Ella no me odia- golpe: su boca se volvió un botón de rosa.

 

Y, entonces, me vi. No estaba peleando contra la Arcana, sino contra mí misma. Mis propias limitaciones. El círculo representa mis propias limitaciones.

 

-¡AHHHH!- grité mientras corrí el trecho que me separaba de mí misma y le tomé la sien, clavando las uñas en su cuero cabelludo.

 

Mis propias limitaciones.

 

La imagen de mí misma gritó bajo mis manos mientras comenzaba a destrozarla. Primero arranqué el recuerdo de la muerte de Henry. Luego el recuerdo de Arya asesinando a Sybilla. Deshice el dolor profundo por la muerte de mi madre y mi hermanito, que se situaron como dos fantasmas en el círculo, a nuestro alrededor, sonriendo. Era como si mi mente estuviera haciendo un Priori Incantatem, después de todo ambas compartíamos el mismo núcleo porque éramos la misma persona.

 

Finalmente, agarré toda la pena, la ira, el dolor y el odio que invadían aquella doble personalidad que estaba peleando conmigo y la apreté tan fuerte que sentí el preciso instante en que ella y yo nos fusionamos, ocasionando que miles de luces estallaran alrededor. Las agitadas aguas de mi mente comenzaron a volverse una playa tranquila y volví a escuchar la risa de Faolan corriendo tras de mí en las olas. No tan lejos Castalia... ¡Ven aquí!.

 

***

 

El portal me escupió a los pies de la Arcana y me quedé tumbada, mirando hacia arriba al techo abovedado de piedra mientras calosfríos recorrían mi cuerpo.

 

-Si no hubiera olvidado que llevaba puesto el anillo, creo que lo hubiera tocado más de una vez- dije jadeando, mientras comenzaba a incorporarme.

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Pereira esbozó una minúscula sonrisa a su pupila y asintió - Gracias a ti, por otorgarme la oportunidad de instruirte - finalizó, para perder de vista a su alumna dentro del portal. Percibió todos sus sentidos a través del anillo, Rosália en silencio esperaba cualquier reacción por parte de su nueva protegida, quien comenzaba con fuertes recuerdos de su mente, gracias al portal adueñándose de todo lo que su consciencia almacenaba.

 

La arcana daba una pequeña vuelta dentro de la pirámide, percibiendo como el portal comenzaba a usar las debilidades de Castalia en su contra, logrando quebrantar las barreras que ella misma se imponía. Respiró un par de veces, recordando las pruebas anteriores y las fallas que muchos de sus pupilos habían tenido, e incluso recordando todos los aprobados hasta este momento. Temía por su alumna, quien se enfrentaba a grandes limitaciones, producto de sus inseguridades y sus propias recriminaciones, que la hacían flaquear frente a las pruebas más complejas.

 

La arcana lo percibió, el portal comenzaba a vencer a la Macnair, y la mujer se preparó para traer consigo a su alumna, en cualquier momento. Esperó que llegara el toque al anillo, pero sólo logró sentir el conocido ardor, otra alumna se había vinculado exitosa mente con ella y su habilidad, trayendo consigo algo de esperanza en la humanidad para la arcana.

 

La bruja fue escupida por el portal, una vez logró vencer todo aquello usado en su contra, cayendo en el suelo frente a la arcana - Felicidades - expresó Rosália, moviendo su varita para hacerlas desaparecer de aquel lugar. La bruja había logrado vincularse con éxito, y ahora estaría frente al invernadero como otra mujer, como una Legeremante conocedora del gran potencial que guardaba y de toda la fuerza del caos en su interior.

 

La arcana esperaba volver a tener una alumna con las habilidades de Castalia, pero dudaba conseguirse con alguien que mantuviera la misma entrega que la castaña, por lo que a diario impartía Pereira a sus discípulos.

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