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Calles de Londres


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CALLEJÓN DIAGÓN

13 de marzo, alrededor de las 9:00am

«Zack Ivashkov ha caído. Mackenzie Malfoy lo sustituye. La Confederación es nuestra».

Ellie reconoce la voz de Kaori. No conoce a Zack Ivashkov, aunque por la previa declaración de Hobb acerca de la Confederación, supone que se trata de una persona non grata para la Orden del Fénix; el nombre que se le hace familiar, es el de Mackenzie Malfoy. Actualmente es parte de la Orden del Fénix, pero en una investigación de sus antecedentes —aquel apellido sigue teniendo cierta reputación en la comunidad británica—, descubrió que es la Ex-Viceministra del Ministerio de Magia de Gran Bretaña. A decir verdad, no está segura de qué esperar de ella pero el hecho de que sea parte de la Orden y haya conseguido la forma de hacerse con un cargo en la Confederación debe ser algo bueno... tiene que serlo.

 

Cuando entra a la Agencia el mago que había estado esperando en la acera, Ellie lo reconoce. Estuvo presente en la fatídica lección de legilimancia en la morada de la arcana Rosália Pereira. Un escalofrío recorre su espalda al recordar aquella experimenta, de modo que sacude la cabeza. Lo saluda con cortesía, aunque su prioridad parece ser hablar con Hobb. No puede evitar escuchar lo que están hablando, ya que está sucediendo justo frente a ella; Goderic le pide ayuda a Hobb, algo acerca de desarmar un objeto mágico, aunque no parece llevarlo encima —o, quizás, está guardado para ser descubierto en un lugar más seguro—.

 

Piensa en mencionar que podría echarle un vistazo, pero es consciente de que aquel es un asunto del Simposio de Ladrones, una organización en la que ella tiene poco o nada que ver.

 

Ellie sigue pensando en lo que dijo Hobb. «Ahora somos nosotros quienes debemos actuar, no creo que nadie más lo haga». La idea le parece... ingenua. Una cosa es desbaratar los planes de los mortífagos, rastrearlos, ponerles trampas, organizar capturas estratégicas. Pero, oh, aquello es un asunto completamente diferente. Es algo mucho más grande que los mortífagos, que la Orden del Fénix. Sin embargo, hay algo de verdad en sus palabras: nadie más actuará. El Ministro controla al Ministerio: controla a los aurores, a los inquisidores, a los inefables. Controla departamentos, instituciones, personas. Después de todo, Yaxley fue recientemente electo: tiene muchos fanáticos, que comparten su forma de pensar.

 

La comunidad mágica, está llena de locos.

Editado por Ellie Moody

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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Ministerio de magia, en la misma línea de tiempo que Macki le da semejante cachetada al Ministro...

 

Entonces así era una sociedad en caos... Un mundo sin reglas... Y sin protección... Dick estaba algo cansado debido a todas las vidas que llevaba a los terrenos de la Ridcklaud para salvaguardar su vida... Y aún así no era suficiente... El caos se había apoderado de ese sitio tan rápido que cuando se vino a dar cuenta tenía agarrado del cuello a un tipo que intento golpear a una bruja y la otra mano ensagrentada debido a los golpes que había dado a lo que parecía ser mago tenebroso que intentaba matar a un elfo...

 

--necesito que todos se vallan de aqui--

 

El mago fue lo único que dijo antes de sujetarse del pasamanos y seguir avanzando hasta su oficina en la casi desaparecido profeta... Aveces creía que era el único que quedaba... Fue entonces que más tardo en cerrar la puerta que el mago en caer al suelo rendido... Lo único que podía ser era obtener su medallón amarillo y pensar en una palabra... "Curación" y así un aura verde comenzó a cubrir el cuerpo del mago empezando a cerrar las cortadas y desaparecer la mayoría de los moretones... Era inmortal... Pero eso no significaba que no sintiera dolor...

 

--Porque... Lo habrá hecho--

 

Decía mientras se colocaba de pie... En ese terreno su traje de batalla no serviría... Además estaba demasiado dañado... Por lo que prefirió quitárselo y colocarse un par de pantalones, una camisa blanca manga larga y un chaleco café a juego con sus pantalones... No era mucho, pero le ofrecía la movilidad que el traje no le ofrecía, entonces reequipandose con todos los objetos que le pudieran servir tomo su sombrero y se dispuso a salir de nueva cuenta en el caos...

 

--Deberia de llegar al fondo de esto...--

 

Cómo reportero del profeta conocía todas las salas de prensa que tenía el ministerio... Cómo hijo de Sherlock que a su vez fue esposo de Amya Adler, conocía todos los pasajes secretos que le llevarían hasta su objetivo... Pero el camino era largo... Siempre había alguien en peligro... Alguien que tenía que proteger... Esperaba que la orden del fénix empezará a actuar pronto... O acaso... Ya no era momento de ocultarse más?

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Verlo frente al público, a sabiendas de lo que iba a hacer, a sabiendas que había perdido todo norte y que parecía que no existía manera de hacerle cambiar de opinión, por lo que no se quedó a verlo y fue directamente a la Sala de Reuniones. Claro, ella ostentaba las facilidades para que ni los Inquisidores pudieran o quisieran impedirle el paso. Porque claro, en el Ministerio aunque de cabeza, aún funcionaban los métodos de seguridad para proteger al Ministro de Magia, o eso creía. Pronto le pareció que se había equivocado cuando en medio de lo que debía ser una conversación privada entre Mathew y su primo, apareció la anterior viceministra y no hizo gran cosa, sólo le tatuó los dedos al Ministro con una sonora bofetada. La Yaxley se puso de todos los colores posibles y salió de las sombras de la Sala de Reuniones, dónde claro, su primo aún no había llegado. Le escuchó vociferad y atacarla, le vio reducirla con un expelliarmus, algo que sin duda no detendría a la Malfoy pues en los archivos confidenciales del Ministerio —que como parte de sus funciones había leído—, sabía que estaba más preparada que eso.

 

A menos que estés por organizar una Copa Mundial de Quidditch, Mackenzie Malfoy, esto está muy por fuera de tus ligas —dijo Maida saliendo con totalidad de la penumbra—, lo está desde el momento que renunciaron tu padre y tú. Así que te recomiendo que le bajes un cambio porque hechizos más o hechizos menos, estamos todos metidos en la última decisión del Ministro, y todos debemos pelear juntos, pues las consecuencias de esa conferencia de prensa serán para todos.

 

Quizá en sus veinticinco años jamás se había sentido tan decidida a morir bajo un Avada, le importaba tres pepinos. De hecho, cruzó la discusión y se dispuso a proteger la zona del Ministerio dónde se encontraban con hechizos desilusionadores, con hechizos que silenciaban todo a su alrededor en al menos veinte metros a la redonda y sólo personas cercanas al círculo que había formado Aaron Black ingresarían. Puso su corta estatura frente a uno de los brujos y lo fulminó con la mirada.

 

Acabo de mostrarte tu trabajo, tómalo como un curso rápido, lo siguiente será un rayo verde justo en medio de tu frente —escupió—, sólo ingresará Ashura Lestrange hasta nuevo aviso. ¿Te lo deletreo? —se burló y finalmente con la varita, señaló a Mackenzie—, ella se queda hasta que lo decida Aaron, o si, mi primo está de buen humor, ella misma. Finalmente, quiero a todos fuera del Ministerio de Magia en cinco minutos, ¿puedes hacer un vociferador para que se enteren en todos los pisos o eres un squib?

 

El guardia la miró entre confundido y sorprendido. La bruja le dio la espalda.

 

¿Realmente esperas que lo deletreé? —gruñó mientras él se disponía a obedecera y Maida se cruzaba de brazos— ¿Hasta que momento piensas esperar? Pronto comenzaran los ataques y te necesito fuera de Londres lo antes posible, si piensas liderarlos en esta Guerra, te necesitamos vivo. Espero que eso si logres entenderlo, Aaron.

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Mansión Di Médici.

 

 

El cuerpo de Jeremy estaba tenso como una cuerda de guitarra. Preparado para todo lo que tuviera que pasar. No sabía realmente que esperar de aquella visita, a esas horas tardías, en la Mansión Di Medici, pero lo que si sabía era que nada bueno saldría de ello. Candela no se movía del Castillo familiar, más que para trabajar, matar o pactar algún beneficio. Por más que le daba vueltas en la mente, no podía entender a que habían ido a ese tétrico lugar. Pero no haría preguntas. Intentaría captar los pequeños detalles al su alrededor, esperando con atención las señales de la matriarca. Si había muerte al cruzar la puerta, los Triviani se harían un festín con ella.
La atención exclusiva para con la italiana fue interrumpida por la aparición de un elfo que pedía alimento. No quedo ahí, el elfito tuvo la desfachatez de hablar sin permiso y hasta de pasear su mirada por los no invitados. El vampiro ignoro a la criatura con un gesto hosco en el rostro. Parecía ser, que habían llegado en mal momento y que Lucrezia no estaba preparada para recibirlos. ¿Estaría con alguien? Su estómago resistió las náuseas al pensar en aquel dilema. No comprendía quien podía ser tan osado de meterse bajo esas faldas del tres siglos atrás. Más pronto que nunca, la impostora tomo la delantera y los hizo pasar al interior de la Mansión. El pequeño detalle de la familiaridad de la vampira con la Di Médici, no pasó desapercibido para Jeremy. Olía a traición.
El recorrido hacia el salón fue tranquilo. Sin mayores inconvenientes. Keaton y Jeremy seguían detrás a Candela y Zoella muchos pasos adelante. Lucrezia, por su parte, antes de unirse, se había desecho del elfo desmayandolo frente a todos. Al llegar al salón, Zoella ejerció su total falta de modales, bebiendo del pico de una botella. Como solía hacerlo en su juventud, cuando los problemas no parecían asfixiar al mundo mágico. Aquel pequeño destello de un recuerdo, lo puso en sobreaviso a Jeremy. ¿Que estaba pasando? ¿Empezaba asociar a su hermana muerta con aquella mujer? No debía. Se quedó de pie, esperando de Candela, mudas órdenes, mientras que aceptaba el trago y lo olvidaba sobre una mesita, en lo que uno tarda en pestañar. No había ido a socializar ni a beber en festejo de nada.
-Deja de beber -Le soltó como una bala a Zoella acompañado de una fría mirada.

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–¿Vas a besarme? –Con la mano de Aaron agarrando fuertemente su delicado cuello y la varita del Ministro acariciándole su sien, Mackenzie Malfoy había vivido momentos de seducción mejores que aquel. El rostro de la Malfoy mostraba una maliciosa sonrisa, cuando el Black se apartó de ella, ajustándose la túnica y bramando insultos contra los padres de Mackenzie. –Vaya, vaya, un semental Black que insulta a aquellos a los que juró ser Siempre Fiel.

 

La referencia al Semper Fidelis estaba clara. Mackenzie Malfoy no había olvidado nada de su pasado mortífago y por supuesto que tenía muy claras las filiaciones de aquel Ministro de Magia.

 

Observó una figura al lado del Ministro que antes no estaba allí. ¿Por casualidad había adquirido el hijo del Ministro alguna capa de invisibilidad? Enarcó una ceja extrañada, pero no le dio más importancia.

 

–Bueno, Black…. –Mackenzie se acercó íntimamente al Ministro y le rozó la maltrecha mejilla con la uña de su dedo índice. Miró su varita pisoteada en el suelo -no es que le hubiera hecho gran cosa- y levantó una mirada de inocente dulzura hacia el apuesto mortífago. –¿Quieres jugar a los buenos y los malos o prefieres algo más fuerte? –Con la más encantadora de las sonrisas dirigida a los labios del mago, pensó en el objeto de arqueomagia que llevaba bien guardado. Pero aquella situación era demasiado pueril como para gastar un objeto alfa. Ni siquiera merecía la pena usar una habilidad. Podía manejarla con magia convencional. –¿Qué tal una varita poderosa y fuerte para empezar el juego?

 

Mackenzie dejó que el Ministro digiriera el juego que le proponía, antes de levantar la Varita de Sauco y, tras atraer con ella a Solveig de nuevo a sus manos, apuntó con ambas varitas al Ministro de Magia y a su hijo.

 

Una mujer apareció en esos momentos desde una sala de reuniones. Era Maida, la corresponsal de Corazón de Bruja.

 

–Hola Maida, trátame bien en tu próxima edición, eh?

 

Sonrió y dirigió una vez más su mirada al Ministro de Magia, pero esta vez no había nada de dulzura o engaño en ella.

 

–Te veo muy ufano y satisfecho con tu imprudente acto de hoy. Pero ten cuidado no vaya a ser que la serpiente que hoy desatas ante todos nosotros acabe por devorar a tu propia familia –miró sin pudor a los allí presentes, dejando bien patente lo que opinaba sobre la pureza de su sangre. –Y ten cuidado también con los que ahora crees que te siguen, puede que más de uno esté dispuesto a asesinarte por esto. –Tras mirar a Matthew y Maida con una suspicaz sonrisa, añadió –te dejo con tus perritos falderos.

 

Y sin más, Mackenzie Malfoy abrió un portal con la Varita de Sauco, accionó al mismo tiempo el colgante que llevaba al cuello y desapareció.

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firma
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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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Ministerio de Magia

12 de Marzo

Minutos pasada la medianoche

 

Observé la marca retorcerse en mi brazo, la serpiente entrar por los ojos de la calavera y salir por la boca. Era una invitación y también una orden, pero antes de acudir al tan conocido -y creído extinto- llamado de mis compañeros, debía transportarme a otro lugar de forma casi inmediata y el hielo que estaba recorriendo mi cuerpo endurecería mis músculos hasta impedirme avanzar. Era el miedo, miedo como no había sentido en mucho tiempo el que me movilizaba casi al mismo tiempo que mis instintos me gritaban que corriera lejos, que huyera y no mirara atrás. Incluso la mirada que eché a la puerta entreabierta de la habitación de Rohana hizo que pensara dos veces antes de dar el siguiente paso, pero no podía quedarme quieta, no ahora. Me había desaparecido de la oficina del Concilio y aparecido en la mansión con el único motivo de cambiar la distinguida capa azul marino de la Logia por algo que no llamara tanto la atención. ¿Pero quién no iba a notar a la ex Directora del Concilio cruzando el Atrio para ir a golpear a Aaron? Mi rostro había aparecido mucho en El Profeta en los últimos años.

 

Tuve suerte o quizá era sólo miedo, porque nadie levantó la cabeza dos veces cuando crucé el Atrio del Ministerio directo hacia los ascensores. La sangre en mis venas estaba tan fría que apenas sentía mis dedos, pero eso no impidió que mis manos se mantuvieran firmes al mostrar con recelo y altanería mi varita al guardia de la entrada. Ni siquiera la guardé de nuevo en su funda dentro de mi manga, sino que la tomé con firmeza mientras el ascensor se movía, sintiendo que mi único vínculo con la cordura en aquel momento eran los 32cm de ébano con núcleo de pelo de unicornio que chispeaban cada vez que la agitaba, aunque sólo fuera de forma leve; una extensión de los gritos internos que mi rostro intentaba ocultar.

 

Cuando al fin el ascensor se detuvo en el piso correspondiente y di un paso en el corredor, el claro sonido de una mano chocando contra una mejilla me llegó. Bueno, no sólo fue el sonido, sino también la escena, que pareció moverse en cámara lenta. Podría reconocer a Mackenzie Malfoy desde una legua de distancia, aunque hiciera años que no hablábamos. Pero no me sorprendió tanto verla en el Ministerio sino en las circunstancias y, además, se me había adelantado. ¿Cómo es que ella podía abofetear a Aaron y yo no? Apreté ambos puños y la varita, de nuevo, soltó chispas. Pero me obligué a mantener la calma mientras intentaba observar la situación a la distancia, cosa que apenas pude hacer cuando un colérico Aaron tomó el cuello de Mackenzie y la golpeó contra la pared, desarmándola con rapidez. No sabía si estaba respirando y no noté lo mucho que ardió mi garganta al hacerlo, mientras Maida aparecía, salida de la sala de reuniones y la ex Vice Ministra sacaba LA varita de Sauco para apuntar a Yaxley, todo en menos de lo que uno puede decir Quidditch. Y no me moví sino hasta que Malfoy desapareció al abrir un portal.

 

-Si eso ha sido una amenaza te la tienes bien merecida, id.iota- solté, mientras mis pasos acortaban la distancia entre Matthew -a quien recién veía-, Maida y Aaron-. Pero voy a darte un respiro, porque creo que Mackenzie ya le ha quitado toda la diversión a lo que venía a hacer... Y es más placentero ver tu cara pasmada que dártela vuelta con otra cachetada- inhalé con fuerza y luego solté el aire contenido -que ni siquiera sabía que lo había tenido atravesado en el pecho-, mientras encaminaba mis pasos hacia la sala de reuniones-. Y si pensaban echarme para tener una linda reunión familiar desde ya les digo que no me iré- me giré hacia Aaron para encararlo de frente, como siempre hacía y mis esmeraldas se clavaron en los grises de Yaxley-. He apoyado tu mandato desde el inicio y, aunque me encantaría verte hundirte solo en toda esta mi.erda que acabas de pregonar, debemos mostrar un frente unido- las palabras salieron con un leve siseo y tono amenazante. Me había inclinado hacia adelante para hablarle, así que volví a mi postura erguida.

 

***

 

San Mungo

9:30 am

 

Una aturdida Arya salió de la habitación que Aidan me había indicado y la detuve, poniendo mis manos en sus hombros. Tenía el rostro desencajado, como si le costara saber en dónde estaba o qué estaba haciendo, pero vestía la bata de medimagos que otras veces le había visto usar y parecía "limpia", muy lejos de la sangre que Aidan había lucido en su ropa.

 

-¿Arya?- la llamé suavemente, mientras dirigía sus pasos hacia una silla vacía. Levantó sus ojos, iguales a los míos, y me observó largo y tendido sin decir una palabra-. ¿Estás bien? ¿Qué sucedió?- quise saber.

 

Frunció el ceño y se miró las manos, como si intentara recordar. Luego, su rostro se iluminó y el cambio fue notorio, era como si hubiera estado sumida en un profundo lugar de su mente y luego aflorara, como las margaritas bajo la nieve al llegar la primavera.

 

-Estábamos con Aidan, paseando y entonces una chica fue atacada por un grupo de fanáticos mientras salía de un bar- me explicó, tomando mis manos con fuerza y sus ojos se llenaron de lágrimas. Noté que había surcos, como si se hubiera limpiado las lágrimas ya derramadas pero no parecían haber sido de esta ocasión-. Quisieron atacar a su novio pero ella se interpuso- continuó.

 

Asentí.

 

-¿Y qué pasó luego?- quise saber.

 

Su mirada pasó de mi rostro a la bata que ahora vestía, como si no recordara habérsela puesto y luego al jazmín que tenía bordado con su nombre en ella. Le pasó un dedo encima y volvió a fruncir el ceño, mientras las lágrimas se deslizaron por las mejillas y gotearon sobre su regazo. Era como si estuviera estancada en esos pensamientos que no podía ordenar y me vi en la obligación de intentar ayudarla. Lancé un lazo, fino y sedoso, de pensamiento hacia ella, como una caricia mental y de inmediato choqué con el caos. Pero no era un caos normal, como el que había visto en mi propia mente al comenzar a usar Legilimancia, sino un caos de otra índole, como si algo se hubiera roto dentro de la mente de mi sobrina. No quise tocar más, tenía miedo de dañarla, así que simplemente la abracé, esperando que eso fuera al menos una forma de reconfortarla.

 

@@Arya Macnair @

Editado por Feyre Rhiannon Macnair

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Mansión Ojo Loco. Con @@Xell Vladimir Potter Black

 

Observé a Xell, frenética, asustada. Aquella noticia era un golpe duro, un cambio drástico en nuestras vidas (y para todo el mundo muggle, por qué no decirlo) pero lo mejor era mantenerse en calma.

 

- Eh, eh, prima...para - dije, cogiéndola con cuidado por los hombros. La miré a los ojos, con una media sonrisa confiada. - No va a pasar nada de eso. No lo permitiremos. Además, tenemos qeu confiar en que los muggles son algo más que idi.otas con picas y antorchas. - bromeé.

 

Pero por otra parte, eso no significaba que parte de la población muggle nos rechazara, como era lógico ante una verdad que se les revelaría de pronto. Tal vez algunos solo expresaran aquel rechazo, sin más, mientras otros nos mostraban indiferencia...lo preocupante vendría de aquellos que optaran por, como había dicho Xell, atacarnos. No podía negar totalmente aquella situación, como también podría suceder que ahora, pudiendo cohabitar de forma abierta con los muggles, otros magos no trataran de hacerles daño del mismo modo.

 

- Que el secreto se revele no anula los hechizos protectores. Nuestros hogares seguirán protegidos y ocultos si es lo que queremos - o al menos, eso espero. - Harpo, busca a mi madre, y dile que vamos al MInisterio a ver que está pasando.

 

Así la varita con la mano derecha y con un gesto fluido, convoqué mi patronus, un lobo de gran tamaño de color azulado.

- Busca a @@Hayame Snape Potter Black y al resto de accidentosos. Nos vemos en el Ministerio, o en nuestras oficinas. - pedí, antes de que el animal desapareciera.

 

Ministerio

 

Había invitado a Xell a acompañarme hasta alli, si se encontraba con ánimos. Supongo qeu era la mejor idea si uno quería saber con seguridad que estaba pasando, en lugar de guiarse solo por rumores. Había bastante jaleo en la entrada, empleados nerviosos aquí y allá...

 

El humo de un cigarrillo me hizo dirigir la mirada hacia un rincón donde reconocí a @@Helike R V PB . Me acerqué caminando hasta ella con las manos en los bolsillos.

- Eh, va todo bien por aquí? - pregunté. Sabía que estaba en el ministerio porque había visto la nota. Era normal, la había dejado para que la leyese. - Tee has enterado de algo?

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¡mil gracias! alguien más que se compadece de mí (?) xDDD

 

On:

 

Fumaba tranquilamente. Pero mientras disfrutaba de uno de mis vicios fuera de la mansión Potter Black, pude distinguir las miradas de todos los presentes. De los que iban y venían fuera de sus propios departamentos. Tenían rictus serios y miradas nerviosas y hasta incluso que desconfiadas. Desabroché la chaqueta para darme algo de respiro. Había que hacer algo. Estaba segura de que el departamento de Accidentes y Catástrofes de la Magia estaría muuuy ocupad@. Y eso se lo debíamos a nuestro querido primer ministro. No me cabía en la cabeza, como un sangre pura como él, podía cometer semejante desfachatez.

 

A no ser claro, que todo se deviese a un maldito plan y del que, ni siquiera siendo mortífaga, había sido informada. Bueno, bien cierto que llevaba poco tiempo en el bando y tampoco es que confraternizara mucho ni con los viejos o nuevos señores oscuros. Pero de algo tenía claro. Había que hacer o moverse rápido. Podían desvalijar el ministerio en cinco minutos o detenernos a todos y llevarnos a Azkaban. Sabía de sobra el caos que se podía formar. No me cabía ninguna duda. Pero en verdad tenía miedo por nuestra pequeña.

 

Antinoo y Cesarión hablaban en cuchicheos a un par de metros. Al menos serían un par de magos que me protegerían en caso de que las cosas se pusieran feas. Suerte que había contado con su lealtad en el consejo Erebus. Pero eso era ya, otra historia. Una muy diferente. Encima, Italia declarando la guerra a Reino Unido. Menuda desfachatez. Tod@s se habían vuelto locos, ni siquiera la tregua de navidad parecía aplacar los ánimos. Suspiré cansada. No sabía si mi propio contrabando caería. Necesitaba esos hilos finos para conseguir lo más básico.

 

Entre tanto pensamiento una voz me devolvió a la realidad. Sonreí abiertamente y con alegría.

 

- @@Matt Blackner - tiré el cigarrillo al suelo y lo apagué de un sopetón, con la mirada recriminatoria de varias personas - Matt cariño - suspiré con alivio - no, de nada, ni siquiera El Profeta, que es tan activo dando noticias sensacionalistas, ha dicho algo, o al menos... nada de lo que nos preocupa. Habrá que proteger la mansión con hechizos desilusionadores, dar permiso sólo a las personas que conocemos, proceder a un toque de queda en nuestra propia casa. Créeme los muggles si saben de nosotros, no sé si vendrán con picos o cuchillos, pero hay que preparase para lo peor, ¿de acuerdo? - lo agarré de la cintura y le di un beso...

 

- Me temo que Accidentes estará muy ocupado éstos días y si sabes lo que te dije de la mansión, habrá que restablecer el orden cuánto antes. No se puede permitir que, un sujeto como éste gobierne. No me importa traicionar a alguien que creía cabal hasta hace unos meses. No sé cómo saldremos de ésto, pero quiero que nuestra casa esté hecho un fortín, ¿de acuerdo? Antinoo y Cesarión estarán con nosotros - señalé a ambos magos y asintieron con la cabeza, mostrando conformidad ante las órdenes dadas- ellos serán nuestros enlaces en el mundo exterior. Creo que la cosa se pondrá fea, muy fea y para tod@s...

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http://i.imgur.com/qLaYxUP.png Babila debe ser la única persona del mundo mundial que no sabía lo que sucedía en Ottery. Para él, todo lo que pasaba en aquel pueblo era muy extraño, explicable desde los ojos de un nacido en Uganda. Su pueblo era tan distinto a éste que, a pesar de llevar años viviendo en aquella ciudad inglesa, el negrito seguía pensando que eran bien raros estos occidentales; jugaban con petardos tan fuertes que se caían las casas e e incluso pillaban a alguien bajo los cascotes. Ahora se le había dado por tener miedo a la oscuridad y prohibían salir de noche, ¡pero si no había gusarajos gigantes como en su poblado!

 

Babila echaba de menos el salir cada día a la calle y comprar dulces de camino al trabajo, así que imaginar su alegría innata cuando sintió al Jefazo Matt que se veían en el Ministerio, en la oficinas. Cierto es que el mensaje no era para él pero sí para los Accidentosos y él era el secretario de la tercera planta de siempre; aún no lo habían despedido (y si lo hubieran hecho, Babila no sabe leer, seguro que no hubiera entendido el pergamino de despido). Salió de la despensa (no, no se había escondido allá pero estaba espiando ciertos embutidos correosos que el elfo Harpo le escondía y había aprovechado para escuchar todo) pero ya se habían ido los dos amitos. Sólo quedaba el elfo, a quien le preguntó por Sagitas.

 

-- Está con Lucrezia di Medici -- contestó Harpo, sin mirarle; para el elfo, aquel semi-gigantón era una gran molestia a veces.

 

-- Hale pues, pues la busco en la fuente del Ministerio.

 

¿Alguien quiere saber cómo derivó de Lucrezia a la fuente del Ministerio? ¿No? Es igual, lo esbozo. "Lucrezia di Medici es italiana, en Italia hay muchas fuentes, una muy famosa donde echan monedas y todo, ah, en el Ministerio hay una fuente también que tiene monedas. Pues allá que me voy, a ver si encuentro a la Sagitas y de paso, a la reunión de Accidentosos. Fácil, ¿no?

 

Bueno, sea o no entendible, hacia allá se dirigió el negrito, feliz de poder salir de casa y pisotear con sus enormes pies desnudos todo lo que se le pusiera por delante. Cuando llegó al Ministerio y entró como pudo por el tumulto de gente, se llevó una decepción al darse cuenta que su deducción no había sido certera pero, al menos, encontró allá al Amo Matt y a la amita Heliké. El matrimonio hablaba cuando él se acercó a ellos.

 

-- ¡Felí día, paregita! ¿Vamo a trabajá por fin? Exaba de meno vení cada día a trabajar. Ah, señó Mat, que su madre nostá en la fuente como me dijo Harpo. Elfo malo, elfo malo... -- y negó varias veces con la cabeza. No sabía porqué Babi no le caía bien, con lo majo que era.

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CALLEJÓN DIAGÓN

13 de marzo, alrededor de las 9:00am

 

—Si que serán días agotadores. Especialmente para la orden del fénix.

 

Mientras hablan de posibles planes para enfrentar la crisis que está por venir, una pequeña nota de papel se materializa delante de él. Es un mensaje. Haber liderado el simposio en el pasado le hizo conseguir muchos espías y muchos informantes. Aunque ya no está al frente de la organización (y conserva su plaza solamente por no desprenderse de la moneda) aún conserva a la mayoría de esa gente. Aún trabajan para él, en gran medida porque Kaori es quien ahora dirige el simposio.

 

—Ya no trabajo en este lugar, Goderic. Pero si puedes ser útil al igual que toda la Orden en este momento. Debemos enfrentarnos a Aaron y a todos quienes quieran seguir adelante con sus planes.

 

Deja de hablar por un momento para centrarse en el papel que tiene en la mano. Tiene los bordes quemados, pues es la forma en que los informantes que no forman parte de la orden le envían información: plumas de fénix. Lo desdobla con cuidado para no dañar el pergamino.

 

—En el bajo mundo no saben que hacer. Algunos, aunque mediocres, creen que serán parte del grupo de magos que dominarán a los nomajs. Otros mucho más sensatos entienden que habrá una elite de magos controlando todo, tanto a nomajs como a otros magos. Incluso hay mortífagos que piensan así. Mi contacto me dice —levanta la nota para que la vean— que algunos de esos mortífagos intentarán matar al ministro.

 

 

 

@@Ellie Moody @@Goderic Slithering

 

 

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