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Calles de Londres


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Tanto de día como de noche, Londres relucía con un encanto particular para su habitantes. Esa mezcla entre realeza, palacios, distinguidas cabinas telefónicas y un peculiar transporte eran unas de las tantas cosas que la ciudad de la reina te podría entregar; las personas vivían de su propio entorno, felices e ingenuos ante la existencia de un grupo de selectos que fueron desarrollándose con habilidades innatas ¡especiales!, seres que se vieron obligados a vivir bajo el yugo de ésta sociedad frágil e incomprendida, los muggles.


Pocos eran los que podían divisar el autobus noctámbulo a lo lejos, o uno que otro elfo chasqueando los dedos en la oscuridad, perros y gatos (entre otros animales) que se expandían en sutiles siluetas humanas por los callejones, como así también, algunas escobas surcando los cielos. La sensibilidad auditiva era de gran ayuda algunas veces...


-Creo que el Hogwarts Express está por partir, Albert...- sostuvo un tipo alto y delgado, tez pálida y finos labios púrpuras; sus facciones le hacían parecer un ángel, su maldición era beber sangre; mientras aludía a un sonido que solo él escucharía.


-¿Ah sí?...-respondió un joven que le acompañaba, éste era más gordo y de un ruliento cabello rubio. Observó su reloj, ya era hora- ¡cierto!, es mejor que nos acerquemos al andén 9 y 3/4...- agarró un maletín mientras que con la otra sujetaba un sandwich de jamón y lechuga para darle un mordisco- Acompáñame Drake, debemos llegar con los huevos de dragón antes del anochecer...¿Drake?...


El tipo ya se había adelantado unos cuantos metros.


-Malditos Rumanos...


-Te oí Albert...


Y así como ellos, habían otros que formaban parte de aquella vida, que hoy en día distaba de lo que habrían sido los tiempos de oro de la magia, épocas opacadas por el nomaj y sus históricas cruzadas, religiones que solo se dedicaron a segregar el mundo humano en prejuicios basados sobre el temor, quizás burdamente justo, para exterminar y perseguir a la bruja y el mago- Herbert Varney o mugglemente conocido como Jack The Ripper, habría sido un vampiro que ante la injusticia de su condición, solo habría buscado venganza en sus persecutores- quemarlos en la hoguera, recoger sus cabezas en un canasto tras la guillotina solo por ser...diferentes; un miedo se había extendido a tal punto, de no reconocer que el poderío y control mágico podría dominar el mundo.


El Tower Bridge se iluminaba esplendorosamente por la noche, con ondas lilas y doradas que danzaban a merced del Támesis, mientras que en el día era atestado por embotellamientos de carros muggles. Por otra parte, el afamado Big Ben era un centro político, tanto para los seres no mágicos como para brujas y magos que se adoctrinaban en la convención por el bienestar y respeto al estatuto secreto de la magia- y que ahora lo estuviesen reparando, era una mera fachada por todo el lío bélico que enfrentaba la sociedad mágica- la cuestión estaba en que muy pocos tenían conocimiento sobre aquello, sin limitaciones a las grandes facciones que se potenciaban hasta el día de hoy, la afamada Orden del Fénix y la noble casta de los Mortífagos.


Para qué hablar de los palacios de Buckingham o el Hampton Court, ¡o castillos! como Windsor; todos y muchos más, verdaderos misterios hasta para la misma sociedad mágica. Se comentaba, que algunos de los palacios estaban cubiertos por las facciones que dominaban el poderío mágico, sobre todo ahora que muchos comenzarían a retomar sus bases para hacerle frente a la gran guerra, una que el oficialismo inglés estaba dispuesto a confrontar o que a lo menos acogería adeptos para restaurar las bases de la pureza de la magia, la sangre.



***


Era de noche, la temperatura descendía rápido y el vaho podía notarse con tan solo respirar. Dos jóvenes muggles habían pagado sus tickets para el London Eye, se miraron con detención, sonrieron y se tomaron de la mano esperando ansiosos el momento en que la rueda comenzara a girar. Iban abrigados con gorros y guantes, uno de ellos llevaba bufanda mientras que la otra persona simplemente ocupaba una bandana.


-¿En qué minuto parte ésto?...- preguntó el chico.


-Yo...no sé- sonrió su pareja- supongo que debemos esperar a que entre toda esa gente...


Y es que ambos estaban tan emocionados de poder tener una panorámica de Londres, que no se habían dado cuenta que al haber sido los primeros, habían sido pioneros de un centenar de personas quienes formaban una fila para disfrutar de la atracción inglesa. Unos cuantos ruidos mecánicos y comenzó a andar; ambos pataleaban y se tomaban selfies...


Fue de hecho en es momento que notaron unos destellos por la imagen del celular, se miraron cara a cara y voltearon pero no lograron observar nada, ni una sola luz sino hasta que llegaron al máximo punto de altura; ¡comenzó a temblar!, la gente gritaba y la pareja solo veía personas correr de un lado a otro hasta que de pronto volvieron a ver destellos, esta vez a simple vista. Se daban sobre los tejados, luego entre medio de unos árboles; soltaron un grito cuando un par de escobas pasaron frente a ellos ¡NO PODÍAN CREERLO!...


***


Finalizando una Conferencia de Prensa:
12 de Marzo; primera noche.

- Hermanas y hermanos de sangre ¡de sangre mágica!- exclamé ante el público expectante y los medios de comunicación- ¡No volveremos a escondernos del muggle, jamás! ... (inserte aquí sonidos de fotografía)... no podemos esconder de ellos la guerra que enfrentamos; con su permiso...

El velo había caído y con ello, la esperanza de que todo ésto diera un vuelco por el bien de mis pares.

Editado por Aaron Black Lestrange

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Londres, al anochecer

12 de marzo de 2020

- ¡Confringo!

 

Nos habían visto. Lo sabía, por ello la discrección había pasado a un segundo plano. A aquellas alturas probablemente no fuera ni siquiera denunciable; la guerra ya había provocado varias filtraciones de magia en aquellos meses, muchas de ellas difíciles de tapar. Sin embargo, aquel día todo parecía estar tranquilo alrededor del London Eye y el Big Ben, casi todo el centro estaba sumido en una especie de tregua cuyo motivo muggle deconocíamos, aunque desde las alturas y con una gran visión se podían vislumbrar algunas reyertas a lo lejos, denotadas por fugaces destellos en el aire, fácilmente confundibles con insonoros relámpagos.

 

Sin embargo, aquella tranquila noche, mi pequeño altercado personal, ajeno a lo que pudiera parecer, había llamado la atención de los muggles. Primero, durante los últimos rayos de luz solar había conseguido que se mantuviera lejos de miradas indiscretas, esquivando a mis perseguidores por callejones seguros y usando vías de escape conocidas, casi estudiadas a conciencia en aquel tiempo. Pero cuando la noche comenzó a ocupar toda la bóveda sobre nuestras cabezas, justo en el momento en el que había logrado llegar a una azotea cercada con paneles de madera y arbustos, uno de aquellos hombres de túnica oscura e intensas ganas de darme caza casi me desarma, seguido de otro par de compinches. Tuve que correr, a donde fuese, por donde fuese, sin pensar en la repercusión de mis hechizos. Total, la comunidad mágica lo achacaría a un altercado de guerra, por muy lejos que estuviera de esa realidad.

 

Después de hacer explotar aquella caja eléctrica, fue la salvaguarda mágica la que me dió la oportunidad de escapar de la situación, volviéndome invisible durante escasos minutos, pero necesarios para que me perdieran de vista y poder encerrarme en un apartamento algo más alejado de la zona y aparentemente vacío.

 

Tendido sobre una alfombra de elaboración claramente artesanal y antigua empecé a curar las heridas de mi cuerpo con mi siempre fiel compañera, Dror. Estaba cansado, aquellos últimos días habían sido muy intensos. No era fácil combinar una búsqueda personal con los últimos sucesos, con los que la guerra mágica parecía agravarse. ¿Cuándo comenzó toda aquella locura? ¿Cómo lo había hecho? Ya casi se me había olvidado el contenido de aquellas profecías que iniciaron todo esto. Tenía cosas más importantes que resolver.

 

Me levanté, todavía con la respiración agitada. Estaba en una especie de sala de reuniones, llena de grandes estanterías repletas de libros y vitrinas. Un aparador apoyado en la pared entre los dos ventanales por los que había entrado y una mesa larga rodeada de sillas en el centro de la estancia prevalecían, dejando en casi segundo plano los sillones arrinconados frente a la chimenea de la esquina opuesta de la sala. El tiempo seguía corriendo y era cuestión de minutos que me encontrasen, así que comencé a establecer algunos hechizos de protección en ventanas y puertas.

 

No había escuchado los pasos que se habían parado tras el umbral de la doble puerta abierta, tras de mí. No me había asegurado de lo más importante: no estaba solo.

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12 de marzo

Primera noche

— Está hecho— fueron las primeras palabras que Rory pudo pronunciar mientras apagaba la radio donde hasta hace minutos venía sintonizando la conferencia del primer ministro— ¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde la vida?

 

Aquel versículo del evangelio de Marcos había acudido a su mente, pensando en los cientos de vidas que se pondrían en riesgo, todo por la irresponsable acción del ministro de magia, un hombre que más que nunca, mostraba estar lejos del sentir de la mayoría de los que gobernaba. Como fuere, un suspiro cansado escapó de sus labios, y acomodándose la camisa y los mechones pelirrojos que le tapaban la vista, guardó la radio en el maletín, y comenzó a empacar sus cosas.

 

Era poco probable que ese día pudiese llevarse a cabo la reunión para orar en nombre de San Elpegio, conmemorando precisamente la labor de dicho santo en Inglaterra. Y es que aunque en la sala, la mesa había sido colocada junto con las sillas, y los cirios ardían no mucho más allá, en un modesto altar elaborado con esmero en las últimas horas, las nuevas condiciones en el país exigían una actuación inmediata de su parte, y de los otros religiosos como él, para intentar frenar el escalamiento de la violencia en las calles, ya fueran escaramuzas entre muggles y magos, o solo entre magos, para demostrar "quienes eran los más fuertes".

 

Oyó un ruido entonces, justo cerca de los ventanales, que lo puso en alerta de inmediato. Cogiendo la varita, y oculto por las filas de libros del estante, comenzó a observar al recién llegado. Se trataba de un hombre de edad promedio, visiblemente agitado, y que no dejaba de lanzar hechizos de protección a su alrededor. ¿Era posible que tan pronto ya estuviesen generándose paranoia en la comunidad mágica o es que el hombre estaba intentado ocultarse por algún otro motivo? Al menos le quedaba claro que no era miembro del grupo litúrgico, pues era la primera vez que lo veía.

 

Pero al verlo tan temeroso, era imperativo el deber de brindarle apoyo y consuelo, así que sin mucho preámbulo se presentó ante él.

 

Está en un lugar seguro señor, no creo necesarias todas esas protecciones, aunque entiendo que las decisiones del ministro pongan de los nervios a todos— como un gesto de confianza bajó la varita que tenía en su mano y en su lugar hizo una ligera venia con la cabeza— Mi nombre es Rory Despard, predicador de Ottery St Catchpole y representante de la asamblea litúrgica de Devon ¿usted es?

 

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Londres, apartamento desconocido

12 de marzo

 

 

La voz de aquel hombre me pilló desprevenido hasta el punto de tener que retener el impulso por el que me hubiera lanzado sobre él, agarrándole del cuello y amenazándolo con la varita. Sin embargo, lo único que hice por prudencia fue agarrar fuertemente a Dror y apuntar en su dirección, con toda la musculatura en tensión. Se trataba de un hombre pelirrojo, de fuerte complexión y mirada fuerte. Llevaba un maletín en una de sus manos y también me apuntaba con su varita. Al menos era mago. ¿Qué hacía allí?

 

Su voz sonaba apaciguadora y correspondí al gesto de bajar la varita con cierta distensión de mis músculos, pero manteniendo mi varita en alza. No podía confiar en nadie. No a aquellas alturas. Ya me la habían jugado varias veces en muy poco tiempo.

 

- ¿Asamblea litúrgica de Devon?

 

Fue lo único que pregunté, casi mordaz, sin poder casi establecer aquella extraña relación. Quizá no era el más indicado para analizar sociológicamente al pueblo de Ottery con tantas idas y venidas, pero hacía mucho que no había visto ni oído sobre predicadores en el pueblo mágico.

 

- ¿Qué lleva en ese maletín? --pregunté inmediatamente, preso de la desconfianza, puntualizando con la mirada a la mano que lo sujetaba--. No creo que le interese mi identidad.

 

Vampiros y hombres de fe nunca se habían llevado bien. Si algo había descubierto en aquellos últimos meses era que existía algo peor que mi padre: los hombres que lo traicionaron.

 

 

 

@@Rory Despard

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12 de Marzo- primera noche

 

 

 

Alessandra miraba las filas y filas de sillas con periodistas, algunos sacando fotos y otros tomando notas, ella había llegado ahí por casualidad ya que andaba haciendo los trámites para la renovación de votos de su boda con Kamra, un hombre ataviado en una capa de verde esmeralda la había chocado cuando se dirigía a la rueda de prensa y curiosa decidió acercarse.

 

-Hermanas y hermanos de sangre ¡de sangre mágica!- exclamó el Ministro de Magia -¡No volveremos a escondernos del muggle, jamás! no podemos esconder de ellos la guerra que enfrentamos; con su permiso...-

 

Alessandra se horrorizó, se quedó petrificada sin poder creerse aquello, el ministro había enloquecido, ¿acaso lo habían torturado hasta enloquecer? ¿o estaba bajó una maldición imperdonable?, su vientre se contrajo ante las posibilidades de que aquello desate entre los mortífagos sus viejas costumbres como la caza de muggles.

 

Pálida como estaba giro sobre sus talones para salir a su pequeño departamento de organizadores de eventos "Delacour's Event" rápidamente se encerró en su oficina y comenzó a escribir una carta para su padrino @@Hades Ragnarok si el Primer Ministro quiere que dejemos de escondernos era mejor que San Mungo este preparado para cualquier eventualidad y claro también le mandaría una nota a @@Hayame Snape Potter Black su tía podría ayudarles con la clínica Santos mangos.

 

-Mientras más ayuda mejor- se dijo cerrando las notas y con unas lechuzas hizo que fueran a dar el mensaje de reunión y ayuda al hospital.

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Londres, apartamento desconocido

Primera noche-12 de marzo



Estaba a la defensiva, todavía sujetando la varita con firmeza, y no podía culparlo. La distancia entre ambos no se había acortado, pero observándolo más detenidamente, en ese clima de tensión que seguía sin disiparse, pronto Rory descubrió de donde es que podía estar proviniendo su desconfianza.


El hombre era un vampiro.



Sí, viene siendo un esfuerzo enorme recomponer entre laicos y llevar la palabra de Cristo a Ottery, pero... — viendo como el hombre seguía viéndolo con total desconfianza calló— no voy a hacerle daño.



Rory exhaló largamente, mientras abría el maletín para mostrarle el contenido al sujeto. Dentro, unos viales de pociones energizantes, una biblia, un rosario y unas estampitas de San Elpegio era todo lo que podía encontrarse. Ahora que lo pensaba más detenidamente, nada impedía que el sujeto que tenía en frente lo atacase, pero quería pensar que él también sería consciente de ello y actuaría en consecuencia, evitando un enfrentamiento que solo los perjudicaría a ambos.


— Ya entendí que se está escondiendo de alguien. Las minorías siempre son atacadas en contextos como estos. No se preocupe, si no desea, no tiene que contarme nada. — lentamente volvió a meter las cosas en el maletín y lo cerró mientras avanzaba, con temor unos pasos hacia él —Pero por favor, baje esa varita. Al final todos somos hijos de Dios ante sus ojos, e iguales por ello. ¿Qué es lo que necesita?


Ojalá encontrase una mejor manera para salir de esa situación incómoda, pero cuando no se trataba de temas de Dios, le era difícil interactuar con los otros.



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Londres, apartamento desconocido

12 de marzo

Intentaba tranquilizarme, intentaba que confiase, incluso su "no voy a hacerle daño" sonó verdadero, pero no pretendía bajar la guardia bajo ninguna circunstancia, y mucho menos sin ver el contenido de aquel maletín. El hombre pareció entenderlo y lo abrió con cuidado, mostrándome su interior. Estaba indefenso, había soltado su varita para aquello y su talante me producía cierta incertidumbre; realmente era un hombre de fe y confiaba en que no le haría nada. Sin embargo, sus siguientes palabras impidieron que bajase a Dror.

 

- ¿A qué "minorías" se refiere? ¿Qué le hace suponer que pertenezco a una?

 

Todavía me sorprendía a mí mismo con aquella actitud, recientemente adquirida por el pesar de los últimos acontecimientos. Jamás en doscientos años había sido tan seco, frío y escéptico. Jamás había estado tan despierto. Jamás había sentido tanta rabia. La mención a la deidad cristiana casi me arranca una carcajada que reprimí más por supervivencia que por respeto. No quería un enfrentamiento innecesario, estaba en seria desventaja con todo un escuadrón de "justicieros de la raza" pisándome los talones. Necesitaba aliados, no más enemigos.

 

- ¿Qué necesito? --Valoré que lo que me había enseñado en su maletín hubiera sido una ilusión, cualquier tipo de estratagema mágica--. Revelio --dije de pronto, apuntando brevemente al maletín.

 

No ocurrió nada.

 

- Ábralo.

 

Debía asegurarme antes de confiar por completo en aquel hombre de Dios. Si es que alguna vez pudiera hacerlo.

 

 

 

@@Rory Despard

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Londres, apartamento desconocido

Primera noche-12 de marzo

 

Rory ya no sabía más que decir o hacer para que aquel hombre bajase la guardia. No era el tipo de persona que gustase de las peleas, su contextura no era débil pero definitivamente el tipo que tenía delante era mucho más grande que él, y además, continuaba armado. Así que se contuvo de decirle algo, incluso cuando vio que casi reía a su mención del santísimo hijo de Dios, y en su lugar, se esforzó por mantener la misma actitud calmada que había tenido hasta ese momento.

 

Sabía que su fe lo libraría de todo mal, así que no estaban allí depositadas sus incertidumbres, sino en el hecho de que la situación derivase en algo peor, lo que a las finales significaría que tuviese que retrasar la ayuda que imaginaba que otros predicadores ya estarían desplegando para proteger a los más inocentes ante los anuncios del ministro.

 

No sé si intenta ocultar su condición de vampiro, pero para mí es bastante evidente. Y hasta donde sé, ustedes no son mayoría en Inglaterra ¿de acuerdo?— no era algo que hiciese con frecuencia pero tiró hacia el hombre su maletín para que este certificase cuanto quisiese el contenido— revise todo lo que quiera, pero desde ya le informo, que no soy el tipo de persona que confíe su bienestar a algo tan inestable, superfluo y a menudo problemático como la magia.

 

Una explosión se dejó escuchar de fuera. No había sido cerca, y sin embargo, daba cuenta que afuera las cosas no hacían más que empeorar, lo que hizo que Rory se impacientase.

 

Justamente porque los magos andan tan pagados de su magia, tan egocéntricos en la búsqueda de perfeccionarla, es que han hecho de su vida terrenal un auténtico infierno, para su estirpe y para los otros, olvidándose que todo lo dispuesto aquí emana del todopoderoso, a quien rendirán cuentas un día— alzando la vista al cielo unos segundos rezó apenas una plegaria antes de volver la vista al sujeto— si desea quedarse aquí, no se lo impediré, pero en lo que a mí respecta, necesito ponerme en contacto con mis colegas para intentar poner un poco de cordura y alivio en los espíritus que sí desean escucharme.

 

Era lo último que tenía para decir, y cruzándose de brazos esperó por la reacción del hombre, que esperaba, no resultara tan violenta como el desarrollo de las cosas afuera.

 

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Londres, apartamento desconocido

12 de marzo

Por lo visto, aquel hombre confiaba más en su fe que en la magia. Casi me hizo reflexionar sobre ello, sobre lo imposible que era aquella idea para mí, pero me lanzó su maletín, seguramente más consciente que yo de que el tiempo apremiaba. Ambos oímos la explosión, el tic tac de un reloj que nos apresuraba para ponernos a salvo. La explosión había sido lejana, pero segundos más tarde se escucharon voces en la misma calle a la que daban los ventanales.

 

- ¿Y qué pretende hacer? --dije, escéptico, tras sus últimas palabras. Casi me costó que la siguiente palabra saliese de mi boca, por lo inverosímil que me resultaba--: ¿Predicar?

 

Todavía no había abierto el maletín para corroborar que los objetos que me había enseñado previamente seguían ahí. No hubo tiempo. En aquel momento alguien empezó a golpear las ventanas de las habitaciones contiguas y un figura encapuchada intentaba abrir el ventanal por el que yo había entrado momentos antes. Me habían encontrado. La única comprobación que pude hacer fue mirar fijamente a los ojos de aquel hombre y asentir.

 

- Confío en ti. --No era un voto de confianza verdadero, sino un salvoconducto para la situación. No podía ofrecer mi confianza con la misma facilidad con la que lo había hecho tiempo atrás--. Tenemos que irnos.

 

Al fijarme en el rostro rabioso que la capucha del hombre que forcejeaba con la ventana y probaba un sinfín de hechizos para abrirla supe que era cuestión de segundos que entraran de uno u otro lado. Con un gesto de la varita hice que las cortinas se cerraran sobre sí mismas con un nudo mágicamente sellado, lo que apenas nos daría unos segundos de más.

 

- ¡YA!

 

Grité al ver que el hombre no reaccionaba, devolviéndole su maletín y empezando la carrera hacia el interior de la casa. Llegué a una especie de recibidor que daba a varias puertas y a mi izquierda se extendía un pequeño pasillo que torcía a su derecha, probablemente para conectar con el otro lado de la fachada. Al parecer aquel apartamento ocupaba toda la última planta del pequeño edificio.

 

- Tiene que haber alguna vía de escape, ¿tendrás algo preparado no?

 

Un estallido de cristales nos advirtió de que alguno de mis perseguidores había conseguido acceder a una de las habitaciones a las que daban aquellas puertas.

 

- ¡Fermaportus! --grité a cada una de ellas, incluida por la que acabábamos de salir--. Morphos --murmuré entonces, apuntando a un pequeño mueble de recibidor de estrechos cajones.

 

Inmediatamente, el mueble hechizado tomó la forma de un lobo que comenzó a pasearse de puerta en puerta, vigilando que ninguna se abriese. Su misión era clara: atacar al primero que cruzase un umbral. ¿Qué haría el renegado de la magia? No era momento de mantenerse firme en las propias convicciones.

 

- Espero que tú también pongas de tu parte.

 

 

 

@@Rory Despard

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13 de Marzo. 03:45 a.m

CALLES DE LONDRES

 

 

—¿Un paseo por Londres es la mejor idea que tuviste para despejar la mente?

 

La pelirroja entrecerró los ojos deshaciendo la confundida expresión de Aidan por un segundo, para luego echarse a reír. Ambos caminaban bajo una perfecta noche estrellada. Eran los esporádicos momentos que compartían los que la mantenían a flote desde que su obsesión por la caja de los recuerdos se volviese su único pensamiento. Su magia había ido mermando desde que aunando fuerzas protegió a su familia del 2024 para regresar intactos al 2020. Castalia regresó con sus gemelos gestantes, Aaron era un guardián de las piedras, y Juliette pendía de un hilo entre su humanidad y la bella Hathor.

 

Tras salvas a Elysia y renunciar a la vida que llevaba dentro, era otra persona. Su comportamiento era distante, evitaba el contacto físico y visual, dormía la mayor parte de las noches en el herbolario y no acudía a los incesantes llamados de sus tías; sentía que le habían traicionado u omitido la verdad, y aunque el vampiro fuese parte de la conspiración, se aferraba a él como antaño lo hubo hecho de otras personas.

 

Pocas eran las personas que deambulaban por las noctámbulas calles de un Londres muggle. Los bares eran las neuronas vivas del lugar con su música, luces y tragos pero ninguno de los personajes se sentía interesado en aquello, solo en continuar su paseo con la mayor tranquilidad. Una palabra que no encajaba en el diccionario de vida de Macnair. Segundos fueron los que apoyó la cabeza en el hombro de su acompañante cuando un grito aterrador le heló la sangre y le amarró los pies al suelo.

 

—¿Aidan, qué ha sido eso?— Preguntó al tiempo que volteaba y miraba hacia los lados y detrás. Sonaba como una mujer desesperada.

 

El hombre aguzó su oído dotado y desapareció tan rápido que el volado del vestido pastel que Arya portaba se enredó en sus piernas. Tambaleante divisó en su mente la silueta del vampiro y desapareció girando con gracilidad, el traslado fue corto, pues un instante más tarde estaba a doscientos metros de donde estuvo antes. Y la escena era digna de película de terror asiática.

 

Un hombre, aparentemente muggle, salía de una discoteca con su novia, una joven bruja estudiante del último curso en Hogwarts, cuando fueron interceptados por cinco maleantes, encapuchados, gritando patrañas sobre el mestizaje y demás. Aidan ya estaba listo para ir en busca de los atacantes pues podía oler la sangre de la muchacha que moría ante sus pies a pocas calles de allí pero la demonio le suplicó colaboración en la escena. El muggle estaba aterrado pues desconocía la procedencia de su novia, solo la veía desangrarse en el piso por lo que, según él, eran las heridas de un taser.

 

13 de Marzo. 05:00 a.m

SAN MUNGO

 

Las puertas principales de San Mungo se abrieron de par en par con violencia. Quien estuviese de guardia aquella apacible noche saltaría de donde quiera que estuviese reposando. Arya gritaba y maldecía con ambas manos presionando una herida abdominal que más bien parecía un grifo directo a una arteria. —¡¡Que alguien llame a Anna!!— su voz podía oírse en cada pasillo y doblando. No veía a Bodrik, Athena o Jessy. Parpadeaba atónita ante el congelamiento de todo el personal ¿Dónde estaban Allen y Laura? con la zurda se limpió el sudor tiñendo la mitad de su rostro en carmesí.

 

Aidan empujaba la camilla mientras otros enfermeros competentes se acercaban al lugar. Macnair parecía desquiciada y negada a bajarse de donde estaba, sabía que si detenía la presión la muchacha moriría. Detrás venía el novio de ésta, corriendo sin comprender aun cómo es que habían desaparecido de un sitio para aparecer en otro. Si debía enfrentarse al Departamento de Seguridad Mágica eso sería más tarde, su paciente era la prioridad y en ese entonces pensaba como cirujana.

 

Miró a un lado, pasando por un calendario ¿Marzo de 2020? casi se cae de la camilla. Algo andaba mal con su cabeza, por un instante creyó ser sanadora principiante, colaboradora de Anna T. Riddleturn pero luego recordó, recordó absolutamente todo. El bando, los cargos, las jefaturas, los centros clandestinos. Buscó a su alrededor, trató de hacer memoria pues ella tenía estima hacia la institución y desde la ausencia de la rubia estaba casi al pendiente de todos cuantos hubiesen pasado por su asiento.

 

—¡Hades!— por fin dio en la tecla —¡Llamen a Hades, ahora mismo, es urgente! Y liberen una sala, ya.

 

El hospital parecía desolado.

 

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