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Calles de Londres


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San Mungo

12 de Marzo.

 

 

Alessandra se sentía mareada y confusa, le había hecho caso a su padrino en ver a Arya o la no Arya cuando de pronto la verdadera Arya Macnair aparece y se pone a hablar con el Ragnarok, la cabeza de la animaga comienza a girar sin poder contenerse a causa de haber mirado de mas al cuerpo de la camilla que parecía ser que con las transfusiones la intoxicaban, quitando le la sangre antes de que llegue a mas pensó que seria mejor marcharse unos minutos.

 

-Yo...yo ya regreso- aviso sin esperar a que le dijeran nada salio como bólido del box.

 

Llevándose las manos a la boca se cubrió con ellas mientras echaba a correr por los pasillos a su oficina, en su camino se tropezó con varios enfermeros pero no tenia tiempo ya que cuando llego a su destino fue directo al lavamanos del baño a sacar de su cuerpo el desayuno de aquella mañana, pálida como estaba camino hacia atrás para tropezarse con su sillón donde cayo pálida, sudorosa y cansada. Gruesas lagrimas caían de sus ojos al comprender del porque estaba tan irritada con todos y todo, llevándose una mano a su vientre se acaricio el lugar aun plano.

 

-Merlín- gimió.

 

El sonido de un elfo apareciendo en su oficina la hizo sobresaltar y tomar su varita pero la elfina Raissa estaba parada mirándola sin temor, solo se le notaba algo agitada diciéndole que su esposa la necesitaba en el parlamento escoces.

 

-Gracias- le dijo a la criatura que se marcho enseguida de dar su mensaje.

 

<<Seguramente ya sabe sobre lo del ministro>> le dijo Asami.

 

Era la única forma que Kamra la llamara con tanta urgencia cuando sabia que el hospital era su prioridad junto a sus hijos, pero como ellos estaban bien el hospital era mas importante. Escribiendo una pequeña nota a su padrino salio rumbo a Escocia donde seguramente no solo debería ayudar a evitar una crisis tanto muggle como mágica sino también aguantar las quejas de los consejeros de su esposa ya que seguían sin aceptar a una francesa como reina consorte.

 

 


Hades.

 

He tenido una emergencia, cuando acabe volveré enseguida.

 

Atte: Alessandra Ashryver Delacour

Subdirectora del Hospital San Mungo

 

 

Palacio Holyrood, Edimburgo - 13 de Marzo.

 

 

Alessandra apareció en la oficina que Kamra había hecho que prepararan para ella en caso de tener que aparecerse ahí dentro por una emergencia, dejo su maletín en un sillón mientras se quitaba su bata medica y salia a los pasillos del palacio donde su secretaria y amiga Kate se le acerco agitada, con el cabello revuelto y unas grandes ojeras a su alrededor.

 

-Te ves fatal- le comento Alessandra.

 

-Lo se pero ahora no es para fijarse en ello, están discutiendo un asunto importante sobre lo que dijo el Primer Ministro Mágico Aaron Black- le explico agitada dándole un periódico mágico escoces a la vez que en el brazo llevaba otros como El Profeta y mas.

 

-Se lo que dijo estuve en la conferencia, Kamra ya esta cierto?- le pregunto sin molestarse en leer una sola parada del papel en sus manos.

 

-Si, te esta esperando- le aviso deteniéndose en la puerta junto a ella.

 

Kate le toco el hombro para pedir que abrieran las puertas y así ingresar para tomar asiento en la primera fila de las sillas guardadas para los parlamentistas. Alessandra se puso de pie cuando su esposa termino de hablar sabiendo que aquellos viejos buitres se quejarían apenas dijera algo.

 

-Es fácil, no debemos poner la exposición mágica al mundo...los muggles tendrán miedo y atacaran porque esa sera su respuesta a lo que no entienden- su corazón martilleaba nerviosa a causa de su sospechas que se llevo una mano a su vientre en plano protector -​¿que es mas importante usar la varita donde queramos o proteger a la comunidad mágica?-

 

 

@ @@Anthony Ryvak Dracony

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1: En el Circo:

 

Estaba enfadada, por supuesto. Y esa rabia era el ímpetu que necesitaba para superar todo trauma interno. Ese desbordamiento de sentimiento desapareció centrado en uno sólo, el de la rabia incruenta por la estupidez del Primer Ministro. Elvis estaba allá, a mi lado, diciendo que venían tiempos difíciles y no pude menos que asentir.

 

-- Cierto, primo, cierto -- aseveré, con cierto desánimo por lo que iba a suceder. -- Por supuesto que voy a ir.

 

Esa era mi intención, sin dudarlo. La llegada de un mensaje frenó mi palabrería y temí que fuera un Howler. Lo era. Casi. Era una carta mágica en un sobre rojo y amarillo con el sello del Ministerio de Magia Español.

 

"A Sagitas E. Potter Blue, española residente en territorio enemigo.

Debido a un inconcebible acto de irresponsabilidad cometido el Primer Ministro de Magia Inglés con el levantamiento del Velo, y tras la increíble inacción en la Confederación Internacional de Magos en su última sesión, el Gobierno Español ha decidido declarar la Guerra al impío Imperio Británico y repatriar a todos sus súbditos a nuestra soberana Patria. Su familia y Usted serán recogidos a las 21'30 horas en el lugar establecido. Sólo pueden traer dos maletas por persona, ampliable a tres si cargan a infantes menores de 6 años.

A partir de esta hora, todo ciudadano español quedará a su suerte en territorio enemigo y considerado en paradero desconocido. Esperamos contar con usted para regresar a terreno seguro antes de que empiece el enfrentamiento bélico entre ambas naciones y las que apoyen su insensato mandato.

¡Viva España!

Sr. Juan González García

Primer Ministro de la Nación Soberana de la España Mágica.

Nota: Este mensaje se autodestruirá a los cinco segundos de haberse escuchado.

Cinco... Cuatro... Tres... Dos..."

 

Guardé silencio mientras la nota desaparecía en una explosión de confetti de color rojo y gualda. A esa reunión tenía que ir, sin dudarlo pero... Pero... Elvis acababa de decir que no sería un grupo de amigos y si en aquellos momentos... pasara... Elvis era mucho más sabio que yo y decía en voz alta lo que mi mente susurraba y yo no hacía caso. Aquello era una trampa. Iba a ser peligroso. Seguro que iba a cribar familias y... Corrí hacia el primo y de un saltito (Elvis es más alto que yo) le di un beso en la frente.

 

-- ¡¡Gracias, primo, gracias!! Sí, nos vemos allá pero... Yo no iré, iré pero no iré y te insto a que hagas lo mismo. No quiero ver al jefe de la familia Gryffindor encerrado en las mazmorras, o en Azkabán. Oí que las abrieron hace poco. -- Esto último lo dije con cierta mueca de asco. Todas las acciones de aquel ministro estaban siendo, cuando menos, polémicas. -- ¡Harpo!! Llama a Babila y que se deje caer en la Mansión, tengo un trabajito para él. Ha de ir en representación de la Familia a una reunión. Por favor, Elvis, cuídate mucho. Nos vemos allá, si vas...

 

Tomé aire porque, como siempre, empezaba a correr de un lado a otro, recogiendo lo más indispensable para la salida del país.

 

-- Harpo, llevarás a los niños al punto de extracción y los llevarás a España. Avisa a la familia, Matt deberá llevar a su hija y Xell a su hermanito. No te olvides de Hayame, aunque dudo que ella quiera sacar a los dos pequeñoe, pero insiste, por favor, insístele en que es necesario. Debía haberlo hecho antes, maldita sea yo por no haberlo hecho antes... -- Tragué aire de nuevo. -- Elvis, si tienes a quien salvar... Te aconsejo que los alejes de Londres, no dejes que nadie esté ahí esta noche, por favor... ¿Quieres que... que me lleve a alguien...?

 

¿Cómo le podía ocultar lo que había oído?

 

 

2: Babila y Harpo:

 

http://i.imgur.com/qLaYxUP.pnguyEi3yk.jpgHarpo había encontrado a Babila en el interior del Ministerio, junto a Xell Vladimir, Matt Blackner y Heliké Rambaldi. Le había costado entrar pero sólo tuvo que decir que era el elfo del Director del OPAM y consiguió blindar la seguridad de entrada al Ministerio. Hablaban entre ellos sobre la situación política del momento y tuvo que carraspear un par de veces para que le oyeran.

 

-- Ejem, ejem... Babila, la Ama tiene planes para ti y te necesita urgente en la mansión. Es totalmente necesario que vayas ahora mismo al hogar. Te necesita.

 

Sí, el negrito había puesto una cara de curiosidad casi infantil ante su petición, de alegría por ser útil. Harpo no cuestionaba a la Ama Sagitas con su decisión pero dudaba mucho que el secretario de los accidentosos pudiera cumplir su misión. Suspiró. Eran momentos muy difíciles.

 

-- Amos... Tenemos que hablar. -- Bajó la voz todo lo que pudo para que sólo ellos le oyeran, si era posible, pues había mucho bullicio allá dentro. -- La Ama va a sacar a los niños del país. Necesitamos que tengan todo preparados en horas, para evacuarlos. Por favor, vuelvan a la mansión cuanto antes. Es urgente. Yo voy a avisar a la señorita Hayame de ello.

 

Lo dijo tan bajo que seguro que tal vez no se hubieran ni enterado ellos pero, al menos, eso les llevaría a casa.

 

-- En el exterior hay una horda de muggle rodeando el ministerio. La localización ha sido descubierta. Creo que esto va a ser horrible para todos, amo Matt. Pero ahora tiene una misión más importante. Ya sabe...

 

Por supuesto, salvar a los niños, alejarlos de Londres lo más posible y después, ya cumplirían con sus deberes de Funcionarios.

 

-- Vamos, Babila, que tienes trabajo que hacer es sumamente importante que lo hagas bien.

 

Las siguientes horas fueron muy intensas. Babila y Harpo se pasaron horas ensayando hasta que dieron las 20 horas. Ya no había más que hacer. Hora de entrar en acción.

 

 

 

 

 

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3: PALACIO BUCKINGHAM

día de la reunión: minutos antes de las 21.00 hrs

 

 

Sagitas hizo su aparición en las inmediaciones del Palacio de Buckingham unos minutos antes de la hora indicada. A su lado, Harpo miraba a los lados, señalando la vigilancia que, claramente, no se trataba de la Guardia Real de la Reina muggle. En voz baja, susurraba a una de sus orejas extensibles manipulada mágicamente para que no se notara que la llevaba encima, para que le oyeran con claridad:

 

-- Hay agentes del Ministerio. Creo que aquel es un Inquisidor . ¡Y aquel otro! Tenía usted razón, señorita Sagitas. Es una trampa. Los leales al Ministro están haciendo guardia y controlando a los que entramos.

 

Sagitas siguió caminando, algo torpe y mirando a los lados con una curiosidad casi infantil, los jardines, las casetas de los guardias, las Armaduras expuestas a los largo de los pasillos, los cuadros de nobles ingleses en posición de poderío, de caza, de monta... Sagitas soltaba "oooh" y "aaaaah" y se paraba en casi cada uno, siendo empujado disimuladamente por el elfo.

 

-- Balla, akí sí kai cosa bonita, ama -- soltó Sagitas, al lado de un espejo. Reflejaba a la pelivioleta vestida con una capa de igual color y un lindo sobrero de bruja igualmente malva, como el vestido que llevaba puesto. Tocó el marco dorado lleno de flores talladas.

 

-- Calla, Babila, por mucho que te parezcas a la Ama, tu vozarrón te delata. E intenta caminar derecho, parece que te vayas a romper.

 

-- ¿Pó qué no pueo í descalso? -- refunfuñó Sagitas. Del cuello, un camafeo con una gota de esencia mágica, conseguida gracias al libro de Poder de los Ancestros, permitía a Sagitas, la real, ver todo lo que iba a suceder en aquella reunión.

 

-- ¡Calla! -- susurró el elfo, mientras entraban en el Salón del Trono. Allá, tuvo que quedarse en la puerta. A los elfos no se les consideraba dignos de estar en el Salón del Trono mientras el Primer Ministro daba su discurso. Sagitas avanzó con cuidado hacia las filas más cercanas a la puerta. Harpo tenía la orden de no perderle de vista y sacarlo de allá si las cosas se ponían feas.

 

Mientras tanto, Sagitas ya tenía controlados a los niños y todo dispuesto para su huida a España. Debían abandonar el país cuanto antes. Sin embargo, ahora su preocupación era encontrar a sus cuñadas Selene y Lucrezia. En el último momento, pensó en sus hijos y, aunque estarían a salvo con Elfito, quería darles la oportunidad de que se fueran del país con su familiia.

 

Lástima que el espejo comunicador que la unía con Lucrezia se lo había llevado Sagitas, la otra, la que hacía Babila, en su capa. Error de improvisación, lo había puesto en el bolsillo pensando que sería para ella y el viaje con los niños y, al final, se lo había llevado Harpo al palacio Real. Bueno, así Lucri podría escuchar todo lo que pasara allá dentro, donde estuviera.

 

Porque no se le ocurriría ir a la reunión, ¿verdad?

 

 

 

OFF: Si hay más españoles en el rol, que se den por aludidos con otra Howler del Consulado Español, si lo creen conveniente.

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Dick Grayson... Azkaban...

Día de la Reunión 5 horas antes...

 

El mundo cada vez mas estaba cambiando a pasos agigantados... después de esto la vida de todos nunca seria igual... muchas familias serian disueltas... los países entrarían en guerras, las alianzas menos pensadas se forjarían con un metal mas fuerte que con el que el de las alianzas de años ahora se encontraban fracturadas... el tiempo cambiaría para todos... y durante un largo tiempo la obscuridad reinaría sobre el mundo como la capa de la muerte reina ahora sobre la vida misma... como aspirante a sacerdote en su interior sentía tanto dolor... tanta angustia... tanta tristeza por todo lo que estaba sintiendo... pero ahora no era el momento de arrepentirse... en palabras del mismo Ghandi "Es mejor ser violento si hay violencia en nuestros corazones que cubrirnos con el manto de la no violencia para tapar la impotencia" y es por eso que se tenia que hacer lo que se tenia que hacer...

 

--REVUELTAAAA!!!...--

 

Si se hubiera planeado nunca hubiera salido de la manera correcta... pero ese era el único sentimiento que todos ahí tenían, nadie estaba exento de culpa... había mucho mago que había abusado de su magia en contra de los muggles... pero también había mucho muggle que había sido victima del abuso de los inquisidores... la sangre de Dick hervía de la rabia... las manos estaban rojas debido a la gran cantidad de muertos que estaba dejando en su camino... Afuera de los muros, los dementores estaban vueltos locos, intentando entrar... pero por dentro el caos era aun mas grande... no lo tuvo que repetir dos veces... el preso 3 había entendido claramente lo sucedido... sin chista había comenzando a volar los cerrojos de las demás celdas... por cada guardia... por cada inquisidor que caía era una varita mas que estaba del lado de los presos...

 

--ORGANICENSE!! Necesito que todos ustedes olviden de donde vienen!!!, ORGANICENSE de una manera que no exista los muggles... que no existan los magos tenebrosos... QUE NO EXISTAN LOS PARÁSITOS!!--

 

Dick Berseker se había subido a una mesa en medio del bloque H... gritaba a todo pulmón para ser escuchado... alguno que otro mago que odiaba recibir ordenes únicamente lo intentaba detener, pero debido a la transformación no representaba ningún riesgo... por lo que arrancándose la camisa de carcelero escucho las alarmas de motín... y sonriendo miro el reloj que estaba en la pared... comprobó que aun tenia 4:30 para acudir a la cita en el palacio de Buckinham... por lo que volviendo a mirar a los demás sencillamente el Berseker sonrió...

 

--Yo no puedo tomar la decisión por ustedes... si entre ustedes no aprenden a aceptarse... CORRAN LA VOZ Y QUE ELLOS DECIDAN!!!... Porque si no entonces no tiene caso que sigamos buscando la salida... si salimos de aqui... debemos de crear un mundo nuevo... debemos de frenar aquellos que llaman progreso!!!... debemos detener aquel que los traiciono!!! si amigo!!!, si amiga!!! fueron traicionados... por aquel al que llamaron jefe!!! POR EL MINISTRO!!...--

 

Y dicho eso toda la zona se torno obscura... magos tenebrosos y dementores entraron de golpe..., los rayos salían por todos lados..., cuerpos y dementores eran expulsados, presos y muggles también caían... el mensaje había sido enviado... varias personas acudieron a los otros bloques a repartir el mensaje... todas las celdas sin excepción alguna fueron abiertas, algunos magos habían decidido ayudar... los muggles temerosos eran motivados por los otros muggles que habían decidido luchar... por la familia... por la unión... dos finales parecidos, pero con métodos completamente diferentes... uno buscaba alzarse sobre la sangre de los caídos... y el otro buscaba levantarse con ayuda de sus iguales...

 

--NO PODEMOS SEGUIR VIVIENDO EN UN MUNDO IGUAL... NO PODEMOS SEGUIR ASÍ, TENEMOS QUE LUCHAR!!!... TENEMOS QUE SALIR DE AQUÍ!!...--

 

El tiempo avanzaba no podía seguir liberando a todo azkaban... hasta Dick sabia que eso era imposible... tenia una cita que seguir... y solo le quedaba la ultima barrera... salir y enfrentarse a todos los dementores... por lo que llegando a la bodega de las pertenencias de todos ahí, sencillamente sonrió... hacia horas que se había acabado la energía de la marca... por lo que se digno a festejar un poco con los demás, comenzando a repartir todo lo que había ahí adentro... eran aproximadamente 80 personas que habían decidido acompañarlo, magos inocentes, culpables y muggles... el resto seguiría liberando a los demás bloques... era un error? no lo sabia con exactitud... se suponía que una vez que terminaran los alcanzaría en londres... por lo que suspirando todo sus cosas cambiándose de ropa y empezó a repartir escobas para todos...

 

--Están listos?... debemos de estar ahi en 1 hora... se que estamos agotados... pero para matar a la serpiente, tenemos que cortar la cabeza!!--

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De niñera con los niños:

 

Hacía frío y el niño dormía en mis brazos. Ithilion había quedado rendido durante la espera así que permanecí sentada, en aquella escalinata de piedra de una iglesia muggle, esperando que alguien del Gobierno Español se presentara. Aún quedaba mucho tiempo para la cita, así que tuve tiempo de reflexionar sobre lo sucedido. ¿Vendrían los primos con su niñita? Elentari era inglesa pero su padre era español y era la nieta de Sagitas. Podría ser evacuada si los primos llegaban a tiempo. @@Matt Blackner y @@Helike R V PB no lo habían confirmado y, suponía, Sagitas no podía obligarles. Así, sólo podía llevarme a Ithilion en brazos. Esperaba que, si todo iba bien, Harpo vendría al punto de encuentro y me sustituiría. Yo era inglesa, estaba dispuesta a todo con tal de obedecer a Sagitas pero no me hacía gracia abandonar mi país. Me pregunté si la tía Hayame accedería a dejar el país con sus hijos Akira y Severus. No había contactado con ella, esperaba que lo hubiera hecho el elfo.

 

Todo había sido muy rápido. Desde que el elfo de la tía nos encontró en el Atrio, con la prima Helike, el primo Matt y Babi, hasta ahora mismo, no habían pasado más de unas cuantas horas en las que el trajín me había parecido insuficiente. El tiempo justo para montar tres maletas de ropa y enseres esenciales que había guardado en un bolsito de moke propiedad de Sagitas.

 

Durante el trayecto de salida del Ministerio nos habíamos encontrado con muggles, ¡¡muggles!! en las inmediaciones del Ministerio, moviéndose entre nosotros. Cuando entramos en el Callejón Diagon, ellos también estaban por allá, mirando todo, incluso haciendo fotos. Teníamos prisa pero me hubiera parado a desmemorizar a unos cuantos no-mágicos. ¡Pero eran tantos!

 

Estábamos desbordados de muggles en todos nuestros lugares. En Ottery pasaba lo mismo y en todas partes sonaban los mismos rumores: la cárcel de Azkaban se había llenado de magos detenidos por el Ministerio. Había que salir de allá cuanto antes. Se estaban produciendo actos de pillaje en Londres, magos sobrevolando los edificios en veloces escobas, incluso algún vecino hablaba de dragones.

 

Los elfos nos ayudaron a empacar todo lo que íbamos a necesitar. Por el camino al punto de encuentro pasaban por calles muggles y en todos los mismos rumores sobre que habían encontrado magos, había periódicos que daban noticias. Me asustaba todo el trabajo que tendríamos que reorganizar si es que volvíamos a casa. Ante todo, llevar a los niños a un sitio seguro. Después podrían volver a casa, si era posible.

 

Iba a ser muy duro abandonar Londres. Muy duro

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Circo Potter Blue

13 de Marzo, mediodía.

 

¿Cómo no se había dado cuenta Sagitas de todo eso? Claramente que había llegado tarde a todo aquello. Mientras me había alejado, había ocurrido un gran problema en el pueblo inglés, que se había desenvuelto una guerra con Bulgaria. Y no solo eso, sino que el Ministerio ya no eran como antes y habían provocado otros cambios (más destrucciones que mejoras). Pero lo peor que estaba viniendo eran dos cosas: la Caída del Estatuto y aquello del Velo. Era peligroso y podían generar más caos.

 

No pude evitar emitir una sonrisa ante aquel gesto de sorpresa. Tal vez mi carrera profesional me había servido para pensar como lo estaban haciendo los culpables de todo aquel caos. Y al resto de las personas eran datos que o no querían admitir o no se daban cuenta. Empezó a prepararse para partir, por lo que me daba por hecho que tenía que hacer algunas cosas. Asentía a sus palabras.

 

Gracias por la propuesta. Pero los míos…— no. No se lo iba a decir, aunque fuera Sagitas. Sabía cómo cuidar a mi familia y no estaban expuestos. Lo último que vi, antes de despedirme de mi prima, fue que terminaba de prepararse, al parecer estaba elaborando un plan.

 

Todos teníamos que tener un plan.

 

 

Mansión Gryffindor

13 de Marzo, atardecer.

 

— ¿Pueden asegurarse de eso? Puede que necesitemos que todo esté listo. ¿SI? Por favor… estén atentos.

 

Habían pasado ya algunas horas desde que había dejado a mi prima Sagitas y había regresado a la mansión Gryffindor. Había logrado encontrarle la ventaja a que el sitio estuviera casi despejado por si sucedía algo. Nos habíamos encargado, con los pocos presentes, de alguna manera volver aquel sitio un poquito más seguro, por así decirlo, un lugar donde resguardarse. Claramente que eran pocos los que podrían adentrarse allí, pero en caso de necesitarlo, era el plan B.

 

Tenía demasiados sentimientos encontrados, y más que nada, mi cabeza hacía hincapié en que realmente iba a pasar algo. Había estado en miles de situaciones parecidas. En mi mente, aparecieron las imágenes de aquel desastroso suceso en el Atrio. Y en el estadio, aquello era difícil de olvidar.

 

Donde había reunión de magos en un sitio, e intentaban resolver un problema, era como explotar un nido de problemas más.

 

Me equipé con lo necesario. Mi varita estaba claramente entre mis ropas, las cuales eran la típica camisa blanca y el largo tapado que utilizaba casi siempre, de color marrón oscuro como el cuero. Pantalones, zapatos. Había decidido ir como yo. Si era en el Palacio y estaría repleto de magos, era innecesario e inútil ir camuflado. Las barreras mágicas se encargarían de derribar todo engaño posible.

 

Aunque estaba tan claro como el agua, que iba ser el primero en hacer frente a lo que fuera necesario.

 

 

Palacio de Buckingham.

20:57hs. 13 de Marzo.

 

Hacía ya unos quince minutos que había llegado a los terrenos donde estaba el Salón del Trono. Me había detenido a mitad de camino a la entrada, porque no sabía si era prudente entrar allí. Tenía que pensar en algunos detalles que estaba empezando a ver en aquellos momentos. Y también tenía que tener en cuenta en las personas que estaban llegando o que estaban invitadas. Entrar ahí era entrar en una posible trampa mortal.

 

Me detuve cerca de un pedestal que sostenía una enorme estatua. Había algunos caminos que iban en diferentes direcciones y rejas que contenían esos bordes, para que la gente no pudiera deambular por donde quisiera. Había algunas figuras en ciertas esquinas o puntos. Todos con un objetivo. El reloj iba avanzando a la hora que citaba a aquella reunión y mi corazón había empezado a latir. ¿Se cumpliría lo que me había dicho Sagitas?

 

Me quedé allí a observar unos minutos más, aunque estuviera pasando la hora indicada.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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día de la reunión

21:00 hs

 

La conversación se había dado por terminada algunas horas atrás, comió algo, intentó descansar sin éxito alguno. Cada vez que cerraba los ojos veía el cuerpo herido y la vista perdida de aquella joven bruja en el callejón de Londres. Y acabó levantándose a arreglarse. No entendía con exactitud qué le sucedía de a ratos, el por qué no había sido capaz de demostrar lo feliz y emocionada que estaba al ver a Jullie con vida, dueña de su propia compostura, más no era ese precisamente el motivo por el que le hacía caras al espejo desde hacía más de media hora.

 

La puerta sonó, ya no tocaban, parecía que querían tirarla abajo. Era Cissy, colérica por la negativa de su acompañamiento.

 

Había dejado en claro, que aunque persiguiera los mismo ideales que el Ministro de Magia, le resultaba muy por en contra de su moral, romper con el velo que los hubo mantenido protegido durante siglos. —No se trata de supremacía, tenemos magia, sí, pero tú fuiste testigo de sus armas químicas, y contra eso no tenemos artillería— argumentó, tratando de hacerla rememorar el fatídico episodio en el Atrio, muchos años atrás, luego de un ataque muggle que acabó con decenas de magos y brujas muertos, heridos de por vida, o privados de su magia.

 

—¡No voy a salir!— Le gritó y arrojó el peine con que desenredaba su cabello como si éste fuese a traspasar la madera y noquear a Sybilla.

 

Pero se equivocaba. La voz suave que le habló desde el otro lado no era de su tía, sino la de Aidan, que una vez acudía a su rescate, o como lo veía en ese momento por el enojo, mediando por la matriarca. Arya quitó el cerrojo y le permitió entrar, estaba sentada en el borde de la bañera, con la ropa perfectamente doblada sobre la tabla de WC, mirándolo, aun en ropa interior. Toda su expresión corporal decía a gritos "No pienso ir", pero él le abordó de otra forma.

 

—¿Tú eres médico, cierto?— Macnair asintió —Entonces tienes que entender, que si, como bien dices, ellos suponen una amenaza mayor, no podemos permanecer escondidos. Arya, guerras civiles, biológicas, son monstruos y están llevando a su propia raza directo a la extinción.

 

No parecían sus palabras, ni sus pensamientos, intentaba persuadirla. —Nos perseguirán.

 

Quizás era lo que más le alarmaba a la pelirroja, acabar de salir de un conflicto bélico entre los estados mágicos, para sumegir nuevamente a la comunidad mágica en un enfrentamiento contra muggles. No le entraba en la cabeza, y todo lo que deseaba era golpear a Aaron hasta que se le acomodase la pieza fuera de sitio. El vampiro lo intentó por cuarenta minutos más, y no pudiendo ganar a la terquedad de la joven exhibicionista, sacó el as bajo la manga. Sonrió enseñando una dentadura preciosa y musitó, saboreando las palabras:

 

—He hablado con tu padre— mentía —Eres una Macnair, debes ir. Y no es una sugerencia, es una orden.

 

Pik era el maldito talón de aquiles de Arya. Una hora más tarde estaba lista. Y junto a las otras tres mujeres y un galeón, desaparecieron rumbo al punto de reunión, eran casi las nueve de la noche. Sus cuerpos estaban cubiertos por negras túnicas, daba la impresión de que vestían sombra, al ingresar por la puerta principal del palacio, donde ya algunas familias o miembros particulares de éstas comenzaban a amontonarse para oír el discurso del Ministro.

 

Ella, dispuesta a lanzar la primera piedra, se perdió entre la bulla aun sabiendo que Cissy le seguía muy de cerca, oyendo hasta el final lo que Black Yaxley tenía para decir. La gente le aplaudía, algunos le vitoreaban por su osadía. Solo se detuvo cuando hubo llegado a metros más del hombre y dejando que su voz se hiciera eco, habló.

 

—Señor Ministro— le llamó para que él viera dónde estaba y quién era —¿Es totalmente consciente de que ésto será una cacería, verdad?

 

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Palacio de Buckingham

Día de la reunión. 21 hs y pasando.

 

No había entrado al lugar de reunión, Matthew se encontraba pegado a su padre y a Candela le bastaba sólo una moneda para activar su protección. Estaba segura de que Jeremy y Keaton se encontraban cerca, además del resto de tropa que seguramente estaría acompañando al Ministro inglés. No, no iba a estar en medio de una carnicería -en caso de que llegara a ser una en plena reunión- pero estaría lista para intervenir, de ser necesario. Además, desde su posición podía ver a todo el que llegara al lugar.

 

El palacio estaba lleno de inquisidores y empleados ministeriales leales al Black Yaxley. Aunque faltaba una gran cantidad de ellos, pues se hallaban en guardia en distintos puntos estratégicos del Londres mágico. No, no estaban allí para iniciar o responder un ataque, sino que servirían de centinelas para los Triviani y, desde luego, para el Ministro mismo. La zingara no dudaba de que, si algún gobierno extranjero planeaba moverse, lo haría el día de la dichosa reunión; y maldijo a Aaron por ser tan idi*** y hacer una invitación tan abierta.

 

No se le escapó la presencia de ciertas criaturas que, a su opinión, resultaban sospechosas. Aunque le provocasen cierta nostalgia.

 

― ¿Qué me creen?, ¿un desquiciado mental que desea ver una masacre aquí dentro?

 

Si hubiese podido reírse, lo habría hecho. Y si hubiese podido responderle, también lo habría hecho. Es que todo su accionar parecía dispuesto a iniciar una matanza, su cabeza la primera, desde luego.

 

 

Castillo Triviani

Horas antes de la reunión.

 

Había aparecido dentro de la sala, con Aaron de un brazo y Keaton pisándole los talones. Le hizo una seña a su elfo para que le entregase la misiva y éste obedeció; la criatura desapareció y reapareció al cabo, con una bandeja sostenida en ambas manos. Iba ofreciendo café mientras la matriarca terminaba de leer la invitación de Black a la reunión en el palacio de Buckingham. Candela elevó el índice para hacerlo callar en cuanto abrió la boca.

 

...no deben temer de algo que hoy les tiene por sobre todas las cosas, la magia...

 

Suspiró.

 

Qué bonita manera de hacerme difícil el trabajo. ―rodó los ojos y se dejó caer en sillón más cercano― Estuve pensando, si no sobrevivo -cosa que veo imposible, dadas ciertas cuestiones- tendrías que vértelas con tus hijos... ―se enderezó y le dirigió una mirada burlesca― Ja, ya te quiero ver...

 

Momento poco serio para pasar al serio. La gitana no era muy formal para revelar secretos. Arrugó la carta en su mano y agarró una taza de café a la que le dio un largo sorbo.

 

Hace unos meses, mi familia fue convocada para una reunión, como la que intentas llevar a cabo ahora. Intentaron disfrazarlo de "invitación", pero de eso nada. En una invitación tienes la opción a negarte, que es lo que pretendía hacer yo, desde luego, me importaba muy poco lo que tenía para decir el anfitrión. Además, considerando los tiempos que corrían entonces y lo que estaba sucediendo, no podía ser nada bueno. ¿Verdad?.

 

Candela dejó la taza en la bandeja y se puso de pie.

 

No, no estabas aquí cuando pasó. Y no estabas allí cuando pasó. ―miró unos segundos a Keaton y continuó:― Piero Azzinari -tu colega italiano, Aaron- reunió a las familias italianas que vivían en Londres para "ofrecerles" un trato: tu cabeza o sus vidas. Bueno... Nuestras vidas. Porque, claro, los Triviani tenemos un vínculo más estrecho con el Ministro de Magia inglés, ¿cierto?. ―largó una corta risa― Y yo ni siquiera sabía en qué demonios andabas metido hasta que vi tu foto en El Profeta como fuerte candidato a Ministro en las elecciones. Y no sólo eso, sino que Matthew, Jeremy y Oriánthi estaban al tanto y me lo habían ocultado. ¡¡¡Oriánthi!!! Debería haberlos desmembrado. Quizás así evitaba todo este embrollo en el que estoy metida.

 

Una pausa. Porque es saludable y necesitaba calmarse.

 

Eso no fue lo que nos llevó a ser parte de este teatro, no... sino que el muy... Hij... señor Ministro italiano... usó objetos y hechizos limitantes de magia para someternos. ¡Él era el único autorizado a utilizar magia! Un perfecto idi***, si me lo preguntas, suprimir mis poderes para obligarme a hacer su voluntad... Sólo un cobarde al que le faltan h... agallas... haría tal cosa. Me hubiera gustado ver que intentara obligarme a nada sin hacer sus truquitos... Como sea... Firmamos un contrato, Black, en el que debíamos desaparecerte o hacerte renunciar. Pero, ¿cómo ibas a renunciar? Eso era una tarea imposible, y ninguno de tus hijos estaba dispuesto a hacerte desaparecer. Supongo que "padre hay uno solo" o algo de esa mi**** tenía que ver. Ni siquiera Jeremy, que te aprecia menos que Oriánthi, se mostraba ansioso por hacerte algo. Aunque creo que, de su lado, algo tenía que ver el orgullo...

 

Nombrarlo hizo que mirase automáticamente las escaleras, seguramente estaría en el castillo. Después de todo, lo había enviado allí con una Zoella inconsciente.

 

Así que el contrato era tu vida o la nuestra. Y como buena rebelde a la que no le gusta que le obliguen a nada, actué por mi cuenta. ―se permitió mostrar una sonrisa, mitad sincera, mitad maliciosa― Tiempo después del encuentro con Piero, decidí "desaparecerte". No lo haría realmente, se trataba de una puesta en escena que hubiese funcionado de no ser porque alguien había dado la voz al i****** de Azzinari. ¿Quién?. Sólo tenía una vaga idea, pues la poca moral que me queda me dictaba de que mis sospechas podrían ser infundadas. Pero ¿quién sospecharía de Lucrezia Di Médici?. Se había mostrado interesada en nosotros desde un principio e, incluso, había logrado crear vínculos con mis hijos... Se lo debía a Zoella, al menos. ―se calló el detalle del padre de ésta― Claro, hasta hace unas horas en las que me confirmó lo que yo ya sabía... idi*** yo, idi*** ella. Así que, si pensabas contar con ella de alguna manera, te digo que te darás contra la pared. Me divierte que lo hagas, que lo sepas... Pero después de lo que te estoy contando, no creo que quieras caer tan rápido...

 

 

 

@ @ @@Zoella Triviani @ @@Keaton Ravenclaw T_T

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Bosque Prohibido.

13 de marzo, cerca del mediodía.

 

Apretó las palmas de sus manos contra aquella delicada porcelana, que templaba la temperatura de aquel té de hierbas. Aquella bebida resultaba más reconfortante que una poción herbovitalizante y más satisfactoria para su exigente paladar que un vino añejo a temperatura ambiente. Se lo acercó a sus fríos labios y bebió un largo sorbo, que atravesó su garganta como un bálsamo curativo que la obligó a dar un sonoro suspiro de placer. Dejó que el cálido vapor golpeara de lleno la pálida piel de su rostro y relajara sus músculos. El aroma de la menta se mezclaba a la perfección con el rocío precipitado durante la noche, en la que la aristócrata había dormido a la intemperie pese a la cómoda tienda de campaña que había levantado. Sin embargo, no se arrepentía de ello: había descansado como un bebé, luego de caer al mundo de los sueños sin siquiera haberlo buscado.

 

Una gruesa manta rojiza y afelpada descendía desde sus hombros y cubría gran parte de su cuerpo, protegiéndola del imperante frío de aquella zona boscosa. Estaba sentada junto a la fogata o más bien junto a los restos de ella, pues la llama se había extinto en algún momento de la larga noche y no quedaban más que cenizas y restos de leña carbonizada. Durante el día, y pese a que las frondosas copas de los árboles impedían que la luz se filtrase con libertad, aquel lugar resultaba increíblemente calmo. Lucrezia se sentía cómoda en entornos naturales, donde el animado canto de las aves y el sonido de los roedores pisoteando hojas resecas la transportaba a un lugar pacífico y agradable, donde no existía una cruda guerra poniendo en jaque al mundo ni un alto mandatario al cual debía dar caza. Tal vez respondía a ello su interés en expandir continuamente los límites de su propiedad y poblarla de criaturas mágicas de lo más exóticas.

 

Cerró por unos segundos sus ojos, inhaló una buena cantidad del fresco aire matutino que inundaba el bosque y estiro su cuello para luego girarlo lentamente hacia los lados, provocando que sus huesos crujieran. Su cuerpo se hallaba por fin en un estado de relajación absoluto, alcanzando hasta la parte más recóndita de su anatomía. Las horas de sueño, que había disfrutado como si fueran las últimas, cumplieron con sobresaliente su único cometido: aclarar su cabeza, dejando atrás los violentos sucesos del día anterior, y posicionarla nuevamente en el carril correcto hacia la culminación de su plan. No había borrado de su memoria la desesperación en los ojos de sus criaturas ni las hirientes palabras que Sagitas había tenido para ella con un oblivate sino que, en un ejercicio de autocontrol, había bloqueado sus más oscuros pensamientos hasta que la situación le permitiera sopesarlos con la mente fría. Su prioridad era, con más convicción que nunca, seguir adelante con la tarea que Piero le había encomendado.

 

Su azul mirada descendió hacia un pergamino que, cuidadosamente doblado, aguardaba a ser releído. Aquella misiva había llegado hasta la aristócrata gracias a un cuervo que había rastreado su ubicación en el Bosque Prohibido, hecho que la alertó sobre la necesidad de levantar campamento y moverse hacía otro sitio. Cuando hubo leído por primera vez aquella carta engalanada con el sello ministerial, sonrió; sus carnosos labios dibujaron una sonrisa de sorna ¿De verdad Aaron había pensado que ella, Lucrezia Di Médici, asistiría a esa reunión de mentecatos con ínfulas de una superioridad que no poseían? La idea del ministro drogándose mientras escribía aquellas palabras de repente no parecía tan improbable. Sin embargo, apartó los pensamientos del ministro desvariando y se centró en el resto de la información que podía recabar de aquel hecho: que la carta estuviese en sus manos anulaba uno de los cabos sueltos que había dejado por el camino: los Triviani. Hipotetizó que Candela no había denunciado -al menos aun- sus intenciones. La posibilidad de aquella invitación como una trampa era muy perspicaz para ser elaborada por el ministro.

 

Debía concederle a Aaron una similitud con ella misma, que irónicamente los unía pese a sus marcadas divergencias: la búsqueda inagotable por acumular poder casi como razón de ser. Sin embargo, como aceptaba aquello, como contrapartida encontraba entre ambos una diferencia fundamental que volvía irreconciliables sus ideas: los métodos para lograrlo. Ella lo hacía con inteligencia, moviendo sus fichas del tablero con creatividad, haciendo un uso formidable de la ciencia política e incluso de su innata gracia femenina. El Yaxley, por el contrario, lo hacía guiado por impulsos, por la necesidad de demostrar su hombría, de anteponerse mediante el poder de policía que el pueblo le había concedido -engañado- para captar voluntades. Aaron era el puño de hierro, la extorsión por medio del caos y la amenaza de sádicas represalias; Lucrezia era la cabeza como centro del todo, la victoria del intelecto sobre la fuerza para superar los desafíos que el ejercicio del poder presentaba. Si el destino no hubiese sido tan caprichoso como para enfrentarlos, ambos hubieran formado una dupla de escándalo.

 

- Ariane, ven por favor…- interrumpió el silencio reinante en el Bosque Prohibido una vez diagramados en su cabeza los pasos a seguir y esperó a oír los pasos de la mujer para retomar la palabra - Sé que recibiste la misma carta del ministro que yo. No creo que tu intención sea unirte a un culto de la sangre pura ¿No? Bueno, si esa no era tu intención lo siento pero iremos…a Buckingham al menos. Me ayudarás a abrirme camino hasta donde está Aaron. El lugar estará bastante copado de inquisidores y no es mi plan entrar por la puerta chica, no es mi estilo. Irónicamente correrá sangre, así que entenderé si no es tu deseo acompañarme. Si no vienes, asegúrate de que nuestras familias estén a salvo.

 

La Médici se incorporó con un solo movimiento, haciendo gala de su ligero cuerpo, y se encontró nuevamente frente a Ariane. La innegable pureza de la Dumbledore, tal como había remarcado Sagitas para reprocharle su falta de protección, era algo que las colocaba en dos esquinas diametralmente opuestas de la vida y era Thiago, ese hombre al cual ambas habían amado, el puente tendido para unirlas. La quería. Sentía auténtico cariño por ella, un sentimiento que reservaba para un número muy limitado de personas, casi inexistente. La apreciaba por su fiel y grata compañía, que la sostenía en medio de esa oscura soledad que la ahoga en los momentos en los que deja en el closet a la fría, elegante y superada aristócrata que todo Ottery, para bien o para mal, conoce. Poner en peligro a su amiga era algo que aun le generaba resquemor. Su posibilidades de éxito se resentían sensiblemente si no poseía junto a ella otra varita que le diera soporte para enfrentar a las fuerzas ministeriales que las esperarían en Londres. No existía una respuesta a aquel debate que se daba en su mente. Decidió, uniendo sus manos con las de Ariane, dejar todo el peso de la decisión en ella.

 

- Nos reencontraremos a las nueve en las inmediaciones del Palacio para hacernos una idea de la situación, la disposición de la custodia, las medidas de seguridad y todo lo que te imaginas. Sé que no estaremos solas en ello, la posibilidad de que esa reunión se lleve a cabo con tranquilidad es nula. Depende de nosotras inaugurar el fin de esta locura desatada por Aaron. Si Sagitas va a la reunión y no es tan olvidadiza como se muestra, llevará el espejo que le di. Eso me permitirá ver lo que se cocina en esa reunión y desactivar posibles trampas, porque sin dudas las habrá.

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ELLIE MOODY

Agencia de Servicios Profesionales, 13 de marzo, alrededor de las 9:00am

 

«De todas formas, tendré el pasaporte a la mano».

 

En ocasiones como esa, Ellie se da cuenta de lo ingenua que fue al unirse a la Orden del Fénix; lo ingenua que fue al aceptar el puesto de lugarteniente, como si se tratase de un simple favor para un amigo. Para ella formar parte de aquella organización clandestina no se trata de un gesto de rebeldía contra el Ministerio de Magia, contra los mortífagos, contra el sistema, contra la ley... Fue, simplemente, curiosidad. Tras la curiosidad, llegó la certeza de que podría hacer cosas buenas dentro, como si de una organización benéfica se tratase. Sin embargo, con el tiempo Ellie descubrió de que formar parte de la Orden era más que palabras bonitas y un interesante repertorio de magias secretas. Es más que profesar sus creencias de igualdad entre las personas mágicas y no mágicas, entre las personas, los seres y las bestias. En ocasiones llega a poner en riesgo su bienestar y el de su familia, a veces sin un objetivo claro.

 

Aunque no puede decir, que ahora no exista uno. Aunque sigue sin concebir qué puede hacer la Orden contra un problema de aquella magnitud, entiende qué es lo que quiere. Desea paz y, aunque en alguna ocasión fantaseó con un mundo perfecto donde magos y no-magos pudieran unirse completamente, entiende que en la actualidad y en las circunstancias actuales el Estatuto del Secreto Mágico es lo único que mantiene la paz entre ambos mundos. El Secreto debe mantenerse. Deben no sólo oponerse al Ministro Yaxley, sino lograr esparcir la voz y la decisión de tomar una postura de desacato.

 

—Bien —musita Ellie, llevándose una mano al bolsillo de su túnica—. Ajustaré los galeones.

 

Ellie toca con la varita mágica el galeón falso que lleva consigo y que muchos miembros de la Orden del Fénix poseen también, un método de comunicación que prefieren en ocasiones para mantener un perfil bajo. Es una réplica exacta de un galeón de oro, con un encantamiento capaz de mostrar a los miembros de la organización un breve y concreto mensaje en el número de serie de la moneda. El espacio es muy breve y siempre es mejor prevenir cualquier filtración de información, así que tiene espera que con las siglas de La Madriguera sea suficiente.

 

«LM. 18:00».

 

MADELEINE MOODY

Bratvá, 13 de marzo, alrededor de las 15:00pm

 

—Me la dio un duende, no me dijo quién lo enviaba. Solo que la quemara después de leerla —como de costumbre, Jank exhibe una muestra de muy pocos modales al llevarse un trozo de pastel a la boca en media conversación. Madeleine aparta la mirada, asqueada, y baja la mirada a la carta que le muestra su hermano con un deje de fastidio—. Y como éstas docenas de propuestas más. Ya no necesito dinero, estoy…

 

Los ojos de Madeleine se abren como platos.

 

—¿Qué?

 

—Ya te dije, estoy...

 

Dayne —Madeleine habla con firmeza y golpea la mesa con el pergamino abierto. Con un dedo, golpea repetitivamente una palabra que se destaca entre las demás— ¿no me habías hablado antes de Albor?

 

@@Jank Dayne @ @@Goderic Slithering

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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Matt Ironwood.

 

Edificio de apartamentos nomajs en Londres, mañana del 12 de Marzo.

 

 

La recepción del edificio era un horno. El humo llenaba cuanto podía del pequeño espacio que servía de entrada y dificultaba la visión pero por más que buscara no había fuego y tampoco personas. Pero el castaño podía sentir el sonido de las llamas crepitando y los gritos y pedidos de auxilio de los vecinos de aquella edificación en los pisos superiores.

 

《Casco Burbuja》pensó el ojiazul mientras se auto apuntaba con la varita al rostro e inmediatamente pudo llenar sus pulmones de aire limpio, no corrompido por los gases de la combustión de los distintos materiales que el fuego había tocado.

 

El resonar de corridas en el piso inmediatamente superior hizo que Matt se apresura a cruzar el reducido hall y subiera de dos en dos la estrecha escalera de material que conducía al segundo piso.

 

-Alto, Alto… para atrás hacia la ventana - una voz de hombre rugía órdenes en cierto tono distorsionado desde el rellano, el Ironwood sintió con claridad el sonido del vidrio al quebrarse y gritos de consternación. Aferró su varita con fuerza y finalizó con celeridad el último tramo de escalera para encontrarse un grupo de aproximadamente veinte personas que se cubrían el rostro con los cuellos de sus prendas y observaban atónitos a otra figura que les hacía señas para que se fuera acercando a la ventana rota que daba a la calle.

 

-Otro más - dejó escapar un hombre del grupo mientras señalaba a Matt que acababa de detenerse para observar la escena. Muchos rostros se giraron hacia él, incluido el del hombre de la ventana.

 

Este también llevaba una varita enarbolada en la mano y una placa dorada que lo identificaba como del FBI, era el sujeto que había lanzado el pedido de ayuda.

 

-Al fin - suspiró su compañero de profesión - Ayúdame a sacar estas personas de aquí -

 

Juntos lograron hacer levitar a las personas hasta depositarlas con cuidado en la calle sin mucho más inconveniente que alguna que otra resistencia. Su compañero se llamaba Joe Jackson y era un agente de la oficina en Jackson, Mississippi que trabajaba en las fuerzas desde hacía casi 40 años.

 

El mago había logrado apagar el fuego del primer y segundo piso y evacuar a todas las personas pero el incendio se seguía propagando en los pisos superiores y mas nomajs corrían peligro.

 

-Parece que hay una familia en ese apartamento - le señaló Joe la puerta con un número 13 de bronce mientras se sentían los pedidos de auxilio de un grupo de personas del otro lado. Se encontraban en el tercer piso, donde el fuego quemaba todo a su paso, habían logrado evacuar a una quincena de personas pero la tarea estaba lejos de terminar.

 

-Encargate de ellos, yo del fuego - ordenó Jackson, que al ser el agente de más edad y experiencia se convirtió en un poco como el líder de la situación. El Ironwood se anunció antes de entrar y empujó con el hombro la puerta que cedió con facilidad e ingresó a un amplio salón modernamente amueblado y muy bien iluminado.

 

Un grupo de cuatro personas se encontraba en el otro extremo de la habitación, en el balcón que daba hacia la ciudad pidiendo ayuda, era dos adultos y dos niños que no pasarían de los once años.

 

-Soy Matt, vine ayudarlos - se pronunció mientras avanzaba con cuidado hacia la familia - ¡Es un de ellos! - gritó el hombre, seguido por una serie de insultos y amenazas indicando que no se acercara. La mujer trató de agarrar con fuerza a sus hijos pero uno de ellos logró escapar de los brazos de su madre y corrió hacia una habitación cerrando la puerta tras de sí.

 

El aire era tenso pero el Ironwood sabía que debía acercarse y evacuarlos aunque tuviera que dejarlos inconscientes para poder hacerlo. Enarboló la varita listo para desviar cualquier objeto que pudieran lanzar mientras hablaba explicándoles que no estaba allí para dañarlos, que únicamente venía a ayudar.

 

La mujer llamaba a gritos a su hijo que se había refugiado en la habitación contigua y que al parecer se llamaba John, dicha habitación estaba antes que el balcón por lo que Matt se detuvo frente a ella- John - llamó al niño, tenía que sacarlo y llevarlo junto con su familia para poder evacuarlos a todos juntos.

 

Giró el picaporte, abrió la puerta y sintió un dolor punzante que le hizo apretar los dientes, instintivamente se llevó una mano hacia el costado izquierdo de su cuerpo y percibió la humedad cálida de la sangre, levantó la vista y observó cómo el pequeño niño sostenía un arma en la mano mientras no dejaba de llorar. Todo se oscureció y Matt se desplomó.

 

 

 

Joe Jackson

 

Mismo edificio, mañana del 12 de Marzo

 

 

 

Joe sintió el disparo, conocía muy bien el sonido y se le heló la sangre. Había estado pendiente de los gritos y discusiones que se estaba desarrollando en el apartamento donde había mandado al joven agente hawaiiano, pero tras el disparo todo se acalló por unos instantes.

 

Las voces y gritos no tardaron en regresar pero entre ellas no pudo distinguir la voz de Ironwood. Abandonó su lucha contra las llamas y corrió varita en mano hacia el apartamento donde todo estaba pasando.

 

Al entrar se encontró con la escena que no queria ver, la familia estaba en pánico en el balcón y en el lustroso piso del impecable sala se encontró con su compañero caído e inconsciente sobre un charco de sangre que no paraba de crecer.

 

San Mungo fue lo primero que se le cruzó por la cabeza antes de avanzar con velocidad hacia su compañero caído. Se arrodilló junto al mago y comprobó sus signo vitales y para su profundo alivio corroboró que el castaño seguía con vida pero la situación era muy precaria, tenía que llevarlo al hospital y que los profesionales de la salud se ocuparan de él. Y sin más desapareció junto con su compañero herido hacia San Mungo.

 

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